lunes, 26 de agosto de 2013

LA BOLIVARIANA REPÚBLICA DE FLORIDA.


        Amigos invisibles. Dentro de la mente borrascosa por inesperada que Simón Bolívar utiliza en diversas ocasiones, hoy vengo a referirme a una situación salida de contexto pero que en la cabeza del Padre de la Patria llámese Colombia o Venezuela, tenía asideros de actualidad e importancia, porque según los planes a ejecutar y dentro de una guerra in crescendo  llevada a cabo en América para destruir el ya débil poderío español era necesario cortar los suministros que ese imperio decadente podía aún incorporar al campo de acción militar, y más cuando desde el ingreso básico del llanero general José Antonio Páez al campo de batalla, sostenido principalmente desde las sabanas apureñas, la débil resistencia patriota que se hacía frente a los ejércitos entrenados de general Pablo Morillo, acreedor por sus méritos a ser Conde de Cartagena y Marqués de la Puerta, según disposición Real, comenzó a tener otro cariz de resistencia ante el ímpetu de las tropas borbónicas, por obra desde luego de Páez el triunfador en campos de batalla, que desembocaría en un encuentro fraterno de ambos líderes dentro del apureño Hato Cañafístola, de donde a partir de dichas conversaciones afectuosas el reloj de la contienda a favor se torna hacia el lado insurgente o patriota, según se entienda, y dentro del esquema combativo a desarrollar por la mente de Bolívar comienza a cimentarse un plan de acción desorbitado de los cánones regulares, puesto que el Libertador ya piensa no solo en Colombia, que es su destino próximo, sino en ir cortando los puntos de comunicación efectivos de España con América, y por ello piensa también en Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo, que en todo caso eran puertos de alimentación de esa larga y costosa guerra sobre todo en lo que como término genérico se llamó Tierra Firme.
            Pues bien, si La Habana, Santo Domingo y San Juan servían de enlace entre la Península y los sitios de combate, esta vez en la encrucijada del Orinoco arriba y los llanos occidentales, sin embargo en la retaguardia abastecedora existían otros lugares convergentes con el fin libertario deseado, y en especial la provincia de La Florida, territorio español  continental ubicado al norte de la isla de Cuba, y que entonces servía como centro de acopio a fin de avituallar la guerra y más cuando el norte de dicha región lindaba con los Estados Unidos, de donde por esta causa y para evitar conflictos el Reino borbón de España mantenía allí un entente pacífico en cuanto a esa relación fronteriza, a pesar de que los Estados Unidos deseaban adquirir por cualquier medio dicha provincia a objeto de ir agrandando su capacidad terráquea, como lo hiciera hacia el Oeste norteamericano y rumbo al dinámico Mar Caribe, que siempre ha sido tema de importancia para los intereses de Washington.        Es en ese momento de las disputas y alineaciones cuando Bolívar con su igual interés hacia el Caribe y ante el peligro del ímpetu guerrero español decide guardarse las espaldas y tomar cartas en el asunto, y para poner una pica en Flandes  ante el espíritu libertario de sus hazañas se acuerda de cierta isla que contiene algunos 60 quilómetros cuadrados, llamada Amelia y con su capital Fernandina, situada estratégicamente al norte de la península de Florida, colindante entonces con los Estados Unidos, que era una suerte de reabastecimiento para la guerra en curso y por lo cual ya Bolívar luego ordenara la confiscación de dos naves americanas que venían desde el norte trayendo a Venezuela material para el conflicto a favor del enemigo, de donde con rapidez el gobierno norteño decide abrir un consulado o delegación americana en Angostura, hoy Ciudad Bolívar, a cuyo cargo como Agente estará el señor John B. Irvine.  
            Pero dado que las intenciones del huracán bolivariano iban más allá, que luego se concretaran en querer apoderarse de Cuba y Puerto Rico, o como lo hizo de Colombia y el Perú, en el caso específico y en conocimiento de que algunos venezolanos pensaban tomar esa porción española descuidada por cierto de la parte hispana a fin de evitar fricciones con los Estados Unidos y como paso inicial de independizar a la Florida del decadente poder español.  Para este entonces de la historia narrada varios venezolanos o extranjeros unidos a los ideales patriotas republicanos andaban dispersos en el teatro de hazañas centroamericano y estadounidense, entre los cuales conviene destacar al general Gregorio Mac Gregor, quien mientras Bolívar se empeña en crear una suerte de Tercera República, éste en unión de otros venezolanos conocidos que planean una aventura con el visto bueno del inmediato general Juan Bautista Arismendi desde fines de 1816,  por lo que a principios de marzo de 1817 y el visto bueno de Bolívar la expedición libertaria zarpa de Nueva York que con un grupo de patricios deciden invadir la isla Amelia, al norte de Florida y hoy en territorio de los Estados Unidos, a objeto de disponer de esa base de operaciones en la propia boca del gigante anglosajón, con la vertiente americana e inglesa. De esta suerte el 30 de marzo de 1817 el caraqueño y marino general Lino de Clemente, tan ligado al Libertador y enviado por el mismo ante el gobierno americano con carácter diplomático, el valioso geógrafo Agustín Codazzi y el experto diplomático doctor Pedro Gual, caraqueño y contemporáneo también con Bolívar, bajo las directrices del constitucionalista Juan Germán Roscio, y junto a Martín Thompson, que es Agente del Gobierno de Buenos Aires, y el mexicano F. Zárate, de acuerdo con instrucciones recibidas, como es de suponer, comisionan al escocés general Mac Gregor para que ocupe un puerto en la costa oriental de Florida ( y no en la occidental) “que tuviese valor estratégico para a partir de allí controlar el paso de las naves desde el norte hasta el sur de América y viceversa.       Con esa orden tan clara  e instrucciones recibidas este general al servicio de Venezuela se hace acompañar de 150 patriotas escogidos y finalmente el 29 de junio de 1817, día de los batalladores apóstoles Pedro y  Pablo, al frente de esta tropa disímil desembarca en la costa atlántica de la península floridana, proclamando al tiempo y con documento firmado la instauración de la República de Florida, “y declarando a Fernandina su puerto principal, como la capital del nuevo Estado”.         A objeto de legalizar este importante hecho histórico del hoy condado de Nassau y ante los numerosos presentes Mac Gregor y los demás acompañantes de ese Directorio, para identificar el nuevo Estado que naciera dicho día, con posibles cañonazos en su honor, mediante disposición expresa y de acuerdo a normas militares se ordena izar el pabellón creado por Francisco de Miranda en 1806 (“tricolor amarillo, azul y rosado”, como decía la fuente consultada) y que hoy ostentan como bandera oficial los países Venezuela, Colombia y Ecuador (también esa bandera sirvió a la República Dominicana en determinado momento de su independencia), mientras que con las seguridades del caso se constituye y juramentan las máximas autoridades civiles y militares del nuevo país republicano, haciendo constar que la mayoría de sus habitantes eran estadounidenses, además de los residentes españoles.    
            Por esta causa de inmediato Fernandina se convirtió en puerto de aprovisionamiento de buques venezolanos, como de almacén de productos adquiridos en los viajes hacia el norte o prevenientes del norte con este fin principal, al tiempo creándose un baremo de derechos de uso en la importación o exportación del puerto, e instalándose allí una base naval para la presa de embarcaciones de cualquier bandera que tratasen de abastecer a los realistas españoles, “burlando el bloqueo decretado por el Libertador”.    Como era de suponer el gobierno español y ante el desasosiego de agriar las relaciones con el vecino fronterizo americano y a sabiendas de sus intenciones anexionistas, dejó este problema pendiente para resolver en el futuro, por lo que ese dilema no crea inconvenientes sobre la creación de esta nueva pequeña pero importante república en el juego de los intereses pendientes.        Mas debido a que el general de brigada Mac Gregor el 17 de septiembre siguiente informa al Gobierno insular que desea retirarse del mando una vez cumplida su misión libertaria, para ir a otros destinos (Pérez Vila sitúa la fecha el 4 de septiembre), ante el abandono de su cargo las autoridades competentes deciden aceptar tal hecho doloroso y sustituir por esa petición, llamando para ello como refuerzo militar al conocido marino pro bolivariano comodoro Luis Miguel Aury, de origen francés, que en la lucha antiespañola había ocupado el puerto de Galveston (Texas), a favor de revolucionarios mexicanos.        Sin embargo, ante la ausencia de Mac Gregor, el americano Ruggles Hubbard, que también mediante acuerdo y para evitar colisión de poderes cumplía funciones separadas de gobernador civil, trata de ampliar su función meramente administrativa, por lo que Aury ya en funciones de gobierno desde el 17 de septiembre de 1817 y de mando con despacho del gobierno de Nueva Granada, restablece el orden y designa a hombres de confianza para integrar el Consejo de Gobierno de la República de Florida, con lo que se apacigua la situación algo tirante, aunque por poco tiempo dado que pronto amarra en el puerto Fernandina el bergantín de guerra venezolano  “América Libre”, trayendo a bordo 130 pasajeros para la isla y otros oficiales europeos y funcionarios civiles, resguardados por 74 marinos tripulantes que deben enfrascarse en una escaramuza con ciertos empleados estadounidenses “siendo estos últimos derrotados”,  como asienta el cronista Jesús Antonio Aguilera.    Por  tal intento desestabilizador  el comodoro gobernador Louis Michel Aury viendo la posibilidad de un mayor desorden y una vez expuesto el tema ante sus compañeros decretó la Ley Marcial, y sobre pruebas recogidas acusa a Hubbard de traición y connivencia con los españoles, salvándose de un juicio por su muerte ocurrida el 19 de octubre siguiente (1817), por lo que cesa la resistencia de ciertos rebeldes y una vez restablecido el orden como apaciguados los ánimos con la colaboración del letrado doctor Gual y el peruano presbítero Vicente Pazos Kanki,   el 19 de noviembre se procedió a las primeras elecciones democráticas de la nueva nación, instalándose el 1° de diciembre la Asamblea de Representantes, cabiendo el honor al diplomático Gual de redactar la primera constitución de esa naciente república.       A poco las tensiones se mantuvieron firmes porque los herederos de Hubbard hablaban de la tolerancia venezolana respecto al contrabando, que les hacía daño, dándose nuevos enfrentamientos  incluso marinos, como cuando el barco venezolano “Tentativa” fue incendiado por el capitán Elton John, comandante del crucero americano “Saranac”, con el pretexto que había violado aguas territoriales de ese país, aplicando medidas retaliatorias de registro de buques, mientras la nueva república alegaba con pruebas que el “Tentativa” no había surcado aguas afuera de su ruta, lo que decidiría la Corte de Almirantazgo establecida en Fernandina, mientras que por la habilidad diplomática del doctor Gual  se evitaba que los Estados Unidos con pretextos invadiera la República de Florida, cosa que se llevó a cabo  cuando el inefable presidente James Monroe, el de la manida frase “América para los norteamericanos”, sin otros miramientos de la política continental y olvidando leyes y tratados suscritos comunicó al Congreso de su país la invasión del pequeño país por tropas marines de su tiempo, lo que rompería el equilibrio existente y el sueño bolivariano de ese destino insular,
            El 23 de diciembre de 1817, víspera y día  de santidad navideña y sin esperar respuesta del comodoro Aury en el despojo y destrucción de lo que se hacía, fuerzas navales de desembarco y terrestres americanas apropiadas bajo el comando del comodoro Henley y el mayor Bankhead y los buques “Saranac” y “John Adams” invadieron militarmente la isla, al tiempo que ocupaban la capital Fernandina, resaltando así la posición americana sostenida desde 1811 de ver mal cualquier ocupación extranjera en la península de Florida, y el apoyo que realiza el futuro presidente protestante Andrew Jackson.           Aury y Gual debieron refugiarse en aguas del Caribe para seguir en otros importantes destinos posteriores, una vez que el mismo 23 y ante la imposibilidad de resistencia el gobernador presidente del novel país hace entrega formal del poder a los invasores americanos, “no sin protestar contra la injusticia en una comunicación dirigida al presidente de los Estados Unidos, James Monroe”, lo que constituye la muerte de esa república bolivariana, con su anexión inmediata a los Estados Unidos, que luego criticara Juan Germán Roscio en El Correo del Orinoco, “por la naturaleza democrática de la República de las Floridas”. De su parte el Reino de España o la corte fernandina de Madrid también hizo mutis de la cuestión resuelta por las armas, haciendo cuenta que para 1817, si nos atenemos a la verdad, los peninsulares tenían ganada la guerra en sus colonias americanas, bajo la dirección del fogueado general Pablo Morillo.
            En resumidas cuentas la República de la Florida (algunos llamaron de las Floridas, por las dos vertientes marinas de la península), fue otro sueño que se diluyó ante la intransigencia existente, y más cuando en ese momento el gobierno bolivariano de Venezuela pasaba por difíciles apuros de reconocimiento y sostén, desde la Iglesia para abajo. Duró apenas medio año, en medio de discusiones mayores, cuando salieron a flote apenas las menores.        Como piedra en el zapato del Tío Sam fue condenada a muerte a pesar de tener constitución, poder legislativo, ejecutivo, judicial, fuerza armada y organismos públicos en función, como obra del espejismo bolivariano que no creyó en que el pez más grande se come al chico, por encima de zalamerías y acuerdos diplomáticos que al final no se toman en cuenta o se violan de continuo.       Tuvo hasta bella moneda nacional, que ustedes pueden admirar en Google, y fue objeto de satisfacción porque la crearon hombres de la calidad de Arismendi, Gual, Mac Gregor, Aury, Roscio, Bolívar desde luego, Lino de Clemente y el sabio geógrafo Agustín Codazzi.          Nació fuera de tiempo, porque si ello hubiera ocurrido en 1818, cuando ya se definía la victoria guerrera a favor de los patriotas y  Fernando VII deseaba terminar la contienda con el fracaso expedicionario de Riego y Quiroga, otro gallo hubiera cantado y el reacomodo político de su nacimiento y función posiblemente fuese mejor, de seguro sería otro. Porque como se dice muy claro en Venezuela para señalar la simpleza: los deseos no empreñan.  

miércoles, 14 de agosto de 2013

MÁS SOBRE LA VIDA ÍNTIMA DE BOLÍVAR.

 
Amigos invisibles.  Como la personalidad de Simón Bolívar es tan compleja, llena de traumas juveniles dando oportunidad de ensayar sobre ella a lo largo de una vasta trayectoria vivencial, que en apenas 47 años de existencia física  fue suficiente para cambiar los estratos sociopolíticos de América Latina y por ende toda la nueva vida que se desarrolló con la presencia de su persona en la actualidad de este continente de raigambre hispánica, como de las secuelas en Europa, es oportuno hacer un recuento valorativo de ese su activismo desde muy temprana edad, como la proyección que sostiene  en las andanzas conocidas de este caraqueño ejemplar, donde se palparon los numerosos méritos, como también los errores, terquedades y hasta los desencuentros en que se vio metido, de todo lo cual ahora se puede escribir con holgura y sindéresis, luego que se cerró con  razones fundadas la presencia inmarcesible del mito para así entrar sin tapujos en el campo de la razón existencial, del difícil análisis, pasados los tiempos del opio incensario sobre su figura que abarcó sobre todo desde el período presidencial del general Antonio Guzmán Blanco, emparentado con el Libertador, quien busca destruir papeles comprometedores, hasta cuando mediante  el RIP del  descanso marginal se cierran las puertas de las insensatas por incongruentes loas con la desaparición de algunos intocables en estas materias a aludir, para el caso concreto y por ejemplo los historiadores de antaño Lecuna y Mendoza, aunque el hilo de la concupiscencia mental para sostener leyendas  a favor sobre el héroe  se rompe  cuando en 1969 el historiador Germán Carrera Damas tiene la osadía de dar a conocer su excelente trabajo biográfico e interpretativo “El culto a Bolívar”, que rompe con todos los paradigmas y esquemas anticuados para tratar el tema al bisturí, de donde con ideas  forjadas en el estudio profundo del personaje y de acuerdo con el tratamiento adecuado que realiza, surge un Bolívar de carne y hueso, al decir también de otro precursor novedoso que es el siquiatra Francisco Herrera Luque, para sobre estas bases liberales y nada sujetas a   una obsolescencia radical, encontrar así a este Bolívar diferente, humano, con lo que el académico Carrera Damas  rompe la oscuridad en muchos temas que lo aluden y que por tanto abre puertas de par en par a fin de que investigadores serios o simples amantes de la verdad histórica prosigan esos caminos diáfanos a objeto de descubrir el personaje que habitaba dentro de ese ser tan característico por encima de las múltiples facetas a entender estudiando para dentro de lo extraño de esta figura polivalente llevarlo de la mano de la razón a eso que como un himno de obligada memoria llaman empíreo, o al mausoleo trajinado donde yacen sus restos, a objeto de que pueda descansar en paz y ser admirado dentro de un conocimiento cabal de sus vivencias.
            Sobre esta aclaratoria  sincrética y necesaria vamos ahora a  tratar varios temas referidos a su personalidad y en especial política, que encubre diversos pareceres bolivarianos, por lo cual me ha llamado la atención un trabajo crítico publicado en el diario El Universal de Caracas, del domingo 28 de julio de 2013 (pág. 4-7), que se titula “De porqué Bolívar no es muy apreciado en el Perú” y cuya autoría corresponde al columnista Jorge Sayegh, analista que por el contenido veraz de tal estudio simple viene a coincidir con el mío publicado anteriormente en este blog y al que pusiera por título “Porqué no quieren los peruanos a Simón Bolívar”.      Sobre esta línea trazada en ese escrito del referido blog que aquí sostengo, de fecha sábado 4 de febrero de 2012, con pormenores suficientes y corroborado el trabajo sobre los pasos del pensamiento de este caraqueño que expusiera con respecto a su actuación a partir del primer viaje desde Quito y hasta llegar a Potosí, como  unidad de criterio, lo que se sostiene en base a opiniones de distintos peruanos y otros tratadistas que analizan lo concerniente al tema, sobre ese parecer sustentado del escritor Sayegh y en concordancia con lo mío  expuesto y la libertad de conciencia que se tiene, me sumo en lo genérico en cuanto Sayegh hace constar la renuencia que mantienen los peruanos para convertir a Bolívar como su libertador (tachando así a la figura de San Martín, que apenas los impugnantes le colocan como protector) y más cuando que a ese sentir achacan sin perdonarlo el haber dividido este enorme territorio virreinal por intereses secundarios, de donde durante su gobierno en aquellas lejanías dicho país perdió la provincia de Guayaquil, por causas que he citado (ver mi artículo del blog “La entrevista de Guayaquil: una comedia teatral”, del  sábado 26 de mayo 2012), algunos territorios amazónicos, su influencia sobre el Ecuador, la separación independiente de Bolivia (Charcas o Alto Perú) y otras causas de política interna que tanto los monarquistas de ese país como los republicanos del mismo, no podían admitir por la terquedad nada diplomática de Don Simón, lo que dio origen a una insubordinación interior, que en su momento casi le cuesta la vida al caraqueño para ellos intruso.
            Otro detalle doliente que señala Sayegh se refiere a la posición de sorpresa al llegar San Martín a Guayaquil, donde lo recibe el Libertador “en territorio colombiano”, como un hecho cumplido, por lo que de inmediato queda sin agenda a discutir el argentino, y por ello con la diplomacia debida tal situación de facto a la luz internacional lo obliga a hacer el mutis de esa terrible celada que entonces le deparó la vida. Igual ocurrió con la negativa bolivariana para su ayuda libertaria y militar que le señala el rioplatense, en base al socorro prestado por ese ejército sureño para ganar el venezolano Antonio José de Sucre, luego mariscal, la batalla de Pichincha, con que se libera la provincia de Quito (Ecuador), en lo que Bolívar tampoco ofreció verdadera colaboración.     Por ese mismo camino contradictorio y antiperuano los naturales de este país desaprueban que el injerto republicano y monárquico puesto de manera sibilina y a pesar de las repulsas que encontrara, nuestro Libertador con sumisos seguidores hace aprobar como Constitución para regir en Bolivia, que después a la callada trata de imponer en el Perú, sin conseguirlo, con aquello de la monarquía vitalicia y hereditaria que incluye a su persona, lo que produce también intentos de magnicidio y de cuya gestación se salvó por casualidad.     Hasta aquí voy a referirme en cuanto al artículo de Sayegh, que es como una voz emanada del propio Perú, al que siguen tantos historiadores de dicho país y otros críticos bolivarianos.
            Pero es bueno que ahora en una segunda parte de este blog me detenga sobre el tema bolivariano y al que me he referido muchas veces dentro del análisis imparcial y nada mítico, ajustado a la historia de los hechos y sus consecuencias, que he consignado en diferentes medios nacionales e internacionales, y entre los que puedo citar en mi libro “Los Amores de Simón Bolívar y sus hijos secretos”, que ya va hacia una sexta edición, como la cantidad de escritos bolivarianos (calculo cerca de cien, de los cuales 24 se insertan en este blog) y de su entorno que se han publicado en la prensa y otros medios nacionales y extranjeros, que alguien interesado podrá hurgar oportunamente, fuera de otro trabajo más completo que tengo terminado sobre la personalidad de Simón Bolívar, en 172 páginas.     Por ejemplo, y ya que hablamos de sus amores esparcidos  dentro de una geografía bolivariana referida a ese tema, hay artículos que pueden ser leídos para su deleite en este mismo blog, pues sacando las cuentas necesarias sobre tantas pruebas aportadas de diversa índole, puedo afirmar in extenso que Bolívar tuvo 18 amantes, señalando entre ellas a una mexicana, una española, tres francesas, dos venezolanas, una dominicana, dos colombianas, mas Nicolasa Ibáñez, que fue también pareja del general Francisco de Paula Santander, dos ecuatorianas, tres peruanas, dos bolivianas, y una estadounidense.       A esta colección creciente debemos incluir dentro de las travesuras aventureras de costumbre, a otros nueve amoríos que con lo fogoso de Don Simón y la testosterona que siempre lo acompañaba, aunado al erotismo de la pretuberculosis, como se aprecia en los textos médicos,  entre ellos con las damas del Toro, Valdés, Bowvbril, Goncourt, la insustituible Fanny, etc. Las que sumadas como se desprende de este libro y por la investigación hecha en varios países asciende a 27 amantes, cada una con sus singulares características y oportunidades de tiempo.   Y correspondiendo sobre el mismo tema del erotismo donjuanesco que le excitaba la mente debemos colocar entre las sobresalientes a su tierna esposa María Teresa y a la que le da un amor pasional y hasta con celos, raro además, que es Manuelita, en esos 31 años intensos que le tocó vivir mirando la razón de su sexo, o sea entre la juventud inicial que lo conmueve en México (a los imberbes 16 años, salvo que alguna morena a escondidas en la heredad de San Mateo le haya servido de probanza) y hasta los 47 años cuando ya moribundo en la intimidad solariega bogotana se despide de Manuela).     Para rematar sobre este tema tan alentador diré que con las cuentas hechas entre varios investigadores de sus pasos en la tierra Don Simón con su arrastre natural pudo tener la friolera de 20 hijos varones, que muchos detallan con  nombres y apellidos supuestos para guardar apariencias, a cuya lista se agregan 9 hembras nacidas por los mismos canales ocultos y correspondientes a su tiempo, agregándose uno más indeterminado como aparecido a última hora, que también debe entrar en este estudio de pormenores, lo que suma un total de 31 presuntos hijos, desde la famosa Flora Tristán en adelante, descendencia sujeta a pruebas posteriores como el ADN que se hiciera o harán principalmente en Colombia y el Ecuador.      A ello debemos sumar el conjunto de pruebas recogidas sobre la verdadera descendencia del Libertador, que por otras fuentes seguras nos llevan a concluir con cierta exactitud para afirmar que Bolívar tuvo dos hijos, uno en Bolivia, Don Pepe Costas, donde de edad muriera en Caiza, y otro en Colombia, Don Miguel Simón Camacho, que falleció también de edad en Quito y cuyos descendientes me escribieron no ha muchos meses desde Europa, donde se hallan por tiempo establecidos.
            Por lo demás el tema central bolivariano sigue en efervescencia, desde cuando el finado presidente Hugo Chávez para la conveniencia política destapa esa curtida olla moldeada al interés, junto a otros detalles íntimos de su personalidad que serán tratados en el futuro por críticos y estudiosos de esa persona tan controversial como es Bolívar a la luz de la razón palmaria.      En consecuencia para el simple recordar y a manera de pinceladas históricas acotaremos que de simple malcriado por huérfano juvenil, Don Simón cae en manos de un maestro de escuela muy extraño, quien lo imbuye de ideas por demás escabrosas y que con ese conocimiento superficial su vida se troca al oír los clarines de una revuelta que es mantuana (monárquica) pero nada  social, y que con su dinero es enviado a Londres para fracasar por lo imprudente de las conversaciones oficiosas, para luego y dentro de la derrota londinense volver a La Guaira en un regreso imbuido de conflictos emocionales en que ahora carga contra los ancestros españoles y hasta contra sus propios amigos que trae a Venezuela, valga decir el propio general Miranda, quien confiado en cierta forma para con su locuaz paisano lo ve fracasar en Puerto Cabello, con lo cual se pierde la quijotesca república, mientras que por pleitos internos llenos de miopía todo termina en la triste por absurda prisión de Miranda y su entrega final a los españoles monárquicos, bajo la conducción terca del romántico de ideas Bolívar.      Viene luego otro español, como su verdadera esposa, o sea el bueno Francisco Iturbe, que lo salva de la cárcel y hasta de la muerte, avalando con su prestigio para que el feroz Monteverde no se empecine sobre él y lo lleve al cadalso, pudiendo así salir expatriado a Cartagena.
            Ya en Cartagena de Indias, dominado por la soledad y la pobreza accidental, piensa en su familia extraña, la desgracia de su hermano mayor ahogado que viviera a escondidas con una amante, de la famosa  y legendaria goda María Antonia, su hermana, de quien se tejen tantas historias de pecado y cuernos lujuriosos como buena hija del sátiro padre de Simón, sacadas a flote por la ágil pluma historiadora de Inés Quintero Montiel, en cuyo recuerdo de mal andanzas  se asciende la mente hasta la mestiza Marín de Narváez, su bisabuela, cuya mezcla de razas y de sangre le impidiera junto a su hermano Juan Vicente aspirar a títulos nobles adquiridos en el monasterio catalán de Montserrat, que le fueron vedados, circunstancia despectiva y social que en el reproche debió llenarlo de ira y resentimiento, acorde con lo que fue su posterior actividad. En Jamaica dentro de aquellos arreboles mentales, acaso poéticos que lo hacen inspirar para producir la elucubrante Carta de Jamaica, que es una misiva exploratoria  para todos según su entendimiento y mientras lo acoge bajo cobijas calurosas una morena dominicana, que así lo salva del alevoso asesinato, por lo que alejado de amigos que lo olvidan del todo viaja hasta la negritud de Haití donde el presidente Petión lo ampara y logra reunirse con exiliados orientales que en una suerte de nido de alacranes lo aceptan bajo condiciones para regresar a Venezuela entre enemigos del clan regional como Mariño o luego Piar, y el propio pariente José Félix Ribas, para hacerle la vida casi imposible dentro del nuevo fracaso expedicionario, debiendo Bolívar fusilar al insurgente Piar a fin de imponer cierto orden en esa caimanera de la resistencia oriental a su poder central que hasta lo execran  rebajándolo con el famoso “congresillo” de Cariaco. Para entonces ya la guerra estaba en su apogeo con la aparición previa del fenómeno Boves, que acaba a punta de lanzas con las pretensiones independentistas, hasta cuando otro lanzazo remata con su vida controversial en el campo de Urica y Bolívar con la labia característica luego puede recuperar algunos “amigos” a pesar del horrible Decreto de Guerra a Muerte que ha firmado en Trujillo.     Mas en ese tiempo para aplacar los ánimos coloniales soliviantados por orden del rey Fernando VII llega a Margarita un curtido soldado pacificador, enviado desde Madrid con esos fines, quien sin  parar en mientes tira por la borda el latiguillo de la paz y establece una cacería de verdaderos brujos para desarticular el poderío guerrillero nacionalista, aupado ahora por tropas neocoloniales inglesas que trae Bolívar, por cuya estrategia del general hispano pronto las fuerzas patriotas comienzan a decaer y recibir palo tanto en Venezuela como en Colombia, donde suceden casos como el famoso sitio famélico de Cartagena.
            A estas alturas de la conflagración en marcha aparece en Venezuela un hombre llanero venido de la nada, que con su lanza y espada pronto impondrá la autoridad para unificar débiles fuerzas que ahora recoge con triunfos de batalla, de donde el gastado Bolívar puede regresar a Venezuela por la vía del llano que maneja Páez y de allí el caraqueño con ese amparo defensivo decide establecerse en Angostura con sus ideas políticas bajo la manga, porque sin renunciar a lo mantuano desde siempre pensó en una monarquía necesaria en territorios de América y hasta bajo su dependencia, como freno ante tanta ambición desmedida y en base a su propio futuro político.  Mediante esas vías personalistas y apoyado por gente fiel venezolana mirando ya a lo lejos como medio de contención a fin de evitar nuevas incursiones españolas (Cuba, Puerto Rico, Florida, Santo Domingo, etc.) dentro de territorios que considera peligrosos (ojo, a los alzados hispanos Riego y Quiroga deben ser considerárseles próceres de nuestra Independencia), en Angostura crea un país llamado Colombia que será algo accidental, dotándolo de una constitución monarquista en su fondo, y de allí corre hacia Nueva Granada para liberarla con la batalla de Boyacá y darle un corazón enfermizo mediante la Constitución de Cúcuta, mientras se llena de papeles dogmáticos para emprender la cabalgata que por el terrible Pasto de la matachina humana, con Bomboná y Pichincha hacen juego libertario al tiempo de los amoríos quiteños con Doña Manuela, para luego dejar en la estacada al admirado San Martín y después mediante un envolvimiento de traiciones y desencuentros  bajo el peso de las fuerzas colombianas de ocupación viene a sostener un férreo manejo de gobierno dictatorial en el Perú liberado, bajo grandes presiones internas de quienes no lo reconocen adversándolo por sus posturas nada convencionales y para muchos antiperuanas.      De allí a los sucesos serranos del Junín y Ayacucho queda solo un paso, con lo que el caraqueño se desborda de seguidas hacia Bolivia para imponer su constitución señorial y mientras deshoja margaritas a objeto de seguir hacia el Sur en la pelea, con que piensa controlar a rioplatenses y braganzas, para poner fin a un ciclo que entre tanto sinsabor le fue denegado.      El regreso al Perú siguió en un alboroto profundamente antibolivariano, mientras plantea otro absurdo error o sea el mal visto Congreso de Panamá, escaso de presencia  y casi sin acuerdos, para regresar vetado hasta Colombia  donde ya no le quieren, dándose así los atentados a su persona, el desastre de la Convención de Ocaña, en que su grupo es minoría porque ya Santander comanda, y la pérdida del poder que tiene enfrente, con el triste asesinato de su incondicional mariscal Sucre,  y en medio de tanta alevosía continúa el enojo irreconciliable por parte de quienes le adversan en Colombia, como la trampa inteligente que le tienden a su otro amigo (que apenas fueron dos, el mariscal y) Rafael Urdaneta, Presidente Interino de ese país artificial (de entonces), ante este desengaño tan macabro aunado con el tremendo sinsabor que le rellena el alma cuando desde Honda desciende por el río Magdalena colmado de tristeza para morir casa de un español y lleno de más tristeza o sea en San Pedro Alejandrino, mientras sus asistentes absortos en corredores aledaños jugaban a los dados.      Así se acabó Colombia y todo lo demás de sus esperanzas, abjurado de su patria de origen (hasta 12 años después de su muerte por la oposición fuerte no se pudieron traer los restos a Caracas), para con el tiempo empeñarse a objeto de reconstruir las buenas intenciones y su pensamiento, y hasta alguno ya muerto sin escrúpulos trató de modelar su efigie con fines demagógicos al esperpento creado, teniendo por ejemplo facial de patillas a un diputado talanquero del gobierno de turno que llaman Ojeda, caraqueño, “igualiiito” como se comenta a troche y moche en los bajos fondos de los escondites capitalinos. Por ahora, eso es todo.
En pocas y apretadas páginas he tratado de comentar sobre la vida y misterios de un personaje tan interesante y mal llevado en los trajines de sus ideas, a pesar del esfuerzo que se hace, que es el general sin título académico Simón Bolívar, hombre arriesgado de leyendas, de pluma y de la espada con que también perdiera muchos combates.     Y me excusan por decir la verdad.     Toca ahora a usted pensar en lo que fue, por donde transitó y en los triunfos y fracasos que tuvo, sin querer para nada compararlo con Alejandro Magno, Napoleón y otros grandes de la antigüedad, para que algunos de otras tendencias que no escriben deformando la historia sí lo hagan. Porque la historia oficial es otra.    Ahora con este espacioso preámbulo de tragos amargos usted también puede releer los 24 trabajos largos que sobre el ilustre caraqueño y Padre de la Patria he colgado para saberse a carta cabal en este blog.

   

       

domingo, 4 de agosto de 2013

LA ASOCIACIÓN DE ESCRITORES DE VENEZUELA.

 
            Amigos invisibles. Como ahora es tiempo de reflexionar, dentro del recuerdo histórico de una época dispar me voy a detener en ese punto de gran interés para recurrir a la memoria presente sobre hechos que viví con cierta intensidad y que siendo de relevancia no pueden pasar por debajo de la mesa a fin de que sirvan como ejemplo digno dentro de las instituciones venezolanas de largo aliento. Me refiero así a la Asociación de Escritores de Venezuela, organismo de intelectuales albergados dentro de ella con la calidad de escritores, periodistas, ensayistas, poetas, algunos bohemios ilustrados, articulistas, folcloristas, académicos, creadores de ficción, especialistas en literatura infantil, historiadores, maestros y profesores con obra determinada, y, en fin, toda suerte de hombres y mujeres de pensamiento y acción que con amplitud se cobijaban sin mayores aspavientos dentro de tan digno monumento creador que naciera con fórceps en los albores de una lenta democracia y  al tiempo que salido el país de la larga noche aletargada en que se vivió durante la insólita cuanto oscura vida del gobierno llamado gomecista (1908-1935).
            Para ir aclarando los aconteceres bueno es afirmar que Venezuela tiene fama de ser un país apto para las manifestaciones del pensar, por lo que a lo largo de su camino descollan figuras  como Andrés Bello, Rafael María Baralt, Andrés Eloy Blanco, Rómulo Gallegos, Arturo Uslar Pietri y otros reputados cultores de la lengua y la creación estética. Pero como los avatares posteriores a la Guerra de Independencia mantuvieron en vilo a sus habitantes, con escasos de medios para relucir facultades, ello impidió que muchos venezolanos demostraran aptitudes propias, esto aunado a la escasez de medios de comunicación y otras alcabalas perniciosas para expresar el pensamiento. Solo ya entrado el siglo XX el ejercicio mental constructivo comienza a tener cauce durante la larga y compleja dictadura del general Juan Vicente Gómez, quien en ejercicio de cierta brujería visionaria toma en cuenta a muchos hombres emergidos de las universidades, como del pensamiento positivista reinante, vayan como ejemplos José Gil Fortoul, Pedro Manuel Arcaya, Lisandro Alvarado y otros novatos, tal el caso de Arturo Uslar Pietri, viajeros de la nueva camada existencial, que tímidamente se iniciaban en el ajetreo de las letras para cuando el viejo caudillo de La Mulera tiene a bien fallecer, tranquilo, en su caluroso hogar de Maracay. Para ese tiempo de los años 30 y con el ajetreo mental de las  nuevas ideas sostenidas por personajes de la Generación del 28, se habían producido algunos brotes  de inconformidad entre las nuevos activistas del pensar, entre quienes algunos ya leían diversos textos incomprendidos de Marx y otros autores llamados comunistas, o anarquistas, cuya actividad para el momento no pensaba desestabilizar, sino que entre ellos y otros compañeros de la pequeña Caracas discutían sus ideas en casas familiares, reuniones de ocasión o en cualquier sitio bohemio de los alrededores de la plaza Bolívar, donde los pros y contras salían a relucir. Pero este largo paréntesis de espera que se sentía vino a cambiar al momento de la desaparición del susodicho general Gómez, que fue llorado, respetado y bien guardado con efusivas manifestaciones de dolor, como ocurre en estas ocasiones luctuosas del grupo que quedaba huérfano, permaneciendo a la expectativa de los hechos y de eso que en la ansiedad se llama cambio. Mas como la ciencia de la comunicación ya había avanzado bastante a través de la radio, el teléfono, la telegrafía y los impresos varios, y hasta ciertos periódicos conocidos al estilo propio de La Esfera o El Universal, no bien enterrado el militar tachirense y ocupando su puesto presidencial otro tachirense, o sea Eleazar López Contreras, con cierta libertad y gritos o despliegues en la plaza Bolívar comienza el regreso de los exiliados intelectuales al país, mas la nueva clase emergente, quienes se encuentran con que Caracas adolece de sitios para exponer ideas, salvo cualquier entrada donde funciona un periódico o una revista como Elite.
            Es por esta razón coyuntural que en los pocos días del cambio político habido a finales de 1935 un grupo de intelectuales entre los que se cuentan principalmente escritores, se reúnen en Caracas para constituir de seguidas la Asociación de Escritores Venezolanos, que con pocos cambios de sitio vino a funcionar en lugar alquilado de Palma a Municipal, y con asistencia de un numeroso grupo que copaba el lugar, entre los que sobresalían periodistas, pintores, profesionales diversos, críticos, artistas y otras figuras de ingenio que entonces conformaban un círculo de importancia en el diseñar del nuevo país que nacido ya en el siglo XX pero en los avances de su tercera década, era grupo de actualidad  y de mucha valía para tener en cuenta. De esos arranques consabidos de importancia las Juntas Directivas que comandaron su organización fueron escritores de primera línea entre los que podemos recordar a Miguel Acosta Saignes, Mariano Picón Salas,  Pascual Venegas Filardo, Ramón Díaz Sánchez, Miguel Otero Silva, Paz Castillo, Gerbasi, Rojas Guardia, Pálmenes Yarza, Elena Dorante, Benito Raúl Losada, el eximio novelista Rómulo Gallegos, quien figuró entre sus primeros presidentes, y el candidato al premio Nobel de Literatura Arturo Uslar Pietri, que es gloria de las letras hispano americanas.  En ese tiempo de diversas actividades, que pudo durar alguna década, esta institución cultural era punto de referencia permanente, como podía serlo la Universidad Central de Venezuela (por ejemplo, la AEV tuvo gran vinculación con la puesta en marcha de la Escuela de Periodismo de la Universidad Central), mientras la batuta de la institución por otros años estuvo manejada por el periodista y profesor universitario poeta Pascual Venegas Filardo, tiempo ya en que la Asociación convoca a premios anuales de categoría, que conforman la conocida colección de los Cuadernos Literarios, ésta alcanzando más de 200 títulos.  Entretanto por sus salones y principalmente a la tertulia dominical de las once siempre asisten valiosos escritores entre los que recuerdo al inmortal William Faulkner, pequeño y de bigotes, que me impresionara en su disertación rural, tiempo cuando yo desembarcara al regreso estudiantil de Europa.
             A la emérita labor de Pascual Venegas Filardo, como de otros asociados se debió el adquirir un inmueble céntrico  y digno para su trabajo en el campo de las letras o de los escritores, por lo que gracias a la actividad desarrollada en esta asociación de intelectuales y el apoyo financiero que dispensa el comandante Carlos Delgado Chalbaud, quien preside la Junta Militar de Gobierno, el gremio se instala en sede propia, situada de Miseria a Velásquez, para allá sostener en el curso de muchos años el ejercicio de la cultura, con las puertas abiertas. Fue durante este tiempo de cambios en que la democracia venezolana transita por obra de la libertad implantada dentro de lo que llamaron Cuarta República, cuando en horas disponibles con bastante interés me acercaba hasta el inmueble sede de la Asociación  establecida en la Avenida Lecuna para dialogar con numerosos intelectuales de ambos sexos que allí discurrían,  una mañana de 1961 en que mi dilecto amigo y paisano  poeta Amable Sánchez Vivas me anuncia que junto a los escritores Angel Mancera Galetti y José Ramón Medina habían propuesto mi nombre para que en calidad de Miembro formara parte de dicha institución. Para entonces y quizás avalado por libros iniciales que circulan, el primero publicado en París, en 1953, seguido de otros cuadernos de poesía, conferencias dictadas en Europa y algunos trabajos históricos editados en España, fueron suficiente prueba para ser aceptado en tal condición de membresía, circunstancia que desde luego me halagara en cuanto a la obra de más de sesenta años que en este campo iba construyendo, de diferente manera y arquitectura.  Mi transitar por aquel mundillo variopinto de valores humanos interesados en la prosperidad del país y de su estructura me fue atrayendo más, al extremo que posponía otras citas de rigor para asistir a las continuas tertulias o encuentros donde se incluyeran numerosos intelectuales venezolanos y extranjeros que le daban relieve a esta institución nacida dentro de la  joven democracia en que se conducía el país. Por ese entonces y hacia un mejor provecho tomaron las riendas directivas de esta casa de sueños los ya laureados poetas y futuros académicos Luis Pastori y José Ramón Medina, muy vinculados a las letras en creación, como a los diarios El Universal y El Nacional, quienes dentro del renovar permanente siguieron en los pasos creativos a la conocida generación del Grupo Viernes.
            Para estos tiempos que recuerde en que Pastori y Medina ejercían alternadamente el mandato gremial, ya Caracas como gran capital andaba en plena expansión hacia los terrenos circundantes del Este y con ello el interés de sus habitantes miraba hacia aquel lugar, por lógica atracción, temporada en que el doctor Medina, que entonces era Fiscal General de la República, por su relación gubernamental consiguió un terreno en comodato situado en la céntrica urbanización San Bernardino y al lado de lo que hoy es la Fundación Humboldt, para construir allí la nueva sede de la Casa del Escritor, porque estos hombres de pensar también se desplazaban del centro hacia el Este capitalino. En ese período recordado le acepté al presidente Medina el cargo de Secretario de Finanzas, acéfalo al renunciar la poetisa Carmen Delia Bencomo por establecerse en Maracaibo, y pronto, en la elección siguiente de Junta Directiva, mediante los votos de sus miembros presentes fui ratificado en este puesto, que por cierto para dicho momento no tenía mucho ajetreo. Es en esta oportunidad cuando por obra del cambio necesario Pastori y Medina se alejan de los cargos directivos para dar paso a las nuevas generaciones de miembros, lo que ocurre con la designación  del poeta, historiador y profesor universitario Manuel Vicente Magallanes, quien al tomar posesión como Presidente da un empuje especial a este centro un tanto adormilado, porque conocido es que desde la década de los sesenta se establece una revolución diametral en el campo de la cultura, de protesta, cuya expresión más típica es el nacimiento del mundo de los hippies y el pensamiento lascivo e irónico que ello conlleva, siendo de esos razonares estéticos y vanguardistas aunque con raíces viejas (Baudelaire, Sade, Rimbaud, Lautréamont, etc.) los grupos intelectuales y bohemios conocidos como El Techo de la Ballena, Sardio, La República del Este, etc. Con Magallanes de Presidente la Asociación de Escritores comienza un nuevo rumbo más acorde con los tiempos, cuando además se piensa en el escritor en sí de sus necesidades y amparos, como también de la escritura, por lo cual mediante gestiones necesarias el doctor Magallanes consigue con el Gobierno Nacional un aporte necesario permanente que al menos cubre las necesidades propias de la institución, que es cuando una tarde y luego de la reunión directiva, de manera privada y en salón amplio de la biblioteca recién inaugurado el Presidente y este Secretario de Finanzas se conviene en crear el Instituto de Previsión Social del Escritor (Inprescritor), que mediante estatutos queda bajo mi dirección creativa por dos años, acompañado en ello de otros escritores como el académico doctor Gabriel Briceño Romero, la poetisa Graciela Torres y el académico historiador Héctor Bencomo Barrios.
            En el curso de los dos años siguientes y con oficinas en el mismo edificio nos dimos a la tarea de formar una institución de calidad, con 170 afiliados escritores, que en tan poco tiempo y como partiendo de cero logramos prebendas tipo montepío para los asociados valga decir descuentos en consultas profesionales de medicina, libros y útiles escolares, papelería, mueblaje de oficina, pago de secretaria, donación de afiches, llaveros, libros de notas, etc., para los afiliados, agasajo gremial de fin de año, ayuda profesional en materia judicial, pago de gastos de entierro del afiliado y su cónyuge y algo muy importante: la adquisición a bajo precio de diez (10) parcelas en el privado Cementerio del Este, que se mantenían para el sepelio de los escritores pobres (recordando entonces al poeta Rafael Olivares Figueroa o al novelista Julio Garmendia), y que después fueron adjudicadas a otros miembros del gremio, por precios irrisorios. En el curso de la actividad que semanalmente desarrollábamos en Inprescritor, en cierto momento el directivo Briceño Romero y por ser tiempo próximo de elecciones en la AEV, en dos o tres oportunidades y de manera muy firme sugirió presentar mi candidatura para la Presidencia de esta Asociación de Escritores, pero fue tanto el empeño suyo y de la benevolencia innata que a sabiendas de sus numerosas amistades, muchos de ellos miembros de nuestro gremio intelectual, me prometió que buena parte de estos, o casi todos, votarían por mi  y por la plancha que me acompañaba, para el día de la elección de esa nueva Junta Directiva, que estuvo concurrida a lo máximo, porque desde luego y con el empeño necesario me dí a la tarea de llamar por teléfono a cientos de compañeros escritores, quienes cumplieron con su palabra para que nuestro grupo triunfase de manera holgada.  
            La labor a desplegar como Presidente y acompañado de la Junta Directiva en los dos años a seguir fue amplia y variada, porque como hombre joven que había visitado muchos escenarios del mundo de las letras y sin tener ataduras extrañas de ninguna especie me di a la tarea de desempolvar un poco la institución y de hacerle algunos agregados a la vetusta casa, por lo que fue necesario mejorar la sala inicial con una cabida de 200 personas sentadas, en cuyas refacciones colaboró la Gobernación del Distrito Federal, como igual se hizo techando y amoblando el pequeño bar de los escritores, al que se agrega un almuerzo con el menú ejecutivo, en patio tipo andaluz que se acondiciona, lo que atrajo numerosos miembros, entre ellos abogados litigantes, por andar cercanos a los tribunales. Igualmente se terminó de amoblar el espacioso salón superior de recepciones con aire acondicionado, biblioteca especial y cómoda mesa de puestos para recibir personalidades nacionales y extrajeras, entre ellas diplomáticos, ampliándose igualmente el depósito de libros y el apartamento residencia para los conserjes o cuidadores de esta Casa del Escritor. En ese tiempo, con mi política de puertas abiertas volvieron al seno institucional muchos autores alejados, como ingresan también grupos de jóvenes poetas que han hecho historia ya en las letras nacionales valga decir los grupos Tráfico y Guaire, o el liderizado por los poetas Alfonzo y Vargas. Era entonces agradable hallarse dentro de la AEV con escritores de todas las tendencias en una permanente tertulia amical, donde se podían encontrar algunos funcionarios diplomáticos acreditados en el país y miembros de otras instituciones culturales, como el de Amigos de la República Democrática Alemana, bajo la batuta del profesor periodista Manuel Isidro Molina y el abogado Arturo Cardozo, o el del doctor maestro David Ferriz Olivares, escritor de importantes obras esotéricas, discípulo de Sergio Reynaud de Laferriére, bajo la tutela éste  del sabio fundador de la conocida Gran Fraternidad Universal.
            La Asociación de Escritores de Venezuela, ahora llamada así para acoger a otros escritores no venezolanos, como se planteara en su momento,  durante el bienio procedió a consolidar las sedes del organismo en el interior de la república y a establecer un Secretariado permanente, bajo la conducción del poeta Helí Colombani. Igualmente a celebrar convenciones nacionales, con delegados provenientes del interior del país, y a visitas de esas seccionales (Barquisimeto, Guanare, Trujillo, Maracaibo, Ciudad Bolívar, Valencia, Coro, Pampatar, San Fernando, San Carlos, etc.), mientras que con el manejo de la Presidencia se realizaba un intenso intercambio y visitas que abarcaron numerosas asociaciones de escritores existentes en el extranjero, mediante los acuerdos respectivos. Igualmente dentro del dinamismo existente en la institución, que ya era necesaria noticia de sus actividades, se procedió a crear el Sindicato Nacional de Escritores, bajo la conducción del diputado al Congreso Nacional y galeno doctor Emigdio Cañizález Guédez, el Inprescritor que funcionaba ahora bajo la presidencia del poeta margariteño Pedro Celestino Vásquez, como también se abre la Oficina sobre el Derecho de Autor, para prestar esos servicios, bajo la dirección del publicista Salvador Cambreleng (a cargo también de la Revista AEV), grupo de despachos independientes que funcionaban con toda comodidad, con muebles adecuados y secretariado en cubículos del edificio de la Asociación de Escritores. Otra importante obra realizada en esta actividad permanente, fue la puesta en marcha de la “Federación Latinoamericana de Sociedades de Escritores” (FLASOES),  bajo la conducción del que esto escribe y del poeta Marco Ramírez Murzi, que luego de las invitaciones requeridas y para lo cual ofrece ayuda la Secretaría de la Presidencia de la República, en tiempo del doctor Jaime Lusinchi, se inauguró solemnemente esta FLASOES, con un Congreso especial e internacional (más de 50 delegados presentes) realizado en la caraqueña Casa de Bello, lo que tuvo una duración de tres días, Federación que agrupa a diecisiete instituciones de escritores latinoamericanas, mas la sahuaraí admitida, por ser del mundo español, la que ha tenido congresos en Caracas, Santo Domingo, Guatemala y Río de Janeiro, fuera de otras reuniones necesarias, en medio de sus permanentes actividades. No olvidemos en este recuento la concurrida Cena Anual del Escritor, para conmemorar su fecha, que se hacía con gran despliegue informativo en los salones del Hotel Tamanaco Internacional de Caracas, y la dotación de una Galería completa de Presidentes de la AEV en cuadros a plumilla que produjera el conocido pintor aragonés Alfonso Marín Bixquet, lo que se agregó a la importante Galería de Arte (valiosas pinturas, esculturas, piano de cola, etc.) propiedad de esta institución, así como un naciente Museo del Escritor, con valiosas adquisiciones al momento.
Aunque dentro de la ruta creadora no estaba en el proyecto una nueva  candidatura para ejercer la Presidencia de la AEV, me vi forzado a ello cuando supe que un grupo pensaba politizar la institución, cosa grave desde luego, de donde tomé nuevos bríos para no perder el trabajo en marcha realizado, y en mes y medio de actividad telefónica para contactar a muchísimos miembros (más de 400) se desbarató aquel complot con tendencia unipartidista y sus secuelas. En lo adelante junto a la Directiva que entraba nos dedicamos a consolidar el trabajo con éxito realizado, como hacer los estudios, proyectos y  maqueta del nuevo edificio de la Casa del Escritor, con el movimiento de tierras hecho en San Bernardino (proyecto inicial del arquitecto Carlos Celis Cepero), y tuve tiempo de aceptar otras diversas invitaciones personales a congresos por parte de entes corporativos u oficiales de escritores y para enaltecer a Venezuela y sus hombres de letras fuera de las fronteras de la patria tanto en Europa, Asia y América Latina. En resumen, cuando entregamos las riendas de la AEV, pasados los 50 años de su existencia, que festejamos igualmente, era una institución por demás activa, con infinidad de publicaciones, premios y un Boletín mensual, con capital dinerario en sus diversas instituciones que funcionaran en la Casa del Escritor, casa que por cierto recibiera con dos empleados y una supuesta cobradora y que ahora dejábamos con un total de catorce dependientes y saneadas en todas sus cuentas. Dejé en manos de escritores jóvenes y conocidos (el grupo soñador La República del Este) el alma y trabajo de la institución, cuando el Presidente de la República Luis Herrera Campíns junto al ministro Orlando Orozco y por mi mediación, habían ordenado a la Constructora Lorsa continuar la hechura del edificio sede de San Bernardino, destinando para ello el presupuesto necesario. Hasta allí puedo dar fe de estos fundamentales hechos para la Historia de la AEV, que es parte de Venezuela, pero de lo posterior a nuestra versada gestión en equipo, no he tenido conocimiento.  Eso será otro capítulo que alguien con suficiente análisis ponderable habrá de desarrollar.