(IMPORTANTE
ACLARATORIA). El trabajo histórico
anterior de fecha 27 de mayo de 2.014 (“Un verdadero y grave enigma histórico”), también de vil manera ha sido hackeado, en la
primera vez, por manos interesadas, donde destaco los novedosos aportes internacionales
de los tratados de Trujillo de 1820. De
manera muy sucinta me referiré a ello: 1) Se translitera y desvirtúan
opiniones; 2) Se omiten más de diez lugares donde pueden existir las Actas de los Tratados. 3) Se acortan explicaciones
hechas; 4) En página entera eliminada se omiten los envíos de correspondencias
probatorias de Actas y los despachos de información dirigidos al Sur
continental; 5) Se desnaturaliza el sentido enigmático del trabajo; 6) Se
eliminan datos alusivos como el de la Universidad de Indiana; 7) Se
cambian detalles con sutileza y el aporte fundamental precursor de los tratados
a los derechos humanos y el internacional humanitario. Por si acaso guardo
copia del importante blog señalado y pido a GOOGLE (Silicon Valley, Mountain Wiew, CA. USA) en
favor de la ética averigue sobre este
ataque de piratas cibernéticos, por su importancia mundial como empresa
reconocida.
Ramón Urdaneta. |
Amigos invisibles. En verdad que
recordar historias terribles ocurridas en nuestra patria, por obra de
desaforados o de la política, además de ser vergonzoso enluta y da tristeza
sobre aquellas épocas sanguinarias en que imperaba el salvajismo tan
característico en Venezuela desde los tiempos de las guerras incontenibles con que se fue formando un país
y una extraña manera de pensar. Porque
sin lugar a dudas el hecho de haber muerto la mitad de los venezolanos en el
tiempo de la revolución inicial que nada bueno trajo sino una república
insegura, cuajada de caudillos sin rumbo y deshecha en el ser social por obra de los desmanes, a las claras
demuestra el disgusto de una vida plena de sinsabores, de modo tal que a partir
de una investigación seria con conclusiones necesarias puedo afirmar que
Venezuela dentro de su formación accidentada con todo un tránsito difícil ha
vivido doscientos años de tráfago escabroso caracterizados por una etapa
formativa que corre desde 1810, porque el año siguiente ya fue constitucional, en
el camino andado lleno de precipicios nada menos que hasta el cambiante año
1936 cuando por consecuencia de generaciones nuevas que pudieron entrar en el
retardo social aún viviente por obra y gracia de la incomprensión
consuetudinaria, al fin y valga repetirlo, a la muerte del tirano Juan Vicente Gómez se
pudo encontrar un camino en zigzag novedoso por el que debió proseguir la nave
del país una senda corta y formativa pero llena de angustias hasta cuando el 18
de octubre de 1945 con una inesperada revolución que allí se forma puede
entenderse el desvelo ideológico aparecido y acorde con su tiempo, de la primera
generación pensante y ajena de mandones sobre
lo que podía ser el diseño de un nuevo país
compuesto ahora por ideólogos y políticos de diversas tendencias, entre
los que descollaban, por ejemplo, Rómulo Betancourt y Jóvito Villalba.
Delgado Chalbaud y Rómulo Betancourt. |
Este despertar de un pueblo amodorrado que inicia los pasos necesarios con la
aparición de las nuevas tendencias provenientes de caminos sociales escogidos
entre utopías dogmáticas como las que se corren con la instauración de aquello
llamado comunismo, suerte de cortina de humo que desde 1917, incorporó a muchos
incautos confiados en falsedades revolucionarias y montajes excluyentes, cuya repetición
con prontitud decepcionante ocurrió igual en tiempos del fidelismo dictatorial,
esa masa gelatinosa de ideas en curso promovida por la llamada en Venezuela generación
del 28 se incorpora al país una vez
instaurado en la silla presidencial de Miraflores el presidente general Eleazar
López Contreras, quien ya venía de otro pasado trágico como fue la comedia del
castrismo (Cipriano) en Venezuela, por lo que el conservador militar López
Contreras no caía en trampas urdidas por aquellas mentalidades afiebradas que
de un principio quisieron embochinchar (alborotar)
el país, aunque con el regreso de algunos exiliados valiosos se podía presumir
que en esa materia de carácter político se estaba a las puertas de un verdadero
cambio. Desde luego que desmontar el desgobierno retrógrado o no del período
gomecista se hizo difícil por lo enmarañado de los planteamientos, donde no
faltaron la aparición de odios escondidos, los deseos de venganza y toda esa
suerte de dificultades por las que se debió andar en la difícil década de los
cuarenta a los cincuenta, del historiado siglo XX.
Delgado Chalbaud. |
Pero lo que sí viene a despejar algunas dudas sobre el
rumbo que seguía Venezuela para entonces, es la llamada Revolución de Octubre
de 1945, inspirada por algunos y de acuerdo al momento del país, con ciertas
líneas y proyectos de la ocurrido en la revolución rusa de 1917, desarrollados
ya en parte mediante planteamientos foráneos de líderes de izquierda como
Carlos León, Rómulo Betancourt, Salvador de la Plaza, Rodolfo Quintero, Pío
Tamayo, Eduardo Machado, Juan Bautista Fuenmayor, José Antonio Mayobre y otros
servidores de aquellas ideas socialistas que ya sabemos como fue su desastre
final en tiempos de Mijail Gorbachov, entonces máximo exponente de la otrora Unión
Soviética. Y como producto de este nuevo
cambio que se avecina con la desaparición del general Gómez aparecen en
Venezuela nuevas figuras, entre ellas militares de escuela, que pronto tomarán
relevancia en el seno de las fuerzas armadas y en la política actuante del
país, cuando Marcos Pérez Jiménez y otros oficiales de trascendencia y no de
montoneras aprovechan ese momento de despliegue para ver hacia el futuro de
Venezuela, en cuyo caso óptimo encontramos al general Pérez Jiménez, que como
todos saben y ahora se reconoce abre la puerta de una tercera Venezuela, la
grande, la de las industrias y las minas, que en poco tiempo pudieron
transformar con ímpetu el porvenir de la patria, aunque ahora, por causas
ajenas a este trabajo de estudio los ímpetus han sido detenidos en el curso de
su desarrollo.
Pruebas del magnicidio. |
Ya adentrados en el tema específico que ahora trataremos
señalaré que dos figuras aparecen para hacer historia en este período de cambio
por el que penetra el país en momentos en que dentro de principios democráticos
sostenidos mediante una Carta Magna constitucional, andan en el tapete de los
acontecimientos, y ellos son y descuellan desde luego los oficiales Marcos
Pérez Jiménez, de quien ya me he referido aparte en este blog sugiriendo su
relectura complementaria, y Carlos Delgado Chalbaud, el sacrificado dentro de
este período de conflictos, hombre por efectos del destierro familiar formado
en Francia y poseedor de una cultura polifacética que le hacía ver las cosas
pendientes con cierta profundidad, como fue el caso patético de la traída del
arquitecto francés Mauricio Rothival, quien sobre planes elaborados y estudios necesarios
con su término diseña el plan de una Caracas del futuro, que comenzó a ser
grande en esta época y luego fue detenida
por varios pecados capitales, de donde hoy Caracas en insufrible, agotadora,
invivible, y todos los “in” que usted se pueda imaginar, en un marasmo e
imposibilidad, casi sin solución, por ahora. Pues bien, Carlos Delgado Chalbaud,
como producto de este acompasar histórico nació en Caracas, el 20 de enero de
1909, en casa de familia media alta y de reputación donde se distingue su padre
andino en el mundo de la marina, y su madre caraqueña. Por efectos de ese
nacimiento y seguida educación escolar el joven Carlos va consustanciándose con
el medio que lo rodea, en una Venezuela entonces feudal y cerrada al
desarrollo, mientras al padre del infante, militar Román Delgado Chalbaud, por
varias causas cae en desgracia política en el seno de aquella sociedad
asfixiante por el mando férreo gomecista, de donde la familia para resguardar
intereses vitales debe salir con cierta rapidez del país y establecerse en
París, donde habrá de vivir por largos años, mientas el padre Román continúa
preso y el hijo se educa en los mejores colegios de Francia. Solo al cabo de
una larga temporada y por mediación de la Iglesia venezolana el andino Román
fue puesto en libertad por el astuto Gómez, cumpliéndose la predicción ante
este generoso gesto, que Román iría al extranjero para preparar una invasión a
Venezuela, lo que con letra exacta pronto ocurrió. Y tal cual había previsto el
zamarro autodidacta Gómez, en Europa el padre de Carlos Delgado Gómez, o
Chalbaud como firmaba en honor a su padre, va formando un equipo heteróclito
por demás dispar, donde para el regreso a Venezuela abundan mentalidades de
variada especie, apasionados aventureros y pocos del sentido castrense,
ansiosos de pisar las playas del oriente venezolano, grupo al que se une desde
luego el hijo Carlos Delgado, en desagravio de su padre, mientras al lento y
viejo barco de transporte con dificultad se acerca a Venezuela, sin calcular
aquellos ilusos que el gobierno gomecista a través del espionaje que maneja con
detalles conoce lo del desembarco de esos comprometidos en tan loca faena, y
cuando pisan tierra aquellos patriotas en Cumaná al oírse las primeras
descargas de máuser y fusiles el jefe del armamento que se trae y sin recibir
órdenes, novelista José Rafael Pocaterra, acaso con el terror de caer
prisioneros decide lanzar fuera de borda para perderse y hundirse entre las aguas el valioso equipo de ataque que portaban, con
lo que se inhabilita la posibilidad de avituallar algunos grupos ávidos de
munición o armas que esperaban pacientes ese arribo, como los Aristiguietas,
por lo que el desastre comienza con las fuerzas del régimen que se les oponen y
termina el caer herido de muerte en Cumaná Román Delgado Chalbaud, momento preciso en que
todo se acaba, pudiendo replegarse algunos hacia el barco de espera, y entre
ellos el joven Carlos Delgado, quien de inmediato con el resto de los
tripulantes en derrota regresa a la base europea.
Marcos Pérez Jiménez. |
El joven Delgado Chalbaud no desperdicia esta
circunstancia, porque de inmediato se inscribe en colegios superiores para
seguir la carrera de Ingeniería que era la escogida por él, al tiempo que
profundiza en su cultura y hasta tiene
tiempo de enamorarse de una muchacha enfermera de origen rumano, Lucía Devine, algo
alocada por cierto, con la que luego contraería matrimonio. Los pormenores de
la vida que ahora lleva coinciden con la desaparición física del dictador Juan
Vicente Gómez, y como su sentimiento era el regresar a la patria vuelve a
Caracas en tiempos presidenciales ya del general López Contreras, y por propio deseo dada su inclinación
familiar el 15 de septiembre de 1936 ingresa al ejército del país como capitán
asimilado y desde luego que también como ingeniero graduado en Francia. López
Contreras, hombre de ideales modernos, con la intención de mejorar las fuerzas
armadas y excluir aquellos oficiales que
llamaban “chopo’e piedra”, resuelve enviar de nuevo a Delgado a París para que
perfeccione estudios militares, siendo alumno de la Escuela Superior de Guerra,
en Versalles, y con el diploma respectivo regresa a Venezuela para enfrentarse a la ignorancia y la
brutalidad, trabajando en el batallón de Ingenieros, en el Estado Mayor del
Ejército, y como profesor en la Escuela Militar, siendo ascendido a mayor el 5
de julio de 1945. Con el carácter reservado y por demás culto, Carlos Delgado
sabía que no podía ser bien visto por algunos trogloditas que figuraban en el
ejército de entonces, lo que comienza a ceder guardando las distancias porque
otros oficiales venezolanos son enviados a escuelas superiores con fines de una
mejor instrucción, y en especial a la de Chorrillos en Lima, mientras comienza
a hablarse de una suerte de internacional de las espadas promovida por el
propio general argentino Juan Domingo Perón, quien se contagia de los
planteamientos fascistas de Benito
Mussolini y del imperio colonial que éste fundara en África, por lo que luego
de regresar a la Argentina Perón comienza
a regar ideas social militares por América con el fin de tomar el poder acorde
con sus intereses. De allí que quienes retornan de aquellas academias militares
latinoamericanas vienen contagiados con el virus y logias de esa subversión. Así
las cosas estos oficiales del regreso pronto entran en contacto con políticos
izquierdosos que aspiran derrocar el viejo sistema patriarcal, incluso al
sacrificado general Isaías Medina Angarita, provocando de inmediato la llamada
Revolución de Octubre, que con sus más, sus menos y la inexperiencia, viene a
ser el primer movimiento de importancia social habido en la Venezuela inquieta,
que en ello cambia la faz de aquel país en nebulosas, regado de petróleo aunque
aún añorando las viejas estructuras medievales. Atrás como cabeza de todo ello
emerge un político de nuevo cuño, coloreado en las intenciones que esconde,
pero que debe buscar con rapidez y junto con las cabezas militares de la revuelta,
a los nuevos hombres que piensan manejar los hilos del poder. Este va a ser
primeramente un gobierno de transición, dirigido en lo político por el duro y
curtido Rómulo Betancourt, mientras por otro lado existe la genuflexa logia y casta militar, se crean nuevas
organizaciones de servicio y aparece un personaje ligado a Rómulo Betancourt
aunque achacoso y confiado que es el novelista Rómulo Gallegos, a regañadientes
suerte de mampara para los intereses betancuristas, pero al que se escoge por
su nombre público y así gana así la Presidencia de la República, quien de
inmediato y para componer el Gabinete Ministerial en calidad de Ministro de
Defensa designa al mayor “Carlitos” Delgado, joven inteligente que conociera durante
el exilio por haberse hospedado en su casa catalana de Barcelona, cuando vino a
visitarlo desde París.
Rafael Simón Urbina. |
La situación en Venezuela continúa tirante estando los adecos (Acción
Democrática) en el poder, con el malquistado Betancourt y su clique política,
el bienquistado Gallegos, quien vivía del pensamiento mágico de sus novelas y
un carácter a menudo colérico, confiando en Betancourt y Carlitos mientras en
la calle corrían ya rumores de alzamiento de cuarteles entre toda esa caterva
de militares desubicados, aspirantes a los negocios personales y deseando más
trozos de poder, por lo que visto tal peligro el Ministro de Defensa Delgado
Chalbaud se hace vocero de la situación ante el confiado Gallegos, explicándole
poder llegar a algún entendimiento pacifista que se cifraba en ciertos cambios
de estructura y el alejamiento político y necesario de Betancourt, a lo que se
opone rotundamente el novelista de Doña Bárbara aduciendo que él era inamovible
mientras tras bambalinas Pérez Jiménez comandaba el alzamiento a punto de
estallar y el propio Carlos Delgado finalmente se adhiere a la situación
imposible de retener, de donde el ser detenido Gallegos con los cuidados
necesarios él y su esposa pronto son enviados al exilio, en La Habana. Entonces
Delgado Chalbaud guardando la jerarquía militar fue designado por los complotistas
insurgentes a la cabeza de la Junta Militar que se conforma el 24 de noviembre
de 1948, sumando así Delgado y en su contra el rencor de los oficiales
montoneros y de los adecos defenestrados. Carlos Delgado asume las riendas del
poder militar en esta barahúnda inexplicable, llena de dificultades, haciendo
planes de categoría hacia el futuro, mientras permanece tras al verdadero poder
militar Marcos Pérez Jiménez y su grupo allegado,
como también regresan del exilio algunos venezolanos distinguidos y otros
peligrosos como el llamado general Rafael Simón Urbina, coriano hombre de
montoneras dentro y fuera del país (Santo Domingo, Curazao, Centroamérica,
etc.) nutrido en las peleas de machete, revoltoso y macho a la vez, con pretensiones
absurdas de poder, inescrupuloso, con deseos de que le devolvieran al dinero
mal habido que le ha incautado la anterior Junta de Gobierno y por cierto
conocido en los vaivenes políticos por Delgado Chalbaud y el recuerdo de su
padre Román. Mientras tanto el sobrio y prudente teniente coronel Delgado
Chalbaud habita una pequeña quinta de Chapellín, teniendo como vehículo propio un
francés citroen que él mismo conduce, de otra cuenta se manejan otros hilos de poder,
con los adecos expulsados queriendo retornar a la política, el avance de grupos
partidistas como el de Jóvito Villalba, y una sorda pelea de todos conocida
entre distintos militares en el que sobresale desde luego Marcos Pérez Jiménez,
aunque Delgado en esto quiere permanecer, digamos, de bajo perfil.
Aquí comienza una nueva trama de
este horrible y posterior asesinato por capítulos, porque las más bajas
pasiones dinerarias y hasta de complejo
social se irán sucediendo como en el libreto de una impactante película de
acción, pues el famoso “general” Urbina quien era conocido del padre de Delgado
Chalbaud mediante las correrías antigomecistas que ambos dirigieron, para
acercarse más a ese poder presidencial pretendía hacerse compadre del sereno Carlos
Delgado, mientras que conocedor éste de quien era aquel personaje en mientes al
pedirle que asistiese como “padrino” bautismal de uno de sus hijos, lo evadía
en ello cortésmente porque comprende las intenciones negociales y monetarías que
había tras del anzuelo, como se excusó Delgado otras veces en ese sentido, e
incluso en nuevas ocasiones por cuestiones más apremiantes lo deja en espera de
la cita en el palacio de Miraflores, de donde el irredento Urbina ante el
desaire continuado entra en furia posterior que pronto se vuelve cólera
enfermiza y casi de inmediato sin pensarlo dos veces piensa en asesinar a
Delgado Chalbaud, para de esta forma cobrar la afrenta de desprecio que a su
mente dislocada se atribuye. En esta fase diabólica de la trama mortal aparece
otro complicado en la intentona que viene a ser el corrupto y nonagenario
maracaibero Antonio Aranguren, amante de jovenzuelas, millonario por obra de
amiguismos, bienes raíces y de las regalías petroleras, ansioso aún de una tajada del poder político
(incluso propone a Delgado un negocio sucio para la compra por el Estado de los
vetustos ferrocarriles ingleses a punto de perderse), mientras Urbina cargado
de hijos aún reclama los bienes quitados a él por Betancourt a través del
Tribunal de Responsabilidad Civil y Administrativa. Toda esta bajeza de
negocios sucios aproxima más a Urbina con Aranguren, quien posee entonces un
record de conocidos del bajo fondo empresarial y profesional capaces de
cualquier cosa cuando se antepone la famosa frase de “¿cuánto hay pa’ eso?”, lo
que da como resultado que ambos tramen el secuestro de Delgado Chalbaud, para
hacerlo renunciar expulsándolo a París.
Así las cosas con el dinero de Aranguren Urbina reunió a 23 asesinos a
sueldo, y el 13 de diciembre de 1950 cuando en la mañana el presidente Delgado
Chalbaud deja la modesta casa alquilada por el sector de Chapellín, más adelante Urbina y los sicarios detienen el
cadillac presidencial donde viaja Delgado, un edecán de apellidos Bacalao Lara,
y el simple fiscal de tránsito de
escolta, al tanto que a punta de pistolas el presidente fue cambiado de
vehículo, tirándosele en el fondo del asiento trasero del automóvil, mientras que
con fuerza brutal le arrancan las
charreteras de sus hombros al tanto que irradiando rabia salvaje Urbina llama a
Delgado con el despectivo nombre de “cabrón francés”, al tiempo que le espeta “tengo
seis meses cazándolo, carajo”, mientras Delgado y a sabiendas del destino corto de su
vida le responde, sereno, “!asesinos, cobardes, así no se mata a un hombre¡”. Al llegar a la quinta Maritza (propiedad de
Antonio Aranguren) del siniestro magnicidio, en la urbanización Las Mercedes, se
precipita el desenlace porque un sicario imprudente hiere en el tobillo a
Rafael Simón Urbina, y el magnánimo Delgado a su lado con un pañuelo trata de
contener la hemorragia, pero ante la furia de lo sucedido otros asesinos
empujan a Delgado al interior del inmueble y a su edecán y allí mismo con rapidez
el principal Domingo Urbina y otros le disparan cuatro balazos mortales,
mientras Delgado se lleva la mano al estómago y cae de bruces hacia adelante,
en cruz, boca bajo, muriendo casi de seguidas al tanto que cualquier reloj preciso
marcaba la nueve y media de la mañana. Urbina luego se desplaza a la mansión del abogado y compinche Franco
Quijano, y de allí busca asilo en la embajada de Nicaragua, mientras que a las dos y media de la tarde por la presión
oficial y el problema de la herida el
coriano se entrega a la policía, que luego lo lleva a la cárcel del Obispo,
para ser trasladado a las nueve de la noche a la Cárcel Modelo, pero como
durante el viaje “opuso resistencia”, en el cerro El Atlántico fue muerto por
los custodios de tal asesino magnicida.
Con este episodio final y en el mayor silencio se saldaron tantas traiciones
y rencores habidos. Treinta días de luto nacional, el collar post mortem de la Orden del
Libertador y su ascenso a coronel no pudieron redimir todos los cabos sueltos
con que aparecieran los lenguas al desgaire entre muchas conjeturas luego
amañadas, como aquello de que quien lo mandó a matar fue Pérez Jiménez. Delgado
Chalbaud amó ser mujeriego porque no era feliz en el matrimonio y dejó un buen
recuerdo de su vida, a pesar de las envidias que además lo mataron a los 41
años de edad. Delgado Chalbaud es un ejemplo craso de la ignominia constituida
y de la brutalidad imperante, en un país donde en verdad nunca había existido un
magnicidio y pocos los intentos, pero dado que el tiempo pasa, se cuecen habas
y somos amigos de personajes como Al Assad y Gadafi, no se sabe qué nos depara
el destino. Como reza el proverbio romano sobre el hijo adoptivo ¿Tú también
Bruto, matas a César?.
OJO: CON LA PRÓXIMA PUBLICACIÓN DE ESTE BLOG VAMOS A INAUGURAR UNA
SECCIÓN PATRIÓTICA Y PERMANENTE LLAMADA
“NUESTRA GUAYANA ESEQUIBA”. ESPERO QUE USTEDES CON FERVOR LA DISFRUTEN.
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