Amigos
invisibles. Como ahora es tiempo de reflexionar, dentro del recuerdo histórico
de una época dispar me voy a detener en ese punto de gran interés para recurrir
a la memoria presente sobre hechos que viví con cierta intensidad y que siendo de
relevancia no pueden pasar por debajo de la mesa a fin de que sirvan como
ejemplo digno dentro de las instituciones venezolanas de largo aliento. Me refiero
así a la Asociación de Escritores de Venezuela, organismo de intelectuales albergados
dentro de ella con la calidad de escritores, periodistas, ensayistas, poetas,
algunos bohemios ilustrados, articulistas, folcloristas, académicos, creadores
de ficción, especialistas en literatura infantil, historiadores, maestros y
profesores con obra determinada, y, en fin, toda suerte de hombres y mujeres de
pensamiento y acción que con amplitud se cobijaban sin mayores aspavientos
dentro de tan digno monumento creador que naciera con fórceps en los albores de
una lenta democracia y al tiempo que
salido el país de la larga noche aletargada en que se vivió durante la insólita
cuanto oscura vida del gobierno llamado gomecista (1908-1935).
Para ir
aclarando los aconteceres bueno es afirmar que Venezuela tiene fama de ser un
país apto para las manifestaciones del pensar, por lo que a lo largo de su
camino descollan figuras como Andrés
Bello, Rafael María Baralt, Andrés Eloy Blanco, Rómulo Gallegos, Arturo Uslar
Pietri y otros reputados cultores de la lengua y la creación estética. Pero
como los avatares posteriores a la Guerra de Independencia mantuvieron en vilo
a sus habitantes, con escasos de medios para relucir facultades, ello impidió
que muchos venezolanos demostraran aptitudes propias, esto aunado a la escasez
de medios de comunicación y otras alcabalas perniciosas para expresar el
pensamiento. Solo ya entrado el siglo XX el ejercicio mental constructivo
comienza a tener cauce durante la larga y compleja dictadura del general Juan
Vicente Gómez, quien en ejercicio de cierta brujería visionaria toma en cuenta
a muchos hombres emergidos de las universidades, como del pensamiento
positivista reinante, vayan como ejemplos José Gil Fortoul, Pedro Manuel
Arcaya, Lisandro Alvarado y otros novatos, tal el caso de Arturo Uslar Pietri,
viajeros de la nueva camada existencial, que tímidamente se iniciaban en el
ajetreo de las letras para cuando el viejo caudillo de La Mulera tiene a bien
fallecer, tranquilo, en su caluroso hogar de Maracay. Para ese tiempo de los
años 30 y con el ajetreo mental de las
nuevas ideas sostenidas por personajes de la Generación del 28, se
habían producido algunos brotes de
inconformidad entre las nuevos activistas del pensar, entre quienes algunos ya leían
diversos textos incomprendidos de Marx y otros autores llamados comunistas, o
anarquistas, cuya actividad para el momento no pensaba desestabilizar, sino que
entre ellos y otros compañeros de la pequeña Caracas discutían sus ideas en
casas familiares, reuniones de ocasión o en cualquier sitio bohemio de los
alrededores de la plaza Bolívar, donde los pros y contras salían a relucir.
Pero este largo paréntesis de espera que se sentía vino a cambiar al momento de
la desaparición del susodicho general Gómez, que fue llorado, respetado y bien
guardado con efusivas manifestaciones de dolor, como ocurre en estas ocasiones luctuosas
del grupo que quedaba huérfano, permaneciendo a la expectativa de los hechos y
de eso que en la ansiedad se llama cambio. Mas como la ciencia de la
comunicación ya había avanzado bastante a través de la radio, el teléfono, la
telegrafía y los impresos varios, y hasta ciertos periódicos conocidos al
estilo propio de La Esfera o El Universal, no bien enterrado el militar tachirense
y ocupando su puesto presidencial otro tachirense, o sea Eleazar López
Contreras, con cierta libertad y gritos o despliegues en la plaza Bolívar
comienza el regreso de los exiliados intelectuales al país, mas la nueva clase
emergente, quienes se encuentran con que Caracas adolece de sitios para exponer
ideas, salvo cualquier entrada donde funciona un periódico o una revista como
Elite.
Es por esta
razón coyuntural que en los pocos días del cambio político habido a finales de
1935 un grupo de intelectuales entre los que se cuentan principalmente
escritores, se reúnen en Caracas para constituir de seguidas la Asociación de
Escritores Venezolanos, que con pocos cambios de sitio vino a funcionar en
lugar alquilado de Palma a Municipal, y con asistencia de un numeroso grupo que
copaba el lugar, entre los que sobresalían periodistas, pintores, profesionales
diversos, críticos, artistas y otras figuras de ingenio que entonces
conformaban un círculo de importancia en el diseñar del nuevo país que nacido
ya en el siglo XX pero en los avances de su tercera década, era grupo de
actualidad y de mucha valía para tener
en cuenta. De esos arranques consabidos de importancia las Juntas Directivas
que comandaron su organización fueron escritores de primera línea entre los que
podemos recordar a Miguel Acosta Saignes, Mariano Picón Salas, Pascual Venegas Filardo, Ramón Díaz Sánchez, Miguel
Otero Silva, Paz Castillo, Gerbasi, Rojas Guardia, Pálmenes Yarza, Elena
Dorante, Benito Raúl Losada, el eximio novelista Rómulo Gallegos, quien figuró
entre sus primeros presidentes, y el candidato al premio Nobel de Literatura
Arturo Uslar Pietri, que es gloria de las letras hispano americanas. En ese tiempo de diversas actividades, que
pudo durar alguna década, esta institución cultural era punto de referencia
permanente, como podía serlo la Universidad Central de Venezuela (por ejemplo, la
AEV tuvo gran vinculación con la puesta en marcha de la Escuela de Periodismo
de la Universidad Central), mientras la batuta de la institución por otros años
estuvo manejada por el periodista y profesor universitario poeta Pascual
Venegas Filardo, tiempo ya en que la Asociación convoca a premios anuales de
categoría, que conforman la conocida colección de los Cuadernos Literarios,
ésta alcanzando más de 200 títulos. Entretanto por sus salones y principalmente a la
tertulia dominical de las once siempre asisten valiosos escritores entre los
que recuerdo al inmortal William Faulkner, pequeño y de bigotes, que me
impresionara en su disertación rural, tiempo cuando yo desembarcara al regreso
estudiantil de Europa.
A la emérita labor de Pascual Venegas Filardo,
como de otros asociados se debió el adquirir un inmueble céntrico y digno para su trabajo en el campo de las
letras o de los escritores, por lo que gracias a la actividad desarrollada en esta
asociación de intelectuales y el apoyo financiero que dispensa el comandante
Carlos Delgado Chalbaud, quien preside la Junta Militar de Gobierno, el gremio se
instala en sede propia, situada de Miseria a Velásquez, para allá sostener en
el curso de muchos años el ejercicio de la cultura, con las puertas abiertas. Fue
durante este tiempo de cambios en que la democracia venezolana transita por
obra de la libertad implantada dentro de lo que llamaron Cuarta República,
cuando en horas disponibles con bastante interés me acercaba hasta el inmueble
sede de la Asociación establecida en la Avenida
Lecuna para dialogar con numerosos intelectuales de ambos sexos que allí
discurrían, una mañana de 1961 en que mi
dilecto amigo y paisano poeta Amable
Sánchez Vivas me anuncia que junto a los escritores Angel Mancera Galetti y
José Ramón Medina habían propuesto mi nombre para que en calidad de Miembro
formara parte de dicha institución. Para entonces y quizás avalado por libros
iniciales que circulan, el primero publicado en París, en 1953, seguido de
otros cuadernos de poesía, conferencias dictadas en Europa y algunos trabajos históricos
editados en España, fueron suficiente prueba para ser aceptado en tal condición
de membresía, circunstancia que desde luego me halagara en cuanto a la obra de
más de sesenta años que en este campo iba construyendo, de diferente manera y
arquitectura. Mi transitar por aquel
mundillo variopinto de valores humanos interesados en la prosperidad del país y
de su estructura me fue atrayendo más, al extremo que posponía otras citas de
rigor para asistir a las continuas tertulias o encuentros donde se incluyeran
numerosos intelectuales venezolanos y extranjeros que le daban relieve a esta
institución nacida dentro de la joven democracia
en que se conducía el país. Por ese entonces y hacia un mejor provecho tomaron
las riendas directivas de esta casa de sueños los ya laureados poetas y futuros
académicos Luis Pastori y José Ramón Medina, muy vinculados a las letras en
creación, como a los diarios El Universal y El Nacional, quienes dentro del
renovar permanente siguieron en los pasos creativos a la conocida generación
del Grupo Viernes.
Para estos
tiempos que recuerde en que Pastori y Medina ejercían alternadamente el mandato
gremial, ya Caracas como gran capital andaba en plena expansión hacia los
terrenos circundantes del Este y con ello el interés de sus habitantes miraba
hacia aquel lugar, por lógica atracción, temporada en que el doctor Medina, que
entonces era Fiscal General de la República, por su relación gubernamental
consiguió un terreno en comodato situado en la céntrica urbanización San
Bernardino y al lado de lo que hoy es la Fundación Humboldt, para construir
allí la nueva sede de la Casa del Escritor, porque estos hombres de pensar
también se desplazaban del centro hacia el Este capitalino. En ese período
recordado le acepté al presidente Medina el cargo de Secretario de Finanzas,
acéfalo al renunciar la poetisa Carmen Delia Bencomo por establecerse en
Maracaibo, y pronto, en la elección siguiente de Junta Directiva, mediante los
votos de sus miembros presentes fui ratificado en este puesto, que por cierto para
dicho momento no tenía mucho ajetreo. Es en esta oportunidad cuando por obra
del cambio necesario Pastori y Medina se alejan de los cargos directivos para
dar paso a las nuevas generaciones de miembros, lo que ocurre con la
designación del poeta, historiador y
profesor universitario Manuel Vicente Magallanes, quien al tomar posesión como
Presidente da un empuje especial a este centro un tanto adormilado, porque
conocido es que desde la década de los sesenta se establece una revolución
diametral en el campo de la cultura, de protesta, cuya expresión más típica es
el nacimiento del mundo de los hippies y el pensamiento lascivo e irónico que
ello conlleva, siendo de esos razonares estéticos y vanguardistas aunque con raíces
viejas (Baudelaire, Sade, Rimbaud, Lautréamont, etc.) los grupos intelectuales
y bohemios conocidos como El Techo de la Ballena, Sardio, La República del Este,
etc. Con Magallanes de Presidente la Asociación de Escritores comienza un nuevo
rumbo más acorde con los tiempos, cuando además se piensa en el escritor en sí
de sus necesidades y amparos, como también de la escritura, por lo cual
mediante gestiones necesarias el doctor Magallanes consigue con el Gobierno
Nacional un aporte necesario permanente que al menos cubre las necesidades propias
de la institución, que es cuando una tarde y luego de la reunión directiva, de
manera privada y en salón amplio de la biblioteca recién inaugurado el
Presidente y este Secretario de Finanzas se conviene en crear el Instituto de Previsión
Social del Escritor (Inprescritor), que mediante estatutos queda bajo mi
dirección creativa por dos años, acompañado en ello de otros escritores como el
académico doctor Gabriel Briceño Romero, la poetisa Graciela Torres y el
académico historiador Héctor Bencomo Barrios.
En el curso
de los dos años siguientes y con oficinas en el mismo edificio nos dimos a la
tarea de formar una institución de calidad, con 170 afiliados escritores, que
en tan poco tiempo y como partiendo de cero logramos prebendas tipo montepío
para los asociados valga decir descuentos en consultas profesionales de
medicina, libros y útiles escolares, papelería, mueblaje de oficina, pago de
secretaria, donación de afiches, llaveros, libros de notas, etc., para los
afiliados, agasajo gremial de fin de año, ayuda profesional en materia
judicial, pago de gastos de entierro del afiliado y su cónyuge y algo muy
importante: la adquisición a bajo precio de diez (10) parcelas en el privado Cementerio
del Este, que se mantenían para el sepelio de los escritores pobres (recordando
entonces al poeta Rafael Olivares Figueroa o al novelista Julio Garmendia), y
que después fueron adjudicadas a otros miembros del gremio, por precios
irrisorios. En el curso de la actividad que semanalmente desarrollábamos en Inprescritor,
en cierto momento el directivo Briceño Romero y por ser tiempo próximo de
elecciones en la AEV, en dos o tres oportunidades y de manera muy firme sugirió
presentar mi candidatura para la Presidencia de esta Asociación de Escritores,
pero fue tanto el empeño suyo y de la benevolencia innata que a sabiendas de
sus numerosas amistades, muchos de ellos miembros de nuestro gremio intelectual,
me prometió que buena parte de estos, o casi todos, votarían por mi y por la plancha que me acompañaba, para el
día de la elección de esa nueva Junta Directiva, que estuvo concurrida a lo
máximo, porque desde luego y con el empeño necesario me dí a la tarea de llamar
por teléfono a cientos de compañeros escritores, quienes cumplieron con su
palabra para que nuestro grupo triunfase de manera holgada.
La labor a
desplegar como Presidente y acompañado de la Junta Directiva en los dos años a
seguir fue amplia y variada, porque como hombre joven que había visitado muchos
escenarios del mundo de las letras y sin tener ataduras extrañas de ninguna
especie me di a la tarea de desempolvar un poco la institución y de hacerle
algunos agregados a la vetusta casa, por lo que fue necesario mejorar la sala inicial
con una cabida de 200 personas sentadas, en cuyas refacciones colaboró la
Gobernación del Distrito Federal, como igual se hizo techando y amoblando el
pequeño bar de los escritores, al que se agrega un almuerzo con el menú
ejecutivo, en patio tipo andaluz que se acondiciona, lo que atrajo numerosos miembros,
entre ellos abogados litigantes, por andar cercanos a los tribunales.
Igualmente se terminó de amoblar el espacioso salón superior de recepciones con
aire acondicionado, biblioteca especial y cómoda mesa de puestos para recibir
personalidades nacionales y extrajeras, entre ellas diplomáticos, ampliándose
igualmente el depósito de libros y el apartamento residencia para los conserjes
o cuidadores de esta Casa del Escritor. En ese tiempo, con mi política de
puertas abiertas volvieron al seno institucional muchos autores alejados, como
ingresan también grupos de jóvenes poetas que han hecho historia ya en las
letras nacionales valga decir los grupos Tráfico y Guaire, o el liderizado por los
poetas Alfonzo y Vargas. Era entonces agradable hallarse dentro de la AEV con
escritores de todas las tendencias en una permanente tertulia amical, donde se
podían encontrar algunos funcionarios diplomáticos acreditados en el país y
miembros de otras instituciones culturales, como el de Amigos de la República
Democrática Alemana, bajo la batuta del profesor periodista Manuel Isidro
Molina y el abogado Arturo Cardozo, o el del doctor maestro David Ferriz
Olivares, escritor de importantes obras esotéricas, discípulo de Sergio Reynaud
de Laferriére, bajo la tutela éste del
sabio fundador de la conocida Gran Fraternidad Universal.
La Asociación
de Escritores de Venezuela, ahora llamada así para acoger a otros escritores no
venezolanos, como se planteara en su momento, durante el bienio procedió a consolidar las
sedes del organismo en el interior de la república y a establecer un
Secretariado permanente, bajo la conducción del poeta Helí Colombani. Igualmente
a celebrar convenciones nacionales, con delegados provenientes del interior del
país, y a visitas de esas seccionales (Barquisimeto, Guanare, Trujillo,
Maracaibo, Ciudad Bolívar, Valencia, Coro, Pampatar, San Fernando, San Carlos, etc.),
mientras que con el manejo de la Presidencia se realizaba un intenso
intercambio y visitas que abarcaron numerosas asociaciones de escritores
existentes en el extranjero, mediante los acuerdos respectivos. Igualmente
dentro del dinamismo existente en la institución, que ya era necesaria noticia de
sus actividades, se procedió a crear el Sindicato Nacional de Escritores, bajo
la conducción del diputado al Congreso Nacional y galeno doctor Emigdio
Cañizález Guédez, el Inprescritor que funcionaba ahora bajo la presidencia del
poeta margariteño Pedro Celestino Vásquez, como también se abre la Oficina
sobre el Derecho de Autor, para prestar esos servicios, bajo la dirección del
publicista Salvador Cambreleng (a cargo también de la Revista AEV), grupo de
despachos independientes que funcionaban con toda comodidad, con muebles adecuados
y secretariado en cubículos del edificio de la Asociación de Escritores. Otra
importante obra realizada en esta actividad permanente, fue la puesta en marcha
de la “Federación Latinoamericana de Sociedades de Escritores” (FLASOES), bajo la conducción del que esto escribe y del
poeta Marco Ramírez Murzi, que luego de las invitaciones requeridas y para lo
cual ofrece ayuda la Secretaría de la Presidencia de la República, en tiempo
del doctor Jaime Lusinchi, se inauguró solemnemente esta FLASOES, con un
Congreso especial e internacional (más de 50 delegados presentes) realizado en
la caraqueña Casa de Bello, lo que tuvo una duración de tres días, Federación que
agrupa a diecisiete instituciones de escritores latinoamericanas, mas la
sahuaraí admitida, por ser del mundo español, la que ha tenido congresos en
Caracas, Santo Domingo, Guatemala y Río de Janeiro, fuera de otras reuniones
necesarias, en medio de sus permanentes actividades. No olvidemos en este
recuento la concurrida Cena Anual del Escritor, para conmemorar su fecha, que
se hacía con gran despliegue informativo en los salones del Hotel Tamanaco
Internacional de Caracas, y la dotación de una Galería completa de Presidentes
de la AEV en cuadros a plumilla que produjera el conocido pintor aragonés
Alfonso Marín Bixquet, lo que se agregó a la importante Galería de Arte
(valiosas pinturas, esculturas, piano de cola, etc.) propiedad de esta
institución, así como un naciente Museo del Escritor, con valiosas
adquisiciones al momento.
Aunque dentro de la ruta creadora no
estaba en el proyecto una nueva
candidatura para ejercer la Presidencia de la AEV, me vi forzado a ello
cuando supe que un grupo pensaba politizar la institución, cosa grave desde
luego, de donde tomé nuevos bríos para no perder el trabajo en marcha
realizado, y en mes y medio de actividad telefónica para contactar a muchísimos
miembros (más de 400) se desbarató aquel complot con tendencia unipartidista y
sus secuelas. En lo adelante junto a la Directiva que entraba nos dedicamos a
consolidar el trabajo con éxito realizado, como hacer los estudios, proyectos y maqueta del nuevo edificio de la Casa del
Escritor, con el movimiento de tierras hecho en San Bernardino (proyecto
inicial del arquitecto Carlos Celis Cepero), y tuve tiempo de aceptar otras
diversas invitaciones personales a congresos por parte de entes corporativos u
oficiales de escritores y para enaltecer a Venezuela y sus hombres de letras
fuera de las fronteras de la patria tanto en Europa, Asia y América Latina. En
resumen, cuando entregamos las riendas de la AEV, pasados los 50 años de su
existencia, que festejamos igualmente, era una institución por demás activa, con
infinidad de publicaciones, premios y un Boletín mensual, con capital dinerario
en sus diversas instituciones que funcionaran en la Casa del Escritor, casa que
por cierto recibiera con dos empleados y una supuesta cobradora y que ahora
dejábamos con un total de catorce dependientes y saneadas en todas sus cuentas.
Dejé en manos de escritores jóvenes y conocidos (el grupo soñador La República
del Este) el alma y trabajo de la institución, cuando el Presidente de la
República Luis Herrera Campíns junto al ministro Orlando Orozco y por mi
mediación, habían ordenado a la Constructora Lorsa continuar la hechura del
edificio sede de San Bernardino, destinando para ello el presupuesto necesario.
Hasta allí puedo dar fe de estos fundamentales hechos para la Historia de la
AEV, que es parte de Venezuela, pero de lo posterior a nuestra versada gestión
en equipo, no he tenido conocimiento. Eso será otro capítulo que alguien con
suficiente análisis ponderable habrá de desarrollar.
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