Nota. Para localizar algunas obras de mi producción ver el catálogo anexo al inicio del blog.
Amigos
invisibles. Habiendo cruzado con Caronte ya casi el ciclo vital, es decir en el
que se pueden construir mundos, y a pesar que no admiro la tan usada palabreja
latina de Florencia, ahora mantenida sin
mucha oportunidad real, debo tomarla en cuenta para este recuento clásico de
mis andanzas y existencias ocasionales,
como las permanentes, porque sin ese
tramo complejo que me ha tocado respirar de otra manera entraría a compartir lo
que llaman polvo de olvido, y en verdad que no debe ser así dispuesto con tan
satírico síntoma para quienes de una y otra forma acompañados de lo que llaman suerte, que no es desdeñable, han
vivido lo suficiente en años de tempestades dentro y fuera del país natal como
para no perder el hilo de la trama, de donde se pueda sacar alguna enseñanza en
el camino del futuro por llegar. Pues bien, de manera simple aquí colocaré
algunos eslabones más de ese ser extrovertido y vivencial que se llama RAMÓN URDANETA.
Nací en los Andes venezolanos
a la justa mitad del año 1932 en medio de una familia numerosa que cosechaba en
haciendas de café y con las esperanzas pendientes para un mejor rendimiento de
ese producto vendido en el importante puerto de Hamburgo. Crezco dentro del recuerdo nostálgico de los
abuelos tanto de Venezuela como en
Colombia que ayudaron a formar la patria, y ya en 1938 me conducen a Bogotá
para presenciar la juerga medio indígena
del aniversario de los cuatro primeros
siglos de aquella urbe entonces helada que ahora abarca los 8 millones de
habitantes, y cuatro años más tarde desde la serrana Trujillo regresé a Cundinamarca
para cursar primeras letras en el bogotano Colegio San Luis Gonzaga, situado
frente al Seminario Mayor y el ilustre dirigente padre jesuita rector Restrepo, a quien conocí repartiendo ostias
consagradas en la capilla del de esa
institución escolar donde hacía pininos estudiantiles. Regresé a la ciudad natal de vacaciones, pero
como el ilustre sacerdote Rafael Ángel Chacín ) (vivo retrato del actor
americano Ernst Borgnine) recién venido de Roma le dio la ventolera de abrir un
colegio en esta ciudad de la Guerra a Muerte inmisericorde, como así lo firmara
todo insomne y menos sin temblarle el pulso nuestro amado libertador Simón
Bolívar, mi progenitor me inscribe en dicho Instituto Trujillo, allí rodeado
por compañeros de formación ideológica distante de la
mía, que era conservadora en los estudios y el aprendizaje que buscaba, lejana del cuento farandulero, los estropicios
mentales, el juego para mi aburrido de
béisbol y otras razones poco atractivas pues el interés propio residía entonces
en el conocimiento del mundo foráneo y la razón de ser de una existencia ajena
a lo trivial, de donde ya permanecía con regularidad inmerso en los estudios de la vida y el existir sorprendente
que me motivara, lo que ocurría con harta frecuencia en la Biblioteca oficial
24 de julio, existente entonces en la misma
casona de la Guerra a Muerte referida y aún olorosa a pólvora, en el
contrasentido de que para ese tiempo advenedizo en que los hados malignos del
destino alejaban del poder en Caracas al ilustre Presidente Isaías Medina Angarita,
ya yo pensaba de distinta manera para con lo optimista de mi ser por arreglar
el mundo, y hasta mediante ese volar de
mariposas embusteras que rozaban mi cabeza en formación hasta osé escribír dos
primeros artículos de prensa en la natal ciudad, uno “Ojo a los de Moscú”,
referido a lo que se conocía de los
temibles Stalin y Beria, por ejemplo, y otro que fue como noticia local sobre
un pequeño libro de poemas que el trujillano Joaquín Cegarra acabara de
publicar y quien con las neuronas creativas
aisladas de complejos llamó simplemente dentro del mundo alienado que allí abriera,
“Canto de Pájaros”, acaso celestiales. Así, activado ya por la intención histórica y
literaria, de ese espíritu afín creativo
de ilusiones escribí en rima algo que sentía como algún latir por dentro, que llamara
“La Historia”, texto nunca publicado y que
anda por allí entre viejos papeles, mientras preparaba el siguiente eslabón a proseguir en la saga existencial, o sea mi
primera residencia en Caracas, como paso importante que realizo, cuando ya
estábamos casi en la mitad del aventurero año 1948, en que cumpliera los 16
años de modesto trajín existencial.
Armado
así para ganar caminos me trasladé a Caracas y pronto con la alegría
consustanciada y una primera juventud por propia decisión entré a trabajar dentro de la Editorial Elite, organismo de
ideas dispersas conducido por el excelente amigo oriental economista Domingo
Maza Zabala, para organizar un archivo de papeles arrumados, mientras continúo
estudios de bachillerato en el liceo Alcázar , dirigido por el profesor
Dionisio Sifontes. Entretanto la calle
va moviéndose con manifiestos zigzagueantes, de izquierda progresista y de
derecha cuartelaría, al tiempo que aparecen dos figuras de relieve distinto en
ese escenario con ciertos nubarrones impredecibles, que fueron el zorruno
Rómulo Betancourt y el gatuno oportunista Rafael Caldera. Para esos tiempos de incierto trajinar y por costumbre añeja trabajaba entonces en
la Sección de Extranjería del Ministerio de Relaciones Interiores, ante la catapulta de europeos que llegaban a
nuestras costas en busca del mañana y una mejor oportunidad de ser sinceros. Al
acercarse el fin del estudio de bachillerato me inscribo en el afamado Liceo Fermín Toro, institución
oficial donde tuve el agrado de tener como profesores a futuros académicos y
amigos como Virgilio Tosta, Elio Gómez Grillo, el galo René Lichy, Pedro José
Muñoz y otros que guardo siempre en mi
corazón. Foto de arriba: izquierda, Vicente Gerbasi; centro, Arturo Uslar Pietri; derecha, Pedro Francisco Lizardo, en la Casa de Bello, Caracas.
Entonces,
como en los cuentos de hadas bien pensados llegó para tentarme otra visión del
mundo que apenas conocía por las lecturas emprendidas, de donde dejo un mejor
trabajo en la Corporación Venezolana de Fomento yéndome hasta Trujillo a
despedirme de mis padres, y en La Guaira porteña inicié una gira superior por
países durante muchos años de vigencia,
que me dieron otra nueva visión terráquea sustanciosa que ya emprendía combinada con mis serios
estudios universitarios, de donde fui visitando dos Canarias, a Marruecos, y
luego a España por Barcelona y Madrid, en tiempos del laureado y temible general
Francisco Franco, para seguir redescubriendo mundos hasta llegar a la crucial
París, en cuya Facultad de Derecho me inscribo para cursar estudios en 1951 y
52.
Como
quiera que mi espíritu bullía por conocer ampliando el campo visionario, dentro
de cada vacación y en espera de los otros estudios no dudaba ocupar trenes
nocturnos de preferencia para viajar por toda Europa, siendo mi primer viaje y
casi en Navidad, para servir de ejemplo, por los países nórdicos, con que
atravieso Brujas, Amsterdam, Hamburgo, el
Berlín dividido, Copenhague, navego
con el Eggers por el mar Báltico, Helsinki, donde presencio absorto la oscurana
y el amanecer de medianoche, Estocolmo, Gotemburgo con sus mujeres
pelirrojas, la inolvidable Oslo, el musical puerto de Bergen, y de allí atravesando el
gélido y borrascoso mar norteño, desembarco en Newcastle para conocer York y
terminar en Londres, donde aprovecho pocos días investigando en su biblioteca
mayor sobre Francisco Granmont, libro años después editado en Caracas por la
Universidad Simón Bolívar. Luego volveré a Londres dos veces en el empeño de
historiador, para seguir al Dublín de unos
bellos recuerdos, donde pernocté algunas seis semanas. Foto de arriba, izquierda. 5° Congreso Internacional de Escritores, octubre 1984. Sofía, Bulgaria. Ponente. A mi izquierda poeta Ernesto Cardenal, y luego Presidente de Escritores Búlgaros Liobumir Levchev. (400 asistentes).
Luego
de mis conocimientos legales universitarios en París, mientras tuve de
profesores a Marchal, Waline, Gaudemet, Esmein, Mazeaud, Baudin, Giffarrd y el viejo Levy-Bruhl, para el año siguiente resuelvo continuar estudiando
en la Facultad alpina de Grenoble (1952-1953) , donde agrego clases igualmente en
el Instituto de Enseñanza Comercial, dirigido por mi buen amigo profesor Roger
Nerson, al tanto que viajaba cada mes a Ginebra para hacer cambios de moneda, y
aprovecho las fiestas decembrinas a objeto de seguir rumbo hasta la inolvidable
Viena (allí doy una conferencia en la Cámara de Comercio), Bucarest y el
Congreso Mundial de Juventudes en esa
capital reunido (allá viajo por Sinaia y Mamaia marítimos y luego a Transilvania
al palacio del rey Carol, mientras por Budapest regreso de nuevo hasta
Grenoble, y en otra vacación temprana por primera vez desde Ginebra y aterido
de frío traspaso los países comunistas para llegar hasta Belgrado y la hermosa croata
cuanto triste Zagreb, mientras cruzo el Año Nuevo entre champañas danubianas
vienesas y me despego de todo aquel
mundo que dejara atrás a veces marxista
dominado entonces por el fiero mariscal Tito.
Otro viaje que emprendo en
oportunidad de fiestas decembrinas lo realicé en el barco “Marechal Foch” atravesando
el Mar Mediterráneo para visitar Turquía, las mezquitas famosas, varias islas
griegas, Atenas, Grecia y sus riquezas históricas, con un grupo formado en
mayoría por médicos franceses. Aproveché también que mi luego compadre ganadero
Asdrúbal Hernández Vásquez estuvo en París para viajar acompañándole hasta Alemania del río Rin,
donde iba en busca de maquinaria cárnica. Larga fue mi visita por el interior
de Francia, donde en buena parte me educara, por lo que aproveché el tiempo
para fuera de París andar por la Costa Azul,
frontera Mediterránea de Francia, Languedoc, Toulouse, Lyon, Valence, Alsacia, alrededores de París in
extenso y de Grenoble (dos ocasiones), en múltiples momentos de pasajes por
Francia, que harían imposible aquí poner.
Se
llegó el momento de culminar el tiempo universitario en Grenoble y su cartuja,
para emprender la marcha esta vez al mundo hispano, donde ya cultivaba amigos
de verdad, como mi entrañable compañero Julio López Oliván Capaz, y su amigo el
futuro rey de España Juan Carlos, a
quien después por su intermedio conocí en Zaragoza y luego nos saludamos en
Santo Domingo, durante la primera visita de un Rey hispano a las antiguas
colonias españolas, en cuya ocasión invité a 42 compañeros del Instituto
Venezolano de Cultura Hispánica, presidido por mi persona en tres ocasiones,
los que me acompañaron en tan importante momento histórico hispanoamericano. En
Zaragoza, cerca de la frontera francesa, viví a las anchas, no solo por el
cambio de la moneda, sino por la cordialidad de algunos compañeros
universitarios y hasta profesores, como el internacionalista gallego Luis
García Arias, que pronto fue destinado a Madrid. En España, y lo vuelvo a decir, por mi interés
en la cuestión histórica fui recibido en las alturas, y donde en el Instituto
de Cultura Hispánica aragonés pronuncié una conferencia, que ya he mencionado en
otros escritos del recuerdo. Desde
Zaragoza y por estar cerca de todos esos
mundos de interés centré la importancia en cuanto a investigaciones históricas
para conocer buena parte del país, incluido el norte africano español. Anduve por Portugal (Lisboa y Coimbra,) entre otras
fronteras con España, verbigracia Jaca, Ezcaray y Legorreta, andares prematuros
de la familia Urdaneta, y fui a conocer ancestros históricos en la añorada
Extremadura, con el asedio cultural del amigo Conde de Canilleros, los consejos
oportunos del Duque de Montellano en cuyo palacio acaso el de Plasencia viviera
el futuro rey Juan Carlos, mientras yo daba conferencias en aquel Trujillo del imperio,
en Cáceres también y visitaba otros
lugares del recuerdo extremeño, como la inolvidable Alba de Tormes, Yuste, Mérida
y el enorme monasterio de Guadalupe.
Apenas y para
recordar teniendo en cuenta mi permanencia hispana señalaré que en esa
oportunidad estudiantil y ya fundado en la célebre universidad salmantina, la de Unamuno y tantos maestros del saber,
anduve tras los pasos de otros conocimientos por Barcelona, Andorra, Isla de Elba, Florencia,
San Marino, Nápoles, Palermo, Baleares, Valencia, Granada, Sevilla, Málaga, Algeciras, Tánger, Gibraltar, Zamora, Alba
de Tormes, Oviedo, buena parte de Aragón (Loarre, Calatayud, Jaca, Pamplona, etc), Valencia en Carnavales, Sagunto, Cuenca, Mérida, buena parte de la provincia de Salamanca,
Burgos, y a ello agrego Tenerife, Las
Palmas y hasta Casablanca y Rabat en
Marruecos. Foto derecha. Cena del Escritor, 1980. Hotel Tamanaco. A la izquierda escritores José Parra y Alí Lasser.
En Salamanca
diserté sobre temas venezolanos en el Colegio Mayor Hernán Cortés y en la
Biblioteca de la Universidad, ante el propio Rector Esteban Madruga y otros conocidos profesores
asistentes de diversas escuelas. Así se fue pasando el tiempo universitario con
mis persistentes visitas a Madrid, mas por inicios de 1958 y cumplida la faena
universitaria debí pensar en el regreso a la patria de Bolívar, recién marchado
el perezjimenismo dictatorial, y con un nuevo gobierno que se entremezclara de
alegría cognitiva, disturbios, nueva
vida de la esperanza y un resurgir propio de la actividad nacional. Aquí debí
adecuar mi carrera legal como Abogado al
renacer de una patria en pleno crecimiento democrático, por lo que a mediados
de ese año de cambios importantes acepté trabajar con el Ministerio de Justicia
en el ramo novedoso de la Ley para organizar una policía judicial científica
dirigida por expertos y jóvenes abogados (alrededor de cuarenta profesionales,
entre los cuales se contaban el poeta Sánchez Negrón, autor del reciente poemario
“Los limos de la tierra”, el colaborador del diario El Nacional, Carlos J.
Soucre, que investigara a fondo de los poetas franceses y de origen libanés, y
desde luego que yo, ) ellos recién salidos de las aulas venezolanas), semillero encargado de elaborar expedientes
penales para luego de concluidos remitir tales
sumarios a los respectivos jueces de instrucción, en cuya tarea procedimental
por compleja fui designado para manejar esa estructura inicial en los estados
Trujillo, Mérida, Táchira, Zulia y finalmente Aragua, tiempo en que luego de 18 meses de labor, en septiembre del
año 59 presenté mi renuncia al distinguido amigo y colega doctor Rodolfo Plaza
Márquez, Director de ese Cuerpo, y al
que me unió una gran amistad conservada por años hasta los últimos momentos de
su vida.
Libre pues de esas
ataduras burocráticas para entrenarme más por el camino del ejercicio
profesional decidí unirme en este diario ajetreo con los colegas Alonso Paolini
Pacheco, ya decedido, y Vertilio Valecillos, trujillano y pariente de mi
afecto. De otra fuente laboral fui designado por el Tribunal contra el
Enriquecimiento Ilícito como Investigador en el Consorcio Financiero C. A.,
holding de 22 empresas mercantiles propiedad del exministro general Luis Felipe
Llovera Páez y segundo jerarca del régimen perezjimenista recién depuesto, quien
estaba sujeto a investigación de sus bienes
por este juzgado, al tiempo que para reforzar a dicho Tribunal en sus
trabajos temporales fui designado
Ponente de sentencias, a objeto de redactar algunos veredictos alusivos a
personeros políticos o no incursos en investigación sobre bienes mal habidos,
tocándome en tal labor de zapa indagar verificando los peculios del propio Llovera Páez, Roberto
Casanova, Abel Romero Villate, Miguel
Silvio Sanz, Raúl Soulés Baldó y José
Semidey Reyes, o sea un total de ocho sentencias entregadas en este menester.
En ese tiempo de preparación profesional adelanté etapas, por lo que en la
Universidad Central de Venezuela realizo un Post Grado en Derecho Mercantil
(1971-1972) con profesores de la calidad de José Muci Abraham, Carmelo Lauría, Alberto Toledo
Baumeister, y Víctor Pulido Méndez,
fuera de las relaciones que mantenía con el Decano Ramón Escobar Salom. Y para
más aprovechar ese tiempo abierto de los treinta años allí mismo realicé otros
cursos profesionales entre lo propuesto, que fueron “Impuesto sobre la Renta”
(Asociación Venezolana de Ejecutivos), “Tasación de Inmuebles” (Colegio de
Ingenieros de Venezuela”), “Aspectos jurídicos de la integración
latinoamericana” (UCV), “El sistema legal
norteamericano” (UCV), “Curso de Seguro
Marítimo”, y “La Quiebra (UCV).
Para aliviar sobre
este trabajo que en verdad fue intenso durante algún quinquenio de mi vida, por
otros campos de la cultura me sumergí en diversos cursos como “Problemas y
métodos de la crítica literaria” (Emir Rodríguez Monegal)”, “La pintura
moderna” (Raymond Brosse, Universidad Palo
Alto, Calif.), “Restauración de obras de arte” (Edson Motta, Museo de
Sao Paulo), y “Curso de Orquideología, dictado en la Sociedad Venezolana de
Ciencias Naturales, de Caracas.
La
vida intelectual.____
Ha llegado el momento,
apreciados lectores, de dar nuevo cariz
a esto que se llama vital, o sea el revivir de esa otra llama que se anida por
dentro donde pululan tantas tempestades que ni el propio Dante pudo
corregirlas, porque se nace con ellas, se anda con las mismas y es bueno hasta
tenerlas. De aquí que dejé para el
momento oportuno ir hablando sobre otras perspectivas, incluso esfumadas en el
curso del tiempo, pero que son prisioneras de nuestro ser y se encajan penetrando en la propia
existencia. Así, mientras entre 1959 y 1963 me dedico a la faena profesional aprovechando dos o tres veces para irme hasta
Colombia a casa de familiares, y por el Sur, rumbo a Pasto, Tulcán, Quito,
Guayaquil, Otavalo y pronto a Lima, Arequipa, Trujillo, Tumbes, Tacna, Cusco, lago
Titicaca, Copacabana y otras partes del Perú, apenas en 1963 y por dos meses viajé
a París, donde residía mi madre, para
reiniciar contactos con la cultura
francesa que lucían como escondidos, desde los tiempos en que paseábamos juntos por
la Avenue Kléber el embajador e ilustre intelectual merideño Caracciolo Parra Pérez y el que esto escribe,
53 años más tarde. Entonces de allí seguí a Londres y luego a Nueva York, para
continuar a Caracas con mis habituales
preocupaciones.
En
el libro escrito con seudónimo del periodista español José Luis Ballester (o Carlos Prieto Conde, que ahora hago del
conocimiento público) está consignada buena parte de esa otra experiencia
vital que corre hasta el año 1996, período desde el cual no moví según quisiera los
parámetros existenciales, pero como ya camino sin pensar hacia dónde y menos conocer hanta
cuándo, por el ámbito del nunca regreso,
en verdad que me he propuesto darle fin
a esta suerte de memorias inacabadas porque nadie debe dejar a medias lo que
comienza, aunque sea imposible recoger aquí con más detalles cuántas
experiencias he vivido, por lo extensas y complejas en su formación como del
desenlace. Y esa es la contraparte de esta segunda razón de lo que aquí escribo para algunos de mis
seguidores, que no hacia la posteridad, porque en esas incongruencias de los
estropicios vitales la ocasión siempre la pintan calva. Foto de arriba. Casa del Escritor, visitada por el Presidente Herrera Campins.
Debo
agregar en la intimidades exploradas que humildemente me puedo manejar en cinco
idiomas, nada perfectos pero sí entendibles, y hasta con el dialecto trujillano
de mis adentros, o sea en correcto (cuando quiero) español, y atrás le siguen
el francés, el inglés, italiano, portugués y por asociación familiar acaso el catalán
y otros hablares que no equivalen a la mudez, porque cuando viajaba en tierna juventud
siempre hice hincapié para entenderme con el mundo circundante. Y como es
propicio el momento siguiendo el rumbo de ese libro “La visión interior” de Prieto
Conde en el capítulo IX (pág.47), donde se
refiere a mis entretenimientos intelectuales como fue el haber pertenecido a la
Asociación de Escritores de Venezuela por muchos años, con carnet y demás
relevancia, donde pude asistir a tantas reuniones ancladas con el paso del tiempo en una casona sin
sentido de resonancia, llena de comején
mental y espiritual, como mantenida en el olvido, hasta cuando un grupo de
amigos entre los que se contaban los poetas Manuel Vicente Magallanes, Marco
Ramírez Murzi, Elí Colombani, Jorge Azaf
(Dionisio Aymará), Gabriel Briceño Romero y otros encariñados con el mensaje apocalíptico de la escritura,
nos dimos a la tarea sublime de reconquistar ese espacio casi arrasado por obra
de la desidia y del sexto pecado capital, y con nuevos bríos Magallanes y el
que escribe trazamos planes para abrir las puertas a todos sin distinción de
clases, y poniendo el empeño Magallanes crea el Inprescritor y yo le acepto a
que primero lo presida, con cinco directivos de postín planificando en sesión
continua, mientras Magallanes con amigos políticos de su entorno para dar
motivo a nuestros quehaceres sociales mantiene
con eso que llaman vitalidad cierta partida económica especial, de donde se
creó una suerte de póliza en beneficio de los asociados, y diez puestos adquiridos
en el Cementerio del Este se pusieron en beneficio de los asegurados y sus
cónyuges, se acordó con colegas médicos un 50% de rebaja en los honorarios
cobrados a los escritores, y se hizo la velada de fin de año, para niños y grandes
donde hubo un reparto decembrino
gratuito desde juguetes, llaveros simbólicos, hasta cuadernos y memos o block de notas de
escritura a utilizar, con el sello de ese Instituto. En cuanto a
reformas de la vetusta casona
familiar, que andaba en muy mal estado, de mi parte obtuve colaboración con la
Gobernación del Distrito Federal, que procedió a reformar los techos, el piso,
la pintura y por nuestra cuenta se levantaron cuatro cubículos amoblados donde
luego funcionaron el Instituto de Previsión Social del Escritor, la Oficina sobre
el Derecho de Autor, el Sindicato Nacional de Escritores (quedó en sus inicios por causa de cambios de
Directiva), ampliándose además el comedor, el depósito, la conserjería y la sede
de Flasoes, todo lo cual de tres
empleados que existían en el momento de nuestra elección para dirigir la AEV, a
la entrega de la Asociación con la nueva
Directiva existía un total de diecisiete empleados. Para ese tiempo ya pudo
sesionar el Secretariado Nacional de la AEV en diferentes lugares del interior
de la república, como Juangriego, Maracaibo, Guanare, Barquisimeto y Trujillo.
Entonces la Asociación de Escritores empezó a llenarse
de los nuevos hombres de letras, el
Presidente Herrera Campins la visita en dos ocasiones junto al Ministro de
Cultura poeta Luis Pastori, e inspecciona las dos maquetas allí presentes para
el nuevo Edificio de la AEV, de seis pisos, a construir pronto en San
Bernardino (al lado de la Fundación Humboldt, se ganó la licitación y se fundaron
las bases de los estacionamientos), como igualmente asistió a dos de nuestras
Cenas Anuales del Escritor que implementamos en el
capitalino Hotel Tamanaco, con numerosos
participantes, donde tuvimos igualmente la presencia del Presidente de la República.
Los jóvenes poetas generacionales de los grupos “Tráfico y Guaire”, junto con
otros más acuden a tertulias, conferencias e inauguraciones mientras se crea en
lo interior un restaurant a precio reducido, se editan libros, revistas y
premios otorgados, se bautizan obras, aumenta la pinacoteca, se inaugura la
Galería de Expresidentes, el Museo del
Escritor, se reciben diplomáticos y delegaciones extranjeras de visita, como el
laureado poeta ruso Eugenio Evtuchenko, acuden a reuniones comunes muchos miembros de embajadas y por ello mi humilde persona pronto empieza
a ser invitado a esos países extranjeros, de donde asisto a tres nutridos
congresos por la paz mundial en Sofía de
Bulgaria, y a otro congreso de este tipo en Belgrado, donde me recibe nuestro
embajador Alfredo Maneiro, y a otro en
Praga con el embajador que igual me recibe, Orestes Di Giacomo, mi amigo de la
vida nocturna de Caracas (Avenida Solano, o mejor “El triángulo de las Bermudas”) y a otro
en Bucarest, cuando me agasaja con un almuerzo entre escritores la embajadora poetisa
Lucila Velásquez, y de igual forma me corresponden nuestras embajadas en Berlín
Oriental (Nena Coronil), Polonia (Antonio
Casas Salvi (cuando aprovecho para
viajar a Cracovia), Eduardo Morreo en
Sofía, Guido Bermúdez en Moscú, en Damasco me entrevisto con Alí Okla Orsan
siendo allí recibido por nuestro embajador Hernán Calcurian Rojas, por cuyo
conducto puedo luego viajar rumbo a El Cairo, El Nilo, los museos momificados y
las Pirámides, para seguir días después
a París donde permanecía de embajador mi primo segundo general Fernando Paredes
Bello. En otro de estos viajes
diplomáticos e invitado por los países respectivos de Varsovia seguí a Moscú y
allí la Asociación de Escritores se encargó de mi estancia siendo llevado por
avión hasta Alma Ata entonces capital de Kazaskán, donde fui recibido como un
príncipe oriental, con regalos de valor y demás complementos por el amigo
conocido en Caracas Kaltai Ulujumezanov, que me recibió en propia cuanto lujosa
tienda de campaña, y luego el acompañante asignado Jury Greidig me hizo llevar por tren de Moscú a Leningrado, donde asistí
a un concierto de la célebre Orquesta Sinfónica de aquel lugar siendo sentado a
pocos metros de su director, como asistí a otros palacios, museos y lugares
reales, y en Moscú al palacio del Kremlin, donde asisto a una ópera rusa (Iván
Budinov) y a la galería Tetriakov.
Otro de mis
desplazamientos internacionales ocurrió cuando decidí viajar a los países del
oriente asiático, y esta vez igualmente por
ser Presidente de los Escritores entré en la agenda del momento, por lo cual mi
viaje al Extremo Oriente fue comunicado a las embajadas de Venezuela
diseminadas por aquellos países que mantenían relación con Venezuela. De esta manera partí desde Caracas, con escala
en Los Ángeles de California, y de allí continué el vuelo por Alaska
(Anchorage) atravesando el Polo Norte para aterrizar en el aeropuerto de Narita,
en Tokio, como digo, a fin de iniciar este periplo asiático. De seguidas al
entrar en contacto con mi embajada poco rato después fue a visitarme al hotel
que me alojaba, de 40 pisos (New Otani), un funcionario de apellido Rincón, por
cierto vinculado familiarmente a
Trujillo, con quien preparo esta escalada aérea, de algunos ocho días, para dar
una conferencia sobre la literatura venezolana, lo que se realiza ante técnicos
en la materia y en la principal universidad (Tokio) de esa capital, a cuya
reunión asistiera un antiguo miembro diplomático argentino radicado en Caracas.
Luego de viajar en el tren bala, el monte Fuji, Kobe y el puerto de Osaka
continúo el tránsito rumbo a Manila, para ofrecer una conferencia referida a
Venezuela en la Universidad principal,
con la presencia de autoridades diplomáticas españolas que me acompañaron por
convenio con el embajador nuestro en Australia, doctor Ignacio Arcaya, pues dicho diplomático tenía entonces
residencia en Australia y no en Manila. El agasajo posterior en el campus de
dicha Universidad fue espectacular, digno de ser recordado. De
Manila seguí a la inolvidable Singapur, a Bangkok, luego a la también inolvidable
Bali, y después a durante cuatro horas viajé hasta Hong Kong, donde tenía
prevista otra conferencia, que fue suspendida a causa del resfriado que adquirí
luego de tal vuelo en Garuda
(pájaro emblemático) Air Lines. Días
después visité a Macao, para continuar
tan dilatado viaje por Hawai, Los Ángeles,
una semana de distención en Las Vegas y
el retorno a Caracas, donde cual por arte de magia perdí el agotamiento y entré
de nuevo en mis funciones habituales.
Como presidente de
la Asociación de Escritores, ya con 400 y más miembros
organizo junto a Colombani y un equipo
especial el Primer Congreso Internacional de Escritores, al que asistieron 17
invitados de América Latina y España, que desarrollamos en la Casa de Bello durante
dos días de agotador trabajo y con la presencia de grandes escritores como
Arturo Alape, Arturo Uslar Pietri, Vicente Gerbasi, Vera de Ecuador, Oscar
Echeverry, Víctor Villegas, Hernán Cárcamo Tercero (Honduras) Joao Fagundes de
Menezes, Chino Chang de Panamá, mi gran amigo
el académico y novelista hispano Raúl Guerra Garrido, Reyniero de
Guatemala y muchos más. Por mi parte
asistí como invitado al Tercer Congreso de Escritores de España, en Sevilla,
otro en Santo Domingo, junto a Juan Bosch, tres Congresos en La Habana (uno no
pude asistir, por coincidir dicho
certamen con el nuestro de Caracas), un Congreso español en Bogotá, otro en Guatemala, otro en Santo Domingo con
homenaje de la Universidad, en fin, no espero cansarlos más con esta memoria
tan cargada que a veces puede interferirse.
Pero no es de olvidar mi presencia en el Congreso por la
libertad del Pueblo Saharaui, invitado esta vez a París por la Asamblea
Nacional de Francia, con la periodista Elizabeth Camino y su esposo embajador Juan José Monsant Aristimuño.
Más de doce
condecoraciones me impusieron durante este ajetreo de las letras, y entre ellas
están la de Chile (Rubén Darío), la Isabel La Católica de España, en Grado de
Comendador, la de Bulgaria (1.300 años fundación de ese Estado), la Andrés
Bello, la de Policía Judicial (Cruz
Policial Primera Clase, 1981) como miembro fundador de ese cuerpo académico y
autor de la letra de su himno marcial, la Diego de Losada, Augusto Pinaud (Cruz
Roja Internacional), Mérito al Trabajo, Mérito Literario Latinoamericano
(Flasoes, o Federación Latinoamericna de Sociedades de Escritores) la
Guararapes, de la Unión de Escritores Brasileros (y miembro honorario), la
Cecilio Acosta, Lucila Palacios y la
Francisco de Miranda, entre las más distinguidas que recuerdo.
En cuanto a mis
libros, los que son bastante conocidos, debo cerrar este ajetreo
nemoténico con algunos de gran cariño, no solo por ser hijos (y en ellos
recuerdo especialmente a este blog, que ya abarca sobre los 400.000 y tantos
visitantes, desde la apertura en mayo de 2.011) sino por la popularidad
que han tenido desde su puesta en circulación, valga citar entre ellos,
de algunos doce escogidos, el que dedico a la vida de Granmont, editado por la
Universidad Simón Bolívar, que se presentó en nuestra embajada en París, a principios de 2009. Igualmente el publicado
por la conocida Editorial Planeta, o sea la novela “El laberinto loco”, el que editara Marimar en Buenos Aires, o sea “la
verdadera Historia de los trece apóstoles”, que acudió en su representación a
la Feria Internacional de Francfort , el libro que en dos meses de agotó en
Caracas (Editores Best Seller)), nombrado
“Historia Oculta de Venezuela”, con 1.607 notas críticas y explicativas, “Los 42 firmantes del Acta de Independencia”,
editado por la Academia Nacional de la Historia, los publicados por el conocido
librero Domingo Fuentes, “50 veces yo”,
texto biográfico que recoge de forma amena y no convencional parte de mis
andanzas intelectuales y mundanas que a lo largo de tantas correrías me han
visto envuelto. “Adán y Eva se odiaban”, otro texto para reír de lo que usted
se puede imaginar, “Si el papa fuera mujer”,
o biografía literaria sobre la
Papisa Juana, que apareció para su venta cuando la muerte de Juan Pablo II, “Una
torta para cuatro gatos” (de humor político), “Los gatos de la guerra” (novela
de ambiente policial tipo CIA, aún no publicada, “El libro de las profecías”, consideren
yo metido a profeta, los cuatro o cinco libros biográficos escritos integrando
la colección Panapo, los alrededor de 35 escritos realizados para el “Diccionario
de Historia de Venezuela”, en tres tomos, de la Fundación Polar, etc. Y así también
salen a la palestra “Metamorfoseos”, que
alcanzaron 50 artículos históricos y bien ilustrados a todo color cuyo autor pictórico y
dibujante fue el conocido artista
Leonardo Rodríguez, aparecidos en la Revista Élite (grupo Capriles), de vieja
tradición y cuando la dirigía Rafael del Naranco, siguiendo en ese turno “El
sentido de la tradición” (Ediciones Tercer Mundo, Bogotá), “Alonso Briceño,
primer filósofo de América”(Editado por la Universidad Católica Andrés Bello,
de Caracas), “ Diego García de Paredes”(Victoriano Suárez, Madrid), “Juan
Pacheco Maldonado”, el tan conocido y admirado a nivel internacional “Los
amores de Simón Bolívar y sus hijos secretos” (cinco ediciones, Talleres
Indecasa, Caracas), “Veinte crímenes inolvidables” (Panapo, y por su cuenta según
recuerdo cinco biografías escolares más), “La vida íntima de los Presidentes de
Venezuela “ (cinco tomos), como dije “Marco y retrato de Granmont” (Universidad
Simón Bolívar”), cinco libros de poesía,
a saber “Caracas, soledad”, “Poesía”, “Europa prolífica” “De este lado del
mundo” y “Cantos Asiáticos”, fuera del “Diccionario de los indicios cuicas”,
quedándose por aún imprimir, “Territorio de paso”, la novela concluida “Doctor
Knoche, el vampiro de Galipán”, “La otra cara de Bolívar”, y demás libros de mi creación temporal. En este largo revivir
de la vida intelectual realizada por América puedo recordar mis visitas a todos
los países de este continente, salvo Canadá, porque en dos oportunidades para ir allá coincidieron con asuntos profesionales
importantes e impostergables. Por tanto he visitado en los esfuerzos
intelectuales de que hablo de los Estados Unidos (y Hawai) para abajo, islas del
Mar Caribe, Centroamérica, repúblicas bolivarianas, Perú, Chile (Valparaíso, Puerto Montt, Arica,
etc.) donde diserté sobre el filósofo Alonso Briceño), Bolivia, Argentina (hasta Mar de Plata y su
cría de pingüinos), Uruguay, Paraguay, el brasileño Manaos, Boa Vista, Santos, Belo Horizonte, Petrópolis, y paro de contar,
aunque ciertas islas pequeñas caribeñas y
excolonias al oriente de Venezuela no he podido permanecer en ellas. Sin
embargo sí visité muchas sociedades de escritores, invitado o por mi cuenta, tal
los casos de Colombia, Chile, Argentina, Paraguay, Brasil, Panamá, Guatemala, Santo Domingo, como dije Cuba, Nicaragua (dicté una
conferencia), Honduras ( invitado oficial por el Ayuntamiento, dicté una
conferencia en Tegucigalpa), Bogotá (además en Universidad de América dicté una
conferencia, patrocinada por la Embajada de Venezuela) etc. He sido Presidente
de varios Congresos de Escritores y en ellos departí con figuras mundiales (en Sofía, dos veces) como Jorge
Amado, Juan Rulfo, Nicolás Guillén, Jan Kosák (checoeslovaco, que me visitara
en Caracas e invitándome a Praga (que acepté), el señalado Evtuchenko, el gran
amigo académico Raúl Guerra Garrido (España),
el académico Víctor Villegas (Santo Domingo, ambos nos visitamos mutuamente por
una gran amistad) el búlgaro Liubomir Letchev, que me invita dos veces a Sofía
a congresos internacionales, Mossem Al
Musawi, quien me lleva a Bagdad al Merbid (congreso de escritores del Islam),
etc. Debo recordarles aquí que para mejor entender estas listas, trabajos,
investigaciones y otras actuaciones intelectuales de longa data deben esculcar
detalles en el ya mencionado libro “La visión interior”. Y excusen todos estos señalamientos de mi vida
intelectual.
En referencia con
el blog “Venezuela y el mundo”
que aquí sostengo por estos tiempos y desde mayo de 2.011, con más de
400.000 visitantes, debo decir que a
través de dicho importante medio de comunicación internacional hasta ahora he
escrito 148 trabajos fundamentados
preferentemente sobre temas históricos y políticos, apreciaciones mías en referencia a diversos temas que han
derivado en comentarios por conocedores de tales intríngulis en diferentes partes de la tierra,
material impreso que calculado a base del papel que llaman tipo oficio puede alcanzar a 1.208
páginas escritas. En la caraqueña revista dominical Estampas del diario El Universal, colaboré por
mucho tiempo, como en su página de autores por varios años (107 trabajos
publicados), dirigida esta por el amigo y periodista Guillermo José Schael, e
igualmente lo hice en algunas veces oportunidades con el diario El Nacional.
Explicación aparte,
ya para terminar, pues el resto de la
lectura espero que ustedes la entenderán, es el que se refiere a mi amistad con
intelectuales de países árabes, en donde conocí visitando a Bagdag (y el
Congreso en Damasco) al entonces tan
querido y respetado por los americanos
mariscal Sadam Houssein, a los que desde mi tiempo en Francia me ha unido con
sus intelectuales una suerte de clase aparte por cierto origen hispano afin, y en especial con el ilustrado académico
doctor Mosem al Musawi, actual profesor de la universidad americana de Columbia, a quien atendí en
Caracas y luego me invitó en tres ocasiones a los Congresos de Literatura
islámica (Merbid), que se realizaron en Bagdag, antes de la invasión desastrosa y atrevida
guerra americana con ese ahora destruido país.
En otro contexto de
mi vida extensa fundé además un partido político de carácter nacional llamado
Opinión Nacional (Opina), al que di forma en sus estatutos y representé
inicialmente con largos debates incluidos, ante el Consejo Nacional Electoral,
presidido por el escritor Eduardo Arroyo Lameda. Poco tiempo después Opina y
por decisión del electorado nacional llegó a constituirse en la tercera fuerza política dentro del Congreso Nacional.
Y cumplida esta
tarea personal, ampliada por las circunstancias, quiero recordar a los amables lectores y una
vez más, que como muestra curricular o intelectual de esas facetas complementarias de mi vida deben utilizar el
libro “La visión interior”, editado por Flasoes en Caracas (1996).
Gracias desde luego
por la paciencia tenaz y agotadora que tuvieron en esta ocasión al indagar
sobre mi corazón y las ideas. Caracas, 2015.
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