


Atenido a este criterio científico expuesto por múltiples galenos de distinta extracción y hasta por agencias especializadas de espionaje, a pesar de ser un secreto de Estado ha podido colarse con los medios de inteligencia respectivos, a través de serios análisis durante más de medio año de observancia y paciencia en que se pudo reconstruir ese malestar fisiológico a pesar de los esguinces informativos que las altas esferas políticas en el poder tratan de amainar desinformando a su vez sobre la tempestad sobrevenida, para buscar al tiempo la supervivencia de la llamada “revolución bolivariana”, que de revolución ha tenido poco y más de charlatanería engañosa. De aquí que frente a lo por venir el primer paso a establecer mediante cierta difusión reiterativa del mundo oficial es que el referido Comandante está robusto como un toro, que puede soportar más de nueve horas interminables de mensajes subliminales y epopéyicos sin poder ir al baño como cualquier ser humano, porque los calmantes aportados en un principio permiten aguantar el desastre pero luego no, de donde los ratones como en los barcos viejos buscan la manera de sobrevivir saltando por la borda. Y como decía Don Hugo, tan parecido en ello a Don Simón, el que ya estaba cerca de Santa Marta para morir embraguetado, que infieles son los que intentan “brincar la talanquera”, como tantos hicieron y harán en los próximos tiempos, cual ocurrió con el MAS, PPT, Podemos, el ideólogo Miquelena, el empresario Carrero, Cervini, el terrible Jorge Olavarría, Pablo Medina, el Tascón de la lista, Henri Falcón, Ismael García, Hermann Escarrá y sus consejos constitucionales, el ex ministro Baduel, el general Usón y su lanzallamas, el cercano Albornoz, Urdaneta, Guaicaipuro Lameda, Chirinos, Rosendo, el comandante del Ejército Vásquez Velasco, el grupo de la plaza Altamira, Petkoff en lo que toca, María Teresa Castillo, el guerrillero Douglas Bravo, Puerta Aponte, y así infinidad que se corrieron de ese esperpento político que nació como Movimiento Revolucionario 200 o Quinta República, y ha cambiado de nombres acomodaticios para ahora aterrizar como PSUV, en compadrazgo de un tal Polo Democrático, que en definitiva como en el ring son mucho y no son nada. Así son las cosas, camarada. Por manera que para aquí concluir, esas células cancerosas que pululan en los huesos y la columna cervical, en donde ya se encuentra la ponzoña expuesta por tanto conocedor, que no provienen de los “excelentes hospitales” de La Habana, sitio en que se recluyera el ilustre barinés temiendo cualquier atentado, las están encomendando a Dios y a María Lionza, a los santeros babalaos y ahora de un tiempo para acá al Cristo de La Grita y al incapaz (por obligación) monseñor Moronta, o al templo votivo de Guanare, para que vaya tranquilo ante el Tribunal de la Historia, que habrá de juzgarlo en sus procederes de arrasar con el país, mediante la manía desatada de los cambios de maquillaje, por obra de la cartilla expuesta de personas como el argentino Norberto Ceresole o el fascista Musolini, y en el recordar de esa amalgama entreverada de juventud anárquica tira piedras y miseria vidente inculcada por bajas esferas con mentales ensaladas rusas comunistoides, que fueron progresando en el ego interior a la espera de ser comandante de tropas, para en el estallido insurreccional del golpe de estado de 1992 acabar rindiéndose en el castillete caraqueño de La Planicie, mientras los otros jefes insurrectos habían triunfado en sus cometidos. Así son las cosas, camarada.

Con la caída posterior de Pérez Jiménez el país entra por primera vez en una etapa democrática de libertades y de otro desarrollo, bajo la conducción de un maestro de la política regional que fue Rómulo Betancourt, excomunista arrepentido, acompañado por cierto compañero de la tolda adversaria, que a la postre acaba con la democracia existente, a su manera cuando conocedor del caso pendiente sobresee la causa por rebelión militar del comandante Chávez Frías y adecua una ley del Trabajo para Suecia y no a Venezuela, lo que da al traste con los miras futuristas del país, sepulta a su partido Copey y se entrega en ese enredo de ideas dislocadas seudo izquierdistas que fue el llamado “chiripero” gobernante. Ya para este tiempo si bien no se había contraído la libertad, por encima de los problemas que pudieron presentarse y que durante cuatro décadas permitió vivir en paz y exento de odios a la población civil, con los desvaríos inoportunos de un manejo abusador de la riqueza nacional que desemboca en la devaluación de la fuerte moneda existente y en un derroche de necedades que desbalanza la correcta administración pública, mientras por el agotamiento del sistema se palpa una inestabilidad social mediante el rápido enriquecimiento de unos y el veloz empobrecer de los más depauperados, en cuyo momento determinante y por la desaparición de las grandes figuras que pudieran contener el desastre en ciernes, entre pleitos de aldea y rebuscas de ocasión, con pésimos candidatos presidenciales aparece la figura inesperada que corre en la última fila de la contienda pero que rápidamente asciende mediante el simular de las ideas que entonces pregona, estando escritas para la posteridad, de donde con el carisma popular que inicialmente ostenta, bajo un programa del zarpazo al poder proyectado en La Habana sobre los lineamientos calcados al estilo de los que se usaron para apoderarse y sojuzgar a la Europa del Este, a través de un discurso disuasorio y almibarado de la doble intención, el señor Chávez se instala en el mando supremo mediante la jura de una “constitución moribunda”, como bien lo dice en tal momento, de donde por intermedio de la ensayada técnica aduladora del gato ya desde el palacio de Miraflores se empeña en que hay que cambiar a fondo la Constitución, y con el impulso equivocado de la mayoría meses después se adueña de la nueva Constitución hecha a su medida y con ella del país. Así la gente aún incrédula permanece expectante aunque dándose cuenta del camino por el que transita Venezuela, con ideas cada vez más autoritarias, eso sí penetradas a cuenta gotas y al más rancio estilo soviético, esquema “socialista” que en largas peroratas televisivas el mismo Presidente diseña ante los medios de comunicación de los que poco a poco va adueñándose o silenciando, mediante una serie de leyes que en cascada se aprueban a la conveniencia de su proyecto o mediante delegación expresa del Congreso para legislar por decretos leyes.
Una vez atrincherado el llanero en el poder traza un plan concebido para apropiarse de todo el sistema, a través de formas “democráticas” que incluyen sucesivas y variadas elecciones populares penetradas del ventajismo palpable y los procederes objetados, porque se instalan máquinas electorales “Smarmatic”, que no dejan rastro de los teledirigidos actos contables y a las que hay que atenerse, estando prohibidas por ello en otros países. En tales elecciones írritas se impide la libre representación veedora internacional, salvo que sean organismos y personas incondicionales, y así en contra de su voluntad anterior (expresaba entonces que nunca se presentaría a sufragios populares, porque lo suyo era el combate permanente) obtiene mayorías de inmediato cuestionadas, lo que va sembrando temor ante la población asistente. Por otra parte por interpuestos e incapaces comodines se va adueñando de todos los poderes y mediante la corrupción desatada el gobierno se apropia sin retroceder en el empeño, del poder judicial, que cae en sus manos directrices, del poder legislativo, que igualmente lleva este camino, del Consejo de la Judicatura, que corre igual destino para nombrar jueces sumisos, del Ejército en sus distintos medios, que depura a cabalidad y crea milicias para la competencia, mientras algunos son dados de baja y otros se les detiene por años en Ramo Verde, donde todos los cargos de la administración pública están bajo su mando, como el Fiscal, el Contralor, el Procurador, El Banco Central, El Defensor del Pueblo, infinidad de ministerios y otros despachos creados para el cambio previsto, con la pantalla visionaria e irreal en que se vive.



El país está en ruinas, donde a nadie se paga lo incautado, las carreteras, complejos de Guayana, edificios, ciudades, los campos, nada se produce y todo se importa bajo restricción, desde la leche, el aceite, el arroz, café, frijoles, medicinas y el azúcar, reina la impunidad mientras existen cientos de “misiones” populistas de carácter político como otra engañifa más, igual al de la educación deficitaria, y de la salud no digamos, que es un desastre. Me duele señalar todo esto porque es mi país, pero buena parte de ello se conoce al dedillo en el extranjero, ya que nada hay oculto bajo el sol. Eso es precisamente lo que heredará el postchavismo de capa caída, sin líderes de peso y combatientes entre sí, con la siembra del odio como escudo y el pago por generaciones de una deuda de larga data, porque para reconstruir lo destruido será necesario trabajar sin descanso en esta tierra bolivariana donde andan sueltos el hampa y el terror, tierra sin leyes protectoras y menos progresistas, sin policías pero con muchos ladrones de toda especie, sin esperanza para los miles de emigrantes y al que describe tan bien en el espectro de su fondo el diario londinense The Economist. Le deseo salud al presidente Chávez, en medio de la paz espiritual, y ojalá que rectifique, pues errar es de sabios, como afirmaba Simón Rodríguez. Vivir para contarla. Así son las cosas, camarada.