Amigos invisibles. En verdad que el mundo está lleno de locos (al
menos un setenta por ciento de la población en mayor o menor grado sufren de
ello), algunos de atar y otros que andan tan campantes como para mezclarse en
sus quehaceres con los pocos cuerdos que
en el mundo han sido, y no lo digo de forma poética quevediana sino con la
realidad extrema que ocurre en tantos casos de colección donde mediante diferentes
circunstancias de fanatismo, ya sea por vivencias atávicas de religión, de
castas guerreras o de encuentros fortuitos cuyo único callejón de salida es el
inmolarse, entre otros ejemplos que puedo recordar, llevan a esos sujetos
llamados paranoicos a conducir grupos sociales por la vía siniestra del
suicidio. Para ejemplo de estos habitantes del planeta dejamos constancia de
asesinatos en masa como el reciente ocurrido en Uganda por medio del fuego
creyente y selectivo de la gasolina rociada que se lleva en el carro de la
muerte a unas 800 personas conducidas a ese holocausto final por caudillos insensatos pertenecientes a una
larga historia del desafuero tribal desde los tiempos de Numancia y más cerca
de nosotros la Casa Fuerte de Barcelona con que aquí comienzan dignificando esos
asesinatos colectivos dentro de una guerra a muerte sin cuartel. Y ya que
tratamos algo de Venezuela si hurgamos hacia atrás y desde la Independencia en
adelante el espanto de un Boves, de un Antoñanzas, Zamora, Arismendi, Antonio
Nicolás Briceño, el llanero Presidente no ha mucho muerto y tantos de la colección
esquizoide que bajo diversas formas y estilos de combate han contribuido mediante
sortilegios a que se instituya con bombos y platillos ese fantasma tan penoso
que es la muerte y más en las circunstancias cínicas que cada uno puede aplicar.
Pues bien bajo la máscara radiante de un muchacho avispado cualquiera y
con referencia al tema que vamos a tratar porque también atañe a Venezuela, Jim
Jones (James Warren Jones, nacido en Indiana, en mayo de 1931) aparece en el
escenario de los alucinados por tantos males y desprecios conjuntos como un
gringo despierto, inteligente, paranoico y desmesurado, con intenciones
desconocidas pero poseedor del manejo de la palabra popular y los conceptos
fáciles, porque los difíciles se le traban, de donde en una mezcla que se tiene
de su agitada vida en medio de pobrezas raciales estudia a la sombra de
escuelas de origen luterano, y hasta en
sus andanzas juveniles llega buscando caminos al gusto propio que está lleno de
atajos y de incomprensiones consigo mismo, al extremo que criado en una
comunidad heterogénea pero llena de rencores sociales desde antaño dentro de la
discriminación que se aplica viene a su mente como instrumento para enderezar
el raciocinio de los aconteceres el convertirse en líder de ideas disparatadas,
como que siendo de origen protestante pentecostal piensa más en salvar afrodescendientes
que aún llevan el estigma esclavista, mientras por otro lado incorpora a su
pensar extravagante las ideas comunistas del propio Stalin, Lenin o de Hitler
que son tan discutidas y aherrojadas dentro de la cultura americana de su
tiempo.
Desde muy joven, por tanto, comienza a recabar prosélitos mientras jura o
cree ser enviado de Dios a la tierra para redimir tantos pecados, como a su manera
lo hiciera el propio Hitler, y por ese espíritu de comprensión y una lengua aterciopelada
para inducir las mentes primitivas, pronto en 1953 abre tienda propia y
comienza a consensuar prosélitos, principalmente de raza negra porque en
aquellos tiempos de Luther King y el reverendo Jackson entre el gesto, la
mirada directa y el amasijo mental que posee cuando tiene más de 400 prosélitos de esa comunidad cerrada pero
sumisos a su palabra, gesto y dictamen, con los suyos decide asentar las
creencias que madura en San Francisco de
California, y ya como Reverendo por instalarse en los restos de una antigua
sinagoga donde comienza a edificar y recibir dádivas o tributos de obligación,
que pronto le llevan a ser realidad este Templo del Pueblo (“Discípulos de
Cristo”), como le llama desde cuando en su estancia de Indianápolis concibe tal
idea híbrida, mientras siguen llegándole conversos (se asienta que alcanzan los
3000 a mediados de la década del setenta) a sus falsas peroratas tildadas de
divinas con el culto tiránico que realiza y el endiosamiento de su propia
persona que otros llaman ego exacerbado.
Para este tiempo y entonces con lecturas religiosas y
comunistas que amalgama en el provecho intelectual donde las palabras muerte e
inmortalidad tienen cabida propia sin que nadie pueda discutir junto a sus seguidores al ahora inmortal Jim
Jones, que hasta dice desciende de una tribu indígena cheroqui, comienza con
creces viendo prosperar a su confraternidad de Indianápolis y ya con el crecimiento de la congregación y
el racismo incorporado entre 150 incondicionales bajo su mando, proyecta y
desarrolla el viaje definitivo hasta San Francisco, ciudad de libertades del
espíritu y amplio relajamiento del sexo,
asentándose en esta ciudad histórica en 1972, cuando ya entre las exageraciones
sofisticadas hacía “curaciones por la fe”, en cuyo caso sus seguidores lo
adoraban y sin chistar por obediencia ciega, porque en el paroxismo intrínseco se
comparaba a Jesucristo. Con este traslado de los fieles que como digo llega a
una ciudad liberal y mundana, pronto el Reverendo pastor comienza igualmente a
recaudar cifras de dinero adecuado que le hacen más tranquila su existencia,
aunque sabe que por sus inclinaciones ideológicas marxistoides o comunistas
pues fue miembro de ese Partido en 1951, está en la mira de Washington y el
Congreso de los Estados Unidos, en especial del fiero caza brujas senador
Mcarthy, lo que se incrementa luego de
la última Guerra Mundial.
Por esta razón esencial y mediante algunas informaciones diseminadas en
los medios de comunicación en cuanto a los procederes peligrosos de este grupo
radical al mando de dicha Iglesia o secta tan sujeta a los dictámenes del
Reverendo Jones, que podían atraer una investigación de fondo por parte del
gobierno americano, y como el enclave de Guyana era nombrado tal territorio por ser una simple dependencia política
británica al formar parte de la Commonwealth
(mancomunidad), entonces de tendencia filocomunista, ante tales proyectos de
asentamiento por su escasa población y con miras de futuro, sobretodo en la
región llamada Guayana Esequiba, que es parte de Venezuela y que reivindica el
país en sus dos terceras partes sustraída mediante una componenda delictual que
la despoja de 150.000 kilómetros cuadrados por el oprobioso imperio británico
de los Tudor que aún en América Latina retiene en calidad colonial pero con
distintos planteamientos y máscaras a las islas Malvinas, diversas ínsulas en
el mar Caribe, Bahamas y Belice que guardan serios compromisos con ese férreo Imperio
en decadencia, por estos razonamientos y dado que la lengua local es el inglés
creole, que pudiera servir al Reverendo Jones en su expansión colonial futura,
sumadas estas razones y otras conjeturas a tomar en cuenta como los eclesiales
y africanistas, resuelve solicitar ante las autoridades de Georgetown, la
capital administrativa del presunto país que arropa en gran parte territorio
venezolano que Caracas disputa ante el manotazo leonino del inglés, lo que a través de interlocutores o lawyers escogidos
y el visto bueno siempre británico desde luego culmina esta operación cayapa bien estructurada y sin que
participase en ello el gobierno venezolano por reivindicar esas tierras sometidas
a consenso internacional.
Desde luego que las autoridades británicas y guyanesas estaban interesadas
en el asentamiento de esta secta comunitaria ante varias razones como fueron por
la pretendida defensa contra la posición venezolana en solicitud de esas
tierras guyanesas que se reivindican en las dos terceras partes de su territorio
anteriormente usurpado, por la tradición racista afrodescendiente de gran parte
de esa comunidad que la emparenta de este modo con la población negra
mayoritaria de Guyana, porque dicha secta pretende desarrollar áreas
importantes de agricultura a que se dedica en buena parte el país y porque como
muro de contención el gobierno guyanés mediante arriendo y las buenas
relaciones habidas en 1974 resuelve
entregar a dicha secta una gran extensión de terrenos improductivos (más de doce
kilómetros cuadrados) que se sitúan al noroeste del país en áreas geográficas
de las cuencas de los ríos Mazaruni y Cuyuní reivindicadas por Venezuela, con
plantas hidroeléctricas instaladas no lejos de la actual frontera en discusión
y porque este país deseaba desarrollar tal estratégico territorio lindante,
como se podía ver con la explotación de minas de oro en los ríos antedichos, el
desarrollo del cercano Port Kaitura, la
ubicación de una zona de lanzamientos satelitales como la existente en la no
lejos Guayana francesa, porque este establecimiento de norteamericanos podía
servir de valla contra deseos independentistas
interiores como los amerindios de Repununi, y sobre la pretensión grave en
materia de la plataforma continental marina guyanesa que afecta directamente a
Venezuela.
Ante la posición contraria a Jones mantenida por la prensa
de San Francisco y otros medios que pedían una investigación en cuanto a los
hechos denunciados (entre ellos la escandalosa satiriasis del iluminado pastor con
mujeres de la colonia que no podían protestar porque todo era controlado por él),
el Reverendo Jones a pesar de ciertos apoyos oficiales de la negritud americana
y de Washington y viendo peligrar su persona como el Templo del Pueblo y sus fieles
lacayos mantenidos por él con una férrea disciplina autoritaria que no diría
satánica (en cierto momento exasperado
rechaza la Biblia y se declara una Divinidad comparable a Jesucristo) pero
yo sí, tipo Stalin, sádico personaje de
gulag a quien por cierto Jones mucho alabara, con que incluye el ascenso al cielo
de toda la militancia dirigido por este caudillo
templario, lo cierto fue que sacadas cuentas
nedcesarias en 1973 y en volandas el pastor Jones viajó a Georgetown, donde se establece
provisionalmente y mantiene cordiales relaciones con el gobierno filocomunista
del momento, para luego pasar al
territorio que él bautiza Jonestown, nombre de la pequeña capital y mientras
regresa a California para traer a 900 de su secta que ya comenzaba a dudar de esa
paranoica idea referida a una ciudad paradisíaca que prometiera en medio de la
selva y en tierras fragosas prácticamente desconocidas. Cuando a mediados de
1977 la comunidad regida por el “Padre” Jones y ante nuevos ataques de la
prensa, como válvula de escape se
establece en el recién inaugurado pueblo suramericano, mientras el reverendo
sin ninguna mesura comienza a tratar a los habitantes de una manera más
autoritaria y despótica, trabajando los infelices doce horas diarias de
explotación laboral cuyos ingresos todos iban a los bolsillos del llamado
“Padre”, y con duros castigos corporales ante guardias armados, como el pozo en
que encierra a quienes no escuchan sus órdenes, la cárcel que viene a ser
estrechas cajas de madera, las golpizas por desobediencia, la pésima comida a base diaria solo de arroz y
granos, tan diferente a la que ingiere el pastor sin ninguna abstinencia e incumpliendo
todo lo expuesto sobre igualdad social, de donde en el fondo los allí
establecidos con el temor a cuestas comienzan a ser críticos de tal situación lo
que culmina en el deseo ardiente del regreso a California, de donde hacen
llegar a las familias en forma por demás disimulada relatos de su vida en
Jamestown, dando así origen a que el gobierno americano tome cartas en el
asunto por las noticias de la prensa igualmente aparecidas, por cuyo motivo pronto
se prepara una comisión del Congreso de Estados Unidos y algunos ayudantes al
mando de representante diputado Leo Ryan, quienes junto a periodistas y otros asistentes
del parlamentario pronto se trasladan a Georgetown y de allí a la pista de
aterrizaje de Port Kaituna, donde son recibidos por el Reverendo pastor y una
comitiva.
El parlamentario junto con su séquito correspondiente se
dirigió a Jonestown para ponerse en conocimiento sobre las denuncias ocurridas
y el análisis del quebrantamiento de los derechos humanos (entre ellos serias
acusaciones de violaciones físicas permanentes), mientras que el Reverendo o
“Padre Jones” desconocía que dos ayudantes eran miembros de la CIA quienes lo
acompañaban en el viaje para estudiar in situ el “Proyecto de Control Mental” en
comunidades de esas características que adelantaba tal organismo para
utilizarlo en casos de necesidad. Inicialmente fueron muy bien atendidos por el
Reverendo y el grupo encargado de agasajarlos, pero cuando el diputado Ray
comenzó a investigar la situación de la colonia muchos residentes le pidieron
que los llevase de regreso a los Estados Unidos, por lo que siendo imposible
trasladarlos en ese viaje de avioneta hasta Georgetown, prometió volver por
ellos en muy próxima oportunidad, de modo tal que viéndose perdido Jim Jones y
como ser Supremo o Divinidad que en la paranoia le arreciaba decide ejecutar el
plan extintor de esa comunidad como de antemano y de acuerdo con ensayos
humanos con lavado de cerebros y sumisión absoluta había previsto, por lo que
en seguida envía a hombres de confianza para que disparen a la avioneta de Ryan
ya en plan de vuelo, en cuyo intento las balas asesinas penetran en la cabina del avión hiriendo gravemente a
dicho congresista Ryan y a otro más, mientras en la maniobra pueden alzar el vuelo entre el tiroteo y sin nuevos contratiempos. De inmediato Jones reúne
a toda la comunidad bajo su dependencia estricta, los arenga con palabras
convincentes de que ahora y por fin irán al Cielo prometido para ver a Dios en
su presencia, y sin mayor dilación el fatídico 18 de noviembre de 1978 según
había pronosticado procede a la masacre o
“Noche Blanca” prometida con más de 900 personas que sin oponerse ingieren una
mezcla de mosto de uvas, cocacola y veneno
de cianuro, diciendo a todos los del rito mortal que se abrazaran para poder
entrar a ese Reino Supremo, mientras las
convulsiones rápidas iban acabando prácticamente a Jamestown y desaparece con
ellos su rico máximo líder y desequilibrado famoso Jim Jones, quien por cierto fue
muerto de una bala al corazón y no por
veneno, posiblemente a requerimiento del macro suicida. Perecieron entonces 913 miembros de esa
comunidad aterrada y fatídica, entre ellos más de 570 de raza negra y 270 niños
de corta edad, considerado ello el mayor holocausto de los últimos tiempos
espeluznantes.
De esos tipejos como Stalin, Lenin, Hitler, Mussolini, Mao Ze Dong, Ceaucescu, Beria, Hussein, Kadhafi, y otros
tantos de la colección a temer, ¡Líbranos Señor!
No hay comentarios:
Publicar un comentario