jueves, 31 de octubre de 2013

LA INTERPRETACIÓN DE LA HISTORIA.

NOTA BENE. Para los lectores internacionales y nacionales de este blog como quiera que estamos monitoreando todo lo acontecido sobre el robo y despojo cultural múltiple ocurrido en Trujillo y que tiene muchos, pero muchos fundamentos legales, de lo cual se encuentran tres detenidos como capos menores, y faltan la cuarteta de mayores, reconozco que las diligencias judiciales siguen su cauce aún cuando falta cantidad de procedimientos a realizar por lo tan abultado del expediente, y como se colige de lo expuesto quiero apenas hacer público sobre una entrevista oportuna desplegada en el diario El Universal (Valentina Ovalles, 29-10-2013), de Caracas, donde uno de los posibles inculpados de alta categoría que forma parte de la gran trama, expresa conceptos que lo delatan en cuanto a la comisión de los hechos, según sea calificado, que ayudan a reunir más elementos de convicción en la pesquisa. Igualmente existe en su blog y como prueba indirecta una carta dirigida por  el mismo investigado al Gobernador Rangel Silva, donde precavido o curándose en salud  ofrece villas y castillos sin determinarlos, como medio de desviar las investigaciones del caso. Además el detenido señor Gudiño participa como miembro activo en el blog que publica este caballero, incluida la foto de él, lo que demuestra un grado de amistad y entendimiento a tomar en cuenta.  Al mejor cazador se le va la liebre. Tarde piastes, pajarito. Falta de relumbrancia el capo mayor que premiado dirige en Guarenas y quizás con su íntimo Jairo, el complejo editorial Alfredo Maneiro.       
¿Quién negoció las 2.300 piezas museísticas desaparecidas, los más de 2.800 libros  desaparecidos del Museo Mario Briceño Iragorry, y los 9.000 Libros desaparecidos de la Biblioteca   24 de julio, entre otras cosas, como lo declara públicamente el licenciado Peña, director de ese importante Centro histórico?. La Justicia tarda pero segura lo dirá, contra lloriqueos, depresiones y demás argucias que saquen a relucir los autores de tan monstruoso crimen.
Pasemos ahora al tema de este blog.   
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Amigos invisibles. Uno de los problemas  más complejos que se presenta a cualquiera que maneje la lengua dentro de sus altibajos y en especial cuando está tratando materias difíciles como la Historia, es conseguir el equilibrio objetivo de la palabra, de su sentido exacto que sin caer en el ditirambo procaz ni menos en la terrible condena ideológica, por razones obvias, pueda salir adelante en cuanto al tema de la interpretación necesaria para tener valor el sujeto tratado, pues eso en el fondo es difícil porque dentro  del hilvanar de conceptos, criterios correctos y apreciaciones necesarias, siempre parece que existe un corazón de por medio, malvado o racional, pero que por los atajos de la misma creación temática puede interceder de una u otra forma para desviar el canal de los conocimientos y eso es bastante común en nuestro días ya que el cavilar de los creadores también se alinea  de una manera sorprendente, momento cumbre en que pensándolo o no se cae en la trampa del desacierto y la particularidad.
 
                      
 
             Y como durante décadas existenciales he andado y a veces desandado entre esos caminos ennoblecidos por Clío y hasta mejor por Herodoto, puedo asentar de veras algunos conceptos y apreciaciones que son necesarios revivir de tiempo en tiempo para que mediante el cansancio espiritual no deriven estos campos del pensamiento motivado en trabajos y estudios donde se aprecia el interés de por medio, a veces crematístico o ideologizante, cuestión o línea de criterio que ha hecho mucho daño  en algunos escenarios de nuestra historiografía nacional.  Valga aquí indicar, por ejemplo, el pronunciamiento tan fuera de equilibrio en cuanto al examen de personajes ubicados en la complejidad histórica que por circunstancias disímiles se manejan de manera anormal o sesgada, valga citar el caso del llamado general Ezequiel Zamora, a quien hoy se le endiosa escondiendo tantos detalles suyos negativos  cuando en verdad fue un capitán de oportunas aventuras desgarradoras, llenas de contradicciones y dolor para el altar de la patria y de los secuaces mentales, algunos tarifados, otros en la rebeldía juvenil o el sarampión tenido en las aulas universitarias, que aún no les dejan diferenciar el bien del mal. Este campo de trote zamorano, que se trajina hacia uno  y otro sentido de la interpretación, según sea oportuno o conveniente, es de los más tristes episodios históricos vividos por Venezuela, pues su mayor tea encendida fue la llamada Guerra Federal, que en el fondo terminó como una carnicería innecesaria de lo cual  quedara apenas el  llanto y la miseria espantosa, donde no se tuvo un fin determinado, sino el apetito de mando caudillesco heredado, la rapiña que por eufemismo se llama botín, y la violación colectiva de poblaciones enteras, que entre la desgracia del infortunio viviente y la falta absoluta de destino, en medio de una gran estafa colectiva de ambas partes que fue tal parodia sangrienta, no se llegó a ningún resultado efectivo, ni en el mismo Tratado ineficaz de Coche, dando paso dentro del retroceso habido a nuevos caudillos asesinos y ladrones, entre los que contamos al caraqueño Guzmán Blanco y al llanero Joaquín Crespo.
            Pero no todo queda allí, porque si nos retrotraemos al período fundacional del país, es triste y miserable lo que se ha hecho con un  lavado colectivo de cerebros a través de eso que se quiere implantar mediante el barniz dispuesto por las altas esferas políticas para mediante una “nueva historia” atornillada desviar a su guisa la verdadera situación vivida en nuestro mundo primario desde su época fundacional, por lo que olvidando los rigores científicos de su estudio crítico, analítico y probatorio, un grupo manejado con intereses superiores que desconocen y adversan la realidad escrita en documentos de la época, interpretando aquel mundo complejo trisecular  de acuerdo a conclusiones de trabajos diversos que esclarecen aquella etapas iniciales del hacer y deshacer venezolano, como los casos de Pedro Manuel Arcaya y Lisandro Alvarado, por parte adversa en los últimos tiempos febriles aparecen con un sortilegio de banderas anacrónicas por antonomasia sustentando leyendas fantasiosas o blandiendo en desenfreno supuestos esquemas nacidos al calor de las pasiones abyectas, como son esas tesis absurdas por descomedidas que proclaman el abandono de los indígenas por el poder ocupante español, lo que es una total falacia destruida mediante la capitulación granadina dictada por Isabel de Castilla en 1506, o también las tesis exaltadas por cabezas calientes que aún existen en cuanto a que el orate y vasco asesino  Lope de Aguirre fue una figura de primera línea por aquello de la carta dirigida con grosería altanera y otros condimentos demagógicos al monarca más importante de su época en Europa, que fue el rey Felipe II.
            Otro cuento de esa misma especie se refiere a la posición subordinada y esclavizante de los indígenas americanos, de lo que se tiene mucho por decir o explicar a las generaciones actuales y confusas que desconocen bastante de aquel tiempo terrible donde se luchaba con ferocidad incluso entre las mismas tribus nativas en busca de la supervivencia, como fuera el encuentro permanente y vital contra los antropófagos caribes, así igualmente de los procesos formativos coloniales hechos con leyes muy estrictas y ejemplarizantes, tal el caso ejemplar de las Siete Partidas alfonsinas, elementos legales que sirvieron durante tres siglos para enderezar el desarrollo de las provincias españolas de América y con los contratiempos existentes, como los casos del negro Miguel de Buría y los primeros aletazos de insubordinación para con el centralismo peninsular que se dieran desde los tiempos del canario Juan Francisco De León y su duro contendiente el mariscal Felipe Ricardos.
            No podemos tampoco dejar en el tintero del olvido al sesgo histórico que se ha tenido en cuanto a la interpretación del período de las grandes luchas coloniales llevadas a cabo principalmente en las costas venezolanas, porque si a entender vamos nuestro país no tuvo un gran interés económico en cuanto a su calidad provincial de colonia española, por lo malsano y falto de riqueza comparable a las de Colombia, Méjico  y el Perú, de donde la importancia estribaba apenas en el peligro permanente sobre un desembarco de otras potencias europeas para adueñarse del país, y así la lucha interior no era por las fanegas de cacao y algo de trigo que pudiera exportar nuestro país por la vía de Veracruz, sino debido a la alergia permanente que se tenía en cuanto a que los oficiales mimados de esos imperios agresivos Raleigh, Morgan, Knowles, Myngs, etc. (por Inglaterra), o Gramnont, Montbars, Olonés, etc. (por Francia), sin señalar otras codicias imperiales, verbigracia Holanda, aposentaran en este país bien situado a tropas y migraciones herederas de Isabel 1ª o del pomposo Luis XIV, lo que de ser así habría cambiado totalmente el mapa geográfico y político de América.
            Otro desaguisado de esa categoría se refiere a la historia de nuestra Guerra de Independencia, escrita por muchos desde un  ángulo patriotero y poco real, donde se tergiversa algunos acontecimientos prácticamente pintando a los patriotas insurgentes como unos santos míticos de devoción y a los adversarios criollos,  o peninsulares (y canarios), como unos bandidos, sujetos a los peores recuerdos y execrándolos aún hoy como sujetos de la peor calaña y asesinos, lo que es totalmente falso de toda falsedad, porque ese chauvinismo de que hablo y señalo ha cambiado la faz e interpretación serena de aquellos acontecimientos terribles que se vivieron con tropelías de bando y bando, donde cada uno tenía parte de la razón, como también de la culpa, y porque trescientos años de convivencia mutua, con todos sus defectos y gracias, no se tiran tan fácil por la borda, de donde es necesario revisar lo que se ha escrito en cuanto a los excesos rimbombantes o calumniadores de la pluma para poder corregir tantas inexactitudes y hasta venganzas mentales apasionadas y  aún existentes, como en el caso tan común de transformar simples leyendas traídas por los cabellos en historias verídicas. Y no es que yo defiendo a cualquier grupo por grande o pequeño que sea, y más cuando reconozco que luego de comenzar la guerra no se sabe cuándo termina, como que desgraciadamente el sustrato doloroso de su contenido es la muerte y las condiciones en que se producen, por lo que del árbol caído todos hacen leña, de donde lo que anoto en estas líneas no va por los caminos  pedregosos de la parcialidad y menos de la contemplación.
            Y sobre este razonar importante que aquí divulgo viene otro de igual tamaño en los anales de esta nuestra gran guerra fratricida, y lo digo en cuanto al valorar de los hechos y personajes que intervienen en ella, en lo que el desbalance es notable con otro sesgo que nada tiene de patriotismo y sí mucho de equivocación, dicho así en estos tiempos en que se puede hablar de realidades y de serios análisis en la materia sustentados en debates de altura y estudios a fondo sobre la causa-efecto de lo sustentado, donde en este caso prosperan las ideas nada conservadoras y sí responsables de historiadores formados en la lucha universitaria y académica.  Me refiero en este momento al balance sicológico de los personajes incursos en tal guerra, donde Simón Bolívar descuella desde luego tomando en cuenta al repaso sobre su carrera histórica y política que con serenidad ajena a la pasión se ha hecho de unos treinta años para acá, lo que ha esclarecido aportes muy interesantes.    Y luego de Bolívar existen otros luchadores guerreros sujetos a esa revisión trascendental para escribir la verdadera Historia de Venezuela referida a dicho tiempo, donde por ejemplo no se estima en su valor la importancia de la tropa neogranadina para el éxito de la Campaña Admirable, de 1813, donde existe la disputa permanente con Bolívar (en que son muertos por esta razón Miranda, Piar, Ribas, Padilla y Córdoba en Colombia, etc.) en esa guerra por parte de oficiales patriotas, lo que también se oculta o baja de tono histórico, donde existe una mezcla de la leyenda con la realidad callejera y pretendiendo elevarla en calidad de dogma (como el caso del famoso Negro Primero, que si se devuelve del campo de batalla debió ser fusilado por desertor, así de simple dicho,  o el recuerdo del perro Nevado, de Mucuchíes, que también se elevó a la leyenda pueblerina, o los indios Mucuchíes montados en  otra tradición fabulada sin explicar porqué, o la doble personalidad de Antonio Nicolás Briceño, quien elevado al éxtasis de la gloria terminó  loco cortando cabezas españolas de ancianos en San Cristóbal, o las ferocidades que cometieron patriotas como el general Arismendi, José Félix Ribas, Bermúdez, Heres, Salom y otros muchos cuya lista es bien larga tanto en Venezuela como en Colombia y el Perú.     Pero en este recuento de la interpretación por la veracidad histórica lo más grave ocurrido a mi entender es el desbalance en cuanto al trato de la oficialidad que mantiene el status quo imperante, la imposición del orden por encima de otras apreciaciones subjetivas y donde se destacan militares fogueados en esta guerra o en Europa, como el general Pablo Morillo (por cierto en 1818  estuvo a un paso de haber ganado la guerra pacificando a Venezuela), el pundonoroso Ramón Correa de Guevara, Fernando Miyares, el valiente y fogueado José Tomás Boves que se destaca en los campos varoniles de la contienda, Francisco Tomás Morales, el émulo llanero de Páez, o sea José Yáñez (a) Ñaña, el general La Torre y tantos otros que de manera imparcial por defender ideas deben ser tratados como corresponde por la historiografía venezolana, tan llamada a cambiar los escenarios y a darle otro contexto irreal a sus personajes.    Esos nombres se me han venido a la cabeza al escribir estas líneas, de donde hay muchos más para rectificar sus biografías, como debe ser.
            En mi libro “Los Presidentes”, impreso en Caracas y en cinco volúmenes he sido imparcial, con lo que siempre trato de ser en estos menesteres, y venga a relación el recuerdo de algunos de ellos como el general Juan Vicente Gómez, que aún mantiene adulantes y detractores, que ha sido bien tratado en muchas biografías por la imparcialidad temática llevada, pero que en otras guarda algún reconcomio solapado para exponer la verdad sobre este venezolano tan cerca de nosotros que dejó huella en su largo período dictatorial, como también lo hizo Guzmán Blanco, pero que refiriéndome al andino unió a Venezuela, pacifica a su manera la larga cuanto dolorosa tradición guerrera y pagó su centenaria deuda exterior, que ya son tres motivos importantes para aquí señalarlos. Y como de ciclos históricos nos referimos bueno es señalar que nuestra pequeña historia independiente de dos siglos puede resumirse en ese período largo de luchas sin sentido con una oscuridad apreciable y el retraso marcado que se inicia en 1810 y termina a finales del año 1935, ante la muerte del señalado general Gómez.       Pero a partir de su deceso el país comenzará a cambiar en lo político, económico (el petróleo) y social, cuando se abren diferentes canales de dirección política con pensamiento moderno y el arribo de algunas ideas social demócratas al país, debiendo mencionar aquí al ácido Rómulo Betancourt como el dirigente que entiende por idiosincrasia popular cómo reformar a la nueva Venezuela, con el doloroso asesinato del coronel Carlos Delgado Chalbaud, hombre culto formado en Francia, quien perfila los primeros grandes planes de desarrollo para cambiar la faz de nuestro pueblo, y desde luego con la aparición presidencial del tachirense Marcos Pérez Jiménez, otro personaje digno de una sagaz biografía, con sus pros y sus contras como todo ser humano, que en diez años de mandato constructivo puso al país en el primer escenario mundial, aunque otros por interpretaciones parroquiales a respetar y acaso mezquindad de espíritu analicen ese tiempo valioso con signo negativo cuando en realidad fue un gran impulsor del desarrollo nacional, en diversos campos posibles.
A raíz del derrocamiento o salida del poder el 23 de enero de 1958  del tachirense Pérez Jiménez y por concertación entre los tres grandes partidos políticos (Acción Democrática, Copey y Unión Republicana Democrática) que vuelven a una actividad plena, el país toma cierta cara de libertad que con altibajos presumibles se mantendrá durante cuatro décadas (llamada Cuarta República) en medio de la independencia de los poderes fundamentales y el crecimiento del país a nivel internacional, cuando se consolidan las grandes empresas, crece la educación universitaria de calidad, mejora la meritocracia  y la moneda se mantiene en óptima posición de cambio que atrae numerosas inversiones en el territorio nacional, porque ya no se habla de caudillos o de jefes tumultuarios sino de una visión total y en cierta forma clara de porvenir.                 Sin embargo por la política manirrota del gobierno de Carlos Andrés Pérez desde el final de la década del setenta la economía comienza a estancarse por obra del mal menor económico en que se vive, de donde como consecuencia negativa ocurre una devaluación monetaria violenta con el llamado Viernes Negro (4,30 bolívares por dólar americano), que a poco se fue elevando de manera abrupta. Esto dio pie al continuo descenso de algunos sectores de la economía de Venezuela, la perturbación de su moneda y lo que es más, a problemas sociales que trajeron el bárbaro saqueo de Caracas (1989) y el comienzo del cambio sustancial que se realiza entre pitonisos vividores y espejismos llenos de adulancia, donde se fragua un descontento con la situación vivida, lo que dentro del río revuelto los vivos se aprovechan de aquella situación inestable y comienzan a sembrar zozobra, más acelerada en el segundo gobierno del empecinado presidente Rafael Caldera, cuando éste se rodea de cierta clase de lumpen político que llamaran  “los chiriperos” y mientras el país entre mentiras acumuladas rueda hacia el desastre.
Es en ese momento crítico de la Historia nacional cuando comienzan a emerger grupúsculos hambrientos de mando en el seno de las Fuerzas Armadas, que juran acabar con el sistema imperante, mientras el país se llena de grafitis alusivos a la rebelión y aparece un líder carismático aunque escaso de conocimientos que pronto supera al cabecilla ideológico Arias Cárdenas, adueñándose así de ese inicial pequeño movimiento entre fascista y socialista al estilo Perón y Ceresole, que tras bambalinas ya lo maneja Fidel Castro con sus viejas pretensiones ideológicas cuanto hegemónicas en América Latina. La primera fase de ese proceso hacia el poder absoluto se lleva a cabo mediante un ardid de farsa bien montada por medio del cual el comandante Hugo Chávez Frías con un doble juego político y a través de innúmeras elecciones  maquinadas en que triunfa a troche y moche, salvo en la de 2007, cuando piensa cambiar la constitución para convertir a Venezuela en un estado comunista (socialista a su manera), con vinculaciones estrechas hacia Cuba y otros regímenes totalitarios del orbe, lo que no obsta que a pesar del descalabro eleccionario el barinés de origen prosiga en el empeño a raudo vuelo, mediante viejas tácticas conocidas como la vaselina y la de dar dos pasos adelante y uno hacia atrás, como ocurrió en los países socialistas del Este de  Europa luego de la Segunda Guerra Mundial. De esa forma certera y meditada, con la dominación absoluta de todos los poderes que giraban como satélites alrededor del Dios Sol, o el Comandante Supremo o el Gigante que nunca muere,  sin  chistar apenas, Venezuela entró en la decadencia del petróleo, de las industrias, de las empresas pesadas de Guayana y de la vida social, cuando ahora notamos pobreza por doquier, la emigración de profesionales y hasta existe la cárcel para políticos adversarios (casos Baduel, Simonovis, Afiuni, etc., etc.), todo lo que gira alrededor de una gran corrupción que se genera dentro de algunos sectores inescrupulosos y divisionistas incrustados dentro de algunas parcialidades del gobierno.
Es en el comienzo de la grave crisis interna cuando al Comandante Supremo, heredero de los laureles de Bolívar y omnipresente en todo (mantiene diez o doce horas de obligatoria y diaria cadena presidencial) se le detecta un cáncer que de un principio y por falta de equipos sofisticados se le agrava por mala praxis en los quirófanos de La Habana, en medio de cuatro operaciones quirúrgicas y grandes dolores que ni los sedantes más poderosos lo calman, mientras como el cisne negro cantor viene a Venezuela para ganar unas últimas elecciones lapidarias y mortales, aún creyendo a rajatabla que se iba a salvar. Y cuando ya se ve en las puertas del sepulcro escoge a dedo un sucesor que le ha sido fiel por muchos años que desde luego y por el síndrome del lloriqueo colectivo al estilo Corea del Norte o de la llamada operación lástima como instrumento bien trazado desde las salas situacionales del Consejo Nacional Electoral y por el favor de las famosas máquinas de conteo smarmatic, condenadas a nivel internacional, gana las elecciones sin vuelta de hoja, como se dice.      El señor Nicolás Maduro en medio de ese duelo nacional que se mantiene y recuerda a cada momento, cuando es necesario, se encuentra con un tesoro  arruinado, lleno de deudas, a quien nadie le quiere prestar, salvo en forma onerosa y hegemónica (China), tiene que entendérselas por tanto con un país quebrado, que de llegar a tener casi sesenta mil millones de dólares en activos demostrables presentes hoy apenas llega a algunos 1.500 millones de dólares disponibles, lo que hace reír en las esferas mundiales y este gobierno tiene que llevar encima ese San Benito.        Desde luego que Maduro es atacado en todos los flancos (su nacimiento, calidad de líder, etc.) como político que es y por una oposición dura que habrá de verse su poder en diciembre próximo (2013), cuando estos adversarios esperan ganar algunas  alcaldías de peso en el país, lo que es cuestionable porque el chavismo como fuerza política popular maquinada por su creador tiene buena raigambre ante la sequía de recursos y por mucho tiempo en el seno más desposeído y manejable del país (clase D), lo que desde luego dará frutos en  ese diciembre, mientras se acomodan con vías de cambio nuevas fuerzas de oposición.
El chavismo por consecuencia de la desaparición de su fundador se  encuentra como dividido en cuatro sectores radicales (Maduro, Cabello, militares chavistas e independientes institucionales, con clara tendencia al militarismo gobernante), que pujan calladamente entre ellos hacia el manejo férreo del poder y en eso andamos todavía. Pero como todo tiene su cara y envés dentro de la política por encima de los problemas agudos en que se vive y cuando ya el bolívar sobrepasa devaluado el medio centenar por dólar, seguirá en proceso de caída (cuesta abajo en la rodada, al estilo Kirchner) con nuevo papel moneda al estilo “tinoquito” que ya llaman “chavito”, como forma de vivir el Estado, mientras dos cosas importantes debemos admitir en el cambio ocurrido después de 1999, y la primera corresponde en que hoy Venezuela y por donde se mire es punto de referencia obligada como noticia de primera plana, por lo que de ser un país conocido apenas por su petróleo como le pasara a uno en las esferas internacionales, hoy es todo lo contrario mediante el uso de esa máquina política que no dormía y sale de contexto, como era el finado Hugo Chávez, lo que le ha dado al país una connotación universal, que hubiera costado ingentes cantidades de dinero promocionarlo en este sentido, para los mejores tiempos que puedan avecinarse.      Y el segundo punto a señalar es que Chávez por demagogia o por lo que sea, aún a pesar de la corrupción señalada se acordó de los pobres, porque muy pobre fue en su infancia, y a base de donaciones, misiones, mercados populares y otras tácticas charlatanas de gobierno a favor de esos humildes depauperados por cuenta gotas se fue ganando una parte de la llamada clase C y buena porción de la D, lo que mucho viene a valer en los momentos eleccionarios para conducir el país.  Bueno es aclarar cómo Perón aun vive en el recuerdo de los argentinos descamisados para el momento de las elecciones, que es decir mucho.
 Esta es, pues, una interpretación crítica y lógica de la Historia venezolana a tener en cuenta y entenderse para los próximos tiempos a venir, aunque la política y la gestión de Gobierno tienen muchas salidas, como podrían explicarlo Maquiavelo o el chino Sun Tzu.    Espero que por las buenas todos nos entendamos para no caer más en la profundidad del cieno.

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