NOTA BENE. Para los lectores internacionales y nacionales de este blog como quiera que estamos monitoreando
todo lo acontecido sobre el robo y despojo cultural múltiple ocurrido en
Trujillo y que tiene muchos, pero muchos fundamentos legales, de lo cual se
encuentran tres detenidos como capos menores, y faltan la cuarteta de mayores,
reconozco que las diligencias judiciales siguen su cauce aún cuando falta
cantidad de procedimientos a realizar por lo tan abultado del expediente, y como
se colige de lo expuesto quiero apenas hacer público sobre una entrevista
oportuna desplegada en el diario El Universal (Valentina Ovalles, 29-10-2013),
de Caracas, donde uno de los posibles inculpados de alta categoría que forma
parte de la gran trama, expresa conceptos que lo delatan en cuanto a la
comisión de los hechos, según sea calificado, que ayudan a reunir más elementos
de convicción en la pesquisa. Igualmente existe en su blog y como prueba
indirecta una carta dirigida por el
mismo investigado al Gobernador Rangel Silva, donde precavido o curándose en
salud ofrece villas y castillos sin
determinarlos, como medio de desviar las investigaciones del caso. Además el
detenido señor Gudiño participa como miembro activo en el blog que publica este
caballero, incluida la foto de él, lo que demuestra un grado de amistad y
entendimiento a tomar en cuenta. Al
mejor cazador se le va la liebre. Tarde piastes, pajarito. Falta de
relumbrancia el capo mayor que premiado dirige en Guarenas y quizás con su
íntimo Jairo, el complejo editorial Alfredo Maneiro.
¿Quién negoció las 2.300 piezas museísticas desaparecidas, los más de 2.800
libros desaparecidos del Museo Mario
Briceño Iragorry, y los 9.000 Libros desaparecidos de la Biblioteca 24 de julio, entre otras cosas, como lo
declara públicamente el licenciado Peña, director de ese importante Centro
histórico?. La Justicia tarda pero segura lo dirá, contra lloriqueos, depresiones
y demás argucias que saquen a relucir los autores de tan monstruoso crimen.
Pasemos ahora al tema de este blog.
$$$$$$$$$$$$.
Amigos invisibles. Uno de los problemas
más complejos que se presenta a cualquiera que maneje la lengua dentro
de sus altibajos y en especial cuando está tratando materias difíciles como la
Historia, es conseguir el equilibrio objetivo de la palabra, de su sentido
exacto que sin caer en el ditirambo procaz ni menos en la terrible condena
ideológica, por razones obvias, pueda salir adelante en cuanto al tema de la
interpretación necesaria para tener valor el sujeto tratado, pues eso en el
fondo es difícil porque dentro del
hilvanar de conceptos, criterios correctos y apreciaciones necesarias, siempre
parece que existe un corazón de por medio, malvado o racional, pero que por los
atajos de la misma creación temática puede interceder de una u otra forma para
desviar el canal de los conocimientos y eso es bastante común en nuestro días
ya que el cavilar de los creadores también se alinea de una manera sorprendente, momento cumbre en que
pensándolo o no se cae en la trampa del desacierto y la particularidad.
Y como durante décadas existenciales he
andado y a veces desandado entre esos caminos ennoblecidos por Clío y hasta
mejor por Herodoto, puedo asentar de veras algunos conceptos y apreciaciones
que son necesarios revivir de tiempo en tiempo para que mediante el cansancio
espiritual no deriven estos campos del pensamiento motivado en trabajos y estudios
donde se aprecia el interés de por medio, a veces crematístico o ideologizante,
cuestión o línea de criterio que ha hecho mucho daño en algunos escenarios de nuestra
historiografía nacional. Valga aquí
indicar, por ejemplo, el pronunciamiento tan fuera de equilibrio en cuanto al
examen de personajes ubicados en la complejidad histórica que por
circunstancias disímiles se manejan de manera anormal o sesgada, valga citar el
caso del llamado general Ezequiel Zamora, a quien hoy se le endiosa escondiendo
tantos detalles suyos negativos cuando en
verdad fue un capitán de oportunas aventuras desgarradoras, llenas de
contradicciones y dolor para el altar de la patria y de los secuaces mentales,
algunos tarifados, otros en la rebeldía juvenil o el sarampión tenido en las
aulas universitarias, que aún no les dejan diferenciar el bien del mal. Este
campo de trote zamorano, que se trajina hacia uno y otro sentido de la interpretación, según
sea oportuno o conveniente, es de los más tristes episodios históricos vividos
por Venezuela, pues su mayor tea encendida fue la llamada Guerra Federal, que
en el fondo terminó como una carnicería innecesaria de lo cual quedara apenas el llanto y la miseria espantosa, donde no se
tuvo un fin determinado, sino el apetito de mando caudillesco heredado, la
rapiña que por eufemismo se llama botín, y la violación colectiva de poblaciones
enteras, que entre la desgracia del infortunio viviente y la falta absoluta de
destino, en medio de una gran estafa colectiva de ambas partes que fue tal
parodia sangrienta, no se llegó a ningún resultado efectivo, ni en el mismo Tratado
ineficaz de Coche, dando paso dentro del retroceso habido a nuevos caudillos
asesinos y ladrones, entre los que contamos al caraqueño Guzmán Blanco y al
llanero Joaquín Crespo.
Pero no todo queda allí, porque si nos retrotraemos al
período fundacional del país, es triste y miserable lo que se ha hecho con un lavado colectivo de cerebros a través de eso
que se quiere implantar mediante el barniz dispuesto por las altas esferas
políticas para mediante una “nueva historia” atornillada desviar a su guisa la
verdadera situación vivida en nuestro mundo primario desde su época fundacional,
por lo que olvidando los rigores científicos de su estudio crítico, analítico y
probatorio, un grupo manejado con intereses superiores que desconocen y
adversan la realidad escrita en documentos de la época, interpretando aquel
mundo complejo trisecular de acuerdo a
conclusiones de trabajos diversos que esclarecen aquella etapas iniciales del
hacer y deshacer venezolano, como los casos de Pedro Manuel Arcaya y Lisandro Alvarado,
por parte adversa en los últimos tiempos febriles aparecen con un sortilegio de
banderas anacrónicas por antonomasia sustentando leyendas fantasiosas o blandiendo
en desenfreno supuestos esquemas nacidos al calor de las pasiones abyectas,
como son esas tesis absurdas por descomedidas que proclaman el abandono de los
indígenas por el poder ocupante español, lo que es una total falacia destruida mediante
la capitulación granadina dictada por Isabel de Castilla en 1506, o también las
tesis exaltadas por cabezas calientes que aún existen en cuanto a que el orate
y vasco asesino Lope de Aguirre fue una
figura de primera línea por aquello de la carta dirigida con grosería altanera
y otros condimentos demagógicos al monarca más importante de su época en Europa,
que fue el rey Felipe II.
Otro cuento de esa misma especie se refiere a la posición
subordinada y esclavizante de los indígenas americanos, de lo que se tiene
mucho por decir o explicar a las generaciones actuales y confusas que
desconocen bastante de aquel tiempo terrible donde se luchaba con ferocidad incluso
entre las mismas tribus nativas en busca de la supervivencia, como fuera el
encuentro permanente y vital contra los antropófagos caribes, así igualmente de
los procesos formativos coloniales hechos con leyes muy estrictas y
ejemplarizantes, tal el caso ejemplar de las Siete Partidas alfonsinas, elementos
legales que sirvieron durante tres siglos para enderezar el desarrollo de las
provincias españolas de América y con los contratiempos existentes, como los
casos del negro Miguel de Buría y los primeros aletazos de insubordinación para
con el centralismo peninsular que se dieran desde los tiempos del canario Juan
Francisco De León y su duro contendiente el mariscal Felipe Ricardos.
No podemos tampoco dejar en el tintero del olvido al
sesgo histórico que se ha tenido en cuanto a la interpretación del período de
las grandes luchas coloniales llevadas a cabo principalmente en las costas
venezolanas, porque si a entender vamos nuestro país no tuvo un gran interés
económico en cuanto a su calidad provincial de colonia española, por lo malsano
y falto de riqueza comparable a las de Colombia, Méjico y el Perú, de donde la importancia estribaba apenas
en el peligro permanente sobre un desembarco de otras potencias europeas para adueñarse
del país, y así la lucha interior no era por las fanegas de cacao y algo de
trigo que pudiera exportar nuestro país por la vía de Veracruz, sino debido a
la alergia permanente que se tenía en cuanto a que los oficiales mimados de esos
imperios agresivos Raleigh, Morgan, Knowles, Myngs, etc. (por Inglaterra), o
Gramnont, Montbars, Olonés, etc. (por Francia), sin señalar otras codicias
imperiales, verbigracia Holanda, aposentaran en este país bien situado a tropas
y migraciones herederas de Isabel 1ª o del pomposo Luis XIV, lo que de ser así
habría cambiado totalmente el mapa geográfico y político de América.
Otro desaguisado de esa categoría se refiere a la
historia de nuestra Guerra de Independencia, escrita por muchos desde un ángulo patriotero y poco real, donde se
tergiversa algunos acontecimientos prácticamente pintando a los patriotas
insurgentes como unos santos míticos de devoción y a los adversarios
criollos, o peninsulares (y canarios),
como unos bandidos, sujetos a los peores recuerdos y execrándolos aún hoy como
sujetos de la peor calaña y asesinos, lo que es totalmente falso de toda
falsedad, porque ese chauvinismo de que hablo y señalo ha cambiado la faz e
interpretación serena de aquellos acontecimientos terribles que se vivieron con
tropelías de bando y bando, donde cada uno tenía parte de la razón, como
también de la culpa, y porque trescientos años de convivencia mutua, con todos
sus defectos y gracias, no se tiran tan fácil por la borda, de donde es
necesario revisar lo que se ha escrito en cuanto a los excesos rimbombantes o
calumniadores de la pluma para poder corregir tantas inexactitudes y hasta
venganzas mentales apasionadas y aún
existentes, como en el caso tan común de transformar simples leyendas traídas
por los cabellos en historias verídicas. Y no es que yo defiendo a cualquier
grupo por grande o pequeño que sea, y más cuando reconozco que luego de comenzar
la guerra no se sabe cuándo termina, como que desgraciadamente el sustrato
doloroso de su contenido es la muerte y las condiciones en que se producen, por
lo que del árbol caído todos hacen leña, de donde lo que anoto en estas líneas no
va por los caminos pedregosos de la
parcialidad y menos de la contemplación.
Y sobre este razonar importante que aquí divulgo viene
otro de igual tamaño en los anales de esta nuestra gran guerra fratricida, y lo
digo en cuanto al valorar de los hechos y personajes que intervienen en ella,
en lo que el desbalance es notable con otro sesgo que nada tiene de patriotismo
y sí mucho de equivocación, dicho así en estos tiempos en que se puede hablar
de realidades y de serios análisis en la materia sustentados en debates de altura
y estudios a fondo sobre la causa-efecto de lo sustentado, donde en este caso
prosperan las ideas nada conservadoras y sí responsables de historiadores
formados en la lucha universitaria y académica. Me refiero en este momento al balance sicológico
de los personajes incursos en tal guerra, donde Simón Bolívar descuella desde
luego tomando en cuenta al repaso sobre su carrera histórica y política que con
serenidad ajena a la pasión se ha hecho de unos treinta años para acá, lo que
ha esclarecido aportes muy interesantes. Y luego de Bolívar existen otros luchadores
guerreros sujetos a esa revisión trascendental para escribir la verdadera
Historia de Venezuela referida a dicho tiempo, donde por ejemplo no se estima
en su valor la importancia de la tropa neogranadina para el éxito de la Campaña
Admirable, de 1813, donde existe la disputa permanente con Bolívar (en que son
muertos por esta razón Miranda, Piar, Ribas, Padilla y Córdoba en Colombia, etc.)
en esa guerra por parte de oficiales patriotas, lo que también se oculta o baja
de tono histórico, donde existe una mezcla de la leyenda con la realidad
callejera y pretendiendo elevarla en calidad de dogma (como el caso del famoso Negro
Primero, que si se devuelve del campo de batalla debió ser fusilado por
desertor, así de simple dicho, o el recuerdo
del perro Nevado, de Mucuchíes, que también se elevó a la leyenda pueblerina, o
los indios Mucuchíes montados en otra tradición
fabulada sin explicar porqué, o la doble personalidad de Antonio Nicolás
Briceño, quien elevado al éxtasis de la gloria terminó loco cortando cabezas españolas de ancianos en
San Cristóbal, o las ferocidades que cometieron patriotas como el general
Arismendi, José Félix Ribas, Bermúdez, Heres, Salom y otros muchos cuya lista
es bien larga tanto en Venezuela como en Colombia y el Perú. Pero en este recuento de la interpretación por
la veracidad histórica lo más grave ocurrido a mi entender es el desbalance en
cuanto al trato de la oficialidad que mantiene el status quo imperante, la
imposición del orden por encima de otras apreciaciones subjetivas y donde se
destacan militares fogueados en esta guerra o en Europa, como el general Pablo
Morillo (por cierto en 1818 estuvo a un
paso de haber ganado la guerra pacificando a Venezuela), el pundonoroso Ramón
Correa de Guevara, Fernando Miyares, el valiente y fogueado José Tomás Boves
que se destaca en los campos varoniles de la contienda, Francisco Tomás
Morales, el émulo llanero de Páez, o sea José Yáñez (a) Ñaña, el general La
Torre y tantos otros que de manera imparcial por defender ideas deben ser
tratados como corresponde por la historiografía venezolana, tan llamada a
cambiar los escenarios y a darle otro contexto irreal a sus personajes. Esos nombres se me han venido a la cabeza al
escribir estas líneas, de donde hay muchos más para rectificar sus biografías,
como debe ser.
En mi libro “Los Presidentes”, impreso en Caracas y en
cinco volúmenes he sido imparcial, con lo que siempre trato de ser en estos
menesteres, y venga a relación el recuerdo de algunos de ellos como el general
Juan Vicente Gómez, que aún mantiene adulantes y detractores, que ha sido bien
tratado en muchas biografías por la imparcialidad temática llevada, pero que en
otras guarda algún reconcomio solapado para exponer la verdad sobre este venezolano
tan cerca de nosotros que dejó huella en su largo período dictatorial, como
también lo hizo Guzmán Blanco, pero que refiriéndome al andino unió a Venezuela,
pacifica a su manera la larga cuanto dolorosa tradición guerrera y pagó su
centenaria deuda exterior, que ya son tres motivos importantes para aquí
señalarlos. Y como de ciclos históricos nos referimos bueno es señalar que
nuestra pequeña historia independiente de dos siglos puede resumirse en ese
período largo de luchas sin sentido con una oscuridad apreciable y el retraso
marcado que se inicia en 1810 y termina a finales del año 1935, ante la muerte
del señalado general Gómez. Pero a
partir de su deceso el país comenzará a cambiar en lo político, económico (el
petróleo) y social, cuando se abren diferentes canales de dirección política con
pensamiento moderno y el arribo de algunas ideas social demócratas al país,
debiendo mencionar aquí al ácido Rómulo Betancourt como el dirigente que
entiende por idiosincrasia popular cómo reformar a la nueva Venezuela, con el
doloroso asesinato del coronel Carlos Delgado Chalbaud, hombre culto formado en
Francia, quien perfila los primeros grandes planes de desarrollo para cambiar
la faz de nuestro pueblo, y desde luego con la aparición presidencial del
tachirense Marcos Pérez Jiménez, otro personaje digno de una sagaz biografía,
con sus pros y sus contras como todo ser humano, que en diez años de mandato
constructivo puso al país en el primer escenario mundial, aunque otros por
interpretaciones parroquiales a respetar y acaso mezquindad de espíritu analicen
ese tiempo valioso con signo negativo cuando en realidad fue un gran impulsor
del desarrollo nacional, en diversos campos posibles.
A raíz del derrocamiento o salida del poder el 23 de enero de 1958 del tachirense Pérez Jiménez y por
concertación entre los tres grandes partidos políticos (Acción Democrática,
Copey y Unión Republicana Democrática) que vuelven a una actividad plena, el
país toma cierta cara de libertad que con altibajos presumibles se mantendrá
durante cuatro décadas (llamada Cuarta República) en medio de la independencia
de los poderes fundamentales y el crecimiento del país a nivel internacional,
cuando se consolidan las grandes empresas, crece la educación universitaria de
calidad, mejora la meritocracia y la
moneda se mantiene en óptima posición de cambio que atrae numerosas inversiones
en el territorio nacional, porque ya no se habla de caudillos o de jefes tumultuarios
sino de una visión total y en cierta forma clara de porvenir. Sin embargo por la política manirrota
del gobierno de Carlos Andrés Pérez desde el final de la década del setenta la
economía comienza a estancarse por obra del mal menor económico en que se vive,
de donde como consecuencia negativa ocurre una devaluación monetaria violenta
con el llamado Viernes Negro (4,30 bolívares por dólar americano), que a poco
se fue elevando de manera abrupta. Esto dio pie al continuo descenso de algunos
sectores de la economía de Venezuela, la perturbación de su moneda y lo que es
más, a problemas sociales que trajeron el bárbaro saqueo de Caracas (1989) y el
comienzo del cambio sustancial que se realiza entre pitonisos vividores y
espejismos llenos de adulancia, donde se fragua un descontento con la situación
vivida, lo que dentro del río revuelto los vivos se aprovechan de aquella
situación inestable y comienzan a sembrar zozobra, más acelerada en el segundo
gobierno del empecinado presidente Rafael Caldera, cuando éste se rodea de
cierta clase de lumpen político que llamaran “los chiriperos” y mientras el país entre
mentiras acumuladas rueda hacia el desastre.
Es en ese momento crítico de la Historia nacional cuando comienzan a
emerger grupúsculos hambrientos de mando en el seno de las Fuerzas Armadas, que
juran acabar con el sistema imperante, mientras el país se llena de grafitis
alusivos a la rebelión y aparece un líder carismático aunque escaso de
conocimientos que pronto supera al cabecilla ideológico Arias Cárdenas, adueñándose
así de ese inicial pequeño movimiento entre fascista y socialista al estilo Perón
y Ceresole, que tras bambalinas ya lo maneja Fidel Castro con sus viejas
pretensiones ideológicas cuanto hegemónicas en América Latina. La primera fase
de ese proceso hacia el poder absoluto se lleva a cabo mediante un ardid de
farsa bien montada por medio del cual el comandante Hugo Chávez Frías con un
doble juego político y a través de innúmeras elecciones maquinadas en que triunfa a troche y moche,
salvo en la de 2007, cuando piensa cambiar la constitución para convertir a
Venezuela en un estado comunista (socialista a su manera), con vinculaciones
estrechas hacia Cuba y otros regímenes totalitarios del orbe, lo que no obsta
que a pesar del descalabro eleccionario el barinés de origen prosiga en el
empeño a raudo vuelo, mediante viejas tácticas conocidas como la vaselina y la
de dar dos pasos adelante y uno hacia atrás, como ocurrió en los países
socialistas del Este de Europa luego de
la Segunda Guerra Mundial. De esa forma certera y meditada, con la dominación
absoluta de todos los poderes que giraban como satélites alrededor del Dios
Sol, o el Comandante Supremo o el Gigante que nunca muere, sin
chistar apenas, Venezuela entró en la decadencia del petróleo, de las
industrias, de las empresas pesadas de Guayana y de la vida social, cuando
ahora notamos pobreza por doquier, la emigración de profesionales y hasta
existe la cárcel para políticos adversarios (casos Baduel, Simonovis, Afiuni,
etc., etc.), todo lo que gira alrededor de una gran corrupción que se genera
dentro de algunos sectores inescrupulosos y divisionistas incrustados dentro de
algunas parcialidades del gobierno.
Es en el comienzo de la grave crisis interna cuando al Comandante
Supremo, heredero de los laureles de Bolívar y omnipresente en todo (mantiene diez
o doce horas de obligatoria y diaria cadena presidencial) se le detecta un
cáncer que de un principio y por falta de equipos sofisticados se le agrava por
mala praxis en los quirófanos de La Habana, en medio de cuatro operaciones
quirúrgicas y grandes dolores que ni los sedantes más poderosos lo calman,
mientras como el cisne negro cantor viene a Venezuela para ganar unas últimas
elecciones lapidarias y mortales, aún creyendo a rajatabla que se iba a salvar.
Y cuando ya se ve en las puertas del sepulcro escoge a dedo un sucesor que le
ha sido fiel por muchos años que desde luego y por el síndrome del lloriqueo
colectivo al estilo Corea del Norte o de la llamada operación lástima como
instrumento bien trazado desde las salas situacionales del Consejo Nacional Electoral
y por el favor de las famosas máquinas de conteo smarmatic, condenadas a nivel
internacional, gana las elecciones sin vuelta de hoja, como se dice. El señor Nicolás Maduro en medio de ese duelo
nacional que se mantiene y recuerda a cada momento, cuando es necesario, se
encuentra con un tesoro arruinado, lleno
de deudas, a quien nadie le quiere prestar, salvo en forma onerosa y hegemónica
(China), tiene que entendérselas por tanto con un país quebrado, que de llegar
a tener casi sesenta mil millones de dólares en activos demostrables presentes hoy
apenas llega a algunos 1.500 millones de dólares disponibles, lo que hace reír
en las esferas mundiales y este gobierno tiene que llevar encima ese San
Benito. Desde luego que Maduro es
atacado en todos los flancos (su nacimiento, calidad de líder, etc.) como
político que es y por una oposición dura que habrá de verse su poder en
diciembre próximo (2013), cuando estos adversarios esperan ganar algunas alcaldías de peso en el país, lo que es cuestionable
porque el chavismo como fuerza política popular maquinada por su creador tiene
buena raigambre ante la sequía de recursos y por mucho tiempo en el seno más
desposeído y manejable del país (clase D), lo que desde luego dará frutos en ese diciembre, mientras se acomodan con vías
de cambio nuevas fuerzas de oposición.
El chavismo por consecuencia de la desaparición de su fundador se encuentra como dividido en cuatro sectores
radicales (Maduro, Cabello, militares chavistas e independientes
institucionales, con clara tendencia al militarismo gobernante), que pujan
calladamente entre ellos hacia el manejo férreo del poder y en eso andamos
todavía. Pero como todo tiene su cara y envés dentro de la política por encima
de los problemas agudos en que se vive y cuando ya el bolívar sobrepasa devaluado
el medio centenar por dólar, seguirá en proceso de caída (cuesta abajo en la
rodada, al estilo Kirchner) con nuevo papel moneda al estilo “tinoquito” que ya
llaman “chavito”, como forma de vivir el Estado, mientras dos cosas importantes
debemos admitir en el cambio ocurrido después de 1999, y la primera corresponde
en que hoy Venezuela y por donde se mire es punto de referencia obligada como
noticia de primera plana, por lo que de ser un país conocido apenas por su
petróleo como le pasara a uno en las esferas internacionales, hoy es todo lo
contrario mediante el uso de esa máquina política que no dormía y sale de
contexto, como era el finado Hugo Chávez, lo que le ha dado al país una connotación
universal, que hubiera costado ingentes cantidades de dinero promocionarlo en
este sentido, para los mejores tiempos que puedan avecinarse. Y el segundo punto a señalar es que Chávez
por demagogia o por lo que sea, aún a pesar de la corrupción señalada se acordó
de los pobres, porque muy pobre fue en su infancia, y a base de donaciones,
misiones, mercados populares y otras tácticas charlatanas de gobierno a favor
de esos humildes depauperados por cuenta gotas se fue ganando una parte de la
llamada clase C y buena porción de la D, lo que mucho viene a valer en los
momentos eleccionarios para conducir el país. Bueno es aclarar cómo Perón aun vive en el
recuerdo de los argentinos descamisados para el momento de las elecciones, que
es decir mucho.
Esta es, pues, una interpretación crítica
y lógica de la Historia venezolana a tener en cuenta y entenderse para los
próximos tiempos a venir, aunque la política y la gestión de Gobierno tienen
muchas salidas, como podrían explicarlo Maquiavelo o el chino Sun Tzu. Espero que por las buenas todos nos entendamos
para no caer más en la profundidad del cieno.