Nostradamus. |
Amigos invisibles. Entrar en los detalles de la vida personal es cuestión
verdaderamente compleja y acaso menos valedera para el interés colectivo, donde
se unen aspectos como la cultura, la sindéresis, el sensacionalismo, y por qué
no, hasta ciertos rasgos de eso que llaman locura, eso sí, bien entendida, para
no cargar con la culpable paranoia, la esquizofrenia, la presunción, soberbia y
otros males concomitantes, aunque el
soporte familiar de la primera juventud juega también en este escenario como
para marcar distancias adecuando la visión hacia un mundo infinito, idílico o
tétrico quizás, donde abierto el telón
de fondo siempre presente en el juego de la vida iremos por ese andar que nos
señala el destino sin equivocaciones o despeñaderos. Ese quizás y buscando
algún vínculo de interpretación hacia el mundo infantil con los ojos abiertos
fui estirando los pasos que algunos románticos en desuso llaman pininos y otros
menos sabidos catalogan de aprendizaje maternal, y con este bagaje encima me
inicié atravesando senderos insospechados de una tierna infancia enaltecida donde
aprendí a saber que era poeta, así no le gustara a los demás porque me sonaba
discorde y sin sentido el descorrer de su canto, algo consustancial con las
travesuras del pensamiento juvenil, y a veces tuve necesidad de apelar a la
piedad en casos de verdadero espanto porque en el camino se encuentran escollos
y escenas de brillantez no tan comunes donde debimos recurrir al señorío de las
palabras que otros llaman fonemas para calmar apetitos y ansiedades truncas aunque
tranquilizando a esos dueños de tantos
gestos inermes, según lo prueban ciertos
ratos incongruentes como era previsible que debí soportar siendo en dos
ocasiones presidente de la Asociación de
Escritores de Venezuela para asumir la calma con frases cultas frente a distantes
ánimos incomprensibles de reputaciones
consagradas, concepto que recuerdo escribiera con ácido sentido asaz retórico y
para bien meditar nuestro ilustrado hombre de letras Manuel Vicente Romero García.
Pues bien ahora asentado con cierta libertad e inspirándome por la meta
interesante de este trabajo explicativo
sobre esa pirámide de sucesos extraños
que hacen historia hasta ahora, rodeado del nimbo de escritores y otros
que aspiraban a serlo, en cuyo trasteo debí parecerme al coloso torero Manolete,
fui posponiendo el tiempo en medio de tantas lecturas emergidas del pueblo de
mi infancia, con sus fantasmas y creencias subliminales, para venir hasta
Caracas a objeto de aposentar cargas ya definidas, entonces rodeado de papeles
banales y lecturas dispersas que fueron
tranquilizando al espíritu de mi ser, mientras observaba viendo formar la yerba
de los años en que se cimentó aquel ego naciente que para entonces y con otros
deseos de mayor solidez querían ser de mejor amplitud con que abarcar más
espacios de esos que pertenecen a nuestro planeta interior, porque para aquella
estancia sugerida ya Caracas se me hizo angosta deseando asemejarme a Cristóbal
Colón, mientras en esa temporada incierta pude conocer (apenas conocer) algunos
señores de la pluma como el estrambótico aeda Rafael Olivares Figueroa un tanto
fuera de sí y otros de aquella generación viernista de intelectuales ansiosos de
tomar existencia. Con esos sentimientos todavía truncos por obra del medio en
que viviera (la Caracas de los techos rojos) un día resplandeciente decidí
armar viaje de casi ocho años de aprendizaje, para extasiarme con Europa y
otros países de aquel mundo excitante, y en tanto que los europeos en masa
viajaban rumbo a Venezuela ansiando la libertad estomacal, yo corría en sentido
contrario rumbo a las fuentes de inspiración crítica, y como los hades del
destino me protegían y aún son compañeros fieles en esta ya larga saga de
enseñanzas, en agosto de 1951 me embarqué con el fin de fijar metas que eso lo
harían la suerte y el entendimiento, rumbo a este mundo desconocido interior,
en un viaje largo y soñado como de un mes errante con la luna, para visitar
además las Canarias y el Marruecos
islámico en trasiego inolvidable y luego sentir el escozor ardiente de la tierra
europea llena de fantasías, esperanzas, truenos y relámpagos, mientras sostengo
agradables conversaciones del hotel Ritz en Barcelona de España con el gran
pintor muralista caraqueño y ya anciano Tito Salas.
Demás está decir que luego de Gaudí pensé entonces en el Museo del Prado
y en esa catapulta de visiones que me atrajo Madrid, dentro de este sendero relámpago de algunos ocho días
para seguir con prisa rumbo a París al presionar los estudios universitarios a
seguir y el habituarse a esa ciudad tan humana y querendona. Allí sí había una
colonia arraigada de venezolanos
importantes, como el tildado hombre de letras embajador Alberto Zérega Fombona,
eterno habitante del germanófilo Hotel Lutecia y primo de Rufino Blanco
Fombona, el “guillo” Meneses, en funciones diplomáticas de la rue Copernic, y
el inolvidable embajador Caracciolo Parra Pérez, uno de los más perspicuos
historiadores venezolanos (su “Mariño” es todo un capo lavoro de objetividad,
trabajo y enseñanza), a quien me unió cierta corta y fecunda amistad por lazos territoriales
como de familia. Ya en el campo de las relaciones allí residían y estudiaban el
amigo economista Iván Senior, después banquero de Caracas, el profesor Alcides
López Orihuela, de mi grata afinidad por más de 50 años, el cinetista guayanés
Jesús Soto, que entonces animaba tertulias musicales con su cuatro “amolao” en
las noches parisinas de nuestra juventud, con aquellos recuerdos de Jean Paul
Sartre (le vi sentado varias veces en el café Deux Magots), al tanto que quien
esto pergeña repasaba algún texto económico de Jean Marchal o del sabio Mazeaud.
También recuerdo en ese entonces la capacidad nemotécnica de Aristóteles Tovar,
amigo de las buenas cervezas alsacianas, quien mediante cierta astucia única e innata de aprendizaje que tuvo, con pocos días de lectura asimilaba todo el curso
de un año de Medicina, y desde luego que salía aprobado en la materia, lo que
me dio a pensar seriamente sobre lo
negativo de ese tipo de estudios de tal
época y que ahora con mayor rigor se cuestiona.
Conferencia de Urdaneta en la Universidad Salmantina y con Rectores. |
De París pasé a Grenoble para proseguir mi formación de
Derecho y Enseñanza Comercial (los dirigía el buen amigo profesor Roger Nerson),
dejando así parte de mi corazón intelectual en aquella ciudad luz que era la cuna
del mundo para entonces, donde desde luego hice buenas relaciones
universitarias, entre ellas con algunos profesores. Es ocasión de señalar que
aquí en la soledad alpina pude concluir
un pequeño libro que iba a ser el primero de la saga existencial y referido a
mi pueblo matriz, o sea Trujillo, al que llamara según los parámetros
intelectuales de entonces “Mecanismo a dos tiempos sobre Trujillo”, título que
por cierto tanto complaciera a nuestro paisano y conocido novelista Adriano
González León debido a su originalidad y sensatez. Gracias renuevo a la
admirada amiga Cécile Crevel, por quien pudo salir este primer hijo de mis
letras, en París. Durante las vacaciones largas del año siguiente (1953) y como
lo había hecho el anterior, en que viajara
hacia el Norte de Europa (de Bélgica y Holanda por Dinamarca, el
Báltico, Finlandia, Suecia y Noruega hacia arriba para conocer mundos y
empaparme de su cultura (el 52 lo hice por el mar Mediterráneo rumbo a Estambul),
esta vez me dirigí hacia una ciudad encantadora y a un pueblo que admiro por
su tesón y arte, al que visitara en
segunda oportunidad (y así lo he hecho en cuatro o cinco momentos más) o sea a
la inolvidable Viena (donde dicté una conferencia en la Cámara de Comercio), mientras
en aquella ocasión permanecí un mes y fui invitado al Congreso de la Juventud
que se reuniría en Bucarest, ciudad donde encontré al amigo abogado Ricardo
Ernst, luego compañero de lides tribunalicias en Caracas. Y de vuelta a Viena y
Grenoble, por una táctica que utilizo y explico en mi libro “50 veces yo” pude permanecer
dos días a objeto de admirar la inolvidable Budapest y el lento paso por ella
del cantado río Danubio, que por cierto nada de azul contiene, para retornar a
Grenoble en medio de tantos conocimientos geohistóricos que entonces adquirí,
por lo que siempre he viajado en ese sentido con un libro de cabecera inglés, estando
de paso en la musical Salzburgo y luego en Zurich, para seguir al lago de
Lausana y mi siempre querida y volteriana ciudad de Ginebra, mientras que en
Zaragoza pronuncio otra conferencia en
el Instituto Cultural de Aragón y con añoranza reúno los bártulos
universitarios para con ellos trasladarme
a Salamanca, la sabia, para proseguir los estudios emprendidos. Ya en ese
ambiente un tanto clerical apadrinado por el general Franco, pero que en el
fondo no colidía con nuestro pensamiento universitario, me di a la tarea de
cultivar amistades lugareñas y entre las destacadas aparecieron nada menos que
el príncipe Don Juan Carlos de Borbón, futuro Rey de España, según comento con
detalles en mi libro “50 veces yo” (impreso por Federación Latinoamericana
de Sociedades de Escritores. Caracas,
1996. Miguel Ángel García e hijo, s.r.l.), texto que recomiendo leerlo para bien conocer sobre esas peripecias
que acontecieron en mi vida, hasta el año 2005. Otro entrañable amigo de aquellos
tiempos universitarios fue don Julio López Oliván Capaz, con quien tuve mucha
estimación recíproca y hasta en los pareceres por ser un hombre extrafronteras,
que llegó a dirigir en calidad de Gerente General a la Línea aérea Iberia,
entre las más importantes del mundo y quien murió relativamente joven. Como
tercer amigo de verdad que adquirí en aquella tierra altiva llena de recuerdos
históricos viene a la mente don Luis García Arias, catedrático de Derecho
Internacional y Presidente de varias Sociedades Internacionales sobre esta
ciencia, que luego las ejerció con méritos indiscutibles demostrados en tal
función académica, siendo vicerrector de la Universidad de Madrid y a quien aludo
además por esa hermosa epístola que conmigo
enviara a su colega internacionalista Ramírez de Arellano, de igual académica
función en la reconocida Universidad de Salamanca, donde se refirió a mi persona de la mejor manera y
cuyos conceptos expresivos guardo con el mayor cariño entre papeles escogidos
del archivo particular. Otros amigos universitarios que recuerdo de aquella
pasantía zaragozana fueron el compañero de aulas conde de Roncali, familiar del
entonces papa reinante por viejos matrimonios cruzados, el discursivo Mariano
Sanz Fuertes, los Domingo, españoles que habían vuelto desde Venezuela a su
terruño, un paisano merideño de apellido Maldonado que allí estudiaba ciencias exactas o algo por
el estilo, el economista José María Alcántara, venido de Madrid para cursar
estudios de Derecho, casado luego con una venezolana, y finalmente el
trujillano Jesús Mazzey Berti, quien
bajo mi consejo vino del Madrid bullanguero y lleno de venezolanos a continuar
la carrera de Medicina bajo el sagrado manto de la Vírgen del Pilar, donde se
graduó.
Escudo de la Universidad de Salamanca. |
Pero en cuanto a mí se refiere voy a contar la historia a grandes
rasgos del periplo español que me tocó vivir en aquel tiempo cuando el nativo
de Venezuela era bien estimado, de donde como se comprenderá y dada mi
inclinación intelectual con el ansia de escudriñar en papeles antiguos me di a
la tarea de recorrer por casi toda España en los momentos oportunos o en
tiempos de vacaciones, como lo había hecho también en Francia, Alemania y en
buena parte de la Europa visitable (después la anduve como invitado de honor en
varias oportunidades, siendo Presidente de los Escritores de Venezuela). Así fue con el propio Aragón, Andalucía,
Cataluña, Baleares, ambas Castillas, país Vasco, Asturias, Navarra y paro en el
recuerdo, aunque tomé especial empeño para conocer a conciencia la región
extremeña, tan unida a nuestra América en sus pueblos y aldeas, en lo que tuve
como acompañante espiritual y preparador
a don Miguel Muñoz de San Pedro, Conde de Canilleros y de San Miguel, propietario
del Palacio de Ovando, quien puso especial empeño en que yo me entrevistara con
Don Manuel Falcó, Duque de Montellano y Asistente de Don Juan de Borbón, padre éste
del futuro Don Juan Carlos, Rey de España, hecho ocurrido una tarde llena de
historias y de anécdotas en su palacio
de Plasencia. Por esos contactos de
importancia histórica pude visitar a Cáceres, donde dicté una conferencia en el
Ayuntamiento que fue impresa en folleto, como la siguió otra en el Trujillo
extremeño, y lo mismo hice en la Universidad de Salamanca con el rector
presente y en el salmantino Colegio Universitario Hernán Cortés, con asistencia
de la colonia universitaria venezolana (más de cien estudiantes) y de las
autoridades correspondientes. De otra forma en España mantuve una vida agitada,
cuando no permanecí fuera del país, como ocurrió en un segundo viaje a Londres e
Irlanda para indagar sobre el filibustero Francisco Granmont en la Biblioteca
del Museo Británico y como lo había
hecho en París en la Biblioteca Nacional (Período de México, colección Goupil) y
en el Museo de la Marina, en París, también investigando sobre Granmont. En mis diversos viajes a Madrid tuve ocasión
de permanecer una tarde algo fría (por ello bebimos del buen cognac) y en su piso de Río Rosas, con el excelente escritor erudito y gallego de variedades
y temas por demás atrayentes que como “La familia de Pascual Duarte” o “La
Colmena” y sus tremenduras o salidas
esperpénticas (de otro gallego y tocayo ilustre entonces jugando con el idioma
cervantino a pesar de las reticencias y envidias consustanciales (por ejemplo dijo
“como me da la gana”) talante que le valiera ser el mejor escritor de su tiempo
(acaso por ello apenas le retuvieron el curul académico una buena temporada),
mientras recordábamos los meandros escriturales sobre su famosa novela estrafalaria “La
catira”, como oscuro remedar de aquella Doña Bárbara de Rómulo Gallegos, pagándole treinta
mil dólares por escribir ese hibrido de feria nacido muerto, el dictador
venezolano Pérez Jiménez. En Madrid
también asistí a peñas literarias como la de calle Serrano frente a Cibeles (Café
El León),donde charlara con el grueso José María de Cossio, o sea el mejor cronista
conocedor de los buenos toros de lidia y quien por cierto allí no se expresó
bien de nuestro César Girón (“es un aficionado y atrevido con suerte, pero no
artista”), y ya en el terreno de los escritores en un sobrio café de la Puerta
del Sol me encontraba con el buen amigo Ángel Grisanti, carupanero y andariego
sobre la vida de Bolívar, personaje
serio que durante años visitó los pasos por ciudades del caraqueño libertador escribiendo sobre
tantas interioridades de nuestro valioso hombre, lo que por cierto le trajo animadversión
en este sentido con dos intocables historiadores caraqueños de la época (Lecuna y Mendoza) y por cuyo
motivo nunca fue designado Individuo de Número de nuestra Academia de la
Historia, como bien lo merecía. A través de sus cuitas y entendimiento pude
conocer detalles de esa intimidad tan estrecha, como fue entonces, por ejemplo,
el plagio absoluto que de un trabajo inédito tuvo la historiadora falconiana Casta
J. Riera, al prestar su libro recién
terminado a cierto trepador en estas lides (pronto ganó fortuna con una
imprenta que adquiriera) y quien poco después lo editara como obra de su
autoría, detalle que fue bien conocido en los conciliábulos capitalinos de entonces. En Madrid igualmente
visité con gusto y amplitud a mi paisano y admirado escritor académico don
Mario Briceño Iragorry, allí exiliado por la dictadura que llega a aporrearlo a
la salida de una iglesia dominguera, con quien mantuve gratísimos ratos de charla
familiar e intelectual. Otro tanto hice con el escritor José Fabbiani Ruiz, quien
en compañía de su esposa pasaba cierta temporada de estudios en Madrid y al que
invité para pronunciar una conferencia en Salamanca, apoyado en ello por la
colonia estudiantil nuestra allí radicada. Por esos días de mi parte intervine disertando en una exposición de
libros venezolanos que se presentara en la Biblioteca de la Universidad salmantina (abril de 1957), con la presencia
del Decano de Derecho Esteban Madruga (en la foto de este trabajo se halla situado
bajo la bandera de Venezuela) y varias altas autoridades rectorales de la famosa
octocentenaria universidad (entre las primeras casas de estudio a nivel
mundial). Otro tanto de los agasajos lo haría con el académico de la Historia
don Jesús Antonio Cova, congresista en Caracas quien estuvo de corta
permanencia en Madrid, cuando nos reunimos a cenar en la casa palacete del
conde de Canilleros. Y así lo hice
también en otras ocasiones con los poetas Ramón Sosa Montes de Oca y Juan
Manuel González.
Día de Grado Universitario. (Enero - 1958) |
En Madrid me di igualmente a publicar algunos de los libros del repertorio personal, que
espero ustedes conocen (en este momento recuerdo que el poemario “Caracas,
soledad”, con prólogo del académico de la Lengua Pedro Pablo Barnola, s.j. (no ha mucho lo vi ofrecer en venta
mediante ese medio de internet, en
París, por la suma de 81 euros cada ejemplar). En este afán divulgador salen a
la luz “Europa prolífica”, al cuidado
de mi amigo y conocido poeta malagueño José Luis Cano (cofundador de la revista
Ínsula), la biografía de Diego García de Paredes, bajo el sello editorial “Librería Victoriano Suárez”, ubicada en la
calle Preciados, de casi centenaria prosapia en estas lides; Aportación trujillana al pensamiento en
Venezuela, escrita en Salamanca cerca de la amistad del conservador y custodio
de los libros de Unamuno, mi amigo don Manuel García Blanco, curador oficial
unamuniano. Bueno, no voy a incomodarlos a ustedes, apreciados amigos, sobre mi
larga obra escrita en estos tiempos
(poesía, historia, como también el libro editado por la caraqueña Universidad
Andrés Bello sobre el valioso filósofo Alonso Briceño (1973), la “Vida y pasión
de Juan Pacheco Maldonado” (1977) o “El pensamiento histórico venezolano”, que
se llevó una larga página del diario
caraqueño El Nacional, un “Discurso
Barroco”, referido a mi salutación para
los Delegados al Congreso Internacional de Escritores que realizara en la Casa de Bello, con 17
invitados extranjeros, el irreverente libro “La verdadera historia de los trece
apóstoles”, que editó Marymar de Buenos
Aires, presentado este trabajo en la Feria Internacional de Francfort, en l982;
los “Cantos asiáticos”, inspiración poética que escribiera luego de un viaje
extendido en Asia (Colección AEV, 1985), y después entré en una etapa más
dedicada al tema de la Historia, como fueron “Veinte crímenes inolvidables”
(Panapo), “Los Presidentes” (de Venezuela, en cinco tomos ilustrados, salidos de
la conocida Editorial Fuentes; la novela “El Laberinto loco”, prologada
por Joao Fagundes de Menezes, Presidente de la Unión Brasilera de Escritores
(Planeta, 1991), el “Diccionario General de los Indios cuicas”, único en su
género, el “Diccionario de Historia de Venezuela” de la Fundación Polar (contiene
algunos cuarenta trabajos encargados a mí), el estudio crítico al “Canto a España”
del reconocido poeta Andrés Eloy Blanco, la novela “Adán y Eva se odiaban”, el
trabajo inspirado en Nostradamus rotulado “El libro de las profecías”, cinco pequeños textos
de colección publicados por editorial Panapo, de Caracas, la novela ambientada
en Nueva York y de fuente política “Una torta para cuatro gatos”, el libro
histórico que me costó viajar por siete países, intitulado “Marco y retrato de
Granmont. Francia y el Caribe en el siglo XVII” (luego presentado mediante acto
especial por quien esto escribe en
nuestra Embajada en París, en abril de 1.999), editado por el Instituto de
Altos Estudios de América Latina de la Universidad Simón Bolívar, y un trabajo
singular por demás conocido, con cinco ediciones encima, que se intitula “Los amores
de Simón Bolívar”, personaje histórico a quien dedico muchos artículos
definitorios y esclarecedores en este blog y fuera de él, por ser personaje
universal y de aristas que poco se entienden (estos ensayos bolivarianos saldrán
algún día a la luz con el título “La otra cara de Bolívar”). Además en aquel
tiempo y mediante 28 capítulos escribí la novela de terror “Doctor Knoche. El
vampiro de Galipán”, sobre los alemanes en Venezuela, que mantengo inédita pero
lista para publicar. Como repito, la producción en este campo fue bastante
copiosa, aunque eso sería materia de una investigación laboriosa y de amantes
de tales trabajos intelectuales.
Y como lo dije sopesando el título de este trabajo, siguiendo además los
pensares de Cela, sin detenerse en detalles de construcción “porque me dio la
gana”, que yo le agrego la real, de regreso al campo universitario de Salamanca
diré que allí permanecí quince meses cual un cartujo enfrascado en los estudios
de atención por lo complejo para entender al procesalista Gordillo García y sus
disputas teóricas germanas, donde estudiara analizando los detalles con
auxiliar de cátedra (Francisco Hernández de Pablo) temas realmente para poner
atención, como también se hacía con el internacionalista Ramírez de Arellano, a
quien el mundillo académico le llamaba jocoso “Peón de ajedrez”. Y sálvase de
estos pormenores angustiosos las estupendas conferencias que dictara en aula el
ex ministro de Educación recién venido de Madríd Joaquin Ruiz Giménez, quien con su palabra diáfana,
acogedora, hacía pronto llenar el aula
de tantos interesados en la materia universitaria y en especial sobre Giorgio
del Vecchio. Pero una vez de vuelta a casa, a la todavía
ciudad de los techos rojos caraqueña, tuve que apurar el paso para ponerme al tanto
en muchas áreas de actividad donde debía incrementar esfuerzos a objeto de insurgir sobre la
existencia y el vacío que restaba con un mundo dejado atrás y al que conocía
bastante bien, valga decirlo así, sin aspavientos, para inclinar la balanza de nuestro
ya entrado viaje en la era del desarrollo
con ese maná que es el petróleo, al tanto de acceder en las tareas
legales y para refrescar el pensamiento en otras lides que entonces me
preocuparon. Entre las funciones de amistades a reponer y penetrar en el
ejercicio de la profesión universitaria formé parte como directivo del Hogar
Americano de Caracas, institución cultural complementaria de la existente en
Madrid, que funcionaba en una mansión del Country Club incautada a un hermano
del expresidente Pérez Jiménez y de donde en la transición política vivida que
recuerde entonces desaparecieron bellos cuadros al óleo, entre ellos algunos del
exquisito cordobés Julio Romero de Torres. Igualmente y durante cuatro años fui
Presidente del Instituto Venezolano de Cultura Hispánica, que hizo una
magnífica labor en ese campo cultural, como la traída a Caracas de
intelectuales españoles y la erección de una estatua para la reina Isabel La
Católica, que está en la Plaza La Castellana, por cuya gestión finalmente
realizada debí viajar a Madrid con este fin específico. Esa atracción intelectual me hizo acercar a la
Asociación de Escritores de Venezuela (Venezolanos,
entonces) fundada en 1936, donde fui
presentado para mi membresía por el escritor trujillano Ángel Mancera Galetti,
con aceptación del poeta presidente José Ramón Medina. Allí pude conocer y
escuchar la voz del gran novelista americano William Faulkner, bajo de tamaño,
imponente, de recatada presencia sureña y premio Nobel de Literatura. Por esos
años de actividad intelectual al tiempo que viajé a través de varios
continentes recibiendo diversos premios, placas y condecoraciones
internacionales, fui colaborador permanente del diario caraqueño El Universal,
con algunas cien entregas, y de la conocida revista semanal Estampas (por
cierto mi primer trabajo intelectual publicado fue en la revista Élite, del
editor Juan de Guruceaga, en 1948), donde trabajé por pocos meses, tiempo en que
escribí un libro de cuentos aún engavetado que llamara “Aleuzenev”. Muchos años
después volví a ser colaborador semanal de esta revista Élite, cuando la
dirigía el periodista Rafael del Naranco, tiempo en que escribí algunos
cincuenta trabajos de carácter histórico bajo el recuerdo cervantino de “Metamorfoseos”,
bellamente ilustrados y que podrán formar un nuevo libro a llamarse, como es mi
deseo, “Territorio de paso”. En el
entretiempo de toda esta actividad que abarca ya más de seis décadas y que
daría pié a muchos más libros, fui designado primer Presidente del Instituto de
Previsión Social del Escritor, donde junto a cinco directivos acompañantes en
dos años de trabajo hicimos una labor reconocida que se disfruta mejor leyendo
mi obra “50 veces yo” y que dio ocasión para que un grupo selecto de dicho
gremio, encabezado por el catedrático Manuel Vicente Magallanes y los
académicos Gabriel Briceño Romero y Tomás Carrillo Batalla, se empeñaran en que
yo fuese el nuevo Presidente de la Asociación de Escritores de Venezuela, como
así lo ocurriera, mientras nuestro equipo triunfante por límpidos comicios desarrolló
un trabajo excepcional (ampliación de oficinas, reparación del inmueble, despacho
de Flasoes (Federación Latinoamericana de Sociedades de Escritores), despacho
del Presidente, sala de la Directiva, Archivo, depósito, secretaría, restaurant,
galería de expresidentes, pequeña impresora, boletín mensual informativo, un
Congreso Internacional y tantos otros
aportes que se hicieron en los cuatro años por reelección, de nuestro mandato.
Como era de esperar en aquel tiempo publiqué cinco poemarios (Poesía, De
este lado del mundo, Caracas, soledad, Cantos asiáticos, Europa prolífica,
aunque Cantos vitales anda escrito a medias) y otros inesperados libros cuyos
nombres usted podrá encontrar a base de una fácil investigación, en el
interregno siendo invitado a congresos internacionales y por sociedades de
escritores diversas (Chile, Brasil, Colombia, República Dominicana (dos veces),
Cuba (tres veces), España, Guatemala, Honduras, Yugoslavia, Unión Soviética,
Kazastán, Bulgaria (tres veces), Rumania, Checoslovaquia, Siria, Irak (tres
veces) etc, etc.), y así lo digo porque
de entrar en detalles sería motivo de otro largo trabajo. En Caracas recibí
muchas delegaciones importantes de escritores en visita y viajé a países
orientales donde disertara sobre Venezuela en la Universidad de Tokio, Universidad
de Manila (por intermedio de nuestro embajador en Australia, doctor Arcaya), y
no lo hice en Hong Kong por una gripe fuerte que tenía. Así como pude concluir
la novela “Doctor Knoche. El vampiro de Galipán”, según lo he dicho, también di a la imprenta “Si el papa fuera
mujer” (tiempo en que falleciera Juan Pablo II) sobre la papisa Juana, la
colección comprometida con Panapo, el nutrido y esclarecedor trabajo “Historia
oculta de Venezuela” (Caracas, 2007, con
2.607 notas ilustrativas), y las novelas “Adán y Eva se odiaban”, como también
ese texto de sortilegios que intitulé “El libro de las profecías”, según lo
aconsejara mi admirado criptólogo y elusivo Nostradamus. Luego fue publicado por la Academia de la
Historia de Caracas el trabajo “Los 42 firmantes del Acta de Independencia”. El
último de esta saga vino a ser, que yo recuerde o sepa, “El laberinto loco”,
editado como expresara por la conocida casa Editorial Planeta, en Colombia, y
una conferencia literaria que pronuncié en la bogotana Universidad de América
en tiempos del embajador Numa Quevedo..
Bueno, y como todo termina para bien o para regular, espero que ustedes
se hayan divertido con este historial de mis espacios cerebrales recordando con premura esos misterios insondables y tan
lejanos que no son completos porque necesitaría apelar de mis archivos y otras
materias filosóficas a tener en cuenta, pues con el auxilio del valioso internet y el encarecimiento de los
costos editoriales para mayor seguridad debí lanzarme al uso permanente de mi
blog “Venezuela y el mundo” (ramonurdaneta30@hotmail.com), que ustedes ahora utilizan y
porque quise en la esencia o me dio la gana (gracias, maestro Camilo) tan bien me
ha ido en este campo de lectores que ya sobrepasan
los 400.000 visitantes, pues de otra manera
hubiera satisfecho al editor con pingues ganancias y para mí con esmirriados proventos, como ocurre en
casos señalados. Por eso agradezco al creador de este maravilloso medio de
comunicación que enseña a bien para el
estudio de los que llaman irreductibles, sin dar el brazo a torcer y mejorando al tiempo la atención de los cegatos
con el estribillo romerogarciano de las reputaciones consagradas o las
nulidades engreídas de que, repito, tanto añoraba nuestro pensador valenciano
Romero García. ¡Ah!, y se me olvidada decirles que tengo por libro de cabecera al admirado
aragonés Baltasar Gracián (“El político Fernando”), en edición bonaerense de
América lee (1944) que les recomiendo), quien por siempre me ha limpiado el
aura o la estela de la fortuna contra
los ensalmos, el vudú, la santería, mal de ojo y los infortunios consabidos.
Buenas noches, o días, según donde usted amable amigo permanezca.
El Inolvidable Miguel de Unamuno. |
Post scriptum. Como complemento a este
recuento ligero de mi trabajo en los campos manchegos para completar algo de lo
iniciado quiero agregar en síntesis algunos de ellos que se quedaban sueltos y
sin atar. Libros no publicados: Los gatos de la guerra (espionaje), y Cinco
maneras de entender (entregado para ello a la Universidad de Los Andes, Mérida,
Venezuela). Publicación de algunos 200 artículos en periódicos y revistas.
Conferencias: cerca de sesenta (Viena, Zaragoza, etc). Congresos: Bogotá, Santo
Domingo, Sevilla, Guatemala, La Habana, Belgrado, París, Bucarest, Sofía, Damasco,
Caracas, Bagdad, etc. Actuaciones
culturales específicas: 35 (agradecido aún estoy por el hermoso homenaje
conjunto que me hiciera la Universidad de los Andes con ocasión de mis ochenta deliciosos
años (18-4-2012), a sala plena con autoridades universitarias, discursos
alusivos y documental incluido). Invitaciones oficiales al extranjero: 38
(presidí una sesión de más de 400 escritores internacionales allí reunidos en
Sofía). Condecoraciones: 20 Chile, Bulgaria (1.300 años), del Libertador, Andrés
Bello, Lucila Palacios, Cecilio Acosta, Isabel La Católica, al Trabajo, Cruz
Roja Internacional (Auguste Pinaud), AEV, Cruz Policial (Primera Clase, siendo
autor del himno de esa institución, la P.T.J.), Rubén Darío, Cultura Hispánica,
URSS, Diego de Losada, Francisco de Miranda, Superior de Bulgaria, etc. Otras actuaciones en materia cultural: 15. Presentación
de libros: 25. Soy además Presidente de la Fundación General de Nogales Méndez
(me referí al personaje en sesión especial de la Academia de la Historia
(5-2-003) y en discurso en la Academia Militar(30-11-04), Presidente de la Federación
Latinoamericana de Sociedades de Escritores (Flasoes) y Vicepresidente del
Centro Internacional de la Paz (CIPAZ), Decano fundador del Centro de Historia
del Estado Trujillo, y entre los libros que ahora recuerdo también están “Las
verdades y la Historia”, “Vida y pasión de Juan Pacheco Maldonado”, “La visión interior” y “El
sentido de la tradición” (Bogotá, Ediciones Tercer Mundo, 1966). Personalidades
amigas: Embajadores Enrique Domínguez Passier (España), Héctor Hidalgo Solá
(Argentina, ajusticiado por la dictadura argentina de entonces, Hernán Cárcamo
Tercero (Honduras), el intelectual y político Otto Morales Benítez (Colombia)
Kiril Kirilov (Bulgaria, actual embajador en Argentina), y Slabomir Gueorguiev
(embajador decedido en Caracas). Moshem
Al Musawi, de Irak, profesor en la Universidad de Columbia, Jorge Luis Borges, Eugenio
Evtuchenko (Rusia), académico Raúl Guerra Garrido (España), académico Víctor
Villegas (República Dominicana), académico Oscar Echeverry Mejía (Colombia),
Arturo Alape (Colombia), Leubomir Letchev (Bulgaria), embajador Sattar al Douri
(Irak), etc. Personas conocidas: Jorge Amado, Ernesto Cardenal, Don Pedro IV de
Brasil, aspirante a la corona real de Braganza, Don Alfonso de Borbón
(aspirante al trono de España por la corriente carlista), William Faulkner, Juan
Bosch, Marco Antonio Ordóñez, etc, y mi excelente amigo embajador y catedrático
Kaldone G. Nweihed. Hasta pronto, apreciados lectores. Y gracias por haberme
cumplimentado el 1° de junio al poder arribar al blog 164, con 400.000 visitantes y ya en
vísperas de cumplir el humilde escribidor la friolera de 83 años de edad. Merci
otra vez.
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