Amigos invisibles. Según he podido apreciar, aparecen vampiros conocidos desde el tiempo de los faraones, cuando ya existía un tratado que se conoce como “El libro de los muertos”, mas yo no sé si ya mordían a sus víctimas. Lo cierto del caso es que la presencia de esos seres enemigos de la luz se fue extendiendo con el tiempo, estableciéndose por Transilvania, en el oscuro castillo del conde Drácula, que empaló a miles de sus enemigos, y de allí con todo y leyenda se trasladaron hacia los humedales neblinosos de Inglaterra, para hacer de las suyas a la media noche exacta y en contra de mujeres bellas, a objeto de ingresarlas en sus sectas satánicas de la muerte viviente.
Pero dejemos hasta aquí el alma popular de tales fábulas para explicarle a los amantes de este blog que en Venezuela existió un personaje alemán y médico de profesión, quien durante siete décadas de una vida experimental se dedicó a tratar cadáveres y a embalsamarlos para su regocijo, de modo tal que el vecindario sin salir del terror de estos sucesos fuera de lo común y la pérdida de difuntos, vivía en un desasosiego tembloroso, confundiendo siempre la labor hipocrática del galeno con la simple especulación noticiosa pero amplificada, que en personas timoratas ponían los pelos de punta. Mas como el doctor Knoche si existió y es historia de la verdadera, vamos a introducirnos en su mundo, que va hasta el más allá para explicar algunas de esas circunstancias con que se le recuerda, y hasta ahora hay alguno que duerme con la luz prendida.
El doctor Gottfried Knoche nació durante una tormenta de nieve en Halberstadt de Alemania, en el reino de Westfalia, lugar de grandes tradiciones espirituales, el 17 de marzo de 1813, tiempo en que Simón Bolívar desatara la guerra a muerte con la guadaña enardecida y que deja como resultado a miles de desaparecidos, a veces insepultos, y después de una constante actividad que lo señala como un extraño ser por las investigaciones que realiza, fallece viejo pero cabal en la montaña del Ávila, entre Caracas y la mar, en un castillo que había construido a la usanza germana y donde tenía su laboratorio propio y hasta un cementerio con ocho criptas para enterrar cadáveres que no se descomponían, sin llegar a ser zombis, mediante un descubrimiento que hiciera y que pronto se hace famoso pero cuya fórmula siempre guardó en su excelente memoria y que se la llevó a la posteridad.
Se graduó en la adelantada Universidad de Friburgo, y como Venezuela siempre fue atractiva para los alemanes, desde cuando gobiernan al país los descarados Welsares, entre 1528 y 1542, al extremo que Hitler dentro de sus proyectos fantasiosos pensaba establecerse en la caribeña Margarita y devolver la isla de Trinidad, cuando perdiera la guerra Inglaterra, tiempo después de fallecido Simón Bolívar y en época del taita caudillo Páez, decide atravesar el mar para establecerse en Puerto Cabello y allí ser médico del apostadero naval, y luego por causas de la inestabilidad del país y las pestes que ocurren decide radicarse definitivamente en el puerto de La Guaira , que le sirve a Caracas, aunque después que arregla sus papeles universitarios resuelve la construcción de cierta vivienda en el lugar de Galipán, a unos 1.100 metros sobre el nivel del mar, de cuyo sitio luce un bello paisaje marino, o en poco camino del otro lado de la montaña se puede divisar al valle de Caracas y la ciudad capitalina de los techos rojos, donde dicen que reposaba el mejor clima de Venezuela.
El espacio en que habitara Knoche era casi un paraíso, lleno siempre de primavera, y por allí se decía que el pirata inglés Amyas Preston en 1595 había descendido hacia al puerto de Macuto para ingresar en sus galeones, pero que en este sitio galipanero escondió el botín de oro y plata hurtado a las familias de Caracas, para evitar un presunto encuentro con los españoles que le esperaban. La casa era todo un castillo al estilo de la Selva Negra germana, hecho de rocas firmes y madera tallada que le recordaron a su lejana tierra con huertos, bosques, manantiales, zona familiar y el sitio del laboratorio y la biblioteca, a donde desde el hospital San Juan de Dios, que funda con otros médicos para combatir el cólera, en horas nocturnas le eran traídos de contrabando los cadáveres sin deudos reclamantes, para ejercitar sobre ellos con el bisturí desgarrante y como reputado cirujano, avanzados estudios de la rara investigación que realizara.
Durante su estancia en Puerto Cabello parece ser que se inmiscuyó en problemas de seguridad y dominio colonial con que luchaban a diferentes niveles tanto la Inglaterra victoriana como la Alemania principesca y del kaiser, que es uno de los motivos por los cuales se radica en La Guaira , para salvar el pellejo. Pero como andaba un tanto solitario en aquel mundo guaireño, a pesar de la numerosa colonia comercial germana que allí florece y de tener como amante a la bella Priscila, mulata hija de un barón Krassus alemán, dueño del tren y el cacao de Barlovento, decidió volver a Berlín para dialogar con el sabio mariposo Alejandro de Humboldt, y en su tierra natal cautiva a dos hermanas, Josefina y Amalia Weissmann, que le servirán toda la vida, al lado de la incomprendida y bella Henrrieta, la esposa, que años después regresa hasta al hogar materno europeo con sus tres hijos, y donde morirá completamente loca.
Junto a los enseres médicos necesarios el doctor Knoche como buen lector de aventuras trae consigo una biblioteca variada con diferentes temas, sobre todo esotéricos, de ciencia oculta, astronomía, un nostradamus premonitorio, de espiritismo que practica, y le atrae de manera sobrenatural las figuras del aliado de Mefistófeles doctor Fausto, del conde Orlok, del noctámbulo y terrible Nosferatu, cornudo, chupado, de largas orejas y extremidades, príncipe de las tinieblas de los campos germánicos, del mismo Drácula que resucita en su mundo de tiempo en tiempo, y del tenebroso Frankestein, de quien mucho piensa, personaje al que la inteligencia de Mary Shelley con grandes descargas eléctricas le da vida y popularidad. Pero lo que más llama la atención de él fue la fama que le entorna cuando después de años de tratamiento y de un monólogo interminable contenido en la novela que guardo inédita, embalsama al político díscolo y liberal Tomás Lander, hombre de muchos desencuentros mentales, y bien pronto lo hace igualmente con el “macho man” general Linares Alcántara, presidente de los Estados Unidos de Venezuela, de quien descubre fue envenenado y que hasta su cadáver rodó por los suelos antes de ingresar al Panteón Nacional de los Héroes del guzmancismo, doctrina inútil que era una rémora de la política venezolana.
Hombre que llegó a convivir con tres mujeres, la aureola creada al doctor Knoche sobre su personalidad fue de científico pero de temor y hasta de terror también, porque inyectaba líquidos con pócimas herbolarias y hasta saliva anticoagulante de murciélagos en el cuello de los fallecidos, que así impedían su descomposición y pasaban a la inmortalidad, para enterrarlos en fosas que aún persisten en el cementerio de aquella mansión, resguardada por el soldado José Pérez, por un ladrón de poca monta de La Guaira y por un perro feroz, como el de Caronte. Cuando muere en su mesa de trabajo hacia la media noche inaugurando el siglo XX, entre el primero y el dos de enero, siguieron los sustos con esas precisiones de fechas y porque bandadas de buitres de pico blanco y algunos pájaros nocturnos que llaman vampiros enanos, rodearon su cadáver caliente, por largo rato en los 87 años de su edad terrenal.
Con el tiempo y los viajes escondidos de ciertos ladrones de cuello blanco desmantelaron el lugar, aunque aún restan muchos recuerdos de la bella estructura del castillo, que ahora es visitado por suficientes turistas interesados en tan extraño personaje que viviera con el alma eterna, en el día y la noche sideral. Alguna vez, más temprano que tarde, se publicará la novela que con paciencia informativa pero literaria he compuesto para el deleite de jóvenes y adultos, que quizás con ello se retraten, aunque los vampiros no pueden retratarse. ¿Qué tal?.
PS. Pronto voy salir de Caracas por pocos días, pero no se afanen porque regreso para continuar en la brega.