Amigos invisibles.
Es hora de poner los puntos sobre las íes sobre esta materia que ha dado tanto
quehacer, incomprensión, dudas e inexactitudes, sobre la verdadera esencia física,
vital, política, fisonómica y de otras tantas cualidades como deficiencias de
nuestro Simón Bolívar, quien en los últimos tiempos al servir de comodín exquisito
para fomentar discursos de carácter político con fines de ganar proselitismo y
en gran parte sesgados, cambiaron el verdadero rostro de este personaje
principal en nuestra historia, con sus aciertos y errores, pero que de acuerdo
y mediante la interpretación ideológica que se pueda tener de él, dentro de
cualquier polémica suscitada configura un adalid muy característico en nuestra
vida diaria, porque si a ver vamos con el ajetreo en que está inserto por obra
de las distorsiones a que se somete su historia y más en estos tiempos
convulsivos cuando se pretende imponer dictámenes absurdos como llevados por
las trenzas y no por la razón, que a veces duele, con esa carga intencional se
cambia de un todo la realidad de este persona fuera de lo común que en su
momento jugó un papel importante dentro del acaecer histórico venezolano.
De todos fue normal
que la familia Bolívar era mantuana, conservadora y de hechos cumplidos, en el
diario trajín dentro de una pequeña sociedad equivalente a la provincia
española de aquel entonces, que apenas sonaba por una pequeña exportación de
productos de poca monta. Así sucedió hasta principios del siglo XIX, cuando
debido a los sucesos trágicos acaecidos en España con la invasión que hace a su
territorio el pequeño y grande Napoleón, aquello da un vuelco radical, al
extremo que los hiperquinéticos de avanzada, azuzados por las ideas extremas
que sostienen y prodigan los revolucionarios franceses hasta querer acabar con
las grandes monarquías europeas, con esos
fuegos que emanan de las cenizas peninsulares prenden en la mente de
calenturientos como el mismo Simón Bolívar, quien de la noche a la mañana y con
algunos conocimientos muy prácticos a la ligera adquiridos, por obra de las circunstancias
actuantes se constituye en el eje matriz con que se aspira mediante una espiral
de sucesos que no cesan de aparecer, para que por sobre las disputas lógicas
que afloran a menudo, logre sujetar la tea encendida de eso que se llama la
revolución americana, que si a ver vamos no fue en nada una revolución.
El caraqueño Simón
Bolívar para 1810 es un joven presumido, de mentalidad ágil eso sí, que por
falto de experiencia comienza generando errores, como fue su visita a Londres,
y que por obra de eso que llaman el autodidactismo, que en verdad lo prepara
insípido hacia el futuro, fue aprendiendo los elementos básicos necesarios como
para demostrar cierta cultura y capacidad. Los escollos que debió superar a
objeto de imponer el don de mando fueron desde luego de suficiente peso, porque
mucha de la gente que le rodeaba no lo quería, algunos por su origen
oligárquico y otros por la manera de ser llana y directa que poco congeniaba
con los que le adversan, de donde hubo enfrentamientos diversos, desde la época
sangrienta de la Guerra
a Muerte hasta cuando comienza el período de la depuración entre sus allegados, lo que dio origen a sucesivas
purgas, como el caso bien triste originado con el fusilamiento del general Carlos
Manuel Piar. Ya para ese entonces la guerra que él maneja con un equipo por
demás heterogéneo se mantiene en un plano de conflictos, y más cuando aparece
en medio de la lucha y por méritos ganados, el adversario tenaz pero adaptable
que en verdad hace ganar la guerra de Independencia en cuanto a Venezuela se
refiere, que es el general José Antonio Páez. Y por otro lado de la balanza desembarca
en Tierra Firme como contendor de Bolívar un hombre venido de abajo, de la
clase marginal pueblerina, pero héroe de los combates españoles, que es el
general Pablo Morillo. Con estos caudillos, que ambos lo fueron, el caraqueño
Bolívar habrá de sostener ahora una batalla más política pero también guerrera,
que dará sus frutos a la larga. Para esa
altura de la personalidad del caraqueño bueno es mencionar algunos datos en la
carrera que se labra, como por ejemplo su amor por el poder, aunque a veces
renuncie para que nadie le oiga porque parece que entre sus lecturas dispersas
a la altura visual sostiene los pródigos dictados del conocido Maquiavelo, y
entre las componendas necesarias para sostener el eje de la política que anda
entre sus manos la pluma no le deja tranquilo, de donde comienza a sentar bases
de todo cuanto tiene en mientes como es el caso de una república con cierta
estructura monárquica, de lo cual a la larga él viene a constituirse en Rey que
por cierto no pudo cuajar desde el año 1819 cuando ya aflora para todos este
concepto inédito de su pensamiento, hasta el propio año de 1830 en que ya
estando casi al borde del sepulcro, ni lo cree así, pues se considera inmortal,
protegido de los dioses olímpicos, pensando al tiempo en su capacidad para ser
Rey de las Américas. Y para colmo, que
muchos lo vieron como raro o extravagante, mantuvo por años un amor desmedido hacia el imperio inglés, como consta
en mucha de su correspondencia y relatos de conocidos, ello quizás ajustado al
temor de un contraataque serio que pudiera venir de la Península apoyada por
otras coronas europeas, pero que en todo caso se dijera y como crítica
fundamental que tal idilio equivalía a salir de un imperio para entrar en las
garras de otro más rígido y demoledor.
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Panteón Ncaional en Caracas |
Como quiera que en
los últimos tiempos para llevar la voz contraria y estar siempre en la noticia
de lo inesperado, algunos se han dado a la tarea de difundir cosas inexactas
sobre Bolívar, al extremo de asentar que los adversarios colombianos del Libertador lo habían asesinado con arsénico y
que no se sabía si los restos que reposaban en el Panteón Nacional eran los
suyos, el gobierno de Caracas ordenó profanar su tumba para al abrirla en
presencia del propio Presidente Chávez y en las horas nocturnas, con el show
que se monta y que las cadenas noticiosas difunden en el mundo, en ultimada
instancia, como afirman los manitos, con exámenes exhaustivos se vino a saber
lo de siempre, demostrado ante testigos de su muerte y profesionales que juntando
pruebas revelaron la exactitud de esos despojos que aún revestían desechos de
la vestimenta con que se le enterró, al extraerlo de su tumba en 1842 y cuando
nuevamente se le examina al colocar su huesa traída desde Santa Marta en la
capilla de los Bolívar que forma parte autónoma de la catedral de Caracas,
hechos levantados por escrito y en forma solemne al momento de suceder, como
luego fue su traslado definitivo al Panteón Nacional, en tiempos del general
Guzmán Blanco. Y no contentos con todos estos datos precisos e indubitables,
por los años sesenta del siglo pasado y ante cierta duda que volviera a
estremecer su paz sepulcral, por pedido del Ejecutivo de la nación un grupo seleccionado
de la Academia
de Historia de Caracas que lo formaban prestigiosos historiadores de amplia
trayectoria emitieron un dictamen específico y sustancial, apoyados igualmente
por la Sociedad
de Historia de la Medicina,
donde concluyen sin ninguna duda que Bolívar murió de tuberculosis, heredada de
ambos factores paternos y por el estudio hecho sobre los últimos días de su
vida, que son los de un tuberculoso en fase terminal, como además se exponen
otros datos que ayudan a determinar el fin de sus días y la exactitud de esos
restos. Ahora, para más echarle leña al
fuego, el gobierno dando por inseguro todo lo que acabo de recordar decidió
nuevamente emprender una campaña adversa, con la que trajo “científicos” que con
el ejemplo del agua tibia concluyeron en la mentira de su asesinato y en la
otra mentira de su osario, por lo que ante tamaño descalabro que ha tenido para
remendar el capote decide hacer un nuevo mausoleo a objeto de cambiar sus
restos hacia una especie de Iglesia de los Inválidos, de París, donde descansan
Napoleón y todos sus generales como de los compinches que le acompañaran, pero
no desde luego de asesinos, ladrones y maleantes, porque según el vulgo corriente
de Caracas en esa jaula que se construye con esta intención oportunamente van a
colocar al lado de Bolívar a muchos
héroes de la revolución, del presidente enfermo para abajo, no dejando afuera
desde luego a personajes fallecidos como el fiscal Danilo Anderson, Luis Tascón,
el de la lista, la recordada revolucionaria Lina Ron, el Contralor General de la República Clodosvaldo
Russian, y en su momento a próceres de la calidad del comandante guerrillero
Rodríguez Araque, Rodríguez Chacín, del sabio empresario petrolero Rafael
Ramírez, del magistrado Aponte Aponte y Vásquez Alvaray, que se habrán de
integrar también allí, el mismo Phd en economía y finanzas Giordani, algún
recuerdo emotivo con cierta placa alusiva y sendos bustos de Cristina Kirchner,
de Lula, Evo, Raúl, Fidel desde luego, Correa, Ortega y toda la comuna de
quienes viven del presupuesto venezolano en el extranjero. Pero ya colocada en
su buen sitio esta apostilla sobre la historia actual venezolana, que no
sabemos como va a terminar, volvamos al tema central referido a Simón Bolívar.
En efecto, hace
pocos años en un canal televisivo y de la cultura en Caracas pude apreciar en
varios capítulos como ciertos desenterradores de cadáveres en Gran Bretaña se
dedicaban entre el terror y la ficción a distraer a los videntes con ciertas
astucias preparadas para darle vida a las cabezas de los cromañones y
neardentlales, al extremo que luego de varias jornadas metidos en la fantasía
de los recuerdos y de la sumas ejemplares a percibir por el extraño quehacer,
como de la creatividad mental copiando los sistemas que utiliza el Museo
Tussaud para dar vida a personajes desaparecidos, con ese mismo empeño y a
objeto de demostrar su trabajo, como la paga que reciben, ciertos expertos que
así se llaman, dedícanse a crear seres desgreñados cual zombies de la realidad
infantiloide y otros aditamentos con que los presentan para que por ese arte parecido
al de las pinturas de Goya crezcan en fama pero no en la realidad.
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Elaboración de reproducciones en cera |
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Museo de Cera Madame Tossauds |
De aquí
aparece un nuevo rostro de Bolívar, cuya presentación ha sido polémica, porque
representa a una persona que no es el Simón conocido a través de innúmeros
retratos existentes, porque bueno hubiera sido que comparando las efigies de
Don Simón con el más auténtico que es el lienzo de Gil de Castro, o las copias
oficiales, el más parecido a su persona, como lo testifica el mismo Libertador
al pie de dicho retrato hecho en Lima, partiendo de esa casi exactitud y yendo
desde aquel que le hacen en Europa en la muy tierna edad, como los realizados
en Colombia en la hora extrema de su vida, todos esos elementos probatorios
sumados a las descripciones contenidas en quienes lo conocieron personalmente,
que son muchos, mas las comparaciones que pudieran hacerse tanto en el paso de
los años como en los detalles especiales que se encontrarían en la comparación
de las figuras, desde luego hachas por personas versadas y artistas consumados,
todo ello pudo dar un cuadro muy preciso de su rostro, avalado por tantos
expertos, y no lo que ahora ha salido de la mano engendradora de figuras que al
verse la respuesta denota que son un reclamo de la mass media con algunos
detalles por clasificar. Démosle tiempo al tiempo para salir de este nuevo
enredo bolivariano.
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Simón Bolívar - Lienzo de Gil de Castro |
En cuanto a la
existencia del personaje Bolívar hay muchas maneras de verlo, como se demuestra
en la numerosa historiografía y el cultivo de las imágenes existentes, como
aquellas últimas que se le tomaron en el viaje postrero a Santa Marta, ello
aunado a la personal manera de pensar de cada uno que darían motivo a pequeñas
interpretaciones, porque si a ver vamos no es lo mismo leer un libro sobre este
caraqueño de Augusto Mijares, o el Bolívar que en dos tomos y sin miedo al qué
dirán presenta el embajador Salvador de Madariaga. Pero como hemos tanto
ahondado sobre el tema en diversas oportunidades vamos a señalar algunas cualidades
de este personaje para que usted con toda tranquilidad y a través de las
neuronas tranquilas pueda pintar el verdadero retrato de Bolívar, para la
satisfacción prural y a objeto de que se acabe tantos dimes y diretes. Por
tanto bueno es consignar que el caraqueño ávido de gloria fue revoltoso, de
mentalidad volteriana y atropellado de carácter, con ideas desbordadas, a veces
de malhumor, regañón, siempre en movimiento, amante del baile, las mujeres, el
vino tinto, de Madera o Burdeos, aunque en él comedido por el temor a delirar,
y hasta detesta a los borrachos, camina de prisa, corre, salta, gusta del juego
de tresillo y la ropílla, se deleita en la hamaca leyendo, pasea, oye al
interlocutor con brazos cruzados, es parlanchín, irónico, exagerado, mentía
pero con cálculo, era propenso a insultar, según Miller lo expresa, arrogante,
altanero, caprichoso, acomodaticio, de ideas sueltas, expresando opiniones
contradictorias o engañosas, a
conveniencia, tal el caso de su aprecio solapado por Napoleón, quien lo seduce
en lo interior, y equivocándose muchas veces, pero de gran memoria y ávido
siempre de gloria, que le fuera denegada, de voz chillona, áspera, canta en
algunas oportunidades, recita, conversa a menudo, envejecido a destiempo, de
piernas enclenques, es frentón y ella retiene arrugas, algo cabezudo, de cara
oval, ojos castaño oscuros, mirando en sesgo y sin fijarlos, cejas pobladas,
orejas grandes, los labios gruesos, saliente el labio inferior, de pies y manos
pequeños, como los de una mujer, con callos arriba de las piernas por su
permanente cabalgadura sobre equinos [“sus posaderas eran dos pedernales”,
asiente el doctor Reverend], de piel morena y también áspera, con patilla y
grandes bigotes rubios, que se asegura los afeitó en 1825, pelo negro y crespo
vuelto gris ceniza, de donde por la rizado el impredecible Simón Rodríguez asienta que era zambo [los negros de la
hacienda en Capaya así lo afirman], no miraba de frente a su interlocutor sino
con los ojos bajos, tenía mezclas entre pardo y mestizo, en ocasiones resultó
arisco, de cabello áspero como afirman otros, la boca pequeña y fea según se le
ve en algunos retratos, el rostro de matiz trigueño, y cuya mascarilla que le
hicieron a su muerte lo define prominentemente negroide, concepto expresado por
el erudito Luis López de Mesa. Poseía una magnífica memoria para recordar lugares,
hechos acaecidos y a los amigos, con que agrego a los enemigos. A veces sufría
de una honda tristeza melancólica, dado el ancestro del mestizaje indio, siendo
persona de más acción que menos pensante dado la rapidez que utiliza, aunque de inteligencia y estilo superior pero no en lo escrito, pues
su lenguaje adolecía de pureza y era afrancesado. Hombre racional, ateo, masón
y cristiano al tiempo, heterogéneo y complejo como lo define Madariaga, “rara
vez supo obedecer”, al extremo que resulta un verdadero híbrido americano. Abundó
de enfermedades, tenía crisis nerviosas, depresivas, de neurosis hasta de cólera,
con tendencia epileptoide y de pasajera enajenación, era generoso y gastaba en
exceso de su capital, viajero como príncipe y ayudó en lo que podía. Su vida
política fue salpicada de altibajos que a la larga dejaron ver sus intenciones
de mando conservador, y los documentos que redactaba, que a veces eran
contradictorios, en cuanto al estilo y el contenido estructural fueron
corregidos por intelectuales de la talla de Juan Germán Roscio y Manuel Palacio
Fajardo. Su vida pública, enigmática, dejó mucho que desear en cuanto a las
relaciones interpersonales y con los estados de conciencia superpuestos por el
carácter megalómano de su ser. Como militar y jefe de estado hay también
quienes discrepan de su éxito. Pero todos convienen en sostener que la vida lo
hizo cambiar de ese Bolívar que llevado por dentro para hacerse visible acaso
con la paciencia de muchas lecturas sobre sus numerosos escritos y la novedad
en los trabajos críticos que sobre él se han hecho y se harán. Eso sí, nadie
deja de reconocerle muchas cualidades, que han sido bastante señaladas. Dejo
así cumplida una misión difícil porque el personaje se las trae y de muchos
lados podemos estirar la cobija. Ojalá que en el rompecabezas a concluir con
tantos sabios dictados se pueda sacar en limpio el Simón Bolívar que en
plenitud sigue desconocido, porque muchos se apoderan de él como en juego de
plastilina, para que poco a poco cuelgue la espada que daño ha hecho entre
tantas interpretaciones aviesas o prejuiciadas, con la intención que podamos tener
al fin un héroe civil, un estadista imparcial alejado de los charcos de sangre
y de las vicisitudes sombrías.