jueves, 26 de junio de 2014

UN VENEZOLANO PRESIDENTE DE COLOMBIA.



Francisco De Paula Santander.
 Amigos invisibles. Hurgando entre papeles importantes me he topado con un trabajo que publicara en el diario El Nacional de Caracas el 23 de diciembre de 1988, y que por su importancia vuelve hoy al tapete de las noticias a tomar en serio, porque con esto de la nacionalidad del presidente de la república  Nicolás Maduro Moros en que tanto se discute si es venezolano por nacimiento, o colombiano, y por ende si su firma tiene la validez requerida para dirigir el país, o como igual si lo encerca la norma constitucional que le impide ejercer tan alto cargo porque al no aparecer su partida de nacimiento pone en tela de duda y lo declara inhábil, o porque su madre es colombiana  con los resultados inherentes, y en fin, con toda esa parafernalia a que se ha sometido tal nombramiento  sin llegar hasta ahora a nada, y  por ello vengo a traer  de nuevo dicho artículo periodístico a la actualidad donde se demuestra que Venezuela y Colombia desde tiempo atrás guardan estrechos lazos que son indisolubles por tantas razones entre las cuales un nacimiento viene a ser cotidiano, ya que como lo explicara antes y para el caso recuerdo el hecho coincidente ante los miles de venezolanos que ahora viven en Colombia y están allá sembrando familias, y los cuatro millones de descendientes neogranadinos que habitan en Venezuela según estimaciones del último censo electoral (en Zulia, Táchira, Apure, Barinas, Valencia, centro del país, etc.), todo ello da pues motivo a refrescar el trabajo premonitorio de aquel tiempo hecho realidad y que como repito por la importancia que de él se desprende a los momentos actuales es bueno de tomar en cuenta una vez hecha la lectura correspondiente a objeto de sacar tantas cuentas y refrescar la historia tan necesaria para la tranquilidad común.  Y así lo digo, comienzo y termino.

  
Rafael Urdaneta.
   
Entonces no existían problemas sobre el “golfo”, ni Castilletes, ni la navegación fluvial compartida, ni el doloroso tratado López-Santos de 1941. Ya el maracaibero general Rafael Urdaneta había pasado por la presidencia de Colombia, la Grande, y estaba por ejercer la primera magistratura de Venezuela el general Ignacio Andrade, a quien llamaban popularmente “El Colombiano” o “El Cucuteño”, porque como se decía en comidillas nace en San José de Cúcuta y por no haber entonces partidas de nacimiento solo apareció su fe de bautismo  en aquella ciudad fronteriza, de fecha 31 de julio de 1839, y dado que no existieran actas  de fe natal  en Venezuela por aquella época, eludiendo el documento bautismal con justificativos y declaraciones juradas en Mérida se dio valor y mérito a que Andrade fue alumbrado por su madre en la Ciudad de los Caballeros. Eso sí, el mismo caudillo general Joaquín Crespo, que lo puso en el camino del poder, sabía de su origen colombiano, como lo expresó burlonamente en cierta ocasión y está escrito. Otro personaje a relacionar aquí por su valor es el colombiano que fue Presidente de Venezuela en 1868, o sea el general Manuel Ezequiel Bruzual, alto, de fuerte complexión y bigotes, costeño del Caribe natural de Santa Marta y nacido allí en el mismo año del fallecimiento de Simón Bolívar o sea en 1830, quien herido de combate falleció en la isla de Curazao por gangrena en 1868, valiente liberal de pensamiento y experto en los asuntos náuticos que tuvo una distinguida carrera política y de las armas antes de morir. En efecto Bruzual participa activamente en la Guerra Federal y sus presillas correspondientes al generalato las gana de manera honrosa en la cruel batalla  llanera de Santa Inés, por lo que con sobrada razón se le llamó “el soldado sin miedo”.

Ignacio Andrade.
            Tampoco vamos a referirnos a la legión de leguleyos, generales y retóricos que de aquel país fronterizo tuvieron influjo en el ejercicio de la Presidencia de la República de Venezuela, como los casos de Diógenes Arrieta, Alirio Díaz Guerra, José María García, Ricardo Becerra, Benjamín Ruiz,  (que llegó a ser Presidente de los estados Carabobo y Zulia), y hasta del propio José María Vargas Vila, intelectual de influencia palaciega (era su secretario privado) que pudo escribir de encargo una “autobiografía” de Joaquín Crespo, publicada sólo en dos ejemplares y para la cual el autodidacta llanero le pagó la suma de treinta mil bolívares, cantidad enorme para aquel entonces.

            ¡No¡. Ahora voy a referirme al ilustrado doctor Manuel María Ramírez Fortoul, un raro ejemplar de político binacional que trabajó tanto en el país hermano como en Venezuela, a donde llega a ser Gobernador de la Provincia de Mérida , en 1849, y en la que además ejerció el magisterio y el profesorado universitario por varios años, así como su profesión de abogado, siendo miembro de colegios profesionales de ambos países. En este tiempo y durante la época del cuarenta decimonona casó en Mérida con la mantuana  Teresa Monreal Roth, mujer blanca, de origen trujillano y pariente cercana  del ilustre político y escritor Ángel Carnevali Monreal, con ascendencias de Italia y Escocia, en quien tuvo dos hijos, que se sepa.

Manuel Ezequiel Bruzual.
El doctor Ramírez nació el 5 de mayo de 1817 en el actual estado Apure, entre  las anchas sabanas guerreras situadas en los bordes ribereños del los ríos Arauca y Apure y posiblemente por Achaguas, cuando sus padres Antonio María Ramírez, de ancestro barinés, y la viuda  Dolores Fortoul Jaimes,  trashumantes vivían en esos llanos cálidos cerca de las campañas militares  de José Antonio Páez y debido a la emigración de las familias patriotas, contándose allí el contingente andino. Vivió muy joven este liberal entre Bogotá y Cúcuta, y en el colegio jesuita y cundinamarqués  de San Bartolomé hizo el doctorado en jurisprudencia. Trabajó luego en aduanas, asambleas departamentales, como Gobernador de Santander y fue revolucionario (por lo que se asila en su propio país venezolano,                         -dígame- en 1841). Magistrado del Tribunal Superior y de la Corte Suprema de Colombia, era Procurador General cuando por ausencia  del santandereano presidente Aquileo Parra, autodidacto y enfermizo, debió ejercer la Presidencia de la República colombiana con todas las de la ley sentándose en silla virreinal para gobernar, convocando reuniones ministeriales y disponiendo órdenes a objeto de cumplirlas, entre el 22 y el 24 de diciembre de 1877, horas de mucho trajín aunque don Aquileo presuroso quiso comer tamales y ajiaco bogotanos en esa Nochebuena, otra vez como Primer Magistrado Nacional.

Alto, flaco, de ojos hundidos y frente despejada, la barba en cierre, al estilo francés, despierto y capaz, el llanero venezolano Manuel María Ramírez Fortoul tuvo el raro privilegio de ejercer el Poder Ejecutivo de Colombia, sin ser cuestionado, y murió tranquilo, en fría casa de parquet y maderas, en Bogotá, a los setenta y cuatro largos años de agitada vida, “rindiéndosele entonces las honras correspondientes, en ese día luctuoso que fue el 3 de marzo (mayo) de 1891”. Hasta aquí el trabajo publicado hace 26 años en el diario El Nacional, que por su interesante contenido de visión a futuro parece que fue ayer impreso. Pero dado que este recuerdo tiene una proyección más amplia voy a comenzar diciendo que así como colombianos por multitud  desde los tiempos perezjimenistas vinieron a Venezuela hasta el momento de la crisis venezolana que coincide con el despertar económico del hermano país, por otro campo del cuadrante y debido a los riesgos mantenidos en el hermano país por diversos conceptos como para criar familias, hoy muchos venezolanos que se calculan en trescientos mil han decidido instalarse en sitios tan importantes de Colombia como Bogotá y la ya numerosa colonia, llena de negocios venezolanos como de productos que allí fabrican (Polar, Locatel, etc.), o en la costa Caribe colombiana, con el geocentro de Barranquilla y las industrias venezolanas allí establecidas, o Medellín, Barrancabermeja, Cúcuta y la empresarial Bucaramanga, para no citar más, sin dejar el regocijo que sentimos en lo interior cuando conocemos que la capacidad de producción petrolera en Colombia ha duplicado (más de un millón de barriles diarios  de petróleo, sin contar el gas) en los últimos tres años debido al apoyo pujante de los técnicos venezolanos allí establecidos.

Manuel Ramírez Fortoul.
Pues bien, todo ese intercambio sanguíneo y laboral productivo que desde la formación de Colombia existe, arranca a partir de tiempos pretéritos, o sea desde el propio nacimiento bolivariano de Colombia y los desplazamientos familiares, porque si a ver vamos comenzando con el río Esequibo hasta las encumbradas y níveas montañas bolivianas una legión de tropas americanas se juntaron para morir viviendo en los escenarios de la libertad de nuestros pueblos, y pongo como ejemplos cimeros de colombianos aquí muertos en la defensa de sus principios a Ricaurte en San Mateo y a Girardot en Bárbula, haciendo patrias como las hizo Bolívar siendo Presidente primero de Colombia, o Rafael Urdaneta que fue el último Presidente de la llamada Gran Colombia, y así siguiendo hacia el Sur venezolanos al mando libertario del propio Bolívar y de Antonio José de Sucre que organizan al Ecuador, con la conocida gesta independentista de venezolanos en Guayaquil, y las presidencias hasta vitalicias de Bolívar en Perú, y de Sucre en Bolivia, aunque en ese camino tuvieran ribetes dictatoriales. Para cerrar este párrafo histórico entendible dentro de la vida siamesa que ambos países han mantenido bueno es recordar la tesis sustentada con fundamentos sólidos sobre que el rayano general Francisco de Paula Santander era venezolano de nacimiento, pues fue alumbrado en San Faustino de los Ríos (situado en la banda del río Táchira “forma propiamente una incrustación anómala  sobre el territorio venezolano”. Arbitramento, límites, 1887), territorio que entonces era parte de Venezuela, y después dicho general llegó a ser Presidente de Colombia.    Por manera que nada es de extrañar dentro de los cambios e interpretaciones legales y hasta constitucionales que ocurran sin conocer el fondo de lo pisado sobre el tema, pudiendo así tener como actual Jefe del Estado a un paisano político de oriundez humilde, autobusero de ocasión y ahora sentado con las prerrogativas de Miraflores, sin saber a ciencia cierta de éste si nació  más acá o allá de la línea fronteriza, lo que en el fondo salvo en lo constitucional no tiene la relevancia que pueden darle algunos, si es que lo hace bien, a favor de todos, reitero todos, los venezolanos porque lo que importa es la eficiencia en la gestión pública y aquella riqueza de las naciones tan pregonada por Adam Smith, bien entendida para ayudar al desarrollo del venezolano y sin injerencias extranjeras como el caso  patente de Cuba, que tanto se pregona.

José María Vargas Vila.
Por manera que hoy dos o tres décadas transcurren con suma ligereza y el derecho que tienen todos los venezolanos a aspirar mejorías es inalienable e imprescriptible, de modo que cuando nuestros nietos,  los de todos ustedes se pongan a cavilar allá por mediados de siglo sobre lo bueno o lo peor que haya ocurrido, no esperemos un trágico recuerdo que a nadie va a gustar sino a destruir, para que nuestra conciencia esté tranquila, porque así se los escribe un hombre que ha recorrido muchas partes del mundo viendo y cavilando desde su larga infancia y juventud, para con voz propia ayudar a que el país salga adelante sin traumas ni odios o rencores de ninguna especie.

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