domingo, 1 de abril de 2012

LOS INDIOS CARIBES, ASESINOS CANÍBALES.

            Amigos invisibles. Para entrar en razón quiero hoy referirme  a esta endemoniada raza indígena americana, que proveniente del Matto Grosso brasileño y por el río Xingú que se desplaza al lado derecho del río Amazonas, atravesaron las meseta circundante para acercarse al caudaloso río Branco y en ligeras canoas fueron viniéndose hasta invadir el Orinoco y sus afluentes, lugares donde ejercerían un poder brutal mediante la ley del arrase terrestre, para salir por el dicho Orinoco hacia el mar antillano que por teñirse de sangre se volvió caribe, ya que estas hordas al estilo de Genghis Khan sin  ningún miramiento ni fuerza que las pudieran contener aplicaron la ley del más fuerte al acabar así en buena parte con la población primitiva e incluso despoblando a muchas islas, como el caso de Barbados, que estaba vacía de humanos para cuando llegaron los ingleses a poblarla. Y no solo en esta razzia espantosa mantenida se hicieron dueños del mar abierto que en los mapas se describe está situado al norte de Venezuela, sino que los emponzoñados indígenas por manadas asaltantes que se sepa introdujeron sus huestes asesinas desde el golfo de Méjico y los alrededores, para seguir hacia el sur en algunos lugares de Centroamérica, y siguieron andando en el regreso americano a fin de introducirse por el río Magdalena hacia el interior de Colombia y establecer comunidades caribeñas que sembraran guerra y desolación por las riberas de tal río y hacia las ubérrimas tierras del Tolima y el Valle del Cauca.
                          Pero refiriéndonos en especial a Venezuela agregaremos que a su llegada los caribes tuvieron numerosos encuentros con los que en mayoría la ocupaban, como eran los arahuacos, también originados en el Brasil, aunque antes llegaron para poblar estos territorios, mientras en feroces combates los neoaposentados utilizando su grito de guerra que era “Ana karina rote”, con el paso del tiempo fueron diezmando a los arahuacos y sacándolos así de las regiones llaneras, del centro y el oriente del país, para reducirlos en la emigración a bandadas que corrieron hacia las montañas andinas y otros lugares protegidos, mientras los caribes sin nadie detenerlos prosiguieron adueñándose de las intensas sabanas extendidas del Orinoco abajo, para ampliar su ley del más fuerte. Bueno es, por tanto, referirnos a eso que asiento o al concepto del más fuerte, pues exhibiendo una contextura musculosa por estar bien alimentados con carne humana, frente a los contrincantes que utilizaban otros elementos inferiores en proteínas, fácil eran desbaratarlos por la potencia de las macanas caribes y del bien templado arco flechero, en cuyas puntas se exhibía el mortal veneno llamado curare, de rápida eficacia paralizante. Por manera que para el arribo de los españoles a Venezuela la extensa comunidad caribe era dueña de las tierras que no trabajaban desde luego por el nomadismo de su permanencia, desde el oriente del río Esequibo hasta las estribaciones andinas, aunque en algunas zonas habían podido penetrar a esos lugares por el lago de Maracaibo y los ríos afluentes como el Catatumbo, el Escalante y otros, para aposentarse en los valles del hoy Estado Táchira.
            Así las cosas vamos ahora a referirnos  a la vida de estos temibles indígenas, que hasta no lejana época tuvieron en jaque a muchos sitios de Venezuela, como el de las zonas petroleras, con los kariñas en el Oriente y los motilones en el lago marabino, donde abundaban numerosas etnias de esta raza, puesto que para decir verdad todo el centro del país y en ello se incluye a Caracas y sus alrededores hasta el mar, el Oriente desde Barlovento a Chacopata y más allá, al término de Güiria o Trinidad, y una franja extensa enteramente dominada por ellos, esta vez de nación jirajara, que salía desde los alrededores de Mene Grande en el lago de Maracaibo, atravesando los llanos trujillanos, el territorio larense por arriba de El Tocuyo y que iba a terminar con mucha fortaleza en el sitio montañoso de Nirgua, donde combatieron por mucho tiempo a los hispanos, pero fueron los fornidos negros allí establecidos en calidad de esclavos quienes dieron la batalla contra los prepotentes caribes, lográndolos vencer y luego de décadas de asaltos, en tiempos del severo conquistador Garci González de Silva. Para poder consignar algunos aspectos de su vida social y como lo narra el misionero padre José Gumilla, voy a recordar aquí la nota 812 que se contiene en mi libro “Historia Oculta de Venezuela” (Caracas, 2007, págs. 195 y 196), donde el  valenciano jesuita español para demostrar lo inhumano y de horror de sus procederes inserta las sádicas pruebas excitantes a que en el mejor conciliábulo aquerralense de las tribus debe someterse un pretendiente a ser caudillo caribe y donde no fue de extrañar que durante la intención por lo extremado y lento del examen el interesado haya fallecido antes de culminar el maratón aterrador. Por manera que el escogido para tal ocasión debía someterse: 1º Con sus manos sacrificar matando a  tres indios enemigos, y traer las presas de los mismos (cabezas, la carne asada, y también las mujeres y muchachos detenidos) para que puedan ser vistos por todos los del convite, y después es de presumir lo que harían con tales sobrevivientes;  2º Hacer un lento ayuno a durar por seis meses lunares, sin hablar con nadie aunque vigilado, y navegando en canoas fluviales en todo este tiempo; 3º Acabado el fuerte ayuno se invita a los presentes llamados para la ocasión, oriundos de naciones caribes vecinas y con obligatoria asistencia, a objeto de realizar una macabra ceremonia que dura tres días, al tiempo de ingerir licor, masticar o fumar algo excitante, y donde una vieja india sin inmutarse cocina la carne humana preservada, de las tres víctimas ya dichas, y luego este manjar de dioses se reparte entre los convidados para comer a dedo, mientras en jolgorio de voces y de danzas beben y se embriagan;  4º Acto seguido  se coloca el candidato a cacique sobre hojas que se soasan lentamente, donde el aspirante debe permanecer por horas en tal calor, sudando y sin quejarse, y luego bailándole alrededor otra vieja caribe que le dará una escudilla o totuma de ají picante molido, espeso, lo que debe beber sin inmutarse; 5º De seguidas la misma anciana volcará una cazuela o totuma mayor, llena de grandes hormigas negras o bachacos, de estilo carniceras, para disgregarse sobre la hamaca o chinchorro donde yace atado el candidato, y allí mismo al revolver ella irritando a esos insectos ponzoñosos, lo muerden por doquier, la que será testigo de su cruel sufrimiento, en el que tampoco ha de quejarse.  
            Una vez pasadas estas escenas de dolor atroz, los jefes convidados celebrarán el coraje del indio sometido a tales pruebas de resistencia, mientras para seguir en el ritual se le lleva a una plaza o descampado del caserío, donde cada invitado le asesta dos latigazos machistas, que debe recibir sereno con los brazos cruzados, en signo de resignación. Sobrepuesto este último sacrificio al estilo alucinado de Edgar Allan Poe, el cacique principal le entrega una maza o macana, y por tres veces con el grito colectivo que retumba en la selva, se le aclama como nuevo y bravo cacique, aunque esté desfalleciente por las atrocidades torturantes que ha recibido en el cuerpo y en el alma. Como acto final de esa comedia de suspenso  al adolorido aunque callado  jefe caribe en compensación se le obsequian numerosos presentes, entre ellos para procrear entréganle una mujer de preferencia núbil y alta o espigada, como todo ser de raza caribe, que en este caso debe ser hija del cacique principal, al tiempo que se le adjudican no menos de cincuenta indios caribes  y sus respectivas familias, con que empieza a ascender hacia la cúpula de la jefatura indígena. Compadezco así al padre Gumilla en cuanto pudo entender y digerir sobre este episodio alucinante de nuestros antepasados originarios de esos entornos y vericuetos donde la vida terrenal nada valía, según se desprende de los datos fehacientes, traídos a estas páginas amarillas e indagantes para que los lectores se den cuenta de que no es oro todo lo que brilla, porque muchos por allí andan creyendo que esos antepasados fueron unos niños de pecho y que todos los conquistadores eran unos muérganos vagabundos. Que de todo hay en el mundo del Señor, porque es bueno aclarar tantos infundios y mentiras sesgadas.
            En cuanto al aspecto social de los caribes y según la pauta de mi libro, agrego que eran polígamos, viviendo en amplios bohíos  redondos (churuatas) y utilizando la venganza como manera de actuar, en general andaban pintados de rojo color onoto, sirviéndose de adornos con plumas, que robaban mujeres y niños para satisfacer sus placeres sexuales (nota 15), castrando a los pequeños prisioneros  para comérselos al tener más edad, y como buenos racistas, entre otras características repudiables sacrificaban también a los hijos paridos por mujeres extrañas a su casta, para con ello sostener la pureza racial caribe. Así de simple. En cuanto a la sujeción del prisionero capturado en combate, preferían mantenerlo vivo, para darle una muerte cruel y ritual, devorando el hígado y bebiendo la sangre caliente con gran cuidado para que no se derramara y así les diera fuerza y valor. Y como esto igualmente lo hacían con los españoles apresados, los Reyes Católicos por Real Cédula (Burgos, 23-12-1511) en cuanto a los caribes los declararon sujetos a esclavitud, por el nefando pecado de sodomía a que estaban acostumbrados, por lo que al no ser cristianos y comer carne humana “se pueden cautivar, vender y aprovecharse de ellos”, sin incurrir en pena alguna, lo que ante su ferocidad y vileza con el rompimiento del mito que algunos mantienen en la “leyenda negra”, se demuestra el peligro de estas huestes dañinas incluso para la paz y convivencia con otros indígenas americanos.  Como ejemplos  de tales atrocidades indignantes (y no dejamos sin culpa a los españoles, desde luego), en 1520 vemos que son devorados por los caribes, tres frailes conventuales de Píritu de Maracapana, mientras apunta el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo sobre los mismos caribes, hallarse “una muy grande cantidad de calaveras de cabezas de hombres, embijadas como los trofeos, de los hombres que allí habían devorado y comido, y en uno de estos bohíos estaban dos indios atados para comerlos, (pues) estaban muy gruesos, porque así los engordan allí para eso…” (nota 81). Igualmente queda escrito que en la expedición de Alonso de Herrera por el Orinoco (1534, nota l05) este conquistador arremetió contra varios caribes que se solazaban en la ribera con un banquete de carne humana, liberando además a ciertos indios que atados a los árboles esperaban la hora de su sacrificio también carnívoro. Y para cerrar con broche de oro agregaremos que en 1570 (nota 227) Garci González de Silva lleno de ira empala a numerosos caribes al presenciar  a orillas del río Tiznados (Guárico) un montón de 200 cabezas humanas puestas sobre unas barbacoas, dejadas allí por estos indios caníbales como “restos de víctimas devoradas antes”.
            Dentro de los tantos ejemplos de brutalidad caribe que podemos traer a colación, señalaremos aquí la destrucción del simbólico Manso, pueblo de indios guaraúnos establecidos en el Orinoco y donde el 18 de septiembre  de 1735 con ferocidad inusual irrumpieron los cuatrocientos caribes provenientes del río Caura, pereciendo destrozados por su obra los seis hijos del moreno capitán Juan Miguel, como igualmente su esposa, y él se salvó de chiripa, pero salió bien herido del encuentro campal. Ante esta avalancha feroz inusitada murieron la mayoría de los guaraúnos pobladores, pero a quien tocó la peor suerte en la faena final fue al tranquilo fraile Andrés López, el que dentro de ese holocausto sanguinario se ofreció a los temibles invasores para que cesara la matanza incontrolable de los hermanos indígenas, por lo que al aceptar el reto del incauto religioso primero le quebraron la cabeza con macanas y luego le echaron una soga al cuello, arrastrándolo por el suelo, para después colgarlo desnudo en un árbol chaparro, y acto continuo dentro del jolgorio caribe y el sadismo exacerbado al cadáver le cortaron los brazos por el sitio de los codos, para conducirlos como trofeos de guerra, mientras incendian el poblado, acaban con la iglesia, que fue entregada al fuego, y de seguro que se llevaron a muchos prisioneros para hacer con ellos lo que ya he explicado líneas arriba.
            Pero volvamos ahora a lo escrito por el padre Gumilla, que bien conocía a esta bandada de salvajes incultos, en cuanto podemos considerarlos así, y para no caer en los criterios obsoletos de quienes aún mantienen la ya destruida “leyenda negra” antihispana y negativa a más no poder, vale decir que los caribes de tontos no tenían un pelo, siendo buenos comerciantes y aliándose por ello con adversarios de los españoles, como el caso de los holandeses y franceses que andaban dando guerra por eso que hoy se llama Guyana, o sea la Guayana Esequiba, que además eran buenos navegantes de mar y ríos, y que el Prefecto de misiones fray Benito de la Garriga estima que para 1758 la venta anual de esclavos hecha por los caribes a los holandeses, y dejando ya un poco atrás la antropofagia en estos menesteres, alcanza a los trescientos indios jóvenes, pues con viejos nada quisieron ya que no tenían mercado de salida y en consecuencia matan a los ancianos considerados así en esos tiempos calamitosos (más de cuatrocientos), por no poder venderlos, y cuya carne acaso no sería apropiada para el condumio, teniendo los caribes espacio de cacería para estos menesteres de esclavitud a vender, en las regiones selváticas y sabaneras  del Esequibo, norte del Orinoco, Caroní y Caura, en cuyos mismos lugares los holandeses compran tales esclavos cautivos (nota 880).
            Y andando siempre de manos históricas con el valenciano jesuita padre Gumilla, que bien se las ingenió para reunir tantos comentarios indígenas en tiempos asustadizos en que faltaban la tinta, la pluma y la hoja de papel, agrega  en lo mortuorio de estas etnias que al fallecer un cacique en extraño y oloroso ritual los parientes del difunto introducen el cadáver en una hamaca y luego lo cuelgan en el mismo utensilio receptor, mientras le custodian permanentemente las mujeres temerosas que eran propiedad del mismo finado, permaneciendo de pie junto a sus restos en vigilancia eterna y turnándose entre ellas esta velación ceremonial enojosa, sin permitir que durante el largo término de treinta días ose parase alguna mosca ponedora de larvas sobre el cadáver ya decompuesto y cuyo olor nauseabundo invade el firmamento, pero al cabo de vencer ese mes de culto mórbido, obsesivo y sacramental los hijos y parientes del muerto escogen a una de las concubinas del difunto, que suele ser la de mayor edad, con la intención de que lo cuide y acompañe hacia la eternidad virgiliana o paradisíaca de aquellas costumbres asesinas, que bien podía demostrar el entendido Erich Fromm. Y para regusto o disgusto del heredero o hijo mayor del cacique cuyos restos cuelgan del chinchorro simbólico, mientras encuentran la forma de eliminar a esa vieja condenada a la última pena del amor sin fronteras, quiéranlo o no, las demás barraganas para uso y disfrute pasan a poder del premiado heredero, con la sola excepción de la india que lo parió, que ya sería como decir bastante.

1 comentario:

  1. La verdad es que creo que usar calificativos como endemoniados, asesinos o salvajes incultos para describir un grupo humano es como mínimo racista y poco académico. A menos que digamos que todos los humanos somos asesinos y endemoniados. Los amables españoles que vinieron a América junto al querido Gumilla también cometieron terribles atrocidades con los pueblos originarios de América, creo que en crueldad no tienen nada que enviadiar al aguerrido pueblo caribe.
    Habría que pensar o que TODOS somos asesinos y enonces medirnos con la misma vara, o entendenmos que los procesos de conquista y dominación traen consigo lo peor del ser humano no importa de dónde venga.
    ¿Qué diferencia hay entre el español que vino a Nuestra América, un caribe o el hombre del imperio moderno que busca petróleo?

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