viernes, 22 de julio de 2011

OTRA SUBDIVISIÓN DE AMÉRICA LATINA.

Amigos invisibles.  El concepto de división para iniciar el tema debemos  señalar que es negativo y contrario a lo que al tiempo se busca con deseo, es decir, que todos estos países que abarcan tierras continentales, océanos y mares, como tierras interioranas que en misión de futuro se estructuren en un solo haz de naciones y donde se incluyen en cuanto a “latinos” a otro grupo que los circunda en intenciones, a pesar de tener otro origen, pero consustanciado con los pies  bien puestos en los países que integran esta América del siglo XXI.

          

Para poder hablar, pues, de la América en estudio, sea preciso comenzar por su delimitación extrafronteras de frente a la otra porción geográfica que se contiene hacia el norte continental, aunque aquí viene la primera piedra de tranca a destrabar, porque sucede que aquel conglomerado extraño que comprende principalmente a dos naciones, o sea los Estados Unidos y el Canadá, de colonizador pasaron a ser colonizados suavemente y sin disparar un tiro, por sus hermanos sureños. De aquí que es imposible dejar a un lado la multitud de latinoamericanos que ya se asientan definitivamente en el norteño Canadá, con la inclusión de sus detalles culturales y ansias de progreso, como que también esas nuevas colonias, de amplia preponderancia étnica y afectiva con  los viejos temas de la lengua y la religión católica con mayoría romana, cambian el aspecto severo de un país bilingüe para hacerlo más permeable hacia los nuevos tiempos.
                                En cuanto a los Estados Unidos se refiere allí sí la confrontación es mayor, porque de origen esencialmente calvinista con costumbres muy enraizadas, y exhibiendo diferencias sociales y clasistas notables, con el tiempo se fueron limando asperezas que acaban con las limitaciones y los complejos aparentemente de miedo o previsión, porque ahora los 45 millones de sureños hispanohablantes son mayoría de la minoría en la nación del Tío Sam, con lo que esto conlleva, y no solo imponen su lenguaje y modismos ajustables, ahora bajo la forma de spanglish, sino que las tortillas, el chile, tequila y tanta gastronomía proveniente del Sur, para citar solo un  ejemplo mayor,  han transformado la torpe idea sobre aquellas gentes pobres, analfabetas y hasta flojas con que se caracterizaban a los venidos de esos lares sureños, pero que como la constancia vence ahora son un torrente poblacional indetenible, para formar la nueva raza norteamericana, por encima de los bolsones y reticencias que aún  pueden existir. Debe recordarse también en esta ayuda de memoria que hasta el siglo XIX y salvo la alejada Alaska, mucha parte de esa tierra que engloba el país más poderoso del mundo y por ahora, formaba parte de la cultura española, con sus pros y contras, que ahora ha vuelto a resaltar por la integración social donde ya las fronteras según eran analizadas de antaño, han desaparecido, viéndose pues, que enormes megalópolis como Los Ángeles,  el gran Miami y hasta Nueva York, pueden considerarse como bilingües.

Por manera que haciendo la salvedad referente a esos países del vecindario norteño, ahora vamos a dedicarnos a los conglomerados que han permanecido unidos bajo un hacer y deshacer que de forma no muy exacta se ha llamado para explicar su origen como latinoamericanos, salvo los que piensan tildar a ese conjunto como hispanoamericanos, recordando quizás las hazañas iniciales de Cortés y Pizarro, como el desguazadero poblacional que por tres siglos vino a estas costas llamadas colombinas, para dejar su huesa y descendientes mestizos, aunque a fin de completar este  cuadro divisorio en boga otros aplauden la  idea de llamar a esa multitud policromada como iberoamericanos, en base a la enorme contribución vital aportada por los expansivos portugueses en ese nuevo imperio de Brasil que se divide en dos, es decir los mulatos al Norte y los empresarios al Sur, que buena parte hablan en “portuñol”, o más abajo con el asentamiento del “lunfardo” . Pero dado que este esquema estructural aún permanece incompleto debemos ahora referirnos a un dálmata mosaico de razas y formas de ser que de manera silenciosa y otras veces activa se fue acercando en el rosario de islas que conforman el mar Caribe hasta llegar al límite de las Bahamas, que también para identificarlas de alguna manera especial se están  uniendo  por contagio a lo latino, porque Francia tuvo mucha ingerencia e ingeniería cultural en estos territorios insulares y de allí que permanezca Haití como bilingüe, aunque se exprese familiarmente en la jerga dialectal “creòle”. En esa amalgama y confusión de culturas perviven pueblos que dialogan en un inglés típico y con variantes en sus islas, como Jamaica, con mezclas a su vez de origen africano que permean la población existente en su diario contar, aunque se utilicen nuevas formas de expresarse como el “papiamento” y otras maneras alternas de entender que evolucionan y dan forma a estas culturas vamos a decir autóctonas, aunque las islas mayores, como Cuba, Puerto Rico y la ahora República Dominicana se expresen en un lenguaje castellano adaptado a cada país o región que se puede determinar.  Falta para agregar a este mercado de valores la enorme contribución de la raza negra africana y criolla, no solo por su mezcla de variedades, que impera en las islas caribeñas y tierras adyacentes, sino que antecediéndose a los hechos actuales importaron hacia este mundo latino un bagaje cultural de importancia, entre la música, las creencias religiosas y hasta mágicas, fetichistas y medicinales que se revuelven con los lineamientos provenientes de Europa, para producir híbridos como el vudú, la santería y el candombe brasileño.



            Si a ver vamos de esta división sustentada en la parte de Sur América los patrones importados de España se imponen sobre la parte fundamental que es la riqueza de sus naciones, de donde sobre la base de lo existente del mundo originario indígena, se establecen nuevos pueblos y gobiernos para formar la red de mando que se extiende del Norte, desde la cabeza lejana de Tenochtitlán, que es ahora la ciudad de México y que abarcaba más de la mitad de los Estados Unidos, mas lo que es ahora la república mexicana y algo más bajo en Centroamérica, como es el caso del territorio de Chiapas, del padre Las Casas, que pertenecía a Guatemala, a lo que se suma la enorme influencia colonial y aborigen que se generara desde la capital del Virreinato llamado de Nueva España, todo lleno de esplendor como de riqueza y de donde se comunicara España con sus colonias asiáticas, por Acapulco, tal cual lo fue con Europa por Veracruz, agregándose a ello el ejercicio de poder que siempre tuvo entre naciones autóctonas de valía, como los aztecas y los poderosos mayas.
            El gobierno de dichos territorios, como lo fue hacia el Sur, sin duda que se hereda en el cambio hasta después de la Independencia y la creación de los Estados, basándose en el ejercicio de poder sostenido desde los mismos virreinatos, capitanías generales, audiencias, gobernaciones, intendencias y otras manifestaciones burocráticas traídas desde España, con algunos agregados nativos, a objeto de conducir el cacicazgo indígena luego del descubrimiento, la colonización y el asentamiento para evitar la trashumancia del vagabundaje, lo que se realiza mediante la ayuda de un ejército singular y de muchas congregaciones religiosas. De allí afloran los fundamentos para estructurar los Estados emergentes a partir de 1810 y reconocidos por España luego de la guerra, en décadas posteriores. Otro tanto parecido ocurrió con el caso de Brasil, que se fue formando a través de lo siglos de manera muy separada, según los dictados de Lisboa,  el que apenas comienza  a entenderse con sus vecinos mucho tiempo después, por causa de una mentalidad diferente, de fines acaso opuestos y hasta de la propia selva amazónica o los grandes pantanos, que los separaban del mundo hispánico de América. Caso por demás excepcional es el de Paraguay, que se forma mediante reducciones religiosas jesuíticas independientes y que llegan a conformar en dichos territorios una colectividad de buen desarrollo cultural y arquitectónico. En cuanto al eje del poder hispánico en la América del Sur se concentraba en el llamado virreinato del Perú, cuya capital Lima fue construida en una estepa casi desértica, y que arropaba naciones incaicas y algunas aymaraes desde el Sur de Colombia hacia el llamado Alto Perú, de Tupac Amaru, y por allí rumbo más abajo  hasta traspasar el gran desierto de Atacama chileno, hasta tierras de Caupolican, aunque por circunstancias de mando al Ecuador se deja suelto, para así acomodarse a los dos ejercicios de poder del reinado incaico que tenían como base a Cusco y al norteño Quito. En cuanto al virreinato de la Nueva Granada, creado con posterioridad, ejerció un poder que se irradiaba desde el Cauca sureño hasta lugares que hoy forman parte de Venezuela, aunque Venezuela, por su posición geográfica guardaba mucha relación de gobierno y poder con la insular Santo Domingo.
            Ya en el siglo XVII y por obra de las guerras que se realizaron en el mar entre potencias enemigas, como Francia, Inglaterra y Holanda, el mapa de la relación geográfica y política comienza a desdibujarse, al extremo de aparecer nuevos gobiernos sustentados desde Europa y por ende desde los Estados Unidos de Monroe, que se incorpora en el interés insular, como es el caso de Puerto Rico, Islas Vírgenes, Jamaica, Barbados, Martinica, Guadalupe, Curazao, Aruba y Bonaire, mas tarde Trinidad y Tobago y algunos otros territorios adquiridos por los intrusos entre conquistas y disputas varias, cuyo reacomodo de fronteras, siempre variables y hasta todavía no admitidas, se mantienen en la espera de los acuerdos internacionales de cada potencia. Mención aparte es el de las reivindicaciones territoriales que aún existen sobre viejos dominios coloniales, como es el caso de las islas Malvinas que ocupara Inglaterra en 1833 y que se niega a discutir sobre ello en ninguna mesa de negociaciones,  así también el problema de la salida de Bolivia al mar, terreno que perdiera en la guerra sostenida con Chile en el siglo XIX y por ende que no ha permitido la conclusión de un tratado sobre el mar colindante entre Chile y el Perú. Otros rezagos de esos procesos de estructuración geográfica, entre muchos, los tenemos  en los territorios o país de Surinam, que fue producto de la ocupación holandesa, y el asentamiento ultramarino de Guyana, diferente a la colonia inglesa, que forma parte del poderío francés de ultramar y que ahora sirve a una importante estación de satélites para enviar objetos al exterior del mundo. Casos parecidos que aquí pueden caber, se refieren a la existencia independiente de Panamá, que fue obra de la presión de los Estados Unidos, el territorio de Belice, enclavado en el corazón de Guatemala, reconocido apenas por este país no hace muchos años, el caso de los misquitos ya solucionado y otras pequeñas demarcaciones insulares que se escapan y que tienen vida propia por el turismo o la banca secreta del paraíso fiscal como Caimán, Mustique y San Martín, que por cierto pertenece fifty fifty a Francia y a Holanda.
            Cuestión aparte y porque esta crónica la escribimos desde Venezuela, es lo referido a nuestro país, por las característicos territorios del mismo y lo complejo de la estructuración de sus fronteras. Extendiendo el concepto refiero con ello a los espacios acuáticos y terrestres, ya que los aéreos más o menos se establecen de acuerdo a parámetros internacionales en la materia.  En primer lugar vamos a referirnos por el Norte, donde Venezuela goza de un extenso mar territorial, apetecido por muchos y que limita con territorios insulares de los Estados Unidos, de Inglaterra, de Francia, República Dominicana y de Holanda, principalmente, por si no lo sabían, y que dada la existencia de una pequeña demarcación venezolana llamada de Aves, antes guanera y casi cerca de Puerto Rico, como que duplica la capacidad de esa amplitud marítima nacional, con la implicación de la soberanía, vigilancia, islas contenidas, turismo, riqueza superior y del lecho marino. Por el Sur Venezuela ahora limita con la República Federativa de Brasil, en los montes Roraima y hacia las cabeceras del Orinoco, cuando esos lindes por antiguos y reiterados documentos determinaban que el confín era el río Amazonas,  y vaya usted a saber, que no es el caso ahora de explicar, el porqué de esa gran contracción territorial, en que se perdió como la mitad material de la patria. En cuanto a la frontera que cursa al oriente del país, desde cuando algo se delimitó su extensión abarcaba hasta las colonias de Berbice, Demerara y Pomerún, que andaran en poder de Holanda, pero vino el momento en que el poder geofágico inglés llega a las proximidades del río Esequibo, y como en el siglo XIX se corre la nueva que en Venezuela en la cuenca del rio Caroní y en el sitio del Callao se descubrieron importantes minas de diamantes y oro, para llegar a ser uno de los primeros productores mundiales, hacia 1880, los ingleses lanzan rumbo a dichos territorios una fuerte inmigración de africanos antillanos, que se entienden en un novel lenguaje llamado “patuá”, mientras de la manera más descarada contratan  a un medidor parcial de apellido Schomburgk para que en diferentes mapas de origen inglés vayan corriendo la frontera hasta establecerla cerca de Upata y formar así el país bajo la bota inglesa que se llama Guyana (Guayana Esequiba), y a pesar de las trampas probadas y de las tantas reclamaciones sobre documentos exactos que ha realizado el país, sin que todo ello y a través de legalismos y comisiones sin sentido, sirvan para nada. En cuanto a la frontera con Colombia existen disputas desde 1833, cuando la terquedad e ignorancia venezolana de entonces no aceptó la mitad de la península Goagira, lo que como castillo de naipes hizo perder buena parte de la sierra de Valledupar, el río de Oro cercano a Cúcuta, inmensas extensiones llaneras por el Guainía y el Vichada, ahora colombianos, el navegar exclusivo por el Orinoco, y se discute en estos tiempos la delimitación de las aguas en el golfo de Venezuela, sin que sepamos en lo que va a parar.
Otros detalles menudos de esta división característica se hallan en proceso de análisis y del acuerdo negado de las partes, como las islas de San Andrés y Providencia, entre Colombia y Nicaragua,   las australes Georgias del Sur y Sandwich, con Inglaterra, y el siempre controversial golfo de Fonseca centroamericano, pero esto sería ya excedernos de  límites, culturas y población en el gran marco divisorio, histórico y social que ocupa la América latina.

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