Amigos invisibles. Cuando cualquiera
entra a esculcar en los meandros de la Historia se tropieza con situaciones
agradables que algunos transforman en cuentos de hadas, y en otras ocasiones, acaso
las más variadas, nos hallamos con etapas esperpénticas salidas de
imaginaciones calenturientas que a veces pueden provocar risa o en su defecto
llanto, dadas las excentricidades y terrores que tales etapas conllevan, donde
ni las ficciones más aterradoras pudieran enderezar los hechos circunscritos
esta vez puestos en función de verdad, pero que por debajo de la manga o
costura zurcida con intenciones dirigidas hacia un fin, demuestran lo
irracional de sus posturas.
Pues
bien, sobre esa clasificación frontal a la que dirijo cierto análisis freudiano
desprendido en cuanto a los hechos y personajes que saldrán oportunos en esta
pantalla representativa de su tiempo, no es de extrañar que aparezcan
situaciones difíciles de comprender en cuanto a la evolución de una familia
formada con la punta de sus lanzas que desde los albores de la Independencia se
enrolaron en la lucha carnicera entonces llevaba a cabo, pues en principio no
había otra cosa a qué dedicarse porque los campos nutricios de que al tiempo se
vivía por causa de los conflictos permanentes fueron arrasados de ambos bandos
en disputa y como sucede en toda guerra, para beneficio de quienes participaban
en ella dejaron siempre como un principio consagrado a eso que denominan
pillaje o vulgar saqueo, variedad delictiva que podía enriquecer a algunos,
aunque otros sí combatieran por aquello que llaman una bandera con convicción
idealista y toda la parafernalia seguida, fuesen monárquicos seculares o
patriotas republicanos, aunque muchos cambiaron del campo de batalla según las
circunstancias y el manoseo o avance del conflicto. Dentro de estas causas
mencionadas al recuerdo y con la mentalidad llanera tan característica,
zorruna, astuta, acomodaticia, cuyo fin último es el de los intereses
personales, en ese vasto mundo del llano oriental de Venezuela, que algo
difiere con los llaneros occidentales, aparece de pronto la figura de un
cualquiera llamado José Tadeo Monagas, despierto, valeroso y que cuando sus
afines sean personas de valía alejados de los detalles intracendentes y con
ánimos de seguir adelante, este caballero de sangre criolla mezclada liderará a cierto grupo que iba a dejar una
huella o roncha no muy brillante en la trascendental Historia de Venezuela.
El inicio de esta
refistolera familia Monagas que se cría al vaivén del tiempo y la soledad
llaneras haciendo proezas vitales de subsistencia en esa grandes extensiones de
sabanas difíciles de dominar salvo con la llamada “ley de la selva”, que
equivale a la del más fuerte y sin contemplación alguna para resolver las
pendencias, por los meandros de un caño ubicado cerca de Maturín y a la sombra oportuna de cualquier
árbol frondoso nace, pues, José Tadeo (en verdad Judas Tadeo), al más avispado
de los tres jefes montoneros, y junto con el
fraterno José Gregorio constituirán la dupla para sobrevivir de
cualquier forma, mientras se extasían viendo crecer a la familia que en aquel
llano adentro y por la pobreza de algunos existente desde que calzan lanzas o
palos con estacas hicieron una labor simple de cuatreros, asaltadores de
viandantes que vuelan al más allá, y todas las picardías necesarias para la
sobrevivencia en aquellos lugares donde la verdadera ley prácticamente no existía. Como bandoleros a
lo Sierra Morena acordes con este axioma definitorio crecen José Tadeo y los
suyos, hasta cuando la revolución o la guerra en causa que para aquellas mentes analfabetas no se
entendía del todo, fue tomando calor al
frente de su banda de malhechores, y para lavar culpas terribles que impliquen
impunidad, quien había sido peón de haciendas y hasta administrador (caporal)
de propiedades junto a esa caterva pendenciera de criminales, para señalarlos
en algo, de lleno entraron en la guerra colocados en ese tumultuoso bando
patriota, donde iban a continuar en sus pilatunas perversas. Allí en el
trasegar de las campañas y por la
experiencia que da la vida José Tadeo y quienes lo rodean irán aprendiendo “au
jour le jour” entre el vivac de la postura diaria, mientras recorre el tiempo y
este llanero se hace más importante. Así inicia la carrera militar con el
fragor de la lucha a las órdenes patriotas del hispano Manuel Villapol, y como
hábil jinete y magnífico lancero en estos avatares marcianos es herido varias
veces por lanzazos y disparos, como en La Puerta y Aragua de Barcelona,
ascendiendo a general de división en 1821, y pronto se le inunda la cabeza de
aspiraciones políticas por lo que junto con personajes siniestros conspira
contra el Presidente José María Vargas en la Revolución de las Reformas, en
1835, que lo llevarán en 1854 a ser General en Jefe. Sin embargo en el
transcurrir de su larga actuación fue una figura contradictoria, entre el
rechazo y apoyo a la Gran Colombia y el nacimiento del sedicioso Estado de
Oriente, efímero, separatista, que cristaliza apenas con Santiago Mariño en
1831, siendo Monagas el Segundo Jefe de este sueño perdido. Luego en las
volteretas políticas que efectúa aliado con Páez y Soublette, como algo
impuesto triunfa en las elecciones presidenciales de 1847, de donde salta a la
Presidencia de la República. Sin embargo a poco se distancia del general Páez,
lo que desemboca en una inestabilidad política que tendría un grave desenlace
para Monagas.
En efecto, el 19 de enero
de 1848 varios congresistas seguidores del caudillo Páez deciden cambiar el
Congreso de la República alejando su sede de Caracas, para así enjuiciar al
propio Presidente Monagas, por lo que
José Tadeo en prevención de lo que espera con rapidez y nocturnidad mueve una
muchedumbre adepta y la establece frente al Congreso, que piensa de todas
sesionar en Puerto Cabello. La situación va poniéndose tensa, color de hormiga,
mientras el insomne José Tadeo vela nervioso por los acontecimientos que ya
están a vuelta de la esquina. Así las cosas el 24 de enero, frente a una
guardia amodorrada por el cansancio y la falta de sueño, a las 3 de la tarde en
traje de etiqueta ante el Congreso se presenta el monaguense Ministro del
Interior, Tomás José Sanabria, e ingresa al recinto, mientras entre el
populacho establecido ante el edificio legislativo se corre la voz falsa que
los godos (paecistas) han asesinado al portavoz Sanabria, lo que de inmediato
mueve a la enfurecida plebe con ansias de ingresar a este recinto, que incita a
la guardia de custodia a efectuar disparos en su defensa, mientras con bayoneta
y de gravedad se hiere al director del grupo centinela, coronel Guillermo
Smith, cayendo en la refriega iniciada tres miembros del pueblo allí aposentado
y entretanto se pelea con toda suerte de armas mortales. Así, al tiempo que se
amenaza de muerte con puñal al mensajero Sanabria, ante el pavor desatado los
representantes allí reunidos se lanzan por escaleras y balcones para salvar la
vida, y el obeso pensador Juan Vicente González salta una pared como si fuera
gamo, al hacendista Santos Michelena lo atraviesan con otra bayoneta, de lo que
pronto muere, y los representantes
Salas, Argote y García también son sacrificados en la reyerta. Pero al
aparecer bajo fuerte escolta y montado a caballo el presidente Monagas, este
populacho se contiene cediendo las iras del tumulto desatado, mas ante el
deseo presidencial de asumir entonces la
dictadura, bajo el consejo prudente de Diego Bautista Urbaneja baja la presión
suscitada convocándose a una asamblea espuria del asaltado Congreso, donde
temerosos del mal algunos miembros deciden asistir. Este hecho sangriento, el
más vil del monagato en causa, sería continuado mediante frías relaciones
mantenidas con la Iglesia católica, que llevan a enemistar al prelado Fernández
Peña con el gobierno, a tal punto que en acalorada discusión suscitada con el
ministro Antonio Leocadio Guzmán, de la furia que le envuelve el prelado
arzobispo sufre un violento ataque cerebral, que lo lleva al sepulcro.
Bien pronto el general
Páez se alza contra Monagas pero la
suerte le es adversa al centauro José Antonio, que por ello se exilia del país,
mientras jubiloso entra a Caracas José Tadeo, acompañado de su grupo y del
alter ego José Gregorio Monagas, que para entonces ejercía “mientras tanto” la
Presidencia de la república. Recuperada una segunda presidencia republicana, el
caudillo de marras se alía con grupos autocráticos, para seguir mandando de
forma dictatorial mientras escoge como Presidente del Senado al manipulable
arzobispo Guevara y Lira. Fueron tiempos
entonces de conflictos producidos por Monagas cuando se malpone con Holanda
porque este reino somete a posesión propia la isla guanera de Aves, venezolana
situada al sur de Puerto Rico, de donde buques neerlandeses bloquean a La Guaira presionando con
intenciones aviesas, al tiempo que Tadeo alcanza diez años de gobierno tiránico
y por ello guardando las espaldas elige Vicepresidente del país a su hijo
político Francisco Oriach, aunque siguen los pleitos diplomáticos con Francia y
Gran Bretaña, que ocasionan otros bloqueos de puertos venezolanos, hasta que
Monagas se va del país muy rico pero considerado traidor a la patria y siendo
degradado, como también se le priva de todas las condecoraciones, alejándose
por tanto de su añorado refugio o hato El Roble, y de la casona caraqueña
familiar de San Pablo, que fue por mucho tiempo centro de conspiraciones y
madeja de problemas políticos, como el caso en que allí indulta al peligroso
enemigo Antonio Leocadio Guzmán, condenado a muerte y a quien dos años después
lo hace Vicepresidente de la república. Lidia todavía con la suerte, pero ante
la insurgencia del inepto y sortario Julián Castro se exilia por seis años, a
través de la Legación de Francia en Caracas que lo acoge, para regresar ya de
84 años este anciano tozudo que reúne diversas mesnadas de variopinto origen y
al frente de la Revolución Azul, para rendir a Caracas en medio de tantos
incrédulos, y convocar a nuevas elecciones presidenciales, mientras la longeva
Parca le pisa los talones y luego en otro desacierto decide entregar la
presidencia que ostenta a su menguado hijo José Ruperto. Pero con la edad
provecta José Tadeo enferma de cuidado, al extremo que 18 galenos le atendieron
en su última gravedad, que le arrebata la vida con distintos desarreglos para
rematarlo con una bronquitis aguda. El cadáver fue velado en casa de su sobrino
y ministro de guerra Domingo Monagas. Al morir Tadeo era el segundo hombre más
rico de Venezuela, donde manejara el peculado en gran escala por más de once
años, como también el nepotismo y el gobierno tribal, de esta “partida de
ladrones”, según lo señalara el gobierno americano. Ese clan de sinverguenzas
monagueros estuvo constituido principalmente por siete socios, agregándose
entre ellos al cuñadísimo Francisco
Oriach y el sobrino Lino Marrero, su hijo el doctor José Tadeo, Pío Ceballos y
el medio hermano José Gerardo, incluyendo a Tadeo y Gregorio, José Ruperto (con
quien se extingue el clan por querer mantenerse en la cabeza del poder por seis
años más), Domingo y Gregorio, hijos de José Gregorio, amén de otros rufianes
consentidos que promovieron nueve
insurrecciones a favor. A su muerte el país queda en completa anarquía
regionalista donde privan los saqueos y atentados a montón.
El clan fue además
inmoral, peculador, mediocre, demagógico, tracalero y engañoso (dirá Tadeo “La
constitución sirve para todo”), terrorista, tribal, tiránico, perseguidor,
alevoso, asesino (como las cabezas de los hermanos Belisario), inmoral,
incapaz, creador de empréstitos forzosos, que aplicó en múltiples veces la
llamada “ley de fugas”, y como buen llanero fue intrigante, maniobrero y
experto en el arte de la comedia humana. En fin, estos Monagas pasan a la
pequeña historia como despóticos, oligarcas y tenebrosos dueños de vidas y
haciendas.
En cuanto a José Gregorio
Monagas, que fue el menos malo de ellos, era blanco, quemado por el sol,
generoso y convive lejos de toda educación siendo campechano y hasta campuruzo.
El menos tiránico del clan, su ley era la fuerza del machete y de la lanza,
aunque vivió siempre amparado por el ala protectora de su hermano José Tadeo.
Sencillo, aldeano, mujeriego, campesino y rudo militar que comía con las manos
chupándose los dedos, formado en el vivac al que aprecia la tropa y quien en el
fondo despreció a la política, donde fue arrojado por el interés de su propio
hermano. Es el otro yo e inseparable de José Tadeo, a pesar de pequeñas
divergencias políticas que tuvieron, y el segundo en casos de poder, el
suplente necesario, pero de gran fiereza, por lo que adquiere el cognomento de
“Primera lanza de Oriente”. Nació en el
caserón del hato El Roble, cerca de Aragua de Barcelona, el año 1795, para elevarse
entre el trabajo ganadero de la estancia y el calor de los nueve hermanos del
matrimonio Monagas Burgos, formándose allí buen jinete en tiempos del
bandolerismo que practica para terminar agregado a la sanguinaria guerra de
Independencia que se lleva a cabo, y ya de oficial de caballería combate a
favor y en contra en acciones recordadas de Guayana, La Puerta, Aragua de
Barcelona, Los Magueyes, Urica, Maturín, Maracay, Semen, Ortiz y otras
escaramuzas, que le dieron nombre militar y de ellas en muchas anduvo con su
hermano mayor, José Tadeo, que era un protector y ángel de la guarda en sus
ejecutorias. Comandante General de Barcelona, en 1822, a pesar de ser hermano
de quien le nombra al puesto, de nada vale este impedimento dinástico o
nepótico, y como General viaja al Perú incaico con un refuerzo militar que no
triunfa en Ayacucho porque ya está dada la batalla, y apenas por estos ya
escasos fines guerreros aparece en el sitio de El Callao, bajo las órdenes del
general Bartolomé Salom. Con ese aval poco valioso regresa a la querencia
familiar de Barcelona. Allí el fraterno José Tadeo, como “padrino” con el poder
que ostenta lo hace General de División y a quien pronto mediante el apremio
ejercido designa Presidente de la República, en febrero de 1851, con lo que
Caracas se invade de orientales, de la estrecha confianza monaguera, ellos en
busca de nombre oportuno y de algún buen dinero por detrás, mientras Gregorio
debe enfrentar revueltas de facciones conservadoras, en que se fusila y asesina
en las cárceles, distanciándose algo del protector, aunque sin romper la unidad
familiar. Mientras prepara con cuidado y debates el famoso decreto de la
abolición esclava a favor de la negritud, fechado el 24 de marzo de 1854, que
en realidad fue un negocio más de muchos comerciantes y que poco ayudó en la
verdadera liberación de los oprimidos, abarcando a algo menos del dos por
ciento de la población nacional, entre esclavos y manumisos. Gregorio apoya
además la Unión Grancolombiana, en tiempos que ya no privaba tal deseo, y se
aleja de Tadeo cuando a este lo secundan
los conservadores para aspirar a la
Presidencia, que también desea Gregorio y sus compinches “gregorianos”, aunque
con el amparo de los liberales, de donde al final quien obtiene el pendón en
esta lid es desde luego que José Tadeo.
Mientras gobierna Gregorio apoyado ya a las trancas anda en auge el
agio, el cuatrerismo, el contrabando exportador de cueros, la venta de los
sueldos, y se especula con las tierras baldías, cuyo once por ciento diferencial para
entonces fue a parar en sucias manos monagueras. Finalizado su período
presidencial entrega el poder a Tadeo, que aprovecha para “despedir de las
prebendas” a algunos gregoristas, aunque nombre al hermano cesante y para
tranquilizarlo Jefe de las Fuerzas Armadas, hasta que el “boss” fue derrocado
en 1858. Así regresa Gregorio a Barcelona, pero las autoridades recelosas lo
hacen preso para enviarlo a la húmeda ergástula de Puerto Cabello, donde
enferma, y luego al lúgubre penal de San Carlos, en la barra de Maracaibo,
muriendo allí como olvidado en julio de 1858. Tuvo nueve hijos de matrimonio,
uno de los cuales, Domingo fue educado en la academia militar americana y muy
conocida de West Point
Y para recordar a José
Ruperto, el menos importante de la troika, era avinagrado, áspero, lacónico,
entregado a los hatos del despotismo tiránico, usaba bigote caído y barba en
perilla descuidada. Hijo de papá, inepto, ignorante cuanto incapaz
descendiente del monarca José Tadeo. Y
como la ignorancia es agresiva creyéndose omnipotente es decir todopoderoso por la elección a dedo,
repasa algunos cargos públicos como diputado por Maturín, Comandante de Barcelona, donde por desconfiar en su
persona termina preso, el burocrático cargo de Jefe del Estado Mayor, y quien
en medio de este desbarajuste por salvarlo la suerte de la Revolución Azul, a
ese híbrido sin sujeción el octogenario
padre para salvar la asonada, su país y la dinastía por no encontrar otro a
escoger en última instancia le deja el coroto o fardo pesado del poder porque
viendo que el barco se hunde del reñido clan de familia no hay interesado
alguno en suplantar la tentativa de intención sucesoria, por lo que sonándole
la flauta mágica el menguado Ruperto ejercerá funciones presidenciales por pocos
meses en medio de la anarquía nacional en vigor y hasta del separatismo
regional grave que se presenta con la proclamada “República del Zulia”, que
durará más de un mes en estas funciones trágicas. Y porque no le ratifican el nombramiento
vacuo el tristemente recordado Ruperto en la venganza vil disuelve el
Congreso, en medio de una gran crisis
fiscal que no permite pagar sueldos, mientras se convierte en un tiranuelo más,
las fincas son de nuevo saqueadas y las doncellas entre alaridos pierden su
virginidad, en medio de un gobierno guerrero, caótico y lleno de desastres.
Pero muy pronto y a fin de zanjar diferencias el pretendiente caraqueño Antonio
Guzmán Blanco invade el país, en febrero de 1870, y en el próximo abril ya es
asaltada Caracas por 8.000 bárbaros guzmancistas insensibilizados por el
aguardiente, mientras el “imbécil” Ruperto lleno de miedo por lo que le espera
se refugia en el palacio arzobispal, firma la rendición de su efímero
gobierno y se va al tacho de la basura
con los restos podridos de aquella dinastía por demás corrupta y miserable, que
entra en decadencia y poco tiempo después habrá de desaparecer. Su esposa, ex
Primera Dama de la República y ya en Barcelona, para poder subsistir habrá de
ejercer trabajos manuales de muy baja condición. Imagínelo usted. Así son las
cosas, diría el periodista caraqueño Oscar Yánez.
No quiero sacar
conclusiones de este tiempo nefasto republicano cuando mandaron en el poder los
llaneros, pero su argucia, como avisado lector, podrá hilar fino para atar
cabos calientes, porque mucho de este período que trazo a mi manera es como una
copia fiel de lo que en los últimos años ha ocurrido en Venezuela, claro,
guardando las distancias y el reparto escénico. Vale la pena una segunda
lectura de este artículo para entender cómo es que se bate el cobre, según el
oportuno refrán castellano. Y hasta pronto.
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