Amigos invisibles. Debemos comenzar aclarando que la expresión “jugar
garrote” en estos predios latinoamericanos y en especial en Venezuela equivale
a exceso, saciedad o algo por el estilo, para no entrar en detalles pirotécnicos
contenidos en el por demás serio Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, expresión que
traigo para dar inicio a eso que en tantas formas de presentarse se ha batido
de manera informal sobre nuestro país desde tiempos remotos, por allá desde
cuando el inefable Cristóbal Colón nos “descubriera”, y lo pongo entre comillas
para no zaherir a quienes piensan de manera contraria, que sus razones tendrán
puesto que la Historia
tiene diversas maneras de entenderse según el criterio personal y los
condimentos digeridos por el manifestante. Pues bien y sin salir del tema desde
que los españoles arribaron por el Oriente de Venezuela, en época de otro
descubrimiento, o sea de las perlas que subyacían frente a la isla de Cubagua,
el simple deseo de poseerlas desató un frenético sentimiento de eso que llaman
codicia y que muchos lo tienen, de donde a poco ya se vieron algunos bajeles
merodeando el lucrativo mercado perlífero, con ganas de ponerle la mano, porque
si a ver vamos como reguero de pólvora corrió en Europa y entre hombres de mar
que frente a Tierra Firme, como se conocía entonces a esa porción de Venezuela,
había un manadero de riqueza compuesto por perlas de calidad, oro por encontrar
en el famoso paraíso de El Dorado y otras tentaciones como el mercado cotizador
de seres humanos de la esclavitud indígena o negra africana, y otras lindezas de
tal estilo.

Atención preferencial
merece los asaltos que directa o a través de otro hiciera contra Venezuela el noble
inglés sir WALTER RALEIGH, historiador y poeta, y hasta amante de turno de la
nombrada fea reina inglesa, quien en 1595 con una distinguida oficialidad
británica penetra por el río Orinoco en busca del famoso El Dorado o Manoa, y
que le dará nombre en los anales de la ficción y de los sueños, desastre que
poco tiempo después lo llevan a cortarle la cabeza en la oscura Torre de
Londres. Raleigh en esta primera ocasión entra por Trinidad y dura siete meses
en el empeño de no encontrar las supuestas riquezas, pero debe regresar a
Londres por la via de Cumaná, no sin antes dejar dos espías británicos en el
lugar, para que de todo le informen. Mas en Londres el iluso escritor no fue
bien recibido por la Reina,
y en consecuencia le destinan por trece años una celda de presidiario en la Torre de Londres, antes de
convencer a Su Majestad la Reina
sobre un segundo viaje a Venezuela [1617], que resultó también otro fracaso, al
mando de LAURENCE KEYMIS, de donde a su regreso por engaño le tajan el
pescuezo. Tiempo posterior a este retorno
otro prominente marino y compinche de Raleigh, noble también, llamado AMYAS
PRESTON, el 28 de mayo de 1595 al frente de seis barcos y 500 hombres que
cruzan por el Oriente venezolano y Coro se presenta en el sitio de Macuto y
subiendo una difícil cuesta indígena los corsarios irrumpen en Caracas por
sorpresa y toman la ciudad y sus pocas riquezas, para luego de permanecer seis
días la incendian antes de devolverse victoriosos a sus bajeles. Poco después
el capitán inglés WILLIAM PARKER, merodeará por las rancherías perlíferas de Margarita, y luego en l607 el holandés
DANIEL DE MOUCHERON, cuidará hasta con su muerte a las provechosas salinas de
Araya.

Dentro de estos episodios ocurridos en la Venezuela colonial a
manos de piratas ahora toca la cuenta al almirante corsario inglés WILLIAM JACKSON,
quien el mando de 1.000 hombres hará una larga correría y depredando por muchas
costas de Venezuela con inclusión de seis puertos y el lago marabino, lo que
lleva a cabo en 1642, antes de seguir hacia Kingston, con un enorme botín. A
poco, en 1654, por Cumaná aparecen unas partidas de corsarios franceses, los
que son repelidos con la valentía de muchos de sus habitantes, por lo que tales
piratas se retiran hacia Trinidad. Y
cuatro años después (1658) aparece en el mar venezolano el reputado capitán
británico sir CRISTOPHER MYNGS, que ataca saqueando a Cumaná, Puerto Cabello y
Coro, de donde se lleva hacia Port Royal, capital de Jamaica, algo así como 300.000 libras
esterlinas, en dinero, joyas, nueve mil libras de plata y muchas cosas más de
valor. Y así las cosas de piratería, en 1663 el corsario flamenco BARTOLOMÉ
BARNARD incursiona por el tan cantado río Orinoco, donde saquea a Santo Tomás
de Guayana y otros caseríos fluviales allí establecidos, para luego de una
larga correría regresar con riqueza y dinero al Port Royal jamaiquino. JUAN
DAVID NAU, “EL OLONÉS”, famoso e implacable pirata galo, personaje de novela
que arrancaba corazones y lenguas a los prisioneros, con 7 naves y 440 hombres
durante ocho semanas ataca a Maracaibo y Gibraltar, mientras provoca incendios
para sembrar terror. Gibraltar se salvó
de arder por el pago de 10.000 reales de a ocho, y de Maracaibo el tributo o
rescate fue doble. En total Olonés hecho
un Robin Hood o un Giuliano sin alma repartió entre los suyos y en esa ocasión
260.000 reales de plata de a ocho, o sea 360.000 escudos, como vacas, esclavos
y cacao, fuera de otros artículos robados. Poco tiempo después (1670) a Olonés
se lo comieron asado los indios del Darién colombiano.
Otro de los grandes depredadores que
incursionaron sobre Venezuela en esa época fue el corsario inglés sir HENRY
MORGAN, quien con 7 navíos y 500 hombres feroces, desde Aruba atraviesa la
barra de Maracaibo, toma la fortaleza de Zaparas y desembarca en Maracaibo,
burgo abandonado por sus habitantes, para seguir a Gibraltar, donde fuera de violaciones
múltiples practica numerosas torturas a los residentes que encuentra, a objeto
de un mejor pillaje monetario. Cinco semanas durará en esta faena corsaria
dentro del lago marabino, sin mayor oposición, y a base de trucos marineros de
vuelta logra pasar la barra marabina, entonces defendida con fiereza por el vicealmirante
español Del Campo y Espinoza, y ya afuera del Golfo de Coquivacoa repartirá con
los suyos, además de otras prendas recogidas, la suma de 250.000 reales de a
ocho, como aparece en los documentos respectivos. Entretanto el inglés capitán AMSEL
ataca las costas de Cumaná, siendo repelido al momento, de donde se retira de
tal intentona. El año 1677 luego de merodear por las costas de Caracas con la
ayuda de filibusteros de La Tortuga
haitiana y 600 hombres bajo su mando desembarca en Margarita el noble francés
MARQUÉS DE MAINTENON [Charles François D´Argennes], lugar donde permanecen
durante ocho días con el destrozo y la rapiña respectiva, siendo repelidos por
el gobernador insular, para seguir luego hacia Trinidad, que al final se rescata
por 10.000 piezas de a ocho.
El 11 de junio de 1678 al mando de una
flota de filibusteros proveniente del cercano archipiélago de las Aves el
gentilhombre caballero francés FRANCISCO GRANMONT DE LA MOTHE ataca el castillo de
la barra de Zaparas y entra al Lago de Maracaibo, en una odisea de 6 meses, que
lo llevará después a las ciudades de Maracaibo, Gibraltar, Moporo y Trujillo,
la cual incendia, por no pagarse el rescate total acordado. Saldrá del lago
marabino el 9 de diciembre, con la escuadra intacta, con mucho dinero desde luego
y rumbo a la base filibustera de la isla de La Tortuga, al norte de
Haití. Año y medio después [26-6-1680], el mismo Granmont, Jefe de los Hermanos
de la Costa,
por comisión del Gobernador de Pouançay y al mando de 5 navíos y siete piraguas
marineras al frente de 180 hombres entrenados desembarca en Macuto, cerca de
Caracas, y de allí pasa al puerto de La Guaira, donde durará dos días en el empeño de la
presa o botín, como se llama en términos marinos, aunque en el ataque final a
dicho puerto y luego de vencer las dos fuerzas militares que se le oponen, como
de enfrentarse en lucha a cuerpo contra 300 hombres provenientes del fortín de
Salto de Agua, en el camino real hacia la capital Caracas, de pronto una flecha
indígena a Granmont le atraviesa el cuello, debiendo retirarse del combate porque
la herida “le inutilizaba el brazo y le puso en grave riesgo”, de donde
Granmont se embarca rumbo al archipiélago Las Aves, sitio en el que había
estado ha poco tiempo con el almirante Jean De Estrees, no sin antes llevarse
prisionero al Castellano de la plaza, De Alberró, junto con 150 cautivos, para
de ello obtener el rescate que se acostumbraba en tales hechos de mar.

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