miércoles, 11 de mayo de 2011

EL NUEVO IMPERIO RUSO

Los rusos desde tiempos del corajudo Pedro el Grande han dado mucho de qué hablar, por la situación estratégica que tienen en el medio geográfico ocupado entre Asia y Europa, como por su ansia de conquista y de celebridad. País duro, plural en materia de naciones y pueblos dispares, se habla de él algo así como de un  mundo de leyendas cuando nos  referimos al finisterre ignoto de Siberia, de allá, en Vladivostock, de un  tren que dura ocho días en recorrer la distancia entre Moscú y esa lontananza situada a miles de kilómetros en el Pacífico grande, por el norte del Japón, de  todo lo agreste rodeado de hielo sempiterno hacia el Mursmank ártico y lo submarino atómico que allí reside, de la Karelia finlandesa, otrora tierra de renos y de pleitos prohibidos, de los impasses permanentes con Polonia, por definir una frontera caliente, del mundo eslavo que no es ruso sino casi, como el caso del camarada Tito y la hechura de un país, la inmensa cuenca petrolera extensible del Cáucaso, tan deseada por los nazistas de la Segunda Guerra Mundial, los esturiones viajeros del mar Caspio atrapados en jugoso caviar, las sorprendentes plataformas interplanetarias de Cazasján, de la perrita Laika y Gagarin, la belleza nívea norteña de la cordillera Himalaya, con tantos sustos de poder que emanan de una y otra parte, repartidos entre pueblos islámicos, tártaros, mongoles y chinos, y ese limpio corazón que invade de aguas históricas y canta como el Danubio centroeuropeo las canciones del Volga o el Don, para acercarnos,  por fin, a las dos ciudades que juegan al poker de la fortuna en aquel enorme país de los contrastes y las estepas donde correteara Miguel Strogoff, o sea de la por demás culta y espléndida San Petersburgo, que la riega el fabuloso río Neva, y Moscú y su ensalzado río Moscova, que baña los pies del propio Kremlin, fortaleza militar y cabeza de Estado, que ha hecho temblar por siempre a la Santa Rusia, como también se le llama. No es que hayamos olvidado a Vladimir, un Vaticano de atalayas eclesiales que nuevamente representa otra cabeza pensante del imperio hacia el noreste de Moscú, donde se alojan con fe y grandeza temporal las tropas cristianas ortodoxas,  las que hicieron cambiar la cruz redentora para poner  debajo de ella la luna rendida del Islam, por ahora, en un permanente encuentro que no tiene fin.
         En este exordio necesario y largo para buenos entendedores con dos Urales diferentes y aquel mundo colonial atrapado, lleno de lenguas, trovas y costumbres y sujeto en una suerte de modus vivendi paternal, pero con la espada caminante del terror, como el caso vigente de Chechenia, es que surge de nuevo la Rusia de nuestros días, con el mismo hábito avasallador de siempre y luego de la retirada estratégica que realiza con la destrucción sin dolientes de la Unión Soviética, un esperpento político que con una mafia de aventureros y desorientados en el camuflaje de un típico traje estilo militar, manejó sin rubor los hilos del poder durante 75 años del siglo XX. Allá se tejieron los más negros episodios de la crueldad y el despotismo, que todos de una u otra forma conocemos.
         Pues bien, al final de aquel desastre o del caos sin pies ni cabeza establecido, amaneció para sorpresa un Boris Yelsin, quien en medio de la francachela acostumbrada de la vodka se dio a la tarea de con otros personeros que siempre aparecen en una revolución silenciosa, a enderezar casi lo imposible, como fue acabar con el poder de aquella Duma (Congreso) y de la casta privilegiada que todo lo manejaba enriqueciéndose. Fue una obra de titanes enderezar dicho despelote plagado de disparates con máscara de ciencia fición, donde nadie sabía para dónde coger, pero como detrás de todo ello no había desaparecido una generación de tecnólogos alejada de la política y de la politiquería, trabajaron de día y de noche para empezar con la reforma del país y de sus leyes absurdas, a establecer lo que es innato con la sociedad, o sea el concepto de la propiedad y la familia, a inculcar aunque con dificultad la necesidad del trabajo y que todas esas monsergas existentes debían desaparecer por obsoletas e impracticables. Se piensa entonces en el manejo de partidos políticos como factores de un sociedad compleja y no rudimentaria, de la distribución de la riqueza que se hace a partir de cero, pues todo era del Estado, aunque ello dio ocasión al enriquecimiento ilícito de muchos y la aparición de mafias y carteles con inmensos capitales en rublos, que ahora son perseguidos por la ley, y a establecer un  nuevo Estado con las complejidades e igualdades tan difíciles de llevar a cabo en aquel país siempre asediado por problemas ancestrales de carácter interno o internacional,
         Con la sumatoria de todo cuanto obligatoriamente aporta Alemania para en la integridad recuperar la Alemania del Este (400.000 viviendas a fabricar en Rusia, cientos de miles de millones de dólares entregados, y todo el desmantelamiento de su aparato industrial, que luego es establecido atrás de los Urales, las reparaciones de guerra de países sometidos, y el absurdo Comecon obligatorio, que extorsionaba a sus vecinos satélites del área comunista, porque los rusos son muy comerciantes y no olvidan nunca el botín, la nueva Rusia bajo el comando de un experto de la extinta KGB (policía política), el señor Vladimir Putin, con mano fuerte pero dentro de un juego de negocios vigilados se ha dado a la tarea de cambiar la faz del Nuevo Imperio Ruso, esta vez a base de competencia aunque privilegiada y mediante contratos por demás ventajosos. De esta manera la Rusia del siglo XXI se abre a los negocios en todos los continentes y ahora ocupa un  lugar dentro de las grandes potencias con industrias tales como la aeroespacial, que incluye jugosos contratos con los estadounidenses, la petrolera y del gas, con la que inundan  Europa a través de tuberías de larga distancia y jugosos beneficios, la atómica, la aérea con toda suerte de aeronaves de guerra grandes, medianas y pequeñas, con material de tierra y de tecnología avanzada, y otra panoplia industrial que logra desarrollar con la intención de  adecuarse a los requerimientos internacionales.
         En cuanto a las relaciones presentes de Venezuela con el imperio Ruso debemos decir que se manejan casi  en una sola dirección, porque a pesar de la riqueza que yace subyacente en el país suramericano como una política trazada de estado “socialista”, que es como se la llama, en muchas áreas que pudieran ser desarrolladas con tecnología y mano de obra propias, no se toman en cuenta prefiriendo en el caso y dentro del plan trazado, llamar a países amigos como Rusia, para que exploten la riqueza petrolera y entreguen dividendos, porcentajes y regalías en compensación, y para luego pagar al país europeo una deuda que se agiganta en materia militar y a través de créditos acordados, con compras de aviones, helicópteros, de tanques de guerra, carros de combate, de armamentos diversos, misiles, los consabidos fusiles kalashnikov, los de mira nocturna y telescópica, granadas, bombas y otros numerosos artefactos de guerra que acaso forman parte del secreto militar y que por seguridad o  contraprestación fueron descontinuados para su venta a Venezuela por parte de Estados Unidos y otras potencias emergentes, mediante el embargo, como de repuestos incluso que en estas materias determinadas se mantiene. Todo ese aparataje guerrero adquirido desde luego no es de última generación y menos de punta, que en ello solamente llevan la delantera los Estados Unidos, pero aquí están presentes, y llegarán más, para el acoso del aparato fiscal o erario del Estado, con una deuda por generaciones que será difícil de pagar  en un país rico como es Venezuela, y para sostener una guerra de mentiras y fábulas, o de soldaditos de plomo, pues con la tecnología y los robots actuales no es necesario tener tanto cachivache obsoleto, porque las guerras en los tiempos actuales y hasta las “operaciones quirúrgicas” hasta se pueden resolver en una hora. Como me lo contaron así lo cuento.                               

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