martes, 29 de enero de 2013

EL COMPLICADO CASO DE LAS RELIGIONES.



                      Amigos invisibles. Como me estoy insertando en problemas más complejos a los del año anterior, hoy voy a tratar sobre algo que siempre me ha llamado la atención y de lo cual se han escrito montañas de tesis y antítesis sobre el tema,  creyendo que tal debate formativo puede arrancar desde la misma Babilonia, y más atrás a partir de los pueblos llamados bárbaros que se manejaban a través de un lenguaje nada escrito y muy gestual. Pero como a uno se le calienta la oreja de tanto oír o de leer, o de escuchar sobre el repertorio de temas referidos a este problema que evoluciona con los siglos para transformase en debate, voy a penetrar en las honduras casi inaccesibles de la sabiduría infusa no porque yo sea algún conocedor a fondo de la materia, en la cual me integro como cualquiera, un neófito, salvo algunos especialistas que así se consideren, sino dado que siempre este conocimiento filosófico-teológico de la humanidad ha puesto quehacer al extremo que sin equivocarme las guerras más sangrientas y exterminios llevados a cabo por los seres humanos, han derivado en algo de asuntos referidos a cualquiera de las tantas religiones y sectas que existieron, y que aún subsisten, a pesar de los embates del tiempo que con la andanada de sus saberes e interpretaciones aclara un nuevo panorama donde por fuerza de la realidad demostrable, las religiones han retrocedido a pesar del empuje de muchos por sostenerlas como filón ideológico y hasta material, pero que su asidero en la conciencia humana ya no es indeleble y sobre todo desde cuando el siglo XX irrumpió con grandes conocimientos de toda índole, entre ellos los científicos, que pusieron en jaque los fundamentos básicos y las estructuras dialécticas de muchas creencias espirituales mediante lo cual se dio al traste con tantos exponentes de tales ideas echadas al voleo en un mundo plural.
                        Sin embargo y a fin de no introducirme  en complicaciones previas debo decir para sentar el precedente, que por tradición y en eso que denominamos familia de un principio y sin entrar en réplicas, por algo que se llama fe soy cristiano, apostólico y romano, como fueron mis padres, y los abuelos y los bisabuelos, pensando así de los demás en el retroceso genético, y ello lo tomo como un detalle más de la formación adquirida desde la infancia, porque la religión en nuestros hogares fue como una segunda madre instructiva, y yo no voy a pelear en cierto boxeo de sombras contra este sustento que ha mantenido una posición gemela de la vida, dejando para otros religiosos y seglares que se extiendan o desestimen en esos vastos estudios y razones del más allá, donde todos tienen las de ganar y menos de perder. Salvo los espíritus malignos.  De aquí que como un diletante de lo que razono a medias en este sentido debo afirmar primero y sin saber cuál es su posición al respecto, que admiro el esfuerzo cultural mantenido dentro de esa sapiencia que como un amparo general envolvió buena parte de la cultura de los pueblos en desarrollo, desde los más primitivos e infieles, hasta los que ahora pretenden enhebrar un nuevo camino religioso mezclando algunos de estos saberes ancestrales con otros de novedoso cuño para crear un híbrido con todas sus consecuencias, por donde andan los avanzados ensayos religiosos como la llamada cienciología, o los mormones, a los agnósticos, rosacruces y otros grupos nacidos en los últimos tiempos. Pero bueno y oportuno es recordar que en cuanto a esta materia tratada, existen dos grandes corrientes que se van por el camino espiritual de la humanidad, o sea la religión en sí, decantada y siguiendo un orden preestablecido dentro de su ejercicio secular, tal el caso de la católica romana y de sus hijas que nacieron de la misma energía, que son muchas, vale decir, ortodoxas y heterodoxas, cuya mayor representación viene a caer en el grupo protestante, que se ha expandido en numerosas iglesias de fieles que habitan en cinco continentes con sus reglas y costumbres bien cimentadas. Pero existe otro grupo y hasta peligroso, para llamarlo de algún modo, que es el referido a eso que se tilda como sectas, que han existido por siempre, desde las más primitivas que incluyen en sus normas crueles castigos y hasta la muerte por diversas causas con ritos salvajes, o ese florilegio de seudo iglesias fabricadas por mentes traficantes de almas y de dinero, no solo las que no se reconocen oficialmente sino que viven al amparo del engaño, lo confuso y la mala información, sino otras que con la publicidad dirigida han penetrado seriamente y se transformaron en imperios de negocios lucrativos, como el caso de la manejada por el extinto doctor Moon, coreano de éxito que incluso casi domina un pequeño país latinoamericano.
            Pero a lo que más aspiro referir en este palabreo sostenido viene a ser  el aún no deslindamiento definitivo de ambos poderes, el espiritual y el estatal u oficial contrapuesto, que todavía a estas alturas del calendario existente por no solucionar ese problema de carácter mundial comporta un sufrimiento doloroso a los pueblos que padecen ese peso inusual de los poderes por no estar precisamente separados, y porque como viviendo aún en la Edad Media de los prejuicios dentro de la edad científica que nos rodea, tal desajuste humano mantiene un grado de conmoción permanente en el interior de las sociedades que viven este flagelo (sharia, yihad, etc), como bien se demuestra con las guerras endémicas sostenidas por muchos pueblos bajo sustratos de antecedentes religiosos y como el caso presente que conmueve la opinión mundial en referencia con los países islámicos, que elevados y mantenidos bajo creencias esclavistas muy severas que datan nada menos que del tiempo existencial del profeta Mahoma, han sido objeto de ríos de sangre permanente y lo serán por mucho tiempo si no se pone coto a esta desgracia a nivel de una comprensión o entendimiento en beneficio de los pueblos sacrificados por las consignas místicas, como lo podemos ver palpando en esa suerte de epidemia con trasfondo religioso y cultural desde luego que se debate entre bombas, el genocidio estéril y tanto fuego cruzado en muchos países cuya fe religiosa es el Islam. No quiero con ello decir que por esta vía voy a entrometerme en sus asuntos teologales, que muy graves los están viviendo al calor de las ideas contrarias a la vida actual y a lo que se aspira, sino porque el salvajismo ha vuelto a aparecer, con grupos como Alquaida y su jefe extinto Bin Laden, sino en pueblos con grupos afines pero no gemelos en cuanto al pensamiento en esta materia, como el caso de Siria, y el problema que sufren Nigeria, Mali y Egipto con las parcialidades cristianas que son fuertemente abatidas mediante grupos contrarios a sus religiones. Esto, apreciados lectores, con el raciocinio expedito del siglo XXI se debe acabar, porque con el manejo de los medios publicitarios y la uniformidad de las costumbres todos los del planeta tierra, incluso los menos desarrollados, debemos pensar en ir limando tantas asperezas extremas, poniendo en ello mucho empeño sus dirigentes religiosos, porque a esto me refiero, para que exista una paz verdadera en nuestro mundo actual, por encima de sectarismos, abusos de poder y sentimientos hegemónicos  de los grupos y las creencias a que estoy dirigiendo mi palabra. No puede ser por absurdo desde todo punto de vista racional que mientras el ser humano conquista la luna o marte o las estrellas, con la alta tecnología que desarrolla y mirando las cosas con visión de futuro, por el contrario existan mentes ciegas y no ruborizadas que ordenen la muerte de pueblos enteros, hasta por placer vengativo, o que sacerdotes de esas creencias alejadas del siglo pensador en que vivimos que aún luchan con métodos inquisitoriales, valga el caso de colgar seres humanos por delitos que hoy no pueden ser reconocidos como tal, o el ejemplo muy específico del reino Saudita, en Arabia feliz (¿?), que por la circunstancia de tener en el ámbito de su geografía lugares sagrados de la creencia mahometana, se dan el lujo de someter al martirio feroz a la población, y en el caso específico de las mujeres que en siglo XXI por minusvalía enfermiza se les prohíbe manejar algún vehículo motor si un  familiar hombre no las acompaña, o si por causa de la comprensión en eso común de la humanidad que se llama amor, y el culto mundo árabe tiene bellas narraciones en ese sentido erótico, cualquier desaguisado ocurre, por sí o de causa extraña, la mujer es condenada a la lapidación hasta la muerte, o si una miembro de la familia real se casa con alguien que no es de su clase, al hombre se le decapita en la plaza pública, tal cual vio un amigo diplomático acontecer en una plaza colmada de público en Ryad, o a un ladrón se le corta una mano y si reincide se le corta la otra, o se entierra viva a la mujer adúltera o casada como en el caso de los drusos, y tantas barbaridades sadomasoquistas se pueden traer aquí a colación que son aceptadas y hasta protegidas por absurdas y retrógradas leyes del siglo VII de nuestra era, tan alejadas de la realidad para vivir en otro mundo cavernario, protegidas y aupadas por sacerdotes doctos y hasta universitarios que no entienden suavizar tales barbaridades en este siglo de vida cómoda y satisfactoria en que vive la civilización y sus habitantes, como el caso trágico del poeta hindú Salman Rushdie, que como pensador libre osó tocar un tema referido a la presencia física del venerado profeta Mahoma y por ello fue cruelmente condenado a muerte y hasta en el ensañamiento procaz ofreciendo recompensa atractiva a quien cometiera ese vil  asesinato, como obra dispuesta por altos jerarcas de la iglesia mahometana, que no quisieran tales castigos para los de su intimidad.
            Pues bien, sobre dicha misma armadura ideológica y sin que se toque temas de profundidad, otra antigualla inútil y desconcertante por esa estimada religión monoteológica es en referencia con la prohibición absoluta de interpretar al patriarca Mahoma, según pueda bien concebirlo cualquier creyente en su santidad bienhechora, exhibiendo una pintura idealizada de su creación, como lo hacen las demás grandes religiones del orbe, sea dicho la representación simbólica de Buda, Cristo, Confucio y cuantas puedan aparecer, porque al contrario de dañar, ayudan a los fieles creyentes en cuanto a la firmeza del culto mismo de esa grandes figuras de la humanidad.  Eso reitero, debe suavizarse y cambiar, para el bien de todos, el conocimiento de sus figuras y la paz de las iglesias, que en cierta forma es la paz de la humanidad, y para lo cual los grandes centros docentes como El Cairo, Damasco, Marraquech y tantos otros existentes deben entender que los fieles creyentes viven en el siglo XXI y hacia adelante, y no estancados por caducas interpretaciones fuera de sentido y espacio, en el tiempo en que el gran profeta Mahoma impulsó con fuerza y fe esa religión tan expandida en el mundo pero con fuertes retrasos emotivos por causa de intérpretes obtusos.
            No vamos a sacar ejemplos de cultos caníbales que aún pudieran existir en Borneo, Papúa o Sumatra, ni el exceso de los tamiles de la India, tantos inmolados del Tibet, de los talibanes en Afganistán, entre otros, pero si quiero dejar sentado que la religión ha ejercido y ejercerá cierto freno en la conducción de los pueblos, como el caso judío  y sus reglas estrictas de conducta, por lo que de una u otra forma han sabido enrumbar a sus creyentes dentro del vasto mundo en que ahora se mueven las iglesias y creencias del orbe, cuando  muchas de esas conductas escritas tantos siglos atrás chocan de una manera irremediable contra las realidades presentes que mueven a los pueblos mediante razonamientos probados ante toda consideración y estudio, porque si a ver vamos, en lo poco que conocemos de la religión católica cristiana, desde que la perrita Layka le dio vuelta a la tierra buena parte de aquellos principios morales religiosos y de conducta fueron sacrificados en aras de la verdad científica, porque de otra manera  no pudo ser, quedándose para los fieles creyentes y apenas en supuestos de fe aquellos antecesores llamados por la Biblia Adán y Eva, y de allí en adelante todo lo que ocurrió especial por miles de años, como acaece con las demás religiones serias, digo yo,  porque si a ver vamos dentro de la probanza científica, por ejemplo, el Diablo o como se le llama, el espíritu del mal, el rey de las tinieblas y otros nombres asignados, desapareció por siempre cuando el inventor de la luz artificial, Thomas Alva Edison, acaba con tales tinieblas y Mandinga o Lucifer  o Belcebú se esfuman por la vida eterna, o como cuando en probetas de laboratorio se puede concebir un ser humano, o clonar un animal, la oveja Dolly, o volver a crear otros seres homínidos ya desaparecidos, como es el caso de los neardenthales, que pronto volverán a ser realidad. ¿I qué dice sobre esto las tantas religiones existentes?. Ahora tendrán que pensarlo muy bien porque de otra forma el tsunami que arrasa es indetenible. Y es por ello que esto repito, para bien de la humanidad. Sea mediante la sabiduría de organizaciones internacionales como la ONU o cuantas científicas se dediquen a los  temarios expuestos, a fin de que se reúnan para tratar esta materia candente, bajando cada uno la guardia de sus pretensiones, porque aunque sabemos que el hombre y la guerra son dos asuntos consustanciales, debemos pensar tantas desgracias habidas para evitar colapsos posteriores que arruinarían el planeta en que se habita. Aquello de que quien desee la paz debe armarse para la guerra  como se pensaba a lo antiguo, es cosa de pan comido, porque el ser humano debe en todo caso buscar la conciliación y nunca más los trastornos sociales que aquí a grandes rasgos he señalado, en lo que repito las diferentes religiones y sus altos dirigentes tienen la última palabra, para que el género humano pueda convivir sin el temor del apocalipsis, que de una u otra forma y sin escape alguno podría ocurrir.           

martes, 22 de enero de 2013

FRAY MAURO DE TOVAR, UN PECADOR NO ARREPENTIDO.


Amigos invisibles. Cuando relato escenas escalofriantes de la Iglesia en Venezuela no lo hago con alguna intención sesgada, sino simplemente para recordar escenarios que se vivieron en determinadas etapas históricas y que dejaron como recuerdo un fardo contentivo de muchas situaciones especiales que poco se conocen, como es el caso referido del obispo fray Mauro Diego de Tovar, un  hombre con unción de obispo que vino desde España a estas tierras lejanas para ser todo menos sacerdote, porque en múltiples problemas se interpuso, o mejor produjo, dentro de un carácter violento donde a la antigua se creyó dueño y señor de todo, como un caballero medieval impuesto por la espada, porque las pendencias en que viviera inmerso durante esa larga residencia de 14 años que tuvo en la diócesis caraqueña, dejó mucho que desear, salvo los herederos familiares, que sí vinieron en son de paz y de construir familias con los naturales de estas regiones en buena parte salvajes. Que no lo diga yo. De donde reitero que fue un hombre rollizo, corpulento, lleno de pasiones, chapado a la antigua inquisitorial, temible, resuelto, tenaz y  con mucho poder,  pero no un sacerdote manso y bueno, sino todo lo contrario, dejando una estela de desgobierno fanático, entre otras curiosidades, que lo recuerdan imprudente, exacerbado, amotinador, pues a pesar de la misa que practica aplicaba el odio por principio personal, la desunión y hasta el terror, de donde ustedes se podrán dar cuenta de esta clase de ser humano que comento, a pesar de la cristiana investidura que tenía. Cosas veredes. Ah, y por si acaso toda esta suerte de hechos cuanto errores fanáticos que aquí narro con frialdad, ya algunos versados sobre el tema han hecho uso de tales ejemplos escalofriantes,  por lo que criticar con base cierta y reiterada tiene mejor justificación.


         Para ir enderezando la proa de este juicio sereno a que nos referimos como ejemplo de ese ser radical, diremos que tal personaje de nuestra etapa colonial era español, nacido en la octava década del siglo XVI, o sea en 1582, en Villacastín, villa y terreno segovianos superpuestos en serranías y pinos de paisaje, y cuyos padres fueron don Antonio de Tovar y doña Ana Valle Maldonado, sin conocer otros detalles de dicha familia lugareña y que por cuestiones del tiempo donde abundara la vida monástica como debido a razones críticas o confesionales el joven Mauro con alguna vocación y según era costumbre, en época de la mayor pubertad debió ingresar en 1600 para emprender un largo camino monástico al muy importante convento benedictino o sea de la orden de San Benito El Real, comparable a Cluny y Montecasino, situado en el castizo Valladolid, y donde ordenado dentro del escalafón necesario por sus virtudes iniciales ha hecho carrera vistiendo hábitos correspondientes hasta llegar a ser Prior y Abad en dicho cenobio, y así,  con la calidad demostrada por la vacancia habida en el obispado de Caracas o Venezuela, en 3 de octubre 1639 el papa Urbano  VIII  con anuencia del rey Felipe IV y el poder del  conde-duque de Olivares, desde Roma lo escoge para ser obispo de tal extensa diócesis indiana, sucediendo de este modo al canario Agurto de la Mata, quien lleno de miedo por la “infestación” de piratas recien había trasladado la sede catedralicia y episcopal de Coro a la ciudad de Caracas. Pero como las cosas cambian, según lo afirma Copérnico y hasta Galileo, el tranquilo fraile Mauro al tomar posesión de su feudo eclesial, en diciembre de 1640, una vez que oye campanas sin saber de dónde y disgustado con el poco quehacer espiritual de la grey, entre las comidillas de los correveidiles que persisten decide entrar de lleno al ejercicio de su gobernación espiritual, que aspira serlo eclesial y civil, de donde con prontitud vemos expresado el perfil sicológico cuanto guerrero de quien ya ostenta el poder que acapara y que sintetiza el académico Castillo Lara, por cierto sobrino de un arzobispo caraqueño y otro cercano cardenal, donde entre algunas perlas añadidas dirá que el segoviano era de talento y ágil, pero también apasionado en extremo, dominante, tiránico, orgulloso, despiadado y hasta arbitrario, por lo que mejor perfil no se podía demostrar sobre tal personaje.


Pues bien, una vez que agarra el báculo episcopal De Tovar declara la guerra a casi todo el mundo, o a los que no estaban con él, para sujetarlos a sus creencias radicales y retardatarias en materia espiritual y humana, de donde desencadena una feroz batalla contra la congregación mercedaria ubicada en Caracas, al extremo de destruir personalmente sus pertenencias materiales (oratorio, hospedería, la propia iglesia, pronunciando palabras “ignominiosas”), y llega incluso a excomulgar en tres ocasiones al fraile Juan de Espinosa, que los dirigía, porque según él en la confrontación de los poderes “habían menospreciado su autoridad”, mientras ordena  en una segunda vez a dar también fuego a las pertenencias que se habían salvado sacando a los frailes a empellones de su hogar y hasta maniatados. Y en cuanto a eso se refiere, la coge también con el dominicano y gobernador de Venezuela, Ruy Fernández de Fuenmayor,  a quien  “no le tiene por más cristiano que a su caballo”, y en una guerra “de preeminencias” quita las sillas  reservadas dentro del templo al Ayuntamiento, y en el motín que sustenta veja de manera constante expresando que el dominicano gobernador era miedoso, para doblegarlo ante su propia férrea autoridad, lo que no consigue desde luego, mientras sigue encendiendo los ánimos en contra y a través de nuevas excomuniones y amenazas, en los conflictos que cada año a partir de diciembre de 1640 atiza, sin ninguna misericordia. Así desde 1641 enfrenta a su Cabildo eclesiástico contra el Municipal, en una guerra sin sentido, y en el 42 se niega a enviar capellanes en los barcos de Don Ruy, que deseaba desalojar a los holandeses de Curazao, y hasta tiene los riñones de promover una deserción de tropas reales acantonadas en el puerto de La Guaira, escondiéndolas en la propia sede episcopal, que así se convierte en refugio de desertores y enemigos, mientras que con algunos y a fin de ampararlos en la fuga los ordena sacramentalmente, para eximirlos en la obligación de ir al combate. De igual forma en nada colabora haciéndose el loco para detener la amenaza de una flota inglesa al mando de William Yackson que en diciembre del 42 se presenta frente a La Guaira con fines non sanctos. Así la sociedad se divide en dos bandos, o sea los que están con él, y los que le adversan sus modos atrabiliarios, por lo que para mejor manejo de la situación tiene a un sacerdote de compinche en estos menesteres divisorios, o sea a Marcos Arista de Sobremonte, capitán de su banda, violento,  pendenciero, estrafalario y poco escrupuloso, que vive en gran escándalo y vida poco recomendable,  al servicio permanente del obispo y para esos asuntos privados, quien con desparpajo llega a expresar que no es pecado vengarse del enemigo y al que por vueltas que da la vida luego se le  designa obispo de Puerto Rico, silla que no llegó a ocupar.


         A poco De Tovar no se queda quieto y en 1643 promueve otro gran escándalo citadino, por anulación de matrimonio entre dos fieles conocidos, de donde con pelos y señales aparece en el expediente malos tratos a la dama y amancebamiento con su hermana por parte del esposo, disponiendo así la prisión  de los hermanos Ponte, la amenaza de excomunión a quienes los protejan, y también para remate de tal locatera excomulga y con vejación pública, como era su costumbre, a la madre de la encausada calificándola de encubridora (es presa, cargada de grillos pesados, se le azota públicamente, y en acto de venganza frailuna se la pasea desnuda con una corona de capirote  por las calles capitalinas para el escarnio debido, por lo de la fuga de esta pareja enjuiciada, como por no haber bautizado algunos hijos, y a otros interesados también castiga por no presentar testigos en este juicio familiar. Para colmo de esa actitud episcopal De Tovar excomulga a Don Ruy, a su teniente general y a los alcaldes ordinarios de Caracas, por no haber sido diligentes en cuanto al juicio que este sacerdote atrabiliario sostuvo de manera infame contra la familia Ponte (los tiene bajo cepo e incomunicados, aplicando tormento y por más de dos años presa retiene  a la encausada, rematándole sus bienes), negándose luego el obispo a entregar recaudos que lo inculpan en tan tremendo escándalo, por lo que a su vez, cazador cazado, la autoridad eclesiástica dominicana con bastante razón lo excomulga, en este tan siniestro juicio eclesial. Y como pronto ya Madrid se cansa de tantos desafueros promovidos, envía de nuevo Gobernador a Marcos Gedler y Calatayud, quien vista esta escena de comparsa titiritera llega a Venezuela por Maracaibo y allí se queda un tiempo, mientras el irascible De Tovar, nominado obispo de Chiapas, en Centroamérica, hoy en territorio mexicano, se trasladaba a ese bello rincón montañero, que hace un tiempo visité siguiéndole los pasos al terrible hombre, pudiendo determinar que siempre habitó por más de una década en San Cristóbal de Las Casas, en cuya iglesia de Santo Domingo descansa quien nunca dejó descansar a nadie, ni de viejo (de mal genio, “el iracundo con todos se peleó”), en aquel paisaje mexicano porque su enfrentamiento de llevar la contraria contra todo siguió igual. Murió con más pena que gloria ajustando 84 años de lucha severa en sus tercas creencias, o sea el 3 de noviembre de 1.666, en el rincón bucólico de su episcopalía. Todavía en 1648 la familia Navarro, de Caracas, ante el Consejo de Indias de Sevilla presentó un memorial de agravios contra este escandaloso levita, contentivo de 38 piezas de documentos, donde demostraban los desaciertos y arbitrariedades cometidos por el mismo que viste y calza, de quien con al excusa necesaria voy narrando tantos hechos ilícitos y hasta penales. Pero como tenía familia que dejara en Caracas, luego ennoblecida por el Rey español, tardó varios años en viajar a su destino. De esa su permanencia en México escribí oportunamente un trabajo periodístico, que fue publicado en el diario El Universal, de Caracas.


         Ahora voy a traer a colación otros datos más que poseo porque la fiesta no termina aquí, ya que hay mucha tela que cortar, como lo anoto en mi libro “Historia Oculta de Venezuela”. En efecto, De Tovar con el grupo aludido la emprende contra damas de Caracas y por nimiedades en el vestir les dicta castigos inquisitoriales, y hasta a la señora Díaz el obispo ordena azotarla en el propio templo, lo que fue cumplido con rigor. Por esas mismas causas viene un Juez metropolitano desde Puerto Rico, para aclarar este nuevo problema. Entonces De Sobremonte y su cuñado Buenaventura de Cabrera intentan asesinar al gobernador Ruy Fernández, pero el que sale herido de muerte con dos cuchilladas  es el Juez visitante, e incluso de las resultas el prelado excomulga a partidarios del gobernador. Los pleitos continúan y De Tovar acaso en la venganza a una dama familiar del gobernador Fernández la hizo echar del templo a través de un “perrero “ que cuidada tres feroces mastines” de Su Señoría, en medio de una guerra sorda de asaltos y palizas nocturnas. Como bien lo tildó el historiador Ramón Díaz Sánchez  De Tovar era un sicópata, “que no escatimaba ningún dicterio para sacar de quicio o avergonzar despiadadamente  a los que eran objeto de su enojo”.   Y continúa con la “guerra de potestades” contra el gobernador Fernández, tildándolo que realizaba cohechos, que se casó por interés y que también hacía jurar en falso. Y en ese mismo tono discordante pronto la cogió contra el escribano Diego Rodríguez Espejo, a quien veja sin compasión, y donde en su furia irracional lo tilda de infiel, venal, prevaricador, y aun con más cólera le llama socarrón, bellaco, puerco, “y estuvo a punto de golpearlo”, esta vez porque dicho funcionario contradijo los deseos del obispo respecto al convento de La Merced, ofreciendo a su vez darle de garrotazos. También se introdujo en problemas raciales existentes en la gobernación, donde  “por  cada persona (blanca) había 40 negros”. Y para llevar a cabo los pretendidos fines Su Excelencia se gastaba un “ejército particular” y amedrentador, que estaba armado entonces de espadas, arcabuces y “hasta cañones pedreros”.


         Otro aspecto de esa vida rencorosa del obispo en cuestión es el pleito que forma con las Monjas Concepciones de Caracas, en 1643, en que la abadesa de tal reclusorio conventual, sor Isabel de Atienza y Carvajal, debe salir intempestivamente de Venezuela para salvar la vida, pues como acusa esta hermana superiora “me persiguió…. y ultrajada de dicho obispo… y temerosa de sus rigores y procederes me vine (a Santo Domingo)… sin avío…..  que de no habérmelas dado el dicho (gobernador) Fernández de Fuenmayor y bajel a su costa (yo) pereciera…”. Este encono episódico del obispo debió ser porque en dicho convento vivían tres religiosas fundadoras, Inés, María y Elvira de Ponte, de la familia antes señalada, quienes vieron pasar a su madre desnuda de la cintura arriba y montada sobre un asno, con capirote encima y azotada por dos esclavos, como antes expuse, mientras sus hijas reclusas lloraban desconsoladamente.  Pero ya que no se podía quedar tranquilo en el rencor  que sostenía pronto el obispo encauza sus ataques contra el  licenciado Juan de Salinas, Tesorero del Cabildo Eclesiástico, porque no se plegó a su pandilla, y al considerarlo disidente lo despoja del cargo sin poder siquiera ingresar a la catedral, y aunque las autoridades superiores decidieron a su favor una vez recurrido a ellas este licenciado sobre sus rentas caídas y beneficios, el infortunado tesorero nunca pudo percibir nada, haciendo fray Mauro caso omiso de las tres reales cédulas que así lo expresaran, por lo que Salinas murió arrinconado en la pobreza, el odio y la intemperancia de tan violento enemigo. Como anotamos De Tovar siguió por otro tiempo largo residiendo en Caracas y haciéndole la vida imposible al gobernador Gedler y Calatayud, a quien supongo sacara de sus casillas, aunque supongo la decencia lo retendría. Y cuando al fin se va de Venezuela, “ni el polvo mismo quiso llevarse en sus zapatos”, como se reseñó oportunamente, para hacerles la vida imposible a los chiaperos de aquel tiempo molesto, durante once años más, pues murió en San Cristóbal de Las Casas de un ataque cardiaco, no arrepentido de sus tantos errores, el 5 de noviembre de 1666, y para regocijo de algunos. No quiero opinar  en otras consideraciones. Ahora póngase usted de juez colegiado y sentencie sobre el personaje, en cuyo veredicto creo esté acorde conmigo.