Amigos invisibles. Parece
cosa del destino pero lo cierto es que nuestro país ha sido tomado como de la
mano no solo por ciertos orates que se vanaglorian de sus desaguisados, sino
que además el dios Marte siempre le hace sus carantoñas de modo tal que en el
recuento de la historia patria y salvo los cuarenta años de la llamada
democracia, o sea el periodo cursado entre 1958 y 1998, el olor fuerte de la pólvora
siempre se ha extendido entre los campos abiertos por los cielos flamígeros como
obra del desastre guerrero. Eso es algo que se llevaba en la sangre de manera
atávica, cual si todos fuéramos de origen caribe puesto que donde apenas se
oyera el repiquetear de un tambor los descendientes mestizos formaban fila sin
tener en cuenta cualquier bandera que ondeara a la bartola, frente a los
pistolones de algún energúmeno engordado de magnetismo que ahora llaman carisma
del bueno o del peor, y mire que cuánta gente se dejó matar por esta pistolada.
Entando así en el grupo de los recuerdos agridulces las costas de la patria fueron venero permanente de guerra, combates, discusiones, desafíos, tropiezos,, guerrillas, encuentros, pleitos, peleas, combates, discusiones, desafíos, tropiezos, intromisiones, y toda suerte de disputas en aquello de
quítate tú para ponerme yo, porque hay que ver el despliegue de pretendientes
que desfilaron desde más allá de las bocas del Orinoco hasta perder la vista playera
del otro lado de la Goajira indígena, cuando muchos aspiraban desembarcar en
busca del botín marinero o de la simple rapiña, o del amor compartido de las
violaciones no solo de tiernas vestales sino hasta virginales íconos religiosos
cubiertos de milagros que se favorecían en el altar enhiesto de los templos
consagrados.
Alonso de Ojeda |
Pues bien, ahora vamos a retratar una de las tantas historias vividas
por nuestro país en ese trajín diario que fue el combate contra las fuerzas de
las naturaleza que habitaban por siempre en sus costas diversas, desde cuando
Alonso de Ojeda le metió el ojo a los escenarios zulianos y el valeroso Diego
de Ordaz venido de Méjico con ideas áureas navegó el abundoso río Orinoco para
en el fondo nada encontrar de lo que ansiaba. Pero estos cuentos, anédotas y verdades de familia acaso
Río Orinoco |
Diego de Ordaz |
exageradas por la voz pública se fueron haciendo paulatinas
mientras éramos visitados por flotas y flotillas y hasta por algún aventurero
singular que a la caza de riquezas minerales o humanas manifestaron su interés por estas playas
arremetidas con ciertos vendavales normalmente de escasa proporción pero sí
dañinos en cuanto a su presencia que se hizo cotidiana y por ende molesta para
la paz colonial. Muchos fueron los avistados y mejor haciendo frente a los
pocos representantes de Madrid, pero sí se les recuerda a unos por la fiereza
en la devastación y a otros mediante ciertas mañas programadas en la intentona
acaso de sentar otros pendones de conquista o para sembrar el terror entre sus
habitantes. De esos viejos capítulos ya superados donde descuellan Morgan y Granmont, Jackson, Myng, Raleigh, Hawkins, Preston, El Olonés y muchos aprovechadores que constan en la
historia
de siempre, como de otros enviados por imperios de arrastre venidos esta vez en
intención guerrera, fuimos así pasando en plan de transitoriedad a la etapa de
la Independencia de Venezuela, donde se presentaron tantas peripecias en este
sentido marginal dignas de contar que
serían como motivo de algo escrito pero de mayor longitud, cuando ya se
perfilaba en el horizonte intereses específicos porque al sonido tintineante
del metal ansiado se alistaban naves de diferente cabida con intenciones nada ortodoxas
en cuanto a nuestro bienestar, de donde barcos guerreros ahora de chimeneas
carboníferas y de bandera inglesa, o de la flor de lys, o del reino de Holanda
y hasta extraños pero interesados como
de Dinamarca y hasta Suecia rondaron en el derredor acuático, como ya es
conocido, sin dejar de señalar alguno estadounidense, pues ya desde 1898 estos
últimos pensaban de otra manera y mirando con privilegio hacia las Américas que
se dirigían al Sur.
El siglo XIX en
nuestras costas comenzó a moverse de diferente manera, desde luego que
interesada, no solo en el recuerdo del achacoso buque Leander que trajera el
general Miranda, por causar desasosiego, sino porque el país con la guerra
madre de Independencia se había endeudado y ese dinero a pagar debido a la escasez
habida puesto que se exportaba muy poco, siempre anduvo en suspenso, esperando
alguna oportunidad sortaria, a lo que se sumaron otros préstamos de urgencia y
de alzado interés adquiridos por la república para mantener escaramuzas diarias
y según lo decimos en criollo, locateras salidas de la imaginación perturbada
de algunos energúmenos caudillos en trance de ser presidenciales. Toda esa
amalgama de situaciones desorbitadas en verdad eran vistas con ojo avizor desde
las esferas bursátiles y bancarias de los grandes conglomerados europeos, en la
esperanza de un mejor cambio de tal situación para seguir en el ejercicio
diario de la condición prestamista. Pero al revés de ese optimismo con las
guerras internas la situación siguió desmejorando luego de la destructora
Guerra Federal, del terrorífico paludismo que azota el país, de las
pretensiones áureas inglesas sobre el oeste del Esequibo, que van corriendo a
diario linderos a su favor, y de esa conjunción de factores con el reaparecer de
caudillos de salón como Guzmán Blanco que mandaba aquí pero vivía en París, y
del desaforado Cipriano Castro quien mantuvo en revuelo tanto a la gente radicada
en Venezuela como a los acreedores del extranjero.
Guzmán Blanco |
Cipriano Castro |
Pues bien, este caballero andino venido de la montaña como un torbellino inesperado quería transformar a
Venezuela a su manera de pensar, pero terminó envuelto en mil líos nacionales y
extrafronterizos al extremo que en lo interior le dio por pedir prestado y obligatorio
algún dinero a la pequeña banca privada, y de inmediato por la respuesta
negativa los hace presos obligándoles a desfilar en Caracas de manera
humillante, y otros desmanes de esta categoría que ocurren. Pero lo de mayor
alcance fue cuando rotundamente y ante la crisis que soportaba dijo que no iba
a pagar ninguna deuda contraída por Venezuela en mercados foráneos o en el
interior debido a los reclamos de extranjeros, principalmente de las colonias
alemanas, inglesas e italianas, y que les fueran a cobrar a quienes lo
hicieron, como también se niega a indemnizar a súbditos de otros países aquí
establecidos por daños que ocurrieron en las contiendas civiles, siendo
apoyados en sus reclamos por los países de origen, lo que en el absurdo más
grande prende la candela al extremo de reunirse de urgencia las entidades
europeas acreedoras y en especial Alemania, Inglaterra, Italia e incluso
Francia que también pone en alerta algunos barcos de guerra mantenidos de prevención
en el Caribe, flota naval en su conjunto de importancia que desde luego tiene
todo el apoyo de las respectivas potencias en vísperas del conflicto.
Los problemas
marciales para obligar al presidente Castro en cuanto al cumplimiento de las
deudas acumuladas, comienzan a agudizarse desde el mes de agosto de 1902 y con
fines de una presión internacional seis países aparecen en el horizontes
costero mostrando nueve barcos de guerra, que fueron el Soucht, de bandera gala,
los germanos Gazchi y Falke, los Calabria y Grand Bueno, italianos, el holandés
Koningen Regents, el anglo Alert, y dos norteamericanos que fueron el Cincinatti y el Topeka. Para el momento esta
Falke |
USS Topeka |
gruesa delegación combatiente quería decir mucho, como para elevar los pelos de
punta en aquel medio inesperado, y porque las negociaciones del pago y
cualquier otra indemnización iban a paso de tortuga, evitando decir que se
mantenían estancadas por la porfía terca o radical del presidente Castro, que
entonces se sostiene entre dos frentes peligrosos contrarios, como fueron el
asedio tenaz que le hacía la Revolución Libertadora y ahora la presencia
inquietante de esta flota de aliados en busca de una solución quizás armada. Como
el problema pendiente se mantenía estático sin ninguno dar el brazo a torcer,
el martes 9 de diciembre entrante el barbudo diplomático alemán residente en
Caracas Gisbert Von Pilgrim Baltazzi al combatido Castro entrega un ultimátum de guerra con plazo de vencimiento
muy corto, con lo que la cuestión armada resuelta queda a la vuelta de la
esquina. Dos días después
y con la hora exacta, o sea las 2,35 pm. del ll de
diciembre, las potencias europeas implicadas comienzan la operación de combate
sobre las costas venezolanas, sus puertos y navíos, dentro de la fase inicial
programada. Así las cosas pendientes en cumplimiento del ultimátum el barco
británico Charybdis y el alemán Vinetta a cañonazo limpio arremeten contra las
pequeñas defensas costeras y para completar
se da mano libre al pillaje de Puerto Cabello, donde desembarcan tropas,
rapiña que incluye el saqueo del buque inglés Topaze. De otra parte y en el mismo sentido programado el navío alemán Panther logra penetrar por las
defensas del estrecho o barra hacia el lago marabino, disparando así contra el
castillo de San Carlos, en este “estado de guerra”, como abiertamente lo
declara en Londres el primer ministro y vocero inglés sir Arthur James Balfour.
Tres días transcurridos el influyente periódico prusiano Berliner Tageblatt y ante
el conocimiento de los hechos recuerda en una crónica a Venezuela, agregando
fue “la más antigua de las colonias alemanas”, lo que en forma subliminar vale
decir mucho, como para atenerse a las consecuencias. Entre tanto del corre
corre que se vive en Caracas y haciendo uso de la famosa doctrina Monroe el
avisado diplomático americano con residencia en dicha capital está en
conocimiento de tal conflicto por los canales regulares y de otra información
adquirida, de lo que debe andar al tanto el presidente Castro porque aquel
ultimátum de seguro que le molesta el sueño.
En la reacción a
los ataques Castro todo indignado ordena detener algunos súbditos de estas
potencias que le atacan, por lo que se trasladan al duro penal de La Rotunda,
mientras hace de la vista gorda ante el hecho aparecido que algunos irredentos enfiebrados
de patriotismo queman varias banderas inglesas y alemanas en la plaza Bolívar
de Caracas, mientras se encienden discursos violentos antiimperialistas y distribuye
la famosa proclama demagógica “La planta insolente del extranjero ha hollado el
sagrado suelo de la patria…”. En la continuación de esta guerra con dolientes el manejo direccional de la flota aliada conducida por un solo comando y que
ahora está compuesta por doce barcos, viene a estar en manos del aguerrido
almirante inglés Archibald Lucas Douglas quien el mismo 9 de diciembre disponiendo
el bloqueo de cinco puertos a la medianoche exacta ordena al Panther y el
Retribution actuar con sus cañones sobre defensas de La Guaira, mientras tropas
de infantería de marina desembarcan en este principal puerto para adueñarse de sus
instalaciones y apresar a los buques venezolanos General Crespo, 23 de mayo, Restaurador,
en el que se iza la bandera alemana, Totumo, Zamora y Zumbador, donde se enarbola
la bandera inglesa, trofeos de guerra que son tomados siendo parte de botín,
así como el Bolívar, entonces surto en la isla inglesa de Trinidad, que también
se retiene por esta orden general. Fuera de ello dentro de los desmanes que los
invasores causan, al vapor Margarita le rompieron las máquinas para dejarlo
inservible, y los navíos de poca envergadura Ossun, de bandera francesa (?), y
el Crespo y el Totumo, al final fueron echados a pique.
Teodoro Roosevelt |
Dentro de la
estrategia usada por el enemigo el formal bloqueo a nuestras costas ocurrido
entre diciembre de 1902 y febrero de 1903, estuvo compuesto por veinte naves de
guerra enviadas con este fin por tres países en conflicto a lo que se agregan
los barcos franceses prevenidos para la contienda, así como algunos
norteamericanos, que por cierto según órdenes del presidente Teodoro Roosevelt
mantenían seis barcos de guerra preparados en Puerto Rico y al mando del
heroico almirante George Dewey, para defendiendo a la colonialista tesis de
Monroe intervenir si los europeos que bloquean pretenden ocupar de manera
permanente alguna parte del territorio que hasta ahora se asedia. De esta
manera y en el plan trazado el cuadro parcial de cada interviniente ofensivo se presenta
así.
A) Flota alemana, al mando del contralmirante Georg Scheder, con los
buques Falke, Panther, SMSVinetta, Charlotte, Amazon, Stauth, y Niove, que
suman siete.
Panther |
SMS Vinetta |
B) Flota inglesa, con los barcos Indefatigable, acorazado Retribution,
acorazado Charybdis, Phamtome, Quails,
Tribune, Ariadne, Colombine y Alert, que suman nueve.
C) Flota italiana, con los barcos de guerra Carlos Alberto, Gazella, Elba y Giovanni Baussau, que suman cuatro.
De acuerdo a la estrategia que describe el historiador Carrera
Damas en la geopolítica colonial que entonces se desarrolla, la flota alemana
se encargó de efectuar el bloqueo costero desde el puerto de La Guaira y Puerto
Cabello rumbo al golfo de Venezuela,
lago interior de Maracaibo y hasta la frontera goajira con Colombia. Por su
parte a la flota inglesa le toca la tarea a sostener desde La Guaira y hacia el
oriente costero, Guanta, Carúpano, para terminar en las bocas del río Orinoco frente
a la isla de Trinidad, que era posesión británica, dejándose en función de
refuerzo logístico de ambas armadas a los barcos italianos útiles en el
despliegue militar de esas escuadras, como además el abastecimiento permanente
que utilizan en Curazao, fortaleciendo al tiempo la tesis de erigir una base
alemana en la isla de Margarita.
Para entonces la
débil y exhausta Venezuela nada podía hacer, con todo paralizado en el comercio
y la exportación debido a la bravuconada insensata y estéril del mandón
vanidoso Cipriano Castro, de donde en el jaque mate que lo entorna el gobierno pasando
por las horcas caudinas vergonzantes entra en conversaciones al respecto con el
ministro americano acreditado en Caracas Herbert Wolcott Bowen, gigantón al
lado del muy pequeño Castro, para establecer un plan que puedan aceptar las
partes europeas en conflicto a fin de solucionar el estado de guerra en marcha
y que desde luego Bowen con instrucciones venidas de Washington sustentado con
la falsa doctrina Monroe y la reciente juiciosa pero débil del argentino Luis
María Drago, presenta un proyecto para solucionar conflictos que convienen a la
larga y en provecho del imperio en formación americano. Por este motivo a
Castro no le queda otra salida que aceptar la intermediación gringa a través
del ministro Bowen como “árbitro del conflicto”, y quien en tal aprieto
presidencial éste no quiere acordarse del poeta Rafael Pombo cuando canta
“gobiernos dignos y timoratos, donde haya queso no mandéis gatos”. En la
continuación de los arreglos que se hacen Caracas acepta las condiciones de las
potencias invasoras y Bowen será encargado de firmar los protocolos respectivos
por la parte perdidosa entre los arreglos que se llevan a cabo en los Estados
Unidos y los países del bloqueo, lo que venía a ser “contratar consigo mismo”,
pues por razones obvias Bowen congeniaba con el bando agresor. Así, debido a esta negra página histórica, el 13 de febrero de 1903 la Venezuela de Castro derrotada conviene en pagar la enorme suma de 150 millones de bolívares, o sea como la mitad de lo reclamado, y se tuvo que gravar con un fuerte 30% las mercancías importadas al país, para mediante el nuevo impuesto poder cancelar a plazos concertados la deuda externa con el eje interventor o sea Inglaterra, Alemania e Italia, a quienes además por los acuerdos suscritos se les otorgó el imperativo sistema de tratamiento preferencial. Con esta fecha histórica se da fin a la contienda bélica. Habían pasado 64 fechas calendarias mantenidas en el conflicto guerrero donde se desconoce el número de muertos y heridos como de los daños exactos ocasionados en tal enfrentamiento, porque no existían estadísticas ciertas sino simples presunciones y partes de guerra que desconocemos, aunque hubo numerosos hechos de sangre en algunos combates ocurridos en La Guaira, Puerto Cabello y la barra de Maracaibo.
Indefatigable |
Retribution |
C) Flota italiana, con los barcos de guerra Carlos Alberto, Gazella, Elba y Giovanni Baussau, que suman cuatro.
Gazella |
Luis María Drago |
Como los adagios
denotan sabiduría y es época de adquisición de aviones, tanques y otros
artefactos galáxicos o asimétricos, sea oportuno reflexionar sobre las
consecuencias a sufrir con dichas armas, porque en estos tiempos agitados por los
exabruptos es bueno poner las barbas en remojo para que al meditar sobre el modelo
descrito en el blog no caigamos por inocentes arropando consecuencias graves
para nosotros y las generaciones que están por venir. Este es un buen ejemplo
de las mal andanzas en que nos sumiera un loco peregrino y otro que nos pudiera
hundir más, de donde vale terminar con el corolario que bien expresa “Guerra
avisada no mata soldado”.