AMIGOS INVISIBLES. Dentro de esta fluida conversación que mantengo con
placer en el blog desde el año 2.O11, y que ha despertado tanto interés como
para ya acercarse al medio millón de visitantes, dentro del tejemaneje de la historia
vivida y acaso olvidada bueno es recordar que no todo viene a ser como Alicia en el país
de las maravillas sino que, al contrario, los fuertes vaivenes sociales con que
hoy nos mecemos en un mareo constante, hace que nuestra carrera permanente dentro de una parábola competitiva entre pitos y flautas sea factible para
discurrir sin mayores acechos aunque con mucha prevención; pero como el tiempo de nuestros días se ha tornado
turbio y peor con la distancia de los
años, la respuesta a este nuevo sinsabor viene a traducirse con el “ojo pelao”
empleado en la jerga venezolana, por el desamparo y la trifulca permanente de
nuestro existir pendenciero, y porque, “si no lo coge el chingo lo atrapa el
sin nariz”, con que seguimos utilizando nuestro vocabulario popular. Así, por
estas veredas quijotescas e insondables que marchan al futuro nuestro país anda
ausente de astrolabio eficaz porque
parece incierto siendo verdad, que cruzado el rubicón molesto de lo ya cotidiano como muleta pertinaz no nos
queda sino la reflexión permanente de los tantos dislates en que andamos
sumergidos, y para lograr sobrevivir en ese tráfago de incertidumbres es
necesario poner la conciencia de colchón, la inteligencia de sabia maestra de
luz cuanto sagaz por las que debemos transitar, y saber escoger como en difícil
lotería del camino a seguir, evitando así el despeño de nuestro propio ser y de cuantos le acompañan, porque ya andamos en
niveles exhaustos donde cualquier tropiezo puede ser fatal tanto para cualquiera
de nosotros como para el colectivo nacional.
Y lo digo con la razón más amplia por aquella experiencia consensuada
que me ha valido andar entre medio mundo y en parte del otro, de donde la
almohada y el tiempo de la reflexión permitieron sacar cuentas si no del todo
exactas bastante aproximadas sobre lo que se puso en nuestro camino oxigenado,
la sana existencia de que pudimos aprovechar
y luego, ahora, con la desgracia y el maligno a cuestas, la época de las vacas
flacas que andamos transitando, porque lo bueno, lo óptimo, lo mejor además se
ha escapado de nuestras visiones y ahora nos encontramos ante una selva oscura
llena de peligros, crueldades y sandeces, sin encontrar la llave que nos pueda
abrir una puerta segura hacia el futuro. Aquí reside el quid de nuestro lamento
sincero, porque son pocos los escogidos que puedan realizar esta tremenda hazaña,
llena de esguinces, traiciones, arrebatos y otros daños propincuos que podemos
pensar. Porque si a ver lo expuesto y ya que ahora estamos entrando en materia,
nuestra país y durante mucho tiempo se ha visto rodeado de monstruos de diversa
calaña que no dejan dormir por lo esperpénticos, y como para la muestra valga
el botón les recomiendo ojear mi libro
“Historia oculta de Venezuela” (Fundur editores. Caracas, 2.OO7), donde además refiero en 1.600 notas oportunas con
sencillez y profundidad entendible los avatares malditos que hemos soportado
desde el descubrimiento de nuestras costas aledañas, pasando por los siglos de
ignominia colonial y ello transformándose en una guerra sin cuartel que junto
con la malaria y otras pestes horribles acabaron con la mitad de nuestra
población y que luego como guinda de nuestro postre acíbar pervivió durante más
de un siglo destrozando los restos de aquel pasado negro, hasta cuando por obra
de la misericordia y de algunos embraguetados y testiculares caudillos, como Cipriano Castro
y Juan Vicente Gómez, a punta de cárceles y otros deleitosos manjares del suplicio pudieron tranquilizar el medio en
cierta forma aunque nada definitiva, como ahora se ve en Venezuela, las
aspiraciones, tendencias ilegales, latrocinios, y cuantos novedosos sistemas sirven a fin de depauperar el resto quedante, que se
ha podido nuevamente reunir para deleite sicópata de tantos, en medio del bochorno que causan. Por manera que hay tiempo para mirar la situación con pausa ya que en verdad los
quinientos años de subsistencia nacional nunca se han colmado de una verdadera
paz, entre truenos y relámpagos permanentes, que como repito no nos dejan tranquilos en medio del sobresalto que marca un lento transitar. Si bien los siglos que vivimos atados con
España mezcláronse entre recuerdos que aún gravitan en el espejo de nuestras
almas carcomidas por el espíritu de una tradición desgarrada, son hechos y
circunstancias que nos acercan a la tempestad en que vivimos, pues no por menos
somos producto de la violencia desatada en un siglo XIX cargado de destrucción
masiva que determina el índice de tantas desgracias nacionales, por cuyo
engendro terrorista para un pueblo en trance de ser nación se detuvo al tanto
de aquella primera derrota social, porque salíamos de una guerra para ingresar
en otra garizapa, y así entre tanta sangre derramada por bárbaros que no medían
consecuencias ante el campo que habían destruido como ejemplo triste de un
pasado grotesco, fuimos continuando en la caravana de la muerte, por miles o
más con que se tiñó nuestra patria a lo largo de tantos caudillos siniestros que
servían de comediantes para las novelas de terror y donde nada se perdiera en
medio de aquel desmadre incontinente.
Siguió pasando el tiempo y la guadaña haciendo estragos
incontenibles en una sociedad hecha
pedazos, provista de “compadres” guarecida, ausente de saber, de entendimiento o
de razón, donde se cocinaban los más espectaculares episodios picantes de una
guerra social y sin cuartel, manejado todo ello por la ley del machete y de la sin razón,
tiempo en el que se establecen los llamados andinos en el ejercicio del poder,
que vino a ser otra plaga egipciaca para vivir entre la rapiña, el deshonor y
la traición, nada aparente desde luego pero si aplicada a sabiendas con la
calma y cordura de que hiciera alusión uno de los fundadores de aquella época
sin cuartel con que murieron miles de personas entre el hambre, la miseria, el
desamparo, las enfermedades cíclicas y toda otra colección asombrosa de
gamberros asesinos y desalmados. Con la
ausencia del “nunca bien llorado
y prematuramente desaparecido” (general Juan Vicente Gómez), amo y señor de un
país en desgracia caudillista, lleno de
otra miseria por doquier, pero que ya tenía balbuceos petroleros, advienen tantos
adláteres siniestros como malaria, disentería, hambre, sarna, tuberculosis, chagas, lepra, chincunguya,
zika, parásitos, virosis y otras no menos
mortales o idiotizantes, para decirlo
con pelos y señales, mientras el problema social no solo abarca regiones
escondidas sino que lentamente comienza a ascender en los estratos populares
con las consecuencias que ello implica por la aglomeración y la necesidad, de
donde se va planteando otro ser marginal que aspira iguales condiciones y hasta quizás más altas para alcanzar estratos
superiores porque allí se involucran satisfacciones aún no superadas y
fenómenos sociales específicos
provocados por una reacción acaso inesperada de esos sustratos de violencia, por cuyas mentes
pasan anhelos impulsados mediante rencores ocultos y deseos explosivos de
superación a cualquier precio, lo que trajo a nuestra sociedad adormecida por
la incultura de antaño un principio de
violencia sui géneris difícil de
erradicar que se tradujo en permanente desestabilización y muertes sin sentido
dentro de un gran espectro presentado, lo que dio ocasión y desde antaño a situaciones de peligro
difíciles de contener, obligándose así al gobierno de turno en la necesidad de
actuar de manera drástica, lo que en el curso de la segunda parte del siglo XX hizo crisis con la
respuesta oficial de miles de encausados en forma criminal, sobre todo con la
aparición de bandas permanentes que mantenían en vilo la paz y tranquilidad de
los campos y las ciudades por esas
pandillas salvajes sin clemencia. Y
valga recordar en este momento el sufrimiento y la sangre que corriera a montón
por estas causas entonces como indetenibles que de antaño cubrían miles de
informaciones fatales sobre lo ocurrido
en tantos países americanos envueltos en rencillas y peleas permanentes que a
veces se volvieron historias horripilantes, como pudo ocurrir, por ejemplo, en
Méjico, El Salvador, Guatemala, Nicaragua, Brasil, Argentina, Perú, Chile y otros conglomerados humanos que dieron
quehacer en las noticias y tristeza por
la pérdida de tantos inocentes como de vidas humanas. Algunos países avanzados comenzaron
entonces a tomar medidas necesarias para
la prevención de estos destrozos sociales , aunque otros se vieron más
complicados por las implicaciones políticas derivadas de tales medidas punitivas que pudieron ocasionar conflictos
en el medio social allí extendido, de modo que debían ser moderados en su
aplicación para evitar otras reacciones populares, aunque de una manera vaga y solapada impusieron
alguna justicia de la tierra, a veces exacerbada, que trajo desde luego nuevos conflictos
rencorosos o encontronazos sociales y otros
enfrentamientos sostenidos por estas causas a veces desorbitadas.
En nuestro país y como ya es vox pópuli la tranquilidad social impuesta
y vivida en tiempos dictatoriales del presidente Gómez (“Unión en las cárceles,
trabajo en las carreteras, y paz en los
cementerios”) al estilo de la época,
después de su muerte cambió con el aparecimiento e impulso del neocomunismo que
algunos líderes agitados y ya presentes en el espectro social como Rómulo
Betancourt, dieron en ese intento algo
frustrado para adueñarse del poder, lo que abrió otro compás de espera en el escenario de la política nacional que iba a emerger con cierta virulencia desde la triste prisión del Presidente Medina
Angarita, hasta los revolcones políticos
que se vivieran con el advenimiento de guerrillas urbanas y suburbanas o
rurales en varios frentes de guerra
“popular”, sostenidos en parte por la
riqueza del país y la rapacidad programada de antemano en la mente gobiernista
del cubano Fidel Castro, lo que hizo enfrentar a la sociedad y la inexperta juventud venezolana en situaciones de combate que terminaron con
muertos, desaparecidos y otras figuras
determinadas en esta clase de guerra circunstancial sostenida por imberbes universitarios lavados
de cerebro, los que como carne de cañón sufrieron las peores consecuencias y
los carcelazos más duros. Desde ese entonces , algunas siete décadas atrás,
el panorama soñador de Venezuela
comienza a variar de manera determinante ya que por un lado el ideario nacional
fue cambiando al impulso de los acontecimientos explosivos que dieron al trasto
con la tranquilidad vivida, porque unos actores se fueron al campo con fines
guerrilleros y otros quedaron en la ciudad con las mismas intenciones y hasta peores, donde muchos fueron masacrados
con las consecuencias que ustedes pueden pensar. Allí comenzó a desarrollarse cierta
variedad de desgracias, tanto en lo económico y social, cuanto por el insaciable
deseo de apoderarse del mando mediante esas fuerzas que nunca pudieron
arrebatar el poder hasta la aparición inevitable del ya por demás conocido
comandante Hugo Chávez, ser intergaláctico y supremo que mantuvo como por tres
décadas en zozobra permanente esa paz social que será necesario estudiar a profundidad.
Para el momento de su despertar convulsionante nuestro país comenzó a
ser otro con las ideas propias del señor Chávez, quien entre locuras
extravagantes e ingeniosas se creyó superdotado hasta el último momento de su
vida y al que le rodeaban una corte de
especuladores de ocasión, encendiéndole al llanero sicópata la testuz con muchos cuentos de camino. Y porque Chávez con
sus lecturas enrevesadas desde las
izquierdas más viejas embrutecidas por el tiempo hasta otros vividores que explotaban
esos sentires gananciosos (Galeano, Gramsci, Dieterich, Fidel, le confundieron
más la cabeza sobre todo con situaciones de países vecinos, que vivieran serios
momentos de su vida institucional en medio de una guerra sin cuartel, como el
caso de Colombia y sobre todo a raíz del asesinato del líder apreciado Jorge Eliécer Gaitán, de quien he
escrito un trabajo atinente en este blog.
A partir del asesinato de Gaitán se desata en Colombia una suerte de
guerra caliente que abarcó por años las
ciudades y los campos, con arrases y desolación completos, con
cientos de miles de muertos y desaparecidos, con grupos de extrema izquierda en
acción, que azotaros ese hermano país durante muchos años y por sus cuatro costados, cuyos efectos fueron
tan graves que llegaron a penetrar en Venezuela con el ya formado manejo del narcotráfico y el apoyo de fuerzas
militares ligadas al imperio de los
estupefacientes, que establecido en nuestro país con bandas organizadas al
efecto han hecho supermillonarios a muchos agalludos caídos en este delito algunos de los cuales ya
cumplen condenas severas y largas en penales adhoc de los Estados Unidos, y otros
están en detención por esta misma causa,
que es de larga punición. Mediante gente presencial de mi entorno hace
un tiempo pude saber como la sangre corriera sin detenerse en la vecina
Colombia, pues según asenté desde la muerte de Gaitán en el hermano país se
desató una guerra sin cuartel que detuvo por años el desarrollo nacional, lleno entonces
de guerrillas por doquier, de frentes militares hasta en las selvas y
corregimientos alejados, de extorsión y vacuna, de bombas o pipas metálicas expansivas con clavos y tachuelas
insertas sobre ciudades indefensas, de muertes por doquier, de jefes
guerrilleros que atravesaban con impunidad
buena parte del país, introduciéndose
incluso en Venezuela, de auto nombrados capos zonales pertenecientes a grupos gaitanistas alzados, que merodeaban
campos y ciudades con la consigna de matar, e incluso de arrasar incendiando pueblos
enteros, de preferencia en horas nocturnas (grupos conservadores y liberales ),
donde se degollaron sin causa a
presuntas familias de ambas ideologías,
algunos de cuyos integrantes para salvar la vida que no el miedo corrían
desesperados a refugiarse entre los
cafetales y siembras de café, como también sus hijos menores, mientras no fueran
allí encontrados con pasión sanguinaria de exterminio, para quitarles la vida y
mientras también se esperaba la carreta
mortal que cargaría montones de cadáveres en este horroroso y permanente episodio
dantesco como salido de los campos nazis de exterminio. Pues
bien, eso pasó y a veces aún ocurre en la hermana Colombia, donde las piernas
son destrozadas por minas que llaman “quiebra patas” y donde grupos siniestros
como los de Jabón, Orejuela, Carlos Castaño, Tiro fijo (Marulanda), el
secretario financiero de las Farc Simón Trinidad, Raúl Reyes,
(yerno de Marulanda), el satánico
Mono Jojoy, el grupo multimillonario del extinto Pablo Escobar, la caleña familia de Rodríguez Gacha, el loco
Barrera, las “Águilas negras”, el aún reciente clan Úsuga, Rasguño, los
carteles de Medellín y El Valle, Los
Paisas, los frentes del llano adentro
como los de Arauca, Caguán, Guaviare y Amazonas, el del Catatumbo, y las guerrillas agazapadas
como las del ELN, antigua EPL, FARC,
M19, los grupos del Tolima y Nariño con los recuerdos atroces del “corte de franela”,
y así sin dar tregua en esta contienda sin cuartel que ocupa más de medio siglo,
aunque las atrocidades guerreras se
extienden hacia atrás hasta los mismos
tiempos de la también salvaje llamada “Guerra de los mil días” (1899-1902). Sobre
estos antecedentes y consecuentes ya vividos es ahora que nos motiva el
quehacer de este comentario, porque a
sabiendas de lo acontecido en Colombia y con tan tristes resultados como ante
la posible violencia que en tiempo próximo puede desatarse, ya sea porque los
acuerdos de La Habana no lleguen a buen fin, como quedar a medias, es necesario ir preparando nuestro entorno
ante la posibilidad de que aquel campo en alguna forma y por cualquier pretexto
con otro entorno y visiones distintas el resultado de una maldad confabulada
pueda insertarse en el diario y fluctuante quehacer de nuestras vidas que
permita desarrollar nuevos escenarios de
contradicción tantos como para más indisponer
la situación en que vivimos, sea
dicho los permanentes conflictos nacionales que horrorizan con los cientos de muertos semanales, el ataque
a la juventud, el desmadre de la vida cotidiana, el saldo de las cuentas entre pandillas, el hambre desmedida que
existe, el sacrificio de los inocentes, asaltos, violaciones, asesinatos,
ajustes de cuentas, robos por doquier, y
tantos hechos delictivos de marca mayor que colman las morgues y pueden existir
en el país, bajo la clara aceptación de los pranes y capitostes que manejan estos delitos monstruosos.
Es por eso el motivo de esta crónica digna de tener presente porque
estamos al pie de entrar en esa onda
expansiva de destrucción , y que conste que lo he dicho muy claro para
no llorar después cuando ya no haya remedio. Porque si no se toman medidas de
inmediato, y dado que yo pienso de nunca de ser exagerado, mientras pueda ser
realista, como el caso presente de un estallido social alimentado con armas
rusas y la desesperación. En eso pues es
que quiero rematar con este estudio álgido del panorama presente antes de que
se desbanden los demonios infernales y
porque en tales diatribas andamos a las propias puertas de lo inconcebible, si
no se llega a un entendimiento de las partes, bañándonos de sangre a veces
inocente como lo vemos con horror en los hoy destruidos y antes importantes Siria,
Palestina e Iraq, tierras que visitáramos anteriormente que además llevamos prendidas en nuestro
corazón. Y porque los ejemplos son muy
necesarios para este momento voy a referirme como centro del planteamiento
expuesto y fundamental a un personaje político del país vecino, o sea el doctor
Guillermo León Valencia, de origen conservador, quien encontrándose ya como
Presidente de Colombia (1962-1966) y
ante el recibimiento que se le hiciera o
sea con la ola de violencia desatada que no tenía fin, a objeto de interrumpir
este doloroso baño de sangre de
incalculables resultados decretó en el
país el toque de queda (imposibilidad de salir de sus casas, de 6 pm a 6am
siguiente) y luego con ello la ley seca (cero venta de licores en horas
reservadas), el estado de sitio (patrullaje militar permanente) y otros
elementos de buen gobierno para no hundir aquel país en una espiral
inmisericorde de muertes y flagelos. Con el buen comportamiento de estas
disposiciones de mejor gobierno y ante ese cáncer que carcomía la tranquilidad
colombiana, frente a otros factores externos que se dio a combatir el doctor
León Valencia pudo llevar a buen
término su gestión presidencial, y cuando entregó el mando luego de finalizado
el período constitucional dicho país se salvó de esos desmanes fratricidas y
por ello los colombianos le recuerdan con gratitud.
Voy apenas a señalar que el
toque de queda y las otras medidas profundas tomadas por León Valencia tuvieron
un buen desenlace en beneficio de Colombia, porque si bien fueron rigurosas, algunas
de carácter militar, contribuyeron a que le población poco a poco entendiera sus alcances pacífistas y
fueran comprendiendo la necesidad imperiosa de tales disposiciones
presidenciales, cuyos resultados desde luego en aquel tiempo permitieron el comienzo
de una pacificación a extenderse en el territorio nacional, para evitar más
muertes y desastres, como lo que tristemente está viviendo Venezuela y por cuyo
motivo considero de urgencia que esas medidas de emergencia adecuadas al sitio se
deben tomar sin mayor cavilación ante la ola de delitos desatados en todo el
país que colman nuestras cárceles y nuestros cementerios. Citaré brevemente
porque de otra forma sería esto materia de una larga exposición, las principales y firmes medidas tomadas por
aquel recordado presidente colombiano que hicieron efecto de manera rápida y
compulsiva para la pacificación a que me he referido.
TOQUE DE QUEDA. Donde se dispone y hace referencia a la
seguridad ciudadana en el sentido de que
a partir de las seis de la tarde y hasta las seis de la mañana siguiente nadie
podía salir de sus hogares (so pena de males mayores) para evitar las matanzas y ataques nocturnos, con que se
podía perder la vida. De esta manera el
país se fue pacificando, las familias provistas de alimentos y otros enseres
necesarios en sus hogares esperaban con
tranquilidad necesaria la mañana, amparadas por el patrullaje militar destacado,
para desplazarse hacia sus actividades normales.
ESTADO DE SITIO. Como complemento a estas movilizaciones
necesarias se estableció el estado de sitio en todo el país, declarado entonces
por el Ejecutivo como mandato de excepción, que ya se había utilizado en el país en tiempos de revueltas
ciudadanas, siendo casi un estado de
preguerra dadas las circunstancias urgidas de su aplicación, con facultades
amplias y especiales a favor de las fuerzas armadas (represión, etc.), quedando
por tanto suspendidas las garantías
políticas ciudadanas. Sin embargo y ante los excesos cometidos en la aplicación de esta Ley y ya
tranquilizado en parte el país, el gobierno reemplazó el estado de sitio por un más
benigno “Estado de excepción” .
LEY SECA. A objeto de favorecer más el cumplimiento de estas
disposiciones legales después de las seis de la tarde y hasta las seis de la
mañana siguiente se prohibió la venta absoluta de licores en el territorio del
país, bajo el resguardo ello de las
fuerzas militares, de donde los expendios de bebidas alcohólicas fueron
cerrados en esos tiempos para el dicho resguardo de la tranquilidad colectiva y evitando así los desmanes que pudieran
ocurrir con el paso de las horas nocturnas.
Otras medidas debió tomar el gobierno de León Valencia pues en pocos
días se comenzó a sentir el cambio necesario y en bien de la paz colombiana,
tan destruida a raíz del asesinato vil del líder Jorge Eliécer Gaitán, que he
querido aquí reseñar como de suma importancia y que como venezolano demando de
urgencia al conocer tantas desgracias
nacionales e igualmente de otros sitios del mundo, por lo que exijo desde este
blog a las altas autoridades competentes
y para evitar males mayores, de los cuales caso contrario serían los
responsables en un futuro judicial, que apliquen
medidas pacifistas y hasta de salvación
nacional, como las que instaurara el recordado León Valencia, que vienen a ser
como un ejemplo fundamental a tomar en cuenta en nuestra hora menguada, para la
tranquilidad de de tantos ciudadanos y la paz herida de esta ardiente república.
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