Amigos invisibles. Dentro de la mente
borrascosa por inesperada que Simón Bolívar utiliza en diversas ocasiones, hoy
vengo a referirme a una situación salida de contexto pero que en la cabeza del
Padre de la Patria llámese Colombia o Venezuela, tenía asideros de actualidad e
importancia, porque según los planes a ejecutar y dentro de una guerra in crescendo llevada a cabo en América para destruir el ya
débil poderío español era necesario cortar los suministros que ese imperio
decadente podía aún incorporar al campo de acción militar, y más cuando desde el
ingreso básico del llanero general José Antonio Páez al campo de batalla,
sostenido principalmente desde las sabanas apureñas, la débil resistencia
patriota que se hacía frente a los ejércitos entrenados de general Pablo Morillo,
acreedor por sus méritos a ser Conde de Cartagena y Marqués de la Puerta, según
disposición Real, comenzó a tener otro cariz de resistencia ante el ímpetu de
las tropas borbónicas, por obra desde luego de Páez el triunfador en campos de
batalla, que desembocaría en un encuentro fraterno de ambos líderes dentro del
apureño Hato Cañafístola, de donde a partir de dichas conversaciones afectuosas
el reloj de la contienda a favor se torna hacia el lado insurgente o patriota,
según se entienda, y dentro del esquema combativo a desarrollar por la mente de
Bolívar comienza a cimentarse un plan de acción desorbitado de los cánones
regulares, puesto que el Libertador ya piensa no solo en Colombia, que es su
destino próximo, sino en ir cortando los puntos de comunicación efectivos de España
con América, y por ello piensa también en Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo,
que en todo caso eran puertos de alimentación de esa larga y costosa guerra
sobre todo en lo que como término genérico se llamó Tierra Firme.
Pues bien, si La Habana, Santo Domingo y San Juan servían
de enlace entre la Península y los sitios de combate, esta vez en la
encrucijada del Orinoco arriba y los llanos occidentales, sin embargo en la
retaguardia abastecedora existían otros lugares convergentes con el fin libertario
deseado, y en especial la provincia de La Florida, territorio español continental ubicado al norte de la isla de
Cuba, y que entonces servía como centro de acopio a fin de avituallar la guerra
y más cuando el norte de dicha región lindaba con los Estados Unidos, de donde
por esta causa y para evitar conflictos el Reino borbón de España mantenía allí
un entente pacífico en cuanto a esa relación fronteriza, a pesar de que los
Estados Unidos deseaban adquirir por cualquier medio dicha provincia a objeto
de ir agrandando su capacidad terráquea, como lo hiciera hacia el Oeste
norteamericano y rumbo al dinámico Mar Caribe, que siempre ha sido tema de
importancia para los intereses de Washington. Es en ese momento de las disputas y
alineaciones cuando Bolívar con su igual interés hacia el Caribe y ante el
peligro del ímpetu guerrero español decide guardarse las espaldas y tomar
cartas en el asunto, y para poner una pica en Flandes ante el espíritu libertario de sus hazañas se
acuerda de cierta isla que contiene algunos 60 quilómetros cuadrados, llamada
Amelia y con su capital Fernandina, situada estratégicamente al norte de la península
de Florida, colindante entonces con los Estados Unidos, que era una suerte de
reabastecimiento para la guerra en curso y por lo cual ya Bolívar luego ordenara
la confiscación de dos naves americanas que venían desde el norte trayendo a
Venezuela material para el conflicto a favor del enemigo, de donde con rapidez
el gobierno norteño decide abrir un consulado o delegación americana en
Angostura, hoy Ciudad Bolívar, a cuyo cargo como Agente estará el señor John B.
Irvine.
Pero dado que las intenciones del huracán bolivariano
iban más allá, que luego se concretaran en querer apoderarse de Cuba y Puerto Rico,
o como lo hizo de Colombia y el Perú, en el caso específico y en conocimiento
de que algunos venezolanos pensaban tomar esa porción española descuidada por
cierto de la parte hispana a fin de evitar fricciones con los Estados Unidos y
como paso inicial de independizar a la Florida del decadente poder español. Para este entonces de la historia narrada varios
venezolanos o extranjeros unidos a los ideales patriotas republicanos andaban
dispersos en el teatro de hazañas centroamericano y estadounidense, entre los
cuales conviene destacar al general Gregorio Mac Gregor, quien mientras Bolívar
se empeña en crear una suerte de Tercera República, éste en unión de otros
venezolanos conocidos que planean una aventura con el visto bueno del inmediato
general Juan Bautista Arismendi desde fines de 1816, por lo que a principios de marzo de 1817 y el
visto bueno de Bolívar la expedición libertaria zarpa de Nueva York que con un
grupo de patricios deciden invadir la isla Amelia, al norte de Florida y hoy en
territorio de los Estados Unidos, a objeto de disponer de esa base de
operaciones en la propia boca del gigante anglosajón, con la vertiente
americana e inglesa. De esta suerte el 30 de marzo de 1817 el caraqueño y
marino general Lino de Clemente, tan ligado al Libertador y enviado por el
mismo ante el gobierno americano con carácter diplomático, el valioso geógrafo
Agustín Codazzi y el experto diplomático doctor Pedro Gual, caraqueño y
contemporáneo también con Bolívar, bajo las directrices del constitucionalista
Juan Germán Roscio, y junto a Martín Thompson, que es Agente del Gobierno de
Buenos Aires, y el mexicano F. Zárate, de acuerdo con instrucciones recibidas,
como es de suponer, comisionan al escocés general Mac Gregor para que ocupe un
puerto en la costa oriental de Florida ( y no en la occidental) “que tuviese
valor estratégico para a partir de allí controlar el paso de las naves desde el
norte hasta el sur de América y viceversa. Con esa orden tan clara e instrucciones recibidas este general al
servicio de Venezuela se hace acompañar de 150 patriotas escogidos y finalmente
el 29 de junio de 1817, día de los batalladores apóstoles Pedro y Pablo, al frente de esta tropa disímil
desembarca en la costa atlántica de la península floridana, proclamando al
tiempo y con documento firmado la instauración de la República de Florida, “y
declarando a Fernandina su puerto principal, como la capital del nuevo Estado”.
A objeto de legalizar este
importante hecho histórico del hoy condado de Nassau y ante los numerosos
presentes Mac Gregor y los demás acompañantes de ese Directorio, para
identificar el nuevo Estado que naciera dicho día, con posibles cañonazos en su
honor, mediante disposición expresa y de acuerdo a normas militares se ordena
izar el pabellón creado por Francisco de Miranda en 1806 (“tricolor amarillo,
azul y rosado”, como decía la fuente consultada) y que hoy ostentan como
bandera oficial los países Venezuela, Colombia y Ecuador (también esa bandera sirvió
a la República Dominicana en determinado momento de su independencia), mientras
que con las seguridades del caso se constituye y juramentan las máximas
autoridades civiles y militares del nuevo país republicano, haciendo constar
que la mayoría de sus habitantes eran estadounidenses, además de los residentes
españoles.
Por esta causa de inmediato Fernandina se convirtió en
puerto de aprovisionamiento de buques venezolanos, como de almacén de productos
adquiridos en los viajes hacia el norte o prevenientes del norte con este fin
principal, al tiempo creándose un baremo de derechos de uso en la importación o
exportación del puerto, e instalándose allí una base naval para la presa de
embarcaciones de cualquier bandera que tratasen de abastecer a los realistas
españoles, “burlando el bloqueo decretado por el Libertador”. Como era de suponer el gobierno español y
ante el desasosiego de agriar las relaciones con el vecino fronterizo americano
y a sabiendas de sus intenciones anexionistas, dejó este problema pendiente
para resolver en el futuro, por lo que ese dilema no crea inconvenientes sobre
la creación de esta nueva pequeña pero importante república en el juego de los
intereses pendientes. Mas debido a
que el general de brigada Mac Gregor el 17 de septiembre siguiente informa al
Gobierno insular que desea retirarse del mando una vez cumplida su misión
libertaria, para ir a otros destinos (Pérez Vila sitúa la fecha el 4 de
septiembre), ante el abandono de su cargo las autoridades competentes deciden aceptar
tal hecho doloroso y sustituir por esa petición, llamando para ello como
refuerzo militar al conocido marino pro bolivariano comodoro Luis Miguel Aury,
de origen francés, que en la lucha antiespañola había ocupado el puerto de Galveston
(Texas), a favor de revolucionarios mexicanos. Sin embargo, ante la ausencia de Mac Gregor,
el americano Ruggles Hubbard, que también mediante acuerdo y para evitar
colisión de poderes cumplía funciones separadas de gobernador civil, trata de
ampliar su función meramente administrativa, por lo que Aury ya en funciones de
gobierno desde el 17 de septiembre de 1817 y de mando con despacho del gobierno
de Nueva Granada, restablece el orden y designa a hombres de confianza para
integrar el Consejo de Gobierno de la República de Florida, con lo que se
apacigua la situación algo tirante, aunque por poco tiempo dado que pronto
amarra en el puerto Fernandina el bergantín de guerra venezolano “América Libre”, trayendo a bordo 130 pasajeros
para la isla y otros oficiales europeos y funcionarios civiles, resguardados
por 74 marinos tripulantes que deben enfrascarse en una escaramuza con ciertos empleados
estadounidenses “siendo estos últimos derrotados”, como asienta el cronista Jesús Antonio Aguilera. Por tal
intento desestabilizador el comodoro
gobernador Louis Michel Aury viendo la posibilidad de un mayor desorden y una
vez expuesto el tema ante sus compañeros decretó la Ley Marcial, y sobre
pruebas recogidas acusa a Hubbard de traición y connivencia con los españoles, salvándose
de un juicio por su muerte ocurrida el 19 de octubre siguiente (1817), por lo
que cesa la resistencia de ciertos rebeldes y una vez restablecido el orden
como apaciguados los ánimos con la colaboración del letrado doctor Gual y el
peruano presbítero Vicente Pazos Kanki, el 19 de noviembre se procedió a las primeras
elecciones democráticas de la nueva nación, instalándose el 1° de diciembre la
Asamblea de Representantes, cabiendo el honor al diplomático Gual de redactar
la primera constitución de esa naciente república. A poco las tensiones se mantuvieron
firmes porque los herederos de Hubbard hablaban de la tolerancia venezolana
respecto al contrabando, que les hacía daño, dándose nuevos enfrentamientos incluso marinos, como cuando el barco
venezolano “Tentativa” fue incendiado por el capitán Elton John, comandante del
crucero americano “Saranac”, con el pretexto que había violado aguas
territoriales de ese país, aplicando medidas retaliatorias de registro de
buques, mientras la nueva república alegaba con pruebas que el “Tentativa” no
había surcado aguas afuera de su ruta, lo que decidiría la Corte de
Almirantazgo establecida en Fernandina, mientras que por la habilidad
diplomática del doctor Gual se evitaba
que los Estados Unidos con pretextos invadiera la República de Florida, cosa
que se llevó a cabo cuando el inefable
presidente James Monroe, el de la manida frase “América para los
norteamericanos”, sin otros miramientos de la política continental y olvidando
leyes y tratados suscritos comunicó al Congreso de su país la invasión del
pequeño país por tropas marines de su tiempo, lo que rompería el equilibrio
existente y el sueño bolivariano de ese destino insular,
El 23 de diciembre de 1817, víspera y día de santidad navideña y sin esperar respuesta
del comodoro Aury en el despojo y destrucción de lo que se hacía, fuerzas
navales de desembarco y terrestres americanas apropiadas bajo el comando del
comodoro Henley y el mayor Bankhead y los buques “Saranac” y “John Adams”
invadieron militarmente la isla, al tiempo que ocupaban la capital Fernandina,
resaltando así la posición americana sostenida desde 1811 de ver mal cualquier
ocupación extranjera en la península de Florida, y el apoyo que realiza el
futuro presidente protestante Andrew Jackson. Aury y Gual debieron refugiarse en
aguas del Caribe para seguir en otros importantes destinos posteriores, una vez
que el mismo 23 y ante la imposibilidad de resistencia el gobernador presidente
del novel país hace entrega formal del poder a los invasores americanos, “no
sin protestar contra la injusticia en una comunicación dirigida al presidente
de los Estados Unidos, James Monroe”, lo que constituye la muerte de esa
república bolivariana, con su anexión inmediata a los Estados Unidos, que luego
criticara Juan Germán Roscio en El Correo del Orinoco, “por la naturaleza
democrática de la República de las Floridas”. De su parte el Reino de España o
la corte fernandina de Madrid también hizo mutis de la cuestión resuelta por
las armas, haciendo cuenta que para 1817, si nos atenemos a la verdad, los
peninsulares tenían ganada la guerra en sus colonias americanas, bajo la
dirección del fogueado general Pablo Morillo.
En resumidas cuentas la República de la Florida (algunos
llamaron de las Floridas, por las dos vertientes marinas de la península), fue
otro sueño que se diluyó ante la intransigencia existente, y más cuando en ese
momento el gobierno bolivariano de Venezuela pasaba por difíciles apuros de
reconocimiento y sostén, desde la Iglesia para abajo. Duró apenas medio año, en
medio de discusiones mayores, cuando salieron a flote apenas las menores. Como piedra en el zapato del Tío Sam fue
condenada a muerte a pesar de tener constitución, poder legislativo, ejecutivo,
judicial, fuerza armada y organismos públicos en función, como obra del
espejismo bolivariano que no creyó en que el pez más grande se come al chico,
por encima de zalamerías y acuerdos diplomáticos que al final no se toman en
cuenta o se violan de continuo. Tuvo
hasta bella moneda nacional, que ustedes pueden admirar en Google, y fue objeto
de satisfacción porque la crearon hombres de la calidad de Arismendi, Gual, Mac
Gregor, Aury, Roscio, Bolívar desde luego, Lino de Clemente y el sabio geógrafo
Agustín Codazzi. Nació fuera de tiempo, porque si ello hubiera
ocurrido en 1818, cuando ya se definía la victoria guerrera a favor de los
patriotas y Fernando VII deseaba
terminar la contienda con el fracaso expedicionario de Riego y Quiroga, otro
gallo hubiera cantado y el reacomodo político de su nacimiento y función
posiblemente fuese mejor, de seguro sería otro. Porque como se dice muy claro
en Venezuela para señalar la simpleza: los deseos no empreñan.
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