Amigos
invisibles. Cuando uno se pone a pensar sobre las múltiples facetas ocurridas
en la vida venezolana, la cabeza se
vuelve como un volcán en fase preparatoria de erupción, porque al momento
aparecen dudas y especulaciones sobre cómo fue
formándose la sociedad que nos habita en el curso de los siglos
anteriores y la repercusión que esos ancestros han tenido para a través de una
simbiosis permanente ir conformando cierta nueva estructura racial y de
sentimientos por donde el país ha
incursionado a fin de modelar si se
quiere un perfil del venezolano de los nuevos tiempos. Voy a tratar, pues, a mi
criterio esta evolución lenta pero progresiva a objeto de dejar claro que con
la suma de cualidades los habitantes de hoy son un fiel retrato de esa historia
étnica emocional que se fue formando con el apalancamiento de las
circunstancias y la aprobación de su pueblo que vive en este proceso
experimental y productivo en que pueden hallarse toda suerte de seres unidos en
un crisol de voluntades y con visión de futuro.
Y vengo con el término mescolanza que
no es nada desdeñoso como se puede entender a priori, sino al contrario, porque
contiene materia fecunda que unida a
otros elementos sustanciosos de la vida permiten extraer de los contactos
genéticos heredados un ser racional despierto, vivo, adelantado, que sabe
enfrentarse al diario problema del entorno y que con su destreza conoce como
dar cara a los momentos difíciles cuanto halagadores del bamboleante trajinar,
de donde el temple y la vocación de servicio
están a la mano de estos venezolanos. Y como no es un tratado de
sociología ni de otra ciencia afín que estudie multitudes, mediante el uso de
la sencillez me voy a referir a como fue la integración de su pueblo desde un
comienzo. En efecto, debo dejar por sentado que la población del país es de las
más mezcladas que existen en Hispanoamérica y que cualquiera que aspire a
callar esta verdad tan clara se está mintiendo a sí mismo. Partiendo por tanto
del inicio tribal indígena, que fueron los primeros pobladores conocidos de
este continente, dejamos en claro que los naturales habitantes de Venezuela,
con sus diversas tribus y lenguajes en uso fueron de viejo origen arahuaco y
caribe, los primeros industriosos pero no tan bien alimentados con carne humana
como los segundos, de donde dependía en estos nutrientes su fortaleza y
espíritu de conquista, hasta subyugar bajo un manejo terrorista a buena parte
de Venezuela, el mar de las Antillas, que luego ante el recuerdo de los hechos
se trocó en Caribe, las islas insulares marítimas y los territorios colindantes
a su mundo, que se extendía por grandes ríos del viejo Méjico, algo de
Centroamérica y Colombia, formando así un temido imperio caribeño, que no daba
tregua para conquistar y matar. Sin embargo en cuanto a Venezuela se refiere,
algunos territorios pertenecientes a la región andina no fueron azotados en
este sentido, salvo en la zona lacustre de Maracaibo y sus adyacencias
naturales, por lo que pudieron subsistir ciertas tribus emparentadas con los
occidentales muiscas y desde luego chibchas, que mantuvieron una cultura propia
de pueblos sedentarios, donde yacía la agricultura y no la rapiña, la fuerza
del trabajo y no la vida nómada.
Una cosa debo recordar, que los indios
del Norte americano, alimentados con búfalos y otros animales cuadrúpedos,
fueron fuertes como los caribes, mientras que los del Sur, de México para abajo
se mantenían de raíces como la yuca y otros tubérculos, valiendo recordar la
papa y cereales ergo el maíz, de donde su cuerpo y vida tradicional no era tan resistente,
condición que fue posible para el conquistador español poder someterlos con
rapidez, salvo casos de excepción, valga decir el de los indómitos chilenos,
como los araucanos o mapuches. Para el caso de Venezuela, a la llegada de los
españoles tal encuentro no fue cordial por los lógicos desafueros de una
esclavitud o sojuzgamiento que dio origen a mantenidas luchas con el correr de
los años. Es aquí donde comienza la primera mezcla progresiva en un proceso que
nunca se ha detenido, de donde utilizar la palabra racismo para identificar
esta situación que ocurriera de continuo en muchas culturas del orbe, suena así
a algo como obsoleto, de política barata, puesto que este fenómeno ha sucedido
en todas las migraciones realizadas y en todos los continentes. Valga el ejemplo preciso de España, donde a
través de los siglos se formaron nuevas poblaciones mezcladas ya fuere por las
oleadas bárbaras que la invadieron, como por la enorme penetración
norteafricana bien demostrada en el curso de los siglos, e igual aconteció con
la mezcla ocurrida en las islas Canarias, tan cercanas al continente africano,
de donde llamar a los canarios como europeos o españoles es incurrir todavía en
algo absurdo y acomodaticio.
Ya hablando del período colonial
venezolano podemos asentar otras mezclas
ocurridas con el vaivén del tiempo y
porque con el adelanto del progreso o la necesidad era necesario apelar a la
búsqueda de la mano de obra, cuando la débil población autóctona, subalimentada
como explicamos y atacada por epidemias graves, valga decir la viruela, no pudo
sostener el desarrollo del campo y las necesidades perentorias en la formación
de los pueblos, por lo cual aplicando una medida necesaria los españoles como
país imperialista debieron ocurrir al llamado tráfico de esclavos, mano de obra
barata que ya no eran “eslavos”, sino población fuerte traída de las costas
africanas al Sur del Sahara para trabajar en nuestro país en condiciones
infrahumanas, como ejemplo la pesca de perlas en Cubagua, donde también se
importó fuertes indígenas lucayos, que dieron mucho rendimiento a sus dueños,
mientras al mismo tiempo mediante una aproximación sexual hasta obligada de
negros e indios, fueron igualmente mezclándose para beneficio de sus dueños o
patronos, aunque también existiera la simbiosis genética con algunas indias
atractivas para originar el mestizaje, según lo canta el bardo de aquel tiempo
Juan de Castellanos. Pero allí no paró la amalgama porque a escondidas de una
realidad y mediante la apertura geográfica y marítima de Venezuela en que se
creyera por centurias la existencia del mítico El Dorado, mucha población
europea, como los alemanes Welser, que aún dejan gente rubia por los campos
larenses y corianos, o el asombroso engendro de piratería que permite
establecer ingleses, franceses y holandeses en las adyacencias de nuestro
territorio, como otros venidos por tener deudas pendientes con la justicia o
enfrentados a problemas religiosos, por ejemplo, digo, todos fueron formando a
lo largo del tiempo una enmarañada genealogía, lícita o a escondidas, que si
nosotros esculcamos en cualquier genealogía echando para atrás, nos
encontraremos con sorpresas tan grandes que nuestros tataraendos fueron piratas
o mujerzuelas del montón, asignadas a esa vida triste, por ejemplo de la viudez
desheredada o la cantonería, en que no tenían otros destino sino el celestinaje
y la prostitución. Y que no me vengan a
decir ahora lo contrario por algunos considerados asépticos, impolutos o
revoltosos, porque sobre estas circunstancias anómalas existen trabajos
publicados a montón.
Durante el tiempo de la llamada Colonia
que supuso tres siglos de duro andar, la raza venezolana, o como quiera
llamársela se fue distanciando en su forma y costumbres con otras existentes en
América, donde prevaleció por mucho tiempo al ancestro indígena, callado,
aguantador, valga el caso de los países que miran al Pacífico, mientras ya
comenzaba una diferencia connotada donde aparecían los mulatos y zambos con sus
siete u ocho diferentes combinaciones mediante parentescos anómalos y con
precisión académica nombradas, que fueron pasto permanente de murmurios y
ejemplos de desafueros, cuando comenzara a erguirse cierta casta colonial
provista con títulos de bajo perfil pero ya dueños de alguna fortuna acaso
heredada y a escondidas de una familia entera o varias mantenidas en eso que se
llama la barraganía social. En este andar fecundo de pequeñas historias con
salidas diversas vivimos hasta cuando suceden los hechos de la llamada
Independencia Nacional, que en verdad nunca ha existido, ni en ningún país que
se quiera llamar con pompa autosuficiente, por ser un concepto absurdo,
ideologizado, donde con el trajinar de los combates murió buena parte de la población que a su vez por ello
mueve hacia el país nuevas caras para la lucha fratricida, entre estos
irlandeses e ingleses cargados de testosterona para reforzar la capacidad
genética del venezolano. Y con mayor razón comenzó la afluencia de otros
inmigrantes ya para radicarse, en especial canarios e ingleses, cuando el
avispado general Páez abre las puertas del país para la necesaria inmigración,
sin tener necesidad de la poligamia oficial, como ocurrió tras la guerra
tripartita y exangüe del Paraguay con sus hermanos vecinos. En ese tiempo del
siglo XIX vinieron por deseo propio mucha gente del exterior, entre ellos
comerciantes alemanes e ingleses, cuyos negocios se extendían por estos mundos,
aventureros europeos a la caza de
fortunas siempre pensando en el oro embaucador, y una colonia de hebreos
comerciantes de origen holandés, que se establece con muchas ramificaciones
familiares, por las costas de Coro. Por esos años otro tanto acontece, aunque
con menor progresión, mediante el asalto imperial inglés que ocurre en el oriente venezolano, heredero del otro
asalto confiscatorio de Trinidad, cuando Inglaterra le arrebata 150.000 kilómetros
cuadrados a Venezuela y comienza a poblarlos con gente de diversas
parcialidades humanas de sus colonias existentes en el orbe.
En
esta proyección migratoria desde la segunda mitad del siglo XIX vienen a
establecerse en Venezuela elementos traídos desde el Caribe anglófono y por el
imperio británico para trabajar en la rica minería de Guayana, por lo que
fundan colonias con otro hablar distinto al natural, mientras el país permanece en calma de la inmigración
durante el período gomecista, salvo en lo referido al establecimiento de las
empresas extractoras de petróleo, que obligan a traer buena cantidad de
angloparlantes mestizos para entenderse con sus capataces que desconocían el
castellano y que estableciendo sus familias principalmente por Maracaibo se les
llamó “maifrenes” (my friends). Luego, a raíz del desarrollo provocado en el
país durante la Segunda
Guerra Mundial, en que Venezuela jugó papel importante como
proveedor de alimentos (sardinas en aceite) y petróleo, el país se enrumba por
un camino moderno donde es necesario la
mano de obra calificada para el desarrollo de su actividad, lo que unido a la
política de puertas abiertas en esta materia que se habilita a partir de 1945,
con el fin de guerra mundial aparece una oleada impresionante de desocupados en
busca de mejor vida y prosperidad, por lo que se abren agencias consulares
especiales en el Viejo Continente, mientras los barcos italianos, españoles,
portugueses y algunos franceses, de preferencia, trasvasan infinidad de
inmigrantes para ser acogidos en puertos nacionales, entre los que se destacan
desde luego súbditos italianos, españoles, portugueses (como de Angola y
Madeira), eslavos del Sur, judíos askenazis y sefarditas, como también otra
infinidad de europeos venidos con familias o que mezclaron pronto su sangre con
la venezolana arraigada. Algunos de estos descendientes a través de las generaciones ya nacidas en el
país (por ejemplo, los corsos, los elbanos)
han comenzado a destacar en muchas áreas de la cultura o los negocios
internacionales, pudiendo señalarse a premios Nobel y a rectores de
universidades de fama mundial, o a familias de gran valía económica, para
señalar a los Cisneros, los Mendoza, a las numerosas y enraizadas de origen
portugués, que dominan amplios ramos de la construcción, la alimentación con
grandes cadenas de automercados, la banca nacional y hasta en la internacional,
y la trabajadora colonia judía que establecidos en Venezuela ya por
generaciones mediante la ampliación de sus programas empresariales han saltado
las barreras fronterizas y mantienen muy importantes inversiones fuera del
país, como el caso de Locatel, el combinado Polar, Farmatodo, el grupo
empresarial de Florida, el desarrollo petrolero en México, Colombia, Portugal y
Panamá, la hotelería, como otros rubros de capital y tecnológicos que grupos
venezolanos desarrollan en diferentes áreas del planeta.
En
la última arremetida inmigratoria señalaremos la presencia lenta e importante
de la las familias árabes que provenientes del mundo mediterráneo oriental y principalmente
libaneses, sirios y palestinos, por causas de terribles conflictos internos se
establecen principalmente con su comercio activo en la zona oriental lacustre
de Maracaibo, en la industrial Valencia, como igualmente en la península de
Paraguaná, Puerto Ordaz, y en la
promisora isla de Margarita, mientras que por consecuencia de los numerosos
convenios suscritos entre el gobierno de Venezuela y la República de China
decenas de millares asiáticos con sus familias se ha radicado de manera
definitiva en Venezuela, para impulsar obras de desarrollo oficiales (metro,
trenes, viviendas, prospección petrolera,
etc.) y algo que es consustancial con ese pueblo como es el comercio, a
diversos niveles. Y como no hay nada
bueno que no tenga algo de malo, con el empujón inmigratorio sin fronteras
existente, también se han establecido en el país las llamadas mafias, que
actúan de mil formas por vías ilegales, desde el secuestro extorsivo, hasta
“express”, o las vacunas que para poder trabajar son “protegidos” al estilo
Chicago. Debe agregarse en este recuento somero las malas prácticas abusivas
como las de los hermanos árabes Makled, que terminaron en el profundo mundo de
las drogas y sus internacionales ramificaciones. O la práctica inveterada de
ciertas mafias manejadas por algunos portugueses que siendo protegidos mediante
el soborno dinerario controlan en Venezuela prostíbulos, casinos, otros lugares
de juego, pensiones, hoteles, licores, trata de blancas, loterías,
restaurantes, bares e infinidad de lugares donde se delinque, ante los ojos
pasivos de las autoridades represivas. El
más novedoso cartel en este mundo subterráneo viene a ser el asiático
chino, que de manera rápida inunda a
Venezuela no solo de sus productos, sino que una fuerte inmigración consentida
también se establece en el país, al extremo que estas comunidades tan cerradas
no solo hacen jugosos negocios con el gobierno sino que ya dominan dentro de
cierta prepotencia ajena a lo que antes ellos eran, el mercado extendido de
productos asiáticos, como también establecimientos de comida, restaurantes,
textiles, y otros mediante una madeja raizal que se expande de manera
inusitada.
A esta mezcla de actividades y de sus
personeros que señalamos debemos agregar
dos grupos muy importantes venidos al país por causa de la desestabilización
económica y social de sus respectivos lugares de origen, que en buena parte se
han establecido en Venezuela donde fundan familias y adaptándose al medio
natural, mencionando entre ellos a los numerosos inmigrantes precedentes de
América del Sur debido a los sufrimientos por las dictaduras militares y el
terror que imperaba a causa de los
desaciertos y pobreza respectiva que
acaeciera sobre la base de estos motivos que atrajeron hasta Venezuela oleadas
de compatriotas latinoamericanos, valga señalar argentinos, chilenos,
bolivianos, uruguayos, peruanos y ecuatorianos, principalmente, quienes con sus
familias y costumbres amalgamaron este país dentro de la nueva Venezuela que se
construye, a pesar de las dificultades encontradas o de los imprevistos
necesarios. Y para terminar debemos
referirnos a la inmigración proveniente de Colombia, que desde el siglo XIX
siempre ha tenido lugar, en un tiempo de manera lenta, pero que a raíz de la
violencia desatada en el hermano país luego de la muerte del líder Jorge
Eliecer Gaitán ha traído cientos de
miles de esos connacionales que en tiempo pasado formamos un solo país llamado
Colombia (1819-1831), y que con su trabajo, costumbres típicas como la música y
adaptación al medio parecido, hoy forman un núcleo poblacional voluminoso y
uniforme en que han repoblado al país escaso de almas como en el recuerdo de
las fronteras del Zulia, Táchira, Barinas, Apure, Guayana y otras de mayor
extensión. Y se especula que hasta colombianos nacidos en esa tierra hermana
han tenido la osadía de gobernar desde
lo alto del poder en Venezuela, por diversas causas, como los casos de
Ignacio Andrade, Carlos Andrés Pérez y el actual Nicolás Maduro. Pero de ello
no quise tratar en esta ocasión afortunada.
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