viernes, 29 de julio de 2011

LA FALSA POBREZA DE SIMÓN BOLÍVAR.

Amigos invisibles. En la lectura apasionada y reflexiones consiguientes que realizo sobre la obra inédita del americano Aarón D. Truman, en realidad que encuentro cosas apenas fuera de su sitio y que dan a pensar sobre el retintín dicho mil veces para que se haga cierta le mentira,  en referencia a que el libertador Bolívar para el momento de su muerte en Santa Marta de Colombia era pobre de solemnidad, al extremo que por no tener una camisa para vestir el cadáver hubo de prestar esa prenda, o mejor, obsequiar otra igual, lo que donara el casado con su sobrina Felicia y allí presente, general José Laurencio Silva. Nada más fuera de la verdad que esta falacia distorsionante, apoyada por el moribundo previo al momento de su muerte, como tantas otras se han acuñado sobre este general de carne y hueso, que oportunamente daré a conocer para su estudio, en futuros temas a publicar en nuestrog blog, con el perdón de quienes por una u otra razón no comulguen con lo cierto.
            Lo primero que debemos anotar al respecto es que Don Simón Bolívar Palacios fue rico desde la cuna y a través de hasta la quinta generación ascendente, cuando su chozno abuelo que le llamaron “El Mozo” por matrimonios contratados hizo dinero colonial, y a poco aparece el tatarabuelo granadino Francisco Marín de Narváez, el de las famosas minas de cobre de Cocorote, que es nuevo rico de postín, como otro abuelo del caraqueño es don Pedro Ponte y Jaspe de Montenegro, gallego de garra y muchos negocios como bien lo escribe Salvador de Madariaga, que a la postre compra magistrados y gobernadores con dinero corrupto para convertirse en uno de los más pudientes señores de su tiempo. De seguidas tenemos en este recuento de propiedades y dinero al primer abuelo de Simón, Juan de Bolívar y Martínez de Villegas, propietario de grandes haciendas en el centro del país, que por su valor funda en la puerta del llano occidental a la Villa de San Luís de Cura y del inicio que da valor aceptado del carácter de Villa, que de por sí es un honor, y quien ya alborotado por la riqueza y el prestigio aspira a un  título nobiliario, nada menos que de Marqués de San Luis, por el que paga buena suma de doblones al monasterio catalán de Monserrat, y previa la dispensa real otorgaba a tan importante distinción, lo que por cierto se quedó en veremos, pues el peticionario indiano, como se decía entonces, falleció antes de obtener ese marquesado.
            Pero como la familia continuaba disfrutando de buena riqueza, aparece ahora el padre de Simón, o sea Juan Vicente Bolívar y Ponte, quien era tan rico dentro del medio en que vivía, que se daba el lujo de mantener amantes a montón, con los gastos consiguientes, al extremo que para limar habladurías escandalosas al respecto le abrió un  juicio el obispo caraqueño Díez Madroñero, que como era de esperar terminó a su favor, porque el señor prelado en su dictamen no encontró delito y menos pecado algunos, pues fueron esas mujeres (23 en la cuenta del juicio) las que lo incitaron y ellas eran las culpables de lo acontecido. En cuanto a la riqueza de don Juan Vicente fuera de la heredada era muy meticuloso y usurero en los negocios  y para mejor redondearla se introdujo en el ramo fiscal de la administración pública de la Gobernación de Venezuela, con las coimas y ganancias soterradas sobretodo en el puerto de La Guaira, con testaferros para mejor disimulo, porque tenía cuatro casas comerciales a nombre de otros en Caracas y La Guaira y eso era de baja categoría y condición vil para un  señor de su prestancia. Fuera de ello tuvo grandes propiedades rurales en Carabobo, Guárico, Aragua y Barlovento, con alta producción de café, añil, cacao, papelón, aguardiente, cueros y ganadería diversa como de esclavos serviles, que conformaban así la segunda fortuna de Venezuela, luego de la del Marqués del Toro.
            A la muerte de este señor feudal toca a su esposa cuidar de ese gran capital mantenido en dinero en efectivo, casas, solares, hatos, haciendas, semovientes y cantidad de otros bienes que constan en los respectivos inventarios, que es cuando ya está algo crecido nuestro Don Simón tanto como para enterarse de este enorme patrimonio, que por encima de las ganas que a él le tienen la vivaracha hermana Maria Antonia y la no menos despierta otra hermana de nombre Juana Nepomucena, por aquello de la minusvalía femenina legal de la época ninguna de las dos pudo ponerle las manos a tal riqueza, que debía ser manejada por varones de la familia, que a la postre tocará en suerte conducir aunque con desinterés de juventud, al propio mozo Simón, y así pronto llega a concentrar hasta ocho herencias, o sea la cuantiosa paterna, la del abuelo paterno, la materna, la que le obsequia por testamento el rico sacerdote tío y padrino Juan Félix Jerez de Aristeguieta, la de las dos hermanas mencionadas, la suya propia y la que corresponde a su fraterno mayor Juan Vicente, cuando muere ahogado por las islas Bahamas y deja unos hijos en desamparo económico, que él cuidará para el resto de su existencia.
            Aunque el joven Don Simón siempre fue dadivoso  y no lo volvía loco el asunto del dinero, sí consumía los haberes en su poder aunque atenido a reglas de precaución y respeto de cuotas partes de esa mancomunidad de bienes, como lo apreciamos pronto en la solicitud urgente de fresco capital cuando en Madrid se enamora con pasión de María Teresa, su futura esposa, y pide a través de Cádiz le envíen desde Caracas muchas fanegas de cacao para atender el tren de vida de señorito rico que lleva en Madrid y sus gastos privados que lo acompañan. Otro ejemplo de este rodar insatisfecho de su fortuna es la vida posterior que se da, ya siendo viudo, entre mujeres de París, alguna “madama” poco cariñosa de Londres, y una tal Marina que lo saca de quicio en Milán, según el poeta y novelista Manzoni, vida esplendorosa y cara que llevará por el resto de su existencia entre otras mujeres de buen vivir, los regalos que hacía y otras exquisiteces materiales salidas de sus manos dadivosas. Pero lo que se cuenta poco en este andar de la munificencia a través de los viajes y gobiernos que realiza, es lo referido a tantos ingresos por cuenta de los Estados bajo su mando y los obsequios principescos y hasta reales que se le entregaron en vida, como los casos de innúmeras coronas de oro y piedras preciosas, sables y espadas de oro con brillantes, los caballos y aderezos en oro que los cubrían, los gastos especiales en colonias o perfumes a lo que era diario adicto como en el caso del Perú, la ropa y todo el ajuar que portaba en sus viajes, con mayor calidad que los del propio virrey peruano Laserna, y el dinero y joyas que le regalaban a su paso por ciudades, como el caso del millón de pesos en Lima, que al fin cobraron sus familiares. Este tipo de vida y de ingresos, repito, que en parte obsequiara posteriormente y que a veces los dieron pensando en calidad de anticipo a sus gestiones oficiales, pues giraba sobre sueldos adeudados, sí fueron ejecutados casi hasta el momento de su muerte, como el caso que amerita esta crónica,  cual  es probar la no pobreza de Bolívar, como se ha querido hacer creer para tenerle hasta lástima, y por ese concepto tan mal traído y llevado, ahora sí voy  entrar en la materia correspondiente al título del blog  que usted revisa, para su entero esclarecimiento.
            Leyendo, pues, en los  originales del académico Truman se conoce que los erarios públicos estaban a su disposición, con la ligereza del manirroto o agradecido, y que “desde 1819 tuvo una renta que, pagada o no, llegó hasta los 50.000 pesos,  en calidad de Presidente de la República, mas 25.000 adicionales como General en Jefe, y el Congreso de Colombia  el 4 de enero de 1830 le fijó una pensión vitalicia de 3.000 pesos, que el 9 de mayo siguiente le aumentó a 30.000 pesos anuales,  mientras se ordena cancelarle el retroactivo de la pensión decretada por el Congreso de Colombia y por gratitud nacional, en 1823, lo que monta a 210.000 pesos”, que se le entrega a su partida de Bogotá hacia la costa  de Santa Marta, como sabemos. Fuera de ello, en carta de 1825 el caraqueño expresa  que había guardado “en Guayaquil lo sueldos que me corresponden hasta que me hicieron dictador”, como “de algunas mesadas que tomó del gobierno del Perú, y que en el Banco de Londres  tenía depositados lo arriendos mineros de Aroa a la “Bolívar Mining Association”, o sea “12.000 pesos por año”. Además, como continuamos sabiendo, para el último viaje a la costa colombiana en Bogotá vendió alhajas y otras propiedades menores que le reportaron un efectivo de 17.000 pesos, contando además con la libranza a favor de 8.000 pesos contra la Tesorería Departamental de Cartagena, al  mando de Juan de Dios Amador, ordenada por el gobierno desde Bogotá. A este capital que señalamos  debemos agregar el dinero que Bolívar trajo de Guayaquil por pagos entonces recibidos, sumándose la pensión vitalicia que le otorgó el gobierno peruano.
            Para completar esta exposición  y a riesgo de que aparezcan otras cuentas a su alcance, para el momento del fallecimiento del Libertador como propietario de las minas de Aroa  que entonces al cambio de la época valían más de 40.000 libras esterlinas, alta suma que calculada en el tiempo del escritor colombiano Cornelio Hispano (1882-1962), eran como tres millones de dólares, debiendo agregar que Don Simón guardaba aún 947 onzas de oro, e infinidad de objetos de oro macizo como cajas, vajillas, cubertería, 16 baúles llenos de ropa fina, y numerosas espadas de oro, de la que solo la limeña tiene incrustados 1.380 diamantes, 37 medallas de oro, plata y diamantes en joyas diferentes, según los inventarios respectivos, en las que solo las ocho piezas llenas de brillantes se evaluaron en 8.000 pesos, o sea una fortuna para entonces.
            Creo así bien dejado en claro lo de la “pobreza” de Bolívar, que sus mitómanos han dicho no tenía ni una camisa dispuesta para el momento de su muerte. Las mentiras no se pueden guardar todo el tiempo sobre la realidad de este mantuano caraqueño que nació de fina cuna y murió desolado pero bien rico. Es bueno que el pueblo conozca lo objetivo de este caso, fuera de nuevos engaños y falsías de la memoria histórica encumbradas contra la pura realidad que pretenden mentes ofuscadas sin  poder reescribir el pasado a base de cuentos y fantasías aplicando la vieja y manida táctica de Goebbels.

viernes, 22 de julio de 2011

OTRA SUBDIVISIÓN DE AMÉRICA LATINA.

Amigos invisibles.  El concepto de división para iniciar el tema debemos  señalar que es negativo y contrario a lo que al tiempo se busca con deseo, es decir, que todos estos países que abarcan tierras continentales, océanos y mares, como tierras interioranas que en misión de futuro se estructuren en un solo haz de naciones y donde se incluyen en cuanto a “latinos” a otro grupo que los circunda en intenciones, a pesar de tener otro origen, pero consustanciado con los pies  bien puestos en los países que integran esta América del siglo XXI.

          

Para poder hablar, pues, de la América en estudio, sea preciso comenzar por su delimitación extrafronteras de frente a la otra porción geográfica que se contiene hacia el norte continental, aunque aquí viene la primera piedra de tranca a destrabar, porque sucede que aquel conglomerado extraño que comprende principalmente a dos naciones, o sea los Estados Unidos y el Canadá, de colonizador pasaron a ser colonizados suavemente y sin disparar un tiro, por sus hermanos sureños. De aquí que es imposible dejar a un lado la multitud de latinoamericanos que ya se asientan definitivamente en el norteño Canadá, con la inclusión de sus detalles culturales y ansias de progreso, como que también esas nuevas colonias, de amplia preponderancia étnica y afectiva con  los viejos temas de la lengua y la religión católica con mayoría romana, cambian el aspecto severo de un país bilingüe para hacerlo más permeable hacia los nuevos tiempos.
                                En cuanto a los Estados Unidos se refiere allí sí la confrontación es mayor, porque de origen esencialmente calvinista con costumbres muy enraizadas, y exhibiendo diferencias sociales y clasistas notables, con el tiempo se fueron limando asperezas que acaban con las limitaciones y los complejos aparentemente de miedo o previsión, porque ahora los 45 millones de sureños hispanohablantes son mayoría de la minoría en la nación del Tío Sam, con lo que esto conlleva, y no solo imponen su lenguaje y modismos ajustables, ahora bajo la forma de spanglish, sino que las tortillas, el chile, tequila y tanta gastronomía proveniente del Sur, para citar solo un  ejemplo mayor,  han transformado la torpe idea sobre aquellas gentes pobres, analfabetas y hasta flojas con que se caracterizaban a los venidos de esos lares sureños, pero que como la constancia vence ahora son un torrente poblacional indetenible, para formar la nueva raza norteamericana, por encima de los bolsones y reticencias que aún  pueden existir. Debe recordarse también en esta ayuda de memoria que hasta el siglo XIX y salvo la alejada Alaska, mucha parte de esa tierra que engloba el país más poderoso del mundo y por ahora, formaba parte de la cultura española, con sus pros y contras, que ahora ha vuelto a resaltar por la integración social donde ya las fronteras según eran analizadas de antaño, han desaparecido, viéndose pues, que enormes megalópolis como Los Ángeles,  el gran Miami y hasta Nueva York, pueden considerarse como bilingües.

Por manera que haciendo la salvedad referente a esos países del vecindario norteño, ahora vamos a dedicarnos a los conglomerados que han permanecido unidos bajo un hacer y deshacer que de forma no muy exacta se ha llamado para explicar su origen como latinoamericanos, salvo los que piensan tildar a ese conjunto como hispanoamericanos, recordando quizás las hazañas iniciales de Cortés y Pizarro, como el desguazadero poblacional que por tres siglos vino a estas costas llamadas colombinas, para dejar su huesa y descendientes mestizos, aunque a fin de completar este  cuadro divisorio en boga otros aplauden la  idea de llamar a esa multitud policromada como iberoamericanos, en base a la enorme contribución vital aportada por los expansivos portugueses en ese nuevo imperio de Brasil que se divide en dos, es decir los mulatos al Norte y los empresarios al Sur, que buena parte hablan en “portuñol”, o más abajo con el asentamiento del “lunfardo” . Pero dado que este esquema estructural aún permanece incompleto debemos ahora referirnos a un dálmata mosaico de razas y formas de ser que de manera silenciosa y otras veces activa se fue acercando en el rosario de islas que conforman el mar Caribe hasta llegar al límite de las Bahamas, que también para identificarlas de alguna manera especial se están  uniendo  por contagio a lo latino, porque Francia tuvo mucha ingerencia e ingeniería cultural en estos territorios insulares y de allí que permanezca Haití como bilingüe, aunque se exprese familiarmente en la jerga dialectal “creòle”. En esa amalgama y confusión de culturas perviven pueblos que dialogan en un inglés típico y con variantes en sus islas, como Jamaica, con mezclas a su vez de origen africano que permean la población existente en su diario contar, aunque se utilicen nuevas formas de expresarse como el “papiamento” y otras maneras alternas de entender que evolucionan y dan forma a estas culturas vamos a decir autóctonas, aunque las islas mayores, como Cuba, Puerto Rico y la ahora República Dominicana se expresen en un lenguaje castellano adaptado a cada país o región que se puede determinar.  Falta para agregar a este mercado de valores la enorme contribución de la raza negra africana y criolla, no solo por su mezcla de variedades, que impera en las islas caribeñas y tierras adyacentes, sino que antecediéndose a los hechos actuales importaron hacia este mundo latino un bagaje cultural de importancia, entre la música, las creencias religiosas y hasta mágicas, fetichistas y medicinales que se revuelven con los lineamientos provenientes de Europa, para producir híbridos como el vudú, la santería y el candombe brasileño.



            Si a ver vamos de esta división sustentada en la parte de Sur América los patrones importados de España se imponen sobre la parte fundamental que es la riqueza de sus naciones, de donde sobre la base de lo existente del mundo originario indígena, se establecen nuevos pueblos y gobiernos para formar la red de mando que se extiende del Norte, desde la cabeza lejana de Tenochtitlán, que es ahora la ciudad de México y que abarcaba más de la mitad de los Estados Unidos, mas lo que es ahora la república mexicana y algo más bajo en Centroamérica, como es el caso del territorio de Chiapas, del padre Las Casas, que pertenecía a Guatemala, a lo que se suma la enorme influencia colonial y aborigen que se generara desde la capital del Virreinato llamado de Nueva España, todo lleno de esplendor como de riqueza y de donde se comunicara España con sus colonias asiáticas, por Acapulco, tal cual lo fue con Europa por Veracruz, agregándose a ello el ejercicio de poder que siempre tuvo entre naciones autóctonas de valía, como los aztecas y los poderosos mayas.
            El gobierno de dichos territorios, como lo fue hacia el Sur, sin duda que se hereda en el cambio hasta después de la Independencia y la creación de los Estados, basándose en el ejercicio de poder sostenido desde los mismos virreinatos, capitanías generales, audiencias, gobernaciones, intendencias y otras manifestaciones burocráticas traídas desde España, con algunos agregados nativos, a objeto de conducir el cacicazgo indígena luego del descubrimiento, la colonización y el asentamiento para evitar la trashumancia del vagabundaje, lo que se realiza mediante la ayuda de un ejército singular y de muchas congregaciones religiosas. De allí afloran los fundamentos para estructurar los Estados emergentes a partir de 1810 y reconocidos por España luego de la guerra, en décadas posteriores. Otro tanto parecido ocurrió con el caso de Brasil, que se fue formando a través de lo siglos de manera muy separada, según los dictados de Lisboa,  el que apenas comienza  a entenderse con sus vecinos mucho tiempo después, por causa de una mentalidad diferente, de fines acaso opuestos y hasta de la propia selva amazónica o los grandes pantanos, que los separaban del mundo hispánico de América. Caso por demás excepcional es el de Paraguay, que se forma mediante reducciones religiosas jesuíticas independientes y que llegan a conformar en dichos territorios una colectividad de buen desarrollo cultural y arquitectónico. En cuanto al eje del poder hispánico en la América del Sur se concentraba en el llamado virreinato del Perú, cuya capital Lima fue construida en una estepa casi desértica, y que arropaba naciones incaicas y algunas aymaraes desde el Sur de Colombia hacia el llamado Alto Perú, de Tupac Amaru, y por allí rumbo más abajo  hasta traspasar el gran desierto de Atacama chileno, hasta tierras de Caupolican, aunque por circunstancias de mando al Ecuador se deja suelto, para así acomodarse a los dos ejercicios de poder del reinado incaico que tenían como base a Cusco y al norteño Quito. En cuanto al virreinato de la Nueva Granada, creado con posterioridad, ejerció un poder que se irradiaba desde el Cauca sureño hasta lugares que hoy forman parte de Venezuela, aunque Venezuela, por su posición geográfica guardaba mucha relación de gobierno y poder con la insular Santo Domingo.
            Ya en el siglo XVII y por obra de las guerras que se realizaron en el mar entre potencias enemigas, como Francia, Inglaterra y Holanda, el mapa de la relación geográfica y política comienza a desdibujarse, al extremo de aparecer nuevos gobiernos sustentados desde Europa y por ende desde los Estados Unidos de Monroe, que se incorpora en el interés insular, como es el caso de Puerto Rico, Islas Vírgenes, Jamaica, Barbados, Martinica, Guadalupe, Curazao, Aruba y Bonaire, mas tarde Trinidad y Tobago y algunos otros territorios adquiridos por los intrusos entre conquistas y disputas varias, cuyo reacomodo de fronteras, siempre variables y hasta todavía no admitidas, se mantienen en la espera de los acuerdos internacionales de cada potencia. Mención aparte es el de las reivindicaciones territoriales que aún existen sobre viejos dominios coloniales, como es el caso de las islas Malvinas que ocupara Inglaterra en 1833 y que se niega a discutir sobre ello en ninguna mesa de negociaciones,  así también el problema de la salida de Bolivia al mar, terreno que perdiera en la guerra sostenida con Chile en el siglo XIX y por ende que no ha permitido la conclusión de un tratado sobre el mar colindante entre Chile y el Perú. Otros rezagos de esos procesos de estructuración geográfica, entre muchos, los tenemos  en los territorios o país de Surinam, que fue producto de la ocupación holandesa, y el asentamiento ultramarino de Guyana, diferente a la colonia inglesa, que forma parte del poderío francés de ultramar y que ahora sirve a una importante estación de satélites para enviar objetos al exterior del mundo. Casos parecidos que aquí pueden caber, se refieren a la existencia independiente de Panamá, que fue obra de la presión de los Estados Unidos, el territorio de Belice, enclavado en el corazón de Guatemala, reconocido apenas por este país no hace muchos años, el caso de los misquitos ya solucionado y otras pequeñas demarcaciones insulares que se escapan y que tienen vida propia por el turismo o la banca secreta del paraíso fiscal como Caimán, Mustique y San Martín, que por cierto pertenece fifty fifty a Francia y a Holanda.
            Cuestión aparte y porque esta crónica la escribimos desde Venezuela, es lo referido a nuestro país, por las característicos territorios del mismo y lo complejo de la estructuración de sus fronteras. Extendiendo el concepto refiero con ello a los espacios acuáticos y terrestres, ya que los aéreos más o menos se establecen de acuerdo a parámetros internacionales en la materia.  En primer lugar vamos a referirnos por el Norte, donde Venezuela goza de un extenso mar territorial, apetecido por muchos y que limita con territorios insulares de los Estados Unidos, de Inglaterra, de Francia, República Dominicana y de Holanda, principalmente, por si no lo sabían, y que dada la existencia de una pequeña demarcación venezolana llamada de Aves, antes guanera y casi cerca de Puerto Rico, como que duplica la capacidad de esa amplitud marítima nacional, con la implicación de la soberanía, vigilancia, islas contenidas, turismo, riqueza superior y del lecho marino. Por el Sur Venezuela ahora limita con la República Federativa de Brasil, en los montes Roraima y hacia las cabeceras del Orinoco, cuando esos lindes por antiguos y reiterados documentos determinaban que el confín era el río Amazonas,  y vaya usted a saber, que no es el caso ahora de explicar, el porqué de esa gran contracción territorial, en que se perdió como la mitad material de la patria. En cuanto a la frontera que cursa al oriente del país, desde cuando algo se delimitó su extensión abarcaba hasta las colonias de Berbice, Demerara y Pomerún, que andaran en poder de Holanda, pero vino el momento en que el poder geofágico inglés llega a las proximidades del río Esequibo, y como en el siglo XIX se corre la nueva que en Venezuela en la cuenca del rio Caroní y en el sitio del Callao se descubrieron importantes minas de diamantes y oro, para llegar a ser uno de los primeros productores mundiales, hacia 1880, los ingleses lanzan rumbo a dichos territorios una fuerte inmigración de africanos antillanos, que se entienden en un novel lenguaje llamado “patuá”, mientras de la manera más descarada contratan  a un medidor parcial de apellido Schomburgk para que en diferentes mapas de origen inglés vayan corriendo la frontera hasta establecerla cerca de Upata y formar así el país bajo la bota inglesa que se llama Guyana (Guayana Esequiba), y a pesar de las trampas probadas y de las tantas reclamaciones sobre documentos exactos que ha realizado el país, sin que todo ello y a través de legalismos y comisiones sin sentido, sirvan para nada. En cuanto a la frontera con Colombia existen disputas desde 1833, cuando la terquedad e ignorancia venezolana de entonces no aceptó la mitad de la península Goagira, lo que como castillo de naipes hizo perder buena parte de la sierra de Valledupar, el río de Oro cercano a Cúcuta, inmensas extensiones llaneras por el Guainía y el Vichada, ahora colombianos, el navegar exclusivo por el Orinoco, y se discute en estos tiempos la delimitación de las aguas en el golfo de Venezuela, sin que sepamos en lo que va a parar.
Otros detalles menudos de esta división característica se hallan en proceso de análisis y del acuerdo negado de las partes, como las islas de San Andrés y Providencia, entre Colombia y Nicaragua,   las australes Georgias del Sur y Sandwich, con Inglaterra, y el siempre controversial golfo de Fonseca centroamericano, pero esto sería ya excedernos de  límites, culturas y población en el gran marco divisorio, histórico y social que ocupa la América latina.

viernes, 15 de julio de 2011

SUPER ESPÍA VIVE EN VENEZUELA

Amigos invisibles. En verdad que para referirse uno a ese mundo tan oculto y arriesgado que es el espionaje real, diferente a lo James Bond, y más tratándose de las altas esferas de inteligencia, hay que tener guáramo, como se piensa, por lo difícil que es transitar un camino lleno de marañas e incomprensiones de alta peligrosidad y picardías, donde todo el tiempo se expone la vida, acaso por nada o por un ejercicio de deporte y hasta heroísmo, en la forma extrema en que sobresalieron expertos de pantalones y faldas en el arte marcial del engaño como Cinco Dedos, la Mata Hari, condesa de Quintanilla, Philby, Bourgess, científicos, políticos y muchos más de fama, digo, es complicado, y más cuando Venezuela tuvo participación  en ese escenario de sorpresas que se inicia y termina arrullado frente a una tranquila playa aragüeña.
Y entrando ya en materia como para abrir bien los ojos y el olfato policial comenzaremos esta historia de relatos espectaculares sobre Joan Miguel García, o Pujol (su padre) en Barcelona de Cataluña, donde de origen burgués nació ese valioso personaje el 14 de febrero de 1912, en la calle Muntaner Nº 70, como uno entre los cuatro hijos de un gerundense industrial catalán muerto en 1933,  que eleva con rigidez “moral” conservadora a su familia, y de la granadina Mercedes García Guijarro. El mundo político nacionalista y liberal de Cataluña, mientras él crece, era muy complejo, con ejemplos que pudo ver desde pequeño, frente a la opulenta capitalidad de Madrid, donde se cuecen habas con ideas hasta republicanas ante la monarquía del picaflor  rey   Alfonso XIII, apuntalado entonces por la dictadura del general Primo de Ribera, que ya es la antesala de una efímera república de Azaña, Negrín, Prieto y otros más, con cuyo despelote de quemar conventos y asesinar curas y monjas estalla una guerra fratricida que sin kalashnikov a la mano en más de tres años alcanza más de un millón de muertos. Cuando estalla la contienda Juan Pujol alcanza los 24 años de edad y finalmente se ve obligado a enrolarse en el bando republicano allá dominante, pero con la mentalidad formada que tiene y las barbaridades de sacrificados que logra apreciar, en medio del combate salta la barrera y en septiembre de 1938 se ubica en el bando franquista, para viajar a Burgos, la entonces capital y sede del gobierno de esas ideas conservadoras, y donde el oficial pronto conoce a su primera mujer, Aracelis González Carballo, bonita, gallega elegante y culta que trabaja en los servicios confidenciales, la que será una compañera fiel en el inicio de tan tortuosa carrera enigmática. Luego, con el triunfo guerrero del general Francisco Franco a esa pareja matrimonial la vemos establecida en el Madrid de los años 40, casados en abril de esta década, cuando ya la Segunda Guerra Mundial destruye a Europa y el éxito de Hitler aterroriza a quienes van quedando en retaguardia.
En Madrid es donde comienza a enredarse el papagayo de esta trama,  porque  a la pareja bajo cuerda le interesa un cambio de situación en su país que maneja en forma férrea el franquismo, de donde a través de Aracelis  en 1940 Joan ofrece trabajar en servicios de inteligencia con los ingleses, mas la embajada que tienen en Madrid luego de estudiado el caso responde sobre tal oferta en forma negativa. Pero picados de esta situación escogida y dando un giro sensacional al asunto en 1941 deciden trasladarse a Lisboa, en el empeño de su acción, para preparar un plan a objeto de convencer esta vez a los alemanes sobre sus servicios profesionales de espionaje, y dentro del aparato que se monta de vuelta en Madrid la graciosa Araceli persuade a los de la embajada alemana del Reich de que su marido que había trabajado desde luego con Franco en Burgos y por los documentos forjados que aporta, como un pasaporte con visa inglesa, de donde aceptan que labore en esos menesteres silenciosos y a favor del nazismo. A partir de ese momento a Joan Pujol se le asigna un nombre en clave, que es Rufus o Alaric “con el grupo que maneja”, entrando a depender de la ABWEHR, oficina  de inteligencia al mando del célebre almirante Wilhelm Canaris y cuyo inmediato superior era el coronel Karl Erich Kuhlenthal, oficial avezado en contrainteligencia establecido en Madrid.
Cuando Alaric ya barbudo parte para Londres, lo que hace así creer a los alemanes, en verdad que se establece en Lisboa, ciudad que con El Cairo y Estambul, eran cabezas del espionaje en esta guerra mundial. Pronto desde Lisboa y con una capacidad impresionante comienza a enviar información convincente y precisa a Madrid por radio, mediante un tinglado que monta valiéndose de cierto  mapa, el diccionario de términos militares, datos que extraía de la Biblioteca de Lisboa y noticias del cine, como pasos de flotas mercantes, los que daba tardíos alegando dificultades en la línea, al tiempo que informa con detalles el haber creado una red bajo su mando en Gran Bretaña, que llega a tener 14 agentes ficticios y 11 contactos convencidos de las bondades del Reich, y aquí viene en la fantasía esa  primera relación con Venezuela, pues en dicho equipo incluye a dos venezolanos, uno, Benedicto, que estudia en Glasgow de Escocia, y otro pariente que trabaja en el Canadá, por cierto amigo de Baco, pues se pasaba a menudo de copas. Mientras andamos en el mundo de la fantasía creíble, `por su parte Araceli (Arabel llamada por lo alemanes) vuelve en privado a la embajada inglesa en Madrid, con papeles y documentos que demuestran la increíble hazaña que realiza su marido Pujol, y ante los hechos evidentes que allí se constatan el gobierno de Su Majestad previo estudio del caso acepta que Alaric ingrese en calidad de doble agente al delicado servicio secreto en el ramo de contrainteligencia, dependiente del M15 pero entrando en contacto con retransmisión de códigos por radio a través del M16, de la oficina establecida en Gibraltar. A partir de su nombramiento inglés a Pujol se le asigna el nombre en clave de Garbo, por la maestría que tuvo en los papeles desempeñados, en comparación con la famosa artista sueca en boga, Greta Garbo.
Finalmente en abril de 1942 Garbo y Araceli con un hijo llegan a Inglaterra, para trabajar allí por el éxito que recogen en Lisboa, a servir en inteligencia, contraespionaje y desinformación, por cuya capacidad a Garbo los ingleses pronto  lo elevan a la categoría de “A1 Agent”. En Londres permanecerá a las órdenes del comité secreto XX, y su superior en el M15 (inteligencia interna) será siempre el avezado capitán Paúl Harris, con quien cultiva una excelente amistad. Mientras seguía informando con datos falsos pero muy bien preparados ya en el M15 londinense, comienza a urdirse con planes precisos la invasión de las fuerzas aliadas comandadas por el general Eisenhower, en lo que Garbo jugará un papel protagónico y fundamental para el éxito de la misión Fortitude, que se llevará a cabo el famoso “Día D”, o sea el del desembarco principalmente de fuerzas anfibias en territorio continental europeo, por cuyo éxito de Garbo no solo fue lleno de méritos y reconocimientos posteriores, sino que debido  a su maestría en la hazaña del engaño a los nazis, permitió salvar muchos miles de vidas que de otro modo  hubieran perecido bajo el fuego de los cañones, los bombardeos y las ametralladoras de los adversarios soldados alemanes. Para cumplir este objetivo con un mayor detalle el doble agente Garbo comenzó a enviar información críptica, en clave o cifrada a sus superiores del bando hitleriano, lo que por intermedio del encargado de la defensa continental mariscal von Rundstedt y el mismo zorro Rommel, cayeron en la trampa urdida por Garbo, y así se reconoció después, es decir, en el error garrafal hacerles creer a los  nazis que las fuerzas aliadas eran muy superiores a las efectivas, y sobre todo a convencerlos sobre que la invasión aliada en junio de 1944 iba a ser por el estrecho o paso de Calais, frente al inglés Dover, y no por las playas de Normandía, situadas a 250 kilómetros al Sur, lo que hace movilizar a Berlín ingente cantidad de tropa y material hacia ese estrecho, al tanto que Normandía permaneció casi vacía, lo que fue excelente para el desembarco aliado, mientras Alaric comentaba a sus superiores germanos que lo de Normandía (Overlord) era una maniobra de distracción, pero que a última hora decidieron cambiar los planes efectuando allí el verdadero desembarco. Otra viveza esgrimida por Garbo fue el dirigir a Berlín información errada sobre sitios donde se debía incursionar con las terribles bombas autopropulsadas V2, lo que así permitió eludir mayores daños en la población civil londinense. Y pensar que los alemanes con todo su extenso y poderoso servicio secreto se dejaron caer en la trampa forjada por Garbo, permitiendo además, dentro del éxito acortar el tiempo de esta guerra carnicera.
Con los laureles del triunfo y derrotada la Alemania hitleriana, la pareja de Garbo y Arabel deciden regresar a España, mientras el gobierno inglés recompensa su acción con un cheque de 15.000 libras esterlinas, pero una vez vuelto el matrimonio a Madrid se encuentra con una España agotada, casi en la miseria y el desempleo, atenaceando la emigración el ser un país lleno de deudas y sin salida a corto plazo, sometido ahora al dictado del embargo por las potencias occidentales, que es cuando Alaric o Rufus, que siempre vivió entre dos vidas paralelas visita a la Embajada alemana del Oeste (Federal) y donde es recibido con gran afecto por los diplomáticos germanos que sin saber de sus hazañas en el contraespionaje inglés felicitan a Rufus y lo premian no solo con 25.OOO pesetas de recompensa a sus servicios especiales, sino que le informan que entre las última disposiciones del III Reich se le había concedido la Cruz  de Hierro en el Grado Segundo, equivalente a personajes distinguidos dentro del campo militar, que le sería pronto entregada. Con el dinero en este caso recibido y por cuanto España ocultaba muchos nazis que se escondían en aquel país que fue amigo y colaborador de Hitler, ante la sospecha de cualquier atentado en su contra, pues ya se conocía a través de la prensa y el libro algo de la gesta cumplida por Garbo y Alaric en la guerra pasada,  la pareja decide emigrar por barco a Venezuela, en busca de futuro y para olvidar hasta su propia existencia, que es como llegan por La Guaira a tierra venezolana, a poco de alejarse de la península ibérica.
En la Caracas del auge petrolero y del inicio de la democracia, parece que la rueda de la fortuna y la vida apartada que llevaban, sobre todo de la colonia hispana en fuerte crecimiento, debido al pasado cercano que vivieron, hizo crisis, aunado ello a que los negocios que montaron no iban bien, al extremo que Aracelis pronto toma una determinación y con sus hijos menores regresa a Madrid para romper todo lazo de comunicación e intereses, lo que termina en el divorcio de la pareja y la extinción del vínculo, sin dejar ningún rastro, ni siquiera de direcciones.  Desconocemos cómo Pujol entró en contacto con la empresa petrolera Shell, de origen británico en buena parte, a tal suerte que por el manejo excelente del idioma inglés y el castellano desde luego, el catalán encontró plaza de traducción y enseñanza al personal del idioma cervantino entre la colonia de ingleses y otros deseosos de esta lengua, por lo que se establece y por muchos años en la costa oriental del lago de Maracaibo, en Lagunillas, que entonces bullía en riquezas y de petróleo, donde en poco tiempo conoció a Carmen Cilia, su segunda  mujer, que le daría otros tres hijos en el matrimonio. De lo pasado, pasado queda, porque Joan, o Juan García, como le llamaban, nunca habló de ello, y la abnegada Carmen Cilia nada supo de la otra familia residente en España, ni aquellos familiares de España (cuatro hermanos y herederos) supieron nunca más  de Joan. Luego de su estancia por años en Lagunillas Joan y Carmen se trasladan a Caracas, donde de nuevo el catalán reabre algún negocio con igual suerte de malas, que apenas daba para subsistir, en lo que  se afana todavía en 1971, pero viendo que la situación empeora decide trasladarse al burgo playero y turístico de Choroní, en el estado Aragua, donde va a reposar este gigante de la historia secreta, reservado, amable, meticuloso, calvo, pequeño, delgado, atento, ágil y siempre de buen humor.
Pero como ocurre que las mentiras cual la Historia no se pueden esconder, porque siempre afluye la verdad, los investigadores sobre todo ingleses comienzan a escribir la vida y misterios de Garbo, puesto que nada se sabe acerca de sus andanzas, y entre sus conocidos europeos se había regado la fama, luego de estar casa de un compañero en las islas Baleares, de que se mantuvo en Angola y allá había muerto de malaria, hacia 1949. En estas incertidumbres para esclarecer la verdad andaba un escritor inglés deseoso de hacer un libro sobre Garbo, por lo que en Barcelona contrata un servicio investigador que a fuerza de constancia en el libreto telefónico de la ciudad condal logra encontrar una hermana de Joan, quien asustada dice que apenas guarda de él un viejo apartado de Correos en Caracas, y este Nigel West, que así se llama el conocido escritor, ni corto ni perezoso en 1984 envía a Caracas un emisario, que en La Trinidad lo encuentra casa de su hijo Carlos Miguel, luego de doce años  de empeñosa búsqueda. Larga fue la conferencia  citados en Nueva Orleáns el 20 de mayo, para finalmente aceptar Pujol el encargo de producir un  libro compartido, una vez cerciorado el español que habían muerto sus oponentes, y de aquí en adelante sí se abre el camino de la gloria para Garbo, que en Washington visita a Edgar Hoover, el mandamás de la CIA, le entregan la Cruz de Hierro que le tenían guardada, se entrevista con Jordi Pujol, Presidente entonces de la Generalitat de Cataluña, y es recibido ceremonialmente por el príncipe Felipe de Edimburgo, para imponerle en persona, el 3 de junio de 1984 y en el Palacio de Buckingham, la alta presea británica de Miembro de la Orden del Imperio Británico  (MBE), dorada y con lazo rojo que se le había discernido en 1944, mientras los periódicos londinenses en primera página lo traen retratado con la insignia puesta y vuelan otros reconocimientos (ergo, el Imperial War Museum londinense guarda muchos de sus recuerdos e información) e invitaciones, como lo fue su presencia en calidad de convidado especial, en el 40 aniversario del Desembarco en Normadía (Día D), al que asiste junto a 7 jefes de Estado.
A partir de ese momento trascendente llovieron las conferencias, entrevistas, como las seis que yo he contado en el diario Vanguardia de Barcelona, documentales y películas sobre el héroe, y seis libros de alto tiraje, como los de Nigel West,  Javier Juárez (su best seller de Planeta, “El espía que derrotó a Hitler”),  el de sir John Masterman y de Sefton Delmer. Después de recibir la gloria exterior y sin que nadie lo supiera volvió al hogar apacible de Choroní, a recordar sus hazañas excepcionales, sin comunicar de ello a nadie, y muere en Caracas el 19 de octubre de 1988, de 76 años, a la chita callando, cuyas cenizas reposan en el cementerio romántico aunque olvidado de Choroní, a la sombra del mar y donde le acompañan su esposa y una hija, como muchas, pero muchas gaviotas viajeras. Mantuvo dos vidas  contradichas siempre, combatió en ambos bandos en la guerra de España, se casa dos veces y tuvo tres hijos con cada mujer, trabajó para dos servicios secretos en dos países contrincantes. Fue condecorado dignamente por los dos gobiernos en pugna. He aquí, en forma muy apretada, la vida y misterios del gigante de Normandía, que fue el comienzo del fin de otro loco genial, o sea de Adolfo Hitler.

viernes, 8 de julio de 2011

LOS ÚLTIMOS DÍAS DE SIMÓN BOLÍVAR.

Amigos invisibles. Como con la figura de Bolívar y más en estos tiempos azarosos se puede comenzar utilizando cualquier capítulo de ella, ante la catapulta de acontecimientos reinantes que dejan al entendido en desconcierto, por ser oportuno vamos a referirnos a esta ocasión, que guarda algunos parecidos con lo que en la fecha bicentenaria del nacimiento patrio estamos viviendo entre sobresaltos y casualidades. Dejamos en ustedes, pues, el análisis y la comparación de los escenarios y de sus habitantes, para encontrar símiles conclusiones.
Sucede entonces que Simón Bolívar nació casi huérfano, porque el padre y la madre murieron bien pronto de tuberculosis, enfermedad mortal que crecía en sus pulmones y que a pesar de rogativas celestiales, según se dice ni bambarito pudo salvarlos. Como respuesta a ello el tremendo Simón, que hacía muy poco caso a los deudos (“el loco” siempre lo llamó su hermana María Antonia), anduvo del timbo al tambo en Caracas y hasta con compañías o amigotes de infancia callejera que sacaban de quicio a sus cerrados familiares, quienes poniendo el grito al cielo por lo irreductible del muchacho buscaron una salida con este revoltoso infante, cayendo así en manos de un maestro lleno de ideas libertinas y hasta libertarias, que transmitiera en forma ruda y socarrona a dicho mozalbete, quien por cierto en nadie creía sino en su grupo de compañeritos de barrio pero sí poniendo atención a los pensares poco comprensibles del empeñoso Simón Rodríguez. Esos fueron los primeros años de este párvulo tremendo, finalizando el siglo XVIII, y para limpiarle la cabeza de tantos deslices y manías sus parientes de aquí, de Caracas, deciden enviarlo rumbo a España, a ver para qué sirve.
En España y en Francia, dando vueltas de conocimiento anduvo por muchos lugares el señorito indiano entrometido, y hasta se enamoró locamente de una joven madrileña insípida al extremo que se encapricha con ella y no hubo mundo ni remedio de dejarla, con rabietas incluso, hasta cuando le hizo su mujer y la trajo a Venezuela. Pero como no quería terminar siendo Alcalde de San Mateo, en lo crecidito que estaba, la esposa María Teresa envuelta en plaga de mosquitos maláricos de aquel lugar pestoso pronto enfermó para morir en Caracas, en medio de lloriqueos,  arrepentimientos, invocaciones a Dios, a la Virgen Santísima, a Cristo Redentor, y con estos desusados lamentos chabacanos Don Simón se retorna a Europa para saciar sus deseos varios entre la bacanal París, y el que le quita el sueño por sus glorias, que es el Gran Napoleón, en quien se inspira de sus máximas y hechos militares, mientras lee mucho, pero desorientado, a pesar de la influencia del maestro Rodríguez que por allá encuentra cerca de los masones extremistas, desorientando aún más su trashumante humanidad.
                           De vuelta a la patria, con la invasión francesa a España y otros desmanes que lo insuflan de pasión, como los ejemplos palpables de ciertos alborotados pertenecientes a la revoltosa Sociedad Patriótica y algunos anárquicos de la talla de Coto Paúl, el cerebro del caraqueño despìerta en ansiedad que ofusca con remanentes de frustración  y odio a los curas (que hasta lo excomulgan en Bogotá), de donde empieza a maquinar de día y de noche, queriendo vencer a la propia naturaleza, como en el caso del terremoto de Caracas, mientras vive pensando ahora en la gloria sublime para sí y en la conquista del mundo, a como dé lugar. Allí concibe pasos hacia el porvenir, con la mente encendida, entre acuerdos y desacuerdos de sí mismo y con ideas de patria y de guerra mortal sin parar que los llevará por siempre en el alma inquieta y extrovertida. Empieza a sufrir reveses que transforma en triunfos, porque era experto en ello, como el caso de la pérdida de Puerto Cabello, los desastres de La Puerta y la entrega del confiado Miranda a las autoridades españolas, y busca entonces a peninsulares, a los que ahora detesta hasta con odio, para que le salven la vida, pudiendo salir así al extranjero. Se inicia con una escribidera de cartas para llenar cajones, que lo hará de por vida, porque entonces no había micrófonos ni cosa parecida, y coge rumbo a Cartagena, para cucar avisperos y desamistarse con muchos, hasta que contraviniendo órdenes por creerse superior y protegido de los dioses agarra por el río Magdalena abajo y con milicianos ávidos de botín y otra tropa escasa emprende una campaña incomprensible, como décadas después lo hace con igual suerte el iluminado Cipriano Castro,  y a lomo de mula en larga marcha al estilo de Mao el hombre de cuartel que es Bolívar llega a Trujillo, para lanzar la terrible proclama de Guerra a Muerte, o sea a todos los que no están con él, queriéndolos desaparecer del mapa, y en la carnicería que desata sobre todo con peninsulares y canarios, llega campante a Caracas cubierto de títulos, preseas, laureles, loas, vírgenes bonitas que lo entornan y otras muestras de alto oportunismo demagógico que así le rodean.
Pero la época no estaba a su favor, porque al tiempo le surgen enemigos por doquier (Mariño, el tío político Ribas, el fúrico Bermúdez, el tenebroso Arismendi, Montilla, Madariaga y muchos más) que no creen en sus rabietas ni mandonería, como todo el clan oriental y el caso específico del pariente Piar, a quien ordena fusilarlo al no conmutar esa pena, de donde conociéndole el talante  a través de serias reflexiones sus adversarios quieren dejarlo atrás. Aunque Don Simón, como el tío vivo nunca se doblega y en medio de algunos triunfos y muchos fracasos que tapa mediante la violencia, logra sobreponerse con escritos laudatorios y un  proyecto político autoritario que no cree en nadie y que lo  mantiene hasta el fin de sus días, lo que desarrolla en Angostura, con presidencias vitalicias, senados hereditarios y otras menudencias monárquicas que iban en contra de una guerra sostenida bajo principios republicanos. Desde entonces es cuando al caraqueño Simón impregnado de mayor furor se le destapa eso que los siquiatras ahora llaman paranoia, con rasgos de esquizofrenia y narcisismo histriónico, y otros cognomentos más, porque se le mete en la cabeza que va a ir conquistando hasta la Tierra del Fuego, y a Manila y a donde cualquier quisquís español del imperio permanezca, y de aquí que sin asesorarse coge la manía persecutora por fundar un país llamado Colombia, que desde su inicio con plomo bajo el ala es un fracaso y pronto se divide en tres, y con lo revoltoso de su pensamiento y un llanero general Páez que le quita la sombra  corre hacia el Sur seguido de algunos ingleses imperiales que prefiere, donde los pastusos le quiebran el alma y rodeándose siempre de enemigos sigue la derrota hacia Guayaquil donde le juega raro a San Martín y para luego meterse en los comandos del virreinal Perú, que lo detesta, porque entre otras flores disminuyéndole el territorio le independiza a Bolivia (Alto Perú) y le sustrae a Guayaquil, mientras no se entiende con Rivadavia, Dom Pedro de Brasil, el doctor Francia, la aristocracia peruana, los prelados del lugar como Luna Pizarro, Torre Tagle, Riva Agüero, Portocarrero, Berindoaga, Necochea, Guise, Santa Cruz, el dolorido Gamarra e infinidad de personas más que incluso tratan de asesinarlo y hasta por fin junto con las duras tropas colombianas de ocupación salen de aquellas tierras en volandas, para regresar a Bogotá, con triunfos como los del mariscal Sucre y cariacontecido, mientras el recibimiento es frío, ahora bajo el manejo astuto del general Santander, cuyo teatro de operaciones capitalino se convierte en un real avispero.
      A Bogotá llega con su amante doña Manuela y aquello es reprochable en tal sociedad conservadora, como que también ya existen dos grupos diferenciados de poder, o sea el bolivariano y cuantos le siguen, algunos arribistas del entorno sobre todo venezolanos, y el clan que ha formado el zorruno Santander, quien igualmente aspira el poder en toda su magnitud. El enfrentamiento de las personas y de los clanes se hace con mayor ahínco de las tramas, manteniendo cada uno sus puntos frontales, cuando aparecen a cada nada disidencias conspirativas que no pueden ser reprimidas a tiempo y más cuando la clase intelectual habitante de Bogotá detesta la idea sibilina del caraqueño (en la llamada conspiración septembrina participaron 38 personas de valía, muchos de ellos fusilados), que siempre entre unos y otros vaivenes bajo el disimulo y en espera de la oportunidad busca para sí coronarse como monarca, lo que desde luego y ante la debilidad que se siente en Bolívar, termina en una serie de tendencias abortadas contra su vida, que entonces sumaban más de quince, y con la última estuvo a punto de morir, de cuyas resultas hubo muchos, como dije, ajusticiados.
En verdad que Bolívar desde joven fue enfermizo, aunque tenaz y poco creyente de sus debilidades, pues posiblemente en el delirio que siempre le entorna, se creía el llamado por el Ser Supremo para acabar imperios y sujetar pueblos a su alrededor que le colmaran de alabanzas, algunas de corazón y otras, como ocurre, por mesiánico interés. Su salud, por tanto era escasa, con fiebres, diarreas recurrentes, mal de orina, hemorroides, cólicos, decaimientos, malestares biliosos diversos, estados de demencia como él mismo lo acusa, y otras situaciones vitales que siempre mantuvo. Pero lo que ocurre a partir de 1828 es la muerte política, aunque ya desde 1826 el Bolívar superhombre desaparece para sobrevivir a través de componendas e imaginaciones. A Bolívar le ha llegado la tristeza hasta el alma con los planes forzados viniéndose al suelo, casi como la pérdida de algo que le insuflaba el espíritu del quehacer, de estar en todas partes, porque ahora el pesimismo le entraba nublándole la mente, según lo expresa en parsimonia al perspicaz Peru de Lacroix, quien para el saber de los siglos lo escribe en su diario de Bucaramanga. De allí regresa derrotado a Bogotá, enfermo, con el dolor del asesinato obandiano del general Sucre por obra desde luego de otro enemigo artero que cunde en Colombia, y por ello desea irse para reponer fuerzas, como espera, en tierras del continente europeo, que pudo entenderlas medianamente a través de Rousseau. Y así sube en un lento sampán por el Magdalena infestado de caimanes, mientras va meditando, su palabra se ha secado, o expresa muy poco y sin sentido, casi en monosílabos, anda triste y ensimismado, al pensar en la gloria que ha perdido, que ha arado en el mar, porque nadie, o casi nadie sostiene su causa y hasta llora por dentro al entender que todo termina en un  desastre. Se siente entonces como la estatua en oro de Nabucodonosor, la que tenía los pies de barro.
La tos no lo deja tranquilo, el dolor interno es permanente, los médicos (a quienes despreciaba por charlatanes), el americano y el francés opinan de la manera más negativa mientras el héroe quijotesco se desgasta sin que nada ni nadie pueda detener el camino a la muerte. Y era tan terco pero tan terco en sus equivocados finales, que hasta comenzó a redactar una despedida local a los colombianos, de sus hijos amados para que no lo olvidaran, mientras el confesor obispo Estévez de Santa Marta lo sostiene entre oraciones e incienso protocolares. El doctor Reverend ha perdido ya la pelea y no le queda sino decir el acabóse a quienes afuera esperan el final de la gesta, en el corredor jugando a las cartas o los dados, o entre palabras sonantes deshaciendo entuertos inimaginables de su largo trasegar. En la paradoja del tiempo ha muerto en casa de un español, los dueños aborrecidos del imperio. ¡Ha muerto el Rey¡. ¡Viva el Rey¡, según reza la expresión del viejo poderío mundial inglés, al que tanto admirara. Todo se ha consumado, opinaron los teólogos bíblicos, mientras la lucha hercúlea contra la naturaleza, como siempre lo quiso, le permitiese una doble vida de contrastes, y para colmo, dejó algo prendido de señuelo a objeto de que en la ilusión postiza tiempo después alguien  arrepentido del montón lo siguiera. Après moi, le déluge, ironizó con certeza el galo Luis XIV.

sábado, 2 de julio de 2011

CARA Y REVÉS DEL 5 DE JULIO DE 1811.

Amigos invisibles. Mucha gente se pregunta en Venezuela  y fuera de ella lo que realmente ocurrió en Caracas el viernes 5 de julio de 1811, cuando se declara con firmeza la Independencia del país, lo que he plasmado en el libro “LOS 42 FIRMANTES DEL ACTA DE INDEPENDENCIA” de próxima aparición, aunque deslastrado de formas académicas y en tono sencillo voy a explicar un poco el desarrollo de aquellos sucesos muy discutidos y por fin el parto natal de nuestro país, que con sus recortes y debilidades viene a ser el mismo que  ahora nos ampara.
            El inicio de este cuento transformado en historia se lo debemos al apetito imperialista de Napoleón Bonaparte, quien con el talante nervioso que se gastaba quiso arrodillar imperios, y entre ellos a España, para adueñarse del mundo que entonces interesaba. Aunque por estas tierras colombinas, de Indias mal llamadas, de tanto en tanto ocurrían sublevaciones y desobediencias coloniales a superar con prontitud, la chispa de algo nuevo en el escenario vital apareció de pronto con los destellos lejanos de la Revolución Francesa, que mentes afiebradas captan por estas tierras y que rompen una paz sostenida por el cansancio ritual, lo que se confunde y cambia  a raíz de la ocupación de España por el ejército francés y el destronamiento tácito de los dos borbones, padre e hijo, que entran a juro en la escena guillotinesca de la política viviente. Esto desde luego que cayó muy mal entre los caraqueños y vecinos sabelotodo, que en gran mayoría eran monárquicos fervientes, de donde se mueven en defensa del trono madrileño y que bajo ardides engañosos o fraudulentos para la detentación del poder, con la bandera defensora de los derechos del conocido cornudo Carlos IV y mejor del pusilánime hijo Fernando VII, desencadenan el primer golpe de Estado frío que ocurre en Venezuela, conducido por el febril trío Cortés de Madariaga, Villarreal y Arévalo, dando al traste desde luego con el poder constituido para así entre aspavientos reemplazar al desconcertado Capitán General Vicente Emparan y demás autoridades dependientes de Madrid, mientras se establece un gobierno de facto inicialmente mantuano, con que de verdad se inicia el proceso independentista de la América española.
            Reorganizar el nuevo estado de facto, repito, no fue nada fácil, y desde luego que se pensó en elaborar una constitución fundamental, con algunos proyectos que se tienen. Pero como la decisión ya estaba tomada, fue imprescindible empezar a escoger personeros a reunir en Caracas bajo ese fin vital, con el problema presente que tres grandes provincias venezolanas no querían bajo ningún pretexto formar parte de ese grupo independiente sedicioso, para seguir, hasta después de Carabobo con el sentimiento monárquico inquebrantable, que fueron Maracaibo, Coro y Guayana, aunque a través de personeros sumidos a la causa lograron sustraerle a Maracaibo dos territorios, con que se formaron las provincias de Mérida y Trujillo, como de otro contexto se instauran las de Barinas y Barcelona, mas Caracas, Cumaná y Margarita, para así reunir a 7 provincias convocadas por la Junta Suprema, con delegados principales y suplentes, escogidos bajo ciertas maneras de presión local, y vaya a ejemplo el caso de Miranda, que se sepa nunca conoció a su representada El Pao.
            Armado pues el tinglado constitucional, como cuestión curiosa el 2 de marzo de 1811 y con el fin establecido los emplazados al evento se reúnen en Caracas, nada menos que en casa de un noble y no de un  republicano, o sea en el hogar del conde de San Javier (esquina de El Conde), aunque luego se trasladen a un lugar más cónsono y espiritual, la capilla Santa Rosa de Lima del Seminario caraqueño, también bajo la mente conservadora de una Iglesia que para nada reconoció la Independencia, sino muchos años después. El Congreso, como es de pensar se compuso de la clase emergente y ansiosa de poder denominada mantuana, y de una mayoría de terratenientes, defensores desde luego de sus propiedades, con muchas ideas disociadas y hasta espectaculares pero siempre conservadoras, como el caso del colectivo clerical asistente, que hizo siempre hincapié en la defensa de los fueros eclesiásticos, salvo uno contrario a ese redil, el clan de los militares que sostenían cierta óptica diferente de lo que se trataba, el grupo de los juristas que fueron dando cuerpo a ese documento de la Carta Magna, y otros interesados por diversos motivos, mientras en las afueras del Congreso voces enardecidas por la Sociedad Patriótica jugaban otro papel saboteador y entre ellas la del impetuoso Simón Bolívar, que estrenando su verbo político machacaba aquello conocido  de que si acaso 300 años de sujeción  a España no eran suficientes, para rematar sobre la duda cartesiana de que “vacilar es perdernos”. Otros gallos cantaron en aquella ocasión cenacular, más confundidos aún, como el caso del Dantón Coto Paúl, quien no perdía momento ni gestos para defender la santa anarquía, como forma mejor de expresarse los pueblos.
            La parte concurrente a esta convocatoria no cejó en dejar plasmada su participación, con oscuros comentarios o tesis muchas veces machaconas, pero si sea oportunidad de mencionar algunos de estos próceres independentistas, donde acudieron muy serenos conspiradores fallidos, iluminados juristas como Roscio, Rodríguez Domínguez, al que asesinan Ustáriz, el malogrado mental Antonio Nicolás Briceño (luego fusilado), Juan José de Maya, el cubano Yanes, el dominicano Ramírez, el llanero Hernández y Paúl Terreros, gentes de noble cuna como Nicolás de Castro, Tovar Ponte, el marqués del Toro y sus hermanos Fernando, militar malogrado, y Juan José, el mantuano Gabriel de Ponte, sacerdotes dotados de retórica discursiva buscando la salida al juramento de fidelidad catedralicia hecho previamente  para defender los derechos de Fernando VII, como Luís Ignacio Mendoza, Ignacio Fernández Peña, Ignacio Briceño Méndez, Ramón Ignacio Méndez, Quintana, el llanero Salvador Delgado, Cazorla, Unda,  Díaz Argote, el célebre levita Manuel Vicente de Maya, quien tuvo la osadía de votar en contra de la Independencia tal como se esperaba hacer, porque esa no fue la convocatoria para el Congreso y además, no tenía facultades en ello de sus comitentes, propietarios rurales como Peñalver, gran amigo de  Bolívar, el humilde portugueseño Pérez de Pagola, clasificado como “indigente” en ese escenario de adinerados, los médicos Manuel Palacio Fajardo (y abogado también), Álamo, el curioso “curandero” Briceño Pacheco y el canario Cabrera, militares de escuela como Lino de Clemente, el peruano Sata y Bussy y Francisco de Miranda, que ya es mucho decir, gente del interior tal el cumanés Mayz, oficiales forjados en la guerra, valga mencionar a Alcalá Sánchez, Policarpo Ortiz, y el italiano piamontés Francisco Iznardy, célebre aventurero capaz que prestó buen servicio a la patria naciente y a ese Congreso por cuyas manos como Secretario firmante pasaron todas las actas y los detalles para hacer efectiva la fundamental convocatoria.
            Como resumen de la difícil jornada nueve sacerdotes de cuarenta y dos figuras presentes se apersonaron en la ocasión, más de quince de estos próceres sufrieron prisión en diferentes oportunidades y muchos murieron en la guerra o en los trajines por defender la misma causa, y hasta quedaron inválidos de por vida. Valga recordar, además, que la Universidad jugó importante papel a  través de sus egresados, donde contáronse abogados, jueces, teólogos, canonistas, catedráticos, educadores, y médicos provenientes en sus estudios de Caracas, Mérida, Santo Domingo, Santa Fe y El Rosario de Bogotá, siendo algunos biborlados o con más títulos universitarios, y entre estos firmantes hubo doce nacidos en Caracas, con profusión también de llaneros, y siendo diez hijos de españoles.  Muchos de estos firmantes además ocuparon diversos oficios en su oportunidad, como en el periodismo, escritores de libros, políglotas, filósofos, políticos, parlamentarios, intelectuales, pedagogos, magistrados, tres rectores universitarios, humanistas, bibliófilos, eruditos, diplomáticos, naturalistas, marinos, músicos, comerciantes y armadores de barcos, tal el caso del margariteño leproso Plácido Maneyro, geógrafos y otra varia especie de actividades que desempeñaron en el curso de cada existencia vital.
            Pero lo que llama poderosamente la atención tanto como para hacer hincapié, es la cantidad de arrepentidos o contritos que aparecieran luego, es decir que esos tales firmantes no fueron patriotas de verdad y apenas lo representaron a última hora y por aprietos o conveniencia, como medio de salvar el pellejo y las propiedades, y algunos hasta pidieron perdón mediante escrito ante el Monarca por haber cometido el tal desliz, de lo que después se arrepentirían durante el desempeño de sus vidas. Así tenemos que fuera del caso ejemplar del padre Maya, monárquico de convicción, regresaron al redil español lo tres hermanos Rodríguez del Toro, Felipe Fermín Paúl, después Diputado a las Cortes en España, y desde luego que Nicolás de Castro, defeccionando de igual forma (o sea, saltando la talanquera, según se dice ahora) el llanero Francisco Hernández, y el sacerdote Quintana, con lo que suman siete  los vueltos por siempre al regazo monárquico.
            El dos de marzo de 1811 se había instalado este Congreso con temas candentes como el centralismo y la magnitud arropadora de la provincia de Caracas, para concluir sus reflexiones a las 2,30 pm. del 5 de julio, adoloridos porque con cierto plagio de contenido se pensaba hacer tal declaratoria el 4 de julio, aniversario de la independencia americana, y luego a las 3 pm. de ese día el presidente Rodríguez Domínguez declaró solemnemente la Independencia de Venezuela, para lo que no fueron convocados, repito,  con la salva de aplausos respectiva, procediéndose a pasar en limpio el correspondiente documento y a recoger firmas de los representantes. Apenas el 14 de julio, coincidente con el aniversario de la revolución francesa,
fue cuando el Acta de Independencia es publicada en Caracas, por bando y las solemnidades de rigor, como se quiso.  Ninguno de estos caballeros que, entre paréntesis, nunca hablaron de República sino de la Confederación de las Provincias Unidas de Venezuela, estuvieron al tanto de pensar todo el meollo o berenjenal en que se estaban metiendo, cuando desde las 8 de la mañana ingresaran en la casa noble del caraqueño conde Mijares, en traje de rigurosa etiqueta, por lo que debieron andar de compras en días anteriores, o sea con zapatos de corte bajo, con hebillas de oro o de plata, medias largas, pantalón corto de tapa cuadrada, prevista de dos aberturas laterales, casaca de anchas solapas, chaleco bordado en seda, camisa rizada, cuello alto y corbatín. Luego, en las sesiones discutieron mucho (por cierto el Libro de Actas se perdió con la guerra y apenas una copia válida se recupera en Valencia, en 1907) aunque con palabras comedidas, y no pensaron que el guerrero monárquico Monteverde les iba a pisar los talones, por lo que entre el terremoto ruinoso habido y el temor al empuje combatiente del canario, los asambleístas deciden cambiar el Congreso y sus sesiones a Valencia, y allí la última reunión fue el 6 de abril de 1812, ya que luego por el ímpetu militar recuperador de los afectos al Rey, para los patriotas fue la desbandada y el ¡sálvese quien pueda¡, perdiéndose así 33 títulos nobiliarios heredados. A estas alturas ya el fragoso Bolívar había querido fusilar a Miranda por traidor y buscaba ansiosamente como irse de Venezuela.
            En resumidas cuentas de esa fecha aniversaria se desprenden  muchas zancadillas improvisadas que sumieron en  consternación parcial a sus miembros, con un temario y resoluciones fuera de ocasión, con influencias de calle y de lo interior que calza entre lo desmedido y la zozobra, donde los consensos fueron buscados bajo cierta presión, en algo ideal, soñador, subrealista, en que por error todos creyeron, aunque lo palpable y para abrir los ojos estuvo a la vuelta de la esquina, mientras se iniciaba la muerte por doquier y la desesperación, apareciendo así nuevas figuras para sostener una guerra fratricida en que sucumbiera la cuarta parte de la población venezolana, con el destierro, el hambre, la miseria subsiguiente y esa agitación heredada y sorpresiva en que se ha vivido siempre, desde aquellos tiempos remotos de lo desleal y la defección y hasta, porqué no, de la ambigua ingratitud.