Amigos invisibles: Uno
de los mayores problemas que puede presentarse a un escritor e historiador en
este caso es el temible dilema de la duda, porque en base a dicho supuesto
intangible parece que no se tiene para dónde coger, dado que la duda crea
suspicacia y ese sentimiento humano tanto acicatea como para no dejar tranquilo
a quien lo padece, porque razones valederas o no hay de uno y otro costado de
la balanza que sin inclinarla mantienen
sin repuesta pronta al enigma que se aspira descifrar y si se quiere descubrir,
con la intención de arrimarse a un puerto seguro para de esta forma certera obtener
posibles conclusiones. De manera sagaz diremos que la incertidumbre es perversa
en cuanto al tema porque no permite aclarar ciertas facetas que parecen
encontrar sustento en cuanto a la personalidad psicológica de un hombre para así
discernir que pisa sobre suelo cierto al momento de referirse sobre cualquier
personaje de nuestra agitada historia nacional y con mayor razón a ese tiempo tan
estéril y bañado de sangre que se asimila a nuestra Guerra a Muerte, período
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Domingo de Monteverde |
de la Independencia
creativa que soltó las amarras del desengaño desde cuando el canario marino Domingo de Monteverde por situaciones improvisadas y frente al desconcierto e
ineptitud del marqués Francisco Rodríguez del Toro, dio comienzo a dicho holocausto
humano con el empuje a tientas que lo lleva hasta el confín de Siquisique y que
da inicio a la fratricida contienda de más de diez años de duración que entre
otros malestares inolvidables y sin crecimiento poblacional en un país
despoblado inmoló a más de doscientas mil almas inocentes, si se quiere, o sea
la cuarta parte de sus habitantes, dejando al territorio en ruinas visibles y
con tremendos traumas humanos por casi un siglo de existencia.
No creo que con el
tiempo presente tan atiborrado de nubes vayamos a llegar a tanto, porque los
dioses de la locura están desatados, pero es bueno que recordemos ahora el existir
y la presencia aunque sea lejana de un huracán que pasó por nuestro territorio
envuelto en contradicciones a raíz de la independencia jojota que tuvimos
porque no estábamos preparados para ella, y por esta circunstancia se
desencadena el dios de la Guerra
acabando con lo existente, como la familia, la propiedad, la amistad, y tantas
otras cualidades que se fueron al traste con la espantosa carnicería desatada,
desde cuando comienzan a aparecer los caudillos mandones nacidos de la nada
pero con harto interés en cuotas de poder, mientras se esparce esa peste
múltiple en que nadie sabía para dónde coger por ausencia de una brújula de
entendimiento, como acontece en tantas guerras y porque la ferocidad extremada impidió
seguir alguna senda de bien por la ausencia de luz, mientras se consume el país
en una guerra civil fratricida, que a la mayoría apenas le importa, ya que la
esencia del todo era sobrevivir, cambiando o no de posición sin lamento alguno,
porque el tiempo así lo requería ya que de eso que llaman porvenir se había
borrado toda esperanza y solo quedaba lo de ingresar al malabarismo de la
subsistencia aunque a poco fuese barrido por el hambre. Para mejor mostrarlo, fue
algo parecido a las siete plagas de Egipto o a la vigencia fatal de los jinetes
del Apocalipsis. Que este ejemplo quede bien claro como espejo de la Venezuela actual.
Pues bien, en ese
andar a que nos atenemos trataré de ser extremado en cuanto al tema y al
personaje del que voy a referirme, tan disperso de contenido contradictorio en
nuestra historiografía nacional, absurdo a veces en sus ejecutorias y de cierto
poco analizado acaso por la complejidad e incógnitas dogmáticas que presenta, porque
en medio de la barahúnda desatada luego del primer golpe de estado ocurrido en
Venezuela, como lo fue le suma de traiciones y hechos inmersos en el conocido
levantamiento de los mantuanos caraqueños o clase privilegiada que el
inolvidable 19 de abril de 1810 desconocen la legítima autoridad española para
de una manera sibilina y con deseo del poder absoluto aunque disimulado,
cambiar la faz de Venezuela al desconocer la autoridad establecida en ese golpe
frío de tal mañana histórica que acabó con 300 años de estructura provincial
para desatar apetitos escondidos y desenmarañando algo que por demás estaba
trabado, como era el ejercicio de poder. Allí, en ese magma tan sospechoso
aparece el caldo de cultivo pasional de figuras como Simón Bolívar, Ribas,
Miranda, los nobles Del Toro, los siete apellidos caraqueños que llamaran “los
amos del Valle”, y tantos interesados en obtener prebendas a cambio de enarbolar
otras banderas así fuere con ayuda del engaño camaleónico, mientras se enrumba
el camino de la nueva república que a las trancas se está conformando. Es allí
donde bajo el manto del dios Marte cuando comienzan a desencadenarse las
pasiones más inusitadas y los extremos más crueles, donde no va a existir
compasión para con nadie porque de inmediato aparecen las sombras mortíferas del
odio y su compañera la
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Pintura de Goya |
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Pintura de Goya |
venganza. De esos tratos de las trastiendas guerreras
que comienzan su trabajo reflejado en los violentos pinceles de Goya, aparece
un militar que se agrega al grupo defensor de la legitimidad del régimen caído,
que es el coronel Eusebio Antoñanzas, riojano de apellido vascuence, quien
vuelto hombre de ideas porque antes era quincallero, de tanta locura desatada comienza
a ejecutar prisioneros patriotas a montón, de donde se dice que es el iniciador
del período llamado de la
Guerra a Muerte, que otros jefes de ambos bandos lo consolidan,
y entre ellos Simón Bolívar, dando origen a un martirologio insensato y sin
cuartel extendido con furia desde 1812 hasta 1816, cuando se amaina tal
desastre animal, aunque venga a terminarse oficialmente la matanza con los
acuerdos de Paz firmados en la ciudad de Trujillo, en noviembre de 1820.
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Firma decreto de Guerra a Muerte |
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Acuerdo de Paz Bolívar-Morillo 1820 |
La guerra que se despierta
desde 1812 es desigual entre los bandos y difícil de entender para el
conglomerado de esta parte de América, pero como las cosas suceden sin
detenerse va cogiendo fuerza sobretodo hacia el centro de la república, que se
extiende rumbo al oriente de el país y los llanos centrales de Venezuela,
mientras Bolívar con argucias se escapa a la Nueva Granada y
luego por los Andes venezolanos avanza para invadir el centro hacia Caracas,
tiempo en que ya se han formado algunos cuerpos de ejército cambiantes eso sí,
que defienden posiciones de mando bajo el efecto de caudillos secundarios, unos
a favor de la revolución emprendida y otros más conservadores, en defensa de
aquella alma en pena de la política y realeza española que es el mediocre rey
Fernando VII. Así las cosas y con los cuerpos enfrentados que desatan a diario
el horror de la Guerra
a Muerte aparece un personaje singular e inesperado que construye su vida en el
fragor de la contienda, pero que sin lugar a dudas deja estupefactos a cuantos
oyen hablar de él por diversas causas y que dentro de un sueño o fantasía viviente
cubre el panorama con éxitos y hasta derrotas convertidas en triunfos que alcanzan
buena parte de los años 1813 y 1814 y que en tan corto plazo de tiempo (32
meses) lo recubre una estela de misterio cubierta de fama que ninguno llega a
igualar y que en verdad hace estremecer el “stablishment” español armado para
seguir la cruenta y difícil contienda, porque él constituye un huracán superior
a todos, algo fortuito o casual, y además porque desde su salida de ese cuartel
general que para él son las tierras de Calabozo a Guayabal, como inicio previsto
de su comando guerrero cual el bárbaro Atila sacude la tierra por donde
transita, y en verdad asusta y da pie a muchas conjeturas de desastre frente a
las tropas que Bolívar y otros líderes introducen en los escenarios centrales
del país. Hasta entonces nadie había aparecido con este ímpetu triunfal en el
llano que tanto dio a favor de la Independencia, hasta cuando entra en escena otro
hombre astuto como el anterior, que conforma cada uno la antítesis de aquel
conflicto fratricida, pues si no muere tempranamente José Tomás Boves, como llaman
a nuestro personaje central, acaso con su ímpetu arrasante desaparece Bolívar
para siempre, como igualmente si no existiera el general José Antonio Páez para
la contienda llanera de 1818, la patria se habría perdido en el tiempo frente a
los ejércitos comandados por el curtido general Pablo Morillo. Luego en estos
dos casos específicos y también con el canario José “Ñaña” Yánez, los llanos
tuvieron mucho que aportar en el escenario guerrero de la patria, lo que debe
quedar bien claro.
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José Tomás Boves |
Como lo he dicho al
comienzo de este trabajo la figura aún diluida de pasiones referentes a José
Tomás Boves anda en busca del biógrafo de categoría, que estudie a fondo el
personaje en referencia con su tiempo, aunque algunos han horadado en su pasión
como Carrera Damas, Pérez Tenreiro y un libro hecho novela del siquiatra Herrera
Luque que no se debe desatender, porque es “Boves, el urogallo”. Para ingresar
en materia tan sinuosa debemos decir que existen dos Bobes, o sea el de los primeros
tiempos, que se apellida por tanto Bobes, y el Boves de la segunda etapa que en
los cambios que aporta viene a llamarse por siempre José Tomás, como se le
recuerda, aunque en verdad era Millán de la Iglesia, que como vemos ya empastela su biografía.
Nuestro Boves, el de esta tragedia por capítulos como tantos héroes de la
historia nace del muy abajo estrato social, en tierra hispana ovetense bañada
por la guerra secular, el 18 de septiembre de 1782, como José Tomás Bobes de la Iglesia, que después se
contradicen los apellidos y hasta su parto, dentro de la oscuridad que siempre
lo envuelve, como un Don Pelayo tropical. De origen muy humilde y pobretón, su
padre muere cuando el párvulo arriba a los cinco años, dejando a la viuda en la
mayor miseria con tres hijos y sin saber qué hacer, de donde junto a los
menores se traslada al puerto pesquero de Jijón, para vegetar en oficios de
costura, mientras el pequeño José Tomás crece en dicho ambiente de miseria
resentida y despierta con la necesidad a todo dar. Haciendo mucho esfuerzo la
madre coloca a José Tomás en el mundo marino, para cursar estudios como Piloto,
y a los once de edad ingresa en el Real Instituto Asturiano, por cuatro años,
de donde siendo suboficial luego se le destaca en la marina real, al entonces
sumiso, apacible, de buena amistad como aprovechado en los estudios, y pronto
trabaja por su cuenta como Primer Piloto, que es cuando viene a la cuenca
marinera de las Antillas e ingresa a tierra por Venezuela para desarrollar
actividades propias.Este es un primer gran capítulo de su vida, tranquilo, muy
diferente al que habrá de vivir en lo adelante, que será díscolo, convulsivo, sintiendo
en carne propia tantos males porque coincide con los graves acontecimientos ocurridos
a raíz del 19 de abril de 1810, mientras en plan de aventuras propias y
comerciales que se dice hasta prohibidas, anda por Puerto Cabello y hasta en el
llanero Calabozo, cuando ya ajusta los 28 años de edad y para buscar una vida
mejor anda lleno de problemas sin límites.
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Boves joven |
Cerca de la
treintena José Tomás ya es otro hombre, ha vivido las verdes y las maduras e
impulsado por el derecho de ser rompe con paradigmas sociales de donde comercia
en compra y venta, como los cueros de res y hasta ejerce el contrabando, siendo
condenado a prisión, que luego se le conmuta por el de confinamiento en
Calabozo. Todos estos hechos le dan otra manera de pensar, donde el temor se
aleja para dirigirse a la acción, dentro de un hombre solo, anárquico per se,
atenaceado por las circunstancias, y mientras con algo de reflexión comienza a
sentir la vida triste del llanero, que le conmueve, una vida nómada y primitiva,
inconclusa, estereotipada, sin fronteras, donde nada se respeta y se aspira a libar
la copa del éxito sin otros miramientos. En su tienda de quincalla que abre en la
opulenta Calabozo piensa para el futuro, mientras atraviesa el llano y se
consustancia con ese mundo tan extraño, envuelto en calamidades y desengaños.
Allí es donde comienza a forjarse la leyenda de un hombre sin fronteras que
muchos lo
confunden con el mito por él mismo creado y cuyas características tan disímiles podemos resumir en que era como un centauro de tez blanca, cabello
rubio, ojos pardos, robusto, de buena estatura, de corto y pausado hablar, no
sonreía, la voz fuerte y a veces ronca, de rápidas decisiones, modales
imperativos, sereno hasta con su gótica escritura, carismático, que imponía
respeto y temor, y donde los límites del poder eran su propia voluntad, con un
valor inusitado, capaz de soportar fatigas extraordinarias y sin abatirlo la
desgracia. Avasallaba a cuantos le rodearon. En fin, nació para ser todo un
caudillo. Y como su leyenda fue grande según algunos usaba una barba profética,
y otros omitían tal condición, de donde al personaje se lo siente en distintas
facetas que se agregan a la hechura del mito.
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José Tomás Bobes |
Como andamos en el
trajinar formativo de este hombre fuera del montón para entonces ya era sobrio,
abstemio de licores, de una sangre fría y en cierta forma desprecia los bienes
materiales. La revolución de 1810 encuentra a Boves en Calabozo, donde dentro
de los bandazos de la fortuna se manifiesta conforme con la misma insurgencia,
mientras continúa en su labor mercantil de poca monta. Para abril de 1812 le ubicamos
en la llanera San Carlos, villa donde las autoridades patriotas del lugar con
algunos trabajos de informantes lo detienen, aunque por influencias
particulares logra ser liberado, regresando a Calabozo. En dicha importante ciudad
llanera esparce noticias que alarman sobre el avance contrarrevolucionario del marino
Domingo Monteverde rumbo al centro del país, de donde por ello y sumarse
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Tropas de Francisco de Miranda |
a la
conspiración realista es nuevamente detenido y condenado a muerte, aunque mediante
otras instancias de amistad se salva de entrar en capilla ardiente, para en el
tropel de cambios habidos a que se somete de orden superior le destinan a
objeto de servir como soldado en las tropas rebeldes del general Francisco de
Miranda. En espera de ese cambio oficial es liberado de prisión ya en mayo de
1812, en que empieza su verdadera gesta militar, cuando el entonces capitán
Eusebio Antoñanzas retoma para la causa
del Rey a la ciudad de Calabozo. Desde dicho momento Boves inicia la brillante
y corta carrera exitosa que lo significa como uno de los grandes y valientes
estrategas de la guerra de Independencia, aunque situado en el bando
conservador, digo realista. Así, al frente de una partida de caballería persigue
a republicanos, entre ellos al
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Andrés Narvarte |
futuro presidente Andrés Narvarte, mientras con
la ferocidad y saña que demuestra, acaso contenida desde una infancia precaria,
en el llano adentro como caza de brujas persigue a los enemigos de su bandera, al
tanto que le santifica sus hazañas un bribón de capellán, el presbítero José
Ambrosio Llamozas, quien luego fuera importante testigo de sus crueldades y
hazañas a veces picarescas, mientras a poco con el éxito desplegado se
incorpora al ejército triunfante del canario Monteverde, el que pronto por sus
virtudes reales demostradas le designa Comandante General de Calabozo, que es
como decir un patio trasero y el bastión de sus terribles acciones que no dan
tregua ni tiempo para pensar. Así aconteció con la reacción violenta que
realiza ante la ofensiva republicana en Espino, al sur de Calabozo, la que
domina a sangre y fuego, con pocos sobrevivientes prisioneros. Luego como
Comandante de Caballería obtiene lauros en la campaña de Oriente, con que
refuerza la posición tomada por Monteverde y Juan Manuel de Cajigal, quien a
poco confiere a Boves facultades extraordinarias para obrar a su leal saber y
entender, o a su arbitrio, que en tiempos de guerra es decir mucho. En lo
adelante con este mandato unipersonal el caudillo asturiano se siente que llega
a un camino supremo, por lo que desde allí Boves es solo y para todos, sin depender
de nadie, incluso de ese mismo mariscal y gobernador Cajigal que ya conociéndole
en su carácter dominante en las memorias que publica lo describe como autoritario,
anárquico, independiente a toda costa, valeroso, soberbio, astuto, organizador,
amante de la gloria propia y que no lo abatía la desgracia, de donde la derrota
la transformaba en triunfo.
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Boves y la tropa llanera |
Aquí comienza a
acompañarle en la vida militar el gran conocimiento del llano que mantuvo,
incluso el mundo de la superchería y de la soledad, un principio equivocado
pero característico de la propiedad sin límites que en el fondo parece pertenecer
a todos, sin respeto alguno, lo que ciertos caudillos llaneros como Joaquín
Crespo y Ezequiel Zamora e incluso el propio Hugo Chávez Frías aplicaron falsamente,
sin pensar en las consecuencias como de los fracasos estruendosos. De aquí que
la vida diaria de Boves estaba consustanciada con la tropa llanera, con quienes
comía, duerme y dialoga permanentemente para ganárselos hacia el combate,
mientras el odio racial hacia lo blanco, por temor a la traición y la guerra de
castas se va desarrollando cual un espíritu de defensa, pues como otro
contrasentido su mundo es mestizo, de pardos, y por inercia dice a él
pertenecer, mientras conserva un gran ascendiente hacia la población autóctona
y sus costumbres, que le llaman “Taita Boves”, tal el caso del tácito permiso
de pillaje al final de cualquier faena perversa y porque eso complacía.
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José Tadeo Monagas |
Así en
el combate de Cachipo (9-813) contra los hermanos José Tadeo y José Gregorio Monagas,
donde se lucen las lanzas sabaneras, éstos le quitan la caballada pero no
logran derrotarlo. Sigue de continuo al bastión de Calabozo y pone en huida a
Carlos Padrón en el caño de Santa Catalina,
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Vicente Campo Elías |
donde ejecuta a los prisioneros. Luego se enfrenta al español republicano Vicente Campo Elías, quien lo vence a
medias en el caño Mosquitero (10-813), y en ese sin detener se recluye en
Guayabal, sitio en que declara la
Guerra a Muerte a Bolívar a fin de igualar en ferocidad a la
proclama de Trujillo, y donde rehace sus escuadrones de llaneros para
enfrentarse luego al republicano Pedro Aldao, de origen peninsular, a quien
vence en San Marcos y cuya cabeza fue enviada por Boves a San Fernando de Apure.
De seguidas al frente de 6.000 lanceros amenaza los valles de Aragua, por lo
que Bolívar envía de nuevo a Campo Elías, a quien el temible Boves vence en La Puerta, (2-814), aunque
resulta el asturiano herido, como en otras ocasiones. Repuesto de la misma
herida a pocos días junto con el canario Francisco Tomás Morales ataca a Bolívar,
acción sostenida que se ejecuta en varias jornadas, pero ante la proximidad de
Santiago Mariño con tropas de repuesto, en la táctica estratégica usada deja el
cerco de San Mateo y se enfrenta a Mariño en Bocachica (3-814), donde es superado
por las fuerzas del general oriental, por lo que repliega nuevamente para
dirigirse a Valencia, sitiada entonces por Cajigal, y de allí vuelve al llano
al no entenderse con el mando absorbente de Cajigal. En abril y mayo de 1814
con fuerzas recuperadas de nuevo emprende la ofensiva para en La Puerta (6-814) derrotar
completamente a los generales Bolívar y Mariño, y de seguidas el asturiano divide
sus fuerzas a objeto de enviar una parte a Caracas y otra con él avanza a
Valencia, que del cerco capitula ante Boves el 10 de julio de 1814, donde luego
se cometerán muchos crímenes, tropelías y otras atrocidades.
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Emigración a Oriente |
De inmediato sin atender
órdenes del Capitán General Cagigal con el poder que ostenta se auto designa Comandante
General de las armas del Rey en Venezuela y entra en Caracas donde nombra
autoridades y se desarrolla el triste episodio de la emigración a Oriente, con
la derrota de Bolívar y el temor por doquier, en cuya persecución el terrible
asturiano marcha en ese mismo sentido de acabar con los restos del ejército
patriota. Luego, para torcer el cuello a la moribunda Segunda República y
volver la paz, Boves emprende una nueva campaña hacia Oriente y así entra
victorioso en Cumaná el 16 de octubre, donde a objeto de halagar a sus negros y
mestizos acompañantes permite el pillaje y el asesinato de los enemigos,
“dejando el campo cubierto de cadáveres”. Después sigue en su batallar incesante
al sitio de Los Magueyes donde en el monaguense valle de Guanaguana obtiene un
nuevo triunfo (9-11-814) contra las tropas desgastadas del valeroso y terco
José Francisco Bermúdez, quien
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José Francisco Bermúdez |
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Jo´se Félix Ribas |
unido al fiero y perdedor José Félix Ribas -que pronto
será asesinado-, por táctica dispuesta retíranse del campo, derrotados. Disminuido
en el serio embate que mantiene Boves se presenta otra vez en la escena del
desastre anunciado o sea en el adolorido valle de Urica, sin perder nunca la
esperanza del triunfo, y el fúnebre lunes 5 de diciembre siguiente en ese sur
de Anzoátegui gana la batalla postrera a favor de los realistas, aunque por un traspiés
del destino y porque la lanza o chicuria que sostiene vibrante se le tranca debido
a que el caballo se estaca de parálisis repentina, como algo sin espera dentro
del fragor del combate el inolvidable caudillo Boves de la montura cae alanceado
por el valeroso Pedro Zaraza, como se asienta y muere en el acto, salvándose
así el nombre y el descorrer de la República.
Boves gana la pelea ya muerto, comparándose así al siempre
vivo Cid Campeador. Cuando los pocos patriotas se dispersan y huyen, el cuerpo
inerte del huracán astur es llevado en parihuelas al pie de la iglesia misional
de dicho sitio, donde en su entrada se le entierra con los honores
consiguientes y los rezos llorosos del renegado José Ambrosio Llamozas. Allí
comenzó a correr la gran leyenda de este caudillo, que como dije al
principio aún debe ser bien estudiado en muchos aspectos de su vida y de su eterno
deambular. Ojalá usted pueda, amable lector, ampliar para el saber de otros
estos conocimientos que tienen mucha importancia a fin de reafirmar noticias
sobre lo que pasó aquel tiempo en la
América desangrada. Así entra en la Historia de siempre el más
grande general de caballería que haya tenido nuestros llanos.
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