Amigos invisibles. Los temas que tratan sobre espionaje siempre tienen
el mayor rating de lectura en base al interés demostrado tanto por los
personajes que componen su trama como
ese caldo de cultivo creciente en que se mece toda la narración por el suspenso
que mantiene, de allí que el buen lector no cerrará la página que husmea como
otro buen sabueso hasta que desenvuelva la madeja tendida, o liquide el fondo
de lo que vive quien se empecina en descubrir la verdad que hay detrás de todo aquel
mundo subterráneo, para al fin, ya menos complicado sacar cuentas y
satisfacciones aprendiendo un poco más de lo contenido en el escenario de los
hechos, enhebrando conclusiones que satisfagan el ego desplegado, o lo dejen con
una interrogación a resolver, como acontece en los casos subjetivos y actuantes
de esos que llaman “por entregas”.
Dichas estas verdades
medio conocidas vamos a entrar en la materia que se remonta a los inicios de la Segunda Guerra Mundial y cuyo
primer telón de fondo es la ciudad de Nueva York, urbe metropolitana que junto
con Chicago lideraba entonces los problemas mafiosos de la drogadicción y de
los negocios ilegales, como la fábrica y venta de alcohol, la vacuna de
protección dividida por zonas intocables y demás marramucias protegidas hasta
por ciertas policías corruptas, todo lo que está en trance de desaparecer a
raíz de que los Estados Unidos entran en guerra vamos a decir global, que se
extiende con las nuevas técnicas aplicadas tanto en lo interior peligroso por
los bolsones de extranjeros que habitan dicho país como por las ideas
totalitarias deseosas de imponerse, valga decir el nazismo y el comunismo
actuantes en sumo grado para conseguir fines específicos. Los Estados Unidos se
movilizan por tanto a objeto de combatir mayores males y la población sin poner
obstrucciones desea colaborar en todo sentido y de acuerdo con sus capacidades
e intereses. Aquí en este punto de la trama interesante es cuando aparece una
joven bonita y veintiañera nacida en el sector Pearl River de la cosmopolita
Nueva York y de nombre María Aline Griffith Dexter, ciudad portuaria donde
crece y se forma en un hogar de clase media americana pero muy serio,
conservador, católico, si se quiere con los ejemplos de todo lo que digo en
este párrafo observador, y quien ya para el inicio de los años 40 fuera de ser
una moza elegante y despierta, es además bien educada, que ha vivido los años
de la depresión y que también goza de un futuro mejor prometido por el
presidente Roosevelt, pero quien ante el problema de la guerra de dos mundos que
tanto costará a su país en lo material y humano, mientras estudia en la
universidad de ese enorme centro dinámico la carrera de periodismo con materias
de literatura e historia, para mejor desempeñarse, por algo que ya lleva de adentro
desea ayudar a su país ante la noche oscura que atraviesa, de donde mientras
ejerce la carrera en el mundo informativo y por su bella estampa que luce
descollante, es contratada como modelo profesional de las pasarelas y desfiles,
lo que acepta desempeñar por varios meses, con buena remuneración desde luego,
pero como llevara por dentro el gusanillo acuciante de la guerra vivida, pues
es reportera, dado el título universitario que maneja piensa y decide entonces trabajar
para su país guerrero en el delicado campo del espionaje, algo que le atrae
sobremanera, y sin decirle a nadie sobre tal objetivo envía papeles de
currícula a Washington, donde de seguidas y analizado el caso es reclutada por
el servicio secreto para trabajar en la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS, que
pronto se convierte en CIA), cuando ajusta dos décadas de vivir, o sea en 1943.
Como había que construir
una figura de mujer excepcional pronto comenzó a realizar la tarea que se le encomienda,
siendo destinada a trabajar bajo disimulo en la conducción directiva de una
empresa americana de petróleo, de donde arrienda un apartamento o piso que
acondicionará para recibir amistades, con toda comodidad, ya que en España a
pesar de las bajas relaciones con los americanos había una colonia gringa que
pronto se nutriría con personalidades diferentes como el caso del periodista Ernest Hemingway y luego la inefable actriz
Ava Gardner. Pero el punto principal para ambientar al personaje era darle
entrada a Aline Griffith dentro de la alta sociedad española, porque allí de
continuo se cocinaron habas en la materia informativa que buscaba la espía. Y
pronto apareció un hombre que habría de
ser su necesario compañero, hasta sentimental, porque Cupido anduvo en ello con
premura, siendo escogido el entonces conde de Quintanilla, apuesto y rico varón,
elegante, atractivo, con varios idiomas en su haber, que ella dijo haberlo
conocido en un elegante cóctel madrileño por la zona de Puerta de Hierro, pero
que yo, por vivir estudiando en España y estar cerca de estos hechos, tuve una
versión más cónsona con el primer impactante encuentro que aparentaba ser
fortuito, o sea que atando cabos posteriores el servicio secreto americano
preparó un escenario en las afueras montañosas de Madrid, por la sierra de
Guadarrama, donde la señorita Aline tenía desinflado un caucho de su coche que
conduce, cuando pasa el guapo, de buena educación, un tanto picaflor y elegante conde, y desde
luego que se encargó de ayudarla en este cambio de la llanta, pero de allí con
aquellos ojos tan vivos de la morena clara, imponente de figura y por demás
simpática, aunque algo tímida, quizás en apariencia, de un principio le
envolvió el corazón, para después convertirse por etapas en novio, prometido y
al poco tiempo luego de lo prudencial, en su esposo, don Luis Figueroa Pérez de
Guzmán, hecho que ocurriera en 1947, esta vez pasando a ser la condesa de
Quintanilla, y una vez que falleció don Luis, cuarenta años después, se
convirtió en condesa viuda de Romanones, que era entonces el importante título
de nobleza real que ostentaba su marido.
Es aquí precisamente donde Ramón Urdaneta
comienza a tener varas en el asunto y esto porque a mi regreso de Caracas a
Zaragoza, a inicios de 1955 y por consejo del embajador Rafael Paredes
Urdaneta, a sabiendas que yo preparaba
un trabajo biográfico sobre el conquistador Diego García de Paredes, fundador
de mi ciudad natal, éste me indicó que en Madrid entrara en tratos con Miguel
Muñoz de San Pedro, conde de Canilleros y de San Miguel, familiar en orden
colateral con el referido García de Paredes, pues él conservaba en Cáceres el
viejo archivo de la familia Paredes, de donde pronto me encaminé a la extremeña
capital, donde fui muy bien atendido por este noble señor en el palacio de
Ovando, y de donde también se derivó una buena amistad. Por esta relación en Madrid,
pronto conocí a su familia, a la condesa
esposa, el yerno y a sus dos hijas, de cuya relación en mi libro “50 veces yo”
trato con suficiencia los detalles de esta amistad. A través de Canilleros
entré en relación con personajes del Madrid de entonces, como José María de
Cossío, Luis García Blanco, y la condesa de Quintanilla, que alguna vez asistió
al café El Sol, arriba de Cibeles, y hacia Serrano, donde luego del almuerzo se
reunía una peña o tertulia de intelectuales, y en el que pude encontrar al
hermano Nectario María Pralong, de la congregación La Salle, y desde luego que a
Aline Griffith, radiante de belleza, buen humor, sencilla y utilizando un
lenguaje desenfadado, a quien pronto, el 18 de julio de 1956, encontré en
Trujillo de Extremadura, y de lo cual para constancia histórica fue tomada una
fotografía al lado del escudo en piedra de la familia De Paredes, donde aparece
la condesa espía de amplia falda plisada a media pierna, y el que esto escribe [a
mi derecha está el importante duque y marqués de Montellano, Grande de España],
blasón que esos días fue enviado a Trujillo de Venezuela y que reposa en el
museo de la ciudad. Por cierto en el diario Extremadura del 9 de octubre de
1957 aparece un trabajo histórico escrito por esta condesa sobre la famosa
hetaira Catalina de Miranda, que vivía en aquella época y en El Tocuyo de
Venezuela. De esa entrega formal que se efectuara,
pasamos entonces a la iglesia de Santa María, la mayor de tal ciudad, de
construcción romana y gótica, donde por única excepción y en presencia de la
condesa de Quintanilla, que retratada está, se procedió a abrir la tumba de
Diego García de Paredes, padre, llamado “Sansón de Extremadura”, en presencia
del ilustre académico de la Historia Antonio
Rodríguez Moñino, el historiador Hermano Nectario María, familiares y
autoridades locales, para dejar constancia que los huesos encontrados en tal
fosa eclesial sí correspondían a este Sansón, por el tamaño enorme de la
osamenta, de lo que se dejó prueba oficial escrita.
Con Canilleros continué sosteniendo una
buena amistad, incluso visitándole en su lujoso hogar madrileño de Menéndez
Pelayo y por donde estaba al tanto de las actividades sociales de Aline
Griffith, que ya se había embolsillado a toda la conocida sociedad capitalina y
quien por tanto era rica fuente de información para enviar a las oficinas de la CIA en Washington. Mientras
tanto y por diez años las labores de Aline permanecieron de acuerdo con sus
superiores, un tanto de perfil bajo, mientras escribía trabajos alusivos de
interés, novelas llenas de inspiración y viajaba a los Estados Unidos para dar
conferencias sobre política, en visita familiar y otras cosas más. Sus
amistades se multiplicaron entre la alta nobleza, por la vinculación de los
Romanones, que fue una de las mejores fortunas de España, quizás después de la
de don Juan March o de la Casa
de Alba, y cuando no estaba en su finca de Pascualete, donde en tiempos oportunos
sin veda se lucía cazando gruesas perdices extremeñas, sitio de vieja tradición
familiar y mantenida cerca de Trujillo, viajaba de continuo en labores del
trabajo a efectuar, al tiempo que hace relación amical con figuras como los
duques de Windsor (ella, divorciada americana), presidentes Nixon y Reagan, la
americana princesa Grace Nelly, la muy importante duquesa de Alba, la Gardner, la exótica Jackie
Kennedy, Deborah Kerr, la incomparable artista Lola Flores, el torero Luis
Miguel Dominguín y Audrey Hepburn de quien sentía celos, pues mucho la miraba y
consentía su marido Luis. Mientras tanto y como buena modelo profesional viste
atuendos de las mejores casas de moda internacional, valga el recuerdo de Ives
Saint Laurent y Pedro Rodríguez, que le obsequian trajes de valía, de donde su
nombre se mantiene por muchos años en una lista de las mujeres mejor vestidas
del mundo.
Aline conoció el generalísimo Franco en
tierras andaluzas de Jaén, acompañada entonces de la exquisita pareja que eran
los duques de Windsor, cuando cerca de Santa Cruz de Mudela este grupo
exquisito y durante el tiempo de caza de perdices sostuvieron cierto encuentro
afectivo en un coto del lugar, que quizás esté reflejado en los archivos
secretos de Washington. Pero lo que vuelve a llamar más la atención sobre la
famosa espía Butch, Tigre o Aline Griffith muchos años después de la llamada
Guerrea Fría, en que ella interviene con sus informaciones permanentes, es que ya cansada de jugar un doble papel, que hasta
le estorba, como escritora de novelas conocidas y de temas apasionantes decide
salir del armario como ahora se llama la actitud, para decir sin pelos en la
lengua que fue espía de su país de origen por más de cuarenta años, o sea de 1944 a 1986, y que gozando
con aquellos recuerdos de su vida riesgosa, que a veces supongo le produjeron
angustia, hizo su mundo como quería, y se río de él, porque nadie entra en
sospecha de ello que en verdad disfrutara Aline Griffith, y quien ahora anda
acercándose a los noventa años, porque no he sabido de su desaparición.
Pero así como otro espía famoso, el catalán
Joan Pujol, tuvo mucho vínculo con Venezuela, y aquí dejó sus huesos, sin que
nadie pudiera entender las vueltas que da la vida, porque así lo ha declarado
Aline, nadie, pero nadie pudo pensar que esta famosa espía que termina su
carrera profesional, de las varias que tuvo, en la república de El Salvador,
enviada en 1984 por la CIA
bajo una cortina de humo para salvaguardar esa misión especial, en tiempos del
frente guerrillero Farabundo Martí y la droga que también abundaba, repito, nadie pudo pensar que Aline con su maestría
aprendida iba a hacer cierta amistad en 1977, con un muchacho joven de 28 años
que bajo nombre supuesto e intención acaso investigativa trabajara en las oficinas
de su marido el conde, en Madrid, y que
se encargaba de llevarle la correspondencia para la firma a su esposa Aline
desde dicha céntrica oficina, ratos de espera en que Carlos Ilich Ramírez Sánchez,
caraqueño condenado a dos cadenas perpetuas en Francia, con supuestos 80
crímenes de terrorismo internacional encima, era la simple ovejita que tranquilo
esperaba en la lujosa mansión de Aline, sin saber ella que este escorpión, hijo
de un abogado venezolano comunista, José Altagracia Ramírez, de familia
comunista y enviado a estudiar por su padre a Cuba para entrenarse en el
comunismo, después a España, luego a Francia y de allí al engendro político
Patrice Lumumba de Moscú, iba a dar la vuelta por el terror que infunde, y ya
siendo preso por cerca de veinte años, era este jovencito “amable y atractivo”
con cara angelical y facilidad de palabra, como ella lo describe, enfrentándose
a otra “mansa” tigra en esas condiciones anónimas, y que ella en sus memorias
recuerda a este asesino con clase muy joven y trabajando en la empresa de
seguros de su esposo, y de la cual Aline era Consejera, oficina que por cierto le sirvió a la condesa
para relacionarse con agentes secretos en más de once países. E incluso llegó
Aline a felicitar a su marido por la presencia laboral, callada y afectuosa de
este joven caraqueño y buen trabajador
en dicha empresa.
Con los tres hijos y los trece nietos
permaneció en Madrid la espía venida de Nueva York, que en sus mejores tiempos
había sido portada de grandes revistas internacionales, como Life. Ya por
problemas quizás de repartición de herencia un fragmento de su fortuna en joyas,
muchas heredadas de la noble canasta familiar, en mayo del 2011 y en la ciudad
lacustre suiza de Ginebra fueron sacadas a subasta en la muy conocida casa
Sotheb’ys de aquel país, encontrándose entre ellas diademas de realeza, un
diamante rosa de gran valor, así como en la lista a escoger excepcionales esmeraldas,
brillantes y rubíes, que pidieron alcanzar un
precio de veinte millones de dólares. En definitiva Aline, la
periodista, modelo, escritora, empresaria, taurófila, espía de la CIA, mujer de hogar, dama del
alto mundo europeo y con títulos de nobleza encima, vivió como en un cuento de
hadas, algo así interpretando a Blancanieves, jugándose la vida pero riéndose
de ella y de sí misma, mientras acaso sueñe con la figura angelical del “Día
del Chacal”, obra de su colega británico Frederick Forsyth, quien también mostrara
con crudeza los dientes afilados de Carlos Ilich Ramírez, o los colmillos puntiagudos
cuajados de sangre que exhibe el caraqueño en su novela de ella y exitosa “Un
asesino con clase”, aterrador relato de suspense editado por Planeta, de Barcelona,
en 2.002. Buena suerte a la gemela de Ana Chapman, espía de la KGB que no vino sino que se
fue a Moscú.
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