lunes, 26 de agosto de 2013

LA BOLIVARIANA REPÚBLICA DE FLORIDA.


        Amigos invisibles. Dentro de la mente borrascosa por inesperada que Simón Bolívar utiliza en diversas ocasiones, hoy vengo a referirme a una situación salida de contexto pero que en la cabeza del Padre de la Patria llámese Colombia o Venezuela, tenía asideros de actualidad e importancia, porque según los planes a ejecutar y dentro de una guerra in crescendo  llevada a cabo en América para destruir el ya débil poderío español era necesario cortar los suministros que ese imperio decadente podía aún incorporar al campo de acción militar, y más cuando desde el ingreso básico del llanero general José Antonio Páez al campo de batalla, sostenido principalmente desde las sabanas apureñas, la débil resistencia patriota que se hacía frente a los ejércitos entrenados de general Pablo Morillo, acreedor por sus méritos a ser Conde de Cartagena y Marqués de la Puerta, según disposición Real, comenzó a tener otro cariz de resistencia ante el ímpetu de las tropas borbónicas, por obra desde luego de Páez el triunfador en campos de batalla, que desembocaría en un encuentro fraterno de ambos líderes dentro del apureño Hato Cañafístola, de donde a partir de dichas conversaciones afectuosas el reloj de la contienda a favor se torna hacia el lado insurgente o patriota, según se entienda, y dentro del esquema combativo a desarrollar por la mente de Bolívar comienza a cimentarse un plan de acción desorbitado de los cánones regulares, puesto que el Libertador ya piensa no solo en Colombia, que es su destino próximo, sino en ir cortando los puntos de comunicación efectivos de España con América, y por ello piensa también en Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo, que en todo caso eran puertos de alimentación de esa larga y costosa guerra sobre todo en lo que como término genérico se llamó Tierra Firme.
            Pues bien, si La Habana, Santo Domingo y San Juan servían de enlace entre la Península y los sitios de combate, esta vez en la encrucijada del Orinoco arriba y los llanos occidentales, sin embargo en la retaguardia abastecedora existían otros lugares convergentes con el fin libertario deseado, y en especial la provincia de La Florida, territorio español  continental ubicado al norte de la isla de Cuba, y que entonces servía como centro de acopio a fin de avituallar la guerra y más cuando el norte de dicha región lindaba con los Estados Unidos, de donde por esta causa y para evitar conflictos el Reino borbón de España mantenía allí un entente pacífico en cuanto a esa relación fronteriza, a pesar de que los Estados Unidos deseaban adquirir por cualquier medio dicha provincia a objeto de ir agrandando su capacidad terráquea, como lo hiciera hacia el Oeste norteamericano y rumbo al dinámico Mar Caribe, que siempre ha sido tema de importancia para los intereses de Washington.        Es en ese momento de las disputas y alineaciones cuando Bolívar con su igual interés hacia el Caribe y ante el peligro del ímpetu guerrero español decide guardarse las espaldas y tomar cartas en el asunto, y para poner una pica en Flandes  ante el espíritu libertario de sus hazañas se acuerda de cierta isla que contiene algunos 60 quilómetros cuadrados, llamada Amelia y con su capital Fernandina, situada estratégicamente al norte de la península de Florida, colindante entonces con los Estados Unidos, que era una suerte de reabastecimiento para la guerra en curso y por lo cual ya Bolívar luego ordenara la confiscación de dos naves americanas que venían desde el norte trayendo a Venezuela material para el conflicto a favor del enemigo, de donde con rapidez el gobierno norteño decide abrir un consulado o delegación americana en Angostura, hoy Ciudad Bolívar, a cuyo cargo como Agente estará el señor John B. Irvine.  
            Pero dado que las intenciones del huracán bolivariano iban más allá, que luego se concretaran en querer apoderarse de Cuba y Puerto Rico, o como lo hizo de Colombia y el Perú, en el caso específico y en conocimiento de que algunos venezolanos pensaban tomar esa porción española descuidada por cierto de la parte hispana a fin de evitar fricciones con los Estados Unidos y como paso inicial de independizar a la Florida del decadente poder español.  Para este entonces de la historia narrada varios venezolanos o extranjeros unidos a los ideales patriotas republicanos andaban dispersos en el teatro de hazañas centroamericano y estadounidense, entre los cuales conviene destacar al general Gregorio Mac Gregor, quien mientras Bolívar se empeña en crear una suerte de Tercera República, éste en unión de otros venezolanos conocidos que planean una aventura con el visto bueno del inmediato general Juan Bautista Arismendi desde fines de 1816,  por lo que a principios de marzo de 1817 y el visto bueno de Bolívar la expedición libertaria zarpa de Nueva York que con un grupo de patricios deciden invadir la isla Amelia, al norte de Florida y hoy en territorio de los Estados Unidos, a objeto de disponer de esa base de operaciones en la propia boca del gigante anglosajón, con la vertiente americana e inglesa. De esta suerte el 30 de marzo de 1817 el caraqueño y marino general Lino de Clemente, tan ligado al Libertador y enviado por el mismo ante el gobierno americano con carácter diplomático, el valioso geógrafo Agustín Codazzi y el experto diplomático doctor Pedro Gual, caraqueño y contemporáneo también con Bolívar, bajo las directrices del constitucionalista Juan Germán Roscio, y junto a Martín Thompson, que es Agente del Gobierno de Buenos Aires, y el mexicano F. Zárate, de acuerdo con instrucciones recibidas, como es de suponer, comisionan al escocés general Mac Gregor para que ocupe un puerto en la costa oriental de Florida ( y no en la occidental) “que tuviese valor estratégico para a partir de allí controlar el paso de las naves desde el norte hasta el sur de América y viceversa.       Con esa orden tan clara  e instrucciones recibidas este general al servicio de Venezuela se hace acompañar de 150 patriotas escogidos y finalmente el 29 de junio de 1817, día de los batalladores apóstoles Pedro y  Pablo, al frente de esta tropa disímil desembarca en la costa atlántica de la península floridana, proclamando al tiempo y con documento firmado la instauración de la República de Florida, “y declarando a Fernandina su puerto principal, como la capital del nuevo Estado”.         A objeto de legalizar este importante hecho histórico del hoy condado de Nassau y ante los numerosos presentes Mac Gregor y los demás acompañantes de ese Directorio, para identificar el nuevo Estado que naciera dicho día, con posibles cañonazos en su honor, mediante disposición expresa y de acuerdo a normas militares se ordena izar el pabellón creado por Francisco de Miranda en 1806 (“tricolor amarillo, azul y rosado”, como decía la fuente consultada) y que hoy ostentan como bandera oficial los países Venezuela, Colombia y Ecuador (también esa bandera sirvió a la República Dominicana en determinado momento de su independencia), mientras que con las seguridades del caso se constituye y juramentan las máximas autoridades civiles y militares del nuevo país republicano, haciendo constar que la mayoría de sus habitantes eran estadounidenses, además de los residentes españoles.    
            Por esta causa de inmediato Fernandina se convirtió en puerto de aprovisionamiento de buques venezolanos, como de almacén de productos adquiridos en los viajes hacia el norte o prevenientes del norte con este fin principal, al tiempo creándose un baremo de derechos de uso en la importación o exportación del puerto, e instalándose allí una base naval para la presa de embarcaciones de cualquier bandera que tratasen de abastecer a los realistas españoles, “burlando el bloqueo decretado por el Libertador”.    Como era de suponer el gobierno español y ante el desasosiego de agriar las relaciones con el vecino fronterizo americano y a sabiendas de sus intenciones anexionistas, dejó este problema pendiente para resolver en el futuro, por lo que ese dilema no crea inconvenientes sobre la creación de esta nueva pequeña pero importante república en el juego de los intereses pendientes.        Mas debido a que el general de brigada Mac Gregor el 17 de septiembre siguiente informa al Gobierno insular que desea retirarse del mando una vez cumplida su misión libertaria, para ir a otros destinos (Pérez Vila sitúa la fecha el 4 de septiembre), ante el abandono de su cargo las autoridades competentes deciden aceptar tal hecho doloroso y sustituir por esa petición, llamando para ello como refuerzo militar al conocido marino pro bolivariano comodoro Luis Miguel Aury, de origen francés, que en la lucha antiespañola había ocupado el puerto de Galveston (Texas), a favor de revolucionarios mexicanos.        Sin embargo, ante la ausencia de Mac Gregor, el americano Ruggles Hubbard, que también mediante acuerdo y para evitar colisión de poderes cumplía funciones separadas de gobernador civil, trata de ampliar su función meramente administrativa, por lo que Aury ya en funciones de gobierno desde el 17 de septiembre de 1817 y de mando con despacho del gobierno de Nueva Granada, restablece el orden y designa a hombres de confianza para integrar el Consejo de Gobierno de la República de Florida, con lo que se apacigua la situación algo tirante, aunque por poco tiempo dado que pronto amarra en el puerto Fernandina el bergantín de guerra venezolano  “América Libre”, trayendo a bordo 130 pasajeros para la isla y otros oficiales europeos y funcionarios civiles, resguardados por 74 marinos tripulantes que deben enfrascarse en una escaramuza con ciertos empleados estadounidenses “siendo estos últimos derrotados”,  como asienta el cronista Jesús Antonio Aguilera.    Por  tal intento desestabilizador  el comodoro gobernador Louis Michel Aury viendo la posibilidad de un mayor desorden y una vez expuesto el tema ante sus compañeros decretó la Ley Marcial, y sobre pruebas recogidas acusa a Hubbard de traición y connivencia con los españoles, salvándose de un juicio por su muerte ocurrida el 19 de octubre siguiente (1817), por lo que cesa la resistencia de ciertos rebeldes y una vez restablecido el orden como apaciguados los ánimos con la colaboración del letrado doctor Gual y el peruano presbítero Vicente Pazos Kanki,   el 19 de noviembre se procedió a las primeras elecciones democráticas de la nueva nación, instalándose el 1° de diciembre la Asamblea de Representantes, cabiendo el honor al diplomático Gual de redactar la primera constitución de esa naciente república.       A poco las tensiones se mantuvieron firmes porque los herederos de Hubbard hablaban de la tolerancia venezolana respecto al contrabando, que les hacía daño, dándose nuevos enfrentamientos  incluso marinos, como cuando el barco venezolano “Tentativa” fue incendiado por el capitán Elton John, comandante del crucero americano “Saranac”, con el pretexto que había violado aguas territoriales de ese país, aplicando medidas retaliatorias de registro de buques, mientras la nueva república alegaba con pruebas que el “Tentativa” no había surcado aguas afuera de su ruta, lo que decidiría la Corte de Almirantazgo establecida en Fernandina, mientras que por la habilidad diplomática del doctor Gual  se evitaba que los Estados Unidos con pretextos invadiera la República de Florida, cosa que se llevó a cabo  cuando el inefable presidente James Monroe, el de la manida frase “América para los norteamericanos”, sin otros miramientos de la política continental y olvidando leyes y tratados suscritos comunicó al Congreso de su país la invasión del pequeño país por tropas marines de su tiempo, lo que rompería el equilibrio existente y el sueño bolivariano de ese destino insular,
            El 23 de diciembre de 1817, víspera y día  de santidad navideña y sin esperar respuesta del comodoro Aury en el despojo y destrucción de lo que se hacía, fuerzas navales de desembarco y terrestres americanas apropiadas bajo el comando del comodoro Henley y el mayor Bankhead y los buques “Saranac” y “John Adams” invadieron militarmente la isla, al tiempo que ocupaban la capital Fernandina, resaltando así la posición americana sostenida desde 1811 de ver mal cualquier ocupación extranjera en la península de Florida, y el apoyo que realiza el futuro presidente protestante Andrew Jackson.           Aury y Gual debieron refugiarse en aguas del Caribe para seguir en otros importantes destinos posteriores, una vez que el mismo 23 y ante la imposibilidad de resistencia el gobernador presidente del novel país hace entrega formal del poder a los invasores americanos, “no sin protestar contra la injusticia en una comunicación dirigida al presidente de los Estados Unidos, James Monroe”, lo que constituye la muerte de esa república bolivariana, con su anexión inmediata a los Estados Unidos, que luego criticara Juan Germán Roscio en El Correo del Orinoco, “por la naturaleza democrática de la República de las Floridas”. De su parte el Reino de España o la corte fernandina de Madrid también hizo mutis de la cuestión resuelta por las armas, haciendo cuenta que para 1817, si nos atenemos a la verdad, los peninsulares tenían ganada la guerra en sus colonias americanas, bajo la dirección del fogueado general Pablo Morillo.
            En resumidas cuentas la República de la Florida (algunos llamaron de las Floridas, por las dos vertientes marinas de la península), fue otro sueño que se diluyó ante la intransigencia existente, y más cuando en ese momento el gobierno bolivariano de Venezuela pasaba por difíciles apuros de reconocimiento y sostén, desde la Iglesia para abajo. Duró apenas medio año, en medio de discusiones mayores, cuando salieron a flote apenas las menores.        Como piedra en el zapato del Tío Sam fue condenada a muerte a pesar de tener constitución, poder legislativo, ejecutivo, judicial, fuerza armada y organismos públicos en función, como obra del espejismo bolivariano que no creyó en que el pez más grande se come al chico, por encima de zalamerías y acuerdos diplomáticos que al final no se toman en cuenta o se violan de continuo.       Tuvo hasta bella moneda nacional, que ustedes pueden admirar en Google, y fue objeto de satisfacción porque la crearon hombres de la calidad de Arismendi, Gual, Mac Gregor, Aury, Roscio, Bolívar desde luego, Lino de Clemente y el sabio geógrafo Agustín Codazzi.          Nació fuera de tiempo, porque si ello hubiera ocurrido en 1818, cuando ya se definía la victoria guerrera a favor de los patriotas y  Fernando VII deseaba terminar la contienda con el fracaso expedicionario de Riego y Quiroga, otro gallo hubiera cantado y el reacomodo político de su nacimiento y función posiblemente fuese mejor, de seguro sería otro. Porque como se dice muy claro en Venezuela para señalar la simpleza: los deseos no empreñan.  

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