lunes, 29 de julio de 2013

EL LIBRO “MI LUCHA” DE ADOLFO HITLER.



            Amigos invisibles. Hoy y con el respeto que se merece la ciencia histórica voy a tratar un tema tildado de tabú en el aspecto mundial porque con el autor de ese texto, o con el contenido político del mismo, se ha jugado de una manera continua, y más desde su muerte suicida y derrota de los ejércitos alemanes y nazistas que por desenlaces consiguientes, fundándonos en aquello de que con el árbol caído se hace leña, todo queda dicho. I en verdad que no es así ya que la mentira tiene patas cortas, los puntos de vista gozan de distintas lecturas y el resultado de toda la trama que sucedió después de la guerra francoprusiana alberga antecedentes que se remontan al propio Napoleón Bonaparte y el desencadenar violento del siglo XIX. De aquí que con el triunfo de Sedan y el ascenso de Prusia en los campos de batalla la geografía de Europa cambia hacia otra perspectiva. A partir de 1870, pues, se reagrupan nuevas fuerzas políticas con miras a un futuro poder que al pasar de las décadas son abastecidas en sus intenciones de revancha por el imperio más grande de Occidente, o sea por Inglaterra.
            Para este tiempo de marras el mundo se mueve desde Londres, el de Walter Raleigh, con un ejército que abarca los siete mares, sin contemplación, donde el capital priva sobre todo y cuyos tentáculos de manera sutil basculan sin discusión desde el río Támesis hasta la China o India del Extremo Oriente, para expresar lo menos. Pero con la aparición de un libro inesperado que es “El Capital”, del germano barbudo Carlos Marx (escrito para “los cabecillas intelectuales del mecanismo judío” según Hitler  (pág.174 de “Mi Lucha”), que viene a ser como una respuesta a la sociedad industrial en fuerte desarrollo, el tablero de ajedrez toma un giro casual porque eso que llaman “masas obreras” o proletariado, informe de por sí, comienza a encontrar un sentido propio que a través de las eternas disputas europeas busca reivindicaciones que de ser propias se transfieren  a otras partes de la sociedad en marcha, lo que motiva a pensar que el mapa del continente europeo y de sus habitantes, puede ser cambiado. A ello se agrega dentro de la información que ya se esparce, los problemas pendientes del vencedor o el derrotado y el aparecer de otros apetitos  que se demuestran en Rusia, Francia e Inglaterra, mientras que Alemania y su frágil imperio entran en el estancamiento y con signos de pobreza. Como detonante oportuno de estos variados hechos conmovedores sucede la Primera Guerra Mundial, con las trágicas consecuencias en que mueren millones de personas, preguntándose muchos el motivo, y entre los largos meses de esta lucha insensata en que como final de cuentas pierde Alemania para entrar en quiebra de sus instituciones y el orgullo germano venido desde lo profundo del mito, todo el pueblo y quienes lo acompañan quedan con el sinsabor de la derrota y desde luego que con la mueca de lo inexpresivo. Es en este momento crucial cuando aparece un simple soldado en vías de transformarse en personaje, quien ascendido a cabo de la contienda y como persona extraña del común en busca de superación, entre los escombros del triste pensar y la derrota con arrestos de líder en Munich se une a un grupo de inconformes, y moviendo sus tenazas y el verbo encendido que por naturaleza tiene este austriaco de nacimiento, toma las riendas del partido formado, utiliza la vieja simbología alemana que hasta Wagner ensalza y con ese don carismático inicial desde una cervecería histórica abre el compás de espera mediante un gran partido nacional socialista hecho a porrazos con el putsch de Munich, que es el principio cojitranco o inicio de una plan forjado con el fin de tomar el poder, esta vez a través del ya anciano mariscal Hindemburg.
            En todo ese tiempo de proyectos para llevar a cabo que obnubilan al instruido pueblo alemán hasta conducirlo a otra derrota, el grupo que rodea a Hitler de tiempo atrás toma conciencia de su camino trazando planes ideológicos, que bajo la dirección del austriaco hiperquinético pueden ser transcritos para manejar al público ferviente, o en su defecto al que ya tiene terror, mientras algunos compañeros de la cúpula permanecen detenidos en Munich, tiempo en que por boca del propio Hitler y bajo la pluma estilizada del sumiso lugarteniente y escribano Rudolf Hess, salen numerosos artículos ya discutidos que luego verán la luz pública inicial bajo el atractivo nombre de “Mi Lucha” (Mein Kampf, 1925). En las largas tenidas entre rejas y previas a este libro que diera tanto quehacer internacional por sus ideas genocidas y raciales, suerte de apología del odio del dios Marte, se proyectaron definitivamente diversas tesis del catecismo hitleriano para la nueva Alemania que los desaforados tenían en mientes, como el revivir una antigua nación donde habitarían grupos aislados de la patria de origen y residentes al momento en territorios ruso, polaco, checoeslovaco y otros sitios del contexto europeo o asiático, mientras una vez analizados sus antecedentes de sangre germana o aria y exentos de cruces genéticos dañinos faltos de la pureza requerida, como el caso de los gitanos, polacos o judíos, vendrían a engrandecer el sueño que en las mentes calenturientas y absurdas mantenían los nazis del Tercer Reich con referencia a otras razas inferiores. Pero el elemento más absurdo por exclusivista y genérico fue el que aplicó sin contemplación o excepciones a los individuos de origen judío y en especial a esos llamados asquenazis, diferentes a los sefarditas, que por también ser judíos no entraban en la cuenta de excepción, pues esta extensa colonia dispersa por el mundo, comerciantes o empresarios por tradición y con rasgos caucásicos de rubio, desde luego de un inicio fueron peligrosos para la existencia de la futura Alemania (ya desde 1.918 la corriente antijudaica era muy fuerte en el país), por cuanto según la opinión de esos desaforados dirigentes conducidos por el Fuhrer, todos eran enemigos de sus intentos de unificación, ya que respondían a radicales ideas religiosas o manejos externos y puesto que igualmente el origen de sus comunidades era turbio, conducido por sentimientos tribales bajo el amparo o decisión de rabinos que nada representaban para el resurgir de Alemania, mientras constituían un bolsón de grandes capitales vinculados de manera estrecha con empresas, bancos y bolsas de comercio que dominaban el mundo de los negocios, de donde mantener ese núcleo humano dentro de la Gran Alemania constituía un peligro permanente. Y hasta se hablaba de otros judíos que como Marx o Trotsky, por ejemplo, tuvieron y sostenían entre sus grupos diferencias antípodas con el futuro gobierno de Hitler, porque unos abolían la personalidad y otros exaltaban el capitalismo rapaz, de donde era preciso ser acabados de raíz.
            El libro contentivo de la doctrina hitleriana, totalitaria, que nadie podía discutir, con el progreso violento de Alemania que sale de una crisis tremenda constituyó un best seller del inicio, pues se compraba a fin de conocer los detalles de lo que se veía venir, como la masacre en ciernes del pueblo de Israel, llamada  Holocausto, y otros lectores acuciosos lo hacían para escudriñar en el terror impuesto a partir de 1932 y hasta mayo de 1945, cuando todo termina con el desastre de Alemania y los pueblos en guerra, que quedaran destruidos por décadas, a pesar del Plan Marshall salvador. Este libro “Mi Lucha” fue comenzado a escribir el año 1924 en la prisión  muniquesa de Landsberg am Lech, con un prefacio corto del propio dictador Hitler, que dividió la obra (la que tengo en mis manos) en dos partes y 27 capítulos, mas un manifiesto final referido  a la clase campesina, la agricultura, los derechos del campo, política agrícola, mejoramiento de los campesinos alemanes, de las organizaciones profesionales, de los programas a aplicar y de lo que llama el interés común en Alemania. Para seguir en el estudio de dicho libro, que se podría interpretar de diferentes formas o maneras según las corrientes ideológicas que se profesen y que en algo han tomado como estandarte los grupos neonazis que ahora existen, para ese estudio no de profundidad pero sí de entendimiento y cuando el texto está próximo a ser de utilidad común por causa de la prescripción de posibles derechos autorales respectivos,  utilizaré el texto impreso en México por “Ediciones Modernas”, sin otros detalles del origen expresados por el editor, y dentro de este razonar que se hace por parte de sus líderes y del cabecilla Hitler con muchos planteamientos a estudiar ya pasado el tiempo que borra los excesos y dolores de la condición humana, vinieren de donde procedan, haremos hincapié en como vieran esos extremistas el problema judío de su tiempo, cuando ya Henry Ford con el libro sesgado “El judío internacional”  había puesto adelante la palabra y era de vox pópuli los ocultistas “Protocolos de los sabios de Sion” sobre la hegemonía mundial, que algunos entendidos consideran un montaje bien labrado.
            Para iniciar sobre el  interés antijudío de aquella época oscura expone este libelo que hay que “interpretar sus propósitos interiores” (pág. 19),  con la desconfianza que conviene y las diferencias religiosas que separan (20), según se nota en la prensa antisemita de Austria, por ejemplo, retratándolos entonces como una nación interior separada, que ninguna similitud tenía con los alemanes (23), cuyos dirigentes  se empeñaban para su defensa en el impetuoso  sionismo de la diáspora, separados del pensar de los judíos liberales, mientras las corrientes culturales judías, de gran impulso, sobrevaloraban a su gente “despreciando cuanto fuese alemán”, y así también la prensa incluso marxista, influenciada por los judíos, ya que éste era “el pueblo escogido” (25), de donde llegó a pensar que el hebreo no era alemán, aunque fingieran estupidez o el carecer de conocimientos (26).  Por este camino de su investigación el furibundo Hitler escarba en la doctrina marxista, de donde estudiando principios  “descubre”  métodos verbales y otras técnicas para encubrir ideas y propósitos mosaicos, negando el valor del individuo (igual al  marxismo) y ocupando fuentes de información como la prensa escrita, que maneja la opinión pública, la educación (de las muchedumbres, con inversión allí de los juicios) y la propaganda (36). Se agrega que el protestantismo y judaísmo juntos se han convertido en “casi un dogma” (47).  En sus explicaciones acaso desorbitado por un pueblo destruido y en busca del Mesías, como gran error Hitler se  refiere al falso antisemitismo, aunque de los judíos en su programa mental nada correcto, y de aquel tiempo dice que son un “fangoso producto presente en todas partes” (51). El estado judío viene a ser, pues, una unión de la raza sin espacio ubicado, o un estado dentro del estado, “con el estigma de la religión” mosaica, servidora de la conservación de esta raza (60).
En cuanto a la Primera Guerra Mundial, cuando el austriaco sirve en calidad de cabo del ejército, expresa el libro como una de las tantas causas atribuibles que el mundo “era un vasto almacén de mercancías gobernado por amos judíos”, donde no faltaban los usureros (63). En esta parte de su arenga malsana se atreve a señalar (hablo de 1914) que el marxismo buscaba la destrucción de “todos los estados nacionales no judíos”, con la aparición pronta de caudillos del propio origen, muchos de los cuales pelearon al lado de los soviéticos en la Revolución rusa  (67), sin olvidar los embustes propagandísticos que podían tener en este sentido dogmático. Pero cuando al regreso de la guerra y ya herido aunque convaleciente Hitler encuentra a muchos jóvenes judíos que no han estado en el frente de batalla para salvar la patria y sí son cabecillas de pugnas, expresa que con ellos no se podía llegar a ningún convenio, inflexibles como son de “esto o aquello”, de donde analizados esos hechos presentes Hitler decide convertirse en político (81). A fines de 1918 y con las intenciones que sostiene se forma el Partido Obrero Alemán, social revolucionario, que lo atrae,  mientras estudia con detenimiento a Marx (<por cierto Hitler cual Nostradamus predice sobre Rusia siete décadas atrás “el inmenso imperio se derrumbará con estrépito el mejor día” y agrego yo de Gorbachov (237>), sus intentos ladinos y adaptables de dominación, y atrae igualmente a otros camaradas para el movimiento que sustenta, sin detener sus ideas judeomasónicas al expresar que los hebreos por medios déspotas son los amos y gobernantes del capitalismo explotador internacional a través del mundo financiero (166) y que como “amenaza mundial” (232) dominan la prensa embaucadora y de patrañas dentro de un plan judío de la conquista universal (227, 231), que lentamente corroe a la nación fingiendo o conquistando confianza (98,114). Se alza en contra  de la manejable “idea judío-democrática de ciega veneración de las mayorías” (106), expresando además que “el antípoda del ario es el judío”, los de esa raza (111), mientras reconoce sus cualidades intelectuales por obra de una educación recibida de los extranjeros a través del contacto y sin tener una cultura propia, peculiar, moviéndose en su actividad por puro interés personal, mentiroso, hasta intimidatorio (112, 117). De allí que es un parásito en las naciones de la tierra, y que a base de astucia permanente busca de nuevos suelos donde acudir (113).
            En el capítulo V° o Teoría del mundo (165), Hitler abarca otros temas hegemónicos en que atribuye provecho del Estado a los judíos, como verdaderos jefes del mismo mediante el manejo de sus miembros y el partido dirigente. Y para cerrar el trabajo que Hitler discutiera con sus asistentes en la prisión muniquesa y que luego precisa otros conceptos, dentro del programa nacionalsocialista a desarrollar en el aparte 4° agrega que “ningún judío será miembro de la nación” (258), lo que como todos sabemos termina en la expulsión, confiscación, desaparición, tortura y muerte  de millones de seres, incluidos no judíos. Algo parecido a lo realizado por Isabel la Católica en 1492.
            He querido traer al campo histórico y desde luego con las numerosas interpretaciones que se pueden dar, a estos hechos tristes colmados de dolor que demuestran  la siembra del odio hacia esta nación trabajadora que en Venezuela tiene raíces descubiertas por la Inquisición desde tiempos pretéritos del período colonial, para seguir conviviendo dentro de la hermandad con ese pueblo que por conducto de Holanda muchos de sus creyentes se establecieron en la isla de Curazao y que hoy sus familias entroncan con la Venezuela de siempre. Y dentro de un gran salto adelante recordaremos la valiosa emigración de familias judías que durante 1937 en dos barcos mercantes llegaron al país huyendo de una guerra a punto de estallar y que fueron la simiente moderna de esta civilización antigua, aunque la corriente sefardita de siempre ha jugado un papel importante en nuestro país. Y además, tengo buenos amigos y parientes de ese origen con quienes he compartido durante mucho tiempo tantos análisis y criterios a lo largo de la vida social e institucional.
            No voy a introducirme en otros vericuetos a que se refiere el libro en cuestión, ni menos a su estructura, ni a como pude concebir el tema para presentarlo a los lectores, habiéndome atenido a lo interesante del asunto y a lo que resaltaba en dicho trabajo, dejando para sus manos de amplio criterio un reacomodo de lo expresado, sin leyendas o calamburs, a objeto de ser efectivo y veraz el entendimiento de este gran drama no solo de la guerra sino de la humanidad.

miércoles, 17 de julio de 2013

EL PARIS DE 1.951.



Amigos invisibles.  “Recordar es vivir”, siempre ha sido una frase emocionada y llena de un contexto bucólico o social, porque a todo ser humano en ciertos momentos de la existencia le llega la oportunidad de soñar sustrayendo del ego sucesos fulgurantes de su vida terrenal. En este camino de largo transitar por medio de la vida quiero hoy hacer memoria de mis primeros pasos en la Ciudad Luz, la que para el momento fulguraba como capital del mundo de la cultura y por ende del pensamiento, porque allí permanecía imponente el Louvre, y dado que vivieran incólumes personajes como Claudel, Sartre, Gide, Cocteau, y tantos más de una constelación de creadores intelectuales que mantuvieron esa luz en perfecta operatividad mundial. Pues bien, porque mi aspiración era instalarme en París para una vez venido de Caracas aprender en la cultura francesa, como símbolo de la más sobresaliente entonces, no fue difícil convencer a mis padres a objeto de viajar e instalarme en dicha ciudad de mil facetas, mientras iniciaba estudios universitarios en la carrera del Derecho.
Pero aquello no iba a quedarse allí en el solo calibrar vagando sobre el medio superior en que me hallaba, sino que París iba a ser como la plataforma o punto de arranque, el centro de un sentimiento con saberes europeos  que bullía en mi sangre y que por ello al par de los estudios iniciados daría ocasión para realizar muchos traslados dentro de ese continente a fin de conocer y valorar en lo que me había comprometido conmigo mismo. Debo agregar que en septiembre de 1951, cuando me residencio en dicha urbe que en cierta forma era la capital del mundo, París apenas tenía seis años de haber salido de una guerra mundial que dejara tantas huellas lacerantes, como los recordatorios exhibidos en sus calles de lo que con metralla y dolor pasara en ese tránsito guerrero, con los mensajes presentes de héroes caídos y hasta de algunos villanos traidores. Mas lo que quiero aquí retratar es la vivencia de lo venezolano en aquella cosmópolis tan llena de encantos como de desilusiones. Por ello voy a intentar mediante un paneo de la situación sobre la vida y actividades de esa colonia venezolana viviente en París, a cuyos miembros recuerdo con bastante aprecio y que muchos, desde luego ya han pasado al Olimpo de la inmortalidad y otros más modestos se mantienen en bajo perfil pero no en el olvido. Eso sí, aunque dispersa entre varias actividades, en momentos oportunos  era posible encontrarnos para ocasiones resaltantes, y la cordialidad y el detalle  chispeante del venezolano alegre o  juguetón salía entonces a flor de piel, y más porque dentro de aquel recuerdo colectivo  bullía un gran amor hacia la patria transoceánica.
Para iniciar este monólogo cordial debo hacer mención de quienes nos representaban oficialmente en dicha capital, que eran personas dignas de mencionar, como el viejo general Esteban Chalbaud Cardona, merideño, alto, flaco y seco de carácter, que fungía de embajador y con quien tuve cierto trato y conversación, cuyo cargo se debió a que era padre de Doña Flor de Pérez  Jiménez, esposa del Presidente de Venezuela. El personal diplomático que lo acompañaba entonces en el edificio de la Embajada sito en la céntrica rue Copernic,  eran Guillermo Meneses, “El Guillo”, novelista y algo introvertido, que viviera entonces con su esposa la periodista Sofía Imber, Julio Torres Cárdenas, diplomático amigo que me presentara en el Barrio Latino y con buena conversación al laureado poeta ecuatoriano Jorge Carrera Andrade, y luego que recuerde andaba de agregado militar el distinguido coronel Rafael Alfonzo Ravard, ingeniero, quien luego tendría relevancia creadora en todo el complejo industrial llamado la Corporación de Guayana. Fuera de algún personal administrativo o secretarial francés, también trabajaba en dicha misión diplomática mi contemporáneo y buen amigo Oscar Celis Marrero, hijo del general Juan de Dios Celis Paredes, por desgracia muerto en actividades de una temprana juventud. Y como portero de esa casona diplomática asistía el recordado Isidro, calvo, de tic nervioso en el rostro, español desplazado de su país por el reciente conflicto guerrero quien con su familia vivía aparte dentro de la embajada para su cuido y limpieza, como también laboraba  dentro de ese cuerpo diplomático el novelista Pedro Berroeta, de origen llanero y entonces lleno de ilusiones, recien llegado de la embajada en Suecia.
En cuanto al Consulado de Venezuela, estaba bien establecido frente a la plaza de La  Ópera, en edificio de prestancia, donde el Cónsul era el caraqueño doctor Machado y como Vicecónsul fungía la señora Josefina Aché, oriental y persona simpática quien para afirmar su carácter regionalista expresaba que el gran amor de su vida era el mariscal Antonio José de Sucre, y a pesar de tener marido.  En calidad de Secretario del Consulado conocí al señor Ollé, oriundo de las vecindades fronterizas con España, y su asistente era la señorita Cécile Crevel, bella y pecosa flor orleanesa de padres franceses pero nacida en Málaga, con quien como buena amiga dialogaba cuando iba de visita a esa oficina, para enterarme por la prensa caraqueña allí presente, sobre la actualidad de mi país. Existió otra oficina venezolana establecida en París, en planta baja del Hotel Raphael, muy cerca del Arco del Triunfo y en lugar de categoría, ésta a cargo del excelente historiador doctor Caracciolo Parra Pérez, Embajador de Venezuela ante la Unesco, quien me toma bastante aprecio por ser él descendiente de trujillanos, como yo, y al que acompañé dialogando en algunas oportunidades durante el corto trayecto desde la oficina que dirigía hasta su permanente hogar establecido en la Avenida Kleber, y donde para el deleite me enseñara varios densos libros en preparación, que luego se publicaron en España y Venezuela. Fuera de estas personas existió una pequeña colonia de venezolanos habitante de tiempo atrás en París, como los distinguidos escritores Alberto Zérega Fombona (habitante por años del Hotel Lutecia, amigo de Darío el inmortal aeda, y ensimismado con Flora Tristán, cuyo hijo el pintor Gauguin era muy parecido al libertador Bolívar) y César Zumeta, otro gran venezolano de las letras, ambos con residencia desde antes de la guerra en esa capital de Francia. Para agregar la colonia estudiantil era pequeña pero de categoría, entre los que recuerdo al “catire” Senior, economista y luego distinguido banquero en Venezuela, el doctor José Antonio Cordido Freytes, que entonces hacía un postgrado en Derecho Mercantil, la abogado doctora Elena Fierro, quien luego fue magistrado de la Corte Suprema de Justicia, el doctor Darío Maldonado Parilli, cardiólogo venido en otro postgrado desde México, su hermano Mario, Aristóteles Tovar, bohemio de una memoria conmovedora para grabarse en su mente y en pocos días todo el temario a fin de rendir un buen examen de Medicina, el veraz intelectual y filósofo Juan Nuño, mi excelente amigo profesor Alcides López Orihuela, el “moreto” Torres Velásquez, Otaola, y un joven de apellido De Armas, llanero, buen estudiante para ejercer el magisterio, que venía con buenas notas de Caracas y quien fue aplazado intempestivamente en sus exámenes finales de postgrado, a quien no conocí personalmente, pero que a raíz de ese desastre que no esperaba y atribuyéndolo a la eterna disputa franco española del ninguneo en que se introducía también a los latinoamericanos como recuerdos afrentosos de la vieja escuela histórica, cae en una depresión violenta que lo llevó a saltar al vacío desde su cuarto de hospedaje, suicidándose, para entrar así en el reino de lo incomprendido.
El lugar parisino más acogedor para el estudiante latinoamericano y sus congéneres era desde luego el Barrio Latino, configurado por dos largas rectas entrelazadas del Bulevar Saint Germain y el Bulevar Saint Michel, donde al atardecer de cada día y luego de los estudios respectivos en diversas facultades se reunían colonias alusivas para discutir de actualidad y sobre temas universitarios, como lo trascendente para una vida de juventud, donde se unían otros latinos venidos de diferentes partes de la gran ciudad, recordando en ello el café Capoulade, frente al Jardín de Luxemburgo, y más abajo la Brasserie Cujas, para tomar alguna cerveza degustando el sabroso “choucroute a l’alsassienne”. En esa sana vida nocturna que entrada la noche se abría paso recuerdo los acogedores lugares donde veíamos cantar acompañado de su cuatro al guayanés pintor y luego cinetista Jesús Soto, quien en recatado bar de la rue Monsieur Le Prince nos deleitaba con música criolla venezolana como aquel corrido o galerón del “cola’egallo amolao”, y allí muy cerca la tasca de un cantante malagueño que sabía interpretar y ponerle corazón a su “malagueña salerosa”.  Otros locales noctámbulos de la zona también muy visitados eran “Le grenouille vert”, y en el cercano Montparnasse un pequeño café concert  con magnífico pianista que era el ”Chez Berthe”, cerca de la estatua de Rodin, o algunas veces yendo hasta Les Halles para degustar la sabrosa “soupe a l‘oignon” porque el music hall estaba en otras nocturnas calles de los grandes boulevares (Folies Bergéres, Carrussel, Lido, Moulin Rouge, etc.), donde podíamos deleitarnos con Juliette Greco, George Brassens, Luis Mariano con su afamada “Violetas imperiales” y otras figuras del bel canto, teatro y el cine francés. Una vedette que trabajara en la vida nocturna de Caracas (el Samba, cerca de la plaza Candelaria) entonces ejercía su arte melódico cerca del Arco del Triunfo, y se llamaba Gloria Quintero Castañeda, como el famoso Perecito, natural de Los Teques, que hacía de travestis en varios locales conocidos. Un caso particularmente extraño ocurrió en Galerías Lafayette, enorme  tienda de lujo existente en París, cuando una dama cleptómana compulsiva de la sociedad de Caracas, de apellido Planchart,  fue apresada infraganti por la Sureté Nationale al hurtar alguna prenda de su gusto y ello le costó la retención provisoria con dormida en chirona y el costo adicional de un buen penalista para poder regresar a su vivienda de Caracas, lo que corría como pólvora encendida siendo la comidilla de la  colonia durante varios días.  
En París igualmente permanecieron por un tiempo alargado muchos pintores, escultores y otros artistas anti sistema (llamados disidentes) o sus críticos como el citado guayanés Soto, el que llamaran con cariño negro Narciso Debourg, Carlos Cruz Diez, el inmenso Héctor Poleo, mis amigos Alirio Oramas y el reciente fallecido Omar Carreño, Saúl Padilla Sigurani, que compartíamos el mismo Hotel Henry IV y quien luego abandonó la pintura por el estudio de lo rupestre indígena (pictogramas), terminando como médico geriatra, Oswaldo Vigas,  Peran Erminy, Rubén Núñez, Pascual Navarro, el periodista Rafael Delgado, y otros más. Valga también recordar que en la ciudad del Sena existía una colonia de exiliados venezolanos expatriados del país por causa del dictador presidente Marcos Pérez Jiménez y de los cuales puedo recordar al culto y afrancesado político llanero doctor Gonzalo Barrios Bustillos, el conocido y agudo periodista Luis Esteban Rey, el geógrafo guariqueño Rubén Carpio Castillo y el abogado diplomático José María Machín.
Otro grupo importante allí viviente para el momento estaba formado por la hermosa soprano Fedora Alemán y su medio hermano ingeniero Amós Alemán, gran tertuliano y amigo de la vida nocturna, hijo del expresidente Cipriano Castro y quien con su labia portentosa por ser un hombre de más de sesenta años volvió loquita a una bella mujer de algunos veinte años, sueca y que paraba el tráfico, como se decía en Caracas, quien entonces mantuvo amores y más con un joven estudiante de apellido Sansón, sobrino del ministro de Obras Públicas de Venezuela, ingeniero Gerardo Sansón, y quien al conocer que su pareja parecida algo así a Ingrid Bergman se había empatado con el sesentón Alemán, dentro de una depresión irrefrenable, melancólica, entró a su cuarto y se pegó un tiro de pistola, según se expresa en criollo caraqueño, para desgracia de él, de su familia, de la rutilante sueca y de cuantos lo apreciaban.  
París seguía moviéndose, con el general De Gaulle desde Colombey les deux eglises sobresaliendo en el centimetraje político de actualidad, cuando Vincent Auriol era Presidente y el dinámico Antoine Pinay fungió de ministro de finanzas. Así conocí los alrededores de la bella ciudad y me saturé de Versalles y otros castillos del entorno, yendo al conocido sitio de bailar en Robinson, o alguna vez a la Ciudad Universitaria, donde los fines de semana también se danzaba. Anduve por Montmartre junto a Toulouse Lautrec y el can-can, los pintores al aire y su famosa Iglesia del Sagrado Corazón, a la que ya no pudiera entrar en 1999 porque la ola de visitantes lo impedía. Adquirí diversos libros de sapiencia en las Presses Universitaires de France, en la plaza Augusto Comte, del boulevard Saint Michel. Vivía cerca de la facultad de Derecho, andaba entre bibliotecas cazando noticias sobre Venezuela, y de allí salió mi libro sobre el corsario Granmont, editado por la Universidad Simón Bolívar, y fuera de los quesos y vinos envidiables  me llegó a gustar la carne de caballo percherón, que alguna vez se servía en los restaurantes universitarios, a los que asistía alternadamente, porque en ocasiones elegidas para el almuerzo cotidiano visitaba restaurantes griegos cerca de la iglesia de Notre Dame, ya colindando con el río Sena y próximos de un atelier de Pablo Picasso.  En fin, este era el París de 1951 y sus secuelas, de la luminaria Brigitte Bardot, donde me abrió el espíritu para ampliar la cultura escasa que podía llevar desde Caracas, paseando por las orillas del Sena y la venta de sus libros usados, visitando museos y galerías, bibliotecas y tantos lugares de esparcimiento intelectual. Por esos días y en compañía de mi prima Mercedes y su esposo Asdrúbal Hernández Vásquez, como de la hermana Gisela, que fue compadre mío además, la pasamos muy bien y a lo grande, porque él era ganadero con suficiente capacidad para permanecer una semana de lo lindo en París, sin escatimar gastos ni esfuerzos. Al año siguiente volvió a objeto de visitarme en París y acompañarle a la región del río Rin, en Alemania, donde pensaba adquirir unas máquinas de elaboración cárnica.
Bueno, a quienes no conocían aquellos detalles del tiempo parisino o parisiense, como mejor deseen expresarse, aquí los dejo cual primicia histórica, porque a otros les gustará recordar el mensaje trillado de quienes aseveran, con alguna razón, que “todo tiempo pasado fue mejor”.   

martes, 9 de julio de 2013

LA MESCOLANZA VENEZOLANA.



       
       Amigos invisibles. Cuando uno se pone a pensar sobre las múltiples facetas ocurridas en la vida venezolana,  la cabeza se vuelve como un volcán en fase preparatoria de erupción, porque al momento aparecen dudas y especulaciones sobre cómo fue  formándose la sociedad que nos habita en el curso de los siglos anteriores y la repercusión que esos ancestros han tenido para a través de una simbiosis permanente ir conformando cierta nueva estructura racial y de sentimientos  por donde el país ha incursionado a fin de  modelar si se quiere un perfil del venezolano de los nuevos tiempos. Voy a tratar, pues, a mi criterio esta evolución lenta pero progresiva a objeto de dejar claro que con la suma de cualidades los habitantes de hoy son un fiel retrato de esa historia étnica emocional que se fue formando con el apalancamiento de las circunstancias y la aprobación de su pueblo que vive en este proceso experimental y productivo en que pueden hallarse toda suerte de seres unidos en un crisol de voluntades y con visión de futuro.
         Y vengo con el término mescolanza que no es nada desdeñoso como se puede entender a priori, sino al contrario, porque contiene materia  fecunda que unida a otros elementos sustanciosos de la vida permiten extraer de los contactos genéticos heredados un ser racional despierto, vivo, adelantado, que sabe enfrentarse al diario problema del entorno y que con su destreza conoce como dar cara a los momentos difíciles cuanto halagadores del bamboleante trajinar, de donde el temple y la vocación de servicio  están a la mano de estos venezolanos. Y como no es un tratado de sociología ni de otra ciencia afín que estudie multitudes, mediante el uso de la sencillez me voy a referir a como fue la integración de su pueblo desde un comienzo. En efecto, debo dejar por sentado que la población del país es de las más mezcladas que existen en Hispanoamérica y que cualquiera que aspire a callar esta verdad tan clara se está mintiendo a sí mismo. Partiendo por tanto del inicio tribal indígena, que fueron los primeros pobladores conocidos de este continente, dejamos en claro que los naturales habitantes de Venezuela, con sus diversas tribus y lenguajes en uso fueron de viejo origen arahuaco y caribe, los primeros industriosos pero no tan bien alimentados con carne humana como los segundos, de donde dependía en estos nutrientes su fortaleza y espíritu de conquista, hasta subyugar bajo un manejo terrorista a buena parte de Venezuela, el mar de las Antillas, que luego ante el recuerdo de los hechos se trocó en Caribe, las islas insulares marítimas y los territorios colindantes a su mundo, que se extendía por grandes ríos del viejo Méjico, algo de Centroamérica y Colombia, formando así un temido imperio caribeño, que no daba tregua para conquistar y matar. Sin embargo en cuanto a Venezuela se refiere, algunos territorios pertenecientes a la región andina no fueron azotados en este sentido, salvo en la zona lacustre de Maracaibo y sus adyacencias naturales, por lo que pudieron subsistir ciertas tribus emparentadas con los occidentales muiscas y desde luego chibchas, que mantuvieron una cultura propia de pueblos sedentarios, donde yacía la agricultura y no la rapiña, la fuerza del trabajo y no la vida nómada.
         Una cosa debo recordar, que los indios del Norte americano, alimentados con búfalos y otros animales cuadrúpedos, fueron fuertes como los caribes, mientras que los del Sur, de México para abajo se mantenían de raíces como la yuca y otros tubérculos, valiendo recordar la papa y cereales ergo el maíz, de donde su cuerpo  y vida tradicional no era tan resistente, condición que fue posible para el conquistador español poder someterlos con rapidez, salvo casos de excepción, valga decir el de los indómitos chilenos, como los araucanos o mapuches. Para el caso de Venezuela, a la llegada de los españoles tal encuentro no fue cordial por los lógicos desafueros de una esclavitud o sojuzgamiento que dio origen a mantenidas luchas con el correr de los años. Es aquí donde comienza la primera mezcla progresiva en un proceso que nunca se ha detenido, de donde utilizar la palabra racismo para identificar esta situación que ocurriera de continuo en muchas culturas del orbe, suena así a algo como obsoleto, de política barata, puesto que este fenómeno ha sucedido en todas las migraciones realizadas y en todos los continentes.  Valga el ejemplo preciso de España, donde a través de los siglos se formaron nuevas poblaciones mezcladas ya fuere por las oleadas bárbaras que la invadieron, como por la enorme penetración norteafricana bien demostrada en el curso de los siglos, e igual aconteció con la mezcla ocurrida en las islas Canarias, tan cercanas al continente africano, de donde llamar a los canarios como europeos o españoles es incurrir todavía en algo absurdo y acomodaticio.
         Ya hablando del período colonial venezolano podemos asentar  otras mezclas ocurridas  con el vaivén del tiempo y porque con el adelanto del progreso o la necesidad era necesario apelar a la búsqueda de la mano de obra, cuando la débil población autóctona, subalimentada como explicamos y atacada por epidemias graves, valga decir la viruela, no pudo sostener el desarrollo del campo y las necesidades perentorias en la formación de los pueblos, por lo cual aplicando una medida necesaria los españoles como país imperialista debieron ocurrir al llamado tráfico de esclavos, mano de obra barata que ya no eran “eslavos”, sino población fuerte traída de las costas africanas al Sur del Sahara para trabajar en nuestro país en condiciones infrahumanas, como ejemplo la pesca de perlas en Cubagua, donde también se importó fuertes indígenas lucayos, que dieron mucho rendimiento a sus dueños, mientras al mismo tiempo mediante una aproximación sexual hasta obligada de negros e indios, fueron igualmente mezclándose para beneficio de sus dueños o patronos, aunque también existiera la simbiosis genética con algunas indias atractivas para originar el mestizaje, según lo canta el bardo de aquel tiempo Juan de Castellanos. Pero allí no paró la amalgama porque a escondidas de una realidad y mediante la apertura geográfica y marítima de Venezuela en que se creyera por centurias la existencia del mítico El Dorado, mucha población europea, como los alemanes Welser, que aún dejan gente rubia por los campos larenses y corianos, o el asombroso engendro de piratería que permite establecer ingleses, franceses y holandeses en las adyacencias de nuestro territorio, como otros venidos por tener deudas pendientes con la justicia o enfrentados a problemas religiosos, por ejemplo, digo, todos fueron formando a lo largo del tiempo una enmarañada genealogía, lícita o a escondidas, que si nosotros esculcamos en cualquier genealogía echando para atrás, nos encontraremos con sorpresas tan grandes que nuestros tataraendos fueron piratas o mujerzuelas del montón, asignadas a esa vida triste, por ejemplo de la viudez desheredada o la cantonería, en que no tenían otros destino sino el celestinaje y la prostitución. Y que no me vengan  a decir ahora lo contrario por algunos considerados asépticos, impolutos o revoltosos, porque sobre estas circunstancias anómalas existen trabajos publicados a  montón.
         Durante el tiempo de la llamada Colonia que supuso tres siglos de duro andar, la raza venezolana, o como quiera llamársela se fue distanciando en su forma y costumbres con otras existentes en América, donde prevaleció por mucho tiempo al ancestro indígena, callado, aguantador, valga el caso de los países que miran al Pacífico, mientras ya comenzaba una diferencia connotada donde aparecían los mulatos y zambos con sus siete u ocho diferentes combinaciones mediante parentescos anómalos y con precisión académica nombradas, que fueron pasto permanente de murmurios y ejemplos de desafueros, cuando comenzara a erguirse cierta casta colonial provista con títulos de bajo perfil pero ya dueños de alguna fortuna acaso heredada y a escondidas de una familia entera o varias mantenidas en eso que se llama la barraganía social. En este andar fecundo de pequeñas historias con salidas diversas vivimos hasta cuando suceden los hechos de la llamada Independencia Nacional, que en verdad nunca ha existido, ni en ningún país que se quiera llamar con pompa autosuficiente, por ser un concepto absurdo, ideologizado, donde con el trajinar de los combates murió buena  parte de la población que a su vez por ello mueve hacia el país nuevas caras para la lucha fratricida, entre estos irlandeses e ingleses cargados de testosterona para reforzar la capacidad genética del venezolano. Y con mayor razón comenzó la afluencia de otros inmigrantes ya para radicarse, en especial canarios e ingleses, cuando el avispado general Páez abre las puertas del país para la necesaria inmigración, sin tener necesidad de la poligamia oficial, como ocurrió tras la guerra tripartita y exangüe del Paraguay con sus hermanos vecinos. En ese tiempo del siglo XIX vinieron por deseo propio mucha gente del exterior, entre ellos comerciantes alemanes e ingleses, cuyos negocios se extendían por estos mundos, aventureros  europeos a la caza de fortunas siempre pensando en el oro embaucador, y una colonia de hebreos comerciantes de origen holandés, que se establece con muchas ramificaciones familiares, por las costas de Coro. Por esos años otro tanto acontece, aunque con menor progresión, mediante el asalto imperial inglés que ocurre  en el oriente venezolano, heredero del otro asalto confiscatorio de Trinidad, cuando Inglaterra le arrebata 150.000 kilómetros cuadrados a Venezuela y comienza a poblarlos con gente de diversas parcialidades humanas de sus colonias existentes en el orbe.
         En esta proyección migratoria desde la segunda mitad del siglo XIX vienen a establecerse en Venezuela elementos traídos desde el Caribe anglófono y por el imperio británico para trabajar en la rica minería de Guayana, por lo que fundan colonias con otro hablar distinto al natural, mientras  el país permanece en calma de la inmigración durante el período gomecista, salvo en lo referido al establecimiento de las empresas extractoras de petróleo, que obligan a traer buena cantidad de angloparlantes mestizos para entenderse con sus capataces que desconocían el castellano y que estableciendo sus familias principalmente por Maracaibo se les llamó “maifrenes” (my friends). Luego, a raíz del desarrollo provocado en el país durante la Segunda Guerra Mundial, en que Venezuela jugó papel importante como proveedor de alimentos (sardinas en aceite) y petróleo, el país se enrumba por un  camino moderno donde es necesario la mano de obra calificada para el desarrollo de su actividad, lo que unido a la política de puertas abiertas en esta materia que se habilita a partir de 1945, con el fin de guerra mundial aparece una oleada impresionante de desocupados en busca de mejor vida y prosperidad, por lo que se abren agencias consulares especiales en el Viejo Continente, mientras los barcos italianos, españoles, portugueses y algunos franceses, de preferencia, trasvasan infinidad de inmigrantes para ser acogidos en puertos nacionales, entre los que se destacan desde luego súbditos italianos, españoles, portugueses (como de Angola y Madeira), eslavos del Sur, judíos askenazis y sefarditas, como también otra infinidad de europeos venidos con familias o que mezclaron pronto su sangre con la venezolana arraigada. Algunos de estos descendientes  a través de las generaciones ya nacidas en el país (por ejemplo, los corsos, los elbanos)  han comenzado a destacar en muchas áreas de la cultura o los negocios internacionales, pudiendo señalarse a premios Nobel y a rectores de universidades de fama mundial, o a familias de gran valía económica, para señalar a los Cisneros, los Mendoza, a las numerosas y enraizadas de origen portugués, que dominan amplios ramos de la construcción, la alimentación con grandes cadenas de automercados, la banca nacional y hasta en la internacional, y la trabajadora colonia judía que establecidos en Venezuela ya por generaciones mediante la ampliación de sus programas empresariales han saltado las barreras fronterizas y mantienen muy importantes inversiones fuera del país, como el caso de Locatel, el combinado Polar, Farmatodo, el grupo empresarial de Florida, el desarrollo petrolero en México, Colombia, Portugal y Panamá, la hotelería, como otros rubros de capital y tecnológicos que grupos venezolanos desarrollan en diferentes áreas del planeta.
En la última arremetida inmigratoria señalaremos la presencia lenta e importante de la las familias árabes que provenientes del mundo mediterráneo oriental y principalmente libaneses, sirios y palestinos, por causas de terribles conflictos internos se establecen principalmente con su comercio activo en la zona oriental lacustre de Maracaibo, en la industrial Valencia, como igualmente en la península de Paraguaná, Puerto Ordaz,  y en la promisora isla de Margarita, mientras que por consecuencia de los numerosos convenios suscritos entre el gobierno de Venezuela y la República de China decenas de millares asiáticos con sus familias se ha radicado de manera definitiva en Venezuela, para impulsar obras de desarrollo oficiales (metro, trenes, viviendas, prospección petrolera,  etc.) y algo que es consustancial con ese pueblo como es el comercio, a diversos niveles.   Y como no hay nada bueno que no tenga algo de malo, con el empujón inmigratorio sin fronteras existente, también se han establecido en el país las llamadas mafias, que actúan de mil formas por vías ilegales, desde el secuestro extorsivo, hasta “express”, o las vacunas que para poder trabajar son “protegidos” al estilo Chicago. Debe agregarse en este recuento somero las malas prácticas abusivas como las de los hermanos árabes Makled, que terminaron en el profundo mundo de las drogas y sus internacionales ramificaciones. O la práctica inveterada de ciertas mafias manejadas por algunos portugueses que siendo protegidos mediante el soborno dinerario controlan en Venezuela prostíbulos, casinos, otros lugares de juego, pensiones, hoteles, licores, trata de blancas, loterías, restaurantes, bares e infinidad de lugares donde se delinque, ante los ojos pasivos de las autoridades represivas. El  más novedoso cartel en este mundo subterráneo viene a ser el asiático chino, que de manera rápida  inunda a Venezuela no solo de sus productos, sino que una fuerte inmigración consentida también se establece en el país, al extremo que estas comunidades tan cerradas no solo hacen jugosos negocios con el gobierno sino que ya dominan dentro de cierta prepotencia ajena a lo que antes ellos eran, el mercado extendido de productos asiáticos, como también establecimientos de comida, restaurantes, textiles, y otros mediante una madeja raizal que se expande de manera inusitada.
     A esta mezcla de actividades y de sus personeros que señalamos  debemos agregar dos grupos muy importantes venidos al país por causa de la desestabilización económica y social de sus respectivos lugares de origen, que en buena parte se han establecido en Venezuela donde fundan familias y adaptándose al medio natural, mencionando entre ellos a los numerosos inmigrantes precedentes de América del Sur debido a los sufrimientos por las dictaduras militares y el terror que imperaba a causa de  los desaciertos y pobreza respectiva  que acaeciera sobre la base de estos motivos que atrajeron hasta Venezuela oleadas de compatriotas latinoamericanos, valga señalar argentinos, chilenos, bolivianos, uruguayos, peruanos y ecuatorianos, principalmente, quienes con sus familias y costumbres amalgamaron este país dentro de la nueva Venezuela que se construye, a pesar de las dificultades encontradas o de los imprevistos necesarios.  Y para terminar debemos referirnos a la inmigración proveniente de Colombia, que desde el siglo XIX siempre ha tenido lugar, en un tiempo de manera lenta, pero que a raíz de la violencia desatada en el hermano país luego de la muerte del líder Jorge Eliecer Gaitán  ha traído cientos de miles de esos connacionales que en tiempo pasado formamos un solo país llamado Colombia (1819-1831), y que con su trabajo, costumbres típicas como la música y adaptación al medio parecido, hoy forman un núcleo poblacional voluminoso y uniforme en que han repoblado al país escaso de almas como en el recuerdo de las fronteras del Zulia, Táchira, Barinas, Apure, Guayana y otras de mayor extensión. Y se especula que hasta colombianos nacidos en esa tierra hermana han tenido la osadía de gobernar desde  lo alto del poder en Venezuela, por diversas causas, como los casos de Ignacio Andrade, Carlos Andrés Pérez y el actual Nicolás Maduro. Pero de ello no quise tratar en esta ocasión afortunada.