lunes, 11 de mayo de 2015

UNA NOVELA DE TERROR: GUYANA.


Guayana Esequiba.
 Amigos invisibles. Como ya hemos expuesto hasta en seis oportunidades de este blog mediante variaciones y acontecimientos suscitados sobre el mismo tema  de nuestra Guayana Esequiba, ahora regreso a intentarlo con mayor razón, fuerza dialéctica y hasta eso que llaman desconsuelo ante las debilidades, escarceos y demás argucias pobres que se utilizan para estos casos, en referencia a un tema preciso que concuerda con  la plenitud de nuestro país o patria, es decir sobre el fundamento de la responsabilidad  que de un principio deberíamos haber asumido en la vida diplomática reciente (“¡triunfar!” exento de circunloquios afirmó Simón Bolívar casi muriéndose en el peruano Pativilca) sin sostener devaneos ni débiles y confusas salidas oportunas que tendieron ya cojeando los insaciables conquistadores ingleses a punta de cañón.  Pues bien sobre estas premisas apremiantes y sin temblar el pulso ni menos la intención ha llegado la hora de que el corrupto y taimado por decadente imperio inglés sostenido a duras penas por el alter ego consorte en el juego del poder mundial que son los Estados Unidos, entienda desde tras corrales, como siempre lo ha hecho, que los territorios hoy no se conquistan con los mercenarios y asesinos gurkas nepalíes sino con la comprensión y el afecto de los naturales, todo lo cual de una manera arrogante e impositiva usaron los ingleses al penetrar en nuestro territorio oriental guayanés bajo la enseña sanguinaria de una bandera llamada de la Unión Jack que por siglos ha llenado de luto, miseria y consternación a millones de seres en el planeta, con el apetito voraz de la conquista indetenible y sin piedad, como fue el ejemplo claro cuanto diáfano que tuvo el inolvidable gobierno londinense cuando sospechara y luego ratifica sobre las enormes riquezas que en nuestra Guayana Esequiba reposaban desde tiempo inmemorial,  cuestión que les había aturdido la cabeza a los fieros caciques de ese imperio desde cuando el navegante y enamoradizo Walter Raleigh no dejó bien descansar a la fea reina Isabel de Inglaterra por meterle en la cabeza cuentos de toda índole que le atolondran el sueño  sobre el río Caroní y otros de tal estima, con el apetito insaciable del oro cochano y los diamantes allí hallados, paliativo absorbente que por unos años le salvó la cabeza al agraciado Raleigh, hasta cuando le reina  volvió a entrar en cólera real mandando a cortarle la testuz tiempo después en la Torre de Londres, mientras los callados cuervos por costumbre contemplaban esa barbaridad ejemplar.

            Ya para el siglo XVIII y siendo Inglaterra la Reina de los Mares en que se masacrara a poblaciones enteras con el sediento pensar del lucro permanente, cuestión que aún se ha mantenido en esa comparsa secular de compadres que de una y otra forma sibilina se establece entre los Estados Unidos e Inglaterra con el resultado que ahora en el correr del tiempo ha ido transformando a la Gran Bretaña o como se la quiera llamar, en un  inseparable asistente faldero de ese poderoso y mundial mandamás conocido por el Tío Sam, viejo zorro que maneja los espacios terrestres y extraterrestres a su saber y entender sin que ninguna potencia  competidora se le pueda apenas acercar salvo casos aislados (Las Torres Gemelas, la insurgencia mundial musulmana, etc.). Pues bien sobre ese contubernio eterno que ambos poderes aún ostentan, como en el caso triste de las islas Malvinas, el ya artrítico líder que ostenta en forma solapada y por terceras personas ese cúmulo de intereses que todavía se mantienen avizores y taimados en las márgenes del río Támesis, aún no dejan de significar un peligro constante para la Venezuela actual, la que nos vio nacer y sentir esa existencia desde los tiempos iniciales.

Para simbolizar  mejor este introito que integra mucha parte de dudas por los esguinces de su trato,  aunque no es mi estilo literario  en temas tocantes a la Historia tan llevada y traída hasta por intereses que silencio, vamos a remontar el tiempo desde cuando en el parto americano los aventureros holandeses que venían avanzando por la sureña  Bahía  hoy brasileña en la conquista de terrenos baldíos como de costas desconocidas y en busca de algo tan valioso como la sal, fijando límites inexactos entre los imperios hispánicos y portugueses, se encontraron con que en vez de dos interesados en esa meta conquistadora y usufructuaria otro en discordia aparecía  con las fauces abiertas y el apetito desbordado de poder, en este caso los neerlandeses que ya ponían sus ojos en algo llamado Araya, por lo que para medir distancias  de conquista decidieron sentar las  plantas iniciales a lo largo de un río caudaloso llamado Esequibo en honor a su descubridor y que venía a ser precisamente un  antes de los pleitos posteriores limítrofes como algo consensual  y respetado para librarse de disputas entre los intereses hispánicos ya establecidos  con dominio o posesión y los nada esquivos  proyectos de amplitud que tenían  esos fenicios holandeses  en cuanto a los asentamientos pretendidos sobre dichos cursos de agua y otros afluentes atlánticos que le recordaban la fiereza laboral de su ancestro europeo. Mas dio la circunstancia inesperada que en esa larga conquista marítima neerlandesa con sus flotas y enclavamientos los empecinados  invasores fueron subiendo la costa oriental de Norteamérica al extremo de aposentar las velas de conquista frente el río Hudson en una extraña isla larga bordeada por dicho afluente y que los naturales llamaran Manhattan (hoy Nueva York), enclave que con diversos designios enamora a los neerlandeses al extremo de hacer a la larga un pésimo intercambio mercantil con los naturales del aquel sitio al extremo de canjear dicha fabulosa isla hoy sede de los grandes negocios capitalistas por aquello que se llamaba Esequibo, y piénsese por tanto el extraño contrato suscrito comparando los dominios que se adquirían con lo que se dejaba atrás.  Pues bien y volviendo del recuerdo a nuestro territorio esequibano cruzado en alguna forma de grandes ríos como el Corentín, el Berbice, Demerara y otros no menos importantes, agregaremos que las pequeñas disputas  sobre dicha provincia fueron de poca monta porque todo ello para aquel momento inicial desde los tiempos del recordado soberano flamenco Carlos V era de propiedad rea españolal, o sea del mismo Carlos Quinto y Primero de complemento, Amo y Señor de tierras y de mares, incluyendo desde luego a Holanda, Bélgica, etc.,  pero cuando se arma la tremolina y los conflictos aparecen ya Surinam  toma conciencia de su ser mientras Inglaterra afila las garras de poder y se compensan algunos territorios en litigio, respetando siempre en la disputa el lindero natural del Esequibo a favor de la larga tradición territorial venezolana. Fue en este tiempo aciago cuando la avilantez inglesa que ya no tenía paro porque ningún poder la sujetaba, sostuvo permanentes guerras de conquista en los cinco continentes, sujetando por siglos a pueblos enteros en la desgracia abyecta de la esclavitud, cuando los apetitos imperiales que buscan a los peores andaban desbordados sin continencia alguna llegando así los ingleses a aposentarse en el límite oriental del río Esequibo  bajo el permiso negado de los neerlandeses y en un trato  coactivo que concluye con la creación de Surinam, tan mal embrollado todo aquello por los expertos londinenses del despojo que aún hoy los naturales de Holanda perplejos aspiran  su parte del botín sobre la presa sibilina realizada por el poder inglés.

Isabel Primera de Inglaterra.
 En estos andares históricos que trajinamos  de carrera “tapándonos la nariz”, como asentara mediante frase lapidaria el político venezolano Rómulo Betancourt y en ocasión oportuna,  es cuando arrecia el ultraje  material y la rapiña conocida por todos en Australia, América, África, Oceanía, Asia, Europa, y así paramos de contar, con que alegando derechos inexistentes basados en documentos falsos de toda falsedad como lo acontecido con Venezuela, cuando los rugientes cañones ingleses que hasta principios del siglo XX se manifestaron belicistas  (una flota de doce buques guerreros sitia y cañonea a nuestro país por presunto impago de obligaciones, al mando del vicealmirante inglés Archibald Lucas Douglas) en las propias fronteras marítimas de la  Venezuela ya usurpada,  esa vez bajo el apremio de tinterillos experimentados  en estos bajos menesteres de seudo geógrafos al servicio sumiso y tarifado de Londres, como el caso conocido del bucanero  sir Robert Schomburgk, quien proveniente de los desastres fronterizos que con sus famosos mapas inventados hace una suerte de razzia territorial contra el poderío hindú entre Afganistán y Paquistán, le valen títulos y prebendas  de la corona imperial inglesa, y con esa canción de experto truhán de fronteras  al estilo Pancho Villa es enviado desde Londres para preparar nuevos e insólitos mapas en territorio  que desde el período del Descubrimiento es de Venezuela, y con mil argucias y sabandijas causas levanta un mamotreto de cartas geográficas donde asienta que toda nuestra Guayana Esequiba les pertenece por orden de Londres y sostén de tales documentos forjados de tan mala y abyecta manera. Mas no solo en ese paso dado queda la contienda sin tomar en cuenta las quejas legales de nuestro país  sino que de inmediato en las colonias inglesas dispersas en el mundo se comienza  a preparar otro tipo de ejército colonizador donde se mezclan diversas razas y creencias distanciadas para evitar  nuevos problemas y posibles levantamientos, mientras con rapidez llegan al suelo de nuestro país cantidad de inmigrantes de aquellas colonias expatriados hacia Venezuela y sin ningún entendimiento entre ellos, para explotar a favor del Reino que gobierna desde Londres una diversidad de riquezas subyacentes, sea dicho bosques y  las extensas llanuras  creadoras de bovinos y otros animales, hasta los grandes sembradíos que con mano de obra esclava ya en el siglo XX mantienen al filo de las armas y en la pobreza que practican separando naciones hasta en el Rupununi, como ya lo he escrito no ha mucho con detalles suficientes en este aclaratorio blog.

Pero la rapiña inglesa no habría de parar allí, protegida con soldados coloniales, sino que a través de los disparatados a conciencia mapas de Schomburgk y sin tomar en cuenta los reclamos hechos por Caracas desde los tiempos (y de antes) del presidente Guzmán Blanco, el bárbaro inglés comienza a ejercer presión de toda clase sobre nuestro territorio, al extremo de fondear un barco de guerra en las bocas de nuestro padre río Orinoco, desde donde esos tiranos guapetones controlan el mar de aguas nuestras, en sus salidas y entradas de navegación, e incluso cobrando una “vacuna” (peaje) por tal recorrido, todo en contra de los derechos inalienables e imprescriptibles de Venezuela. Y no solo trazan los límites de su pretensión bajo asalto permanente, sino que con lujo de detalles y sofismas preparan un nuevo mapa territorial que incluye a su favor, repito, toda la riqueza de oro y diamantes que para entonces posee y explota Venezuela, llegándose al extremo vil de colocar ondeando  esos mismos ingleses y por los años cuarenta del pasado siglo, su insignia imperial en las cercanías de nuestra ciudad de Upata.  Sea oportuno recordar a los olvidadizos con intención o no, del enorme aporte simbólico hecho por el insigne militar de origen italiano conde Cattáneo Quirín, quien luchando el estilo quijotesco y con alto sentido de venezolanidad defendió aquellos lugares contra las extravagantes y traicioneras pretensiones inglesas de esos momentos trágicos. Como lo he afirmado en varias oportunidades tanto Quirín como Lucas Fernández Peña, el valeroso garante protector de nuestra Gran Sabana, siempre codiciada por Brasil, merecen sendos monumentos  recordatorios por su gallardía y defensa de nuestra nacionalidad.    Aunque volviendo atrás para enlazar con más lumbre este comentario que aspiro en parte sea demoledor, como debe ser sin egoísmos soberbios ni otros pecados capitales que ustedes bien conocen, el problema  de Venezuela con respecto a sus fronteras frente a Gran Bretaña, que aspiraba (y aspira) engullirse nada menos que 160.000 kilómetros cuadrados de su parte oriental, llegó a tal extremo de vituperio, que el citado compadre norteamericano aconseja muy en privado a Albión para mediante la estrategia descarada urdir cierto laudo arbitral o arreglo práctico preparado con el fin de comprometer a una conclusión definitiva y sana para ambas partes en litigio, según esos interesados lo divulgan. Pero aquello fue algo atroz, porque con el descaro mayor la parte inglesa ejerció una presión insoportable sobre los miembros de tal Comisión de antemano arreglada (puede consultarse mi trabajo de este blog “El inicuo tratado sobre el Esequibo” publicado en  febrero de 2012), al extremo de obligarlos a consentir sin otra salida sobre lo propuesto por Inglaterra, bajo pena de peores castigos o desmembramientos territoriales, de cuya famosa Comisión y su horrible sentencia que  bien escrita quedó en los anales de la desfachatez  e ignominia jurídica internacional, como ahora todos lo reconocen, dejando a Venezuela perdidosa en sus reclamaciones, sin poder nada objetar, y fue hasta los tiempos del dictador presidente venezolano Marcos Pérez Jiménez cuando mediante pruebas convincentes aparecidas y terceras personas  insertas en la historia, se pudo tener conocimiento de aquella inmensa trampa  preparada contra la entonces desprotegida Venezuela, por lo que aplicando el principio de “Honrar, honra”, y sin poner en ello otras motivaciones, el nacionalista presidente  general Pérez Jiménez bajo el secreto militar preparaba un ataque relámpago para recuperar nuestro territorio usurpado de manera tan vil, como antes lo  explicara en este mismo blog de manera concreta, lo que no se llevó a cabo porque Pérez Jiménez fue depuesto del cargo semanas antes de este suceso definitivo, el 23 de enero de 1958. Con el enjundioso escrito que el miembro del Tribunal doctor Severo Mallet Prevost  elaborara a razón de dicho fallo tenebroso (que obliga también a los americanos para crear su famosa Doctrina de Monroe) y ante el disgusto terrible del recto expresidente y jurista americano Benjamin Harrison, no quedó otra carta sino aceptar el despojo inglés, ante la amenaza que expresara Londres de cerrar las bocas del Orinoco de pretenderse otra salida legal.   Los años han pasado en el correveidile diplomático y Venezuela se ha fortalecido dentro del seno internacional con alianzas y tratados respectivos que comprometen los intereses de las partes, aunque el rugido del león británico sea cada día menos ostentoso. Pero Inglaterra o el Reino Unido con pirotecnias verbales y otros recursos usados de vieja data apremia  no solo  a sus compañeros en los negocios de Georgetown sino que con un nuevo cartel obligatorio e ideológico de componendas y arreglos políticos presiona a su favor, con que así se maneja a un grupo de pequeños países favorecidos a cuenta de sus votos, de donde Venezuela se ve obligada a hilar fino en esta ocasión para complacer intereses errados e incluso  aceptar posiciones dudosas como las que ahora se viven en nuestra salida al Océano Atlántico. Y ello es verdad, porque como el petróleo sigue moviendo al mundo los disparates y aciertos cometidos en el manejo de nuestro reclamo y devolución de aquel gran territorio que nos pertenece de siempre, es decir desde tiempos hispánicos, cada detalle que se observe  puede ser dañino o beneficioso para nuestra certera causa, como fue aquello de obsequiar riquezas de alto valor a minipaíses manejados por el imperio inglés (Shell) y los Estados Unidos (Exxon), creando o apoyando al tiempo organismos comprometidos de antemano al patrón esgrimido, como el penetrado Caricom y Petrocaribe, y que en el momento que sus amos dejaron de voltear la tortilla de los votos, con el mayor desparpajo lo hicieron (no solo eso, sino que algunos más arriesgados y cínicos por encima de recibir dádivas de petróleo venezolano ahora ponen en tela de juicio nuestra soberanía sobre la geoestratégica venezolana Isla de Aves) pagando así las consecuencias de aquellos Judas Iscariotes de la política internacional que ahora pretenden desmembrar a Venezuela de su plataforma continental atlántica para impedirle la salida al mar, e incluso ya se llegó  a la felonía quitándose la máscara por parte de Georgetown, para sin respetar los acuerdos firmados donde siempre maneja la batuta un fungido marioneta de “Buen Oficiante”, por demás británico, a objeto de dirigir la mesnadas con sus intereses particulares, y desde luego contra claros y contundentes derechos venezolanos.

Severo Mallet Prevost.
 Ahora pagamos las consecuencias, pues, esos errores crasos cometidos porque en la comparsa internacional sin tomar en cuenta a Venezuela el gobierno guyanés marxistoide que ahora nuestra Casa Amarilla respeta y apoya por convenios políticos (el extinto Cheddy Jagan y otros camaradas de poder seudo marxista tras bastidores de antaño manejan a gusto este caso emblemático desde los conciliábulos neocoloniales de Georgetown con el consentimiento vedado de Londres mediante la adición fundamental que lo encerca en la farisaica Comunidad Británica de Naciones (Commonwealth), o sea el oro negro depositado en  las entrañas de esas ricas aguas nuestras. Y para completar  el desmadre de la situación ya el gobierno negativo del vecino British Empire (y no lo nieguen porque hay mucha tela que recoger) en la desbordada de sus intenciones sin tomar en cuenta a Venezuela y como otro caso tipo Malvinas (¡Hay!, Mr. Alex Haig, que mal te recordamos en América Latina) por órdenes superiores de las empresas aceiteras aviesamente ordenan al pirata buque aceitero Deepwater Champion, de perforación profunda y contratado por Guyana, para que penetre en nuestro territorio marítimo por cuenta de la célebre Exxon Mobil (“cría cuervos y te sacarán los ojos”, en 27.000 km2 de exploración), pudiendo trabajar perforando dentro del Delta del Orinoco, a dos mil metros de profundidad, o más, en el llamado Bloque Star Broek y sobre una amplia área petrolífera sin explorar de 70.OOO kms2, mientras Guyana trata de establecer otro Buen Oficiante a su favor. Pero ya para estos momentos de piratería marítima al menos nuestro país debió llamar en consultas a su embajador en Georgetown, aunque  en un arresto nacionalista para solventar la situación y limando asperezas entre camaradas había capturado en esas mismas intenciones a otro buque pirata, el TedikrikEN-102-O13, que campeaba en aguas jurisdiccionales con el apoyo circense del círculo marxista guyanés y la claque traidora que patrocina este engaño de los votos, en buena parte alimentada por Venezuela. De esta manera simple por la cambiante diplomacia del dólar esa poderosa Exxon olvidando el pasado  y sin notificación previa a nuestro país invertirá en este solo negocio la suma de 200 millones de dólares dentro de un campo asegurado con estudios previos donde se halla el oro negro del que en gran parte depende el mundo que nos acompaña.

Mapa de Colombia 1830.
 Y como quiera que nuestro país se halla asediado por un grupo de sociedades poco sinceras con nuestros intereses desde cuando el finado Presidente Chávez propiciara su creación con fines eminentemente políticos, ya ahora  la Venezuela pensante sin dejar miras que alcanzar debe poner coto a la vendida Caricom, que juega entre dos aguas, y de igual forma a la famosa Petrocaribe (acaso Jamaica la suplante), chupasangre de nuestra economía, o a cuantas siguen esos mismos procedimientos proselitistas de mentira, que han dañado al patrimonio nacional de una manera ostensible, como el caso de la reciente deuda petrolera dominicana. Por tanto es hora oportuna de elaborar un torniquete para contener la sangría extendida en este caso por toda América Latina de la manera más flagrante, cambiando el eje de orientación en la defensa de los intereses que nos restan y recordando la máxima latina “si quieres la paz prepárate para la guerra”, por lo que pienso como venezolano adolorido que es necesario, por ejemplo, ampliar con esos fines protectores nuestra base militar en Anacoco, establecer otra base de vigilancia logística y defensa en Macuro, que sirva también contra el contrabando de extracción (gasolina), mientras equipos marítimos con unidades navales vigilantes y un comando adecuado tecnológico defiendan aquellas nuestras aguas de intrusos (la droga), interesados gavilanes y ladrones de profesión, como es la fachada atlántica y su plataforma, tan acariciadas por los angloguyaneses, lo que no obsta para revisar a fondo la suerte futura de numerosas sociedades de fachada creadas a  la bartola con fines también políticos, en cuyo mantenimiento innecesario la nación dilapida buenas sumas de dinero utilizables en otras áreas de recuperación humana.

Bueno es ahora recordar que este hidrocarburo viene a ser el maná de nuestra civilización, con que se mueve todo, aunque por los desastres consentidos lo hayamos  transformado en otro estiércol del demonio. Pos estas circunstancias apremiantes  con un fondo imperioso de riqueza desde 1.999 la nada complaciente y sí interesada Guyana  ha otorgado concesiones petroleras en nuestras aguas marinas, violando así y sin respeto alguno los acuerdos establecidos en la materia. Guyana ha radicalizado su posición en contra de Venezuela, con los daños consiguientes. Guyana ha tendido una maraña de actividades inescrupulosas en el plano diplomático que busca maniatar a nuestro país a través de intrigas y golpes bajos, con el apoyo de ciertas potencias ajenas al conflicto, para desconocer el acuerdo de Ginebra. De aquí que sea necesario fortalecer nuestros bastiones legales sobre todo con el indestructible trabajo probatorio y conocido del jurista internacional  Mallet Prevost, presentado oportunamente ante la ONU, que demuestra la patraña existente, mientras que Guyana aún aparece  en nuestras costas  como el pirata Barbarroja sediento de riqueza y poder, sin importarle un bledo la realidad y menos la vergüenza de su latrocinio. Y como yo a sabiendas siempre digo la verdad para que me entienda todo el pueblo siguiendo en ello al Dante florentino, así sea de manera escueta por no estar sometido mediante papeles firmados, corruptelas y otros males de nuestra sociedad tan golpeada por los vaivenes temporales, sí puedo opinar a cuatro vientos  sobre este caso que da grima, cuando los taimados de Georgetown desde el marxista confeso Cheddy Jagan andaban de jugarretas con el poder de Londres y Guyana, que bajo otras condiciones seguía siendo británica, y ahora más continúa veladamente cuando por causas obvias de la libra esterlina el imperio los protege pretendiendo limitar con artimañas  nuestra soberanía en la salida plena hacia el Océano Atlántico, mientras los Estados Unidos (que no es el caso de Grenada o Panamá), como digo, también los apoyan, porque la actual hostilidad demostrada por el gobierno de Venezuela en su relación diplomática con el país del Norte ha hecho que ello ocurra, junto a sus secuelas, tal el caso de los intereses propios de que hablamos. Y así es la consecuencia reciente del descubrimiento de petróleo en esta área marítima, que se sabía de antemano en las altas esferas de ese aceite deseado, para a la callada invertir como digo 200 millones de dólares en espera de  sus grandes ganancias posteriores.


Benjamin Harrinson.
 Por tanto y es mi criterio particular, frente a la hostilidad permanente con diversas potencias importantes del mundo energético dentro del clima continuo de confrontación que a las claras existe, el país debe perseverar creando zonas de salvaguarda, estudio y desarrollo poblacional, para no contribuir en la pérdida de miles de kms2 que nos pertenecen. No quiero recalcar en vano aquello de “llora como mujer lo que no supiste defender como hombre” aplicado entonces al incapaz monarca granadino Boabdil.  El gobierno al parecer nacionalista de Maduro por encima de compromisos ideológicos necesita dar protección a nuestra vital salida al Atlántico, siempre recordando y como ejemplo contundente que los ingleses ya perforan también cerca de las islas Malvinas y sin mayor oposición cacareada entre los bandos.

Espero pues que mis palabras tengan eco o sentido y se comprendan en su justa intención.