sábado, 5 de marzo de 2016

TOQUE DE QUEDA, LEY SECA, ESTADO DE SITIO, ESTADO DE EXCEPCIÓN, ETC.



AMIGOS INVISIBLES.  Dentro  de esta fluida conversación que mantengo con placer en el blog desde el año 2.O11, y que ha despertado tanto interés como para ya acercarse al medio millón de visitantes, dentro del tejemaneje de la historia vivida y acaso olvidada bueno es recordar  que no todo viene a ser como Alicia en el país de las maravillas sino que, al contrario, los fuertes vaivenes sociales con que hoy nos mecemos en un mareo constante, hace que nuestra  carrera permanente  dentro de una parábola competitiva  entre pitos y flautas sea factible para discurrir sin mayores acechos aunque con mucha prevención;  pero como el tiempo de nuestros días se ha tornado turbio  y peor con la distancia de los años, la respuesta a este nuevo sinsabor viene a traducirse con el “ojo pelao” empleado en la jerga venezolana, por el desamparo y la trifulca permanente de nuestro existir pendenciero, y porque, “si no lo coge el chingo lo atrapa el sin nariz”, con que seguimos utilizando nuestro vocabulario popular. Así, por estas veredas quijotescas e insondables que marchan al futuro nuestro país anda ausente  de astrolabio eficaz porque parece incierto siendo verdad, que cruzado el rubicón molesto  de lo ya cotidiano como muleta pertinaz no nos queda sino la reflexión permanente de los tantos dislates en que andamos sumergidos, y para lograr sobrevivir en ese tráfago de incertidumbres es necesario poner la conciencia de colchón, la inteligencia de sabia maestra de luz cuanto sagaz por las que debemos transitar, y saber escoger como en difícil lotería del camino a seguir, evitando así el despeño  de nuestro propio ser  y de cuantos le acompañan, porque ya andamos en niveles exhaustos donde cualquier tropiezo puede ser fatal tanto para cualquiera de nosotros como para el colectivo nacional.

Y lo digo con la razón más amplia por aquella experiencia consensuada que me ha valido andar entre medio mundo y en parte del otro, de donde la almohada y el tiempo de la reflexión permitieron sacar cuentas si no del todo exactas bastante aproximadas sobre lo que se puso en nuestro camino oxigenado, la sana existencia de que pudimos  aprovechar y luego, ahora, con la desgracia y el maligno a cuestas, la época de las vacas flacas que andamos transitando, porque lo bueno, lo óptimo, lo mejor además se ha escapado de nuestras visiones y ahora nos encontramos ante una selva oscura llena de peligros, crueldades y sandeces, sin encontrar la llave que nos pueda abrir una puerta segura hacia el futuro.  Aquí reside el quid de nuestro lamento sincero, porque son pocos los escogidos que puedan realizar esta tremenda hazaña, llena de esguinces, traiciones, arrebatos y otros daños propincuos que podemos pensar. Porque si a ver lo expuesto y ya que ahora estamos entrando en materia, nuestra país y durante mucho tiempo se ha visto rodeado de monstruos de diversa calaña que no dejan dormir por lo esperpénticos, y como para la muestra valga el botón les recomiendo ojear mi libro  “Historia oculta de Venezuela” (Fundur editores. Caracas, 2.OO7), donde  además refiero en 1.600 notas oportunas con sencillez y profundidad entendible los avatares malditos que hemos soportado desde el descubrimiento de nuestras costas aledañas, pasando por los siglos de ignominia colonial y ello transformándose en una guerra sin cuartel que junto con la malaria y otras pestes horribles acabaron con la mitad de nuestra población y que luego como guinda de nuestro postre acíbar pervivió durante más de un siglo destrozando los restos de aquel pasado negro, hasta cuando por obra de la misericordia y de algunos embraguetados  y testiculares caudillos, como Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez, a punta de cárceles y otros deleitosos manjares  del suplicio pudieron tranquilizar el medio en cierta forma aunque nada definitiva, como ahora se ve en Venezuela, las aspiraciones, tendencias ilegales, latrocinios,  y cuantos novedosos sistemas sirven  a fin de depauperar el resto quedante, que se ha podido nuevamente reunir para deleite sicópata de tantos,  en medio del bochorno que causan.  Por manera que hay tiempo para mirar  la situación con pausa ya que en verdad los quinientos años de subsistencia nacional nunca se han colmado de una verdadera paz, entre truenos y relámpagos permanentes, que como repito no nos dejan  tranquilos en medio del sobresalto que marca  un lento transitar.  Si bien los siglos que vivimos atados con España mezcláronse entre recuerdos que aún gravitan en el espejo de nuestras almas carcomidas por el espíritu de una tradición desgarrada, son hechos y circunstancias que nos acercan a la tempestad en que vivimos, pues no por menos somos producto de la violencia desatada en un siglo XIX cargado de destrucción masiva que determina el índice de tantas desgracias nacionales, por cuyo engendro terrorista para un pueblo en trance de ser nación se detuvo al tanto de aquella primera derrota social, porque salíamos de una guerra para ingresar en otra garizapa, y así entre tanta sangre derramada por bárbaros que no medían consecuencias ante el campo que habían destruido como ejemplo triste de un pasado grotesco, fuimos continuando en la caravana de la muerte, por miles o más con que se tiñó nuestra patria a lo largo de tantos caudillos siniestros que servían de comediantes para las novelas de terror y donde nada se perdiera en medio de aquel desmadre incontinente.

Siguió pasando el tiempo y la guadaña haciendo estragos incontenibles  en una sociedad hecha pedazos, provista de “compadres” guarecida, ausente de saber, de entendimiento o de razón, donde se cocinaban los más espectaculares episodios picantes de una guerra social y sin cuartel, manejado todo ello  por la ley del machete y de la sin razón, tiempo en el que se establecen los llamados andinos en el ejercicio del poder, que vino a ser otra plaga egipciaca para vivir entre la rapiña, el deshonor y la traición, nada aparente desde luego pero si aplicada a sabiendas con la calma y cordura de que hiciera alusión uno de los fundadores de aquella época sin cuartel con que murieron miles de personas entre el hambre, la miseria, el desamparo, las enfermedades cíclicas y toda otra colección asombrosa de gamberros asesinos y desalmados. Con la  ausencia del  “nunca bien llorado y prematuramente desaparecido” (general Juan Vicente Gómez), amo y señor de un país en desgracia  caudillista, lleno de otra miseria por doquier, pero que ya tenía balbuceos petroleros, advienen tantos adláteres siniestros como malaria, disentería, hambre,  sarna, tuberculosis, chagas, lepra, chincunguya,  zika, parásitos, virosis y otras no menos mortales o idiotizantes,  para decirlo con pelos y señales, mientras el problema social no solo abarca regiones escondidas sino que lentamente comienza a ascender en los estratos populares con las consecuencias que ello implica por la aglomeración y la necesidad, de donde se va planteando otro ser marginal que aspira  iguales condiciones  y hasta quizás más altas para alcanzar estratos superiores porque allí se involucran satisfacciones aún no superadas y fenómenos sociales  específicos provocados por una reacción acaso inesperada  de esos sustratos de violencia, por cuyas mentes pasan anhelos impulsados mediante rencores ocultos y deseos explosivos de superación a cualquier precio, lo que trajo a nuestra sociedad adormecida por la incultura  de antaño un principio de violencia  sui géneris difícil de erradicar que se tradujo en permanente desestabilización y muertes sin sentido dentro de un gran espectro presentado, lo que dio ocasión  y desde antaño a situaciones de peligro difíciles de contener, obligándose así al gobierno de turno en la necesidad de actuar de manera drástica, lo que en el curso de la segunda  parte del siglo XX hizo crisis con la respuesta oficial de miles de encausados en forma criminal, sobre todo con la aparición de bandas permanentes que mantenían en vilo la paz y tranquilidad de los campos y las ciudades  por esas pandillas salvajes  sin clemencia. Y valga recordar en este momento el sufrimiento y la sangre que corriera a montón por estas causas entonces como indetenibles que de antaño cubrían miles de informaciones  fatales sobre lo ocurrido en tantos países americanos envueltos en rencillas y peleas permanentes que a veces se volvieron historias horripilantes, como pudo ocurrir, por ejemplo, en Méjico, El Salvador, Guatemala, Nicaragua, Brasil, Argentina, Perú, Chile  y otros conglomerados humanos que dieron quehacer en las noticias y tristeza  por la pérdida de tantos inocentes como de vidas humanas. Algunos países avanzados comenzaron entonces a tomar medidas  necesarias para la prevención de estos destrozos sociales , aunque otros se vieron más complicados por las implicaciones políticas  derivadas de tales  medidas punitivas que pudieron ocasionar conflictos en el medio social allí extendido, de modo que debían ser moderados en su aplicación para evitar otras reacciones populares,  aunque de una manera vaga y solapada impusieron alguna justicia de la tierra, a veces exacerbada,  que trajo desde luego nuevos conflictos rencorosos  o encontronazos sociales y otros enfrentamientos sostenidos por estas causas a veces desorbitadas.

En nuestro país y como ya es vox pópuli la tranquilidad social impuesta y vivida en tiempos dictatoriales del presidente Gómez (“Unión en las cárceles, trabajo en las carreteras, y  paz en los cementerios”)  al estilo de la época, después de su muerte cambió con el aparecimiento e impulso del neocomunismo que algunos líderes agitados y ya presentes en el espectro social como Rómulo Betancourt,  dieron en ese intento algo frustrado para adueñarse del poder, lo que abrió otro compás de espera  en el escenario de la política nacional  que iba a emerger con cierta virulencia  desde la triste prisión del Presidente Medina Angarita,  hasta los revolcones políticos que se vivieran con el advenimiento de guerrillas urbanas y suburbanas o rurales  en varios frentes de guerra “popular”,  sostenidos en parte por la riqueza del país y la rapacidad programada de antemano en la mente gobiernista del cubano Fidel Castro, lo que hizo enfrentar  a la sociedad y la inexperta juventud venezolana  en situaciones de combate que terminaron con muertos, desaparecidos  y otras figuras determinadas en esta clase de guerra circunstancial  sostenida por imberbes universitarios lavados de cerebro, los que como carne de cañón sufrieron las peores consecuencias y los carcelazos más duros. Desde ese entonces , algunas siete décadas atrás, el  panorama soñador de Venezuela comienza a variar de manera determinante ya que por un lado el ideario nacional fue cambiando al impulso de los acontecimientos explosivos que dieron al trasto con la tranquilidad vivida, porque unos actores se fueron al campo con fines guerrilleros y otros quedaron en la ciudad con las mismas intenciones  y hasta peores, donde muchos fueron masacrados con las consecuencias que ustedes pueden pensar. Allí comenzó a desarrollarse cierta variedad de desgracias, tanto en lo económico y social, cuanto por el insaciable deseo de apoderarse del mando mediante esas fuerzas que nunca pudieron arrebatar el poder hasta la aparición inevitable del ya por demás conocido comandante Hugo Chávez, ser intergaláctico y supremo que mantuvo como por tres décadas en zozobra permanente esa paz social  que será necesario estudiar a profundidad.

Para el momento de su despertar convulsionante nuestro país comenzó a ser otro con las ideas propias del señor Chávez, quien entre locuras extravagantes e ingeniosas se creyó superdotado hasta el último momento de su vida y al que  le rodeaban una corte de especuladores de ocasión, encendiéndole al llanero sicópata   la testuz  con muchos cuentos de camino. Y porque Chávez con sus lecturas enrevesadas  desde las izquierdas más viejas embrutecidas por el tiempo hasta otros vividores que explotaban esos sentires gananciosos (Galeano, Gramsci, Dieterich, Fidel, le confundieron más la cabeza sobre todo con situaciones de países vecinos, que vivieran serios momentos de su vida institucional en medio de una guerra sin cuartel, como el caso de Colombia y sobre todo a raíz del asesinato  del líder  apreciado Jorge Eliécer Gaitán, de quien he escrito un trabajo atinente en este blog.
A partir del asesinato de Gaitán se desata en Colombia una suerte de guerra caliente que abarcó por años  las ciudades y los campos, con arrases y desolación completos,   con cientos de miles de muertos y desaparecidos, con grupos de extrema izquierda en acción, que azotaros ese hermano país durante muchos años  y por sus cuatro costados, cuyos efectos fueron tan graves que llegaron a penetrar en Venezuela con el ya formado manejo  del narcotráfico y el apoyo de fuerzas militares  ligadas al imperio de los estupefacientes, que establecido en nuestro país con bandas organizadas al efecto han hecho supermillonarios a muchos agalludos  caídos en este delito algunos de los cuales ya cumplen condenas severas y largas en penales adhoc de los Estados Unidos, y otros están  en detención por esta misma causa, que es de larga punición.   Mediante gente presencial de mi entorno hace un tiempo pude saber como la sangre corriera sin detenerse en la vecina Colombia, pues según asenté desde la muerte de Gaitán en el hermano país se desató una  guerra sin cuartel que detuvo  por años el desarrollo nacional, lleno entonces de guerrillas por doquier, de frentes militares hasta en las selvas y corregimientos alejados, de extorsión y vacuna, de bombas o pipas  metálicas expansivas con clavos y tachuelas insertas sobre ciudades indefensas, de muertes por doquier, de jefes guerrilleros que atravesaban con impunidad  buena parte del país,  introduciéndose incluso en Venezuela, de auto nombrados capos zonales pertenecientes  a grupos gaitanistas alzados, que merodeaban campos y ciudades con la consigna de matar, e incluso de arrasar incendiando pueblos enteros, de preferencia en horas nocturnas (grupos conservadores y liberales ), donde se degollaron  sin causa a presuntas familias  de ambas ideologías, algunos de cuyos integrantes para salvar la vida que no el miedo corrían desesperados a refugiarse  entre los cafetales y siembras de café, como también sus hijos menores, mientras no fueran allí encontrados con pasión sanguinaria de exterminio, para quitarles la vida y mientras  también se esperaba la carreta mortal que cargaría montones de cadáveres en este horroroso y permanente episodio dantesco como salido de los campos nazis de exterminio.   Pues bien, eso pasó y a veces aún ocurre en la hermana Colombia, donde las piernas son destrozadas por minas que llaman “quiebra patas” y donde grupos siniestros como  los de Jabón, Orejuela,  Carlos Castaño, Tiro fijo (Marulanda), el secretario financiero de las Farc Simón Trinidad,  Raúl Reyes,  (yerno de Marulanda),  el satánico Mono Jojoy,  el grupo multimillonario  del extinto Pablo Escobar,  la caleña familia de Rodríguez Gacha, el loco Barrera, las “Águilas negras”, el aún reciente clan Úsuga, Rasguño, los carteles de Medellín y El Valle,  Los Paisas,  los frentes del llano adentro como los de Arauca, Caguán, Guaviare y Amazonas,  el del Catatumbo, y las guerrillas agazapadas como  las del ELN, antigua EPL, FARC, M19, los grupos del Tolima y Nariño con los recuerdos atroces del “corte de franela”, y así sin dar tregua en esta contienda  sin cuartel que ocupa más de medio siglo, aunque las atrocidades guerreras  se extienden hacia atrás  hasta los mismos tiempos de la también salvaje llamada “Guerra de los mil días” (1899-1902).   Sobre estos antecedentes y consecuentes ya vividos es ahora que nos motiva el quehacer de este  comentario, porque a sabiendas de lo acontecido en Colombia y con tan tristes resultados como ante la posible violencia que en tiempo próximo puede desatarse, ya sea porque los acuerdos de La Habana no lleguen a buen fin, como quedar a medias,  es necesario ir preparando nuestro entorno ante la posibilidad de que aquel campo en alguna forma y por cualquier pretexto con otro entorno y visiones distintas el resultado de una maldad confabulada pueda insertarse en el diario y fluctuante quehacer de nuestras vidas que permita desarrollar nuevos escenarios  de contradicción tantos como para más indisponer   la situación en que vivimos, sea dicho los permanentes conflictos nacionales que horrorizan  con los cientos de muertos semanales, el ataque a la juventud, el desmadre de la vida cotidiana,  el saldo de las cuentas   entre pandillas, el hambre desmedida que existe, el sacrificio de los inocentes, asaltos, violaciones, asesinatos, ajustes de cuentas, robos por doquier,  y tantos hechos delictivos de marca mayor que colman las morgues y pueden existir en el país, bajo la clara aceptación de los pranes  y capitostes que manejan estos delitos monstruosos.

Es por eso el motivo de esta crónica digna de tener presente porque estamos al pie de entrar en esa onda  expansiva de destrucción , y que conste que lo he dicho muy claro para no llorar después cuando ya no haya remedio. Porque si no se toman medidas de inmediato, y dado que yo pienso de nunca de ser exagerado, mientras pueda ser realista, como el caso presente de un estallido social alimentado con armas rusas y la desesperación.  En eso pues es que quiero rematar con este estudio álgido del panorama presente antes de que se desbanden los demonios infernales  y porque en tales diatribas andamos a las propias puertas de lo inconcebible, si no se llega a un entendimiento de las partes, bañándonos de sangre a veces inocente como lo vemos con horror en los hoy destruidos y antes importantes Siria, Palestina   e Iraq,  tierras que visitáramos anteriormente  que además llevamos prendidas en nuestro corazón.  Y porque los ejemplos son muy necesarios para este momento voy a referirme como centro del planteamiento expuesto y fundamental a un personaje político del país vecino, o sea el doctor Guillermo León Valencia, de origen conservador, quien encontrándose ya como Presidente de Colombia  (1962-1966) y ante el recibimiento  que se le hiciera o sea con la ola de violencia desatada que no tenía fin, a objeto de interrumpir este doloroso  baño de sangre de incalculables resultados  decretó en el país el toque de queda (imposibilidad de salir de sus casas, de 6 pm a 6am siguiente) y luego con ello la ley seca (cero venta de licores en horas reservadas), el estado de sitio (patrullaje militar permanente) y otros elementos de buen gobierno para no hundir aquel país en una espiral inmisericorde de muertes y flagelos. Con el buen comportamiento de estas disposiciones de mejor gobierno y ante ese cáncer que carcomía la tranquilidad colombiana, frente a otros factores externos que se dio a combatir el doctor León Valencia   pudo llevar a buen término su gestión presidencial, y cuando entregó el mando luego de finalizado el período constitucional dicho país se salvó de esos desmanes fratricidas y por ello los colombianos le recuerdan con gratitud.
 Voy apenas a señalar que el toque de queda y las otras medidas profundas tomadas por León Valencia tuvieron un buen desenlace en beneficio de Colombia, porque si bien fueron rigurosas, algunas de carácter militar, contribuyeron a que le población poco a  poco entendiera sus alcances pacífistas y fueran comprendiendo la necesidad imperiosa de tales disposiciones presidenciales, cuyos resultados desde luego en aquel tiempo permitieron el comienzo de una pacificación a extenderse en el territorio nacional, para evitar más muertes y desastres, como lo que tristemente está viviendo Venezuela y por cuyo motivo considero de urgencia que esas medidas de emergencia adecuadas al sitio se deben tomar sin mayor cavilación ante la ola de delitos desatados en todo el país que colman nuestras cárceles y nuestros cementerios. Citaré brevemente porque de otra forma sería esto materia de una larga exposición,  las principales y firmes medidas tomadas por aquel recordado presidente colombiano que hicieron efecto de manera rápida y compulsiva para la pacificación a que me he referido.
TOQUE DE QUEDA. Donde se dispone y hace referencia a la seguridad ciudadana en el sentido  de que a partir de las seis de la tarde y hasta las seis de la mañana siguiente nadie podía salir de sus hogares (so pena de males mayores) para evitar  las matanzas y ataques nocturnos, con que se podía perder  la vida. De esta manera el país se fue pacificando, las familias provistas de alimentos y otros enseres necesarios en sus hogares esperaban  con tranquilidad necesaria la mañana, amparadas por el patrullaje militar destacado, para desplazarse hacia sus actividades normales.  
ESTADO DE SITIO. Como complemento a estas movilizaciones necesarias se estableció el estado de sitio en todo el país, declarado entonces por el Ejecutivo como mandato de excepción, que ya se había utilizado  en el país en tiempos de revueltas ciudadanas, siendo casi un estado  de preguerra dadas las circunstancias urgidas de su aplicación, con facultades amplias y especiales a favor de las fuerzas armadas (represión, etc.), quedando por tanto suspendidas  las garantías políticas ciudadanas. Sin embargo y ante los excesos  cometidos en la aplicación de esta Ley y ya tranquilizado en parte el país, el gobierno reemplazó el estado de sitio  por un más  benigno “Estado de excepción” .
LEY SECA. A objeto de favorecer más el cumplimiento de estas disposiciones legales después de las seis de la tarde y hasta las seis de la mañana siguiente se prohibió la venta absoluta de licores en el territorio del país, bajo el resguardo ello  de las fuerzas militares, de donde los expendios de bebidas alcohólicas fueron cerrados en esos tiempos para el dicho resguardo de la tranquilidad colectiva  y evitando así los desmanes que pudieran ocurrir con el paso de las horas nocturnas.
Otras medidas debió tomar el gobierno de León Valencia pues en pocos días se comenzó a sentir el cambio necesario y en bien de la paz colombiana, tan destruida a raíz del asesinato vil del líder Jorge Eliécer Gaitán, que he querido aquí reseñar como de suma importancia y que como venezolano demando de urgencia  al conocer tantas desgracias nacionales e igualmente de otros sitios del mundo, por lo que exijo desde este blog  a las altas autoridades competentes y para evitar males mayores, de los cuales caso contrario serían los responsables en un futuro judicial,  que apliquen medidas  pacifistas y hasta de salvación nacional, como las que instaurara el recordado León Valencia, que vienen a ser como un ejemplo fundamental a tomar en cuenta en nuestra hora menguada, para la tranquilidad de de tantos ciudadanos y la paz herida de esta ardiente república.