Amigos invisibles. Este trabajo ahora
incluido en el blog que casi se destina a un público viviente
fuera de Venezuela, lo hago por el medio
apropiado con el fin de que circule a nivel mundial para que se conozca o recuerde un hecho
imperecedero que conmueve los cimientos
de mi tierra y de todo el país, porque con perplejidad inusitada en un juicio
penal y ya con cuatro detenidos bien identificados en los hechos e incluso difundido
a través de la radio y la prensa de sucesos, por infracciones o delitos
diversos dentro de lo paradójico del caso utilizando cierto arte de
birlibirloque y como espectro salido de
la caja de pandora o la manga de algún
mago charlatán, luego de haber detenido o retenido el tribunal de la causa a esos
supuestos delincuentes, a los cuales se les instruye un expediente del grosor
de sus delitos continuados, con diversas y comprobadas pruebas acusatorias
donde a los amigos de lo ajeno por demás
se les identifica sobre los muchos ilícitos cometidos y sus graves
consecuencias, mediante algún razonamiento fuera del contexto jurídico y acaso
por diversas presiones desde arriba el señalado proceso de alta resonancia que
mantuvo a los dichos paisanos en justa chirona pese a cohetes y pancartas de
tendencia filial sostenidas por la secta en la defensa tarifada y grupal a favor de estos encanados parientes
de Alí Babá, de la noche a la mañana la señalada causa se desinfla y pierde
valimiento en la primera etapa, lo que duele al colectivo trujillano por los implicados
ser hijos de clase media que lucharon duro para sacar a flote su familia.
Biblioteca Centro de Historia. |
“No me mueve mi Dios para quererte, el cielo que me tienes prometido”, y
sigo escribiendo sobre este lacerado tema con el verso glorioso de santa Teresa
de Jesús, porque quiero recordar el porqué
de mi interés no solo profesional vindicatorio y para defender la justicia cegata,
sino por la vinculación estrecha y familiar que tengo con el llamado Centro de
Historia del Estado Trujillo, que ahora al ratificarse su paso al patrimonio
nacional más me conmueve el camino a trazar y porque además sin quererlo soy el
decano de los individuos de número de dicho Centro cuya calidad no se
pierde porque tal título se otorga
oficialmente con carácter vital. Pues bien, e incidiendo sobre la misma llaga, comenzaremos
por añadir que la sumatoria de tales crímenes también calificados de lesa
patria, o fechorías maduradas en pandilla con un plan bien orquestado, para expresarlo
en lenguaje coloquial, tanto en el derecho nacional y sobretodo en la
jurisprudencia internacional (se llama extracción ilegal de bienes culturales) por
abocarse a defender tales posturas altos organismos sin fronteras como pudiera
citar la Corte Internacional de Justicia de La Haya (Holanda), la ONU con los
organismos culturales que se protegen desde París (UNESCO) y cuya eficiencia y
éxito se ha demostrado últimamente frente a los saqueos culturales habidos con
la revuelta egipcia y caída del gobierno de Mubarak, cuando se han reencontrado
y devuelto patrimonios de la humanidad de extrema importancia que usted puede
conocer a través de Google, cuyos autores intelectuales y materiales luego del
juicio debido y la dura sentencia impuesta descansan con trabajos pesados en
ergástulas egipcias, algunos con cadena perpetua, cuando todos sabemos que
estos delitos contra el patrimonio cultural y la labor defensiva de los
derechos humanos, por sus características especiales son duramente castigados y
bajo ningún respecto prescriben, o sea que se mantienen latentes a la espera de
la vindicta que ha de caer sobre los responsables en su oportunidad. Otro tanto
se ha demostrado con rapidez en la búsqueda permanente de los culpables, que
ocurre con el desastre cultural y la insensatez del dinero mal habido por robo
y algunos accesorios especuladores, como fue el reciente caso de la llamada
Guerra del Golfo, en Irak, dirigida contra Sadam Hussein, cuando fuerzas americanas
ingresaron en dicho país milenario en culturas
y los vivos de siempre como el alacrán aprovechan para saquear y hasta
en la ignorancia que es complaciente y por ende agravante, destruir piezas de
arte de incalculable valor que abarcan hasta cuatro mil años de antigüedad,
muchos de cuyos causantes de la terrorífica rapiña manejados por sabandijas
conocedoras del valor de esas obras de arte, condujeron a incautos y entre
ellos a soldados del ejército invasor, para expoliar tal patrimonio cultural, por
lo que guardan debido presidio como pago por sus atroces fechorías. Pero aún otros andan sueltos o al escape, como
los que acabaron a golpes de mandarria con la portentosa estatua del sagrado
Buda en Afganistan, obra de talibanes ya identificados y a la espera de su
detención, si es que aún viven, porque
recuerde siempre que esos hechos delictuales nunca prescriben.
Salón de Sesiones Del Centro de Historia. |
Y como lo expresara en poema de fuste nuestro amado Zorrilla en su Don
Juan, “Clamé el cielo y no me oyó, y
pues sus puertas me cierra por mis actos en la tierra responda el cielo, no yo”,
quiero ahora repasar para los extranjeros poco sabedores de este intolerable
caso, un resumen de las atrocidades cometidas en Trujillo de Venezuela, tierra
tranquila que vive bajo la advocación de su patrona la Virgen de la Paz y su
escultura de más de 47 metros de altivez erigida en el pico de una montaña,
cuando otra suerte de talibanes de igual monta o calaña por debilidades e
impericia de la democracia en que se viviera y con órdenes desprendidas desde salas situacionales manejadas por ideas fuera
de foque que entre sus pretensiones absurdas e ignorantes y siendo ateos
quieren igualar la religiosa leyenda de David contra el gigante Goliat, que en
este caso son los Estados Unidos. Pues bien, haciéndose del poder a través de un
juego de elecciones amañadas entre estos juegos de la política llegó para
gobernar en Trujillo un grupo desaforado, tira piedras, desconocedor de los
conceptos necesarios para ser útiles en el progreso social, y sin otros
miramientos con padrinos de fuerza mantenidos en Caracas y hasta con un
catecismo labial de mentiras preparadas y mejor difundidas en mentes débiles
sujetas a la pretendida captación doctrinaria, se dieron a la tarea inaudita de
querer formar una nueva Venezuela sobre los escombros que produjeran y entre
las barbaridades tipo Atila que crearan, lo que desde luego le ha hecho mucho
daño moral y material al país con esos nuevos pretendidos capos que aparecieron
como la marabunta hambrienta para destruir todo, robarse lo más que pudieran y
mentir mintiendo, para recordar al famoso Chavo, de donde con prontitud la
cultura que nos atañe cayó en barrena sin detención alguna, porque aves de
rapiña y uñas afiladas con rapidez la cercan para vivir de sus entrañas. A
estas alturas de la narración espeluznante sobre todo por “no conocerse” la
cúpula de los solapados autores, debo decir que en la ciudad donde se da el
primer juicio penal en América, el primer derecho de asilo en América, el temible
decreto de guerra a muerte (que en este caso ahora narrado también debe
aplicarse a los ladrones que se indican), el primer posible santo de Venezuela
y hasta el seguro y no posible diablo de Venezuela, y ahora el segurísimo primer latrocinio cultural
de esta categoría resaltante en América, y vaya que no es para menos, digo, no
había sucedido ni se pensaba acaso que pudiera ocurrir tal descalabro, pero
como la marabunta desquiciada bajo el apoyo gubernamental de entonces se
apropia de dos inmuebles pertenecientes al patrimonio de la nación, o sea sendas
instituciones de solera que una es artística y otra histórica, entre el odio que
se protege y esparce como componente social, la ignorancia de otros más que
raya en lo funesto, la malcriadez supina de alguien que se tilda caudillo
inventando los más disímiles, absurdos, disparatados y esperpénticos relatos
salidos de una cabeza insana como para distraer a sicólogos y acaso a los
siquiatras avezados, mediante dinero oficial a fin de mantener a la pandilla y
desde luego con el impulso pecaminoso de un santurrón experto en este tipo de
delitos culturales (por cierto ahora supe como apéndice de la relación criminal,
que el nudo gordiano de las fechorías existente entre el loquito de Trujillo y
el santurrón caraqueño, es a través de un hilo familiar de apellido Carrillo,
de la llamada Calle Arriba) que es buen conocedor de esos valores educativos a
precios de subasta y sobretodo monetarios calculados en dólares y euros que
ahora los denunciados manejaban sin siquiera tener inventarios de carácter moral
y menos material de las fechorías a desarrollar en un plan bien urdido y mejor
ejecutado con el cerebro de Caracas. Un vez que tomaran posesión de tales
incalculables bienes culturales el plan lento pero seguro comenzó a funcionar
bajo la advocación de espíritus supremos como se estila en esos medios diversos
de la brujería, ergo los babalaos, Sai Baba, María Lionza, el Negro Felipe y
otros santones del altar de la patria, en intercambio de borracheras
alucinógenas y otras tentaciones conocidas por la aguantadora sociedad
trujillana, de donde pronto se hicieron perdidosos de la Pinacoteca del Ateneo
de Trujillo buena parte de la colección (Poleo, Dámaso Orgaz, Monasterios, Garbin,
Rodríguez, Colmenares, Godoy, Piquer, pero bastantes más) de muy valiosas
pinturas que albergara por setenta años tal renombrado lugar donde se celebraron
exposiciones anuales debidamente premiadas, muchos de cuyos exponentes en
agradecimiento donaban algún óleo a la institución, que con el tiempo y la fama
de sus pinceles ahora guardan un inmenso valor coleccionista, sin olvidar además la rapiña de otros bienes que
eran propiedad del Ateneo y también el numeroso repertorio artístico del pintor
trujillano doctor Rosales Albano (hoy comercializado por Mercado Libre y otros vendedores),
autor que obsequiara a tan digna institución antes de su muerte. Y yo me pregunto,
con aquello popular que no hay ciego peor al que no quiere ver, ni sentir, ni darse por
enterado, o hacerse el loco, o falto de ética o ser cómplice porque el que
calla otorga, o sea por omisión, y así otras penalidades que cualquier juez
justo las conoce y aplica, ya que de lo contrario peca en sus obligaciones y
está sujeto a posteriores reclamos públicos y privados, por encima de que tenga
acomodada la espada de Damocles, es
decir de ser juez provisorio y sujeto a su destitución cuando viniere en gana y
de acuerdo a lo perentorio del caso. Me
pregunto pues, ¿Es que acaso toda la colección de pinturas y muebles sustraídos
en el Ateneo de Trujillo que debe alcanzar millones de bolívares, no tienen
valor alguno, artístico, histórico o patrimonial, etc., para el juez decisor de
esta causa penal, quien sin temblarle el pulso, según se me ha dicho en el
lamento popular, ordenó poner en libertad inmediata a los causantes de estos
execrables delitos contra la humanidad, el patrimonio y los derechos humanos,
aduciendo sencillamente que lo cursante en el expediente para decidir de
acuerdo con su escaso argumento lo consideraba una minucia o de menor cuantía y
que por tanto tales vándalos peseteros podían seguir en libertad y apenas bajo
régimen de presentación en este juicio ahora famoso en los anales de esa
interpretación tan personal y lesiva a los intereses patrimoniales del estado,
de la cultura, de la trujillanidad y de los que fueron también saqueados en sus
ideales y disposición porque con el pensamiento altruista habían dispuesto
obsequiar sus bienes a un patrimonio
universal con el fin de ser expuestos ante
el público a objeto de mejorar la cultura en todos sus sentidos y no para que
cayeran esos objetos invalorables en manos de forajidos ladrones muy bien manejados
por supremos coyotes de carácter mafioso que se lucran y lucrarán, como se hizo
en tiempos nazis, con bienes de riqueza universal mal apropiados y que algunos
se dejan en descanso y alza de precios hasta por años, para luego salir al
mercado internacional con pingues ganancias delictuales. Y aquí viene a la
memoria el comentado libro que el periodista caraqueño Willian Ojeda publicara hace algunos años e
intitulado “¿Cuánto vale un juez?”, quien por vueltas del destino que a veces
parece como también ciego, ahora forma parte de la bancada oficial entre los representantes
que se tienen en el Congreso Nacional.
Diego García de Paredes. |
“Vivo sin vivir en mi y tan alta gracia espero, que muero porque me
muero”, verso acaso producto del aeda san Juan de La Cruz, es como corolario de
lo anterior, donde se resume la barbaridad de lo ocurrido, que considero salvo ser decisión de carácter
político, como se me señala, pueda reformarse en el dictamen posterior, porque
el pueblo trujillano no podía creer en lo que según tengo entendido expresa la
sentencia sobre esos niños de pecho o angelitos caídos del cielo en la ubérrima
tierra para cambiar la faz del universo. Pues bien como hemos señalado de manera muy
clara según puede desprenderse de los hechos ilícitos realizados, la primera
parte de la operación malandra consistió
en tomar por la fuerza y sin que nadie se opusiera debido a ese mismo carácter
violento y para despistar, el edificio del Ateneo de Trujillo, donde pudieron
sentirse a las anchas estos antisociales, al estar en todo apoyados con dinero
y protección del anterior cuanto
desastroso ejecutivo regional través de
la dirección de Cultura y según se declarara a la prensa nacional. Una vez
tomado el inmueble por los apoyados amigos de los ajeno se entró en la segunda
parte de la operación malandra, con despistaje o confusión incluso, en donde aquí entra el apoyo
incondicional del cerebro que desde Caracas dirige toda la operación, con lo
que se calcula al detalle cuanto sirve y justiprecia o no de esos bienes “en
custodia” por ser ya funcionarios públicos del lugar, porque los otros empleados
anteriores son despedidos para hacer el trabajo a las anchas, ayuno de
testigos, con la meticulosidad para cada caso dictada desde Caracas. Allí
salieron a relucir precios de avalúo y merchantes de profesión, mientras iban
desapareciendo con el agravante de la oscuridad nocturna y el robo
solapado todos los lienzos y objetos de
valor, transportados en camionetas propias en bolsas plásticas grandes y
negras, hacia lugares de escondite y de plena seguridad, mientras se resolvía
el envío posiblemente a Caracas, aunque algunas piezas de poca monta pudieron
quedarse en el propio Trujillo. Y acto seguido con el curso de los días para
más desorientar en el despiste o distracción se procedió ante testigos a
incinerar en el mismo recinto del Ateneo, o fuera de él, las piezas y los
papeles que no interesaban y se tenían de poco valor comercial en el mercado fraudulento
de estos bienes protegidos por especiales
y únicos.
En la siguiente fase de la operación malandra (sinónimo de delincuente) ya
se pasa a ocupar el histórico inmueble que hace tiempo fue declarado oficialmente
como parte inalienable y en todo protegido del patrimonio artístico y cultural
de Venezuela, para lo cual se formó un zafarrancho mayúsculo con presencia de la
prensa y todo lo demás, donde premunidos de aquel viejo poder oficial que los respaldaba
invadieron de pronto el sagrado
monumento nacional, e incluso hubo un pleito inicial porque los invasores
acompañados de policías no quisieron firmar una acta de entrega del inmueble y
los bienes allí contenidos, mientras ellos expulsan del recinto a los
directivos e Individuos del Número de ese Centro de Historia presentes,
ufanándose en borrachera de gobierno con lo que habían hecho y pasando a ocupar
de inmediato todo el inmueble que es recinto nacional protegido desde el año 1943.
Allí fue cuando comenzó de verdad y con
suma precisión a expoliarse todo lo útil y de gran valor en ese lugar
contenido, cuando previamente incautos propietarios prefirieron donar esas
pertenencias históricas al renombrado Centro Cultural para evitar su pérdida,
lo que en realidad fue un boomerang, porque el mayor capo de la operación
exterminio en la fase tercera del asalto ya tenía con antelación y años de
estudio o conocimiento sobre el inmueble y sus pertenencias lo que era susceptible
de negocios desde luego inescrupulosos y lo que se podía excluir, para también
desorientar sobre el inmenso robo perpetrado paulatinamente y durante varios
meses sin vigilancia, con el mayor
sigilo, preparación y nocturnidad, repito,
sobre piezas por encima de cualquier cálculo que ascienden en su valor
comercial a varios millones de dólares, vamos a decir imposibles de creer tales
sumas en un medio conservador y recatado como es la ciudad de Trujillo y sus habitantes,
en la mayoría excelentes personas y sus familias.
Para concluir esa exposición dolorosa y sin guardarles rencor a algunos
de los participantes en el saqueo y enriquecimiento ilícito, porque varios pertenecen a familias honorables del lugar,
aunque fueron llevados de la mano del diablo y de la ostentación truncada, con
un seudo gurú que los entrenaba entre discursos vacuos y drogas alucinógenas, y
hasta con el cerebro director ubicado en Caracas, que tiene años de manejar
estos negocios raros con suficiente viveza mercantil, y en vista de que la sentencia supongo no
definitiva adujo, según me han informado que los delitos cometidos eran de poca
monta y por tanto esos detenidos podían
continuar siendo enjuiciados en libertad y con apenas un régimen de
presentación que desconozco, en el tribunal de la causa, y antes de que
posiblemente por malabarismos jurídicos prescriba cualquiera de esos delitos o minucias ilegales como lo
dispone la referida decisión, para dar libertad plena, en lo que algunos alegan
es una decisión política y menos jurídica, a fin de que el juez tenga
conciencia sobre las “minucias” o poca monta referida en la decisión señalada y
basados en la deontología profesional, la ética mantenida por el magistrado y
los principios universales sobre la carta de los derechos humanos que rigen en
nuestro país, fuera de otras leyes y disposiciones de carácter interno
obligados de su uso, voy a dejar abiertas unas cuantas interrogaciones que el
ciudadano juez deberá resolver para juzgar debidamente sobre los paradigmas
legales que a mi humilde entender se contendrán en la sentencia definitiva
sobre el caso, para la tranquilidad ciudadana y el éxito de la gestión, como
fue el caso renombrado en Trujillo sobre la decisión tomada por el juez Lomelli
Rosario en tiempos de la Junta de Gobierno que entonces presidía los destinos
de Venezuela. Así:
1) ¿Es acaso algo de poca monta el robo de toda la colección realizada por el
renombrado pintor y muralista ucraniano Yvan Belsky, fallecido en Canadá, donde
se incluyen grandes y pequeños cuadros, alrededor de cien, incluidos una
pinacoteca histórica trujillana, cuyo precio es incalculable?
2) Es acaso algo de poca monta el robo de la colección de pequeñas estatuas
del tiempo faraónico egipcio (4.000 años atrás) cerca de 15 piezas cotizadas en
el mercado internacional en las mejores pujas de casas especializadas (londinenses
Sotherby’s y Christie’s) en tal mercadeo, adquiridas al embajador Antonio
Martín Araujo y que reposaban con sumo cuido en el museo de la institución, por
ahora bien escondidas para su venta y cuyo precio es por demás incalculable?
3) ¿Es acaso algo de poca monta el robo de toda la colección biblioteca del
ilustre pensador trujillano Mario Briceño Iragorry, debidamente empastada y con
algunos y tantos 3.000 ejemplares cuidados,
que donara su familia al Centro de Historia, incluidos sus correspondientes escaparates
de madera fina y cuyas dedicatorias en libros allí incluidos tienen igualmente un gran valor, cuyo precio en conjunto es por
demás incalculable?
4) ¿Es acaso algo de poca monta el robo de toda la colección de la nutrida
Biblioteca 24 de Julio, integrada al Centro de Historia por el ejecutivo
regional con piezas únicas de alto valor y rareza, como las otras colecciones
de libros y entre las donadas por mí (colección colombiana, de guerrillas,
etc.) y de otros distinguidos escritores que antes de venderlas prefirieron obsequiarlas
como medio de instrucción especial, y
cuyo precio en conjunto es por demás invalorable?
5) ¿Es acaso algo de poca monta la colección completa de algunos 70 números
del Boletín del Centro de Historia, que resume buena parte de la historia e historiografía
trujillana, núcleo de información perdido para siempre, cuyo precio en conjunto
es por demás incalculable?
6) ¿Es acaso algo de poca monta la colección completa de libros y folletos
trujillanos no comerciales, como el famoso semanario Presente y otros
regionales, para disimular el latrocinio botado en el quemadero de basura de
Jiménez, cuyo precio para el estudio de la cultura regional es por demás
incalculable?
7) ¿Es acaso de poca monta la colección de monedas, medallas y billetes
internacionales, de bastones, de cartas originales, la colección de cuadros
diferentes, la magnífica colección indigenista trujillana y la de armas antiguas, estas últimas desaparecidas en
parte y en sus piezas de mayor prestancia, cuyo precio en conjunto es por demás
incalculable?
8) ¿Es acaso de poca monta la variadísima colección de cuadros coloniales y
diversas pinturas que colgaban en sus paredes, como el hecho en gran tamaño por
Antonio Herrera Toro (1857-1914), famoso y entre los mejores maestros cotizados
con Michelena de la pintura venezolana, o el del general americano Lee (¿Grant?),
de la guerra de secesión americana, cuadro de buen tamaño y en magnífico estado,
con un valor arriba de los 30.000 dólares, según entendidos, cuyos precios en
conjunto son por demás invalorables?.
9) ¿Es acaso de poca monta la cantidad de muebles antiguos que los cacos se
llevaron del Centro de Historia, incluidas las computadoras y otros utensilios
eléctricos de trabajo, grupo de enseres útiles y necesarios para la institución
cuyo valor es por demás incalculable?
La relación de bienes aquí señalados viene a ser una pequeña parte de lo
que se conservaba en el Centro, pues es lo que a grosso modo recuerdo sobre la
infinidad de bienes desaparecidos.
Catedral de Trujillo. |
Sea oportuno señalar además la avilantez delictual de este mismo grupo ladrón que en una noche oscura y solitaria a golpes
de mandarria destruyó la enorme estatua en bronce del fundador español de la
ciudad, Diego García de Paredes, obra
del reputado escultor hispano Juan de Ávalos y cuyo valor apenas del bronce
robado esa trágica noche a razón actual de unos cien (100) dólares por kilo,
multiplíquelos usted por cinco mil kilos de peso, y verá que solo el volumen
del bronce (aleación de cobre y estaño puros) allí timado alcanza a la fabulosa
cifra de medio millón de dólares. A ello hay que añadir el enorme retrato de
Diego García de Paredes, pintado en
España por el conocido maestro Solís Ávila, el busto del ilustre Sancho
Briceño, primer embajador de Venezuela ante la corte de Felipe II, el busto en
mármol de almirante descubridor (se los repito) Cristóbal Colón, el cuadro
sobre la Declaración de Independencia de Trujillo y otras perlas que
quedan en la tinta, porque están al
voleo. ¿Y usted qué dice luego de esta lectura?, ¿Y qué pensará el juez?.
Sobran las palabras.
Bueno, ya voy a terminar esta suma de datos certeros, porque considero
más que suficientes para dictar una mejor y sabia decisión sobre este sonado y
espinoso caso aún en pendencia de litis, porque con los señalamientos aquí exhibidos,
que no se pueden esconder y las otras pruebas susceptibles aún de aportar, el probo
juez que se luzca con la sentencia quedará para siempre honrado en los anales de
la jurisprudencia venezolana, lo que esperamos de todo corazón que así se
resuelva en el bien nacional y universal. Desde luego que para completar este informe
casi detectivesco deben leerse mis anteriores tres crónicas al detalle sobre el doloroso caso que se contienen en
este blog en octubre y noviembre de
2.013 e intituladas “Don Corleone: un
robo casi perfecto (I y II)”, y “El síndrome trujillano de Estocolmo”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario