Batalla Naval de Maracaibo. |
Amigos invisibles. Como nota previa a lo que ahora trataremos y en
referencia a nuestra porción patria Guayana Esequiba, debo informar que la
ministra de aquella tierra que es venezolana con el apoyo supremo de los
imperios británico y americano desde
luego y para enredar más el asunto pendiente, llamada ella Carolina Rodrígues,
ha dispuesto buscar otras salidas imperiales a su favor que empañan el ya enmarañado
asunto de la devolución del territorio propio a Venezuela, por lo que es
necesario hacerle entender en calidad de dueño que nuestro país no dará un paso
atrás en la defensa de su soberanía ni caerá en otra trampa como la de 1899 en
este sentido y menos cuando se conoce de manera fehaciente la escandalosa privación
que hiciera la Inglaterra victoriana de los 159.000 kilómetros cuadrados y más
que sin ningún derecho e imitando casos como el de la islas Malvinas o Belice ha usurpado con violencia y maña administrando
a su manera ese nuestro territorio y de lo cual tendrá que indemnizar con
creces en la oportunidad conveniente. Sigamos pues, con ojos zahoríes, los
nuevos atentados a la soberanía venezolana mientras se resuelve este que es uno
de los últimos y lacerantes escándalos de nuestra historia contemporánea.
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Ahora sí y ya que entramos en materia atinente comenzaremos por asentar
que los equívocos, desmedros, las traiciones y otros fenómenos humanos han
existido desde larga data, pues basta con recordar la que le hiciera Bruto a
César para eliminarlo del poder. Y con este ejemplo atinente quiero afirmar los
errores y falsedades poco estudiados y hasta entendidos que en nuestro país se hallan
con respecto a fechas magnas y que es hora de dejarlos en claro, como fue el
inicio de la Guerra de Independencia nacional cuyas peleas, escaramuzas y
combates cuanto el significado de la independencia en sí aún se discuten, y lo
referente al fin de la conflagración fratricida, que aún nos llena de dolor y
de incongruencias alarmantes. Pues bien, para cubrir estas lagunas históricas debemos
centrar la crítica y el desarrollo temático al exponer no las locuras
perfumadas del recordado marqués del Toro y sus fracasos originales, que han
sido estudiados con diversos criterios y hasta enfoques agudos, sino que para
cerrar el ciclo de la contienda, que no ocurre en la glorificada batalla de
Carabobo y menos en la posterior capitulación naval de Maracaibo por parte del
canario Morales, sino que ello obedece en parte a una suerte de tensión existente
cuando no se ha bien esclarecido aquel juego sobre el escenario histórico que tiende
a manejarse sutilmente entre estrategias, espionajes, prelaciones, intereses
políticos, delimitaciones geopolíticas y otros sabores o sinsabores que se
presentaron a raíz de los desastres finales cuando alguna suerte de traición animosa
prevalece para estudiar en sus detalles
y lo que se demuestra inicialmente cuando el capitán general de Venezuela Francisco
Tomás Morales se ve forzado a rendirse luego de la batalla naval de Maracaibo
(dura dos horas, con 195 bajas republicanas y 437 bajas realistas, ambas por
diferentes causas) ya que el gaditano comandante de escuadra Ángel Laborde y
Navarro, encargado mayor de las operaciones navales, sin tomar medidas acordadas
para el abordaje realizado y ante el desastre ocurrido en su comando busca escabullirse
con velas abiertas (son 14 barcos patriotas y 24 realistas, éstos con cañones
de alcance) rumbo a Puerto Cabello y Cuba, apurando el paso que deja en orfandad
capciosa al capitán general Morales, con que el comandante desobedece órdenes
superiores en cuanto al escenario de tal encuentro singular debido al pique existente
(que luego vuelve a ocurrir frente a Río Chico) por intereses desconocidos y dando
al traste con el éxito de este combate naval magnificado en que debió
prevalecer el entendimiento sobre las disposiciones recibidas y la sapiencia o
viveza acuática del marino Laborde, desconocida hasta ahora.
Otro punto de discordancia que tampoco ha sido bien analizado y que
pudiera ampliar el conocimiento en cuanto a lo ocurrido ya en el verdadero
final con desenlace de la guerra magna, tan confundida con el episodio acaso
insubordinado por equívocos temerosos de Laborde, quien en definitiva sin
prestar ayudas ante el fracaso naval tenido por este comandante de la escuadra, sin otra espera dicho jefe naval como señalo se
escabulle hacia Puerto Cabello y luego prosigue rumbo a Puerto Rico para
entregar una memoria de los hechos supuestamente maquillada que debía conocer
desde luego el gobernador insular Miguel
de La Torre, tan ligado a Venezuela incluso en este caso, y en especial al despierto
Intendente Insular, doctor José Domingo Díaz, caraqueño de nacimiento y amor,
quien era entonces el alma sustentadora de la rebelión monárquica que aún con
el corazón en la mano y por la tradición de trescientos años, defendía y ayudaba
con verdadero impulso el susodicho médico, escritor e intelectual José Domingo
Díaz.
Pero el otro ser que desde luego forma parte muy importante de este capítulo
histórico digno de reseñar porque se conoce poco en sus detalles, con que ahora
determinaremos cuándo y por qué se acabó la guerra sostenida entre facciosos o
patriotas y peninsulares que estimaban con documentos y razones poderosas la
pertenencia de estas tierras americanas a Su Majestad El Rey Fernando VII, se
llama simplemente José Antonio Arizábalo y Orobio, que no es un cualquiera
secundario o advenedizo sino alguien muy ligado a Venezuela, por cuyo querer se
dio entero con criterio adelante para la defensa de los intereses de su Rey, en
quien creía sin cortapisas y al que como militar de carrera debió sostener en
sus ideas y hechos, sin ningún género de dudas. Pues bien para demostrar tal entereza, lealtad
a toda prueba y firme resolución en la vida que le tocara como ser humano,
vamos a comenzar con este paradigma de militar a quien el propio Simón Bolívar
a principios de 1827 desde Caracas le ofrece reconocer sus títulos militares
hispanos para así incorporarlo al ejército criollo como brillante artillero que
era y con el mismo sueldo, lo que contestando la misiva Arizábalo no acepta tal
halago respondiendo que sigue en defensa
fiel a su Rey, y esto lo hacemos para demostrar tal entereza desde el principio
genético en cuanto a su nacimiento ocurrido en 1782, en Pasaia, (Pasajes de San
Juan), importante fondeadero del norteño Guipúzcoa o sea de las vascongadas
españolas, donde aún subsiste el palacio barroco de su familia, del siglo XVII,
que es ahora el Ayuntamiento de la ciudad. Pasajes
era un puerto abrigado cercano a San
Sebastián y la francesa Irún, destacándose entonces por el comercio
internacional, especialmente el marino y la pesca del bacalao, y porque desde
1730 el Rey español permitió la instalación de la famosa Compañía Guipuzcoana
en Venezuela y Pasajes, lo que da un vuelco sustancial a nuestra historia en ciernes cambiando así algunas estructuras coloniales primitivas
con la llegada de nuevas ideas y decisiones, que sustancian hechos
fundamentales mediante pasos decisivos hasta las puertas de los acontecimientos
finales ocurridos en la importante historia de 1810. Nacido
pues en tiempos del inolvidable rey
borbón Carlos III, que alumbra el despertar de la patria venezolana, su
infancia transcurre en aquel puerto estratégico que tendrá tanta brillantez en
relación con nuestro país, y a los siete años de edad los progenitores (su
madre es María Dominga de Indo) le traen a Venezuela donde como buenos vascos
ya tienen deudos de aquel origen laborioso. El abuelo, Agustín de Indo, muy joven lleva a dicho
nieto y junto con sus parientes al importante Puerto Cabello en ese desandar de
la familia con un tío carnal que vive en Puerto Rico, o sea el brigadier Juan
Arizábalo, entonces Comandante de Artillería en dicha isla propiedad de la
Corona Real. Es por intermedio de ese tío militar que el
joven José Antonio en temprana oportunidad acude para el conocimiento de esta
arma de cañón y bronce, tan decisiva en las batallas de su tiempo y el futuro
cercano de algunas naciones. Una vez que ingresa en la carrera marcial el
joven Arizábalo queda destinado por unos años en dicho servicio fundamental, ya
que las islas del mar Caribe son apreciadas por otras potencias extranjeras y
hasta de la piratería degradante. En 1809, de 27 años de edad, el oficial
Arizábalo es transferido para prestar servicios de su especialidad a la isla de
Santo Domingo, donde surgen problemas con respecto a la presencia de tropas
francesas napoleónicas en aquella tierra insular, cuando combate en dicho
importante territorio a los franceses
allí establecidos.
Fernando VII. |
Ya en octubre de 1813 y con Venezuela ardiendo entre la llamada Guerra a
Muerte, como Subteniente el guipuzcoano
que describimos es enviado al Real Cuerpo de Artillería de Caracas, donde tiene
familia, destinándosele a la importante plaza y bastión militar de Puerto
Cabello, lugar en el que muere su abuelo materno, prestando allí servicios aún
en marzo de 1814, cuando el terrible sitio militar que le sucede, tiempo en que
fallece el otro abuelo y ya corteja a su futura esposa venezolana, de nombre
Tomasa Adam y España. En la cruenta
guerra avecinada y ante el fantasma impetuoso del asturiano general Boves
Arizábalo permanece con destinos marciales en La Guaira, Puerto Cabello, Cumaná
(muy joven actúa en el asedio de Pampatar en junio de 1.816), Campaña de
Occidente y Maracaibo, participando en la feroz contienda emprendida que se
alarga con los años y el empuje permanente de cada parte, por lo que ya para
1819, con 35 años de edad encima y en tiempos del general español Pablo Morillo,
el guipuzcoano es Teniente Coronel de infantería y Comandante de Artillería del
Castillo de San Carlos, en la barra de Maracaibo, por lo que participa en la
triste para los hispanos capitulación del general Francisco Tomás Morales, el 8
de agosto de 1823, con el ambiguo cuanto dudoso proceder y riesgo temerario del
marino Ángel Laborde, jefe de escuadra en esa importante acción, como antes lo
he expuesto, y de donde por causa de lo firmado entre las partes Arizábalo
debió salir en volandas de Venezuela por la vía de Cuba, dirigiéndose entonces a
su tierra natal y encontrándolo en 1824 en el importante puerto de Cádiz. En
verdad que por el ancho camino de las Antillas fue el regreso que en su
condición de militar no daba tiempo a vacaciones, de donde pronto en la
Península Arizábalo tras el análisis de su expediente es escogido para una
misión especial a desarrollar en Tierra Firme, o sea reunir las desunidas
fuerzas realistas que aún se hallaban sumisas al poder monárquico español y en
espera de las órdenes respectivas. Para
ello debió someterse a un rígido estudio de
inteligencia y contrainteligencia, en lo que era ducha la policía monárquica
como podemos apreciar de ejemplo en las vicisitudes que sufriera Francisco de
Miranda y los gendarmes o sabuesos disfrazados de su tiempo que desde España y
en las más diversas formas lo persiguieron de manera implacable.
Pasaron los meses mortales del conflicto en ciernes y ya para julio de 1.826
Arizábalo desde la Península regresa a Caracas por la vía de Puerto Rico,
debiendo entonces entrevistarse y trazar planes allí con el Intendente Insular
José Domingo Díaz, donde el caraqueño estaba presto a ayudarle en su misión
monárquica (Puerto Rico, tan vinculado a Venezuela, formaba parte del triángulo
político diseñado con Madrid, Puerto Rico y Caracas, figurando entre ellos
personajes como Miguel de La Torre, Francisco Tomás Morales, José Domingo Díaz,
Angel Laborde y José Antonio Arizábalo para reconquistar las colonias
insurrectas al norte de Suramérica), teniendo entonces facilidades para su ingreso al
país dados los lazos familiares afincados (su esposa era nacida en La Guaira) e
intereses diversos que mantiene en vigor y porque además el vasco guipuzcoano
era bien conocido por su experiencia y personalidad distinguida. Pero como Arizábalo
no venía solo con la intención señalada de regreso al seno de su familia sino que dentro del mundo de la inteligencia
militar que es tan vasta en su proyección, otros fines internos le devuelven a
esta tierra querendosa, por cuanto la intención verdadera era apoyar, con el
juramento de fidelidad que ha hecho, o sea de servir a la causa del Rey de la
manera más amplia, y por esta causa en esa Venezuela del desorden llena de
separatismos territoriales, de disensiones contra Simón Bolívar, de caudillos
verdaderos como el llanero general Páez, que se distancia de Bolívar por
diversas causas, de pandillas y forajidos bandoleros dispersos como también de
defensores aún de la Madre Patria española que no se convencen de la nueva realidad presente, Arizábalo con
las órdenes recibidas en la Península y los pliegos necesarios que trae para
justificar su hazaña, como los otorgados por La Torre en calidad de “Comandante
General de las tropas realistas de operaciones de Costa Firme”, según reza su
nombramiento, y las instrucciones que en nueve cartas expositivas le entrega
José Domingo Díaz en Puerto Rico, o sea
que como agente especial español y Comandante General de la operación recuperadora emprendida, toma
entonces contacto con fuerzas facciosas antirrepublicanas dispersas en el
centro del país después del desastre de Carabobo (1821), verbigracia Tamanaco
en Cojedes, Macaira en Guárico, Lezama (Guárico), Guires en Altagracia de
Orituco y Guaribe, etc., sitios estratégicos que serán su lugar de acción
principal y refugio por ende, luego de un parlamento a convencer de seis meses
con bandas o partidas realistas existentes de preferencia en territorios
montañosos difíciles de acceder, como el caso de Guires, y donde se habían
refugiado muchos de los realistas dispersos una vez salidas del país las
autoridades españolas. Y como la misión especial encomendada al vasco
Arizábalo era reiniciar la guerra, haciendo su trabajo escogido debió ponerse
en contacto a través de correos de inteligencia con numerosas fuerzas que
existieran en la periferia lejana de Caracas principalmente hacia el Estado
Guárico y la escabrosas montañas de Los Guires, en parte inaccesibles, donde
tendría reunión con los principales cabecillas que suspiraban aún por el
gobierno de Fernando VII. A objeto de dar más concisión a lo tratado explicaré
que a esos principales cabecillas, independientes entre sí, voy a irlos mencionando
sin que ello equivalga alguna primacía, trayendo de primero al astuto indio
José Dionisio Cisneros, malicioso, de poco confiar, peligroso además y capaz de
cualquier cosa en su agresividad, que asolaba en razzias asesinas los valles
del Tuy y los de Aragua, quien años
después y mediante el engaño y la tramoya astuta del llanero fue detenido y fusilado
por designios de su compadre José Antonio Páez. El baruteño coronel Cisneros acaudillaba
entonces partidas peligrosas situadas por Santa Lucía, Charallave y Paracotos,
quien en diciembre de 1827 combate contra el coronel José María Arguíndegui
durante tres días (22, 23 y 24 dic.), dejando ello un saldo de 200 muertos
gubernamentales amén de incontables heridos. En este encuentro sanguinario el
coronel Arizábalo actuaba igualmente con una columna de su mando que destrozó
también las fuerzas paecistas, antes de
retirarse a las montañas de Guires y Tamanaco por escasez de municiones y otros
elementos de guerra. Entretanto los
coroneles Doroteo Herrera y Juan
Celestino Centeno con 400 hombres a su mando, sostienen combates contra el enemigo en las inmediaciones de
Caracas (Mariches, cuando igualmente ellos se entrevistan con Arizábalo),
mientras otras fuerzas monárquicas en el Oriente del país encabezadas por los
oficiales Coronado y Castillo, se batían con saña en sus puestos de lucha. Luego colocamos en este andar temible al señalado
comandante principal Juan Celestino Centeno, de origen pardo y fogueado en el
combate, entonces con residencia temporal en Guires y los bosques de Orituco,
quien se enfrentará cerca de Petare al temible republicano coronel Anselmo Hurtado,
alias “Burro Negro”, ganándole la partida en feroz encuentro carnicero que deja
inútil de por vida a tan odioso ser, y además Centeno entabla fiero combate
contra fuerzas del general paecista Julián Infante en el interior de dichas
montañas de Orituco, o sitio de su refugio guerrillero, de donde por el valor demostrado en la campaña
Arizábalo con los poderes conferidos que mantiene asciende a Centeno nombrándole
Segundo Jefe de las Fuerzas de Su Majestad Católica, en Venezuela. Otro guerrillero con seguidores de entonces era Doroteo Herrera, pardo también
y buen jinete, como igualmente el indio Inocencio Rodríguez, esforzado miliciano
y comandante muerto durante el combate de 4 horas ocurrido en Las Raíces
(22-1-829), todos como se sabe al fiel servicio de Su Majestad.
Bandera Real de España. |
Mientras tanto y en esta guerra
sin cuartel las partidas rebeldes de Tamanaco y Guires, entre otras, al mando
de los coroneles Centeno, Ramírez, Inocencio y Doroteo, en Macairita se reúnen
bajo el mando de Arizábalo, junto al creado batallón de infantería “Lealtad” y el escuadrón de
lanceros del Rey “Fernando VII”, para hostilizar a las tropas colombianas en el
plan que incluye rastreo por el Alto Llano y el circuito costero de Río Chico,
además de mantener parcelas de cultivo como medios de subsistencia de las tropas, en lo que ocupa 600 hombres. Otras
acciones guerrilleras secundarias fueron ejecutadas en Javillar, Laguna de
Tacarigua y Valle de La Pascua. En total y siguiendo a lo escrito por el
entendido José Domingo Díaz, en Caracas y sus extensiones para ese tiempo había quince partidas dispersas de estos
guerrilleros dispuestos al servicio de los ideales monárquicos, o sea al regreso
del gobierno español a Venezuela, grupos armados de quienes se informaban ambas
partes en conflicto mediante el servicio de inteligencia y espionaje rastreador
que vigilando de cerca funcionaba en aquella oportunidad. En este tiempo y a objeto de contar las fuerzas
realistas existentes, para el 10 de agosto de 1827 en que se entrevistan en San
Francisco de Cara Arizábalo y Cisneros, sabemos que el comandante Centeno
cuenta con 900 hombres a su orden, que en el río Guárico se le unen al
principal Arizábalo 400 más, y que en Guires hacen lo mismo 460 con ideas
monarquistas, aunque sin armas ni municiones, suministros, otro material de
guerra y apoyo logístico todavía pendientes de su llegada desde Puerto Rico y
Cuba.
A todas estas de la lucha emprendida y cuando ya Arizábalo se encuentra
en las montañas de Tamanaco y Los Guires, éste decide llamar a reunión en tal paraje
escabroso a los líderes del movimiento monarquista que sostienen la fe en
Fernando VII, y a tal efecto el 29 de agosto de 1827 en dicho paraje es
recibido con aclamación el delegado del
Rey borbón, cuando ya se encuentran todas las partidas monárquicas convocadas,
que alcanzan a un total de 1.200 hombres armados, proclamando de nuevo su
adhesión a la causa real y el reconocimiento de Arizábalo como Jefe Superior (en Punterales fue su
bautismo de fuego), al tiempo que juran morir defendiendo los derechos del
Trono español, incorporando así nuevas partidas a las ya existentes en Barinas y
el centro de la nombrada y no bien vista república de Colombia.
A las alturas del ejército
guerrillero unido el comandante Arizábalo decide hacer un balance de la
situación, falto como está por las actuaciones emprendidas y porque desde luego
anda escaso de municiones y demás acopios que deben llegar pronto desde Puerto
Rico conducidos por el almirante Laborde para sostener la contienda, según lo
acordado con anticipación, aunque corriera a favor de su causa el desconcierto
habido con las actuaciones políticas y divisionistas de Páez que culminan en aquello
que llaman “La Cosiata” y por la posición bolivariana alejada de Venezuela y
hasta deseosa de erigirse el mismo caraqueño a la chita callando, en Monarca
americano. Mientras tanto todo el
ejército guerrillero al mando de Arizábalo emprende una acción de desgaste a
través de partidas y colaboradores, como el encuentro de Piedra Azul, facción
armada con 600 fusiles y 200 trabucos y contra quienes el gobierno central nuevamente
dirige al coronel José María Arguíndegui al frente de 800 soldados, tiempo en
el que también se han enviado de Caracas
y contra Cisneros al coronel Hurtado (“Burro negro”), con 800 hombres, pertenecientes
antes a los batallones Junín y Callao.
En este andar guerrero el coronel Centeno es herido en Macairita, de lo
que se mejora, y Arizábalo se dirige a Higuerote en búsqueda de noticias sobre
el almirante Laborde y el material de auxilio que trae desde Puerto Rico para
surtir a las guerrillas, e Inocencio Rodríguez, quien comanda una partida de
312 hombres, que pronto aumenta a 438, mientras Doroteo Herrera se le une con
227 caballos y 300 reses de alimento, al tiempo que en la sucesión de
encuentros el oficialista Infante y Herrera se baten en esta guerra sin cesar, lo
que al caraqueño Bolívar le obliga el envío desde Santa Fe de Bogotá del Batallón
Antioquia, que será pronto diezmado. Por su parte el ya Presidente Páez designa
a Lorenzo Bustillos Romero Corregidor de Río Chico y en comisión para reducir
al guerrillero Arizábalo (“oficial sobresaliente en su rama” de artillero, lo
determina así el Intendente José Domingo Díaz). En este andar sin pausa Arizábalo sostiene
varios encuentros guerreros, que le son favorables, mientras envía a Centeno y
Doroteo cerca de Caracas, en busca de recursos que ahora le son tan necesarios. Luego
visita al indeciso Cisneros, en un encuentro que no tiene éxito por los
obstáculos que el indio pone, de donde resuelve participar en lo adelante por
propia cuenta. Centeno vence en Araguita
y Arizábalo toma la Casa Fuerte de
Orituco (27-1-828) y luego sigue a Río Chico, todavía en espera de los auxilios
traídos por Laborde. Pero ante el
peligro en ciernes sigue a El Guapo para combatir una fuerza del general José Tadeo Monagas. De allí regresa y el 22-6-828 triunfa en la Laguna de Tacarigua sobre un grupo
enemigo. Entonces se halla extenuado, casi harapiento, que es cuando los
vecinos le notifican que la escuadra del almirante Laborde había estado de
paso, por pocos días, en aquellas aguas de Río Chico, y que sin mucho esperar,
o sea menos de una semana, levó anclas para desaparecer en el horizonte, sin
dejar los avíos esperados. Para
Arizábalo esto fue una tragedia, por cuanto conoce de antemano que Laborde con
sus bajeles debía esperarle de 30 a 40 días en esas aguas, por lo menos, según
el informe recibido, haciendo así una mueca terrible a la Historia de Venezuela
que dejo a ustedes en consideración, porque muy pocos conocen este episodio
fundamental. Sumido ahora en la tristeza de la traición Arizábalo vuelve hasta Orituco,
bate luego una fuerza apureña y después a un grupo republicano que así lo provee
de mil cartuchos. Inicia entonces
pequeños encuentros cercanos a 60 acciones militares, destruye ya al batallón
Antioquia, y el 21 de enero de 1829 es aprehendido y pronto rescatado por su
subalterno Doroteo Herrera. En estado casi de desnudez y sin otra salida a
emprender escribe a Lorenzo Bustillos buscando el indulto militar y la entrega
de 800 hombres a su servicio, lo que el paecista Bustillos acepta, con la entrevista
acordada en Boca del río Aragua, donde fue recibido con honores de Capitán
General, “y en calidad de héroe”. No quiso admitir los grados conferidos por
Bolívar en 1827 para incorporarlo a su ejército, como brillante artillero,
mientras se acordó trasladar a Puerto Rico o San Thomas a los oficiales monárquicos
que quisieron abandonar el territorio nacional.
Marino Ángel Laborde Navarro. |
Veintidós meses duró esta guerra que parece ser sacada de la tragedia
griega. Salió de La Guaira embarcado entre honores, con la bandera insurgente
colgada en la falúa que le transporta rumbo al océano. Y este paladín radical del
que poco se han ocupado en nuestro país, sin saber por qué, aunque lo puedo imaginar,
fue recibido en Madrid colocándole en su pecho la Real Orden Americana de Isabel
La Católica. Ojalá alguno de ustedes ahora se anime a
escribir la verdadera biografía de Ángel Laborde y Navarro, con los detalles
que aquí consigno aunque acaso discrepen de la versión oficial diseminada por
razones personales. Según lo que conozco Arizábalo poco pudo saborear esa
calidad de héroe sobresaliente, porque para desgracia de su persona murió
pronto, en 1.834. Pero nos sentimos satisfechos de colocarlo en este blog donde
siempre han cabido, como muchos otros, güelfos y gibelinos, los ilustres y los
que casi llegan. Ahora sí, los manuales de historia deben rectificar en cuanto
que la guerra hispano venezolana en sus
diversas fases no acabó en Carabobo, con
la rendición de Puerto Cabello o la batalla naval del lago de Maracaibo, sino que terminó,
exactamente, el 18 de agosto de 1829, cuando el Comandante General en Costa
Firme y con las cualidades que ostenta, en la boca del río Aragua (El Guapo) capitula
y firma la rendición por documento contentivo de nueve artículos discutidos,
suscrito por Arizábalo y el delegado del general José Antonio Páez, con los
poderes conferidos, general Lorenzo Bustillos Romero. Allí sí terminó y para
siempre esta importante guerra libertadora.
Hasta pronto.
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