Amigos invisibles.
Hoy y con el respeto que se merece la ciencia histórica voy a tratar un tema tildado de tabú en el aspecto mundial porque con el autor de ese texto, o con el
contenido político del mismo, se ha jugado de una manera continua, y más desde
su muerte suicida y derrota de los ejércitos alemanes y nazistas que por
desenlaces consiguientes, fundándonos en aquello de que con el árbol caído se
hace leña, todo queda dicho. I en verdad que no es así ya que la mentira tiene
patas cortas, los puntos de vista gozan de distintas lecturas y el resultado de
toda la trama que sucedió después de la guerra francoprusiana alberga
antecedentes que se remontan al propio Napoleón Bonaparte y el desencadenar violento
del siglo XIX. De aquí que con el triunfo de Sedan y el ascenso de Prusia en
los campos de batalla la geografía de Europa cambia hacia otra perspectiva. A
partir de 1870, pues, se reagrupan nuevas fuerzas políticas con miras a un
futuro poder que al pasar de las décadas son abastecidas en sus intenciones de
revancha por el imperio más grande de Occidente, o sea por Inglaterra.
Para este tiempo de marras el mundo
se mueve desde Londres, el de Walter Raleigh, con un ejército que abarca los
siete mares, sin contemplación, donde el capital priva sobre todo y cuyos
tentáculos de manera sutil basculan sin discusión desde el río Támesis hasta la
China o India del Extremo Oriente, para expresar lo menos. Pero con la aparición
de un libro inesperado que es “El Capital”, del germano barbudo Carlos Marx
(escrito para “los cabecillas intelectuales del mecanismo judío” según
Hitler (pág.174 de “Mi Lucha”), que
viene a ser como una respuesta a la sociedad industrial en fuerte desarrollo, el
tablero de ajedrez toma un giro casual porque eso que llaman “masas obreras” o
proletariado, informe de por sí, comienza a encontrar un sentido propio que a
través de las eternas disputas europeas busca reivindicaciones que de ser
propias se transfieren a otras partes de
la sociedad en marcha, lo que motiva a pensar que el mapa del continente
europeo y de sus habitantes, puede ser cambiado. A ello se agrega dentro de la
información que ya se esparce, los problemas pendientes del vencedor o el
derrotado y el aparecer de otros apetitos
que se demuestran en Rusia, Francia e Inglaterra, mientras que Alemania
y su frágil imperio entran en el estancamiento y con signos de pobreza. Como
detonante oportuno de estos variados hechos conmovedores sucede la Primera
Guerra Mundial, con las trágicas consecuencias en que mueren millones de
personas, preguntándose muchos el motivo, y entre los largos meses de esta
lucha insensata en que como final de cuentas pierde Alemania para entrar en quiebra
de sus instituciones y el orgullo germano venido desde lo profundo del mito,
todo el pueblo y quienes lo acompañan quedan con el sinsabor de la derrota y desde
luego que con la mueca de lo inexpresivo. Es en este momento crucial cuando
aparece un simple soldado en vías de transformarse en personaje, quien
ascendido a cabo de la contienda y como persona extraña del común en busca de superación,
entre los escombros del triste pensar y la derrota con arrestos de líder en
Munich se une a un grupo de inconformes, y moviendo sus tenazas y el verbo
encendido que por naturaleza tiene este austriaco de nacimiento, toma las
riendas del partido formado, utiliza la vieja simbología alemana que hasta
Wagner ensalza y con ese don carismático inicial desde una cervecería histórica
abre el compás de espera mediante un gran partido nacional socialista hecho a
porrazos con el putsch de Munich, que es el principio cojitranco o inicio de
una plan forjado con el fin de tomar el poder, esta vez a través del ya anciano
mariscal Hindemburg.
En todo ese tiempo de proyectos para
llevar a cabo que obnubilan al instruido pueblo alemán hasta conducirlo a otra derrota,
el grupo que rodea a Hitler de tiempo atrás toma conciencia de su camino trazando
planes ideológicos, que bajo la dirección del austriaco hiperquinético pueden
ser transcritos para manejar al público ferviente, o en su defecto al que ya
tiene terror, mientras algunos compañeros de la cúpula permanecen detenidos en
Munich, tiempo en que por boca del propio Hitler y bajo la pluma estilizada del
sumiso lugarteniente y escribano Rudolf Hess, salen numerosos artículos ya discutidos
que luego verán la luz pública inicial bajo el atractivo nombre de “Mi Lucha”
(Mein Kampf, 1925). En las largas tenidas entre rejas y previas a este libro
que diera tanto quehacer internacional por sus ideas genocidas y raciales,
suerte de apología del odio del dios Marte, se proyectaron definitivamente diversas
tesis del catecismo hitleriano para la nueva Alemania que los desaforados
tenían en mientes, como el revivir una antigua nación donde habitarían grupos
aislados de la patria de origen y residentes al momento en territorios ruso,
polaco, checoeslovaco y otros sitios del contexto europeo o asiático, mientras
una vez analizados sus antecedentes de sangre germana o aria y exentos de
cruces genéticos dañinos faltos de la pureza requerida, como el caso de los
gitanos, polacos o judíos, vendrían a engrandecer el sueño que en las mentes
calenturientas y absurdas mantenían los nazis del Tercer Reich con referencia a
otras razas inferiores. Pero el elemento más absurdo por exclusivista y
genérico fue el que aplicó sin contemplación o excepciones a los individuos de
origen judío y en especial a esos llamados asquenazis, diferentes a los
sefarditas, que por también ser judíos no entraban en la cuenta de excepción,
pues esta extensa colonia dispersa por el mundo, comerciantes o empresarios por
tradición y con rasgos caucásicos de rubio, desde luego de un inicio fueron
peligrosos para la existencia de la futura Alemania (ya desde 1.918 la
corriente antijudaica era muy fuerte en el país), por cuanto según la opinión
de esos desaforados dirigentes conducidos por el Fuhrer, todos eran enemigos de
sus intentos de unificación, ya que respondían a radicales ideas religiosas o
manejos externos y puesto que igualmente el origen de sus comunidades era
turbio, conducido por sentimientos tribales bajo el amparo o decisión de
rabinos que nada representaban para el resurgir de Alemania, mientras
constituían un bolsón de grandes capitales vinculados de manera estrecha con
empresas, bancos y bolsas de comercio que dominaban el mundo de los negocios, de
donde mantener ese núcleo humano dentro de la Gran Alemania constituía un
peligro permanente. Y hasta se hablaba de otros judíos que como Marx o Trotsky,
por ejemplo, tuvieron y sostenían entre sus grupos diferencias antípodas con el
futuro gobierno de Hitler, porque unos abolían la personalidad y otros exaltaban
el capitalismo rapaz, de donde era preciso ser acabados de raíz.
El libro contentivo de la doctrina
hitleriana, totalitaria, que nadie podía discutir, con el progreso violento de
Alemania que sale de una crisis tremenda constituyó un best seller del inicio,
pues se compraba a fin de conocer los detalles de lo que se veía venir, como la
masacre en ciernes del pueblo de Israel, llamada Holocausto, y otros lectores acuciosos lo
hacían para escudriñar en el terror impuesto a partir de 1932 y hasta mayo de
1945, cuando todo termina con el desastre de Alemania y los pueblos en guerra,
que quedaran destruidos por décadas, a pesar del Plan Marshall salvador. Este
libro “Mi Lucha” fue comenzado a escribir el año 1924 en la prisión muniquesa de Landsberg am Lech, con un prefacio
corto del propio dictador Hitler, que dividió la obra (la que tengo en mis
manos) en dos partes y 27 capítulos, mas un manifiesto final referido a la clase campesina, la agricultura, los derechos
del campo, política agrícola, mejoramiento de los campesinos alemanes, de las
organizaciones profesionales, de los programas a aplicar y de lo que llama el
interés común en Alemania. Para seguir en el estudio de dicho libro, que se
podría interpretar de diferentes formas o maneras según las corrientes
ideológicas que se profesen y que en algo han tomado como estandarte los grupos
neonazis que ahora existen, para ese estudio no de profundidad pero sí de
entendimiento y cuando el texto está próximo a ser de utilidad común por causa
de la prescripción de posibles derechos autorales respectivos, utilizaré el texto impreso en México por
“Ediciones Modernas”, sin otros detalles del origen expresados por el editor, y
dentro de este razonar que se hace por parte de sus líderes y del cabecilla
Hitler con muchos planteamientos a estudiar ya pasado el tiempo que borra los
excesos y dolores de la condición humana, vinieren de donde procedan, haremos
hincapié en como vieran esos extremistas el problema judío de su tiempo, cuando
ya Henry Ford con el libro sesgado “El judío internacional” había puesto adelante la palabra y era de vox
pópuli los ocultistas “Protocolos de los sabios de Sion” sobre la hegemonía
mundial, que algunos entendidos consideran un montaje bien labrado.
Para iniciar sobre el interés antijudío de aquella época oscura expone
este libelo que hay que “interpretar sus propósitos interiores” (pág. 19), con la desconfianza que conviene y las
diferencias religiosas que separan (20), según se nota en la prensa antisemita
de Austria, por ejemplo, retratándolos entonces como una nación interior
separada, que ninguna similitud tenía con los alemanes (23), cuyos
dirigentes se empeñaban para su defensa
en el impetuoso sionismo de la diáspora,
separados del pensar de los judíos liberales, mientras las corrientes
culturales judías, de gran impulso, sobrevaloraban a su gente “despreciando
cuanto fuese alemán”, y así también la prensa incluso marxista, influenciada
por los judíos, ya que éste era “el pueblo escogido” (25), de donde llegó a
pensar que el hebreo no era alemán, aunque fingieran estupidez o el carecer de
conocimientos (26). Por este camino de
su investigación el furibundo Hitler escarba en la doctrina marxista, de donde
estudiando principios “descubre” métodos verbales y otras técnicas para
encubrir ideas y propósitos mosaicos, negando el valor del individuo (igual al marxismo) y ocupando fuentes de información
como la prensa escrita, que maneja la opinión pública, la educación (de las
muchedumbres, con inversión allí de los juicios) y la propaganda (36). Se
agrega que el protestantismo y judaísmo juntos se han convertido en “casi un
dogma” (47). En sus explicaciones acaso
desorbitado por un pueblo destruido y en busca del Mesías, como gran error
Hitler se refiere al falso antisemitismo,
aunque de los judíos en su programa mental nada correcto, y de aquel tiempo
dice que son un “fangoso producto presente en todas partes” (51). El estado
judío viene a ser, pues, una unión de la raza sin espacio ubicado, o un estado
dentro del estado, “con el estigma de la religión” mosaica, servidora de la
conservación de esta raza (60).
En cuanto a la Primera Guerra Mundial, cuando el austriaco sirve
en calidad de cabo del ejército, expresa el libro como una de las tantas causas
atribuibles que el mundo “era un vasto almacén de mercancías gobernado por amos
judíos”, donde no faltaban los usureros (63). En esta parte de su arenga
malsana se atreve a señalar (hablo de 1914) que el marxismo buscaba la
destrucción de “todos los estados nacionales no judíos”, con la aparición
pronta de caudillos del propio origen, muchos de los cuales pelearon al lado de
los soviéticos en la Revolución rusa (67), sin olvidar los embustes propagandísticos
que podían tener en este sentido dogmático. Pero cuando al regreso de la guerra
y ya herido aunque convaleciente Hitler encuentra a muchos jóvenes judíos que
no han estado en el frente de batalla para salvar la patria y sí son cabecillas
de pugnas, expresa que con ellos no se podía llegar a ningún convenio, inflexibles
como son de “esto o aquello”, de donde analizados esos hechos presentes Hitler
decide convertirse en político (81). A fines de 1918 y con las intenciones que sostiene
se forma el Partido Obrero Alemán, social revolucionario, que lo atrae, mientras estudia con detenimiento a Marx (<por
cierto Hitler cual Nostradamus predice sobre Rusia siete décadas atrás “el
inmenso imperio se derrumbará con estrépito el mejor día” y agrego yo de
Gorbachov (237>), sus intentos ladinos y adaptables de dominación, y atrae
igualmente a otros camaradas para el movimiento que sustenta, sin detener sus
ideas judeomasónicas al expresar que los hebreos por medios déspotas son los
amos y gobernantes del capitalismo explotador internacional a través del mundo
financiero (166) y que como “amenaza mundial” (232) dominan la prensa embaucadora
y de patrañas dentro de un plan judío de la conquista universal (227, 231), que
lentamente corroe a la nación fingiendo o conquistando confianza (98,114). Se
alza en contra de la manejable “idea
judío-democrática de ciega veneración de las mayorías” (106), expresando además
que “el antípoda del ario es el judío”, los de esa raza (111), mientras
reconoce sus cualidades intelectuales por obra de una educación recibida de los
extranjeros a través del contacto y sin tener una cultura propia, peculiar,
moviéndose en su actividad por puro interés personal, mentiroso, hasta
intimidatorio (112, 117). De allí que es un parásito en las naciones de la
tierra, y que a base de astucia permanente busca de nuevos suelos donde acudir
(113).
En el capítulo V° o Teoría del mundo
(165), Hitler abarca otros temas hegemónicos en que atribuye provecho del
Estado a los judíos, como verdaderos jefes del mismo mediante el manejo de sus
miembros y el partido dirigente. Y para cerrar el trabajo que Hitler discutiera
con sus asistentes en la prisión muniquesa y que luego precisa otros conceptos,
dentro del programa nacionalsocialista a desarrollar en el aparte 4° agrega que
“ningún judío será miembro de la nación” (258), lo que como todos sabemos
termina en la expulsión, confiscación, desaparición, tortura y muerte de millones de seres, incluidos no judíos. Algo
parecido a lo realizado por Isabel la Católica en 1492.
He querido traer al campo histórico
y desde luego con las numerosas interpretaciones que se pueden dar, a estos
hechos tristes colmados de dolor que demuestran
la siembra del odio hacia esta nación trabajadora que en Venezuela tiene
raíces descubiertas por la Inquisición desde tiempos pretéritos del período
colonial, para seguir conviviendo dentro de la hermandad con ese pueblo que por
conducto de Holanda muchos de sus creyentes se establecieron en la isla de
Curazao y que hoy sus familias entroncan con la Venezuela de siempre. Y dentro
de un gran salto adelante recordaremos la valiosa emigración de familias judías
que durante 1937 en dos barcos mercantes llegaron al país huyendo de una guerra
a punto de estallar y que fueron la simiente moderna de esta civilización
antigua, aunque la corriente sefardita de siempre ha jugado un papel importante
en nuestro país. Y además, tengo buenos amigos y parientes de ese origen con
quienes he compartido durante mucho tiempo tantos análisis y criterios a lo
largo de la vida social e institucional.
No voy a introducirme en otros vericuetos
a que se refiere el libro en cuestión, ni menos a su estructura, ni a como pude
concebir el tema para presentarlo a los lectores, habiéndome atenido a lo
interesante del asunto y a lo que resaltaba en dicho trabajo, dejando para sus
manos de amplio criterio un reacomodo de lo expresado, sin leyendas o calamburs,
a objeto de ser efectivo y veraz el entendimiento de este gran drama no solo de
la guerra sino de la humanidad.
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