Amigos
invisibles. Deseo complacer en este trabajo a muchos quienes conocedores de mis diversas preocupaciones
intelectuales han querido indagar sobre cualquier novela que haya escrito, cuyo
capítulo quinto en la ocasión se referirá a un personaje de la profundidad
caraqueña y fuera de serie, disciplinado como alemán, sabio pero monstruo al
que aquí trato en buena extensión. Me refiero al galeno doctor Gottfried Knoche
(1813-1901), cuya vida y misterios en lo
expuesto le colmarán el alma, llena de horror. Si a alguien convence para mirar esta leyenda intitulada “Doctor
Knoche, el Vampiro de Galipán” (nombre registrado) en el ámbito comercial,
puede escribirme insertando un serio proyecto de ejecución. Ah!, y sobre el desastre que ahora vive
Venezuela con sus “amigos” izquierdosos orientales en el nuevo capítulo del
usurpado Territorio Esequibo, como acostumbro luego escribiremos a conciencia.
Lo vi entrar por el portillo
grande y no a través del
empedrado donde penetran los bueyes exhaustos, ciertas carretas del tráfico
local y algunas cabalgaduras sudorosas. Venía a paso tranquilo, eso sí con un
rictus profundo de tristeza en la cara, creyendo le sucede alguna desgracia de
contar, seguida de tantas que en ese tiempo necio de la Guerra Federal
anterior se abatieron en derroche sobre este pobre y ruinoso país sudamericano.
Dr. Knoche. |
----Guten
Tag, asienta. Sí, buenos días, aunque vengo destruido por lo de Frau
Henrietta, que me abandona y marcha por siempre de Venezuela, con los tres
retoños del hogar, que rompe ese cordón umbilical de amantes ante Dios para
volverlo apenas trizas. Ich verstehe Sie
nicht. Se alejan los queridos Adolfo y Catalina, tan bulliciosos ellos, la suave
criatura de Brunilda, y apenas me deja como recuerdo emblemático a la anciana
pareja de perros pastores alemanes, que de pastores en la flojera natal nunca
sirvieron, los que por tanto orinar e incontinencia escatológica no pueden ir
con ella en el angosto barco de ilusión, y a quienes pusiera por sonoros
recuerdos alusivos los nombres musicales de Tristán e Isolda. Es toda una
tragedia de familia, idéntica a las que compone con profundidad ancestral mi admirado mago y maestro en el
pentagrama de leyendas nórdicas, Richard Wagner.
Serían las once de la mañana de un día fuertemente
cálido por estropeado y cruel cuando de esta manera escueta pero llena de
desastres ocultos el doctor Knoche penetró en la surtida tienda que mantengo al
costado de la Casa Vasca
y lateral de la Fonda
del Espíritu, provista de múltiples bebidas espirituosas, para adquirir una
nueva silla de montar de las llamadas chocontanas, proveniente de la reinosa o
lanuda sierra oriental de Colombia. En ese momento cumbre aunque siniestro dentro
de sus ojos cubiertos por las nubes borrosas y el monóculo de oro que le cuelga,
pude apreciar y casi reflejada una sombra de llanto pertinaz, mientras el fuego
alentador, ahora decadente en la desgracia, yacía vuelto añicos por la
siniestra fatalidad que lo emociona.
----Ponte en mi puesto, herr Federico, y
piensa lo que significa para los sentidos informes que mantengo esa marcha en
regreso hacia el nunca más volver, luego de dieciséis largos años de andar
juntos aunque no revueltos por estas tierras agrestes, en pareja imperfecta,
dando de comer la fémina a los loros reales, cotorros, cacatúas, guacamayos,
monos o pericos cautivos y yo a las
serpientes ponzoñosas, mientras en la comunión idónea por tres veces diarias manosear
la Santa Biblia
reformada de Lutero, ella entre lloriqueos nostálgicos por la patria prusiana,
la del rugir de los gruesos tambores de Nabimia y las descargas mortales
selectivas, en el tarareo melifluo o sin desentono de oírla cantar a ratos
trozos y arias enteras del Anillo de los Nibelungos, con Sigfrido a la cabeza
de las gestas, las Walkirias o Lohengrin, que son porciones desgarradas de
nuestra propia y difícil identidad germana. Jawohl que voy a lamentar mucho su partida, con un regreso por
demás imposible, como el chivo que al volver se esnuca, al decir coloquial, aunque
ella tenga razón en parte, que es como decir a medias, porque así pueden
educarse los protegidos vástagos en colegios militares de alcurnia, tal cual lo
hicieron cabalmente cerca de Postdam su padre y su madre y los abuelos, y ya el
mayor de ellos, Adolfo, al tiempo en el alerta de proseguir sabias tareas
académicas quiere iniciar estudios hipocráticos en la insólita universidad
humboldtiana de Berlín.
Se
secó la cara con el pañuelo bordado de sus siglas en monograma, empuña en tarro cualquier copiosa por
espumante cerveza traída desde el extranjero de Pilsen, Bavaria o la propia
Munich, para sentarse luego enseñando la bragueta como abierta en una silla
rústica de cuero repujado con tachuelas redondas en bronce, al tiempo que me
dice, sin rodeos:
Sarcófagos Siniestros. |
----Amigo Federico, entre nos, tu padre debió
ser muy feliz porque cuando establece la Casa Blohm aquí en La Guaira toda su prole de
varones despiertos y el rosario de rubias hijas aceitosas, incluida la mongólica que como me
has explicado a mucha honra recuerda la tara facial de las hordas tártaras, quienes
siempre lo rodearon en círculo tenaz y nunca pensó abandonar a Venezuela, ni en
épocas tan tristes como la vez que sin piedad o contención e insultando con el
tono de altura se saqueara a los judíos o marranos curazoleños en Coro y la
costa de Puerto Cabello, ni ahora que los locos liberales guzmancistas
cubiertos de odio familiar fusilan por doquier a los adversarios conservadores
y viceversa para el mismo trato vital, en una bendita guerra sin cuartel que
nunca termina ni esperan suprimir, y en
verdad que he visto mucho crecer la reciente población de zamuros gallinazos,
incluidos los carirosados con el pico blanco, porque no dan cabida los cadáveres
en cualquiera de los cementerios clientelares lugareños y menos dentro de los camposantos de categoría, como el cercano
de Punta Mulatos.
----Sie
haben recht. Pero lo de Frau Henrietta es más patético o doloroso, porque
en esos casi cuatro lustros que conviviéramos allá en Buenavista, con aquel
panorama estético pintado desde nuestro patio por el paisano Bellermann y tan
encantador que se pierde de vista en la lejanía, rodeados de animales exóticos
y aves agoreras, de cayenas dispersas, enredaderas, plantas atrapa moscas,
orquídeas y bromelias fugaces, luego de lecturas escalofriantes o aterradoras
inglesas de las ergástulas y cuchitriles ella siempre sufrió de achaques de
salud, de sarpullido alérgico con piquiña y del espíritu agónico vagante que
sin más sacudidas siempre la entristecía. No hubo momento adrede que no se
quejara de algún mal hipocondríaco, verdadero o ficticio, entre ellos que los
perros lobatos no dejaban dormir por sus tristes ladridos prolongados, que en
el ambiente claro y con reposo de Buenavista había aires mefíticos similares a
carne en descomposición, que sintiera pasos de ultratumba alrededor de la residencia
o vampiros volando bajo y ansiosos en busca de sangre humana, que hasta en somnolencias
pesadas se le aparecían fantasmas traslúcidos asustándola y poniéndole la carne
de gallina, que alguna vez desorientada miró por la alta ventana en tiempos de
luna llena y hacia la medianoche pudo ver sin equívocos un ejército de
monstruos cadavéricos salidos de la tierra que caminaban acarreando cadenas y a
paso por demás cansino, que otras veces en la terrible tormenta eléctrica aérea
del momento el hogar en parálisis permanecía rodeado de enormes espectros o
duendes cornudos montados sobre dragones fogosos de siete colas, después de las
doce horas nocturnas en reloj sin retraso, oyéndose a coro gritos, clamores,
alaridos, súplicas, sollozos, quebrantos, chillidos, palabras obscenas, gimoteos,
gemidos, arrastre de serpientes cascabeles y otros desmanes tenaces que su
cerebro trastornado pudo a tiempo detectar.
Entrada al Laboratorio. |
----Ante este cuadro tan típico de sicosis
achacosa, que nuestro admirado profesor vienés Sigmund Freud años más tarde
supo demostrar ante infieles probando los hechos estudiados hasta el cansancio,
he tomado la firme determinación que mi dulce Henrietta ande de vuelta con toda
la parafernalia mental y sus muchachos al acurrucado Halberstadt, pueblo
tranquilo a veces donde sí podrá deleitarse de manjares apetitosos al masticar
fresca cecina, tasajo curado, criadillas de cerdo, o sopas de grasa vieja,
gordo de la carne, fritangas familiares, rodilla de cochino eisbein, la papada
del marrano o chicharrones de puerco derramando
calorías, caldo de manteca recién colada, patas aceitosas de chancho y
sauerkraut con gruesa salsa tártara junto a salchichas de Frankfurt refritas en
viejo vino del Rin, sin que se queje de las horribles acideces y los sarpullidos
viajeros de que aquí siempre padeció.
----La
llevé a Caracas donde el mañoso yerbatero aragüeño Ñigüín, que trabaja con
clientela escogida mediante cita anticipada en el cercano pueblo de Chacao. La vio
también bajo atención insólita el admirado brujo cicatero Ño Leandro, presunto padre
del mulato general Joaquín Crespo, que agarrado del bolsillo monedero cura
tantas dolencias particulares con la amarga pócima alquímica del Tacamajaca. La
conduje a la tenebrosa choza de Curiepe, para que con hojas urticantes y
aguardiente de caña en buches soplados con saliva de chimó la ensalmara el
rechoncho brujo Poncho, a menudo vestido de satín playero y con costuras de armiño,
o de falso guayuco, famoso además por su macana milagrosa al servicio de
clientes circunspectos pero de excepción, lleno entonces de collares y conchas
marinas hasta en los testículos peneales, aunque con terquedad pasmosa me opuse
a que ese brujo mañoso se encerrara junto a la consentida Henrietta en un
cuarto sagrado cubierto de mantas y por dos horas continuas de su cura, en la
metáfora sublime de Juan Vicente González “zamuro comiendo alpiste”, como bien
pretendiera con la rubia garbosa, para así de las entrañas “sacarle todas las desgracias
y dejarla casi nueva”. Y hasta se la
entregué con buena intención a otro hechicero insigne, autodidacta y doctor “in
pectoris”, traído también desde los remotos frígidos Andes neogranadinos por el
astuto caudillo llanero Joaquín Crespo, llamado para muchos Telmo Romero
Villamizar, quien con pirotecnias de un verbo magistral, retóricas banales, brebajes amargosos y ácidos
condimentos en tapara, experimentadas pociones populares, supercherías
pegajosas, trácalas o engañifas bastardas, baños fríos o de asiento, aguas
aromáticas como penetrantes, parches de ají picante del chirere andino, sobas
calenturientas y hasta unos largos tornillos con orín oxidados que bajo presión
en alza pretendiera introducir por la cabeza del paciente, y a quienes entre
otros aplicara este tormento medieval al enajenado disparatero general Pedro
Izaguirre, pero el forajido caradura en causa a instancias del miedo
terrorífico indudable que sembrara y ante el presente temor diabólico impuesto,
de súbito por reacción contradicha y al susto contumaz a la intención, en un
casi milagro celestial curaba toda clase de daños cerebrales, y así el santo
varón del que recuerdo en el desquicio imprudente de los hechos, con la leyenda
popular encima de improviso sana a un lázaro insepulto e hizo discutir sin
continencia, por el espanto incluido, a una muda y a ratos tartamuda de
nacimiento.
----De nada valió tanto trabajo de ensalmos y
rezos paralelos, Federico, porque al final tuve que enviarla con premura a
Alemania, en vísperas de volverme loco frente a sus dramatizadas pesadillas
llenas de piratas asesinos, tierra de historias donde a base de hipnóticos
sedantes y de sueños profundos casi mortales, la mantienen en calma a toda hora,
y ya no canta ni en la bañera veraniega de tina sino que llora a ratos,
mientras el hijo de sus entrañas estudia a intervalos pero de la mejor forma
académica, la segundona Catalina muy resignada le aguanta toda suerte de crisis
burlescas o histéricas, y la cariñosa Brunilda, que de pequeña otros le
llamaron Anna, en recuerdo de una heroína de esos lares peleones, vuelta mujer
y también con los senos pronunciados
como las mansas ubres de las vacas
danesas, parece que anda seriamente enamorada de cierto picaflor andariego, un
tal Müller ido a educarse allá según me han afirmado entre vecinos y a soto
vocce desde el trasmundo arrabalero de Puerto Cabello, que así relatan
secamente los suegros alarmados en su última carta contagiada de noticias
fatales.
Momia del Soldado Federal. |
----Henrietta
y yo fuimos felices durante muchos años, porque ella viviendo en nebulosas
sabía poco de mis trabajos ocultos o de misterio, y menos mal que sobre ese
delicado quehacer sin desconfianza se entregaba en manos de la fiel Amalia, que
la conducía astutamente, sin introducirse para nada en los experimentos con
seres cadavéricos, creciéndoles las uñas y los pelos hasta del pubis, en lo que
te puedo referir a cabalidad que ella nunca pisó los escenarios sobrenaturales del
misterio científico, y al pasar cerca de tales sitios escondidos por rejas muy
seguras, una mueca de horror y reacción hipersensible mental brotaba en el
fondo de su cara blonda, los ojos azules querían como salirse de las órbitas,
entrando en el temblor del cuerpo al tiempo que la piel de gallina hirsuta
transpira copiosamente, además de otras gotas frías por amargas de sudor que
corren de complemento, todo ello en medio del ladrar continuo monótono y a dúo
con los dientes prestos de los enfurecidos canes rocheleros Tristán e Isolda.
---“¡Yo no
entiendo cómo fue su
compromiso matrimonial, si eran
personas tan dispares¡”, agrega con firmeza el comerciante
teutón.
----Bueno, Federico, matrimonio y
mortaja del cielo empujan, según corre el refrán también en Alemania. A
Henrietta desde que la conocí me gustó por el impacto que produjo en los
adentros nerviosos que poseo, ya que al doblar imprudente en una pierna hermosa
pude verle la pantorrilla blanca hasta la tibia y casi el peroné, el pelo era
sedoso, la piel suave también y cualquier miriñaque que le ajustara las faldas
con la cintura de avispa lo que no impidiera el paso de mi mano despierta
cuanto acuciosa e investigadora, para en el manoseo tocar disfrutando de
lugares sagrados de su carne escondida mientras la futura suegra haciéndose como
turca o despistada iba rumbo a la larga cocina con cierta doble intención
libertaria de preparar algún postre Strüdel de manzana o arándano, o tortas de
chocolate con suficiente crema, que tanto le atraían en aquellas tardes
otoñales de solaz. Esos minutos eran preciosos para mí, a objeto de levantar el
ánimo de Henrietta acariciando al roce puntos delicados de su esbeltez, a pesar
de ser indiferente y frígida en esos
campos por naturaleza, según se destaca o recuerda sobre las novias
trasnochadas pero activas del transilvano conde Vlad Drácula. Y cuando pasado el rato
lisonjero regresa oronda doña Carlota con las golosinas calientes, aunque
también calientes por el roce continuo ya nos habíamos compuesto la
indumentaria de visita, ella arreglando el traje muy alborotado, como las
sueltas ballenas del corsé, que le daban estilo y talle artificial, y yo
poniendo en su debido sitio a la corbata mariposa de lazos gruesos en colores,
a pesar de lo intranquilo por engorroso que
mantenía cualquier malestar
húmedo entre ambas piernas que transpiran, de donde con cierto ritmo de rapidez
y contención ingeniosa las entrecruzara.
----Sin embargo la novia blanca, pálida o de aspecto
del nácar en su concha, porque para así lucir elegante copas de vinagre diario
consumía, no reaccionaba a las primeras
excitaciones a modo de caricias, como siente por fuerza mi amiga morena de La Guaira , que es todo un
bocado “de cardenal” y mejor elixir de provocación, pero pensándolo bien decidí
escogerla por mujer casada a fin de procrear hijos arios, blondos, con ojos
azules, teniendo a su vez de cerca la morena amante hija de Krassus en el
empeño bifronte de obtener placeres exclusivos de pareja, y sin que lo vayas a
comentar, Amalia es buena amiga y complaciente al extremo, de manera que como
jamás se niega a los deleites eróticos por ratos renuevo el gusto femenino de
lo abstracto para satisfacer los apetitos sexuales fáusticos, es decir
donjuanescos, aunque lo de Henrietta tenía distinta significación emotiva en
este dominio de lo apasionado, y más cuando ella atando cabos ciertos pudo
deducir otros enredos amatorios de mi parte, por la fragancia estercolaria de
la ropa íntima, lo que ante el postrero desengaño que en volandas descubre de esas
resultas ulteriores la llevó a ser profundamente desinteresada, contradictoria
y difícil cuanto más de encenderle el ánimo a cualquiera, pues en los últimos
tiempos de nuestro amargo pero tierno idilio picaresco sajón la mujer se
mantuvo compitiendo con un iceberg traído a rastras de Groenlandia, período
negativo en que, precisamente, para calmar lujurias imprevistas tuve más
acercamiento sexual con Amalia, mujer menuda, pequeña, tirando a pelirroja pero
de buenos pechos erguidos con pezón en negro y dientes de porcelana, pecosa
hasta en la espalda y el trasero puntual, y con ella sí seguí una relación
oportuna aunque a veces monótona que bajo el manto espacioso de las
investigaciones nocturnas se hizo pacífica y sin nervios desviados, diferente a
lo sumo, pero no por ello menos importante en el goce continuo del placer.
Entrada del Castillo Buenavista. |
----Este tren es muy peligroso, como todo lo
inglés, comenta Federico, porque a punto de reventar las calderas, apestoso a
aguardiente o caña blanca sube sin cese
y casi empujado por la necesidad del servicio desde el puerto de La Guaira hasta la estación
terminal Hauptbahnhof caraqueña de Caño Amarillo, por entre numerosos túneles o
cuevas con murciélagos de visita y puentes solitarios en el aire pesado del
sofoco, ahogante, que lo mantienen a uno en vilo y menos sueño durante todo el peliagudo
trayecto, puesto que cubiertos de humo cenizoso del carbón mineral pareciera
que como ave sin norte o seña vamos volando al mirar las alturas y las
oquedades en que se anda por entre los abismos profundos del abra de Tacagua o,
al contrario, repuestos de este inicial terror da la impresión optimista que el
osado viajero en sentido inverso de la mano del Dante prosigue del Purgatorio
de las almas débiles hacia el propio Infierno de los espíritus rebeldes, pues
en las angostas galerías llenas al tiempo de humareda pegajosa como producto del
tizne aéreo que todo lo embarga, se siente en nuestra garganta de agalludos la
preocupante asfixia de una muerte anunciada.
Dr. Knoche en sus últimos años. |
----Mira, bueno, lieber Federico, yo prefiero
ese trayecto férreo que entre pinares, algunos abedules importados con nidos de
oropéndolas, hortensias y eucaliptus cruza despacio por las encrucijadas de Los
Teques, hecho realidad mediante la memoria poco conocida del ingeniero Knopp y
sus empleados alemanes, que en la comparación posible se haga con el viejo
camino de a caballo y diligencias vencidas antes utilizado para llegar hasta
Caracas. Acuérdate que nuestro plan ferrovial fue diseñado en el propio Berlín
y que el dinero para realizar la obra maestra debió prestarse por intermedio
del banco Disconto Gesellschaft, representado aquí por el hebreo hamburgués
Isaac Pardo, el mismo del negocio redondo que hizo con el vivazo, ladrón
almibarado, bellaco y avaro de Guzmán Blanco. Por cierto que recuerdo como si
fuera hoy la regia fiesta de inauguración del viaje sobre rieles tudescos “uber
alles” hacia Valencia, a la que fui invitado y donde entre consortes
imaginarios amén de muchas joyas fantasiosas la esbelta condesa von Kleist
vestía traje de tafetán, de anchos pliegues, la señora Müller lució de colmada
muselina color ladrillo, a excepción del pliegue de los codos, con guantes en
cabritilla, y la pretenciosa Frau Schiricke anduvo envuelta de seda rayada en
tono marino, donde en medio de mostachos gruesos todo vibró al tiempo de la
batahola de discursos rimbombantes y hasta quejumbrosos que suceden en honor de
nuestro amado Reich y el destape sonoro de botellas vinícolas riesling del
espumoso Rin o el cantarino Mosela, rindiéndose tributo necesario en aquella oportuna
rochela de ocasión al divino dios Baco, compinche de Dionisos, mediante cosechas
escogidas del rubio néctar dulzaino de Liebfraumilch, cargadas desde Hamburgo y
puestas en La Guaira
por la suerte de veleros precoces y algún viento de proa como parte festiva
para realzar tan magno acontecimiento de postín.
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