viernes, 16 de mayo de 2014

… Y PARADA DE BURROS.


Amigos invisibles.  Este trabajo ahora incluido en el blog   que casi se destina a un público viviente fuera de Venezuela,  lo hago por el medio apropiado con el fin de que circule a nivel mundial  para que se conozca o recuerde un hecho imperecedero  que conmueve los cimientos de mi tierra y de todo el país, porque con perplejidad inusitada en un juicio penal y ya con cuatro detenidos bien identificados en los hechos e incluso difundido a través de la radio y la prensa de sucesos, por infracciones o delitos diversos dentro de lo paradójico del caso utilizando cierto arte de birlibirloque y como espectro salido  de la caja de pandora  o la manga de algún mago charlatán, luego de haber detenido o retenido el tribunal de la causa a esos supuestos delincuentes, a los cuales se les instruye un expediente del grosor de sus delitos continuados, con diversas y comprobadas pruebas acusatorias donde a los amigos de lo ajeno  por demás se les identifica sobre los muchos ilícitos cometidos y sus graves consecuencias, mediante algún razonamiento fuera del contexto jurídico y acaso por diversas presiones desde arriba el señalado proceso de alta resonancia que mantuvo a los dichos paisanos en justa chirona pese a cohetes y pancartas de tendencia filial sostenidas por la secta en la defensa  tarifada y grupal a favor de estos encanados parientes de Alí Babá, de la noche a la mañana la señalada causa se desinfla y pierde valimiento en la primera etapa, lo que duele al colectivo trujillano por los implicados ser hijos de clase media que lucharon duro para sacar a flote su familia.

Biblioteca Centro de Historia.
“No me mueve mi Dios para quererte, el cielo que me tienes prometido”, y sigo escribiendo sobre este lacerado tema con el verso glorioso de santa Teresa de Jesús, porque quiero  recordar el porqué de mi interés no solo profesional vindicatorio y para defender la justicia cegata, sino por la vinculación estrecha y familiar que tengo con el llamado Centro de Historia del Estado Trujillo, que ahora al ratificarse su paso al patrimonio nacional más me conmueve el camino a trazar y porque además sin quererlo soy el decano de los individuos de número de dicho Centro cuya calidad no se pierde  porque tal título se otorga oficialmente con carácter vital. Pues bien, e incidiendo sobre la misma llaga, comenzaremos por añadir que la sumatoria de tales crímenes también calificados de lesa patria, o fechorías maduradas en pandilla  con un plan bien orquestado, para expresarlo en lenguaje coloquial, tanto en el derecho nacional y sobretodo en la jurisprudencia internacional (se llama extracción ilegal de bienes culturales) por abocarse a defender tales posturas altos organismos sin fronteras como pudiera citar la Corte Internacional de Justicia de La Haya (Holanda), la ONU con los organismos culturales que se protegen desde París (UNESCO) y cuya eficiencia y éxito se ha demostrado últimamente frente a los saqueos culturales habidos con la revuelta egipcia y caída del gobierno de Mubarak, cuando se han reencontrado y devuelto patrimonios de la humanidad de extrema importancia que usted puede conocer a través de Google, cuyos autores intelectuales y materiales luego del juicio debido y la dura sentencia impuesta descansan con trabajos pesados en ergástulas egipcias, algunos con cadena perpetua, cuando todos sabemos que estos delitos contra el patrimonio cultural y la labor defensiva de los derechos humanos, por sus características especiales son duramente castigados y bajo ningún respecto prescriben, o sea que se mantienen latentes a la espera de la vindicta que ha de caer sobre los responsables en su oportunidad. Otro tanto se ha demostrado con rapidez en la búsqueda permanente de los culpables, que ocurre con el desastre cultural y la insensatez del dinero mal habido por robo y algunos accesorios especuladores, como fue el reciente caso de la llamada Guerra del Golfo, en Irak, dirigida contra Sadam Hussein, cuando fuerzas americanas ingresaron en dicho país milenario en culturas  y los vivos de siempre como el alacrán aprovechan para saquear y hasta en la ignorancia que es complaciente y por ende agravante, destruir piezas de arte de incalculable valor que abarcan hasta cuatro mil años de antigüedad, muchos de cuyos causantes de la terrorífica rapiña manejados por sabandijas conocedoras del valor de esas obras de arte, condujeron a incautos y entre ellos a soldados del ejército invasor, para expoliar tal patrimonio cultural, por lo que guardan debido presidio como pago por sus atroces fechorías.  Pero aún otros andan sueltos o al escape, como los que acabaron a golpes de mandarria con la portentosa estatua del sagrado Buda en Afganistan, obra de talibanes ya identificados y a la espera de su detención, si es que  aún viven, porque recuerde siempre que esos hechos delictuales nunca prescriben.

Salón de Sesiones Del Centro de Historia.
Y como lo expresara en poema de fuste nuestro amado Zorrilla en su Don Juan,  “Clamé el cielo y no me oyó, y pues sus puertas me cierra por mis actos en la tierra responda el cielo, no yo”, quiero ahora repasar para los extranjeros poco sabedores de este intolerable caso, un resumen de las atrocidades cometidas en Trujillo de Venezuela, tierra tranquila que vive bajo la advocación de su patrona la Virgen de la Paz y su escultura de más de 47 metros de altivez erigida en el pico de una montaña, cuando otra suerte de talibanes de igual monta o calaña por debilidades e impericia de la democracia en que se viviera y con órdenes desprendidas  desde salas situacionales manejadas por ideas fuera de foque que entre sus pretensiones absurdas e ignorantes y siendo ateos quieren igualar la religiosa leyenda de David contra el gigante Goliat, que en este caso son los Estados Unidos.   Pues bien, haciéndose del poder a través de un juego de elecciones amañadas entre estos juegos de la política llegó para gobernar en Trujillo un grupo desaforado, tira piedras, desconocedor de los conceptos necesarios para ser útiles en el progreso social, y sin otros miramientos con padrinos de fuerza mantenidos en Caracas y hasta con un catecismo labial de mentiras preparadas y mejor difundidas en mentes débiles sujetas a la pretendida captación doctrinaria, se dieron a la tarea inaudita de querer formar una nueva Venezuela sobre los escombros que produjeran y entre las barbaridades tipo Atila que crearan, lo que desde luego le ha hecho mucho daño moral y material al país con esos nuevos pretendidos capos que aparecieron como la marabunta hambrienta para destruir todo, robarse lo más que pudieran y mentir mintiendo, para recordar al famoso Chavo, de donde con prontitud la cultura que nos atañe cayó en barrena sin detención alguna, porque aves de rapiña y uñas afiladas con rapidez la cercan para vivir de sus entrañas. A estas alturas de la narración espeluznante sobre todo por “no conocerse” la cúpula de los solapados autores, debo decir que en la ciudad donde se da el primer juicio penal en América, el primer derecho de asilo en América, el temible decreto de guerra a muerte (que en este caso ahora narrado también debe aplicarse a los ladrones que se indican), el primer posible santo de Venezuela y hasta el seguro y no posible diablo de Venezuela, y  ahora el segurísimo primer latrocinio cultural de esta categoría resaltante en América, y vaya que no es para menos, digo, no había sucedido ni se pensaba acaso que pudiera ocurrir tal descalabro, pero como la marabunta desquiciada bajo el apoyo gubernamental de entonces se apropia de dos inmuebles pertenecientes  al patrimonio de la nación, o sea sendas instituciones de solera que una es artística y otra histórica, entre el odio que se protege y esparce como componente social, la ignorancia de otros más que raya en lo funesto, la malcriadez supina de alguien que se tilda caudillo inventando los más disímiles, absurdos, disparatados y esperpénticos relatos salidos de una cabeza insana como para distraer a sicólogos y acaso a los siquiatras avezados, mediante dinero oficial a fin de mantener a la pandilla y desde luego con el impulso pecaminoso de un santurrón experto en este tipo de delitos culturales (por cierto ahora supe como apéndice de la relación criminal, que el nudo gordiano de las fechorías existente entre el loquito de Trujillo y el santurrón caraqueño, es a través de un hilo familiar de apellido Carrillo, de la llamada Calle Arriba) que es buen conocedor de esos valores educativos a precios de subasta y sobretodo monetarios calculados en dólares y euros que ahora los denunciados manejaban sin siquiera tener inventarios de carácter moral y menos material de las fechorías a desarrollar en un plan bien urdido y mejor ejecutado con el cerebro de Caracas. Un vez que tomaran posesión de tales incalculables bienes culturales el plan lento pero seguro comenzó a funcionar bajo la advocación de espíritus supremos como se estila en esos medios diversos de la brujería, ergo los babalaos, Sai Baba, María Lionza, el Negro Felipe y otros santones del altar de la patria, en intercambio de borracheras alucinógenas y otras tentaciones conocidas por la aguantadora sociedad trujillana, de donde pronto se hicieron perdidosos de la Pinacoteca del Ateneo de Trujillo buena parte de la colección (Poleo, Dámaso Orgaz, Monasterios, Garbin, Rodríguez, Colmenares, Godoy, Piquer, pero bastantes más) de muy valiosas pinturas que albergara por setenta años tal renombrado lugar donde se celebraron exposiciones anuales debidamente premiadas, muchos de cuyos exponentes en agradecimiento donaban algún óleo a la institución, que con el tiempo y la fama de sus pinceles ahora guardan un inmenso valor coleccionista,  sin olvidar además la rapiña de otros bienes que eran propiedad del Ateneo y también el numeroso repertorio artístico del pintor trujillano doctor Rosales Albano (hoy comercializado por Mercado Libre y otros vendedores), autor que obsequiara a tan digna institución antes de su muerte. Y yo me pregunto, con aquello popular que no hay ciego peor  al que no quiere ver, ni sentir, ni darse por enterado, o hacerse el loco, o falto de ética o ser cómplice porque el que calla otorga, o sea por omisión, y así otras penalidades que cualquier juez justo las conoce y aplica, ya que de lo contrario peca en sus obligaciones y está sujeto a posteriores reclamos públicos y privados, por encima de que tenga  acomodada la espada de Damocles, es decir de ser juez provisorio y sujeto a su destitución cuando viniere en gana y de acuerdo a lo perentorio del caso.  Me pregunto pues, ¿Es que acaso toda la colección de pinturas y muebles sustraídos en el Ateneo de Trujillo que debe alcanzar millones de bolívares, no tienen valor alguno, artístico, histórico o patrimonial, etc., para el juez decisor de esta causa penal, quien sin temblarle el pulso, según se me ha dicho en el lamento popular, ordenó poner en libertad inmediata a los causantes de estos execrables delitos contra la humanidad, el patrimonio y los derechos humanos, aduciendo sencillamente que lo cursante en el expediente para decidir de acuerdo con su escaso argumento lo consideraba una minucia o de menor cuantía y que por tanto tales vándalos peseteros podían seguir en libertad y apenas bajo régimen de presentación en este juicio ahora famoso en los anales de esa interpretación tan personal y lesiva a los intereses patrimoniales del estado, de la cultura, de la trujillanidad y de los que fueron también saqueados en sus ideales y disposición porque con el pensamiento altruista habían dispuesto obsequiar sus bienes a un  patrimonio universal con el fin  de ser expuestos ante el público a objeto de mejorar la cultura en todos sus sentidos y no para que cayeran esos objetos invalorables en manos de forajidos ladrones muy bien manejados por supremos coyotes de carácter mafioso que se lucran y lucrarán, como se hizo en tiempos nazis, con bienes de riqueza universal mal apropiados y que algunos se dejan en descanso y alza de precios hasta por años, para luego salir al mercado internacional con pingues ganancias delictuales. Y aquí viene a la memoria el comentado libro que el periodista caraqueño  Willian Ojeda publicara hace algunos años e intitulado “¿Cuánto vale un juez?”, quien por vueltas del destino que a veces parece como también ciego, ahora forma parte de la bancada oficial entre los representantes que se tienen en el Congreso Nacional.

Diego García de Paredes.
“Vivo sin vivir en mi y tan alta gracia espero, que muero porque me muero”, verso acaso producto del aeda san Juan de La Cruz, es como corolario de lo anterior, donde se resume la barbaridad de lo ocurrido, que  considero salvo ser decisión de carácter político, como se me señala, pueda reformarse en el dictamen posterior, porque el pueblo trujillano no podía creer en lo que según tengo entendido expresa la sentencia sobre esos niños de pecho o angelitos caídos del cielo en la ubérrima tierra para cambiar la faz del universo.  Pues bien como hemos señalado de manera muy clara según puede desprenderse de los hechos ilícitos realizados, la primera parte  de la operación malandra consistió en tomar por la fuerza y sin que nadie se opusiera debido a ese mismo carácter violento y para despistar, el edificio del Ateneo de Trujillo, donde pudieron sentirse a las anchas estos antisociales, al estar en todo apoyados con dinero y protección  del anterior cuanto desastroso ejecutivo regional  través de la dirección de Cultura y según se declarara a la prensa nacional. Una vez tomado el inmueble por los apoyados amigos de los ajeno se entró en la segunda parte de la operación malandra, con despistaje o confusión  incluso, en donde aquí entra el apoyo incondicional del cerebro que desde Caracas dirige toda la operación, con lo que se calcula al detalle cuanto sirve y justiprecia o no de esos bienes “en custodia” por ser ya funcionarios públicos del lugar, porque los otros empleados anteriores son despedidos para hacer el trabajo a las anchas, ayuno de testigos, con la meticulosidad para cada caso dictada desde Caracas. Allí salieron a relucir precios de avalúo y merchantes de profesión, mientras iban desapareciendo con el agravante de la oscuridad nocturna y el robo solapado  todos los lienzos y objetos de valor, transportados en camionetas propias en bolsas plásticas grandes y negras, hacia lugares de escondite y de plena seguridad, mientras se resolvía el envío posiblemente a Caracas, aunque algunas piezas de poca monta pudieron quedarse en el propio Trujillo. Y acto seguido con el curso de los días para más desorientar en el despiste o distracción se procedió ante testigos a incinerar en el mismo recinto del Ateneo, o fuera de él, las piezas y los papeles que no interesaban y se tenían de poco valor comercial en el mercado fraudulento de estos bienes  protegidos por especiales y únicos.

En la siguiente fase de la operación malandra (sinónimo de delincuente) ya se pasa a ocupar el histórico inmueble que hace tiempo fue declarado oficialmente como parte inalienable y en todo protegido del patrimonio artístico y cultural de Venezuela, para lo cual se formó un zafarrancho mayúsculo con presencia de la prensa y todo lo demás, donde premunidos  de aquel viejo poder oficial que los respaldaba  invadieron de pronto el sagrado monumento nacional, e incluso hubo un pleito inicial porque los invasores acompañados de policías no quisieron firmar una acta de entrega del inmueble y los bienes allí contenidos, mientras ellos expulsan del recinto a los directivos e Individuos del Número de ese Centro de Historia presentes, ufanándose en borrachera de gobierno con lo que habían hecho y pasando a ocupar de inmediato todo el inmueble que es recinto nacional protegido desde el año 1943.  Allí fue cuando comenzó de verdad y con suma precisión a expoliarse todo lo útil y de gran valor en ese lugar contenido, cuando previamente incautos propietarios prefirieron donar esas pertenencias históricas al renombrado Centro Cultural para evitar su pérdida, lo que en realidad fue un boomerang, porque el mayor capo de la operación exterminio en la fase tercera del asalto ya tenía con antelación y años de estudio o conocimiento sobre el inmueble y sus pertenencias lo que era susceptible de negocios desde luego inescrupulosos y lo que se podía excluir, para también desorientar sobre el inmenso robo perpetrado paulatinamente y durante varios meses sin vigilancia,  con el mayor sigilo, preparación  y nocturnidad, repito, sobre piezas por encima de cualquier cálculo que ascienden en su valor comercial a varios millones de dólares, vamos a decir imposibles de creer tales sumas en un medio conservador y recatado como es la ciudad de Trujillo y sus habitantes, en la mayoría excelentes personas y sus familias.

Para concluir esa exposición dolorosa y sin guardarles rencor a algunos de los participantes en el saqueo y enriquecimiento ilícito, porque varios  pertenecen a familias honorables del lugar, aunque fueron llevados de la mano del diablo y de la ostentación truncada, con un seudo gurú que los entrenaba entre discursos vacuos y drogas alucinógenas, y hasta con el cerebro director ubicado en Caracas, que tiene años de manejar estos negocios raros con suficiente  viveza mercantil,  y en vista de que la sentencia supongo no definitiva adujo, según me han informado que los delitos cometidos eran de poca monta y por tanto esos detenidos podían  continuar siendo enjuiciados en libertad y con apenas un régimen de presentación que desconozco, en el tribunal de la causa, y antes de que posiblemente por malabarismos jurídicos prescriba cualquiera  de esos delitos o minucias ilegales como lo dispone la referida decisión, para dar libertad plena, en lo que algunos alegan es una decisión política y menos jurídica, a fin de que el juez tenga conciencia sobre las “minucias” o poca monta referida en la decisión señalada y basados en la deontología profesional, la ética mantenida por el magistrado y los principios universales sobre la carta de los derechos humanos que rigen en nuestro país, fuera de otras leyes y disposiciones de carácter interno obligados de su uso, voy a dejar abiertas unas cuantas interrogaciones que el ciudadano juez deberá resolver para juzgar debidamente sobre los paradigmas legales que a mi humilde entender se contendrán en la sentencia definitiva sobre el caso, para la tranquilidad ciudadana y el éxito de la gestión, como fue el caso renombrado en Trujillo sobre la decisión tomada por el juez Lomelli Rosario en tiempos de la Junta de Gobierno que entonces presidía los destinos de Venezuela.  Así:

1)    ¿Es acaso algo de poca monta el robo de toda la colección realizada por el renombrado pintor y muralista ucraniano Yvan Belsky, fallecido en Canadá, donde se incluyen grandes y pequeños cuadros, alrededor de cien, incluidos una pinacoteca histórica trujillana, cuyo precio es incalculable?

2)    Es acaso algo de poca monta el robo de la colección de pequeñas estatuas del tiempo faraónico egipcio (4.000 años atrás) cerca de 15 piezas cotizadas en el mercado internacional en las mejores pujas de casas especializadas (londinenses Sotherby’s y Christie’s) en tal mercadeo, adquiridas al embajador Antonio Martín Araujo y que reposaban con sumo cuido en el museo de la institución, por ahora bien escondidas para su venta y cuyo precio es por demás incalculable?

3)    ¿Es acaso algo de poca monta el robo de toda la colección biblioteca del ilustre pensador trujillano Mario Briceño Iragorry, debidamente empastada y con algunos y tantos 3.000  ejemplares cuidados, que donara su familia al Centro de Historia, incluidos sus correspondientes escaparates de madera fina y cuyas dedicatorias en libros allí incluidos tienen igualmente  un gran valor, cuyo precio en conjunto es por demás incalculable?

4)    ¿Es acaso algo de poca monta el robo de toda la colección de la nutrida Biblioteca 24 de Julio, integrada al Centro de Historia por el ejecutivo regional con piezas únicas de alto valor y rareza, como las otras colecciones de libros y entre las donadas por mí (colección colombiana, de guerrillas, etc.) y de otros distinguidos escritores que antes de venderlas prefirieron obsequiarlas como medio de instrucción especial,  y cuyo precio en conjunto es por demás invalorable?

5)    ¿Es acaso algo de poca monta la colección completa de algunos 70 números del Boletín del Centro de Historia, que resume buena parte de la historia e historiografía trujillana, núcleo de información perdido para siempre, cuyo precio en conjunto es por demás incalculable?

6)    ¿Es acaso algo de poca monta la colección completa de libros y folletos trujillanos no comerciales, como el famoso semanario Presente y otros regionales, para disimular el latrocinio botado en el quemadero de basura de Jiménez, cuyo precio para el estudio de la cultura regional es por demás incalculable?

7)    ¿Es acaso de poca monta la colección de monedas, medallas y billetes internacionales, de bastones, de cartas originales, la colección de cuadros diferentes, la magnífica colección indigenista trujillana y la de armas  antiguas, estas últimas desaparecidas en parte y en sus piezas de mayor prestancia, cuyo precio en conjunto es por demás incalculable?

8)    ¿Es acaso de poca monta la variadísima colección de cuadros coloniales y diversas pinturas que colgaban en sus paredes, como el hecho en gran tamaño por Antonio Herrera Toro (1857-1914), famoso y entre los mejores maestros cotizados con Michelena de la pintura venezolana, o el del general americano Lee (¿Grant?), de la guerra de secesión americana, cuadro de buen tamaño y en magnífico estado, con un valor arriba de los 30.000 dólares, según entendidos, cuyos precios en conjunto son por demás invalorables?.

9)    ¿Es acaso de poca monta la cantidad de muebles antiguos que los cacos se llevaron del Centro de Historia, incluidas las computadoras y otros utensilios eléctricos de trabajo, grupo de enseres útiles y necesarios para la institución cuyo valor es por demás incalculable?

La relación de bienes aquí señalados viene a ser una pequeña parte de lo que se conservaba en el Centro, pues es lo que a grosso modo recuerdo sobre la infinidad de bienes desaparecidos.

Catedral de Trujillo.
Sea oportuno señalar además la avilantez delictual de este mismo grupo ladrón  que en una noche oscura y solitaria a golpes de mandarria destruyó la enorme estatua en bronce del fundador español de la ciudad,  Diego García de Paredes, obra del reputado escultor hispano Juan de Ávalos y cuyo valor apenas del bronce robado esa trágica noche a razón actual de unos cien (100) dólares por kilo, multiplíquelos usted por cinco mil kilos de peso, y verá que solo el volumen del bronce (aleación de cobre y estaño puros) allí timado alcanza a la fabulosa cifra de medio millón de dólares. A ello hay que añadir el enorme retrato de Diego García de Paredes, pintado  en España por el conocido maestro Solís Ávila, el busto del ilustre Sancho Briceño, primer embajador de Venezuela ante la corte de Felipe II, el busto en mármol de almirante descubridor (se los repito) Cristóbal Colón, el cuadro sobre la Declaración de Independencia de Trujillo y otras perlas que quedan  en la tinta, porque están al voleo. ¿Y usted qué dice luego de esta lectura?, ¿Y qué pensará el juez?. Sobran las palabras.   

Bueno, ya voy a terminar esta suma de datos certeros, porque considero más que suficientes para dictar una mejor y sabia decisión sobre este sonado y espinoso caso aún en pendencia de litis, porque con los señalamientos aquí exhibidos, que no se pueden esconder y las otras pruebas susceptibles aún de aportar, el probo juez que se luzca con la sentencia quedará para siempre honrado en los anales de la jurisprudencia venezolana, lo que esperamos de todo corazón que así se resuelva en el bien nacional y universal.  Desde luego que para completar este informe casi detectivesco deben leerse mis anteriores tres crónicas al detalle  sobre el doloroso caso que se contienen en este blog  en octubre y noviembre de 2.013  e intituladas “Don Corleone: un robo casi perfecto (I y II)”, y “El síndrome trujillano de Estocolmo”.    

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