LAS 200.000 VISITAS. Abierto
este blog el |° de mayo de 2.011, ya ha rebasado la cantidad indicada por el
marcador respectivo, de lo que me considero agradado porque en el mundo con la
centena de trabajos a la fecha escritos he hecho conocer el alma del país de
diferentes formas, como podrán observar a fin de leer los diversos artículos e
interpretaciones que aquí se contienen. Para todos, muy agradecido.
Amigos invisibles. La
Historia de Venezuela se ha caracterizado por ser como un volcán en erupción,
pues si a ver vamos, los personajes que en ella se incluyen, por obra de la
casualidad o del momento vivido se
impregnan de características especiales que salidas del marco de lo común se
dibujan o deslíen de una manera circunstancial, al extremo de no coincidir, por
ejemplo, con lo que pudiera parecer veinte años atrás, que viene a ser aquello
en la jerga común llamado camaleonismo.
Sin embargo esta manera o razón de existir no se aviene con el colectivo
que por razones ajenas puede gobernar, sino que es parte de una idiosincrasia
adquirida y refinada con el tiempo y según la variedad social en que se nace o
vive, porque las mentalidades que inicialmente conformaron el país fueron
desarrollando sus propios usos y costumbres al extremo de con facilidad
entender lo que piensa y construye un oriental, un guayanés, el zuliano, el
llanero y el andino, para citar algunos, que dan cabida cierta a la manera de
ser y razonar dentro del mundo que a uno
le sirve de tránsito.
Sobre estas simples líneas
o parámetros y a fuer de pensar que los militares se hicieron sólo para vivir en los cuarteles, vengo pues hoy a
desenvolver la existencia de un caudillo de quilates, caballero de la guerra,
del cual había escrito años atrás un completo trabajo en la revista Estampas
del caraqueño periódico El Universal, e impreso el 2 de noviembre de 1969, que
recomiendo todavía su lectura, porque de ese estudio se puede vislumbrar con
claridad el avance de penetración que en el escenario nacional tuvieron los
andinos hacia el ejercicio del poder, bajo la conducción del recordado general
Juan Bautista Araujo, a quien sus admiradores le llamaran con justicia “El León
de los Andes” o “El León de la cordillera” y quien mediante su firme
personalidad militar y bajo la mentalidad conservadora que le ayuda, enrumbó
las huestes políticas del occidente venezolano bajo una paz octaviana,
diplomática y precisa, por cierto espacio arriba de 25 años, como término e
inicio de la etapa seguida a esa contienda y feroz Guerra Federal, porque
atravesando este período conflictivo los Andes transitaron bajo su acerada
conducción con el arreglo y calor localista de otros caudillos regionales, todo
ello protegido por ese manto de quietud “con balas” que el lento proceso
guzmancista desde Caracas apoya a este león montañero, dueño de una numerosa
familia con dos troncos de origen pero siempre unificados, que mantuvieron en
alto sus consignas triunfales, hasta cuando aburridos del éxito en marzo de
1892 y con el agrio combate de El Topón en tierras tachirenses, el poderío
andino araujista que naciera con las huestes marciales trujillanas y merideñas
agrupadas alrededor de un caudillo supremo, comienza a descender porque las
fuerzas comarcales de 2.000 hombres comandadas por Eliseo y Pedro Araujo son
superadas ante la viveza pleitista de Cipriano Castro, y con ello comienza a
posicionarse este nuevo caudillo tachirense que a la larga será Presidente de
la república. Para comenzar con la figura carismática, prestante y mosaica del
viejo Araujo y cuya redacción no será lineal sino a medida de los
acontecimientos resaltantes, pues de otro modo sería imposible este trabajo
dada una extensión mayor, diremos que el trujillano Juan Bautista Araujo nació
en tierras altas montañosas el 24 de junio de 1833, en sitio llamado El
Lamedero, por Las Mesitas de Boconó, tiempos aún beligerantes con el desarrollo
de la Revolución de las Reformas y la sombra perturbadora del mundo militar,
cuando Venezuela distaba mucho de ser tranquila, porque la figura del centauro
Páez también mantenía en vela su poder y ejercicio de mando. Juan Araujo crece
en el medio rural donde vinieron al mundo otros pequeños caudillos regionales,
siendo hijo natural del sargento mayor Juan Bautista Baptista (nacido el día de
san Juan Bautista), trujillano avecindado en esas montañas luego de la guerra
larga y quien al estilo detectivesco de Agatha Christie o de Conan Doyle viviera con dos hermanas que le dieron hijos
macizos, mas como casó con una de ellas estos bravos retoños firmaron Baptista
Araujo, y como la otra, María de Las Mercedes, hermana de la esposa, fue su
amante por toda la vida, para zanjar el problema social peliagudo o de la
bigamía al ilegítimo Juan lo llamó desde la pila bautismal Juan Bautista
Araujo, y los otros medio hermanos, gente muy importante también, se llamaron
Baptista Araujo, que en el fondo fueron una misma familia de siempre,
conservadora y leal, de alta significación y escena en los Andes venezolanos.
Nuestro Juan Bautista Araujo viene pues del mundo campesino, y por su carácter
agradable, sereno y de empatía innata, pronto se hace dueño del corazón
trujillano para así emprender grandes hazañas guerreras, que le llevan a
combatir en cinco revoluciones de aquel tiempo, como demostrar dentro de su
medio y época la capacidad política característica que poseía y el don de mando
indiscutible. Al poco tiempo y por la adquisición de nuevas tierras la familia
se traslada a Jajó, lo que la avecinda más con importantes sectores merideños
que servirán de base para futuros entendimientos con los sempiternos caudillos
locales andinos.
Dentro de su formación
campesina a lo que está ligado por el interés familiar y porque el país se
halla envuelto en la llamada Guerra Federal, muy joven se une al prócer general
José Escolástico Andrade a fin de combatir en ella ideas adversas manejadas por
Ezequiel Zamora, para la defensa de la posición gubernamental, cuando ya en
Boconó el mozalbete airoso se destacara apoyando al presidente José Tadeo
Monagas (“sometiendo a rebeldes en la constitucionalidad monaguera”) durante
los sucesos ocurridos en 1848 y, restableciéndose de este modo la paz. Luego
Araujo ya conocido por su arrojo actúa en la Revolución Azul de tinte
guzmancistal (1868-70), por lo que mantiene un importante foco de resistencia
contra el presidente Antonio Guzmán Blanco (triunfo de La Mora, cerca de
Barquisimeto, y el arduo combate de Guama, 1870-71), volviendo luego a
Trujillo, cuya capital es tomada en 13 horas de ardiente combate y al mando de
1.000 hombres por el liberal Rafael María Daboín. Ante tal situación Araujo regresa al feudo
conservador de Jajó, sostiene un juego de guerrillas y viaja luego a Colombia,
para volver en poco tiempo a las montañas de Jajó, lugar geoestratégico, desde
donde puede dominar los tres estados andinos. Mas para evitar cualquier
enfrentamiento contra el fuerte ejército zuliano de Venancio Pulgar, por
estrategia momentánea que obliga y ya con un ejército de 1.000 hombres armado
por la Revolución Azul, Araujo en Mucuche de Pampan mediante una emboscada
exitosa derrota a González y a Inocencio
Carvallo (1871), consumándose así el triunfo conservador contra las apetencias
liberales en Trujillo. Finalmente el 18
de octubre de 1871 Araujo entra triunfalmente en la propia Trujillo, extiende
su poder feudal en todo el territorio estadal, y de entonces será pecado dejarse
llamar liberal.
Para continuar en sus
triunfos por Betijoque derrota a fuerzas maracaiberas que expulsa fuera del
Estado. Pero al momento del apoyo local que Guzmán Blanco da a los liberales,
lo que promueve encuentros o escaramuzas en ocho ocasiones, por viveza Araujo
con lo granado de sus oficiales y atravesando el camino del llano logra
retirarse hacia Colombia, en tierras conservadoras, sin resultar mayores
pérdidas de su parte. Allí vive establecido en Chinácota, cerca de Cúcuta,
donde adquiere terrenos y en cuya reflexión y ayuda mantiene despierto un foco
de política que atiende los problemas principalmente andinos de Venezuela.
Desde dicho enclave aprende a conquistar el Táchira mediante el estudio de la
idiosincrasia local y el estímulo de sus bases determinantes. En ese tiempo y a
raíz del terrible terremoto de Cúcuta (mayo de 1875), que asola la ciudad y
porque se desata un bandidaje extremo con el saqueo y exterminio de muchos
vivientes, con su grupo armado que siempre ha tenido amen de las milicias que
incorpora, resuelve tomar la derruida ciudad santandereana para imponer el
orden asumiendo la Jefatura de la plaza y de aquí que practica el estado de
sitio, lo que luego le es reconocido por el gobierno central colombiano (bajo
el mando del conservador Pérez Manosalva), al aceptarlo como general, y además
al valioso trujillano le designa General efectivo del ejército de Colombia, por
lo que su título y bravura se extenderán a los dos países. Entonces toda la
región andina tanto lo acata como lo aclama.
Y porque en política lo grandes amigos de hoy pueden ser adversarios del
mañana, el general Araujo resuelve regresar a Venezuela cuando Guzmán viaja a
Europa y ejerce de Presidente segundón el general Linares Alcántara, en 1877.
Dos años más tarde vuelve Guzmán Blanco al país
con la idea de reagrupar los estados Federales, por lo que sorprende el
deseo de limar asperezas con el fuerte adversario conservador Araujo, a quien
para sorpresa nombra Presidente del Estado Trujillo. Ahora será Jefe del Distrito Militar de Los
Andes y una de las principales columnas
del gobierno guzmancista. Después de la Revolución Reivindicadora (1879) el
general Guzmán Blanco y viendo los méritos que de continuo recaen sobre el trujillano,
mas por la valía que reconoce al
militar, se lo atrae para lograr la incorporación de ese andino a su propia
causa política (de Abril), al tiempo que con el indiscutido peso del caudillo
Araujo aspira pacificar la región trujillana
y hasta en cierto modo la andina, ofreciéndole el gobierno central
garantías suficientes para el fin señalado, a través del general Santana
Saavedra, nombrándolo luego Jefe Militar del distrito La Cordillera. De
seguidas y por causa de acordarse con Guzmán en los tratos políticos, Araujo ocupa la Presidencia del Estado
Trujillo y bien pronto (1880) el caraqueño presidente en prueba de alto afecto
le otorga el grado de General en Jefe de los Ejércitos de Venezuela. Para este tiempo ya el prestigioso caudillo
Juan Bautista Araujo pacta o tranquiliza apetencias reprimidas con todas las
aspiraciones de quienes desde la frontera cucuteña hasta los Humocaros, en el
límite larense, promueven la independencia en sus reacciones personales, aunque
debiendo buscar la protección del general trujillano, a quien se guarda respeto
y fidelidad en la demarcación señalada,
porque es ahora la primera figura política de los Andes, en que toda la
montaña ha caído en su poder, dado que es general de dos ejércitos de nombre,
porque tiene en el puño de su mano a los habitantes de dicho territorio, sean
conservadores o liberales acallados, y porque es hombre de toda la confianza
guzmancista, sea o no esté en el poder este caudillo, es decir del Presidente
de la República. Y ello lo entendieron muy bien los jóvenes y no tanto Cipriano
Castro y Juan Vicente Gómez, que en ese tiempo del siglo antepasado estuvieron
bajo el amparo y directriz de Juan Bautista Araujo, como oficiales subalternos.
Por esta causa ante su solo nombre Trujillo callaba, Mérida asentía, y el
Táchira le rendía respeto. Será entonces, desde la culta Mérida donde se
instala este trujillano, el caudillo de la paz y el orden preestablecido.
Como buen estratega al
iniciar el mando convocará a los liberales para que entren a formar parte del
gobierno godo, y en 1880 viaja a Caracas a objeto de entrevistarse con el
Ilustre Americano Guzmán, conversaciones en que se reorienta la política ya
tenida en mente, de donde surge la creación del Gran Estado Los Andes, con el
predominio desde luego del caudillo conservador, siendo elegido primer
Presidente, en 1881, con el beneplácito guzmancista y el apoyo unánime
conservador y de los grupos araujo-baptisteros, mientras las tres secciones
andinas se hallan en paz y se desenvuelven institucionalmente. En 1884 y
sosteniendo a Guzmán, unidos los Baptista y Araujo se enfrentan en Carvajal
contra los 2.000 hombres que comanda el crespista Rosendo Medina, Presidente
del Gran Estado, quien es desarmado sin disparar un tiro, y de allí acorde con
el llanero Joaquín Crespo el trujillano Araujo viaja al Táchira para luchar
contra los invasores penetrados desde Colombia, generales Morales y Alvarado,
con lo que acaba la rebelión liberal para diciembre de 1884 y mientras el
ejército conservador trujillano se pasea triunfante por todas las regiones
tachirenses, lo que tendrá en cuenta el general Juan Vicente Gómez por su
evidente peligro, para cuando sea Presidente de la República. En 1885 Araujo
permanece en Mérida, permitiendo a Rosendo Medina y por orden de Crespo ejercer
la presidencia del Gran Estado, pero bajo condiciones especiales. En 1886
Araujo manteniéndose en Trujillo se dispone viajar hacia Mérida para imponer el
orden soliviantado por un liberal allá en el ejercicio del poder, lo que
desiste a última hora porque Guzmán Blanco lo llama a fin de parlamentar juntos
en Caracas, y luego de permanecer dos meses en esa capital del país, según lo
convenido en aras de la paz desarma su propio ejército (aunque esconde
enterrando armas, según costumbre local), mientras Araujo respeta el compromiso
con Guzmán y los débiles liberales nada tendrán que temer, al tanto que el
patriarca Araujo prospera en nombre y
poderío político al extremo de ser señalado como único candidato para ser
Presidente de la República, el año 1897, sin querer retirarse de su heredad que
tanto le apasiona, lo que aprovecha para salvar tal dificultad cuando al año
siguiente surge la candidatura de Raimundo Andueza Palacios, a la cual se
acoge, renunciando por tanto la suya para defender la del llanero Andueza, con
quien la unía una estrecha y vieja amistad. Y pronto aparecerá en el Gran
Estado andino y en su honor el Distrito Araujo, cuya capital será la inefable
Jajó. Pero en la última década del siglo XIX y por el deseo continuista de
Andueza en el poder, Araujo descontento se margina de los afanes de gobierno,
rompe la espada con pomo de oro que le obsequiara Andueza, y se retira a su
feudo de Tuñame, cerca de Jajó, “a rugir como los leones heridos”, mientras una
parte de la familia apoya el crespismo, escisión política que acerca el
fantasma de una nueva guerra civil.
Baptistas y Araujos se
dividen temporalmente en cuanto a ideas políticas de mando, oponiéndose así al
luchador Cipriano Castro, como dije
antiguo oficial araujista, mientras Crespo triunfa y Castro se exilia en Colombia.
Sin embargo el viejo León ya separado de compromisos reorganiza las
fuerzas y el mando político para
regresar a sus campos con el soporte indiscutible de los conservadores,
manteniéndose Araujo en el poder, con presidentes subalternos y el apoyo decisivo
de Joaquín Crespo y su Revolución Legalista (1892). Así manda desde su casa,
sin ninguna vacilación, aunque manteniendo el ojo avizor con la amplitud del
campo liberal que toma fuerza en el país, mientras que al término del ejercicio
del general Crespo ya la talla de los Andes por obra de Araujo, de su amplia
familia y de quienes le rodean, es nacional. Así las cosas el montañés Ignacio
Andrade asoma como nuevo aspirante presidencial del gobierno, mientras los
conservadores trujillanos deciden apoyar a solapo y por la amistad con Crespo,
al nacionalista y novedoso general José Manuel “mocho” Hernández. A cambio de este pacto Araujo surge como
candidato seguro para presidir el Gran Estado Los Andes, yendo por tanto contra
el pretendiente crespista, a lo que se agrega en su apoyo todo el conservatismo
trujillano y merideño, mientras se discute sobre tal nombramiento de Araujo con
los inquietos conservadores tachirenses
Rangel Garbiras y Castro, caudillo éste de Capacho en auge a quien le escribe
el propio León de los Andes solicitando el apoyo frontal de su candidatura.
Pero ante esa misiva tan excluyente Castro que no es tonto se acuerda que al
anciano patriarca no puede dar beligerancia, recordándose de cuando Araujo se
paseaba triunfante por el Táchira, de donde resultaba imposible avalar esta
candidatura, al tiempo que con los vientos cambiantes y el siglo XIX que se va
el caudillismo liberal crece en Trujillo para pasar a las manos seguras del
general Rafael González Pacheco, lo que acontece al tiempo que el tiro de
muerte que asesina al mulato llanero Joaquín Crespo cambia definitivamente el
rumbo de la política nacional. Han pasado los nubarrones y el tiempo apremia,
cuando Juan Bautista Araujo ya de 63 años, que es mucho vivir en aquel entonces,
calvo, aún con el cuerpo escultural, y la barba elongada, bellida como la del
Cid pero hecha en dos trazos robustos y unos ojos agudos de mirada, aún con el
mando conservador encima que ya no insufla fuerza porque el patriarca anda de
cuidado, en el segundo mes de 1898 enferma por un tiempo en la fase final de su
existencia, y bien rodeado de ese clan íntimo que conforman dos familias unidas
del gran espíritu guerrero, los Araujos y los Baptistas, el viernes 11
de febrero de 1898, en la quietud patriarcal de su Jajó apreciado como
ciudad santa y cuna del conservatismo trujillano que ahora anda más poderoso,
en la casona de la Plaza Bolívar que tanto lo guardara con sus sueños, entrega
el alma al Creador en medio de un inmenso luto local y nacional, mientras los
numerosos acuerdos de duelo hacían sentir el peso de este supremo caudillo
trujillano.
El hombre noble, prototipo
de personajes, afable, generoso, el gigante iba entonces a descansar a la
sombra de su gloria, desapareciendo así toda una época. Porque con él, su
prestigio y autoridad se cierra una etapa fecunda de titanes que hicieron
posible la Revolución Restauradora, que llevaría a los andinos definitivamente
al poder presidencial, con el triunfo posterior del general Cipriano Castro.
Personaje de talla espiritual y humana, concibe y mantiene el mando a la manera
de los grandes jefes, con un ejército siempre entrenado para el despliegue de
hazañas a montón, donde el respeto y la gloria marcan su poder, que le
reconocen los liberales, por lo que entonces el adversario general Fabricio
Vásquez dijo de él que era “uno de los jefes
de la oligarquía andina, pero su corazón era liberal,
extraordinariamente magnánimo y hacía el bien sin distinción de colores, a todo
el que lo merecía”. Meses después de su sentido deceso, como queriendo sellar
la muerte y sin que aún descanse Araujo en el Panteón Nacional, desaparece el
Gran Estado los Andes, creado para él, y por otros cauces, hacia el dinámico
Táchira cambia el eje de la política andina, con Cipriano Castro en el poder, o
sea el arribo del conocido grupo Uribante a Miraflores. El último de los
grandes caudillos del siglo XIX después de muerto con su familia siguió jugando
un papel histórico relevante, como lo demuestra el doctor y general Leopoldo
Baptista en el tiempo del general Juan Vicente Gómez, otro Juan Araujo hijo que
en Tuñame se alza el 1946 contra el orden constitucional poniendo en jaque al
ejército venezolano, y finalmente el recordado Atilio Araujo, que fue buen
gobernante de Trujillo y por varios años durante el gobierno de Marcos Pérez
Jiménez, lo que suma 125 años de lucha y poder araujista dentro de la política
venezolana.
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