Amigos invisibles.
Triste y desconsolador desde el comienzo es el tema sobre el cual ahora voy a
referirme, porque significa el viaje
acaso sin retorno de muchos paisanos que por tantas desventuras interiores
acaecidas en los últimos tiempos y sobre todo de aquel tránsito imborrable cuando
el mesías llamado Galáctico Chávez
derrochador en un atajo de locuras desmedidas de raigambre habanera quiso cambiar el mundo entre santerías y
drogas alucinantes que a la larga y con la catapulta de infundios adicionales dieron al traste con la tranquilidad
venezolana, de donde sonó como en instinto de conservación y socavados ya los
cimientos estructurales de la patria ante el violento aviso de la trompeta intuitiva que como en Sodoma alertaba con el desgarrante grito de ¡sálvese quien pueda¡ un colectivo deseo
de defenderse ante la invasión de los espíritus malignos que con estrategias
calculadas incidieron sobre las riquezas del país, o sea de ese país que para
el año 1.999 era uno de los mayores productores mundiales de petróleo (y con
las reservas de gas más poderosas), de especialidades
farmacéuticas, alimentos y comida en vastedad, de grandes hospitales, vías de
comunicación, universidades de categoría (aún hoy, como ejemplo el rector de la
mejor universidad americana (MIT), y quizás mundial, que ya fue mucho decir, es un venezolano de
Maracaibo. Ah!, también sin olvidar que el milagroso primer reactor atómico que
existió en América Latina fue traído por
el presidente Marcos Pérez Jiménez, o
sea el de Pipe, ubicado cerca de Caracas, en Pipe, dirigido por el políglota y sabio
zuliano doctor Humberto Fernández Morán (candidato al Premio Nobel), mientras
el oro, las famosas perlas margariteñas, las diversas minas guayanesas y diamantes también, y así por el estilo señalando
prosperidad podría llenar páginas de esa gran Venezuela llamada saudita que el
odio, la envidia y los disparates de militares desquiciados y políticos
sedientos de riqueza para no señalar lo peor, dieron al traste con un país lleno
de bellezas naturales, de alegría por doquier, de un futuro promisor pero que
le llegó el comején desde el momento en que el señalado Galáctico mediante un
gran engaño estafador que efectuara asesorado por el summa cum laude Fidel Castro, se adueñó de este país conocido entonces
entre los mejores y de más avance hacia el porvenir, para ahora en la
bancarrota (cuesta abajo en la rodada) encontrarse
entre la espada y la pared, con la brújula hecha trizas, paralizado el porvenir, con un millón y medio o más de emigrantes forzosos en desbandada,
con que la salud está por el suelo, la educación no se diga, en la desgracia,
la familia, tantas destruidas, nadie confía en nadie porque el espionaje es
severo, la calle anda bajo el dominio del
hampa carnetizada, no caben los muertos
en la morgue y el hambre que atesora miserias andando por doquier, hasta cuando no aparezca un verdadero caudillo
y guía espiritual que de nuevo enrumbe nuestro al momento acongojado país, del
cual por temor buena parte aspiran emigrar, aunque lo vivan en un sueño de pobre y cuando ya no somos 30 sino 29 millones de habitantes
famélicos, enfermizos y sin destino alguno salvo casualidades insondables. Esa
es la triste realidad de la Venezuela actual, lo que en estos tantos años de mi
vida activa nunca pensé encontrar.
Pero
enfoquemos mejor el problema que hasta
ahora sonaba como un quejumbroso lamento
gitano, en el sentido de afirmar que los idealistas venezolanos si bien eran
viajeros de corta temporada porque la
riqueza los favorecía, de otra cosmovisión y ya presente mantenían un profundo amor a la patria que los
afincaba en el sustrato de la
propia nacionalidad, con el recuerdo permanente de sus grandes hazañas como fue
la guerra sostenida con el entonces poderoso imperio español, lo que pudo
colocar a algunos de nuestros paisanos en tierras apartadas, como fue en la Gran Colombia y otros que por esos vaivenes vitales, entre
ellos los del amor familiar, concibieron algunos vástagos hasta en el Perú y Bolivia, sin alcanzar un
número considerable. Con otros grupos más o menos así desplazados al azar
ocurrió cuando nuestras nefastas guerras civiles del siglo XIX llenaron los
campos de cadáveres, por lo que algunos osados aventureros y ante las epidemias mortales en recurrencia buscaron
refugio provisorio o consecuente en países hermanos o vecinos, como Colombia, Trinidad , Santo
Domingo, Saint Thomas y otras Antillas exóticas, para atemperar la larga
espera de esa hostilidad guerrera afincada,
lo cual produjo que algunas familias emigraran a Colombia, no lejos de las
fronteras naturales, para unificar apellidos e intereses vitales en el desarrollo habitual de la
comunidad fraterna.
Siguiendo
el paso de este movimiento dinámico extra fronteras el país entró en el desarrollo interno con
caudillos y sustitutos que a la manera
del gomecismo presente hizo crecer
nuestro país por encima de las diferencias naturales, siendo así Venezuela un
gran exportador de café y cacao como de ganadería y pieles que robustecían la
moneda con la paz concertada , y así aparecieron importantes colonias de
inmigrantes establecidas como las de ingleses, turcos (medio oriente),
italianos y alemanes, que fortalecieron
las riquezas emergentes y mientras las grandes potencias de entonces se
fijaban más en Venezuela mediante el futuro promisor que se palpaba con la dinámica del trabajo y la producción
en auge. Así las cosas pronto
aparecieron hidrocarburos en el lago de Maracaibo y aquel lugar de
prosperidad en poco tiempo se fue
llenando de “jurungos” como tildaban a esa gente extraña que amanecía en el
trabajo hasta el ocaso de su diaria actividad, y desde luego también emerge el fenómeno social de las uniones de hecho y de derecho
familiares, que dieron otro cariz más
positivo al país que ya nacía despierto, con advenidos de diversa extracción y con deseos de
prosperar, recordando siempre que el famoso mito de El Dorado impuesto por el anglo aventurero y soñador Walter Raleigh, ya
era una realidad palpable. Y el pleno
desarrollo de esta apuesta al futuro vino a concretarse de manera imbatible con la buena suerte obtenida a raíz de la
Segunda Guerra Mundial, cuando nuestro país adquiere una fama expansiva al saberse que gran parte de las fuerzas aliadas
combatientes en aquella trágica contienda grosso modo fueron sustentadas y movidas con el diario e inmenso
caudal petrolero que saliera de nuestras refinerías o afines para así asegurar
el éxito final y la retribución respectiva con la confianza y el desarrollo inesperado
que tuvo Venezuela, que en poco tiempo iba a cambiar la faz de su
estructura económica y financiera y porque ya desde 1930 la dureza de nuestra
moneda había sido intocable al extremo que el bolívar de plata y el fuerte de
oro servían de ejemplo mundial y se admitían
al cambio, comparándose en este caso
con la fortaleza de la libra
esterlina. Que no se olvide esto nunca.
Pero
la buena suerte para Venezuela continuó su camino, cuando ya mucha gente
extranjera se había establecido en el país. Y ese golpe sortario vino aunque
parezca raro con la asunción individual de tres Presidentes venezolanos al ejercicio del mando ejecutivo,
o sea los generales Eleazar López Contreras, Isaías Medina Angarita y Marcos
Pérez Jiménez, el primero por ser un hombre equilibrado, que encontró un país
pequeño y quiso desarrollarlo en medio de una paz entendible, poniendo las cosas en su sitio y
ajustándose a la ley, lo que generó confianza y estabilidad mientras se ajustaba Venezuela al nuevo
panorama internacional. El segundo de
los nombrados Presidentes fue el general Isaías Medina Angarita, de una
afabilidad portentosa y carisma
correspondiente, quien también apreciando la normalidad del país y el ingreso per
cápita que entonces se obtenía abre las
puertas a la producción y al empuje
industrial, que se ve pronto extendido
al tiempo de establecer el juego consensuado de los partidos políticos que aparecen en el ambiente liberal vigente, mientras se moderniza el país en
medio de un cambio para entonces extraordinario. Así, al tanto que se integra en Venezuela
una importante colonia de expatriados hebreos
que huyen desde Europa por la inminente guerra mundial, cuyo transporte y desembarco causa admiración por las vicisitudes para su
establecimiento en suelo venezolano, las fronteras de nuestro país se abren de
manera sustancial al tanto que comienzan a recibir emigrados por diversas
causas, algunas concomitantes con el pavor guerrerista de Alemania y la cruenta
guerra civil española, que entonces también aporta muchos inmigrantes a nuestro territorio,
especialmente en el sector cultura. Pero el paso grande a suceder en el caso
que tratamos es con motivo de la asunción al Poder Ejecutivo del general Marcos
Pérez Jiménez, o sea el tercer presidente de quien me refiero, porque este militar
preparado ya no es oficial “chopo e piedra” para no decir analfabeto incompetente
como los de antaño, sino que provenía de
escuela especial por encima de sus veleidades del enriquecimiento
personal, y salvo el ataque que sostuvo contra los enemigos políticos sí poseyó el coraje de enrumbar el país por
el sendero de lo novedoso, desarrollando obras de gran trascendencia social,
como construcciones diversas, autopistas, importantes empresas del estado, etc,
etc, que sería mucho enumerar en los
diez años que gobernó hasta que fue depuesto del poder por fuerzas oscuras e
interesadas en la ambición monetaria de otra factura.
El gobierno de Pérez
Jiménez salvo los excesos cometidos de carácter dictatorial, se puede considerar
como el mejor y que aún subsisten sus grandes obras emprendidas, teniendo en
cuenta que con el desarrollo excepcional que tuvo el país, por diversas causas,
se abrieron las puertas para una inmigración provechosa que supo cuajar en
nuestra patria. Así casi como espejismo la dinámica social comienza a moverse cuando al final de la guerra europea los consulados de Venezuela en el exterior se
abarrotan de solicitantes con el deseo
de establecerse en nuestra patria, de
donde los barcos como los aviones no
cesan de traer esos inmigrantes, que
pronto muchos se nacionalizaron. Entonces Venezuela contaba con excelente comunicación aérea y
terrestre, mientras comienzan a crecer ciudades y campos e industrias de toda
índole.Sea oportuno aquí recordar los numerosos centros o casas que se construyeron para el disfrute y encuentro de aquellos que hicieron causa común con los nativos para construir la nueva Venezuela, siendo oportuno recordar, por ejemplo, los diseminados por el país clubes de italianos, españoles, portugueses, americanos, ingleses, croatas, armenios, helenos, holandeses, colombianos porque ya habían inmigrado muchos provenientes de ese hermano país, sicilianos, madeirenses, rumanos, checos, austríacos, húngaros, yugoslavos, polacos, y muchos más que mi cabeza olvida, agregándose a ellos desde luego los instalados por las nuevas generaciones de inmigrantes que llegaron a posteriori del gobierno perezjimenista y que ahora provenían del continente americano, entre quienes recuerdo a los ecuatorianos, peruanos, bolivianos, uruguayos, argentinos, chilenos, dominicanos, cubanos, muchos del medio y extremo oriente como libaneses, sirios, chinos, hindúes. Y de Colombia no se diga, pues a pesar de que algunos regresaron a esa tierra hermana cuando allá mejoró la situación civil y no la guerra, aún permanecen en nuestro país innúmero de nacionales allende la frontera, pudiendo recordar en el esfuerzo nemotécnico a gente simpática como los barranquilleros, santandereanos, vallunos, antioqueños, los fronterizos goagiros, samarios, cartageneros, pastusos, vallecaucanos, chocoanos, llaneros del Meta o de Villavicencio, ipialeños y otros por el estilo.
Así
las cosas Venezuela vivía en paz, con sobresaltos desde luego pero en paz,
desarrollándose con su propio músculo ejemplar, aunque como nada es perfecto los llamados artífices
del tiempo de la democracia comenzaron a distanciarse entre sí y hasta a disputar
campos de poder y también disponiendo del erario público no permitido, por lo
que comienza a endeudarse el país a través de planes de gobierno que se creaban
sin cumplirse, y en la permanente discusión partidista para saber cuál era el
más fuerte de tales pillos transcurrieron los gobiernos de Raúl Leoni, Carlos Andrés Pérez y el terco Rafael
Caldera, como el de Herrera Campins, quien mal aconsejado por su ministro de economía Díaz Bruzual por
primera vez abre la puerta del
endeudamiento fiscal, y como lo malo siempre se contagia de allí en adelante comenzaron préstamos y
más deudas internacionales garantizadas
debidamente por la nación, cuya actividad para rellenar huecos de débito fiscal
se hizo cada vez más intensa tan lesiva
costumbre, incluso en el último gobierno del presidente Caldera, lo que
comienza a crear un clima de desconcierto y temor que pronto terminará en
tragedia. Por ello la vida nacional se
fue tensando mientras la gente murmuraba
y el aparato del estado entró en desequilibrio, oportunidad que aprovecha una fantasiosa
izquierda ideológica militar hasta entonces controlable para insurgir
dando un golpe de estado, el cual pronto se debela y cuyo principal cabecilla fue un teniente coronel desconocido a quien se le conocía por “el loco Hugo”, de origen barinés que tenía suficiente contacto con grupúsculos seudo izquierdosos y
oníricos venidos a menos pero que atendían consignas vanidosas ya decadentes lanzadas al azar para sus
acólitos por el estrafalario e insaciable
actor Fidel Castro, culpable directo de tantos asesinatos políticos en
Cuba desde antes y después de la revolución insular, época de desastres y miseria
por todos conocida.
Entre
la implantación progresiva con estira y
encoje del nuevo sistema cubano y el manejo sutil de “el loco Hugo”, que empezó
a entregar el país como si fuera suyo,
hasta arruinarlo, existe un trecho de descomposición alternativo y en progreso,
donde todo el aparato público comienza a fallar, en medio del verbo complicado de aquel manda más y ciertas poses subjetivas,
ya ensayadas por Hitler y Mussolini con fines totalitarios entre esquemas,
proyectos y papeles sin fin, mientras el pueblo entendedor de los fines y
desmanes cada vez sin control se armaba de interrogantes. Cuando comienza ya el
desafuero económico y la entrega servil de nuestra economía con toda la trama
política anti sistema que se forma, el venezolano empieza a reaccionar
y ya prevalido de situaciones parecidas como acaeció en países del este
europeo y en Asia, sin dejar desde luego afuera a Cuba, pronto se comienza a
vislumbrar la realidad del desastre, por
lo que familias enteras por días y hasta semanas hacen fila en la embajada de
Estados Unidos y otros países hermanos tan propicios para emigrar ante la
inminencia de tal hecatombe que abarca a toda la sociedad venezolana. De aquí que bien pronto infinidad de valiosos
jóvenes, de importantes familias y de llorosos desterrados comienzan a emigrar, algunos por un tiempo
con la esperanza siempre presente del regreso y otros que se van a la buena
suerte de Dios, de todo lo cual hoy andan radicados fuera de Venezuela cerca de
dos millones de compatriotas. La suerte y como ocurre siempre ha sido diferente
en muchas ocasiones, como aquellos
tantos profesionales que hoy devengan salarios incompletos allende el océano, pero que pueden subsistir con
privaciones rodeados de libertad a la espera de los mejores tiempos cuando
desaparezca la plaga de buitres aún adueñados de nuestro país mediante la traición
imperdonable de mensajeros del odio
destructivo.
Si
a ver vamos los venezolanos que se han
visto obligados a abandonar la patria se cuentan por cantidades rompiendo los cálculos predecibles sobretodo luego de la
indescifrable muerte del babalao mayor
como tildan al barinés que llevó a Venezuela por el camino de la destrucción y
la entrega. Así las cosas hoy podemos
encontrar paisanos establecidos y con rumbo mejor en Bogotá, donde ya existe una zona creciente
de comercios que expenden productos venezolanos ahora producidos en el hermano país, a lo que se agregan restaurantes y sitios de yantar
que han introducido nuestro paladar con
muy buen futuro y ya con clientela permanente, de día y en horas nocturnas. Otro
tanto puedo agregar a los locales
establecidos en la ciudad de Panamá, con los reputados desayunos nuestros, o
los almuerzos también, todo lo que demuestra la actividad del pueblo habitante
en el exterior, que siempre aspira regresar con sus familias una vez que de nuevo entre la tranquilidad y la paz. Igual acontece con comunidades ya mencionadas en España
(Madrid, Canarias, Barcelona y hasta Galicia) o en Portugal y Madeira, Roma, Florida, Canadá, Moscú (un ruso de Venezuela fundó allí un
conocido restaurant), y, en fin, entrando en más detalles podemos así notar que
las venas de nuestro país se extienden ahora por varios continentes. Y si
ustedes con buen reposo penetran con
estos conversatorios entre amigos, de seguro se asombrarán de la gesta que
ahora realizan con esfuerzo y voluntad la legión de venezolanos que por doquier
siembran patria extra fronteras, lo que sin duda nos hará más fuertes en el
futuro promisor. Que así sea.
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