Amigos
invisibles. Dentro del recuerdo que uno tiene en referencia a la estructura o
base del edificio democrático sobre la que se erige un sistema liberal y
político con intenciones de gobernar cualquier país, la más peligrosa en
nuestros días es aquella precisamente que con la claridad de los pensadores griegos
vino a participar en un ejercicio
de mando prístino, como de laboratorio,
que sujeto a leyes novedosas y costumbres ancestrales se llevó a cabo
desde ese tiempo pasajero de la antigüedad clásica donde las canas se
respetaban porque habían sido adquiridas a base de sabiduría, templanza y
raciocinio, a tal punto que las sociedades de entonces escogieron para liderar
sus comunidades a los más sapientes porque podían dar mejores consejos en bien
de los gobernados, lo que no obsta para ser claros en que asirios y babilonios,
por ejemplo, también gozaron de esos ejemplos para el buen manejo del Estado.
Desde luego que sin atajos imprevistos. Y este recuerdo viene a colación porque
repasando un poco de Historia no lejana podemos apreciar que siempre se tuvo
respeto en ese sentido superior a los jerarcas del clan, o de la tribu, horda o
de quienes con el paso de los años y los ejemplos eran mejor aceptados en los
consejos y las definiciones. Pero como
se desgasta el poder y han existido truhanes afamados desde que la biblia los
medio identifica, debemos también recordar el paso de los malos tiempos, cuando
por diversas causas aparecen ciertos perversos conductores sociales que
hicieron de las suyas hasta con saña, terminando aquellos desajustes en
desgracias colectivas bañadas de sangre y de miseria, cuando hermanos o vecinos
se dieron a la insana tarea de pelear algunos por causas banales y otros
mediante el simple culto del mando, que desde luego llevara adherido un sin
número de desaciertos y atropellos en que por “dácame acá estas pajas” se
liaban en disputas sin sentido para desbordar con ejemplos inicuos el rumbo de
la Historia.
Sin embargo y a pesar de tantos
conflictos de ese tono que usted puede enhebrar mediante el recuerdo, funcionó
un respeto por la palabra de los mayores y hasta el acogimiento de sus
pensares, pero cuando el hombre extravasa las fronteras naturales de su familia
para ingresar en una competencia algunas veces
feroz por el predominio en aquello sencillo de que el más fuerte
prevalece, allí se destapan toda suerte de conflictos que con paciencia para
ejemplo constante habían reunido los libros sagrados religiosos entre
mandamientos, pecados capitales y otros supuestos que conformaron un estilo de
vida, repito, cuando ya el hombre se dedicó a conquistar el mundo y a imponer
condiciones, lo que en un mejor atisbo de ese cambio podemos encajarlo desde el
tiempo faraónico para acá y sin que esto implique un desconocimiento de las
otras culturas subyacentes. Pero donde procede a tomar forma tal variación
señalada en que todavía prevalece el sentido machista de la sociedad, que habrá
de perdurar por mucho tiempo, es a partir de una sinergia uniforme que se riega
con dos grandes potestades o imperios, vale decir el alejandrino, que no quiero
decir heleno y sí macedónico, y el romano, donde precisamente comienza a
vislumbrarse períodos de conocimiento dejados al rastro y en cuyo lejano regazo
se asentarán de verdad eso que llamamos nuestro mundo occidental. Pues bien,
sobre dicha base heterogénea pero llena de ejemplos se va a nutrir el ejercicio
de poder más atemperado y de gobierno por el que vivimos durante unos cuantos
siglos en eso que llamamos la alta y baja Edad Media, la era de los
descubrimientos a nivel mundial (Magallanes, Galileo, Gutemberg, Newton, etc.),
y con la amplitud de este desarrollo cultural que desborda la sabiduría
llegamos a la etapa de la Ilustración, donde un francés llamado René Descartes
dio vida a la famosa frase lapidaria “Pienso luego existo”, encendiendo esa
pólvora tranquila para desaparecer el período de las tinieblas y entrar en el
reino del raciocinio lato.
Pero después de los filósofos
ingleses (Hume, Locke, etc.), maestros en el arte de esgrimir la política,
fueron los franceses quienes con el acicate cartesiano se proponen establecer
reglas de juego oportunas para el arreglo del Estado, que en ese tiempo se
compuso de monarquías y en especial absolutistas, para fundamentar con
Montesquieu toda una teoría moderna de separación de dominios políticos cuyo
fin fuera la conducción de un gobierno donde se distribuyan esos poderes
subyacentes con cariz al menos equitativo, lo que se pudiera entenderse para
aquel tiempo de arranque y mediante las primitivas formas o potestades como
unidades de mando en cierto modo imbricadas que sin rodeos llamaron Ejecutivo, Legislativo y
Judicial. Y como el siglo XIX estaba al alcance de los ojos con el advenimiento
de Napoleón Bonaparte, el mundo occidental dio una vuelta entera porque a
partir de esos recuerdos fundamentales ya nada fue igual, encendiéndose las
pasiones aunque de otra manera acaso más sutiles pero llenas en el fondo de
anarquías y desgobiernos que hicieron mucho daño porque el símbolo del poder
extremo o meta final comenzó a dibujarse y casi sin ningún disfraz, como la
apetencia mayor para el enriquecimiento propio y con ello los desbarajustes sin
término que se han vivido donde pululan toda suerte de lacras y demás
desafueros que forman larga fila.
Este panorama llevado al caso específico de Venezuela es en
verdad lastimero porque al tiempo que en Europa acaecían tales atropellos
contrarios a la igualdad, en nuestro país con los estertores de la Guerra de
Independencia se desata otra suerte de desmanes más dañinos para la
tranquilidad social con la irrupción sucesiva de los llamados caudillos, suerte
de providenciales militares ignorantes que en su mayoría creyéndose
inviolables, eternos e infalibles, con la utilización de toda clase de
triquiñuelas y desmanes pretendieron, aún pretenden y pretenderán, si no se
pone coto a esta nueva barbarie, ejercer el poder permanente, algo así como
enviados de Dios, para que los siervos les hagan caso sin chistar, a riesgo de
daños superiores, y donde el traspaso de los años no les hacen mella, por su
predestinación al mando desequilibrado y todopoderoso. Así pudimos apreciar y
vivir las etapas siniestras del general José Antonio Páez, quien gobernara por
muchas décadas seguidas según fuese su antojo porque de cabezas cortadas para
abajo y con el temor encima se manejó la cosa pública en el largo período de
este llanero ejemplar, que termina hasta en su ancianidad. Después y sin
respirar un tiempo en el escenario presidencial apareció nada menos que el
combo dinástico de los hermanos Monagas, con el frío y calculador José Tadeo a
la cabeza de un gobierno despótico y asesino que gobierna con tres de los
Monagas susodichos y donde la corte celestial de esa pandilla con sendos cargos
a ejercer ascendió a alrededor de quince familiares, que manejaron el país
hasta la muerte de estos sátrapas, la mayoría rondando en la demencia senil.
Y para continuar en el desgobierno de las
primeras autoridades luego de la sangrienta Guerra Federal, siguen apareciendo
personajes de muy mala espina o ralea, como el sargentón sortario Julián
Castro, de tan escaso recuerdo, y nada menos que el aprovechador “señorito”
general Antonio Guzmán Blanco, usufructuario de la guerra anterior, con una
asombrosa cabeza para los negocios
turbios de provecho, a lo rey Midas, quien en 25 años que maneja por sí y con
testaferros el poder mayor para su beneficio, le monta grandes deudas al país
incluso mediante el concurso conveniente de personas adelantadas como el
taimado y rezandero Rojas Paúl, el borracho y libidinoso Andueza Palacio y el
mulato zamarro Joaquín Crespo, que entonces se hace el más rico de Venezuela, a
pesar del condado de Tovar, para luego como resultado de la continua mala
administración quedar sus herederos en la más triste inopia. Y en esa etapa de
finales del siglo XIX muchos caudillos envejecidos y sobrantes de las dos
grandes guerras anteriores a su manera usufructúan del poder sin escrúpulos,
hasta cuando aparece un nuevo guía espiritual para dar sombra a los negocios
nada serios con sus desmanes y la mano floja, quien además pensaba eternizarse
en el poder cambiando todo a su favor, metido en conflictos internacionales con
nuevos dispendios onerosos y al que el compadre de su intimidad, o sea el
general Juan Vicente Gómez, lo expulsa del ejercicio de gobierno y de las
francachelas mujeriegas regadas de abundante coñac que se prorrogaban de día y de noche, o sea el
general Cipriano Castro. A la caída de
este andino dispuesto a todo sube al poder otro montañés pero muy diferente a su
persona, astuto, comedido aunque de una tremenda vida interior manejada con el
sentido de la oportunidad y para hacer buenos negocios, con lo que el país y
durante un largo cuarto de siglo no osa hablar ni menos discutir el pensamiento
palabra y obra del mentado Gómez, sus adláteres de la intimidad, los caporales
y a tantos administradores de los inmensos latifundios y bienes inmuebles
adquiridos, que lo hacen el hombre más rico de Venezuela, ante la presencia
efectiva de todo un clan familiar compuesto de hijos, tíos y sobrinos, además
de otros tachirenses del afecto y parentesco que usufructuaron el poder
gerontocrático de la manera más amplia. Muere así el viejo caudillo, sin que
nadie ose interrumpir el sueño profundo, ni con los más nuevos interesados que
por centenares regresan del doloroso ostracismo y ávidos de recuperar el tiempo
perdido.
Con la desaparición del caudillo
militar Gómez otros atisbos de amplitud se vislumbran en el escenario de la
política nacional porque el oscurantismo en que se viviera comienza de manera
modesta a ocultarse, aunque no el poder de los sables, sostenido por López
Contreras y Medina Angarita, con sus aspiraciones permanentes de mando, aunque
ya mediante el manejo de ideas extrañas que se aportan, afiebradas aún desde
cuando suceden los episodios de la revolución comunista en Rusia para la supuesta
mejora de las clases sociales, en especial los mujiks, lo que termina en una falacia más. Sin
embargo tal incorporación política de esas ideas arrancadas como de parto
prematuro, traen al tapete de los conocimientos una serie de postulados en
alguna forma aceptables dentro de sociedades en avance, como la americana y
otras europeas, que con dificultad entran en el seno de la sociedad venezolana
por ser atípicas y que por los desmanes de sus conductores afiebrados,
desembocan en un nuevo golpe de estado militar, que lidera el pronto coronel
Marcos Pérez Jiménez, hombre de derecha pero con una concepción más dinámica en
cuanto al despertar de la sociedad venezolana.
A partir de la revolución de octubre de 1945, que en el medio político
sí puede llamarse así, otro orden de cosas comienza a funcionar bajo el
taimando mando de las botas militares, hasta cuando Pérez Jiménez se entroniza
en el palacio presidencial de Miraflores por diez años cortos, vistos desde la
proyección de su mandato autoritario y plutócrata que permite avanzar el país
por la senda de los negocios y del desarrollo, siempre al amparo circunstancial
de ese gran patrón imperial y subyacente
que son los Estados Unidos, quienes a poco ven con seriedad que Venezuela es un
país rico y de confiar. Pero por detrás de este aparato socioempresarial que se
instala y con el maná del petróleo que progresa, aparecen no mafias sino
familias interesadas en la proyección del país, lo que da ocasión a la amplitud
de capitales y por ende a una conchupancia sistemática que se establece entre
el palacial Miraflores y los grupos adinerados, lo que permite por lo alto
establecer un proyecto elaborado en el sentido de no abandonar el poder,
protegiendo así muchos pero bastantes intereses, de donde comienza a aflorar
toda una sociedad comprometida en esta vocación difícil para alejarla de esa
suerte del holding de la riqueza desparramada por todo el territorio
republicano, en cuya piel ya subsisten herederos arrastrados por la corriente
hiperactiva de los negocios, desde los
cambios de gobierno con algunas ideas
novedosas ocurridos en 1945, y que con los años se consolidan para entrar ya en
un período gerontocrático.
Sobre estos parámetros adicionales
para el ejercicio del poder con una u otra bandera de disimulo, bueno es
recordar la tradición que como suerte de comején, polilla o gorgojo profundo se
ha establecido en los altos niveles del mando ejecutivo, teniendo para ello
cual productor de beneficios al parecer eternos la riqueza presente y sirviendo
de ejemplo clave a muchos gobiernos que han establecido verdaderas dinastías
familiares recordando entre estos en el
siglo XX a la familia Franco en España, Salazar en Portugal, a los viejos
sistemas liberales y conservadores que sin atender el calendario que envejece
se repartían el poder permanente en Europa, a las casas reales de aquel
continente (Italia, Bélgica, Austriahungría, Inglaterra, España, Suecia, etc.)
y ese mismo sistema con mayor holgura y displicencia mediante ciertos retoques
necesarios fue establecido en América Latina, donde prolifera a las anchas o
las estrechas en una suerte de poder omnímodo que hace y deshace sin
contemplaciones, sobretodo con aquellas dictaduras ya declaradas que algunos
hemos podido conocer y hasta vivir como los casos tan patentes de Baptista en
Cuba, los ancianos hermanos Castro en el mismo país, Duvalier y su hijo en
Haití, toda la larga familia y allegados del también anciano Rafael Leonidas
Trujillo en los tantos años de la dictadura trujillista en la República Dominicana,
la dinástica familia Somoza en Nicaragua, la dinástica familia Perón y Evita de
mampara con sus distintos proceratos en Argentina que andan suaves aún en el
ejercicio del poder, el batallador general Augusto Pinochet que no se le
“aguaba el guarapo” para tomar decisiones, como las anticomunistas, Odría, Peñaranda, Getulio Vargas, la famosa
dinastía del PRI mexicana con su inmensa corrupción y que ahora parece entrar
un poco en el ejercicio democrático vertical, el aturdido de Noriega, Velasco
Alvarado y sus ideas extremas, o el Ortega de Nicaragua que ya no aspira
abandonar el poder.
Y para incidir en el
largo tema vienen otros especímenes del rastrojo a mencionar, aprovechadores
del momento que entendiendo como los
dólares corren por sus manos sin contar, no piensan alejarse bajo ningún
respecto de esa gran corruptela, provocada por omisión y negligencia supina y
ante los ojos y el pulso tranquilo de quienes han podido usufructuar ventajas
para esta hemorragia de ocasiones debiluchas que de poco tiempo acá han
infectado de veras y con serios saldos negativos esas tranquilas economías mal
vivientes que sin pensar en lo futuro fueron cayendo en este huracán de
corrupción, mediante una forma a veces inesperada pero cierta, como hoy ocurre
con los dinásticos y depravados gobiernos que funcionan a su mandar en
Argentina (Cristina y su hijo Alexis), Evo Morales y su hija, el parcialmente
desaparecido Uruguay y la Topolowsky, como dije Ortega y su mujer Rosario en
Nicaragua, las aspiraciones de Nadine en Perú, Cilia tras bambalinas en
Venezuela, y otros lugares ásperos de nuestra tragedia regional, donde han
tomado verdadera posesión estos grupos mafiosos para no salir más, según
esperan, por órdenes superiores de quienes desde fronteras afuera los manejan a
su guisa y como se argumenta, con el
empeño imperioso de los billetes verdes. Conste además que no soy alguien
pesimista sino que analizando los entramados acontecimientos que circulan a
menudo puede uno sacar conclusiones “a boca de urna”, como se estila decir en
tantas elecciones amañadas.
Sobre este triste acontecer no se
crea que el plan urdido a nivel continental fue obra de la casualidad romántica
y generosa del cofre de la fortuna, sino al contrario como fuerza expansiva del
resentimiento y hasta el odio maquiavélico y comunistoide sembrado en las
últimas generaciones, donde a través de la experiencia frustrada por equívocos
y derrotas sucesivas, para luchar no contra el oso de Moscú, ni contra los
capitalistas de Wall Street, sino enfebrecidos por el poder a juro que detentan
los cabeza calientes sucesores de esas derrotas desastrosas, idearon toda
suerte de patrañas tracaleras, pero muy sustanciosas en riqueza, para mediante
el juego sutil que siempre han demostrado, como el foro de San Pablo, el gobierno
gerontocrático de La Habana, y el recién fenecido de Caracas, porque hasta la
fecha no se vislumbra el verdadero sucesor, mediante una urdida maniobra que
naciera en los laboratorios capitalinos con el astuto expresidente Chávez, a
fin de tomar el poder y para siempre en la América Latina, como medio
compensatorio y frontal al inmenso dominio hemisférico sostenido también a
nivel global por los Estados Unidos de Norteamérica. Para conformar tal
designio que ahora se ve cojo por la desaparición del fenecido presidente
Chávez y que aparenta a mediano plazo tomar el mando del huérfano conjunto el
agresivo por también dinámico ecuatoriano Rafael Correa, dentro de una política
contraria a la del imperio americano, pero que no rebate los expansivos imperios
chino, ruso, indio y brasileño,
principalmente, el referido plan ha dejado atrás un poco la hermandad
guerrillera y narcotraficante, de riesgos y sangre permanente, a fin de
adentrarse en el mismo estado tildado de democrático, para con las armas
esgrimidas mediante un lenguaje de doble intención corderil penetrar en lo
hondo de tales sistemas a objeto de derrumbarlos desde adentro, en algo
parecido a lo que sucediera entre 1945 y 1949 cuando la Unión Soviética se
adueñó de los estados europeos liberados en el Este de Europa, teniendo para sostener
tales apetencias requeridas y en nuestro caso americano una cornucopia
necesaria proveniente del maná petrolero que fue apaciguando, adquiriendo y
hasta con el soborno frontal a muchos países de débil estructura orgánica, lo
que con el correr del tiempo y la formación de instituciones paralelas que
juegan a la destrucción de las ya existentes, como el caso de la Organización
de Estados Americanos (OEA), y porque los creadores de tal sistema pluriúnico, valga este
neologismo, aspiran establecer en sueños alucinantes desde México y aguas abajo
una gran potencia continental, que se encare con los propios Estados Unidos,
aunque los ilusos no se bajen de esa utopía (Platón, Moro, Bacon) por demás
truncada.
Mas como para sostener esta pretensión no bastase el intentar
destruir a la primogénita Comunidad Andina de Naciones (CAN) y otras
organizaciones (Mercosur) por el estilo
que las izquierdas siempre han tenido en la mira, ni distanciarse con muchos
gobiernos existentes en el área que no comulgan con tales ideas fuera de
contexto, arruinando así en sus ingresos a países como Venezuela o mediante
cohechos y otras maniobras engañosas, el mismo diablo de la política
obstruccionista y totalitaria inventó como suprema expresión del poder a la
Gerontocracia en función de gobierno, para evitar toda suerte de obstáculos que
pudieran presentarse en el escamoteo electoral, y por ello no solo ha creado
instituciones paralelas (y también encuentros de igual estilo) como UNASUR, CELAC,
ALBA y otras que ya han caído en sus garras doctrinarias, sino que con el
ejemplo de los fracasos y para cuidarse las espaldas en este sentido han
trazado todo un mapa artístico de América Latina, de promesas mentirosas, donde
a partir de quien inspirara dicho tenebroso intento hasta ahora no
desarticulado, pero que pronto por eso de las mediocridades existentes puede
desaparecer en peligrosidad y no en latencia,
se ha ido aposentando en cierta forma sobre el continente
iberoamericano, bajo fuerte o media penetración aunque con raíces de cierta
profundidad en comunidades como Argentina, Chile, Perú, Uruguay, Bolivia,
Brasil, Venezuela, Colombia, Nicaragua, Salvador, Cuba, Honduras, desde luego
Venezuela y otras al voleo que se pueden escapar, a lo que agregamos esa
colección de rémoras usufructuarias del petróleo nacional a quienes casi se
regala una buena porción diaria de hidrocarburos, por puro interés político de
votos a favor en las acciones internacionales.
Pero el colmo de este plan macabro para así dominar la
América Latina y en forma permanente es no solo acabar con las instituciones
internas que hacen juego democrático en los países señalados, sino que aún no
contento con ello, al estilo del implantado en Venezuela se fue reduciendo el
poder de maniobra de los órganos supremos del Estado en los segmentos
legislativo, judicial, electoral, empresarial, educativo, de medios
comunicacionales, y otros tantos que hacen imposible un equilibrio necesario
para el buen ejercicio de gobierno, de donde en la maniobra internacional y por
las dádivas requeridas o el soborno necesario ya señalado, se han adquirido
conciencias tarifadas, al extremo que los organismos protectores del normal desarrollo de la democracia interamericana
se hallan maniatados, con la mente en blanco y cosidas sus bocas, siendo
imposible acudir a las entidades internacionales en procura de justicia porque
de antemano y con votos sujetos se conoce la decisión, como en el caso triste
de los derechos humanos.
Para concluir el largo mensaje de
aproximación que ustedes sabrán excusar,
agrego que en este maquiavélico ejercicio de reemplazo de la verdad ha
venido progresando por los mismos carriles de la desvergüenza la idea ya puesta
en práctica de las familias imperiales, como se intenta en Honduras, Salvador,
en el ya existente Nicaragua, Colombia con sus grupos guerrilleros de
izquierda, la familia Correa del Ecuador (refiriéndome al grupo compacto,
hereditario con enredos narcóticos, y no a la familia en sí), Venezuela, Brasil
(Lula, ¡ah Lula! y sus compadres tipo Dirceu), Dilma deshojando margaritas,
Bolivia y la compañía danzante con Evo y los compinches, y otras formas de
penetración que aspiran mantener el poder para siempre, aunque los comodines
eleccionarios y otros aditamentos puedan existir, para que nadie alegue la
ausencia de la palabra “democracia”, así, entre comillas, y valga como ejemplo
el caso gerontocratico de Cuba. Ahora
ante la desaparición apresurada del presidente Chávez se abre un compás de espera no solo eleccionario,
que aún subsiste, sino entrañable en cuanto al manejo de esas clases llamadas D
y E de la población que con facilidad, constancia y halagos superfluos el
extinto supo ganárselas ya convertido como sabemos, en mito, esperanza y hasta santo, que no del
poder celestial. La balanza del desafío eleccionario concluyó en apariencia el pasado 14 de abril, y de
acuerdo con su resultado a resolver se sabrá si es otro comienzo del fin
insondable de la política venezolana, o el inicio de cualquier round posterior
a la continuidad de la gerontocracia en que personajes sabidos y por saberse se
atrincheran dadas sus actuaciones constantes,
aunque sin ampliar explicaciones hasta nuevo aviso provenientes de los
cuatro grupos que dentro de la gratificada familia imperial intentan arrebatar
el montón, manteniéndose en el poder per secula seculorum. Pero aparenta de
verdad haber cambios. ¡Hasta cuándo, Catilina, abusas de nuestra
paciencia!.
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