Amigos invisibles. Como
es nuestra costumbre que va haciéndose ley, quiero recordar ahora que el
imperio británico apoyado por los intereses americanos y los seudo países de
este continente que con la moneda por
delante, pues ya el petróleo no cuenta en mayor cosa, soliviantan y conspiran a
su modo contra la estabilidad y el desarrollo de Venezuela, de donde debemos
agregar esta vez que los cabeza calientes usurpantes de Georgetown (Guyana) con
el padrinazgo imperial que aún aspira arrebatar además la plataforma submarina
y la salida del Orinoco al mar, entre otras pretensiones afiebradas, intentan
modificar lo acordado entre las partes, en el sentido de buscar un tercero en
discordia, como siempre un delicado gentleman, que hable inglés y no castellano
o español, para ponerlo como títere con cuerda cuando se anhela cambiar lo
establecido buscando intereses bastardos que a las claras no les corresponde
(Harrison, Mallet Prevost, etc), sin pensar que hoy los sufragios de América
Latina y de otros sabios entendedores sí cuentan al momento de levantar los
manos votantes. Y que por esos caminos de la trampa jaula sigan gastando el
tiempo ya alargado para pagar mejor la
indemnización jugosa, que harán en momento oportuno.
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Presidente James Monroe. |
Pero quedaba aún un tercero en discordia que era el más temerario
y apostador a fondo de su triunfo, refiriéndonos en ello a eso que se llamaba
República de Colombia, con los altibajos del dominio cambiante (Bolívar versus Francisco
de Paula Santander), que jugaba papel fundamental en este escenario político
plagado de interrogaciones sobre los giros a seguir donde surcaban vías de
reconquista de la parte española, de triunfar por la cuenta patriota y de
sostener el juego de la caza al ratón con que miraron los Estados Unidos tal
tensión militar y diplomática, mientras se estructuraban los nuevos estados
bajo el mando circunstancial del libertador Bolívar, tomándose allí decisiones
importantes como el desarrollo de las ideas expansivas en proyectos ya preparados
por el general caraqueño, que en el momento extremo a objeto de impedir la
ejecución de tales vías autoritarias dieron pié para que los Estados Unidos guardaran
la máscara neutral, aplicando entonces su famosa posición principista que se resuelve con la ternura abierta del
presidente James Monroe al expresar decisiones sin sonrojarse con aquello de “América
para los americanos” (diciembre de 1823). Es decir, hacia la segunda década del siglo
XIX el barullo existente en esta América
sedienta de libertad y acaso por algunos de libertinaje, reunía condiciones distintas
según diversos criterios políticos, varios sostenidos por el apetito europeo en
estas tierras ricas de la decadente España, y en ese gran imperio que con
visión futura iba formándose en la costra epitelial de las aún tímidas
naciones, porque con el furor desatado los norteamericanos de aquel tiempo
tenían previsto enarbolar sus banderas patrias de Méjico hacia arriba, superando
a esa Inglaterra que sostenía frenada en sus aspiraciones el poder calvinista protegido
de entonces por los Estados Unidos. Y así
permanecieron otros en espera de la
porción de torta a recoger, que era
mucha con la mirada puesta en las vastedades del Sur americano, donde ya los
ingleses asentaban las naves y los lusitanos que hasta crearon una monarquía
importada, mas desde luego aquí se incorpora al batallador Simón Bolívar y su entorno que aspiraban manejar
la cornucopia del rico Perú, Colombia y
Centro América, con los terrenos que hoy pertenecen a los Estados Unidos, y la
posibilidad de un entente europeo con el mundo de Napoleón Bonaparte, los
capitanes de mar británicos, siempre sujetados en tales aspiraciones por los
norteamericanos, y entre otros por esos famosos Hijos de San Luis, que veladamente
completaban la intención geofágica con respecto a la decadencia política y
militar de España.
Bandera de Puerto Rico. |
DEL RÍO BRAVO HACIA LA PATAGONIA. EL EJE PANAMERICANO. INTERIORIDADES DE UN CONGRESO FICTICIO. LOS
INVITADOS DE SANTANDER. SANTANDER JUEGA
A DOS CARAS. LOS DELEGADOS GRINGOS Y OTROS. PREPARATIVOS DE INVASIÓN. 6.000 INVASORES HACIA PUERTO RICO. INGLATERRA
Y ESPAÑA SE RECONCILIAN, A MEDIAS. Sobre estos basamentos históricos así
delineados ahora vamos a penetrar en la razón de ser bolivariana ante ese
aspecto por demás político, conformado como medio de previsión que si bien
pretendía ingresar de frente en el interés calculado del poder, la otra cara de
esta moneda se adecuaba con el apetito unionista y esperanzado del caraqueño
para dentro de la disgresión establecida fortalecer la idea superior
bolivariana de unir ese mundo conquistado mediante la fuerza dialéctica del temor y el mandato del estudioso Bolívar,
con cuyos recursos estratégicos pretendía trazar un mundo bajo su protección
que se formaría desde el río Bravo del
Norte y hacia la Patagonia, en esos estadios de ficción política que Don Simón
pudo soñar, porque su capacidad daba como para comprender el rechazo absoluto
que tendría tal proyecto en los Estados Unidos y trasegando a veces el mismo
paso entre socios congéneres de ese poder inglés que ocupaba buena parte del
mundo, tanto como que unidos se iban a oponer a dicho sueño sincero pero imposible
de Simón Bolívar, que ahora se estudia con serenidad. Y sea oportuno aquí para hacer relación digna
como ejemplo de tales afirmaciones en todo lo ocurrido con el llamado Congreso
Anfictiónico de Panamá, que convoca este caballero ilustre pero que según lo puesto
en claro resultó un fracaso o fallo de
sus buenas intenciones paternales y en otra mayor dificultad para el sano
proceso bolivariano. En efecto, es bueno
traer a colación el amargo desengaño que debió tener nuestro Libertador cuando
se dio cuenta que sus intenciones con visión de futuro iban a ser vilmente consideradas
por quienes nada querían que ello precisamente ocurriera, es decir, la
consolidación de un eje panamericano que hablara y pensase en español, como lo
había expresado en su famosa y anterior
Carta de Jamaica (1815), con las consecuencias previsibles, de donde cuando
estos estados a los que se convoca con planes unionistas desde Lima en
diciembre de 1824 y guardando las
similitudes mirandinas para discutir tan importante asunto de federación
donde se incluyera a Cuba y Puerto Rico entre los temas de la agenda, además
del rechazo indirecto que se mantuvo porque Bolívar tenía en mientes hermanar
los pareceres en el escenario de tan magna asamblea, como resultado de esas
sanas intenciones vamos a insistir sobre la magra asistencia y la calidad sospechosa
de los asistentes, que a tal efecto y
previendo resultados hostiles el propio
Bolívar para evitar el descalabro en marcha desistió de asistir a este
encuentro por él solicitado, cuando se dio cuenta del pequeño conciliábulo
intransigente por aparecer, que en sí no
representase nada pero mucho a la vez puesto que su respuesta a la reunión
demostraba iba a tornarse negativa. Por
consiguiente la delegación más numerosa que debió ser la colombiana fue apenas compuesta
por dos designados, aunque de categoría, que fueron los representantes Pedro
Gual y Pedro Briceño Méndez, fieles bolivarianos. Y los enviados por el Perú eran Manuel Lorenzo
Vidaurre, jurista de dos caras, “adulador y detractor del Libertador”, como
personaje acomodaticio en sus ideas, siendo
acompañante de este designado el
conservador José María de Pando, peruano amigo de España y con carantoñas hacia
Bolívar, quienes allí jugaron un papel de fondo inocuo. De otra parte asistieron por las Provincias Unidas
de Centro América, (una entelequia más entonces con miras a desaparecer), el
general y jurista José Mariano Michelena (mejicano, mezclado en guerras y
conspiraciones intestinas), y José Domínguez Manso, iturbidista, que ya es
mucho decir, también mejicano (ojo, el término “mexicano” que aquí no utilizo,
es de origen virreinal, y apareció posterior, como lo acepta la RAE). Por
Bolivia fueron designados Juan Mendizábal y Mariano Serrano, que a fuer de ser
amigos de Antonio José de Sucre (éste ahora entregando Tarija a los argentinos,
por orden superior) se dieron el tupé de no llegar a tiempo a este certamen dialéctico.
Por su lado el escurridizo de entonces Chile, con criterios mapuches aparte sobre
lo que ocurriera, envió delegados con agenda especial, fuera de la sustancia a
proseguir y no fraterna, e igual lo hizo Buenos Aires, donde el general Bolívar
gozaba de amigos como así de opuestos a su pensar político (Rivadavia), y
algunos adversarios. De otro entender el
socarrón Vicepresidente de Colombia Francisco de Paula Santander saltándose a
la torera las instrucciones de Bolívar invitó personalmente a este Congreso al
benemérito mejicano Guadalupe Victoria, que mantenía buenas relaciones frente a
los Estados Unidos (ej. ratificó la discutida frontera con este país, tan
violada) e Inglaterra. Igualmente
Santander ahora con más poder interior también invita para la reunión a los
Estados Unidos, contrariando del mismo modo lo dispuesto por el Libertador. Por esa razón no convenida y con precisas
instrucciones el gobierno americano envía solo de “observador” a Richard
Anderson, embajador entonces en Bogotá, quien a estos efectos tuvo la mala
suerte de morir con fiebre amarilla cuando se dirigió al inhóspito Panamá, y por
cuyo motivo el gobierno americano envía de sustituto a John Sergeant quien entre
apuros y olvidos se presenta en Panamá un mes después de terminado el Congreso.
¡Cómo les parece¡. Las instrucciones
dadas al despistado Sergeant fueron muy precisas, al extremo de demostrar las
intenciones de Washington de no meterse en líos sobre las interioridades del
Congreso, de donde con una precisión que asombra por el futuro en que fueron
previstas a este americano se le conmina a no formar alianzas o negocios con
las repúblicas presentes, ni ser parte contratante o dar declaraciones comunes,
o impedir la intervención de potencias sobre la independencia de cualquiera de
ellas, no obstaculizar cualquier
colonización propuesta, y reservándose los Estados Unidos obrar en cualquier
emergencia, de lo cual se puede concluir en este asunto que Bolívar salió muy
decepcionado sobre los resultados de este Congreso que llevó
la contraria bajo la batuta de los Estados Unidos y que en el fondo le recordaron
los avatares traicioneros del llamado Congresillo de Cariaco (1817). De aquí
que el deseo y objetivo fundamental de Independencia presentado por Colombia
para la situación existente en Cuba y Puerto Rico que tras corrales
beneficiarían a los proyectos continentales del Libertador (en diciembre de 1825
tres barcos nacionalistas provenientes de Colombia tomaron a Punta Borinquén,
por Aguadilla de Puerto Rico, ocupando igualmente de noche el fuerte Tamarindo
del lugar, destruyen los cañones y luego regresan a sus embarcaciones), digo,
fracasa de manera rotunda por cuanto
dicha representación americana saboteó siempre estas aspiraciones bolivarianas,
lo que en correspondencia finalmente con
las resoluciones simbólicas habidas entonces, le llevan a expresar al caraqueño
que el Congreso en desarrollo simplemente “era una representación teatral”, de
donde entonces Don Simón recordando al
Quijote bien pudo decir que “aró en el mar”.
Prócer José Aniceto Iznaga. |
Y siguiendo en el manejo de este Congreso chucuto y singular añadiremos
que con interés amañado la Reina de los Mares Inglaterra envía al ágape
preimperial y según dictados del magnate político George Canning, al diplomático Edward J. Dawkins, pero apenas como
“observador”, conspirador e informante de los designios congresiles
bolivarianos, y Holanda (Países Bajos) igualmente en esta condición de capitis
deminutio lo hace con el señor coronel Jan Van Veer, que en síntesis era “otro
infiltrado imperial”, aunque fuese tan despistado “que no trajo credencial”, y
sin embargo se le aceptó a título particular. Una vez asentados estos soponcios
diplomáticos de importancia a señalar por su proyección hacia el futuro
americano, agregaremos otros detalles importantes, como que la nación
norteamericana tuvo entonces desde Méjico y el Caribe
hacia abajo del continente una cadena de espionaje y agentes de calidad, pudiendo
entre ellos mencionar a Joel Roberts Poinsett, que era “agente especial para
América del Sur”, disfrazado de botánico, taciturno, masón y otras formas o características
de actuar para los trabajos que realizaba. Resta por decir que durante el
ejercicio del Congreso como es lógico hubo cambios de representación diplomática
por diversos factores, valga señalar casos de los delegados suplentes, interviniendo
en ello figuras canjeables como Molina, Larrazábal, Pérez de Tudela, etc.
Pues bien, sobre estos lineamientos precoces e importantes para entender
los sucesos posteriores que aquí señalaremos, como se puede imbuir para estos tiempos ya el Libertador Bolívar
entre ceja y ceja, contra viento y marea tenía dispuesto su largamente
estudiado proyecto de liberación de Cuba y Puerto Rico, con lo que para
Colombia y Venezuela se triangulaba un poder novedoso en esta área del Caribe
frente a las pretensiones dominantes del imperio norteño en vías de expansión
indetenible y porque además luego de la resaca napoleónica los consabidos
imperios europeos habían quedado débiles, y en este caso, el más importante de
ellos, o sea el británico, intentaba aposentar más sus intereses hacia el Norte
de América, o por el Río de La Plata y no aún para arremeter con otra
intensidad en el triángulo antedicho, porque entendía los dictados y la
pretensión desbordada de los colonos americanos dentro y fuera de los Estados
Unidos, de donde en resumidas cuentas vista esta aparente flaqueza imperial
Bolívar creyó haber llegado la hora marcial ya elucubrada desde los tiempos
peruanos, y con sus arremetidas de
siempre decide y prepara un plan para invadir y ocupar a las entonces
débiles colonias españolas del Caribe,
porque con sabida razón y como ocurriera en el Perú mediante el canal antártico
esos puntos débiles para cuidar las espaldas en lo futuro de cualquier nueva
penetración española demostraban prioridad a fin de preparar una escuadra y un
ejército con el objeto de invadir ambas posesiones hispanas, y de hasta luego
seguir con Santo Domingo en su idea triangular hegemónica y preventiva de poder, con que además se interponía sobre
las pretensiones futuras de los Estados Unidos e Inglaterra en la zona
cuestionada. Y viendo, pues, aquella oportunidad, Don Simón
no escatima esfuerzos y comienza a
discutir con allegados sobre la pretendida invasión nada lejana, que se aligera
cuando el caraqueño en enero de 1827 ya en su ciudad natal presente y en
conversaciones con el general José Antonio Páez, el independentista cubano José
Aniceto Iznaga, quien actúa junto al grupo cubano que le acompaña, todos hablan
y proyectan ideas sobre tal cuestión, precisamente cuando Bolívar recibe
noticias del rompimiento político entre
España e Inglaterra, cuya unión real por causas familiares y de otros intereses
a contemplar detenía cualquier pretensión bolivariana en el sentido que hemos dicho,
aunque de un tiempo atrás todo el plan funcionaba (valga recordar que el tercer
punto de la agenda del Congreso de Panamá habla sobre la liberación de Cuba y
Puerto Rico, organizando un ejército a ese efecto) . Por tanto como la ocasión
es calva y ya decidido a su empuje libertador, que incluso pensara con ello
llevar sus soldados hasta España, repito, en enero de 1827 con la presunta
estrella de la buena suerte escribe desde Caracas a su fraterno Pedro Briceño Méndez
(delegado al Congreso de Panamá y donde por cierto en junio de 1826 Colombia, sea dicho también Venezuela, por
tener un ejército combatiente y aguerrido, presentó allí un proyecto ya
señalado para conquistar a La Habana y Puerto Rico) y quizás luego de entrevistarse
con el general Páez, en estos términos
directos: “La noticia que acabo de recibir de la guerra …… me ha determinado a
llevar la resolución de expedicionar sobre Puerto Rico, y ya comienzo a tomar
medidas para llevar a cabo esta empresa, útil al país, y gloriosa para nuestras
armas. Así Urdaneta (Rafael) no debe disponer de la “Ceres” (¿corbeta?), sino
ponerla inmediatamente en carrera para
que pueda servir a la expedición. El batallón Granaderos debe también ponerse en el mejor pie posible,
aumentarse y disciplinarse. Este es uno de los cuerpos con que yo cuento y tal
vez sea el primero, para llenar esta empresa, empresa que nos va a asegurar la
estabilidad interior y a adquirirnos un renombre inmortal. Esta expedición nos
va a dar la ventaja de hacer más fuerte y duradera la reconciliación en que
trabajamos. Aún cuando no podamos
tomar a Cuba, una expedición a Puerto Rico puede y debe hacerse fácilmente. Sacaremos amigos y enemigos mutuos, y allá se
hacen amigos tiernos en el seno de la guerra y de los peligros”. Seguidamente y porque el destino está echado
haciendo esto ver al Jefe del Gobierno inglés, en igual sentido guerrerista se
dirige a Mariano Montilla y al marino José Prudencio Padilla (el batallón
Girardot lo pone a la orden el general Santander), y al darles la misma
noticia les agrega: “Es, pues, llegado
el momento de que nosotros salgamos al mar y llevemos la guerra a los
españoles, arrancándoles la isla de Puerto Rico, que nos servirá de escala para ir a La Habana (base importante militar
de España), si acaso nos conviene. Pero de todos modos yo estoy resuelto a
hacer una expedición a Puerto Rico, que nos dará inmensas ventajas en lo
interior y exterior. Aunque para esta empresa tendremos que hacer grandes
gastos, la independencia de estas islas nos dará los medios de indemnizarlos”.
General José Antonio Páez. |
Por consecuencia de tal decisión trascendental bolivariana, en que los
dados estaban echados, ese mismo día 25 de enero del año 27, el Secretario José
Rafael Revenga, que simultáneamente
ejerce el Ministerio de Estado, procede a las disposiciones oficiales,
dirigiéndose al Secretario de Guerra, para de acuerdo con lo dispuesto por
Bolívar, darle las siguientes órdenes: 1°). Que se envíen a La Guaira todos los
auxilios de tropas, buques, armamento y dinero que por mi conducto y durante la
marcha había pedido S. E. (Bolívar); 2°) Que a ellos se agreguen mil hombres y
todos los demás buques que haya en Cartagena; 3°) Que se inste al gobierno de
Máximo (¿?) para que inmediatamente amenace
y acometa sobre la isla de Cuba (como estrategia bolivariana). De otro contexto
y con el río ya revuelto Bolívar escribe al mariscal Antonio José de Sucre
agregándole que la citada expedición marítima constaría de 5 a 6.000 hombres (algunos
que vendrían desde el Perú), saliendo de Puerto Cabello, y que como había
dispuesto serán mandados por el general José Antonio Páez, mientras que el ducho
almirante goagiro Padilla estaría al frente de la marina invasora. Por cierto
que esta idea de tal incursión era antigua en el ánimo del Mariscal Sucre, ya
que después de la batalla de Ayacucho el
cumanés escribió a Bolívar desde La Paz (5 de marzo de 1825): “En abril de 1825
(sic) se habrá acabado esta fiesta y veremos de qué nos ocupamos por la Patria.
Tal vez La Habana es un buen objetivo”. E informándole de su existencia en
Bolivia al general Carlos Soublette, el caraqueño le decía desde Chuquisaca, en
abril de dicho año: “Desde febrero he
escrito al Gobierno para ver si quiere que este ejército (bajo su comando en
Bolivia) vaya a La Habana”. Pero las
órdenes dictadas cambiaron cuando el doctor Thomas Foley, amigo de Bolívar y
médico de la Legión Británica, recién llegado a La Guaira y proveniente de
Liverpool le comunica que debido a causas políticas por ahora se ha alejado
toda posibilidad de rompimiento entre
España e Inglaterra (malas relaciones tenían a causa de la Santa Alianza), por
lo que a la espera de tal posibilidad que jugara a favor de la causa patriota
el ejército hispano cobraba fuerza y peligro mayor (e incluso Venezuela con
Bolívar tendrían cerrados los suministros que aportara Inglaterra), de donde
pensándolo bien a fin de evitar una pelea de burro contra tigre, como se comenta
entre amigos, para esperar una mejor oportunidad más lisonjera el
caraqueño retiene por ahora su pensamiento invasor y en consecuencia dispone
ordenando a Urdaneta, Briceño Méndez, Montilla, Padilla, Fernando Peñalver y
Sucre, detener la operación emprendida, sin de inmediato licenciar al ejército
entrenado y victorioso, pensando en un cambio de la buena estrella a favor (el
28 de febrero del 27 Bolívar escribió a Sucre desde Caracas “Si la guerra tiene
lugar mi objeto es mandar una expedición a La Habana”, como ocurriera al
ejército napoleónico en Italia, y porque entendía que tal posible expedición a
La Habana, “nos dará la ventaja de descargarnos de los gastos que nos causan,
en este país, las tropas que lo guarnecen, y darles abundancia por miseria,
gloria por ocio”. Así pensó también Don Simón cuando ideaba viajar con éxito
hasta la Argentina, el Paraguay de Rodríguez de Francia, y al imperial Brasil
de los Braganza, o cuando Méjico y Guatemala (20.000 hombres para una coalición
trilateral libertaria) pensaban ayudarlo sobre la expedición rumbo a La Habana
(allí había entonces 4.500 hombres de ejército regular), como se previó en los
conciliábulos del Congreso de Panamá.
Bandera de Cuba. |
Así, apreciados y consecuentes lectores, entre tantas intrigas y
desaciertos se esfuma la posibilidad de que hoy Cuba y Puerto Rico fueran
estados formando parte de una gran Venezuela, con otro mapa político americano,
tan distanciado ahora de la realidad, y porque desgraciadamente se murió esa tea
encendida que fue Simón Bolívar. Pero nunca es tarde cuando la dicha llega, y
con tal empresa estamos, en busca de los verdaderos hombres ya paridos para
hacer fructífera esa realidad, al estilo del filósofo Diógenes.
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